YOU CAN DANCE, YOU CAN JIVE… A mover la patita... Lo crean o no, “Mamma Mia!” (2008) se convirtió en uno de los grandes sucesos de aquel año, y en uno del musicales más exitosos de todos los tiempos. Phyllida Lloyd tuvo la tarea de llevar a la pantalla grande el hit teatral creado por Catherine Johnson, que cuenta la vida de la joven Sophie Sheridan (Amanda Seyfried) quien, a punto de casarse, trata de averiguar la verdadera identidad de su papá, todo al ritmo de los clásicos de ABBA. Ahora, una década más tarde, el realizador Ol Parker se calza al hombro esta secuela/precuela que retoma la historia de la joven cinco años después, a punto de inaugurar el hotel que siempre fue el gran sueño de su madre Donna (Meryl Streep). La narración salta del inseguro presente de Sophie para llenar todas esas expectativas, al pasado, para contarnos la alocada juventud de mamá (acá interpretada por Lily James), su recorrido por el mundo tras terminar la escuela en 1979 y salir a encontrar lo que le deparaba el destino, el encuentro con los tres posibles padres de su hija (Sam, Harry y Bill) y su desembarco en Kalokairi, la isla griega que se convertiría en su hogar para siempre. Mientras en el presente, Sophie se encarga de los últimos preparativos para la gran celebración del lanzamiento de Bella Donna junto a Sam (Pierce Brosnan), lidia con la posible separación de su amor Sky (Dominic Cooper), y las tribulaciones de salir adelante sola tras la muerte de su mamá, un año atrás; la joven Donna nos lleva de ciudad en ciudad, la eterna amistad con Tanya y Rosie y los diferentes encuentros fortuitos que tuvo con los hombres que marcaron su vida. Un ida y vuelta lleno de canciones setentosas, momentos hilarantes y bizarros, y numeritos musicales súper elaborados y espontáneos. “Mamma Mia! Vamos Otra Vez” (Mamma Mia! Here We Go Again, 2018) se deja llevar por las características del musical más clásico y se despega del acartonamiento de su predecesora; suma mejores voces al reparto (lo sentimos mucho Meryl y compañía) de la mano de los jóvenes protagonistas, y logra que se luzcan muchos de los temas menos conocidos de la banda sueca. Parker (también guionista) trata de no repetir canciones, aunque algunas son inevitables, y nos demuestra que la vida de cualquiera se puede resumir con un par de melodías de ABBA. Su historia va más allá de la isla griega y ahí es donde logra soltar toda la locura y la frescura de sus protagonistas, en medio de elaboradas puestas en escena que nos sumergen de lleno en esta fantasía en clave de comedia. James es el alma de esta aventura llena de rebeldía adolescente, la búsqueda de la identidad y el amor; la amistad resumida en “Donna and the Dynamos”, la banda que creó con sus compinches, y la madurez que le pega de repente cuando decide convertirse en madre soltera. Las tribulaciones de Sophie son diferentes a las de la joven Donna, pero el paralelismo es muy válido y en un punto sus historias se cruzan y se entrelazan, sumando ese momento cursi que endulza una película, tal vez, demasiado camp para aquellos que no estén acostumbrados a que la gente se ponga a cantar en medio de una escena. “Mamma Mia! Vamos Otra Vez” es esto, y redobla la apuesta de su antecesora con más despliegue musical, coreografías con decenas de extras y bailarines, estrafalarios atuendos que recorren los diferentes estilos de la banda pop, pero que nunca desatiende la importancia de los lazos afectivos, ya sean familiares, de amistad o románticos. Si no les alcanza con el impulso acelerado de tener que levantarse y corear cada tema de la banda sonora (“When I Kissed the Teacher”, “Waterloo”, “I Have a Dream”, “Andante, Andante”, “The Name of the Game”, “Knowing Me, Knowing You”, como para nombrar algunos), Parker suma más glamour de la mano de Cher (sí, CHER), en el papel de Ruby Sheridan, madre de Donna y abuela de Sophie, demasiado ocupada con su propia carrera como para dedicarle un momento a su familia. Además de unos cuantos cameos que no vamos a revelar. Acá no hay súper acción, ni drama, tampoco hay mucho “realismo” que digamos (ni siquiera está filmada en una isla griega, ESO ES CROACIA); aunque ni ahí es lo que busca esta secuela ni sus responsables. “Mamma Mia!” es el carnaval carioca al final de la fiesta de quince, un placer culposo que se disfruta sin prejuicios mientras no se deja de mover la patita. Hay un poco de incongruencia en su relato, sí, entre el liberalismo femenino de la joven Donna y el final de la década del setenta, y la necesidad imperiosa de convertirse en madre y acatar ciertos convencionalismos. Igual, estamos ante personajes femeniles que no necesitan príncipes azules para salir adelante, y una sátira que celebra esos logros individuales. “Mamma Mia! Vamos Otra Vez” supera ampliamente a la entrega anterior, justamente, porque no se toma tan en serio, eleva a la enésima potencia el humor y su carácter de musical moderno y bizarro, y suma un elenco más juvenil que, además, canta bastante mejor que sus versiones adultas. Acá no hay que pensar mucho, dejarse llevar por el ritmo y darle gracias a la música. LO MEJOR: - Lily James al centro y al frente. - Su carácter mega camp. - La banda sonora, obvio. LO PEOR: - Querer sumar seriedad en el final. - Que falte el cameo de Agnetha y Anni-Frid.
