El calvario de un “santo” En El caído del cielo (2016), Modesto López registra la desmitificación de un santo popular y cuenta la trágica historia de Tomás Francisco Toconás y de su familia. Hace seis años, el equipo antropológico forense se entera de la ubicación de una sepultura de una supuesta víctima del terrorismo de Estado en Pozo Hondo, Santiago del Estero. Allí se encontraron con la historia del hombre que cayó del cielo y los pobladores que convirtieron a aquella víctima del terrorismo de Estado en un santo popular obrador de milagros. Modesto López (Todavía cantamos, 2013) hace un trabajo detectivesco y narra la historia de este hachero miembro de la Compañía del Monte del Ejército Revolucionario del Pueblo que fue secuestrado, torturado y luego de ser asesinado, fue arrojado desde un helicóptero militar en el marco del Operativo Independencia, que comenzó en democracia y se extendió hasta el año 1977. Es muy interesante el momento en el que el realizador registra la exhumación por parte del cuerpo forense y el revuelo que se generó en el pueblo frente a la “herejía” de los científicos ante el santo de Pozo Hondo. A través de los testimonios de los lugareños se irá desentrañando el misterio y, con el aporte de entrevistas a escritores y militantes de la época, quedará en evidencia la trágica verdad. La desmitificación del caído del cielo es sólo el comienzo del documental. López hace un recuento de la historia de Toconás y sobre todo del calvario que tuvo que vivir su familia por su vínculo con un “guerrillero”. El director logra que la familia Toconás se abra ante la cámara y, ya sin miedo, cuente toda la verdad que había estado en la superficie pero que nunca había pasado los límites de Tucumán. La cámara permanece inmóvil en casi todo el metraje. Como si se quedara impávida ante los testimonios desgarradores de los hijos de Toconás y la humillación a la que fueron sometidos por los militares que ocuparon Santa Lucía y que aprovecharon su estadía para perfeccionar sus métodos de tortura, que luego se extenderían a todo el país. El caído del cielo es un documental valioso que cuenta la desmitificación de este “santo” asesinado y que, además de registrar la recuperación de la identidad y la lucha de Tomás Toconás, trae paz a su familia, víctima durante años de las injusticias cometidas en la etapa más oscura de nuestra historia.
Una comedia antiácida La ópera prima de Alejandro Parysow se promociona como “la película más delirante del año” y vaya si cumple su cometido. El film es una sucesión de disparates que no logran comicidad, partiendo del título, una acepción acuñada en la última dictadura militar. Resulta que Leo J (Juan Gil Navarro) es un cantante pop cuyo repertorio de canciones está dedicado exclusivamente al medio ambiente y la paz. Abocado a filmar un documental sobre su vida, todo cambia cuando hereda la casa paterna y descubre que su padre y toda su ascendencia se dedicó a luchar contra la logia Cisneros. Este grupo masónico es el encargado de llevar adelante la Campaña Antiargentina a la que alude el título y que amenaza con destruir a la nación. Filmada como si se tratase de un falso documental, Campaña antiargentina (2016) presenta personajes superficiales. Comenzando con el protagonista, un divo que “solo come los frutos que caen de los árboles” y que cuando descubre un complot orquestado por una logia creada por el Virrey Cisneros, se transforma y su única misión en la vida será desenmascarar a los traidores de la patria. El cantante y actor compuesto por Juan Gil Navarro es un tipo que le canta a la paz pero en el día a día es un soberbio. Eso sí, ante este llamado a la patria cambia radicalmente su forma de ser y deja de ser frutariano cuando unos obreros lo tientan con un sándwich de vacío que acompañará, como no puede ser de otra manera, con un tetrabrik de vino. Presentada como una comedia ácida, la película pretende hablar sobre la argentinidad y las eternas contradicciones de nuestro país pero su resultado es una obra que carece de ritmo y no ahonda sobre el tema que pretende explotar. Escrita por Alejandro Parysow, el ex director de la Revista Barcelona Pablo Marchetti y Carlos Perrotti, Campaña antiargentina parece ser la consecuencia de un chiste entre amigos que quiso trasladarse al cine pero sin éxito. La temática es explorada de forma superficial y presenta hechos históricos mezclados con ficción que no aportan nada a la discusión de fondo.
