Después de Trumbo, Jay Roach retoma otro caso verídico, uno mucho más actual que marcó el comienzo del Time’s up y llega a cartelera casi junto a la sentencia de Harvey Weinstein. Frente a la pantalla de Fox News desfilan un sinfín de mujeres bellas, delgadas, mayormente rubias, vistiendo polleras y mostrando sus piernas. Por más que se esfuercen en sus carreras, que sean inteligentes y audaces, los que las mantiene ahí es ni más ni menos que su apariencia. Caducan con el tiempo, son soldaditos uniformados fácilmente reemplazables, como se da cuenta uno de los personajes femeninos de El escándalo. Roger Ailes maneja a su antojo una empresa millonaria como lo es el canal Fox News. Es él quien decide quién aparece en cámara, quién entra, quién sale, el tipo de plano que favorece; desde su oficina lo decide todo. Lo que no muchas saben hasta que llegan a esa instancia, es que aunque se trate de un medio machista y superficial basado en la imagen, siempre puede ser peor. Y para Roger hay un paso más que las mujeres tienen que dar si quieren salir en la televisión. En El escándalo entran en juego principalmente tres personajes femeninos: una periodista con experiencia que se encuentra en el momento más álgido de su carrera (con lo bueno pero también con todo lo malo) cuando Donald Trump se postula como presidente y se enfrenta a él en medio de una polémica, otra experta periodista que empieza a vislumbrar los últimos momentos de su carrera en el canal sin que eso la impida hacer siempre lo que crea que tiene que hacer para enfrentar desde los micromachismos, y una joven llena de ilusiones que son rotas cuando se enfrenta a Roger Ailes y se encuentra con una situación que no sabe y no tiene por qué saber manejar. El escándalo tiene un tono televisivo, dinámico. Mucho acercamiento a rostros, idas y vueltas entre las narraciones de sus protagonistas. Las tres actrices, los tres personajes, tienen su propia voz (en off). Pero a su alrededor también aparecen continuamente otros personajes, muchos olvidables o con la promesa no cumplida de un mayor desarrollo (ahí está por ejemplo Kate McKinnon en un registro diferente que nos deja con ganas de más). Por suerte tenemos tres actrices talentosas como lo son Charlize Theron, Nicole Kidman (un personaje que al principio parece ser el menos interesante e importante y termina marcando el camino) y Margot Robbie, aunque ésta última no tenga el personaje que más le permita lucirse. El problema es que entre acentos forzados y un maquillaje poco convincente (aunque los Oscars nos digan que es el mejor del año), sus actuaciones se sienten bastante impostadas durante gran parte del metraje. En cuanto a caracterización sobresale el Roger Ailes de John Lithgow. Aunque estaría bueno que se dieran cuenta de que para interpretar a un personaje real no es necesario disfrazarse de ellos, que la nariz tenga la misma forma, que los pómulos sean los mismos… El film narra y al mismo tiempo denuncia lo que antes permanecía en completa oscuridad y secreto pero no deja de ser más que el comienzo de un camino que se vislumbra largo. Jay Roach logra retratar este ambiente sumamente tóxico y machista con mucha eficacia, estando desde en los detalles menores hasta los que más indignan. Más allá de la cantidad de líneas que parecen no tener relación entre sí hasta que casi forzosamente se ven unidas, y la cantidad de datos y personajes que van entrando y saliendo alrededor de sus protagonistas, El escándalo es un film dinámico, entretenido que nunca aburre.