HOGAR, DULCE HOGAR Terror y drama familiar, bien cómo nos gusta. El terror español tiene un gustito especial, y aunque “Secretos Ocultos” (Marrowbone, 2017) pueda confundirse fácilmente con una obra norteamericana debido a su elenco, el estilo europeo está presente en cada uno de sus climas y narrativas. Imposible no conectar con películas como “Los Otros” (2001) de Alejandro Amenábar o “El Orfanato” (2007) de J.A. Bayona, sobre todo si tenemos en cuenta que el guionista de esta última, Sergio G. Sánchez, acá se despacha con su ópera prima cinematográfica. Las casas, embrujadas o no, tiene un atractivo especial cuando se trata de relatos de misterio y terror. Marrowbone –una destartalada casona situada en algún paisaje rural de Estados Unidos- se convierte en un refugio para Rose (Nicola Harrison) y sus cuatro hijos -Jack (20), Jane (19), Billy (18) y Sam (5)-, cuando deciden abandonar su hogar en Gran Bretaña y comenzar una nueva vida desde cero del otro lado del charco, escapando de algo oscuro y peligroso. Estamos en 1969, los Marrowbone (adoptando como nuevo apellido el nombre de la finca donde creció mamá Rose) viven contentos y felices alejados, incluso del pueblo. Pronto se cruzan con Allie (Anya Taylor-Joy), vecina de una granja cercana, con quien entablan amistad y comparten sus mejores momentos... y hasta un poquito de romance, en el caso de Jack. Todo cambia cuando la salud de la madre empeora y fallece al poco tiempo, teniendo que dejar al mayor a cargo de todo. Al ser menores de edad, el estado puede separarlos, así que los hermanos van a permanecer ocultos hasta que Jack (George MacKay) cumpla los 21 años. Los primeros seis meses logran salir adelante y superar la muerte de mamá, pero el pasado viene a buscarlos y esa estabilidad cambia para siempre. La historia da un paso más hacia adelante, y tiempo después, los chicos viven más aislados que nunca, la belleza de la casa se vino abajo y un fantasma oculto entre las paredes amenaza con volver a perturbar sus días. Este no es el único problema que deben enfrentar, ya que es momento de transferir la finca legalmente a manos de Rose, pero ni el abogado del pueblo, Tom (Kyle Soller) –un tipo ambicioso que también intenta cortejar a la joven Allie, ahora noviecita de Jack-, sabe que la señora pasó a mejor vida. La unión fraternal y el amor se ponen a prueba. El pasado amenaza con oscurecer el presente, y a Jack le toca lidiar con todo esto, convertido en el responsable de esta familia. Sánchez cuenta con un gran elenco (sumemos al resto de los niñitos: Charlie Heaton, Mia Goth y Matthew Stagg) que lleva adelante su historia, pero la casa en particular, y sus alrededores, se transforman en un protagonista más, indispensable para guiarnos por todos los recovecos de este relato. En “Secretos Ocultos”, el drama familiar es tan importante como los climas de terror que Sánchez (también guionista de la película) logra generar. Nos interesan estos chicos y su bienestar, por eso los queremos ver triunfar a toda costa y resulta un poco frustrante cada vez que aparece una piedra en su camino. Hay algo muy hitchcockiano en esta historia y, a pesar de algunos plots y personajes mal llevados, nos sorprende con cada uno de sus giros y revelaciones. La fotografía de Xavi Giménez y la música de Fernando Velázquez se complementan a la perfección con la ambientación de Patrick Salvador y su atención a los detalles para recrear esta época de finales de los sesenta. Igual, Marrowbone parece anclada en el tiempo, un tiempo más sencillo y feliz para estos hermanos que pasan sus días entre tareas hogareñas y juegos que los mantienen unidos y alejados del resto del mundo por decisión propia. Jack es el único que se aventura hasta el pueblo de vez en cuando para comprar provisiones, pero el encierro empieza a hacer estragos en sus hermanos, sobre todo Billy, demasiado rebelde como para mantenerse encerrado entre los confines de la casa. Por ahí también van a venir algunos conflictos, y los problemas del argumento que, por momentos, se centra demasiado en algunos personajes y se olvida de desarrollar el resto. El realizador recupera un terror/suspenso más clásico, de atmósferas y situaciones. Se toma su tiempo para meternos en la historia (tal vez demasiado) y cuando llega el final, apresura la definición de todos los conflictos. No es que esté mal, ojo, pero se siente desprolijo y, en parte, desbalancea el gran relato que fue construyendo. Mientras MacKay, que ya enfrentó quilombos familiares en la maravillosa “Capitán Fantástico” (Capitán Fantástico, 2016), se destaca y se convierte en el pilar de la historia, Sánchez desaprovecha al resto de sus jóvenes protagonistas, aunque haya cierta razón para hacerlo (claro que no se las voy a contar). Lo mismo ocurre con Anya Taylor-Joy que, a esta altura, ya a se convirtió en una a habitué del género terrorífico. Por el contrario, las malas intenciones del personaje de Soller resultan un lugar demasiado común y, por momentos innecesarias, que pueden percibirse a la legua. En general, “Secretos Ocultos” cumple con lo que promete, y podría ser una obra aún mayor si puliera estos pequeños detalles. El suspenso funciona muy bien, en parte, gracias a la ambientación y los paisajes (de Barcelona), pero se destaca mucho más por el drama familiar, más que por los sustos que intenta generar con los supuestos fantasmas que habitan esta casona. LO MEJOR: - Los climas que genera. - El drama familiar por sobre lo sustos. - La casa como un personaje más LO PEOR: - Muchos personajes desaprovechados. - Cierta desprolijidad y apuro en la narración.
