Hay quien dice que el arriba por primera vez a un lugar tiene una mirada fresca sobre él, a diferencia de quién ha vivido toda su vida allí. Ahora, esa percepción puede ser positiva o negativa, artísticamente hablando. Resentimental pertenece al último grupo. Dirigida por Leonardo Damario (Bohemia), el argumento gira en torno a la vida de Eva (Brenda Gandini), una actriz y directora de cine propia de la farándula nacional. Filmada con una rigurosidad de cámara prácticamente nula, Resentimental intenta explorar el mundo interno del cine en relación a la dinámica interpersonal del equipo de una película. Sofía (Lucila Polak) espera en una mesa de restaurante lujoso a Eva, su antigua amante. Entre un clima tenso, la cena dispara flashbacks a situaciones ocurridas durante el rodaje de una película dirigida por Eva. Además, la película está narrada a través de la siempre icónica voz de Graciela Borges. Con su formato novelesco, la cinta intenta poetizar ciertas situaciones comunes de un rodaje y sobre todo del chusmerío del mismo, explorando en su mayoría las infidelidades, las relaciones de poder y el amor lésbico. Lo dicho anteriormente: tanto las situaciones de interiores como las calles de Recoleta, están filmadas como quien nunca ha pisado Buenos Aires. La película se siente constantemente ajena, antipática, llena de superficialidades narrativas que no hacen al desarrollo del metraje. En un momento de la película, se menciona que "se puede tener un buen guión con malas actuaciones". Este es precisamente el ejemplo perfecto. La falta de vida de los diálogos además de la ausente sensualidad que la película pretende explorar hacen que la intensidad dramática decrezca intermitentemente. Quizás el que queda mejor parado es Alejandro Awada, quien encarna a un productor de cine. La película se pierde de explotar todas sus posibilidades, distraída por una presunta peligrosidad que al fin y al cabo desaparece por completo. Damario pretende hacer una película sensual casi sin desnudos; el salvajismo por defecto arruina completamente el sentido de la línea argumental. Provista de tomas largas donde prevalece el diálogo -su peor defecto-, la inexpresividad y el desapego están totalmente presentes en el relato, dejando al espectador apático. Resentimental tiene los actores, pero no las actuaciones, tiene el material, pero lo desecha; tiene los versos, pero no la poesía. Una oportunidad desperdiciada.
"Viral", la película dirigida por la dupla conformada por Ariel Schulman y Henry Joost (quienes se ocuparon de la tercera y cuarta entrega de Actividad Paranormal), se estrenó este año en Estados Unidos a través del streaming on demand el 29 de Julio pasado. Sin embargo, este Jueves 13 llega a los cines de Argentina. El guión, a cargo de Christopher Landon (también guionista de secuelas de Actividad Paranormal) y Barbara Marshall, gira alrededor del enfrentamiento de dos hermanas, Emma (Sofia Black-D'Elia) y Stacey (Analeigh Tipton), contra un virus que se propaga por toda la raza humana. Ante una crisis familiar y el florecimiento de la adolescencia, Emma, de 16 años, debe sobrevivir a una epidemia aparentemente insoluble junto a su hermana mayor, Stacey. Luego de fracasos como las secuelas de Actividad Paranormal, Viral es una grata sorpresa. La película se esconde detrás una narrativa clara y presuntamente simple para contarnos, a través de excelsos simbolismos, temas más complejos como la condición humana, el paso de la adolescencia a la adultez y la fraternidad. Desde un sólido guión, construido de forma arquitectónica, el film lleva al espectador de la esperanza a la angustia y de la comedia al suspenso de manera aceptable. Quizás, la sobreexplotación del cine mercantil y demagogo nos haga olvidar del verdadero propósito del cine. Ante una evidente desaparición del presupuesto medio y el avance de los formatos descartables, el hecho de que tener una unidad narrativa regular y atrapante comprometa al espectador en la pantalla grande siempre es un buen augurio. Con algunas escenas logradas desde lo dramático y otras no tanto, Viral es -hoy por hoy- al menos una propuesta argumental decente. Con su bajo presupuesto, propio de las películas de terror en general, la trama se apoya en sí misma con algunos traspiés pero al fin y al cabo cumpliendo su misión. Uno de los puntos más débiles de la película es tal vez la falta de profundidad en los personajes y su casi carente material empático. En cuanto al timing propio del género, se puede decir que está aprobado. Con algunos trucos intrínsecos del cine de horror, la película atraviesa momentos de inmersión interesantes desde la música, la definición del espacio y la colorimetría. Como quién sube una escalera, el film aumenta de intensidad lentamente hasta llegar al clímax, en donde el protagonista tiene que tomar una decisión, esa decisión tan valiosa en términos dramáticos. Ante una falta de narrativa concisa en el cine actual, Viral nos propone un objetivo imprescindible pero sobre todo, noble: contar una historia. Y cuando una película prioriza dicho aspecto por sobre la estética, siempre es una buena noticia.