Andrés Wood dirige esta película chilena que retrata un trío amoroso en medio de un grupo paramilitar durante los 70 y el lugar en el que el presente los halla a cada uno. Araña, séptimo largometraje de Andrés Wood (Machuca, Violeta se fue a los cielos), empieza de manera intrigante. Luego de una escena en una cancha de fútbol con chicos jugando y una mujer de fuerte carácter entrando, sin pedir permiso, para que pongan a su nieto de titular, le sigue una secuencia de impacto. Un hombre observa a un delincuente robarle la cartera a una mujer luego de dejarla en el suelo y empieza a perseguirlo con el auto. La única manera que consigue de acorralarlo es atropellándolo y matándolo. Este acto se ve como heroísmo hasta que se descubre que esa persona formó parte de un grupo de derecha que ayudó a derrocar a Allende. A su vez, esto lleva a Inés, una exitosa empresaria, a mover hilos para que ese hombre permanezca encerrado. Sin embargo, el pasado tendrá sus formas de volver a acecharla. El guion que escribe Guillermo Calderón (el mismo de las películas de Pablo Larraín: El club y Neruda) se mueve entre dos tiempos, intercalando esta línea con la del pasado, en la década del 70, cuando Inés y su marido, en la actualidad devenido en un alcohólico al que su hijo apenas puede ver, reclutan al joven Gerardo. Patria y Libertad es un grupo paramilitar que, basado en ideas fascistas y antimarxistas, se oponía al gobierno de Salvador Allende. Ese triángulo, que pronto se tornará amoroso, será la base de lo que venga después. El pasado y el presente dialogan en esta película de personajes tan complejos como la época política que transitan. Aunque presentan diferentes matices, de todos modos, es difícil lograr algún tipo de empatía en este thriller por momentos frío. Araña (que fue la opción de Chile para enviar a los pasados premios Oscars y además estuvo nominada como Mejor Película Iberoamericana en los premios Goya) está rodada con oficio, con impecable puesta en escena logrando diferenciar ambos tiempos en sus tonos. Es curioso que al personaje femenino principal lo encaren dos actrices de diferentes nacionalidades: María Valverde de España y Mercedes Morán de Argentina. Sin embargo, más allá de forzar un acento chileno, ambas resultan convincentes como ese mismo personaje fuerte. A la larga, es esta mujer la única que parece haberse fortalecido con el paso del tiempo.
Se estrena una de las comedias más exitosas de Francia. ¡Por fin solos!, de Fabrice Bracq, narra las peripecias de una pareja que se jubila pero sus planes de retiro se ven constantemente empujados por sus familias. Philippe y Marilou son un matrimonio que decide jubilarse y tiene unos planes muy particulares: irse a vivir a Portugal. No obstante, su familia, que no está al tanto de esta idea, hace todo lo posible para aletargar este proyecto. Que los abuelos cuando se retiran y tienen mucho tiempo libre pasan a ser los principales niñeros de sus nietos; que cada vez que alguno necesite algo, ellos deberían estar porque, total, tienen tiempo libre. A esto se le suma enterarse que la mamá de Philippe, una mujer a la que se la ve espléndida a su edad y que parece mágicamente estar siempre al tanto de todo lo que sucede a su alrededor, sólo tendría unas pocas semanas de vida. Escrita y dirigida por Fabrice Bracq (basada en una novela de Guillaume Clicquot de Mentque), ¡Por fin solos! juega con la idea de cómo es vivir cuando por fin se puede disfrutar de aquello para lo que uno trabajó toda su vida, al menos para una aburguesada familia francesa. Ese momento con el que uno sueña y fantasea. Pero también, y el humor del film apuesta principalmente a esta parte, cómo se afronta la tercera edad y cómo es vista para quien aún está lejos de ella. Porque aunque a ambos protagonistas se los vea bien, joviales (son ni más ni menos que Michèle Laroque y Thierry Lhermitte), son el centro de todos los chistes referidos a la edad y a ser viejos. Lo más interesante del film podría radicar en los insólitos planes y excusas que sus protagonistas ponen para no tener que cuidar a sus nietos. Pero como si fuera poco, luego les cae la pareja de la hija cuando ésta lo abandona, un muchacho demasiado ingenuo al que les cuesta decir que no. No obstante, la comedia demasiado simplona sólo funciona en unas pocas ocasiones, generalmente cuando el humor es más negro. Alrededor de estos dos protagonistas se mueven otras historias, algunas más desarrolladas que otras: la hija agotada con su vida de esposa y madre que, además, mantiene un amorío con un hombre un poco mayor pero no es él la razón para dejar a su marido; el hijo que se la pasa viajando, trabaja en la tele y habla todos los idiomas; la nuera que en su intento de ser copada se la pasa hablándoles como si fueran dos ancianos; el yerno inocente y de buen corazón que queda perdido después de que su mujer lo abandona; y el personaje más rico, y al que se hubiese querido ver un poco más, la mencionada madre octogenaria que parece a su edad haber entendido todo.