INFIERNO EN LA TORRE The Rock contra un edificio en llamas. Esto hay que verlo... o no. Si algo le faltaba a Dwayne Johnson, después de enfrentarse con todo tipo de villanos y criaturas, era el desafío de un edificio en llamas. De entrada, la premisa de “Rascacielos: Rescate en las Alturas (Skyscraper, 2018) se puede arrimar a la de “Duro de Matar” (Die Hard, 1988) meets “Infierno en la Torre” (The Towering Inferno, 1974), dos títulos que le quedan grandísimos a la aventura de Rawson Marshall Thurber, un realizador más acostumbrado a la comedia sarpadita como “¿Quién *&$%! son los Miller?” (We're the Millers, 2013). Ojo, sí sólo quieren ir a l cine a comer pochoclo y ver como The Rock salva el día, esta esta es su mejor elección. Ahora, si buscan un poquito de racionalidad y una trama con un mínimo de contenido y coherencia, ya saben para dónde NO apuntar. Claro que tampoco es el objetivo de la película, que solo busca entretener a fuerza de efectos especiales y las hazañas de este héroe que, de común, no tiene nada. William Swayer (Johnson) es un ex veterano de guerra que ahora forma parte del equipo de rescate de rehenes del FBI. Una de sus misiones no sale como lo esperado y Swayer y su gente pagan las consecuencias. Diez años después, y con las cicatrices de aquel rescate fallido a cuestas –incluyendo la amputación de una pierna-, William intenta llevar una vida más tranquila rodeado del cariño de su esposa Sarah (Neve Campbell) y sus mellizos Georgia y Henry, dedicado a evaluar la seguridad de diferentes edificios. En Hong Kong le llega la oportunidad de su vida, de la mano del rascacielos más alto del mundo. “La Perla” está por ser inaugurado y necesita de la aprobación de Swayer para dar el paso definitivo, tarea asignada por el mismo dueño y constructor Zhao Long Ji (Chin Han). Hasta ahí se dirige el buen Will y su familia, pero no saben que hay una conspiración a la vuelta de la esquina. El edificio, súper moderno y tecnológico, cumple con todos los requerimientos y para hacerla redonda, Zhao le entrega a Swayer el control total de los sistemas de seguridad. Claro que hay malhechores esperando para echar mano a esos accesos, y así el buen William termina como principal sospechoso cuando el edificio empieza a sucumbir bajo las llamas de un incendio intencional y nadie logra activar los procedimientos de emergencia. Pero el equipo comando responsable del ataque, bajo las órdenes del mercenario Kores Botha (Roland Møller), no contaba con la presencia de la familia de Will en el edificio…, ni con la voluntad de este buen hombre que, a pesar de sus “limitaciones” y de estar marcado por la policía, hace todo lo posible para volver al rascacielos y rescatar a sus seres queridos. A partir de este punto, “Rascacielos: Rescate en las Alturas” se deshace de cualquier lógica (porque ni Superman saldría tan bien parado de semejante quilombo) y de sus motivaciones, ya que las razones del ataque no parecen justificar tamaña destrucción… ni argumento. Al menos, Hans Gruber la tenía clara y sólo le importaba la guita resguardada en las entrañas de la Nakatomi Tower. La excusa de Thurber –también responsable del guión- es un tanto flojita y refuerza esta noción de que sólo le interesa destacar los efectos, que no están mal pero tampoco impresionan, y las eternas destrezas de The Rock como héroe de súper acción, sin importar la historia que se cruce en su camino. El realizador cae en todos los lugares comunes de este tipo de aventuras, incluyendo a las autoridades que no hacen absolutamente nada (acá, ni hay policías o bomberos que entren al edificio para asegurase de que no haya gente atrapada); protagonistas femeninas incapaces de prender y apagar un celular por su cuenta (¿?), aunque tengan experiencia en combate y hablen una cantidad obscena de idiomas; y una pantalla gigante, estratégicamente ubicada en la ciudad, para que todo Hong Kong pueda presenciar las proezas de Swayer, sin importarles que enfrente tiene un rascacielos que se está cayendo a pedazos. O sea, hablamos de un edificio de 240 pisos de altura y este muchacho se mueve por las cornisas con una pata menos, y apenas sostenido por una soguita. Really? Nada es creíble cuando se trata de esta película, pero Thurber insiste en tomárselo en serio y, de paso, atraparnos con el drama familiar. Para alguien con tanta experiencia en la comedia, se le nota la incomodidad con “Rascacielos”, como un pez fuera del agua que trata de respirar a toda costa y meter un chiste al vuelo en los momentos más bizarros de la historia. Legendary Pictures desembolsó más de 125 millones para esta aventura, y a nadie le cabe la menor duda que va a romper taquillas en el mercado asiático. Ese es el público principal al cual está dirigido esta película, y se nota, por algo la ambientación en Hong Kong, la figura de Johnson (no olvidemos que “Rampage” fue un fracaso en los Estados Unidos) y el cine catástrofe/acción como primer incentivo. Si así funciona, ¿para qué molestarse con un guión mínimamente coherente? Sabemos que es posible, solo alcanza con ver los ejemplos que se dieron más arriba que, a pesar del paso del tiempo, siguen manteniendo la calidad y resonando en las cabecitas de los espectadores. Acá gana el pochoclo, las acrobacias más rebuscadas, la pantalla verde y las explosiones. Y claro, perdemos nosotros, incapaces de decirle que no a tantos espejitos de colores. LO MEJOR: - Qué bueno volver a ver a Neve Campbell en la pantalla grande. - Al menos invirtieron en algunos buenos efectos. - Ante la duda, siempre llamen a The Rock. O no. LO PEOR: - Basta de villanos de segunda categoría. - Basta de películas de The Rock, en serio.
THIS IS AMERICA La ficción que casi supera la realidad. De todas las franquicias terroríficas pergeñadas por Jason Blum y su Blumhouse Productions, “The Purge” o “12 Horas para Sobrevivir” –como se la conoce localmente-, resultó ser la más interesante desde sus planteos distópicos que, seamos un poquito justos, no están tan alejados de la realidad, al menos, la norteamericana. Aquella primera entrega de 2013 situaba la historia en un futuro no tan lejano, año 2022, donde el gobierno de turno, un régimen totalitario conocido como New Founding Fathers of America, había logrado estabilizar la economía y bajar drásticamente la taza de violencia tras haber instaurado la “purga”, un “evento” anual durante el cual la sociedad tiene 12 horas para expiar su lado más salvaje y salir a cometer todo tipo de crímenes sin consecuencia alguna. Básicamente, hablamos de una catarsis colectiva, algo que las autoridades siempre han alentado, incluso dentro de las sociedades más civilizadas, claro que con menos criminalidad de por medio. Piensen en las fiestas dionisíacas de la antigua Grecia (seis días de “todo vale”), o nuestros encuentros deportivos o recitales musicales