La muerte tenía un precio Una comedia negra sobre un hombre desempleado y abatido. Después de ver La chispa de la vida no deberían quedar dudas sobre su director. Álex de la Iglesia es un gran optimista romántico, a quien le tocó la mala suerte de vivir en un mundo cruel, deshumanizante y gobernado por una lógica oculta que conduce al suicidio involuntario. En esta comedia negra de 2011, de la Iglesia recrea parte de ese mundo habitado por gente interesada y con una doble moral, capaz de vender la vida (o la muerte) al mejor postor, pero donde también existen algunos personajes incorruptibles como el de Luisa (Salma Hayek), que se niegan a creer que la vida consista en ganar dinero. Roberto Gómez (José Mota) se levanta todos los días a las ocho de la mañana para ir a buscar trabajo. Ex-publicista de una importante empresa que lo dejó en la calle, está desempleado y se siente como un zombi al que usaron y tiraron. Con el currículo bajo el brazo vuelve al mismo lugar donde alguna vez fue una celebridad. Hace mucho, Roberto alcanzó el éxito cuando se le ocurrió un famoso eslogan para Coca-Cola: "La chispa de la vida". Gracias a ese milagro pudo conseguir estabilidad económica para su familia. Pero las cosas cambiaron. El mundo de De la Iglesia no perdona. Roberto, quien tiene dos hijos, sale desahuciado porque su exjefe no le da trabajo y decide darse una vuelta por el hotel donde pasó su luna de miel. Pero cuando llega a la puerta, en lugar del hotel se encuentra con un museo a punto de inaugurarse. Mientras camina por un sector en el que está prohibido el paso, se resbala y se clava una barra de hierro en la cabeza. Inmovilizado, pero con todos los signos vitales funcionando, Roberto llama por teléfono a su mujer para avisarle del accidente que acaba de sufrir. El espectáculo comienza. Roberto se convertirá por un instante en la máxima "estrella" de los medios de comunicación (el accidente funciona como el plot point a partir del cual se desarrollará la película). Nacida de la crisis económica que sufrió y sigue sufriendo España, La chispa de la vida no sólo es un alegato en contra de esa situación concreta como cree cierto sector minusválido de la crítica vernácula, sino más bien un largo insulto denunciador al capitalismo dominante, que pone al dinero como único criterio de legitimación. "Todos somos Roberto", se lee en un cartel que sostienen unos espectadores morbosos en el lugar del hecho. Quizás no nos importe el llanto de esa gente, lo que sí nos importa es la decisión que tome Luisa. Es precisamente en esa decisión final donde reside la entereza moral de De la Iglesia y donde se ve el costado esperanzador de su cine.
Poder negro En muchas ocasiones, el cine norteamericano ha tomado como tema, directa o indirectamente, a la Historia de su país, que es en gran medida la de la lucha entre blancos y negros. Este año fuimos testigos de dos importantes estrenos en esa línea: Django sin cadenas (Quentin Tarantino, 2012) y Lincoln (Steven Spielberg, 2012). Ahora llegó El Mayordomo (The Butler, 2013), de Lee Daniels (Precious, 2009), que cuenta la historia de Cecil Gaines (Forest Whitaker), un esclavo negro que llegó a ser el mayordomo más respetado de la Casa Blanca. El filme empieza con una frase de Martin Luther King ("A la oscuridad no la puede disipar la oscuridad; sólo la luz puede hacerlo") que adelanta el tono y la posición del director frente a este tema. Luego abre con un plano conjunto donde se ve a dos hombres, uno de los cuales es Cecil sentado en una silla, silencioso y pensativo al lado de una puerta. Esta imagen da pie a un extenso flashback que abarca todo el relato con la voz en off de Cecil, y que cuenta una trama de violencia que permite seguir el papel que jugó el personal doméstico negro en los Estados Unidos. Uno de sus puntos a favor es la forma de narrar, paralelamente, la formación ideológica de Cecil y su hijo Louis (David Oyelowo), quienes adoptan dos maneras distintas de luchar por los derechos civiles. Cecil empieza desde niño a ser instruido en el arte de la servidumbre. Luego de escapar de la estancia algodonera, donde su familia era sometida por un cruel patrón, pasa a ser educado por un sirviente negro en un prestigioso hotel. De ahí pega el salto a mayordomo de la Casa Blanca, cuando su presidente era Eisenhower (Robin Williams). El hijo, en cambio, va a la universidad, milita en una agrupación estudiantil, se suma al movimiento liderado por Luther King, adhiere a las ideas de Malcolm X, se suma a las filas de Los Panteras Negras, estudia Ciencias Políticas, se recibe e ingresa en la política. La principal dificultad de Daniels es que no logra atravesar el obstáculo del lugar común ni tomar la distancia necesaria para comprender mejor el problema. Si bien El Mayordomo puede servir para alentar el espíritu de un amplio sector de la población de los Estados Unidos, la película pierde fuerza al ser el director parte del grupo al que defiende con empalagosa corrección política, transformando la cinta en una larga propaganda del gobierno de Obama.