Dr. Muerte Si bien está dotada de un argumento atractivo, Ecuación, los malditos de Dios (2016) de Sergio Mazurek no logra destacarse por algunas inconsistencias desde el punto de vista interpretativo y la repetición de lugares comunes del género. Hermes Vanth está pasando por una mala racha laboral. El problema es que Hermes es médico y esa mala racha se traduce en muertos. A eso se le suma su afición a la bebida y pesadillas recurrentes que no logra explicar. Sin embargo, todo cambia cuando descubre que después de cada deceso un hombre misterioso anda cerca. ¿Será la misma muerte que, cansada de mirar desde las sombras, se hace visible ante este médico? Luego de dirigir Lo siniestro (2009), Mazurek vuelve al ruedo con Ecuación, los malditos de Dios y demuestra su oficio al construir atmósferas sofocantes y cargadas de suspenso. El buen manejo de los códigos del género por parte del director facilita la comprensión del relato que toca el tema de la circularidad con astucia aunque con una resolución bastante obvia. La principal virtud de Ecuación, los malditos de Dios es que no pretende más de lo que está a la vista. Y esta cualidad, con el paso de los minutos, se convierte en una falencia porque para desarrollar la historia el director cae en lugares comunes explotados hasta el cansancio en el cine de género. A esto debemos sumarle la dispareja cualidad interpretativa del elenco que, por momentos, atenta contra el clima construido. El personaje principal no logra transmitir la angustia y el dolor al que está sometido luego de padecer un verdadero infierno y, a medida que se acerca a la verdad, esto se hace aún más evidente. Ecuación, los malditos de Dios tiene material suficiente para convertirse en una película mejor pero la elección de ciertos recursos, las deficiencias en la interpretación y la sobreexplicación hacen que el resultado no sea el esperado.
Venganza fantasmal En Los inocentes (2016), Mauricio Brunetti elabora un relato de venganza en la provincia de Buenos Aires de mediados del siglo XIX con todos los elementos del género fantástico Rodrigo nació en el seno de una familia terrateniente de la provincia y creció bajo el ala de su padre, un hombre violento y sin escrúpulos que ejercía su poder con látigo en mano y no dudaba en usarlo contra los esclavos que trabajaban la tierra. Cuando todavía era un niño, la madre decidió enviarlo a la ciudad para tratar una parálisis que obligaba a Rodrigo a utilizar unas prótesis para caminar. Quince años después, regresa al hogar. Los años han dejado marcas en el rostro de su padre pero su carácter sigue siendo el mismo mientras que su madre ha quedado postrada y con la mirada ausente. Ahora Rodrigo sufrirá las consecuencias del maltrato que su padre ejerció contra los esclavos y particularmente contra Eloísa, que volverá de la muerte para cobrar venganza. Brunetti elabora su relato con paciencia y presenta la información con cuentagotas, lo que genera suspenso y hace que los cien minutos de duración pasen desapercibidos para el espectador. Para esto, elige contar la historia en dos tiempos. Por un lado, a través de sucesivos flashbacks, desarrollará la historia de Eloísa (María Nela Sinisterra) y las injusticias a las que era sometida por el padre de Rodrigo, un Lito Cruz que le da vida a un villano descarnado. Beatriz Spelzini encarna a su esposa que, lejos de condenarlo por sus hechos, lo apaña y utiliza a la Iglesia como herramienta para esconder los pecados de su marido. En el presente, iremos viendo cómo las acciones de los padres de Rodrigo (Ludovico Di Santo) tendrán sus consecuencias y repercutirán en él y en su joven esposa (Sabrina Garciarena). Brunetti se mueve con soltura entre los dos tiempos del relato e irá tejiendo una historia que por momentos cae en lugares comunes del género (una puerta que se abre sola, el reflejo del fantasma) pero que, a fuerza de buenas interpretaciones y un clima tenso, terminará en una película más que atractiva para los amantes del género.