donde las pasiones toman la delantera. Las comparaciones pueden ser un tanto extremas, pero por ahí viene la mano: la necesidad de “sacarse la mierda” –como diría Carajo- para evitar que todo se vaya al cuerno. A lo largo de tres entregas fuimos descubriendo que no todo es lo que parece, y aunque la purga se convirtió en una “exitosa tradición americana”, sus orígenes y verdaderos propósitos son bastante más oscuros. Por eso, ahora tenemos “12 Horas para Sobrevivir: El Inicio” (The First Purge, 2018), precuela que muestra los orígenes de este violento experimento que se perpetuó a través de los años, sin que nadie se atreva a detenerlo. Para ello, volvemos al año 2014, cuando surge un nuevo partido (NFFA) con soluciones más efectivas y drásticas. El miedo de los votantes los lleva al poder y el próximo paso es poner a prueba la teoría sociológica de la doctora Updale (Marisa Tomei), dispuesta a aplicar esta catarsis en una comunidad aislada. Los elegidos son los habitantes de Staten Island, especialmente los de una zona más pobre y marginal, donde los residentes son, en su mayoría, afroamericanos y latinos (¡sorpresa!). El incentivo del gobierno: cinco mil dólares para cada uno de los individuos que decida permanecer en la isla, y muchísimo más dinero para aquellos que accedan a participar activamente del experimento, o sea, a acabar con la vida de alguno de sus vecinos. Muchos abandonan el lugar sin miramientos, pero los necesitados no van a dejar pasar la oportunidad de embolsarse un billete. Claro que ninguno tiene verdadera intención de matar, más allá de algún violento ocasional, o pandillero con ganas de aprovechar y ganar el territorio enemigo. Entre los corajudos que se quedan están Nya (Lex Scott Davis), que se opone a este ensayo y sólo quiere proteger a sus amigos, su hermano Isaiah (Joivan Wade), y también Dimitri (Y'lan Noel), el gánster local, dispuesto a cuidar de sus negocios y de su gente, si llega el momento de levantarse en armas. A las siete de la tarde las sirenas anuncian el comienzo del “experimento”, monitoreado bien de cerca por Updale y los asesores del gobierno. El problema es que los números iniciales no son los esperados y en vez de salir a purgar, los habitantes de Staten Island decidieron festejar el momento. La solución es “sacudir el avispero” y no pasa mucho tiempo hasta que el caos y la violencia desmedida se apoderan de la isla como si se tratara de una zona de guerra. Acá, cualquier semejanza con la realidad NO es pura coincidencia, y si la saga ya venía cargada de referencias, críticas y análisis sociopolíticos, el casi debutante director Gerard McMurray y el guionista James DeMonaco (director de las entregas anteriores) no iban a intentar ocultar sus “opiniones” cuando se trata de relacionar las acciones e ideología de los Nuevos Padres Fundadores de la Patria con la actual administración de Donald Trump. “12 Horas para Sobrevivir: El Inicio” tiene un presupuesto acotado (y se le nota), caras muy poco conocidas y varios lugares comunes y obviedades a lo largo de su trama, pero no debemos olvidar su carácter de película ‘chiquita’ que, en este caso, busca/intenta mucho más que entretener a las masas. Los realizadores no se andan con sutilezas para remarcar las diferencias económicas, los conflictos raciales, la opresión, y quienes son los buenos y quienes son los malos. Lamentablemente, tampoco le pueden escapar a los estereotipos culturales, aunque acá también ayudan a reforzar la política (y el pensamiento) de la NFFA, léase, el partido republicano. Sabemos que esta cuarta entrega viene con spoiler incorporado ya que la purga siguió adelante e invitó al resto de la nación a unirse en esta noche de locura y violencia anual. La catarsis colectiva no discriminó entre ricos y pobres, pero la gente de menos recursos siempre fue la más expuesta y vulnerable una vez que empezaron a sonar las sirenas. “12 Horas para Sobrevivir: El Inicio” vuelve a remarcar está situación, aunque sólo para el espectador y los habitantes de la isla. Para el resto del mundo, se convierten en chivos expiatorios, esa parte de la sociedad de la que hay que deshacerse para que “América vuelva a ser grandiosa”, aunque van a seguir dando pelea, cueste lo que cueste. Este es el mensaje, tan clarito como el agua. Un poco exagerado y políticamente correcto, si se quiere, pero la contundencia a veces es necesaria. Si quieren la otra campana, pueden agarrar el catálogo de Clint Eastwood. La película tiene sus fallas: no deja de ser una obra de terror de bajo presupuesto con la intención de entretener y recaudar dinero en la taquilla. Pero se anima a decir de frente lo que muchos autores renombrados y diplomáticos jamás harían, un punto para los géneros que, desde su lugar de “fantasía”, pueden jugar con la verdad un tanto escondida entre líneas y experimentos sociales. LO MEJOR: - Que no se anda con sutilezas a la hora de los mensajes. - Las distopías están a la orden del día. - A Trump no le gusta esto, ¿o sí? LO PEOR: - Se pierde en espectacularidad y algunas obviedades. - No es tan redonda como las entregas anteriores.
JUNTOS A LA PAR Marvel baja las expectativas y le apuesta a otra gran superheroína. Tuvieron que pasar 20 películas del MCU para que una de sus heroínas cobrara un poco más de protagonismo, aunque sea, desde el título. Lo cierto es que Evangeline Lilly se ganó ese lugar, si tenemos en cuenta que “Ant-Man and the Wasp” (2018) podría, tranquilamente, llamarse “The Wasp and Ant-Man”. Sí, Marvel intenta subsanar este error (pasaron diez años, muchachos) de la mano de Hope Van Dyne, más conocida como la Avispa (wasp); ahora compañera de aventuras de Scott Lang (Paul Rudd), aquel ladrón devenido en minúsculo superhéroe. Peyton Reed vuelve a plantarse detrás de las cámaras para una secuela que sigue los mismos lineamientos que su predecesora: una historia chiquita, cargada de humor y aventura para toda la familia, que no necesita agarrarse con uñas y dientes a este gigantesco universo cinematográfico. No, Scott no va a venir a salvar las papas después de los desmanes de Thanos y su chasquido. Es más, los sucesos de la película son anteriores a los de “Avengers: Infinity War” (2018) y tratan de llenar ese bache de dos años donde Ant-Man y compañía tuvieron que bajar un cambio o pasar a la clandestinidad tras el enfrentamiento en el aeropuerto alemán durante “Capitán América: Civil War” (Captain America: Civil War, 2016). ¿Qué pasó después? El gigantesco hombre hormiga no pasó desapercibido y Lang terminó con arresto domiciliario, mientras que el doctor Hank Pym (Michael Douglas) y Hope tuvieron que huir del FBI por considerarlos cómplices de ese delito (o sea, la tecnología es de ellos y, por ende, entran todos en la misma bolsa). Digamos que la relación no quedó en los mejores términos y no se hablan desde