Dirigido por Emiliano Serra y Andrea Bello, llega a las pantallas de Cine.Ar este documental sobre la Operación Cóndor, el plan de eliminación de dirigentes y militantes políticos de la izquierda sudamericana. A través de imágenes de archivo y una exhaustiva investigación, Operación Cóndor se sucede, principalmente, gracias a los testimonios de sobrevivientes y familiares de detenidos desaparecidos, a quienes podemos escuchar narrando sus fuertes experiencias personales, de Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Paraguay o Perú: una hija alejada de su madre acusada además de no ser capaz de ocupar ese rol sólo por luchar por lo que considera justo, o una persona fugándose a los tiros de un centro de detención. Experiencias en primera persona de cómo los servicios de inteligencia intervenían para capturar, secuestrar y desaparecer a los “subversivos”. Entre los puntos temáticos importantes del film se encuentra el papel que juega la prensa, la comunicación, con los mensajes que brindan y que, en este caso, ayudaron a encubrir los crímenes de la dictadura. La aparición de los llamados “Archivos del Terror” también resulta un momento fuerte. Además, más allá del tono personal e intimista que le imprimen los testimonios mencionados, es apreciable la pluralidad de voces, por ejemplo Stella Calloni que, además de haber escrito los libros Los años del lobo: la Operación Cóndor (1999) y Operación Cóndor, pacto criminal (2006), acá colabora con el guion. Operación Cóndor transcurre con mucho ritmo, eligiendo detenerse en los momentos de mayor conmoción pero, a grandes rasgos, consigue sucederse de una manera muy dinámica. Esto no hace que sea más sencillo transitar uno de los momentos más dolorosos de nuestra historia. A la dirección de Emiliano Serra y Andrea Bello (sobreviviente de la ESMA) le ayuda mucho el guion de Calloni y Eduardo Walger, que le brinda un eje y mayor contexto a las experiencias narradas. Operación Cóndor es un documental que relata el esquema de eliminación de dirigentes sudamericanos ideado por las dictaduras de América del Sur y lo hace, principalmente, a través de la primera persona, de la experiencia de sobrevivientes. Sin embargo la presencia de Stella Calloni termina de contextualizar e invita a reflexionar y hacer memoria sobre un capítulo de la historia que es imprescindible revisitar.
Otra de las películas que se estrenan en este contexto de pandemia a través de Cine.Ar es Tóxico, una curiosa ópera prima que no se vería del mismo modo en ningún otro contexto que no sea este. Mientras estamos encerrados en nuestras casas, y si salimos no podemos hacerlo sin barbijos y el uso del alcohol en gel ya lo incorporamos como un producto imprescindible más, llega a las pantallas de Cine.Ar la película Tóxico dirigida por Ariel Martínez Herrera. Una película que, en otras circunstancias, nos podría haber resultado curiosa, más o menos original, pero que se hubiese visto con una distancia que hoy no existe. En esta ópera prima, la ciudad parece haber sucumbido ante una extraña enfermedad cuyo síntoma más visible es el insomnio. Locales saqueados, personas con barbijos para no contagiarse (aunque acá la información es tan poca que nadie sabe bien de qué ni cómo se protege), con alcohol en gel, temiendo compartir un mate ya sea con un amigo o con tu propia pareja. En medio de todo eso, una pareja decide subirse en su motorhome y trasladarse a una casa de campo donde creen que podrán estar a