Herencia escondida Mariano Corbacho realizó un trabajo detectivesco y armó el rompecabezas sobre la historia de su abuelo y las conexiones de este con la última dictadura militar, cuando sirvió como interventor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires. El realizador abre con una toma aérea del edificio de arquitectura y de fondo un bullicio que se hace cada vez más presente hasta que el oído puede distinguir una palabra: “Lucha”. Luego, Corbacho analiza imágenes de su abuelo, el abuelo “Pico”, que lo muestran cariñoso, es la representación de un momento feliz. Y ese es el disparador para comenzar a indagar sobre la historia de su abuelo como decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. De esta manera, se moverá entre dos mundos bien diferenciados: el familiar y más cercano y el mundo exterior, el de los estudiantes que formaron parte de la comunidad en los años previos y durante la intervención de la universidad. Pero Mariano cuenta además con el testimonio de su abuelo. Antes de que muriera tuvo la oportunidad de mirarlo a los ojos, preguntarle sobre esas cuestiones que nunca surgieron en el seno de su familia y contraponer su versión de los hechos con las del afuera, con el testimonio de los sobrevivientes. Mariano, el nieto de “Pico”, pero también el director de cine, arma el rompecabezas y va en busca de todas las piezas. Es un trabajo que requiere coraje. Con la cámara como testigo mira a los ojos a los otros, a aquellos que no son su familia y pueden revelarle quién era en verdad su abuelo. Con un gran y variado material de archivo reconstruye la historia de los movimientos estudiantiles que vieron su máxima expresión en el Cordobazo, cuyos coletazos llegaron hasta el centro del país y que, junto con otras expresiones en el resto del mundo como el mayo francés, la revolución cubana y la caída de Estados Unidos en Vietnam, abrían perspectivas y nuevas posibilidades que iban en contra de lo establecido. Para llenar de significado a las imágenes de su abuelo, el director reconstruye la historia de un momento trágico que cambió al país para siempre. Aquí es fundamental la investigación y el guión de Juan Pablo Diaz, pilar fundamental de 70 y pico e hilo narrativo que no deja cabos sueltos y contrapone los testimonios sobre los hechos acontecidos. De nuevo tenemos la palabra familiar, la de “Pico” y la del afuera, la de aquellos que padecieron el control y la represión antes y durante la dictadura. 70 y pico es un documental excelente desde su propuesta inicial, durante su desarrollo y en su consecuente final. Es un trabajo de investigación de calidad, con un gran atractivo desde el punto de vista de la imagen, el montaje de Martín de Dios y un trabajo sobre el sonido que parece imperceptible pero que está siempre presente. Presente como la historia personal de Mariano, el nieto de “Pico” pero también el director de cine que, en su opera prima, va en busca de la verdad. Aunque esta atente contra su esfera íntima y ponga en jaque la figura de su abuelo.
La aventurera El documental filmado por Valerio Ruíz, pupilo y aprendiz de Lina Wertmüller, hace una retrospectiva de su carrera y entrevista a amigos, familiares, críticos y los actores fetiche de la directora italiana que pasará a la historia como la primera mujer en recibir una nominación a los premios Oscar. Detrás de los anteojos blancos (Dietro gli occhiali bianchi, 2015) no es nada original en cuanto a sus formas pero tiene valor por rescatar la figura de Wertmüller directora, guionista y cantante, que luego de asistir a Federico Fellini en la dirección de Fellini 8½ (1963), construyó una carrera con altibajos y que sigue hasta el día de hoy con sus 87 años a cuestas. Por el lente de Ruiz desfilarán los intérpretes predilectos de la directora, que encuentra en Giancarlo Giannini a su defensor y admirador más fundamentalista. La realizadora lo ha llevado a las salas de todo el mundo y este le debe, en parte, su carrera. Rita Pavone y Sophia Loren también integran la troupe que participó de la filmografía de Wertmüller. En palabras de Loren, la directora fue la primera que sacó su faceta actoral menos explorada. Ruiz es astuto y demuestra que Wertmüller logró esto con varios actores, por ejemplo con el mencionado Giannini en la cinta Mimì metallurgico ferito nell'onore (1974) y resaltó el costado erótico de Harvey Keitel en Un complicato intrigo di donne, vicoli e delitti (1985). Ruiz también hace hincapié en las dificultades que tuvo la directora en un mundo copado por los hombres y en su lucha por no quedar encasillada en un género específico. También se hace referencia a su matrimonio con Enrico Job, el gran escenógrafo y vestuarista que fue el encargado del diseño de producción en la mayoría de sus films. El director ubica a Wertmüller en los sets naturales donde filmó por ejemplo I basilischi (1963), su primera película, que muestra el sur de Italia como ningún realizador lo había hecho. La vemos en el mismo espacio que recorrió hace más de medio siglo y, a través del montaje, Ruiz intercala las secuencias de su film con la caminata de la directora. Se le podrá remarcar a Valerio Ruíz que Detrás de los anteojos blancos es un producto que podría haber sido destinado directamente a la televisión, pero el documental es una maravillosa oportunidad no solo para conocer y entender mejor a Wertmüller, sino también para ver en la gran pantalla escenas de sus films y de las locaciones naturales que han inundado su lente.