entonces. Los últimos dos años, Scott reforzó sus lazos familiares convertido en un héroe para la pequeña Cassie; creó una compañía de seguridad junto a su amigote Luis (Michael Peña), y cuenta los días para poder liberarse de la tobillera que le prohíbe salir de las inmediaciones de su hogar. Por otro lado, los Pym dedicaron todo su esfuerzo para construir un túnel cuántico que les permita viajar al Quantum Realm donde creen, todavía, pueden encontrar a Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer), esposa y madre adorada, además de la Avispa original. Si Scott logró sobrevivir, hay muchas posibilidades, más allá de que hayan pasado treinta años de su desaparición. Reed nos lleva al pasado para mostrarnos ese momento y los actos superheroicos de los primeros Ant-Man and the Wasp. El paso de Lang por este universo paralelo produjo una conexión especial, y ahí la excusa perfecta para que estos tres justicieros vuelvan a juntarse y hacer las paces. En el tiempo transcurrido, Hope adoptó la identidad de la Avispa y ahora patea traseros por su propia cuenta. Acá no se trata de salvar al mundo, ni a la ciudad de San Francisco, sino de conseguir los materiales necesarios para terminar de construir el dichoso puente, materiales que provienen del mercado negro cortesía de Sonny Burch (Walton Goggins). Pero alguien más anda detrás de esta preciada tecnología: Ghost (Hannah John-Kamen), un peligroso personaje capaz de atravesar cualquier superficie, incluyendo a los seres humanos. Los enredos y situaciones riesgosas no se hacen esperar y, muy a regañadientes, Pym y Hope deben volver a aceptar a Scott en el equipo, con la única intención de ayudar a recuperar a mamá Janet. “Ant-Man and the Wasp” (2018) no se preocupa por lo macro y se detiene, más bien, en lo micro (je). Sigue desarrollando a estos dos personajes, y forma una dupla genial que se equilibra entre la acción y el humor, sin necesidad de forzar una relación más personal que queda más que implícita. Reed y los cinco guionistas de esta historia (incluyendo a Paul Rudd) eligen este acercamiento con una intención 100% ATP. Lo importante es contar este hecho concreto, estrechar los lazos familiares y de amistad de este equipo en crecimiento y, de paso, unir algunos cabitos con sus otros compañeros vengadores. Igual, no se entusiasmen, no hay cameos superheroicos más allá del de Stan Lee (no molesten no es spoiler), pero sí una primera escena post-créditos que sube la manija para “Avengers 4” (2019). Como la primera entrega, “Ant-Man and the Wasp” es una película chiquita dentro de este mega universo expandido. Se nota un presupuesto más abultado y mayor atención a los detalles, pero se sigue quedando corta y un tanto simplista cuando se trata de desarrollar el tema principal de la trama. En cambio, se pierde en una infinidad de chistes (que quede claro que Scott es el humorista del grupo) y escenas de acción que abusan de los mismos trucos, una y otra vez; “villanos” poco justificados y algunos recursos demasiados infantiles. Pero no vale quejarse porque esto es lo que ofrecen y nos venden desde la historia y todos sus adelantos. Está en nosotros decidir si nos conformamos con la aventura pasatista u optamos por un estilo más “serio”. Por su parte, los realizadores nos entregan un relato súper entretenido que alegra a grandes y chicos, y no pierde ritmo a lo largo de sus dos horas. Eso sí, desperdicia a una gran actriz como Pfeiffer, pero nos regala a una gran superheroína que se calza al hombro toda la acción, y hasta desluce a su coprotagonista. Ant-Man se convirtió en el comic relief del MCU, un personaje simpático que no tiene que cargar con traumas ni conflictos. Al igual que el personaje, la película llega para distender después de los oscuros sucesos de “Infinity War”, y hacer un poquito de tiempo (y plata, por qué no) hasta el regreso de los “verdaderos héroes”. No es que queramos disminuir (otra vez, je) la importancia de estos personajes, pero parece ser que tampoco le importan mucho a los de Marvel. No hay un esfuerzo por contar una gran historia, sólo llevarlos por el lado de la comedia inofensiva, muy disfrutable, pero totalmente olvidable una vez que abandonamos la sala. LO MEJOR: - Evangeline Lilly y su Avispa. - Que se sostenga muy bien como historia independiente. - El equipo de los buenos funciona a las mil maravillas. LO PEOR: - La poca importancia de los personajes dentro del universo de Marvel. - La trama de fondo les quedó flojita. - Esa segunda escena post-créditos es innecesaria.
TÚ LA TRAES La importancia de seguir jugando. “No dejamos de jugar porque envejecemos, envejecemos porque dejamos de jugar”. Esta famosa (y muy sabia) frase de George Bernard Shaw es el pilar de esta hilarante historia que, aunque no lo crean, está basada en hechos reales. Sí, desde hace casi treinta años, un grupo de amigos de Spokane, Washington, se reserva el mes de mayo para seguir esta tradición que comenzaron en la escuela secundaria: jugar a La Mancha (TAG). No importa que se hayan mudado o atraviesen algún evento social de relevancia -ya sea casamiento, bautismo, funeral o cumpleaños-, en el quinto mes se lo pasan persiguiéndose los unos a los otros, para evitar ser un loser por lo que resta del año. Esta anécdota tan particular salió publicada en The Wall Street Journal, allá por el año 2013; de ahí llamó la atención del productor Todd Garner que, en seguida, adquirió los derechos hollywoodenses. Warner Bros. sigue en la vena de comedias sarpaditas enfocadas para un público más adulto, y tras la buena acogida de “Noche de Juegos” (Game Night, 2008), se despacha con “¡Te Atrapé!” (Tag, 2018), segunda película de Jeff Tomsic, un director y productor más afecto a la TV, que se hace eco de esta historia real y le da un par de vueltas de tuerca. Hogan "Hoagie" Malloy (Ed Helms), Bob Callahan (Jon Hamm), Randy "Chilli" Cilliano (Jake Johnson), Kevin Sable (Hannibal Buress) y Jerry Pierce (Jeremy Renner) vienen jugando TAG desde el año 1983. Ya estamos en el mes de mayo y los amigos empiezan a cuidarse porque saben que, desde cualquier rincón, les puede llegar ese manotazo que los convierte en la Mancha. Pero este año hay una particularidad: Jerry, a quien nunca logaron alcanzar, se va a casar con su novia Susan (Leslie Bibb), y planea abandonar el juego totalmente invicto. Esta es la última oportunidad de los muchachos para hacer yunta y tratar de vencerlo de una vez por todas. Hogan y su esposa Anna (Isla Fisher) –no, las chicas no forman parte del juego- son los encargados de pasearse de ciudad en ciudad reclutando a estos viejos jugadores, con la única misión en mente de ponerle fin al reinado de Pierce. El momento en que Hoagie se la pasa a Bob es atestiguado por Rebecca Crosby (Annabelle Wallis), reportera del Wall Street Journal que encuentra la historia