El símbolo perdido En Las aspas del Molino (2013), el director chileno Daniel Espinoza García realiza una exhaustiva investigación sobre la mítica confitería y un retrato fiel sobre la identidad nacional reflejada en la arquitectura de la ciudad. El punto más interesante del documental radica en la mirada de un extranjero sobre un misterio que se encuentra emplazado en la esquina de Rivadavia y Callao. ¿Por qué cerró la confitería El Molino? ¿Por qué, desde 1988, el edificio permanece abandonado? ¿En la actualidad, vive alguien en los departamentos que se encuentran sobre la confitería? Estas preguntas serán respondidas por Espinoza que en el año 2007 llegó desde Chile para estudiar cine y vivió durante algunos meses en uno de los departamentos que descansan sobre el famoso edificio. Espinoza acierta al recoger testimonios de personas que pasan frente a la confitería y contraponerlos con los arquitectos Rodolfo Livinsgton y Luis Grossmann, el senador Samuel Cabanchik y el filósofo Esteban Lerardo. Desde su respectiva área de interés, cada uno dará un significado al edificio que irá desde el valor arquitectónico del mismo hasta la recuperación de la identidad nacional. De esta contraposición, Espinoza infiere que muy pocos conocen la realidad de un edificio que todos creen conocer y deja al desnudo la ignorancia que hay sobre el tema. Desde la mirada de un director foráneo, esto adquiere un significado distinto ya que Espinoza se presenta como alguien que busca los orígenes de un lugar, y desde su ingenuidad se aproxima a las distintas versiones acerca de una de las esquinas porteñas más transitadas. Sería simplista encasillar a Las aspas del Molino como un documental que trata sobre una de las confiterías más famosas de la ciudad. La obra de Espinoza va más allá y se mete con la idiosincrasia argentina tras poner de relieve que la gran mayoría se siente orgullosa de un símbolo del que no conoce nada. El director desafía al espectador desde su lugar y apela directamente sobre el conocimiento que creemos tener y, de paso, echa luz sobre un edificio cuyo valor no reside en lo material sino en lo simbólico.
En Relatos Salvajes, Damián Szifrón se sirve de seis historias que tienen un elemento en común: la violencia contenida en cada uno de nosotros y cómo un hecho puede desencadenar una catarata de reacciones con consecuencias mortales. Hablar de Szifrón supone calidad. Lo demostró con Los Simuladores y Hermanos y Detectives en la televisión; y En el fondo del Mar y Tiempo de Valientes en el cine. En Relatos Salvajes cuenta con un elenco de primera y recursos que nunca se vieron en una producción nacional, exceptuando Metegol de Juan José Campanella. Locaciones magníficas, logrados efectos visuales e interpretaciones a la altura de cada segmento hacen de Relatos Salvajes una película que se destaca sobre cualquier otra producción nacional. Desde el principio y antes de los créditos iniciales, el prólogo anuncia y adelanta el humor negro que la teñirá y definirá en su totalidad. Las coincidencias que surgen entre los pasajeros de un avión, la justicia por mano propia en un restaurante en el medio de la ruta, el enfrentamiento de dos automovilistas, un ingeniero que chocará contra la burocracia, un padre que hará lo imposible para que su hijo no vaya a la cárcel y un casamiento que se verá opacado por una infidelidad. Estos son los disparadores que propone el director para mostrar lo peor de cada una de sus criaturas. Los personajes creados por Szifrón son seres violentos. Personas comunes que se ven inmersas en situaciones que los superan y ponen a prueba sus limitaciones. Justo cuando parece que se dan por vencidos frente a las circunstancias, redoblan la apuesta y hacen cualquier cosa por salirse con la suya aunque dejen la vida en el camino. Relatos Salvajes no es una obra maestra, ni siquiera es lo mejor que dirigió Szifrón (Tiempo de Valientes sigue siendo su mejor película) pero es innegable su gran puesta en escena, la calidad de las interpretaciones y la inusual magnitud de la producción en una cinta argentina. Nueve años pasaron para que Szifrón volviera al ruedo. Ojalá esta vez no tengamos que esperar tanto tiempo para que el director vuelva a perder el control SI 4/5
Varios críticos compararon El Planeta de los Simios: Confrontación con El Regreso del Jedi. Al principio, dicha equiparación puede sonar exagerada pero luego de ver la secuela de El origen del planeta de los simios se puede afirmar que Matt Reeves hizo una gran película que supera a su antecesora. Diez inviernos pasaron de los hechos acaecidos en la película anterior. César vive en comunidad con sus compañeros simios y los humanos mantienen una fortaleza en lo que queda de la ciudad de San Francisco luego de que la "gripe de los monos" llevara a la humanidad al borde de la extinción. Ambos mundo chocarán y el enfrentamiento será inevitable. Matt Reeves (Cloverfield, 2008) se ocupa de cada personaje y muestra las complejidades de cada uno. El líder César ahora es padre y tiene la difícil