salvo, mientras la gente parece volverse loca y aumentan los suicidios. Así, gran parte de Tóxico es una road movie en la que los dos protagonistas (Jazmín Stuart y Agustín Rittano) se van cruzando con diferentes personas y peripecias a lo largo de este viaje. No es un dato menor que el mayor síntoma sea el insomnio, películas como El club de la pelea y El maquinista nos han enseñado que pasar mucho tiempo (mucho tiempo de verdad, no un par de noches en vela o muchas horas dando vueltas en la cama) sin dormir puede causar un desconcierto ante la realidad, confundirla. En Tóxico las cosas se van tornando cada vez más raras, más absurdas y, por lo tanto, difíciles de asimilar y comprender. Los personajes terminan bordeando o cruzando la frontera entre cordura y locura. Lo más rico de la historia radica en esas dos personalidades tan distintas que son la pareja protagónica. Él quiere tenerlo todo planeado y en su imposibilidad es quien propone, cuando parece algo apresurado y exagerado todavía, irse, alejarse y, aunque tome ansiolíticos, no consigue relajarse y, de a poco, la paranoia lo va tomando cada vez más. Ella es un poco más relajada, al principio lo toma como una especie de vacación, pero también sabe que es una bomba de tiempo, guarda un secreto que podría cambiar, otra vez, todos los planes. De a poco, la distancia entre ellos se va acrecentando, dejan de tocarse, de besarse y hasta usan barbijos los dos solos, encerrados en su motorhome, como dos cuerpos conocidos que ahora pueden resultar una amenaza. El film opta por un tono tragicómico y no consigue ser nunca ni tan gracioso ni tan dramático. Las primeras escenas parecen una parodia de lo que se ve actualmente en las calles, como la de la cola en el supermercado: cada uno con su barbijo, esta se ve trabada porque alguien no tiene efectivo (ya que los cajeros tampoco), pero el local no puede aceptar tarjetas porque no funcionan bien las líneas y, mientras tanto, un tipo ya cansado, y quizás resignado, se prende un cigarrillo. Esa especie de situación graciosa por lo absurdo pronto va mutando, a medida que la película avanza lo absurdo ya no será gracioso sino cada vez más inquietante, como la escena en que los detiene la policía en medio de la ruta. El guion está firmado por cinco nombres: Ariel Martínez Herrera (el director), Luz Orlando Brennan, Lautaro Nuñez de Arco, Santiago La Rosa y Santiago Podestá. Esto puede verse reflejado en un cierto caos narrativo, que presenta varias aristas interesantes pero una resolución que parece apresurada y brusca. En cuanto a lo técnico, la fotografía es un punto muy a favor. Tóxico ofrece planos muy cuidados y bien construidos, ya sea en lugares cerrados (esa pequeña locación que es el motorhome), como en los abiertos. En otras circunstancias, probablemente, esta película, de carácter intimista e independiente, que, de todos modos, utiliza muy bien su presupuesto, hubiese pasado más desapercibida. Hoy llega como una extraña jugada del destino en un momento donde es difícil mirarla sin mirarnos. Más allá de eso nos encontramos con una película bien dirigida y con interpretaciones a tono en medio de una historia a la que le falta un poco de chispa y no termina de convencer en su abrupta resolución. Sin embargo, de todos modos, resulta lo suficientemente entretenida y curiosa por sí sola. Y permite, más que nunca, reflexionar sobre los modos del ser humano por intentar sobrevivir ante circunstancias que no puede controlar.