fascinante y decide acompañarlos a lo largo de esta aventura. Jerry sigue viviendo en su ciudad natal y hacía allí se dirigen los amigos con su juego. Tras delimitar el “campo de batalla” y declarar terreno neutral los preparativos de la boda y la ceremonia en sí (porque nadie quiere arruinarle el gran día a la novia), la brutal competencia se pone en marcha, pero las habilidades de Pierce dejan bastante claro que, esta, será una nueva victoria para el campeón. “¡Te Atrapé!” recrea muchos de los grandes momentos vividos por estos amigos de carne y huego, pero también debe exagerar y, lamentablemente, caer en lugares comunes para que la historia tenga el atractivo necesario y así llamar la atención de una audiencia que ya lo vio (casi) todo. Tomsic suma momentos bizarros, violencia, desmadres y destrozos de todo tipo; también un grupo variopinto donde no falta ningún estereotipo humorístico (el fumón, el canchero, el familiero), y algunos chistes un tanto incómodos para los tiempos que corren. Hablamos de tipos grandes que se comportan como chicos y, aunque parecen no tener ninguna responsabilidad en esta vida (o, al menos, las pueden dejar de lado para viajar de ciudad en ciudad jugando a la Mancha), este es el verdadero mensaje que esconde la historia real y la película: la estrecha relación de amistad que los une, no tiene tiempo ni lugar, y el hecho de no perder esa “inocencia” y las ganas de encontrarse a jugar a pesar de que los años los pasen por encima. La moraleja está muy bien pero, acá, llega demasiado tarde y se pierde después de un montón de situaciones enredadas, planes fallidos, emboscadas y las destrezas superheroicas de Jerry (no hay chiste que valga) para no ser atrapado. Este es un juego cargado de testosterona donde las mujeres ayudan y lo contemplan desde afuera, pero para que haya “igualdad”, Tomsic las pone a la altura de sus compañeros, demostrando que pueden jugar tan sucio como cualquiera de ellos. Así, la originalidad de la historia y su verdadero significado se diluye debajo de una montaña de clichés, chistes facilistas, mucha acción desenfrenada y el simple entretenimiento que no alcanza para destacarse en una industria dominada por franquicias, adaptaciones y superhéroes. No hay caso, las comedias siguen sin encontrar el tono necesario para captar al público masivo y las buenas críticas. Los realizadores se empecinan en adaptar la fórmula adolescente a historias protagonizadas por adultos que terminan comportándose como chicos, como si los grandes no fuéramos capaces de generar momentos divertidos (acá, Mel Brooks, se no caga de risa). ¡Te Atrapé! se queda a mitad de camino y, a pesar del gran esfuerzo de Ed Helms, el verdadero héroe de esta historia, no se destaca del montón de comedias “sarpaditas” que nos llegan año a año. Tal vez, deberían concentrarse un poco más en el argumento y en los personajes, en vez de elaborar una seguidilla de situaciones desbordadas que buscan la risa fácil, pero no un verdadero impacto emocional que, a veces, resulta más eficaz y necesario. LO MEJOR: - Ed Helms está subvalorado. - El mensaje de la historia original. - Todo es juego y súper acción. LO PEOR: - Que ese mensaje se pierde. - La mayoría de los chistes ya caducaron.
EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS aspecto, “Sicario 2” es una gran representante del género que, hasta obliga a apartar la mirada en más de una ocasión a aquellos que son un poquito impresionables, pero también destila cierta ideología con la que no podemos estar 100% de acuerdo. Sheridan no hace demasiado esfuerzo a la hora de juzgar las acciones norteamericanas. Personajes como Graver parecen robots inmutables que ponen el bienestar de su país y bla, bla, bla, por encima de la propia moral y la ética, que debería regir cuando se trata de estas acciones. Sabemos que, en el fondo, los hechos son más reales de lo que queremos imaginar (tampoco somos tan ingenuos), pero no hay una equivalencia muy justa que digamos, a la hora de retratar a los que están de un bando y del otro. Al fin y al cabo, muchas de sus acciones los ponen al mismo nivel, y esa es la crítica y el análisis que le falta a una franquicia como esta. Este tipo de “reflexión” es lo que le estaría faltando a “Sicario” para convertirse en una gran saga. O sea, porque no se dejan de mirar el ombligo y se ocupan de sus propios problemas de violencia interna antes de culpar a los de afuera. Igual, “Soldado” es una secuela digna, aunque se queda un poco más atrás en cuanto a su predecesora, justamente, porque se concentra en la acción y el artificio – Sollima le da rienda suelta a la violencia en suelo mexicano-, mucho más que en los problemas de fondo o la psique de los personajes. Las soluciones que da son bastante desesperanzadoras y ese final que nos queda (¿con miras a la tercera parte?), desbalancea un poquito las cosas. Sí, los personajes tienen su “redención”, pero parece una decisión apresurada del guión para darle cierto desenlace “feliz” a esta historia. LO MEJOR: - La estética visual que mantiene unida a la franquicia. - La banda sonora se te clava en los tímpanos. - Se puede proyectar una saga exitosa sin superhéroes, robots o dinosaurios. LO PEOR: - La ideología que destila. - Que decide combatir violencia con más violencia, sin mostrar otras soluciones.
…PERO LOS DINOSAURIOS VAN A DESAPARECER La franquicia sigue echando mano de la nostalgia, aunque acá se contiene un poquito. Lo que no pueden evitar (te estamos mirando a vos Trevorrow) son todos esos clichés del cine de terror/catástrofe/acción, personajes que hacen boludeces en situaciones extremas, el científico con complejo de dios, el militar ultra malvado, y el héroe en el centro de la acción porque, seamos sinceros, mucho Claire esto y Claire lo otro (con primer plano de borcegos incluido, para que sepamos que ya NO usa tacos), pero Owen vuelve a salvar el día y a enamorar a todos los niños que lo rodean (¿?). “Jurassic World” involuciona y los pocos personajes femeninos que se destacan siguen cubiertos de escamas. El resto, hace buena letra y llena casillas, demostrando que el único producto de Michael Crichton que zafa en estos momentos, está en la tele. La franquicia necesita un sacudón urgente y un realizador con visión que la lleve por el buen camino para recuperar esa fascinación que nos regaló Spielberg hace ya más de dos décadas. La historia queda servida para expandir el universo más allá de cualquier isla, el problema siguen siendo los humanos que, a diferencia de los bichos, no logran hacerse camino dentro de una trama incoherente e impermeable a los lugares comunes. LO MEJOR: - Y sí, los dinosaurios. - El aporte visual de Bayona se nota. - Todos los muñequitos que vamos a poder coleccionar. LO PEOR: - Que su trama sea tan años noventa. - Los guionistas que faltaron a la reunión.