Entre los grandes estrenos de esta semana se encuentra Horizonte Profundo (Deepwater Horizon), la película dirigida por Peter Berg, también productor y director de "El Sobreviviente" (2013). Tanto en aquella entrega como en su nueva película, contó con Mark Wahlberg para el papel principal. En este caso, encarna el rol de Mike Williams, un jefe de mantenimiento de una plataforma marítima de la costa de Louisana, en Estados Unidos. Al reparto se sumó también Kurt Russell, figurita repetida de la filmografía de John Carpenter (The Thing, Escape de Nueva York), quien interpreta al Sr. Jimmy Harrell. La cinta está basada en el accidente -o no tanto- de un escape de petróleo ocurrido en la base de British Petroleum en la llamada Deepwater Horizon en abril del año 2010, logrando así el peor derrame de esta sustancia en la historia de los Estados Unidos. Mike Williams, casado con Felicia (Kate Hudson) y con una hija en su haber, Sydney (Stella Allen), viaja mar adentro a trabajar durante tres semanas en la plataforma marítima donde se excava con el objetivo de obtener petróleo. Allí conoce a Jimmy Harrell, un experto en seguridad marítima. Cuando el sistema se somete a pruebas de rutina (las cuales en una primera instancia habían sido desestimadas), los mecanismos comienzan a fallar. Y allí comienza esta aventura dramática, con algunos momentos de inmersión destacados. Se podría decir que la película es un tratado de la comunicación. Ficcionalizada por los guionistas Matthew Michael Carnahan y Matthew Sand, el filme explota las situaciones comunicativas entre los personajes principales como el de Mark Wahlberg con su esposa o el de los operarios al llegar a la base, que está en medio de un tumulto por los trabajadores arribando al lugar, además del ruido del helicóptero, no permite a los personajes comprender lo que se dicen entre sí. Esta perspectiva narrativa está muy presente en el metraje y es una gran herramienta ideológica para contarnos el conflicto de la historia. Peter Berg aprovecha estas ideas del guión para contrastar el lenguaje de los trabajadores con los de los directivos de BP, y lo hace muy bien. Otro gran elemento que nos ofrece la película es el elemento heroico. Los personajes toman ese rol y se comportan como tales sin caer en la inverosimilitud que puede llegar a producirse por el contexto diegético. La pantalla nos ofrece la posibilidad de ver héroes construidos (más allá de algún chiste pavo hollywoodense para cubrir presupuesto) y llevados a cámara a partir de arquitectura guionística. Quizás uno de los puntos flojos sea el paso abrupto del primer acto, que se extiende en tiempo de pantalla, al segundo, que tal vez llega un poco tarde, ya que el director entiende que el tópico de la película es uno que el común del público pueda no llegar a comprender inmediatamente, así que recurre a verbalizar y explicar la antesala del conflicto. Ante todo, tenemos una buena película y sobre todo una buena historia para disfrutar en el cine. Posee algunos momentos dramáticos y de suspenso sostenidos por el montaje alterno que generan instantes de inmersión profundos. Recomendada.