Otra de las películas que se suma a la nueva modalidad de estrenos a través de Cine.Ar TV y Cine.Ar Play es Alma pura, un drama psicológico dirigido y escrito por Roberto Salomone y protagonizado por Ingrid Grudke. En el montaje que funciona como prólogo se nos presenta a la protagonista de Alma Pura: una mujer joven y bonita, una artista exitosa que podría tenerlo todo pero cuya adicción al alcohol y a las pastillas la llevó a terminar internada en un hospital psiquiátrico. Después de siete meses, el médico le afirma que no está loca, que sus problemas alucinatorios son a causa de las pastillas, y le da el alta haciéndole prometer que volverá regularmente a verlo. Afuera está Paula, la hermana incondicional, lo único que le quedó de una familia a la que apenas recuerda. Ella se hace cargo de todo pero, quizás porque sus intenciones no son lo que parece o quizás porque de verdad no sabe cómo actuar en una situación para la que nadie nace preparado, es también quien le dice que si no quiere ver más al doctor mejor, un gasto menos, y por las dudas le deja una caja llena de pastillas, y le recuerda que su prioridad debe ser volver a pintar, que de algún lado tiene que salir el dinero para pagar todas las deudas. Toda la película se sucederá entre las paredes de una vieja casona familiar, alejada de todo y de todos. Cuando se quede sola, cuando su hermana viaje a la Capital para resolver sus asuntos, se verá enfrentada a sí misma y a partes de un pasado que tenía completamente borrado. Lo que empieza como un relato sobre una artista presionada para continuar creando, algo que solía funcionar a través de sustancias que la dañaron y que ahora quiere abandonar, pronto se va volviendo un drama psicológico con aires de fantástico. En medio de esos días, sola y aislada, entre intentos por pintar, conversaciones a medias con los empleados y lecturas de Baudelaire en francés, se ve interrumpida por visiones que se corren de lo ordinario. ¿Se está volviendo loca o hay otra presencia junto a ella? A la historia se le suma la familia que trabaja en la casa: una pareja mayor que, a diferencia de ella, sí recuerda muy bien aquella tragedia familiar a la que se hace alusión pero que la protagonista no entiende porque no recuerda, y el hijo, un adulto cuyo retraso lo transforma en una especie de niño grande. Ingrid Grudke es la protagonista de esta película y la acompañan Malena Sánchez en el rol de su hermana y Guillermo Pfening como este muchacho con quien logrará una conexión que con el resto nunca pudo. Grudke logra desempeñarse bien en su complejo rol, alguien que a veces tiene que decirse en voz alta que no está loca para terminar de convencerse, intentando reconstruir una tragedia familiar de la que le faltan muchas piezas para terminar de componer ese rompecabezas a causa de una infancia bloqueada, en blanco. Un rompecabezas en forma de una serie de cuadros que no consigue terminar. Alma Pura es un drama psicológico cerca de funcionar como thriller pero que no consigue generar la tensión necesaria para serlo, un film que bucea en la psiquis de una mujer perturbada. Aunque algunos rasgos de su resolución no terminan de convencer y ciertos aspectos de la trama parecen algo forzados, consigue ser lo suficientemente intrigante y atrapante.
Alejandra Marino (El sexo de las madres) escribe y dirige un drama coral que se estrena dentro del “Programa de estrenos durante la emergencia” a través de CINE.AR TV y CINE.AR Play. “Hay mucho dolor y mucha soledad en este mundo”, dice la dueña de un edificio antiguo de Buenos Aires que alquila sus departamentos a los protagonistas de Hacer la vida. Es que uno de ellos, un hombre que vivía solo en un monoambiente, zapatero, tartamudo, acaba de aparecer en su departamento colgado. A lo largo de esta historia podemos conocer a personajes muy distintos entre sí que se caracterizan, antes que nada, por llevar cada uno un deseo fuerte pero, muchas veces, oculto. Así, una inmigrante ucraniana a la que todos apodan “la rusa” espera a su marido mientras recuerda mejores momentos y trabaja vendiendo café de manera ambulante; una joven tucumana trabaja como empleada de una señora que se muestra amable pero esconde un embarazo que, al salir a la luz, cambia mucho la actitud de esta mujer porque se relaciona con algo que no quiere y no puede; un muchacho aprovecha los momentos en que su novia bailarina sale a trabajar o a castings para vestirse con su ropa; una madre soltera que no encontró otra opción momentánea que volver a la casa de su madre que le resulta insoportable. Los personajes se van cruzando entre sí y, en general, hay un buen y parejo desarrollo de cada uno. Sin embargo, el guion se mueve entre diálogos y situaciones muchas veces poco verosímiles. A nivel cinematográfico no hay mucho para destacar. Lo cierto es que la mayor parte del relato se sucede a puertas cerradas, entre estos departamentos bien marcados, y la puesta en escena y la elección de la posición de la cámara en la mayoría de las escenas lo tiñe de un tono teatral. Marino intenta tocar muchos temas actuales, en especial de género. Ahí vemos a una mujer que por ser gorda no consigue trabajo al punto de considerar, por un error, prostituirse. A un hombre que para conseguir que la mujer que le gusta se comporte con él del modo que desea la ata a la cama y por la fuerza. Al joven que disfruta de usar ropa de mujer y se siente bien con sí mismo recién cuando conoce a alguien que lo entiende y lo acompaña en ese juego. A la joven que apenas sabe escribir y se encuentra embarazada sin querer tenerlo pero no encontrando esa opción disponible. A la larga, Marino quiere contar demasiado o, mejor dicho, hablar de muchas cosas. Y lo hace de un modo serio, a veces melancólico y en otras con un tinte de ternura, como una necesidad de ser optimista más allá de todo. Hacer la vida es un drama coral que parte de ideas y temáticas atractivas pero no consigue una historia verosímil y bien narrada. Mientras a nivel dirección tampoco consigue destacarse, sí consigue buenas actuaciones de parte de su variado elenco.