El príncipe es una película chilena en coproducción con Argentina y Bélgica. Dirigida por Sebastián Muñoz(es su ópera prima) y adaptada de la novela homónima de Mario Cruz, narra la llegada de Jaime, un joven chileno, a la cárcel. La primera imagen es de un cuello tajeado y la sangre que se derrama por el piso, una escena que parece salida de una obra de García Lorca, aunque en general a la historia también rememora a la literatura de Manuel Puig. Ese crimen no se retomará hasta el final, prefiriendo la narración enfocarse en el proceso de inserción en el mundo carcelario. Porque cuando llega a la cárcel, un hombre respetado que lleva largos años allí, lo convierte en su protegido. Claro que nada será color de rosa y, aunque en general se apueste por un tono intimista, la sangre corre. La película sucede en la década del 70, antes de que Allende asuma como presidente, y cuenta con el protagónico de Juan Carlos Maldonado junto a Alfredo Castro. También hay una aparición no menos importante de Nicolás Pauls como un argentino que llega a la cárcel y termina de complicar la estadía de Jaime. El film juega con el erotismo por momentos pero a la larga narra el abuso tanto del cuerpo policial como de los propios presos. Adentro Jaime se ve expuesto a escenas de celos, de violencia, de sexo. Pero más allá de estas fuertes temáticas, también hay una sensibilidad en la película de Muñoz y se permite, entre todos esos temas, el amor y la lealtad. El príncipe apuesta sobre todo a mostrar cómo es la vida en la cárcel, las relaciones que se generan, a veces más hostiles y a veces más cómplices, entre los privados de la libertad. A su alrededor se van desplegando otras aristas como las mencionadas. Es también una película sobre la venganza. Un film interesante y complejo, con un tono crudo y realista pero también poético y una trama sólida que se permite bucear por diferentes mares. A eso se le suman las actuaciones logradas de sus protagonistas masculinos.
Llega a cartelera la nueva propuesta de DC. Aves de presa y la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn está dirigida por Cathy Yan y pretende encaminar al personaje favorito de Escuadrón Suicida. Ni siquiera un fracaso como Escuadrón Suicida fue suficiente para que la saga de personajes salidos de cómics continúe expandiéndose. Y si hubo alguien que al menos logró aportar carisma a su personaje en aquella olvidable película, fue Margot Robbie con su Harley Quinn. Ahora dirigida por Cathy Yan, Aves de presa… muestra qué pasa con ella cuando su querido Guasón la deja y cómo conoce a un grupo de mujeres con las cuales lucharán contra un antagonista en común. Harley Quinn es temida y respetada porque es la novia del Guasón. Eso le permite hacer lo que quiera y sembrarse un ejército de enemigos que no pueden hacer nada… hasta que todos se enteran que ya no son más pareja, que ahora está sola y no es más que una muchacha un poco rara y pícara. Que no esté más con el Guasón significa que no tiene protección y hay más de uno que esperaba ese momento para poder vengarse de las maldades que ha hecho. Por eso cuando una chica que tiene problemas en su familia, y que roba más por diversión que por necesidad, se hace con un diamante que pertenece al mafioso más poderoso de Ciudad Gótica, encuentra la oportunidad perfecta para salvarse: si consigue recuperar el diamante, Roman Sionis (Ewan McGregor) le promete protección de por vida. El problema es que no será la única que quiera conseguir ese diamante. La película apuesta a un tono divertido y por momentos un poco más irreverente pero durante gran parte del relato se queda en el intento. El hecho de jugar con la cuarta pared podría rememorar a Deadpool, pero acá nunca se anima a ir tan lejos con el humor ni el