Hacer -dirigir- una película es tener una opinión del mundo, de la religión, de la política, de la guerra o incluso del amor. Cuando el cine es complaciente en términos ideológicos, cuando no se para en ningún lado, deja de ser interesante y además pierde un poco la potencialidad empática de los personajes que componen la obra. Uno de estos casos es El hombre que conocía el infinito, película dirigida por Matt Brown y protagonizada por Dev Patel (Slumdog Millionaire, la ganadora del Oscar en 2008) como Srinivasa Ramanujan y Jeremy Irons como G.H. Hardy (El Rey León, Duro de Matar). La película es una biopic basada en el libro homónimo de Robert Kanigel, que cuenta la historia de Ramanujan, un hombre hindú inexplicablemente hábil para las matemáticas que vive sumido en la pobreza en su país, cuando un profesor británico, G.H. Hardy, sorprendido por su destreza, le envía una carta invitándolo a trabajar con él. Ramanujan decide dejar, no sin lamentarlo, a su madre y a su esposa, abandonando su tierra natal. La premisa del film reside en descubrir la razón por la que Ramanujan es tan hábil con los números. Aunque la posición ideológica de la película es casi inexistente, su mayor defecto reside en la necesidad de la película en verbalizar las acciones. Al no ser efectiva contando con imágenes, el film tiene que recurrir a que los personajes nos cuenten qué está pasando, con lo que pierde narrativa cinematográfica. Incluso cuando intenta contar a través de acciones, falla de todas formas pues sus recursos narrativos son muy pobres. El hombre que conocía el infinito es una película complaciente en todos los sentidos. Desde lo más cinematográfico, no profundiza ninguna de las situaciones que atraviesa el protagonista, aunque tiene margen para crecer. La relación con su esposa está tratada desde una calidez muy poco efectiva con respecto a la parte que más empatía nos debería generar, ya que se separan. El film intenta quedar bien con todos. Con la religión y con la ciencia. Llegando al final del metraje, el desenlace no solo es muy abrupto sino que dadas las posibilidades que se le ofrecen al director, las desaprovecha y se posiciona en un lugar totalmente neutral, desapegando al espectador de la emoción que debería generar la conclusión.
Este año, con su película número 47, el talentoso Woody Allen se traslada -al menos por un rato- a la ciudad que supo defenestrar a lo largo de toda su obra: Los Ángeles. El protagonista de Annie Hall (1977), Alvy Singer (personificado por el mismo Allen), diría: "No me quiero mudar a una ciudad cuya única ventaja cultural es poder hacer un giro a la derecha con el semáforo en rojo". Café Society, situada en los años 30, es la historia de Bobby (Jesse Eisenberg, de buen papel), un judío neyorquino cansado de su Manhattan natal que migra a la costa oeste de los Estados Unidos a buscar trabajo en la industria del espectáculo, esperando que su tío Phil (Steve Carell) le dé una oportunidad en el medio. Allí conoce a su secretaria, Vonnie (Kristen Stewart) de quién Bobby se enamorará sin mucho trabajo. Sin embargo, no todo marcha según lo planeado, pues Vonnie tiene una aventura romántica con Phil, que a su vez, está casado. ¿El resultado? Un triángulo amoroso característico de Woody, aunque infalible. Se podría decir que la película casi parece una biopic del personaje que encarna Jesse Eisenberg: su familia, su paso por Hollywood, sus intentos fallidos y acertados de ingresar en la industria, sus romances y su vuelta a Nueva York, están narrados a través de la voz en off del mismo Allen y un montaje vertiginoso, con un ritmo digno de una película de Scorsese. De hecho, el hermano de Bobby, Ben (Corey Stoll) podría tranquilamente ser un personaje de las películas del director recién mencionado ya que es un matón neoyorquino quién no tiene reparos a la hora de matar. Si bien es cierto que Allen filma la primera