SI SOMOS UNA FAMILIA MUY NORMAL Los Parr están de regreso con más conflictos y súper acción. Por alguna razón, la película de Pixar que más pedía secuela a gritos, se tardó casi quince años en llegar a la pantalla. Antes tuvimos continuaciones de “Cars” (2006), “Monsters Inc.” (2001) y hasta “Buscando a Nemo” (Finding Nemos, 2003), pero los Parr se hicieron desear, incluso, en una época donde los superhéroes invaden cada uno de los medios. ¿Será por este motivo que Brad Bird se tomó su tiempo? El realizador vuelve a hacerse cargo de la historia -y al mundo de la animación tras su paso por el live action con “Misión: Imposible - Protocolo Fantasma” (Mission: Impossible - Ghost Protocol, 2011) y “Tomorrowland” (2015)-, para retomar la aventura justo, justo donde la dejó, con la familia de supers a punto de enfrentar al Underminer (John Ratzenberger), ¿se acuerdan? Un comienzo a pura acción sin respiro que tiene poco de heroico, mucho de destrucción y la desaprobación de las autoridades que todavía mantienen proscriptos a estos justicieros. Al parecer los desmadres de Syndrome no causaron ningún efecto a la hora de levantar la prohibición, pero al ciudadano común se lo ve contento cuando atestigua a sus héroes favoritos en acción. Por ahí viene la cosa con “Los Increíbles 2” (Incredibles 2, 2018): intentar volver al ruedo y a la legalidad, manteniendo el equilibrio de la vida doméstica y la estabilidad familiar. Algo que, a simple vista, parece facilísimo, pero en realidad no lo es. Los Parr vuelven a estar un poco desamparados, sin hogar y sin la “protección” de Rick Dicker, aquel agente del gobierno encargado de supervisar el programa de reubicación de superhéroes. Él ya no los puede ayudar, y es ahí donde entran en juego Evelyn (Catherine Keener) y Winston Deavor (Bob Odenkirk), dos hermanos entusiastas que cuentan con el dinero y la tecnología para que estos seres del bien vuelvan a ser aceptados. Los Deavor tienen sus propias razones y, de alguna manera, intentan perpetuar el sueño de su padre, un gran amigo y defensor de los enmascarados. La idea: demostrarle al mundo la necesidad de que los superhéroes nos den una manito, pero para convencerlos el enfoque va a ser diferente. Winston quiere que Mr. Incredible (Craig T. Nelson), Elastigirl (Holly Hunter) y Frozone (Samuel L. Jackson) sean las caras visibles de esta redención, con la superheroína a la cabeza, ya que es la que menos destrozos ocasionó en el pasado. Esta distinción crea varios conflictos inmediatos: por un lado con Bob que se siente disminuido, y por el otro, con ella misma, que debe lidiar con su doble necesidad de cuidar a su familia y disfrutar del momento y de la adrenalina que corre por su cuerpo cuando sale a salvar el día. Helen decide aceptar el reto y ahí es cuando empiezan los verdaderos problemas. Un poco a regañadientes, papá Bob se queda en casa con los chicos, lidiando con los deberes de Dash, los cambios de humor adolescentes de Violet y un bebé que empieza a demostrar una serie de habilidades imposibles de prever y manejar. No, Bob Parr no es el primer “amo de casa” en la historia del séptimo arte, pero lo de él excede el clásico enunciado de “tareas domésticas”. Mientras tanto, y ocultando su sentimiento de culpa por “abandonar” a su familia, Elastigirl sale a la cancha con la intensión de combatir el crimen, no de manera muy diferente a como Bob y Lucius lo hacían en la primera película. Claro que acá cuenta con la tecnología avanzada de Evelyn, que poco le sirve a la hora de enfrentar a un nuevo enemigo –Screenslaver (Rapta-pantallas)- que intenta frustrar sus planes y desatar el caos. Así, “Los Increíbles 2” vuelve a triunfar en lo que mejor le sale: combinar la acción, la aventura y la trama comiquera, con las complicaciones de la vida familiar que, a pesar de estar plagada de superpoderes, no puede escapar de la cotidianeidad, la rutina y los pequeños conflictos del día a día. La comunicación entre padres e hijos, la maternidad, las relaciones de pareja, los resentimientos, la inacción, Bird pone todos estos asuntos sobre la mesa y nos hace reír a carcajadas y reflexionar en partes iguales. Si bien, en la primera entrega los Parr ya pasaron por algunas de estas situaciones, acá se nota que no llegaron a ningún “consenso” en cómo manejarse como familia superheroica en el mundo exterior. Los sentimientos están, pero falta un poquito de comunicación, nada que no veamos en cualquier otra dramedia con personajes de carne y hueso. Lo bueno de “Los Increíbles” es que puede llevar todas estas cuestiones al extremo y salir airosa, entretener a los más chicos con su historia, su parafernalia y unos efectos especiales que son la envidia del MCU y DCEU juntos; además de llegar a los más grandes, que no pueden dejar de verse representados en algún que otro punto. Bird ya era un adelantado en esto de empoderar a sus protagonistas femeninas animadas. Acá, no tiene necesidad de resaltarlo, simplemente deja que Helen acepte que este es su momento para brillar, a pesar de los sentimientos encontrados que le produce “abandonar” a sus hijos, o mejor dicho, dejarlos al cuidado de un papá “inexperto” en esto de las tareas hogareñas. En este aspecto, “Los Increíbles 2” es un gran #soltar para ambos personajes que deben aprender a confiar en el otro, sus fortalezas y debilidades. Se veía venir que Jack-Jack se iba a robar la película, por eso no apostamos en su contra. El pequeño Parr es el protagonista de algunos de los momentos más hilarantes de esta historia: una mezcla de ternura, caos y cuestiones de bebé que se complican cuando tu pibe puede lanzar rayos por los ojos, entre otras muchísimas cosas. Esta secuela no pretende ser innovadora desde su narrativa (al fin y al cabo, es una peli para los más chicos, ¿no?). Como su antecesora, se atañe a la estructura más clásica del género superheroico para poder reformularlo desde adentro, y jugar con los cambios de roles. Le apuesta todo a la acción desenfrenada, el humor como hilo conductor y la dramedia doméstica que pone a estos seres “superiores” a la altura de cualquier humano cualunque que debe atravesar por las mismas disyuntivas. La fórmula se repite, sí, pero también crece y evoluciona. “Los Increíbles 2” tal vez haya perdido la ‘novedad’, pero es una dignísima continuación que se posa bien firme sobre la construcción de sus personajes. La banda de sonido de Michael Giacchino sigue siendo impecable y mantiene ese espíritu retro futurista que caracteriza a la obra de Bird. Edna Mode vuelve a robar cámara cada vez que aparece (asegúrense de conseguir una copia con subtítulos), y un comentario aparte se merece “Bao” (2018), el cortito de Domee Shi que acompaña este estreno. Sí, tuvimos que esperar 14 años para la secuela de las aventuras de la familia Parr, pero en este contexto cinematográfico donde los superhéroes copan las salas y los récords de taquilla, la historia de Brad Bird se sigue destacando porque nos ofrece un punto de vista más humano (más allá de que son personajes animados) para estos justicieros con capa. Perdón Edna, NADA DE CAPAS. LO MEJOR: - Bird da cátedra de cómo hacer una peli de superhéroes. - El despliegue visual es increíble (no pun intended). - Los personajes siguen siendo el fundamento de la historia. LO PEOR: - ¿Habrá que esperar otros 14 años para la continuación? - A esta historia le falta más Edna.