metalenguaje. A la larga, en cuanto a tono, al uso del humor, se termina pareciendo más a Shazam, demasiado infantil, simplón, aunque se contradiga con algunas escenas un poco más violentas. Hay mujeres al frente, hay una Harley Quinn menos sexualizada que la de Escuadrón Suicida, hay un coqueteo con el homoerotismo en dos personajes masculinos que no pasa de eso. El villano que presenta Ewan McGregor es unidimensional y no termina de aprovecharse, aunque aun así el actor entrega unos buenos momentos, en especial junto a Chris Messina. Pero lo más eficaz del film se da cuando las Aves de Presa por fin se encuentran juntas, ya más cerca del último tercio. Hay buena química entre ellas, tienen divertidos intercambios y permite a Mary Elizabeth Winstead desarrollar mejor su enigmático e intrigante personaje. La narración por momentos es caótica y durante otros se ve estancada. En cuanto a las escenas de acción, tienen un estilo que DC ha incorporado desde Zach Snyder, momentos videocliperos con varias ralentizaciones en medio de rápidas escenas pero acá hay un mayor hincapié en las coreografías probablemente a causa de Chad Stahelski, director de Jonh Wick, que estuvo a cargo de algunas retomas.
Greta Gerwig dirige una nueva versión de la historia escrita por Louisa May Alcott junto a un elenco multiestelar. Una versión fresca y actualizada de un clásico atemporal. Después de una exitosa y sólida ópera prima como lo fue Lady Bird, Greta Gerwig apostó a un proyecto más ambicioso: una película de época basada en una de sus historias favoritas, Mujercitas. Una novela que ya fue llevada al cine (y a la tv) varias veces. ¿Qué podía aportar entonces Gerwig con su versión? Quizás, primero, dejar en evidencia lo vigente de una obra que en su momento proporcionó una mirada adelantada sobre el lugar de la mujer en el mundo y, segundo, demostrar que si sigue presente es porque todavía hay cosas que resuenan. Pero además de ser una adaptación de la novela de Alcott es sobre todo un homenaje a ella, a la mujer que escribe. En esta Mujercitas, a las hermanas March las vemos un poco más grandes de lo que estamos acostumbrados. Es que si bien la película empieza in media res y avanzada y luego irá retrocediendo a través de diferentes flashbacks que terminan de contar la historia, las actrices son las mismas en ambas líneas temporales. Saoirse Ronan, Florence Pugh, Emma Watson y Elizan Scalen dan vida a Jo, Amy, Meg y Beth respectivamente. Jo escribe y comienza la película intentando vender un relato a un diario. No reniega de ser mujer pero le molesta que su destino esté marcado por su género, no poder llevar la vida que desea porque se supone que no es para una mujer, que sólo un hombre puede hacerlo. “No me acostumbro a no ser un chico”, decía Jo en el libro. Ella es el centro de la película, enfrascada muchas veces en atuendos andróginos, desenfadada, la mujer que quiere escribir su propia historia pero para publicarla quizás tenga que ceder a las imposiciones del mundo editorial: si su protagonista es mujer tiene que terminar casada o muerta, no hay otro destino digno. A medida que la película se sucede se va conociendo al resto de la familia March y cada uno de sus deseos. Amy que quiere ser artista plástica pero como mujer está relegada a un lugar menor en el mundo del arte así que deposita sus esperanzas en casarse con un hombre rico porque entiende al matrimonio como un acuerdo económico. A Meg también le hubiese gustado casarse con un hombre rico pero, y aunque juegue a ser actriz, su deseo de ser esposa y madre de una adorada familia se da junto a un hombre al que ama pero que no puede proveer la vida que soñaba. Beth es callada, disfruta de tocar el piano y tiene un corazón generoso y sin proponérselo será