Dirigida por Nicolás Savignone y protagonizada por Juan Grandinetti, Inés Estévez y Rafael Spregelburd, Ni héroe ni traidor es un drama que aborda el conflicto de Malvinas desde el foco de una familia cuando el hijo es convocado para ir a pelear. Matías es un joven que, después de haber hecho la colimba, ahora pasa su tiempo tocando el bajo y sueña con irse a vivir a España. Nada de eso es lo que espera su padre de él, un hombre que también disfruta de la música pero aprendió a dejar de lado esos “hobbies” para hacerse una carrera. Su madre, en cambio, lo entiende e intenta apaciguar la rigidez de su marido. Al cuadro se le suma el abuelo, español y soldado republicano, que vivió una guerra en carne propia. Pero esos días tan propios de la juventud, entre amigos, música y una novia, se ven sacudidos por la noticia de Margaret Thatcher declarándonos la guerra por las Islas Malvinas. Y se terminan de interrumpir cuando es convocado por las fuerzas armadas, algo que siente que es su deber pero que, a medida que se va acercando el momento, empieza a hacerle ruido, a provocarle dudas, a darle miedo, un miedo intensificado por una madre que no quiere perder a su hijo en manos de algo absurdo como la guerra. El guion que escribe Savignone junto a Pía Longo y Francisco Grassi se encarga de retratar estos dilemas, principalmente, en esta familia, pero también a través de las historias de sus amigos. Entre esos cuatro compinches (con muy desparejo desarrollo como personajes) está el más sensible que, desde un principio, siente mucho miedo y piensa en hacer cualquier cosa con tal de no ir, y el que habla todo el tiempo de la lealtad pero se resguarda en un padre poderoso que le permite sacarlo del campo de batalla, sin desertar, consiguiéndole un puesto administrativo. “Alguien tiene que ir”, y si se van a usar esos contactos será sólo para unos pocos, así que, en general, los muchachos transitarán cada uno como pueda la espera hasta que llegue el momento. ¿Qué hay en el medio entre la figura del héroe y del traidor? ¿Querer vivir es traicionar a la patria? ¿A la larga no son todas las guerras una mierda, como dice el abuelo que habla desde la experiencia corpórea? ¿Qué valor tiene la vida humana, la de uno y la del enemigo? Matías cree en acudir al llamado pero pronto se le empiezan a aparecer todas estas preguntas. Hay constantes planos de objetos que resaltan la ambientación de época, desde los colores hasta los pósters, discos, revistas que se ven. Una ambientación poco sutil, modesta pero remarcada, incluso el estilo visual es propio de aquella década en que transcurre la historia. La banda sonora intensifica, a veces de manera innecesaria, los momentos de mayor tensión. Ni héroe ni traidor es un drama sobrio, con algunas inconsistencias en su guion y en la construcción de algunos de sus personajes que, al menos, intenta retratar un dilema sin bajar línea, aunque deja en claro la idea de lo absurdo de las guerras. Se le suma un puñado de buenas actuaciones.