La re-construcción Fernando Díaz (Plaza de almas) hizo un doble registro en Monumento (2016). Por un lado se encargó de seguir de forma minuciosa la construcción del Monumento Nacional a las víctimas del Holocausto en la plaza de la Shoá y, por el otro, procuró mostrar cómo la comunidad judía busca intensamente estrechar lazos entre los jóvenes y los sobrevivientes de los campos de concentración. El documental abre con la voz de Juan Palomino desmenuzando la palabra Monumento. Desde su etimología hasta las diferentes acepciones que se desprenden del diccionario de la Real Academia Española, unas palabras sobresalen sobre el resto: es una construcción que nos hace pensar sobre un hecho determinado. Entonces el director, haciendo caso a esas palabras, no se conforma con seguir a los arquitectos que estuvieron a cargo del proyecto. También se pone en contacto con Generaciones de la Shoá en la Argentina. De esta manera se aproxima a las víctimas y a un proyecto impulsado por la organización que tuvo como fin acercar a los sobrevivientes con jóvenes que no conocieron las historias de aquellos días. No solo sobre su paso por los campos de concentración sino sobre cómo llegaron a nuestro país y lograron insertarse en un pueblo que les era hostil. El material de archivo está provisto por las mismas víctimas y se reduce a fotografías gastadas por el paso del tiempo. Díaz no busca imágenes históricas de los campos durante el exterminio, se atiene a los relatos de los sobrevivientes y la guía de la narración son las preguntas de los más jóvenes que intentan entender lo que sucedió. A través de una edición ágil, el director intercala ambas facetas del documental: la construcción del monumento y la construcción de la memoria. Este aspecto es el más interesante de la obra de Díaz y es allí donde se pueden recoger los testimonios más valiosos. Somos testigos del viaje a Alemania de los arquitectos para ver los diferentes monumentos pero también de la llegada de una de las jóvenes a Auschwitz, tal vez el monumento más doloroso y significativo de todos.
Momento de avanzar En Bajo el sol (Zvizdan, 2015), Dalibor Matanic narra tres historias de amor protagonizadas por un croata y una serbia antes y después del conflicto armado. 1991, 2001 y 2011 son las tres fechas que elige el director para narrar las historias de encuentros y amor entre dos jóvenes que quedaron en medio del odio y la intolerancia. Jelena e Ivan, Natasa y Ante y Marija y Luka son los tres títulos que sirven a modo de capítulos y muestran la evolución del conflicto desde los primeros momentos hasta un final esperanzador. El gran acierto de Matanic es haber elegido a los mismos actores para que interpreten a los protagonistas de los tres relatos. Tihana Lazovic y Goran Markovic brindan grandes actuaciones en papeles opuestos, sin contar la primera de las historias donde interpretan a una pareja ya consolidada que busca huir hacia la ciudad. Es interesante la mirada del director sobre los cambios que se van produciendo en el interior de sus personajes. El agua es una constante en la película. Cuando están nadando se encuentran cómodos y aislados de los problemas y es ahí donde tienen un momento de paz para tomar una decisión. Además de la división propuesta por el director en tres actos, el film puede partirse en dos. Por un lado, en el primer capítulo, previo al conflicto armado, la ciudad aparece como el lugar predilecto para escapar del horror que se avecina. Por otra parte, las narraciones que ocurren en 2001 y 2011 proponen una vuelta al hogar y la reconstrucción no solo en el plano material sino también en el afectivo. Bajo el sol se configura entonces como una declaración por parte del director. En el último acto se vislumbra que se puede dejar atrás el conflicto para avanzar. El plano final es una sencilla metáfora: una puerta abierta y la esperanza que puede renacer entre estos dos pueblos.