misión de mantener a su comunidad unida. Por otro lado deberá guiar a su hijo que cuestiona alguno de sus métodos y vigilar a Koba, su fiel seguidor. Reeves logra una secuela a la altura de la primera película de la saga original y pone el enfoque en las relaciones que se darán entre César y los humanos, en búsqueda de un vínculo pacífico y de cooperación. El director se toma el tiempo justo para mostrar a cada uno de los personajes y su pasado para entender por qué actúan de determinada manera. Andy Serkis vuelve a realizar un trabajo extraordinario en la piel de César. Jason Clarke y Keri Russell son las caras visibles de la colonia humana junto a Gary Oldman. Pero el que se lleva toda la atención es Toby Kebbell con su interpretación de Koba, el simio liberado por César en la película anterior y que ahora pone a la comunidad en jaque. El Planeta de los simios: Confrontación es una gran secuela y deja preparado el terreno para una continuación. Esperemos que siga en las manos de Reeves, un director que encontró el equilibrio entre efectos especiales y la profundidad de los personajes, cosa que no es muy común en las grandes producciones del país del norte. 4/5 SI
Clarosucuro gitano En Un día gris, un día azul, igual al mar (2013), Luciana y Melina Terribili realizan un documental cuyo principal mérito reside en la naturalidad de las protagonistas frente a la cámara y la pericia de las directoras al lograr un registro impecable sobre una historia de amor en un contexto adverso. Carmen vive en un barrio gitano situado en los alrededores de Granada, España, y reparte sus días cuidando a sus padres y asistiendo a una escuela de oficios. En un contexto económico que no ayuda, Carmen desea mudarse con su novia y alejarse de ese mundo que la tiene prisionera. Melina y Luciana Terribili llevan a cabo un registro íntimo en donde las cámaras pasan desapercibidas y las protagonistas hablan de sus problemas y de los miedos que conlleva una relación entre mujeres en un mundo que no les permitirá ser felices. La desesperación de Carmen y la imposibilidad de equilibrar el plano familiar con el de su noviazgo irá resquebrajando los cimientos de la relación al punto de cuestionar la continuidad de esta. Las directoras logran llevar adelante una narración fluida y dejan reservados los planos cerrados para aquellas escenas en las mujeres planean su futuro o hablan sobre la falta de trabajo en una España golpeada por la crisis. Los planos generales muestran a la protagonista en la ciudad como una más en una sociedad que le da la espalda y sin posibilidades de progresar. La música extradiegética está ausente y sólo se hace presente con los créditos finales. Carmen le pone música al relato con la canción a la que se refiere el título del documental. Un día gris, un día azul, igual al mar es un documental arriesgado que trata sobre la adversidad y el rechazo pero sobre todo acerca de la familia y de la difícil decisión de hacer nuestro propio camino.
Ser Humano "¿Qué es la verdad? Pregunta difícil, pero la he resuelto en lo que a mí concierne diciendo que es lo que te dice tu voz interior" Gandhi. ¿Por qué estamos aquí? ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos? ¿Cuál es la razón de nuestra existencia? En Humano (2013), Alan Stivelman se interna en Los Andes en busca de respuestas con una cámara y registra en primera persona su introspectivo viaje de auto descubrimiento. Alan busca respuestas a preguntas que los hombres se han hecho desde que son hombres. Decide viajar a Los Andes para encontrarse con Plácido, un paqo (“sacerdote”) andino que conoció en Buenos Aires algunos años atrás cuando ofreció una serie de charlas sobre la cosmovisión andina. El viaje será una prueba para su físico pero sobre todo para su mente. Distintos ritos le serán revelados como herramienta para ampliar su visión y encontrar el significado de ser humano. Con la cámara en constante movimiento, el director buscará respuestas que harán tambalear todas sus creencias. El paisaje se revelará ante sus ojos y el sonido del viento tapará, por momentos, las voces humanas. Es la voz de la naturaleza que se hace presente y gana protagonismo en cada fotograma. Plácido, su compañero y guía espiritual, es un personaje formidable. Mantiene al espectador atento con cada palabra que pronuncia y al poco tiempo de aparecer en escena, se convierte en el principal atractivo del documental. Su sabiduría se refleja en cada pensamiento que arroja a Stivelman. Lo provoca y lo desafía para que encuentre las verdades que quiere conseguir. Un rito chamánico, un sueño o una historia que cuenta Plácido que no pueden ser grabados por el objetivo de la cámara serán reconstruidos a través de animaciones muy bien realizadas que logran poner en imágenes sentimientos que serían imposibles de transmitir con palabras. Stivelman muestra un mundo desconocido por la mayoría, un mundo que se encuentra no muy lejos de nuestro país y que, de conocerlo, podría llegar a cambiar nuestra vida y la manera en que vemos la realidad.