mitad de su película en Hollywood, no lo hace más que para criticar la frivolidad, el cinismo y la hipocresía de sus integrantes y tal vez es demasiado repetitivo con esta idea, tornándola obvia y abrumadora. No obstante, el filme goza de un humor ácido e inteligente y algunos pequeños momentos de lucidez que recuerdan al Allen de Hannah y sus hermanas (1986). Por otro lado, quizás esta sea una de las películas menos autorreferenciales del director, cosa que es una fija en su carrera. Una de las sorpresas del filme es Kristen Stewart interpretando a Vonnie. La joven protagonista de la saga de Crepúsculo, criticada a menudo por sus papeles, esta vez tiene cierta presencia en cámara, por su belleza o por su interpretación, que realmente son un condimento interesante. La dupla con Eisenberg funciona y además ella fluye bien en cuadro y con los demás personajes. El paso del fílmico al digital no ha hecho más que traer cambios positivos para Allen, pues la fotografía, a cargo de Vittorio Storaro (también DF de Apocalypse Now, Francis Ford Coppola) es soberbia. Los colores y los tonos funcionan muy bien en escenas de baile y de música, siendo este el aspecto menos sobresaliente de la filmografía de Woody. Café Society es una película simpática, que no se destaca pero que tampoco decepciona, como si lo pudo haber sido alguna de las películas del director de la década corriente, como Magia a la luz de la luna (2014). Lo más importante es que Woody Allen conserva su sello, mejor o peor, y lo mantiene en todas sus películas, más allá de que agraden o no al espectador. ¿Qué hay en la mira para el director? La serie llamada Crisis in six scenes, que lo tendrá como protagonista a él y a Miley Cyrus.
"Nuestra mujeres" es una comedia francesa estrenada en abril de 2015 en su país, pero que recién se hoy en Argentina. Fue dirigida por Richard Berry, que a su vez, interpreta a Max, uno de los protagonistas de la película. Tras el éxito teatral dirigido por Eric Assous en 2013, Berry decidió adaptarla para el cine, intentando mantener la mística del escenario. Esto es claramente visible: la entrada y salida de los personajes a cuadro, la espacialidad y la palabra como elementos fundamentales hablan de un formato escénico preexistente. Paul (Daniel Auteuil), Max (Richard Berry) y Simon (Thierry Lhermitte), viven en Paris y mantienen una fiel e inquebrantable amistad desde hace 35 años: se juntan a jugar a las cartas regularmente y vacacionan juntos, siempre que pueden, sin que sus esposas Karine (Mireille Perrier), Magali (Pascale Louange) y Estelle (Pauline Lefèvre), respectivamente, las molesten. Sin embargo, en uno de los semanales encuentros de los muchachos, Simon llega muy tarde y en shock, confesándoles a sus amigos que ha matado a su esposa, Estelle. Este hecho desata una crisis intra e interpersonal en el trío, pues la fidelidad, la ética, la moral y el respeto mutuo son cuestionados a lo largo de todo el film, que sucede casi todo en una misma habitación: es como si los tres personajes estuvieran detenidos, estáticos, tras el incidente. Ahora bien, hay un tema que es ineludible: la violencia de género. Ante un movimiento feminista fuerte a nivel global (y actualmente, en Argentina más aún), no se puede evitar analizar la película desde esa persepectiva. "Nuestras mujeres" ("Nos femmes", en su país original) ya de por sí habla del sexo femenino a un nivel posesivo por parte de los hombres. Los protagonistas del film no se plantean esto en casi ningún momento, lo cual delata la postura neutral del director frente al feminismo. Y hoy por hoy, no tomar partido en este tópico, es apoyar al opresor. Por momentos, hasta la violencia hacia la mujer parece naturalizada, con personajes que incluso intentan justificar el asesinato. Es una pena, pues deja en segundo plano, lamentablemente, el análisis puro del film. Como película, es aceptable. Bajo una