Lo primero que hay que destacar de Lluvia de hamburguesas 2: la venganza de las sobras es la lograda fusión entre tecnología e ingenio artístico, que da como resultado un entretenimiento efectivo y apto para todo público. La nueva animación de Columbia Pictures y Sony Pictures Animation propone una aventura gastronómica multicolor que vuelve a tener como protagonistas a Flint/Loco y sus amigos. En la primera entrega la máquina inventada por Flint, la impronunciable FLDSMDFR, fue destruida, pero aquí vuelve a funcionar y los restos de comida de Isla Bocado mutan en criaturas famélicas y amenazantes. Loco quiere ser como su ídolo Chester V y hacer del mundo un lugar mejor. Para eso, la corporación Live lo invita a participar en un concurso de aspirantes a "ideanautas". Loco pierde el certamen pero Chester V advierte que sólo el joven inventor puede detener el avance de las enormes aranburguesas (araña + hamburguesa). Entre tacodrilos gigantes, banastruces, elefandías, sushiovejas y cascadas de coco, los personajes tendrán que abrirse paso para conseguir el objetivo. La película surfea entre la celebración de la abundancia alimenticia y el culto a la comida chatarra. Con una pizca de psicodelia bien espolvoreada a lo largo y a lo ancho de la cinta, Lluvia de hamburguesas 2 homenajea a Jurassic Park (1993), de donde extrae su idea principal: lo inventado supera al inventor. Lo creado se desborda y pierde el control. Además de recrear secuencias del filme de Steven Spielberg, también se permite una referencia clara y paródica: Chester V se parece a Steve Jobs, el fundador de Apple, en los movimientos con las manos, los gestos y el tono de voz. Sin embargo, en medio de los colores iridiscentes, se desliza un mensaje un tanto oscuro: hay frutas y vegetales, pero también hay mucho colesterol. Los dibujos animados fueron siempre el caballo de Troya de Hollywood, y Lluvia de hamburguesas 2 es un ejemplo más de esta tradición de entretenimientos hechos para despertar la atracción de grandes y chicos e inocular, a través de ella, su verdadero propósito: convencer al público para que consuma lo que se ofrece. Si para muchos el poder de la cultura popular norteamericana está basado en un mensaje directo, simple, con un significado limitado, en las últimas décadas la estrategia para persuadir se invirtió: ahora el mensaje es indirecto, complejo, con un significado difuso.