una parte central del relato. Allí también está Marmee (Laura Dern), la sacrificada madre de estas hermanas, y una insoportable tía millonaria (Meryl Streep). Timothée Chalamet es esta vez el encargado de interpretar a Laurie, el vecino que vive con su abuelo millonario y forja una amistad con las hermanas que pronto toma tintes amorosos. El joven actor le imprime su encanto al personaje que se convierte en su compañero de juego casi al punto de, a veces, ser una más de las hermanas. Y Louis Garrel es el pretendiente de Jo en su vida de mujer adulta. Un elenco tan atractivo como eficaz pero en el que los hombres quedan por detrás de las mujeres. Gerwig va y viene entre líneas temporales de manera fluida y con logrados momentos de paralelismo entre ellas, están muy bien conectadas. Porque la historia está compuesta de todo eso: de sus juegos como niñas, de las peleas, de momentos agrupadas junto al fuego escuchando a la madre leer la carta de su padre, de bailes, de sacrificios. Y aunque el eje sea Jo la película funciona mayormente como un retrato coral, con un buen equilibrio entre tantos personajes. Un equilibrio también presente en las interpretaciones, donde cada una resalta en sus propios momentos y consolidan a Saoirse Ronan como una de las jóvenes actrices más talentosas y le permite a Florence Pugh (Lady Macbeth, Midsommar) seguir creciendo. Estamos ante un relato de época tradicional desde lo estético pero con una impronta moderna desde lo narrativo. Es un film hecho con amor hacia la obra, hacia los personajes y sobre todo a la mujer que los creó: la propia Louisa May Alcott. La ambientación y los vestuarios de época están muy cuidados y prolijos y la música de Alexandre Desplat termina de acentuar el tono elegante. “¿No estaría bien que todos los castillos en el aire que hacemos se hiciesen realidad y llegásemos a vivir en ellos?”, se pregunta Jo en la novela. Y tanto ella como Alcott los escriben en un afán por lograrlo.
Josefina Recio dirige un documental sobre un grupo de artistas con discapacidad intelectual fundado por su madre. Los Chopen es un grupo de artistas con discapacidad intelectual que funciona desde 2007 en Bahía Blanca. El taller lo crea la madre de Josefina Recio, directora de este documental. Una mujer artista que deja de pintar cuando observa lo que sus alumnos son capaces de hacer, asombrada por esas obras que desbordan color y creatividad a través de lo intuitivo. A través de un paseo por estas obras y estos procesos de creación, Recio también se permite hacer foco en unos pocos personajes. Observarlos en su cotidianidad, escucharlos conversar sobre sus inquietudes. “Yo quiero saber por qué nací con síndrome de down”, pregunta una chica, por ejemplo. O relatan cómo conocieron a su actual pareja. Aunque quizás el momento de mayor emotividad se encuentre en una escena con su tía y su hija, a la que le pide que la pinte como si ella fuese un cuadro. También, como una especie de nexo visual, hay escenas armadas con personajes utilizando cabezas gigantes pintadas (algo así como versiones de Frank de Lenny Abrahamson artesanales). Escenas lúdicas que apuestan a lo expresivo sin necesidad de palabras. Esto le imprime un toque creativo y original a una película que podría haber apostado por algún golpe bajo o lugar común, cosa que no hace. Al final asistimos, como a una galería que se pasea frente a nosotros, a las obras que realizaron, pinturas muy distintas entre sí. A la larga, en El huevo del dinosaurio predomina la postura observacional. Nos permite ser testigos, incluirnos en una pequeña parte de la vida de estas personas, su cotidianidad. Más allá de la relación personal de la directora con el tema, ella apenas aparece, lo hace su voz emitiendo unas pocas preguntas.