La nueva película del exitoso estudio Pixar, dirigida por Dan Scanlon (Monsters University), relata una historia que combina un mundo fantástico con la actualidad tecnológica. Ian y Barley (Tom Holland y Chris Pratt, si se la ve en su idioma original) son dos hermanos elfos que han perdido a su padre de pequeños y ahora de adolescentes viven con su madre y un pequeño dragón como mascota. Uno es retraído y demasiado tímido como para tener amigos; el otro es excéntrico y está fanatizado con la magia del pasado que ya nadie usa. Es que lo primero que hace “Unidos” es retratar rápidamente todo un universo: bastante parecido al nuestro pero lleno de criaturas mitológicas en una época estaba cargado de magia y hechizos. Lo que pasó fue que la tecnología en sí se tornó tan poderosa como la magia y a los seres les dejó de interesar aprender hechizos para prender la luz si hay electricidad, ahora viven todos enfrascados en sus celulares. Y así lo mitológico fue quedando olvidado. Las criaturas viven y trabajan como simples seres humanos. La verdadera aventura empieza con el cumpleaños de Ian y un regalo que su padre le dejó: la posibilidad de pasar un día más con él gracias a la magia. Pero las cosas no salen del modo esperado y sólo se quedan con medio padre, de la mitad para abajo, por lo que ambos hermanos se embarcan en esta aventura en busca de aquella piedra que les permitirá terminar el hechizo y disfrutar de un poquito de tiempo más con él, y sólo tienen veinticuatro horas para conseguirlo porque después se desvanece. Veinticuatro horas que siguen corriendo, así que cuanto más tarden en conseguir la piedra, menos tiempo les quedará para compartir con él. Acá la película comienza a tomar la estructura de un videojuego: se van siguiendo determinados pasos a medida que nuevas dificultades los encuentran. En este sentido, el guion funciona como un relojito, sin detalle librado al azar, permitiendo que la historia fluya de manera dinámica. También los personajes secundarios consiguen cumplir su función, siendo los más relevantes la figura de la madre (Julia Louis-Dreyfus), la de su novio policía (Mel Rodriguez), y la de una criatura llamada Mantícora (Octavia Spencer). Por otro lado, en el camino se pierde un poco de la magia que promete y la parte emotiva sí se siente un poco forzada. Por suerte tenemos un buen uso del humor, con situaciones inesperadas que se consiguen principalmente en las escenas entre los dos hermanos y ese medio padre al que disfrazan al mejor estilo Fin de semana de locura. Aunque pueda recordar a Coco con aquella idea de poder pasar un poquito más de tiempo con la persona querida que se fue, lo cierto es que Unidos funciona más gracias al humor que a la emotividad. A nivel técnico, Pixar nunca decepciona pero además acá nos brinda una linda galería de personajes que nos harán divertir bastante. Y como siempre, se guarda mensajes lindos y positivos para que la vida resulte un poquito menos hostil.