Cuida bien al niño Los primeros seis años de vida son decisivos debido a que es la etapa de mayor aprendizaje. Es en este período cuando se forma la personalidad del individuo, que lo guiará el resto de su vida. Eduardo de la Serna sigue a dos niñas durante el último año de este proceso y entrega un registro valioso que deja entrever más de una realidad. Gabi y More son dos nenas a punto de comenzar primer grado. Mientras una vive en un pueblo de San Juan, la otra es de la ciudad de Buenos Aires. Desde el inicio del documental, De la Serna deja en claro que la cinta estará atravesada por el contraste en la vida de las dos criaturas. Los ejemplos son muchos y no vale la pena develar ninguno. El director de Reconstruyendo a Cyrano (2014) se enfrentó a una titánica tarea y, si bien a priori pareciera que se limitó a registrar lo que sucedía delante de su lente, está claro que se trata de un trabajo concienzudo. Su mayor virtud reside en haber alcanzado una invisibilidad que se manifiesta en la naturalidad con la que chicos, maestros y familiares se desenvuelven frente a una cámara. Por supuesto hay excepciones como la directora de la escuela de San Juan que en el acto de inicio del año escolar da un discurso fuera de tono ante un auditorio de menos de diez niños. Dejando de lado este exabrupto, que rompe un poco con el tono del documental, La inocencia (2015) además de mostrar un fuerte contraste económico apunta también hacia el sistema educativo y expone sus fallas. De la Serna no ahorra en minutos y a través de una edición evidente elige ciertos momentos en la vida escolar de las niñas para que las diferencias salten a la vista de los espectadores de una manera violenta. Hacia el final del documental se le podrá criticar una secuencia en cámara lenta con un piano de fondo innecesario que interrumpe el tono conseguido hasta el momento. De todas formas, esto no altera el resultado final. La inocencia es un documental preciso y aborda diferentes temas desde la naturalidad y la inocencia, valga la redundancia, de los niños. Y expone cómo muchas veces los adultos ponen sobre los hombros de los chicos problemas que ellos ven de otra forma y los solucionan, aunque parezca ingenuo, con unas disculpas y un abrazo.
Familia reemplazable En su ópera prima, Reemplazo incompleto (2016), Matías Szulanski experimenta con sus actores y con los espectadores. Provisto de un solo plano y un único fondo negro, desarrolla una comedia ligera donde predomina el absurdo. Gregorio tiene 40 años, es personal trainer y tiene un sueño: hacer videos de gimnasia en vhs orientados a la tercera edad. Vive con su esposa, su madre y su perro. Luego de una sucesión de eventos inesperados y a medida que va perdiendo a su familia, comienza a buscar reemplazos. Apenas comenzado el film, el director dedica su obra a la directora belga Chantal Akerman y se disculpa por ofrecer algo que no está a la altura de su colega. Luego sigue la introducción donde alterna las imágenes de una corrida de toros con la presentación de los actores. Todo esto con un sonido de fondo como si se tratara de una púa que recorre un disco que ha llegado a su fin. Matías Szulanski se apoya en una voz en off que nos sitúa en el lugar del relato y hasta describe situaciones concretas para darles paso a los diálogos entre los actores que miran fijo a cámara y no expresan ningún sentimiento. La vida de Gregorio es rutinaria y trascurre sin sobresaltos hasta que empieza a perder a los miembros de su familia por diferentes circunstancias. De esta manera, retrata la vida del protagonista como un eterno retorno hacia lo conocido donde, luego de que un suceso altere su vida, este busca sin reparos ni licencias volver a poner todo en el mismo lugar. Aquí es donde podemos trazar un paralelismo con la obra de la mencionada Chantal Akerman. En Jeanne Dielman, 23, Quai de Commerce, 1080 Bruxelles (1976) Chantal Akerman muestra los quehaceres diarios de una ama de casa de día y prostituta por la tarde. La protagonista se ajusta a una rutina compulsiva y quedará desorientada cuando su método se vea alterado. Se ve distante, como si se tratara de una máquina programada para realizar las mismas acciones una y otra vez sin manifestar sentimiento alguno que genere apatía en el espectador. En Reemplazo incompleto, Szulanski hace algo similar. El plano fijo, la cadencia al hablar y la casi completa inexistencia de gestos hace que vivamos la rutina de Gregorio como propia. Los primeros minutos de la película pueden resultar extraños para el espectador que no esté acostumbrado a este tipo de propuestas pero con el correr del metraje, el director logra generar esa sensación de eterno retorno. Ahí es donde reside el mayor mérito de Reemplazo incompleto, augurio de un buen inicio en la carrera del realizador.