Llega a las carteleras la adaptación cinematográfica de la novela de Romina Paula, Agosto. Fernando Salem dirige la historia de un duelo y un reencuentro con una misma. “Algo como que quieren esparcir tus cenizas. Algo como que quieren esparcirte”, son las primeras líneas de la segunda novela de Romina Paula. En Agosto, ella escribe a través de la voz de su protagonista que le habla a su amiga muerta. Esa amiga, unos años después de su muerte, la “llama” cuando se cumple un plazo determinado con su cadáver y la familia elige cremarla. En la película que Salem escribe junto a Esteban Garelli, Emilia lleva una vida tranquila y apática. En su trabajo, donde se desempeña como psiquiatra, y en el departamento minúsculo en el que vive con su novio. La Emilia de la película de Fernando Salem no habla demasiado, como si toda esa verborragia que escribe Paula en la novela (un largo monólogo, al fin y al cabo) la llevase contenida. Cuando los padres de su amiga, con quien fue muy cercana y por lo tanto es casi como de la familia, la invitan a quedarse unos días en ese pueblo de la Patagonia mientras deciden qué hacer con las cenizas, se reencuentra con fantasmas del pasado: su amiga muerta, que la acompaña todo el tiempo con una presencia casi tangible; su padre, con una familia nueva a la que ella ni siquiera conoce; y un antiguo amor, al que se lo encuentra casado y con un hijo y le despierta todas esas inquietudes relacionadas al “qué podría haber sido”. En este regreso al lugar del que una se fue, se escapó, hay una historia que podrá no ser nada original pero tratada de una manera sensible, sin subrayados, enmarcada con paisajes fríos que terminan de intensificar la sensación de desolación, de pérdida. La música se convierte en otro aporte interesante en este relato intimista. ¿Quién es Emilia? ¿Quién fue? ¿En quién se convirtió? ¿Quién es la Emilia que regresa al final? “Ni irse ni quedarse ni nada, ni estar…”. Como si, a lo mejor, no todos los viajes al comienzo pudiesen ser definitorios, sin que eso signifique que no modifiquen algo. Todas esas indagaciones aparecen acá, quedan dando vueltas. Antonella Saldicco es la actriz encargada de dar vida a Emilia, esta joven a quien parece que las cosas no tienen el poder de movilizarla demasiado, como si estuviese ya entumecida. A ella la acompaña un elenco notable: Justina Bustos como el fantasma que se materializa, Susana Pampín como esa madre que lidia como puede con esa ausencia, Osmar Nuñez como el hombre que intenta sostener lo que se quebró, Agustín Sullivan como la persona que despertará sentimientos no sólo porque tienen que ver con un pasado en común sino porque la enfrenta con la persona que es actualmente. La muerte no existe y el amor tampoco es una efectiva adaptación de la novela de Romina Paula, que consigue traspasar las líneas de la escritora a imágenes, sin apelar, como un recurso fácil en especial para un relato que está narrado en segunda persona, a la voz en off. Salem logra transmitir lo que quiere a través de imágenes audiovisuales poderosas. Aunque se toma libertades, consigue ser muy fiel al material y el resultado es un film intimista y sensible sobre la necesidad de dejar ir.