La directora de Pibe Chorro y codirectora de La larga noche de Francisco Sanctis dirige un documental sobre adolescentes embarazadas y lo hace observándolas y escuchándolas en los hospitales públicos a los que llegan. Una cámara fija, en blanco y negro, enfoca en cada escena a diferentes adolescentes que llegan a un hospital público por un embarazo. Allí las recibe una persona que las contiene e intenta guiarlas en las opciones que tienen. Esa voz la escuchamos pero no siempre vemos a su dueño/a, porque el foco está en estas chicas desprotegidas y muchas veces solas, pero también en ese entorno que las rodea, ese hospital público, ese Estado que debería protegerlas. Algo que tiene de valioso el documental que dirige Andrea Testa es que a través de todas estas historias se van contando muchas situaciones diferentes. Está la que ya va por el tercero o cuarto hijo, está quien después de algún embarazo decide no tenerlo, la que transita un primer embarazo apoyada por sus padres, quien está sola porque no tuvo otra opción que irse de su casa, quien sufre violencia de género doméstica, quien acude a la consulta con su bebé recién nacido, está quien no puede contemplar la idea de un aborto, ya sea por un tema religioso, porque teme morirse en una clínica clandestina o porque le inculcaron que si disfruta del sexo tiene que hacerse cargo de sus consecuencias, como si el goce propio no fuese un derecho sino algo que debe ser castigado. Todo un abanico de historias que terminan dejando en evidencia una realidad que necesita de la Educación Sexual Integrada y del Aborto Legal, Seguro y Gratuito. El blanco y negro que, en primera instancia, puede parecer distante le brinda sobriedad a un relato que no necesita discursos ni golpes bajos, que se limita a mostrar, a observar, a escuchar, y no a emitir juicio. Testa no baja línea pero nos enfrenta a una realidad que está y que no puede ser negada. Las escenas son largas y (nos) permiten ser testigos de estas conversaciones empujadas por las preguntas de la profesional y así es posible conocer cada una de estas historias tan diferentes y parecidas al mismo tiempo. Con las voces de estas profesionales sí a veces se pone un poco más didáctico hablando de las posibilidades que como mujer deberíamos tener y ahí aparecen los diferentes medios anticonceptivos, por ejemplo. Los preservativos, las pastillas, el DIU, la ligadura de trompas. Y también las limitaciones, como cuando una quiere ligarse las trompas pero el hospital no le da la posibilidad porque éste no da abasto y sólo realiza cirugías de emergencia. Niña mamá es un retrato crudo sobre una realidad fuerte y triste, hecho a través de una seguidilla de testimonios de chicas adolescentes y sus embarazos no deseados. Es una experiencia demoledora pero Testa muestra aquello que hay que ver para terminar de entender por qué se lucha por lo que se lucha.
Lo nuevo del director Destin Daniel Cretton se parece más a su olvidable película anterior (El castillo de cristal) que a su sorprendente Short Term 12. Inspirado en otro caso real, Buscando Justicia retrata la historia de un abogado negro que defendió a cientos de hombres de su raza injustamente condenados a la irreversible pena de muerte. Bryan A. Stevenson (Michael B. Jordan) es un joven que decide dejar su hogar y mudarse a Atlanta después de recibirse de abogado. Un primer encuentro con un muchacho con el que siente muchas cosas en común le abre los ojos. “Bien podría haber sido yo”, reflexiona sobre este joven que va camino al corredor de la muerte. Una vez en Alabama, empieza a trabajar junto a Eva (Brie Larson, rostro infaltable en las películas de Cretton) sin mucha más ayuda externa. Realizan un trabajo que quizás nunca rinda frutos pero no pueden soportar quedarse de brazos cruzados ante las injusticias. Durante más de dos horas, Buscando justicia es un drama poco dinámico que sigue el trabajo que realiza el abogado, primero entrevistando a estos presidiarios y luego siguiendo algunos casos en particular. El más importante, y uno de los más difíciles, parece el de Walter McMillian (Jamie Foxx), un hombre ya resignado y cansado. Un negro que es acusado de la nada de haber asesinado a una joven, cuyo único testimonio es el de un testigo que presenta una situación poco clara. Este hombre se enfrenta desde la cárcel al odio unánime del pueblo y a la idea de no poder a volver a su hogar junto a su familia. Stevenson se toma este caso muy en serio y no tarda en descubrir un clarísimo caso de racismo, con pruebas que no sirven (o no existen) y todas las puertas cerradas. Si bien estamos ante una historia siempre actual y relevante, la narración de Cretton junto a su coguionista Andrew Lanham resulta bastante anodina. Largas y repetitivas escenas para llegar a un final que, se conozca o no la historia, se puede anticipar. A su alrededor pululan algunos personajes secundarios que prometen pero no terminan de estar demasiado desarrollados. Buscando justicia apela a conmover desde el lugar más obvio y subrayado. Ni siquiera a nivel estético se puede encontrar una búsqueda interesante. El film se termina pareciendo demasiado a un melodrama televisivo. Las actuaciones principales son flojas. Michael B. Jordan, actor carismático que ha sabido brindar su personalidad desde a un villano de una película de Marvel, Pantera negra, como al heredero de Rocky en Creed, acá aparece en un registro anodino y monótono. Jamie Foxx apela a conmover desde una interpretación plana, y Brie Larson tampoco consigue dar vida a su personaje. Al contrario, algunos secundarios consiguen resaltarse, como el villano de Rafe Spall o el personaje que puede definir el destino de su protagonista, interpretado por Tim Blake Nelson. Una película de manual pero sin ritmo, Buscando justicia interesa y vale la pena verla más que nada por la historia que cuenta. Lamentablemente la narración que se toma demasiado tiempo en desarrollar y algunos lugares comunes hacen de este film algo más bien olvidable.