Esa constante búsqueda de identidad Señales (2014), de Guido Rosetti, comienza con una propuesta que a priori es interesante pero, con el correr de los minutos, salen a flote los problemas originados en un guión deficiente. Tres suicidios tienen a Tres Lomas en vilo y especialmente al comisario Molina (Roly Serrano) que no encuentra ninguna pista sobre las misteriosas muertes que tienen lugar en una hostería del pueblo. Un joven (Nicolás Mateo) arriba a Tres Lomas con la idea de aclarar el asunto y asistir al comisario. La película dirigida y escrita por Guido Rosetti y rodada en su totalidad en Tres Lomas tiene un comienzo prometedor pero luego de unos minutos aparecen ciertas elecciones en el argumento que terminan por darle un tinte sobrenatural que ya se ha visto varias veces en el celuloide. La cinta guarda una estrecha similitud con 1408 (2007), película basada en un cuento de Stephen King. Allí, el personaje interpretado por John Cusack es un experto en fenómenos paranormales y decide pasar la noche en una habitación de hotel donde ocurren extrañas muertes. A medida que pasa el tiempo, el especialista documenta todo lo que va sucediendo y su doloroso pasado relacionado con la muerte de su hija es un tópico recurrente durante toda la película. En Señales, el joven que llega al pueblo también toma la determinación de encerrarse en la habitación de la hostería y documentar todo lo que va ocurriendo y sintiendo. Pero aquí el que ha perdido un hijo es el comisario y a cada paso siente su presencia y la sospecha de que el caso guarda una inquietante relación con su pasado. El mérito de Rossetti se encuentra en la elección de un casting parejo encabezado por Roly Serrano, que se carga la película sobre los hombros con su carisma y presencia en la pantalla. Mónica Scaparone también hace un gran trabajo como su esposa y las escenas que comparte con Roly Serrano se encuentran entre las mejores de la película. Asimismo, María Duplaá le da vida a la hija del matrimonio y, si bien no cuenta con muchas apariciones, su actuación se encuentra al mismo nivel que la de los veteranos actores. El punto más flojo reposa en la interpretación de Nicolás Mateo como el joven atrapado en una vida sin sentido que no logra transmitir ninguna emoción. En conclusión, el director apuesta a un género poco explorado en el cine nacional pero opta por un argumento que ya ha sido explotado con anterioridad. Su principal acierto es un elenco sólido y una muy buena banda de sonido. Dicho esto, Señales debe ser tomada como un paso más en la búsqueda de una identidad que otros directores han emprendido desde el cine independiente. Ahí reside su valor.