estructura clásica de comedia, la trama parece fluir bien a través de personajes muy bien interpretados y construidos -salvo el de Simon, que su única función en el film es detonar el conflicto, pues su personaje no tiene desarrollo en toda la película-. La palabra, además, es casi un personaje más (hasta incluso, más protagonista que Simon). Se debaten temas interesantes y comunes a todos los seres humanos como la ética y la moral, pero sobre todo, la fidelidad: ante una situación extrema, Paul y Max discuten el límite entre apoyar a un amigo y ser cómplice de un delito. La tensión además permite algunos extensos y acalorados monólogos que son sobriamente ejecutados por los personajes de Auteuil y Berry. Es prudente separar la postura política del film de su contenido, y allí el espectador decidirá qué prioriza. Sin embargo, es inevitable que la violencia de género como tema sea tenido en cuenta para el análisis de la película, pues es moneda corriente en los tópicos más importantes hoy en día, y una postura neutral no hace más que retroceder la búsqueda por la igualdad de género. ¿La yapa? Fernando Masllorens y Federico González del Pino adaptaron la versión de Eric Assous al teatro argentino: Guillermo Francella, Arturo Puig y Jorge Marrale protagonizan la obra dirigida por Javier Daulte, y actualmente está en la cartelera del Metropolitan Citi.
De ahora y para siempre, dirigida por Peter Sollet, es la historia de Laurel Hester, interpretada por Julianne Moore, quien es una respetada mujer policía que oculta minuciosamente su homosexualidad. Su vida comienza a cambiar cuando conoce a Stacie Andrée (Ellen Page), pero su historia se ve interrumpida cuando a Laurel le diagnostican cáncer en su estado más desarrollado. Desde un principio se deduce que la película apelará siempre a la emoción del espectador: su traducción de Freeheld a De ahora y para siempre, el romance lésbico en la lucha por la igualdad y una banda de sonido armónica y dramática. Sin embargo, no se puede decir que cumple su cometido, pues los personajes no tienen el desarrollo suficiente como para que el público se conmueva ante las injusticias que el sistema les impone. Ya asumiendo su destino, Laurel decide dejarle su pensión a su pareja, Stacie -quién desde un principio se rehúsa a darle importancia al tema- pero los legisladores del condado, quienes están exageradamente representados como el conservadurismo, no ven con buenos ojos a la pareja gay y comienzan a ponerles trabas para impedir que Stacie reciba el dinero. Ahora es cuando Dane Wells (Michael Shannon), histórico compañero de Laurel en la policía local, y Steven Goldstein (Steve Carell), un "activista judío homosexual de clase media de Nueva Jersey", se organizan en la lucha por la justicia y la igualdad. Aquí es donde el verdadero conflicto del filme empieza, y la oportuna intervención de Carell levanta una película que tarda en arrancar. Si bien es importante que este tipo de películas se hagan para que siga en marcha la lucha por la igualdad, la cinta cae en todos los clichés que puede caer: el cómo se conocen Laurel y Stacie, la rebelión en la oficina de policía al Dane querer llevar oficiales a la protesta y el dolor de Laurel previo a su diagnóstico, entre otros. ¿Cuánto más interesante sería si estas situaciones se expusieran más implícitamente? Además, la película intenta tratar demasiados temas, con lo cual no profundiza en ninguno, ya que los personajes no están bien desarrollados y se tiene que apurar para llegar al conflicto, que termina apareciendo tarde y con una resolución rápida. No se puede negar que es una propuesta interesante, que está relatada prolijamente, pero no logra la actitud "políticamente incorrecta" o concientizadora que la película merece. Sin embargo, Sollet, en un trabajo correcto (y no más que eso) aporta su granito de arena en el camino a la igualdad, lo cual no es poco.