Llega una nueva versión de El hombre invisible de H. G. Wells a cartelera, esta vez dirigida y escrita por Leigh Whannell y con Elisabeth Moss como protagonista. Leigh Whannell fue uno de los responsables de la saga El juego del miedo. Desde su participación, tanto como guionista como protagonista de la primera entrega, hasta la fecha continuó trabajando con James Wan hasta incluso dirigir uno de los olvidables episodios de Insidious, la precuela del capítulo 3, su ópera prima. El hombre invisible es su tercer largometraje y el más ambicioso: un nuevo acercamiento a uno de los monstruos de Universal, producido por la exitosa Blumhouse. El primer acierto de esta nueva versión que propone Whannell es la de presentar a un villano que, más allá del rasgo de ciencia ficción, genera un miedo muy real. La trama sitúa a Cecilia, una mujer que intenta escapar de una relación abusiva y consigue encerrarse en la casa de un amigo gracias a la ayuda de su hermana. Al poco tiempo de no poder salir ni siquiera a la vereda a buscar el correo, le llega la noticia de que el hombre está muerto: se suicidó y le dejó una cuantiosa suma de dinero. Cuando las cosas parecen empezar a acomodarse, percibe una extraña presencia que se va manifestando hasta límites impensados. Ella sabe que su pareja era un científico millonario capaz de cualquier cosa con tal de controlarla. Cecilia sufre el acoso de esta persona a la que no puede ver, de la que no puede defenderse y para lo que no puede recibir ayuda alguna porque nadie le puede creer. Una persona que la va aislando, que va armando cada escena de manera meticulosa para que su vida se transforme en un infierno. La violencia de quien no le permite que tenga una vida sin él, quien necesita controlar cada paso. Elisabeth Moss es la actriz que tiene un personaje muy difícil no sólo por lo que conlleva entregarse a un género que siempre exige mucho de una, sino por hacerlo sola, como las escenas en las que es atacada por esta figura que no vemos. Ella siempre está muy creíble y es el corazón de la película como esta mujer que además de luchar contra un violento machista, lucha contra algo que no puede ver, lo que lo vuelve más aterrador. Moss es el elemento principal de una película que demuestra además no necesitar de grandes efectos especiales. Porque más allá de la lectura evidente, también estamos ante una película de género entretenida y atrapante, con necesarias vueltas de tuerca y sorpresas, aunque quizás al final suceden muchas cosas de un modo rápido. Si bien funciona mejor en el plano de thriller psicológico también se permite jugar con la premisa poderosa que tiene entre sus manos: la historia de un hombre invisible puede abrir muchas puertas. El hombre invisible es una efectiva película de terror con necesarias dosis de suspenso y sorpresas. Es también la historia de una mujer que sufre abuso por parte de su pareja y nadie le cree porque se les dificulta creer en lo que no pueden ver. Y es una muestra más del talento actoral de Elisabeth Moss.