Como cuando nos enamoramos, lo que se siente al ver Kick-Ass 2 (2013) es intraducible en palabras. Basada en el cómic de Mark Millar, la saga de los superhéroes frikis, dirigida en esta ocasión por Jeff Wadlow (Cry Wolf, 2005), se impone como un batazo en la sien y enciende las butacas de la sala. Pocas películas tienen el don de modificar puntos de vista y activar la pasión por el séptimo arte. En esta segunda parte, este superhéroe sin poderes que conocimos en la primera película, Kick-Ass (Aaron Taylor-Johnson), se incorpora a las filas de un grupo de superhéroes amateurs llamado Justice Forever, comandados por Colonel Stars and Stripes (Jim Carrey). Lo que Kick-Ass no sabe es que un viejo enemigo lo busca para vengar la muerte de su padre. El líder de la pandilla malvada es Chris D'Amico (Christopher Mintz-Plasse), quien se rebautiza como The Motherfucker (en la primera parte era Red Mist). Mientras la joven Hit-Girl (Chloë Moretz) lucha para mandar al closet su naturaleza. Pero no puede: el legado de su padre (Big Daddy en la primera parte) es más fuerte. Al igual que Superman, ella se disfraza de persona normal para ser aceptada entre sus compañeras de colegio, aunque su verdadero rostro es un antifaz y su vestimenta un traje ultravioleta. The Motherfucker tiene su mente ocupada en aniquilar a Kick-Ass. Empieza a convocar vía Twitter a "guerreros" que se sumen a la cruzada sanguinaria. El supervillano, de complexión destartalada y hábil para poner seudónimos con tendencia racista, se entrenará duro para enfrentar al héroe de traje verde. Lo que sigue es una oda a la insania. El director despliega varios recursos formales y lo hace muy bien: introduce elementos propios del cómic (bocadillos rectangulares), narra con voz en off, con los diálogos de los personajes y, sobre todo, narra con la cámara. Las escenas de acción tienen un claro sentido del movimiento, que hacen comprensible hasta la difícil pelea de Hit-Girl en el techo de una trafic en marcha. A Kick-Ass 2 no le falta ni le sobra nada, cada plano está porque es una parte necesaria del todo. Plagada de "one-line-jokes" (chistes de una línea), el filme entiende las máscaras, los géneros, el juego, la diversión y el humor. Tampoco faltan las sorpresas ni los chistes escatológicos, y la banda de sonido a cargo de Henry Jackman y Matthew Margeson es conmovedora. Un consejo: quedarse hasta el final de los créditos finales. En cuanto a la polémica que generó la película por su violencia e incorrección política, hay que decir que es correcta e incorrecta: correcta cuando se pone en contra de delitos y crímenes como la trata de personas y la pedofilia. Incorrecta cuando reivindica como manera de combatirlos la justicia por mano propia. Sin embargo, su verdadera posición es que quizás no se pueda cambiar el mundo pero lo que sí se puede es seguir el camino del amor.
Furia de gigantes La vuelta de Guillermo del Toro a la dirección, después de un prolongado nomadismo por distintas ramas del arte cinematográfico, es tan chirriante que no para de sacar chispas. Pisando fuerte, y sin pedir permiso, el realizador mejicano volteó de un porrazo la puerta grande de Hollywood para presentar al mundo su nueva criatura: Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013), una recargada odisea apocalíptica sci-fi con personajes de enormes dimensiones. Como buen consumidor del pop japonés que invadió occidente en la década de 1960 (las series Ultraman, Ultraseven, Goldar, el animé y manga Astroboy, Mazinger Z y otros), el director de 48 años recupera en esta cinta dos tradiciones niponas: los "kaiju" (monstruos gigantescos que amenazan la humanidad) y los "mechas" (máquinas o robots manejados por humanos). Con las cenizas de estos géneros prácticamente perdidos, del Toro no sólo hace un espectáculo dirigido hacia un público joven sino una película que muestra la belleza majestuosa de los especímenes homenajeados. El resultado es puro vértigo TNT, con mucha pirotecnia de efectos especiales distribuida en abundancia y con varias cucharadas de fanatismo nerd por los gigantes de acero y los godzillas rabiosos. En las profundidades del océano se abre un portal hacia una dimensión desconocida, de donde provienen unos mutantes que arrasan con todo lo que encuentran vivo. La humanidad está en guerra, el mundo está cerca del fin, y sólo lo puede salvar unos guerreros de titanio de miles de toneladas, dispuestos a enfrentarse con los bichos de proporciones bíblicas en una lucha de verdaderos pesos pesados. Para combatir a la legión de monstruos que comienza a emerger a la superficie se crean unos robots enormes llamados Jaegers, que funcionan con un sofisticado sistema de "enlace neuronal": dos mentes que se fusionan a través de los recuerdos. Pero la fuerza bruta de los Kaiju parece imbatible, tanto que a su lado los robots de cabezas termonucleares parecen simples chatarras oxidadas. ¿Podrá la magnanimidad de los Jaegers vencer a las bestias abisales? Las fuerzas defensoras comandada por los Jaegers no tienen más opción que recurrir a sus héroes menos esperados. Y todos juntos tendrán que evitar el inminente apocalipsis, más "now" que nunca. Si bien Titanes del pacífico puede parecer una apuesta arriesgada por no contar con grandes estrellas, su fuerte reside en el vértigo de la acción, los efectos visuales y los mega personajes, que hacen del filme un espectáculo y una especie de oda a los robots y monstruos con los que algunos jugaban en la infancia.