La nueva película del neozelandés Taika Waititi es una sátira amorosa que gira en torno a la curiosa premisa de un niño nazi que tiene como amigo imaginario a Hitler. Jojo es un niño que vive solo con su madre después de que su padre se fuese a pelear y no regresara. Su mayor interés es convertirse en el asesor personal de Hitler, a quien admira profundamente. Y así como hay muchos niños inseguros que por lo tanto se crean amigos imaginarios… el de Jojo es el mismísimo Hitler. En su imaginación, él le habla y lo anima a convertirse en quien cree que quiere ser. “Hoy es el día en que te convertís en hombre”, se dice. La primera parte de Jojo Rabbit es, sin dudas, la más rica y divertida, desde la secuencia musicalizada por I wanna hold your hand en alemán. Por una parte tenemos una especie de campamento de scouts nazi donde se presentan varios personajes y que, inevitablemente, rememora bastante a Moonrise Kingdom de Wes Anderson. Por el otro, el verdadero quiebre de la historia y que se da en su casa, cuando descubra a una niña judía un poco mayor que él a quien su madre tiene escondida. Y como era de imaginar para Jojo no puede haber nada peor que un judío. El retrato sobre el odio y la propaganda nazi es bien exagerado y absurdo. El principal obstáculo que enfrenta Waititi con esta historia, que está basada en una novela de Christine Leunens, es que se mete con una época histórica tan cargada de muertes irracionales que no es fácil tomársela en chiste. Eso parecería pasarle al director: empieza de una manera divertida y apostando a un tono irreverente que cuando la trama se torna demasiado dramática no puede evitar abandonar. Es que, de a poco, Jojo descubre que aquello que él seguía orgullosamente es muy distinto de lo que pensaba y, en algún momento, la verdadera cara de esta guerra golpeará su puerta. Taika Waititi, además, interpreta a este Hitler imaginario pero lo hace de un modo al que nos tiene acostumbrado y es difícil dejar de ver a Taika Waititi disfrazado de Hitler. No obstante, el niño Roman Griffin Davis se convierte en el corazón de la película aunque Archie Yates, como su amigo Yorkie, es quien se roba mayores risas. De los actores de reparto resaltan Scarlett Johansson y Sam Rockwell. Jojo Rabbit prometía una sátira arriesgada y divertida pero se queda en una agradable comedia dramática. El director de la brillante Casa vampiro se acerca un poco más a la inédita Hunt for the Wilder People, al poner en el centro a un niño que se enfrenta a una dura realidad, sin embargo acá tiene un contexto tremendo y lo hace de un modo endulzado y tierno.
Escrita y dirigida por Clara Picasso, “La protagonista” es una película que sigue a una mujer de treinta y dos años que se encuentra un poco a la deriva. Paula dice que es actriz. Pero lo cierto es que hace mucho que no actúa y ya hasta parece haber dejado de intentarlo, incapaz de interesarse por ningún casting. Sobrevive dando clases de español a extranjeros y participando de focus groups, esos grupos de testeo mercantil que se hace para saber qué quiere la gente. Una tarde que parecía tan insulsa como todas, en medio de una clase en un café con un joven alemán, entran a asaltarlos y en una situación absurda e inesperada se convierte en el centro de atención por haber detenido al ladrón poniéndole el pie, algo que sucede de un modo accidental. Esto le da a Paula un efímero momento de popularidad, con entrevistas de televisión, pedidos de selfies de gente que no conoce, y llamados de todos sus conocidos (o casi). “La protagonista” sigue a esta mujer en diferentes situaciones poniendo en evidencia una insatisfacción constante, pero ante todo una incomodidad. Como la actriz que dice que es, se muestra siempre sonriente y miente sobre algunas cuestiones mínimas para que su vida no parezca tan triste como seguramente le parezca a ella. Pero todo esto, esta especie de vida inventada que le permite apoyarse al menos momentáneamente de su reciente e inesperada fama, se retrata con humor y con mucha sutileza. Rosario Varela interpreta a Paula de un modo bastante natural y creíble. Vemos a este personaje en sus momentos de soledad como en alguna fiesta más multitudinaria de lo que esperaba. ¿Ese momento de inesperada fama despierta algo en ella? ¿Es capaz de modificar la relación que lleva con su vida? Clara Picasso no da demasiadas respuestas pero sí plantea varias posibilidades. Nos encontramos ante un film pequeño, con una historia que parece mínima pero sirve para retratar una etapa que puede ser identificable para todos en algún momento de la vida, en que las expectativas se chocan con la realidad y los éxitos profesionales no llegan del modo en que una había soñado (o pueden no llegar). “La protagonista” es un film sobre una crisis sin necesidad de apelar a explosiones ni cambios bruscos para conseguir lo deseado, al contrario, la crisis sucede donde más se siente: en el interior de una. Y la directora lo narra de la manera más amorosa y divertida que consigue, apoyada por la interpretación de Rosario Varela que consigue brillar en cada escena, aunque por momentos el relato se sienta algo monótono.