LOS CHICOS CRECEN Chicas desaforadas, padres sobreprotectores y muchos enredos a la amaericana. Obviemos por un momento esa traducción local tan desafortunada y propia del teatro de revista de la calle Corrientes, y concentrémonos en la historia de Kay Cannon, guionista y productora de cositas como “New Girl” y “30 Rock”, que acá hace su debut tras las cámaras, rescatando un subgénero tan propio de la comedia norteamericana: adolescentes, fiesta de graduación, debut sexual y muchos enredos confluyen en “No Me las Toquen” (Blockers, 2018), la ¿“American Pie”? de este milenio que pone el acento del lado de los padres. Julie (Kathryn Newton), Kayla (Geraldine Viswanathan) y Sam (Gideon Adlon) son amigas desde chiquitas y están a punto de embarcarse en una nueva etapa. La secundaria llega a su fin y la universidad está a la vuelta de la esquina, lo que significa que se viene la “prom night”: celebración, desenfreno y, posiblemente, sexo, sexo, sexo para estas inexpertas. Al menos para Julie, que está muy enamorada de su chico y quiere debutar, cueste lo que cueste. Sus compañeras no están tan convencidas, pero terminan haciendo un pacto (#SexPact) para perder la virginidad antes de que se termine el dichoso día. Mientras ellas hacen planes y buscan la pareja ideal –Kayla ya fichó a Connor (Miles Robbins) y Sam a Chad (Jimmy Bellinger)-, sus papás deben lidiar con el futuro de sus retoños y la inminente partida lejos del hogar para estudiar. Antes de seguir, indaguemos un poco más. Tenemos a Julie, la linda del grupo, hija de Lisa (Leslie Mann), madre soltera y sobreprotectora que se cree una más de sus amigas. Kayla, la deportista y nena de papá (John Cena), cuya madre volvió a tener un bebé, pero nuca dejó que la maternidad se interponga en su carrera. Y por último está Sam, cuyo papá, Hunter (Ike Barinholtz), ni forma parte de su vida tras engañar a mamá, pero parece conocerla mucho mejor que ella misma. Llega la bendita noche, los papis realizan una celebración previa y ahí descubren el pacto de sus nenas, los que despierta toda su paranoia. ¿Su nueva misión? Evitar a toda costa que cometan el error más grande de sus vidas (¿?), perseguirlas, hacer el ridículo y, de paso, descubrir que las tres pueden decidir por sí mismas. “No Me las Toquen” cae en todos los lugares comunes de la comedia zarpada: sexo, drogas, mil enredos y destrucción. Agreguen algunas discrepancias generacionales y mucho emoji y mensajito de texto, porque la tecnología siglo XXI da para complicar un poco más las cosas. Cannon no se olvida de deslizar el discurso sobre la igualdad de géneros, dos segundos que pronto quedan opacados por un nuevo chiste de John Cena. La verdadera novedad de esta historia es el punto de vista de los papis. Vemos las indecisiones y aventuras de las jóvenes protagonistas, pero son las ridiculeces de los adultos tratando de encajar en un mundo que no entienden, lo que provoca algunas de las situaciones más graciosas de la película. Esto no quita que la mayoría de sus chistes sean genéricos, gastados y por momentos forzosos, pero tampoco las buenas intenciones de los guionistas Brian Kehoe y Jim Kehoe para introducir elementos contemporáneos y coyunturales que pocas veces se relacionan con productos para adolescentes. Aunque “No Me las Toquen” se enmarca en la idiosincrasia y un contexto muy yanqui de fiesta de graduación, vestiditos, limusinas y todos esos mambos, hay puntos en común con los que cualquiera puede identificarse ya sean hijos, padres, grandes o chicos, que tienen que ver con los miedos al cambio, la madurez y la aceptación que debe existir tanto de una vereda como de la otra. Padres metiches, sí, que se entrometen a fondo en la intimidad de sus hijas, pero también preocupados de que hagan algo de lo que se puedan arrepentir. Un poquito, guiados por el egoísmo de no querer que crezcan y vuelen fuera del nido, y otro tanto para evitar que repitan sus propios errores de juventud. En la vereda de enfrente, adolescentes bien educadas (nunca un pobre o un feo en estas película, ¿no?) que quieren experimentar para poder tomar sus propias decisiones, dejando un poco de lado el sentido común y la eterna protección de sus padres. “No Me las Toquen” no juzga ni a unos ni a otros, y aunque los padres son los chiquilines desaforados en esta oportunidad, no podemos evitar sentir un poco de pena por ellos… y vergüenza, mucha vergüenza porque ningún adulto en su sano juicio haría semejantes papelones. La comedia de Cannon sigue por el camino de “Buenos Vecinos” (Neighbors, 2014), pero no llega a ser tan hilarante como el primer cruce entre Seth Rogen y Zac Efron, en gran parte, por su disfuncional elenco “adulto” (no, Cena, no sos The Rock, correte). Queda clarísimo que la brecha generacional sigue marcando tendencia cuando se trata de humor irreverentes, pero acá la originalidad inicial se va diluyendo con el pasar de los chistes y esas situaciones enredadas que venimos viendo desde que estas historias hicieron “furor” en la década del ochenta. LO MEJOR: - Vamos a darle puntos por originalidad. - Una comedia que intenta deslizar temas coyunturales, bien ahí. - Qué bueno que las adolescentes puedan expresar su sexualidad sin tapujos ni complejos. LO PEOR: - Un cast de adultos que deja mucho que desear. - Muchos chistes tienen olor a naftalina.