La segunda parte de Capitán América aspira a una narración donde se muestran los conflictos internos del héroe pero, con el correr de los minutos, todo queda desdibujado en un sinfín de escenas de acción. En Capitán América y el soldado del invierno, Steve Rogers sigue colaborando con S.H.I.E.L.D., la agencia de seguridad dirigida por Nick Fury. Junto a The Black Widow, emprende peligrosas misiones que aseguran la paz mundial. O, al menos, eso es lo que cree. Luego de que Nick Fury sufre un atentado, en lo que es la mejor secuencia de acción de la película, por parte del sicario conocido como El soldado del Invierno, Rogers se convierte en fugitivo y junto a The Black Widow y Falcon (Anthony Mackie) buscarán desenmascarar una conspiración que incluye a Hydra, la poderosa organización que Rogers conoció durante la Segunda Guerra Mundial. El jefe de la seguridad nacional Alexander Pierce (Robert Redford) lo acechará como un sabueso haciendo valer todos los recursos a su alcance para detener a los desertores. El comienzo de la cinta es prometedor. Rogers está fugitivo, cuestiona los medios que utiliza S.H.I.E.L.D. para acabar con sus enemigos y sus valores tambalean pero todo esto se esfuma. Pronto caemos en una continuación de escenas de acción muy bien filmadas y coreografiadas pero que no hacen otra cosa que distraer al espectador del conflicto por el que atraviesa el protagonista. Esta vez la dirección cayó en manos de Anthony y Joe Russo. Con una trayectoria que incluye varias comedias para televisión (Community, Arrested Develoment), se muestran cómodos con un género que hasta ahora no habían abordado. Los problemas comienzan cuando deciden volcarse totalmente a la acción y dejar de lado los aspectos más interesantes de la narración. Asimismo, Chris Evans, Scarlett Johansson y Samuel Jackson se repiten en sus papeles y no agregan nada a sus respectivos personajes en una película que tiene como único objetivo seguir sacando el jugo a una factoría y preparar el terreno para Los Vengadores: La Era de Ultron. SI 3/5 Ficha técnica: Dirección: Anthony Russo, Joe Russo Guión: Christopher Markus, Stephen McFeely Género: Acción, Aventura, Ciencia Ficción País de origen: Estados Unidos Año: 2014 Estreno(Argentina): 27 de marzo de 2014 Distribuidora: Disney
En Ella (Her), Spike Jonze toma como punto de partida una idea absurda y desarrolla una historia de amor en una sociedad donde las relaciones humanas pasaron a un segundo plano. Theodore (Joaquin Phoenix) es un tipo solitario. Recientemente se ha separado de su esposa y entre sus amistades cuenta con una pareja de amigos que se cruza de vez en cuando en el ascensor. Sus días se reparten entre el trabajo y alguna relación ocasional en un sitio de solos y solas. Pero un día aparece en su vida un nuevo sistema operativo que promete una nueva experiencia con el usuario. Theodore pierde la cabeza y se enamora de Samantha (Scarlett Johansson), una voz que lo comprende como nadie lo había hecho en su vida. Spike Jonze elabora una historia sobre las relaciones, las rupturas y las desilusiones a las que estamos sometidos cuando nos enamoramos. "Enamorarse es una forma de locura socialmente aceptada" le dispara su amiga interpretada por Amy Adams y la película refleja todos los estados por el que atraviesa una persona cuando se enamora perdidamente de alguien o, en este caso, de algo. En una ciudad ambientada en un futuro no tan distante, el director muestra a una sociedad que ha elegido dejar de mirarse a los ojos y sumergirse en una pantalla donde tienen la sensación de control. Una visión de un porvenir vacío y donde las interacciones entre humanos quedan relegadas a un segundo plano. Joaquin Phoenix vuelve a entregar una actuación extraordinaria. A través de sus expresiones dejará entrever su alegría, su tristeza y desazón sin siquiera decir una palabra. Por otro lado se hace difícil no darle un cuerpo a Samantha. Scarlett Johansson hace un gran trabajo pero es inevitable no tenerla en mente durante toda la película. En Ella, Spike Jonze ofrece una idea original y descabellada que sirve para reflejar sobre la historia de amor entre un hombre y una inteligencia artificial en una época donde las personas no quieren tomar riesgos. SI 4/5 Ficha técnica: Título original: Her Dirección: Spike Jonze País: Estados Unidos Año: 2013 Duración: 120 min. Género: Drama, Romance, Ciencia ficción Reparto: Olivia Wilde, Amy Adams, Rooney Mara, Joaquín Phoenix, Scarlett Johansson, Chris Pratt, Portia Doubleday, Sam Jaeger, Spike Jonze, Bill Hader, Kristen Wiig, Brian Cox Director de fotografía: Hoyte Van Hoytema Diseño de producción: K.K. Barrett Guionista: Spike Jonze Montajista: Eric Zumbrunnen, Jeff Buchanan Producción: Spike Jonze, Vincent Landay Producción ejecutiva: Daniel Lupi Productora: Annapurna Pictures Web: www.herthemovie.com Distribuidora: Vertigo Films
En El club de los desahuciados, Matthew McConaughey brinda la mejor actuación de su carrera con un personaje que no es usual ver en el cine. Dirigida por el canadiense Jean-Marc Vallée (C.R.A.Z.Y., La reina Victoria), El club de los desahuciados (Dallas Buyers Club) trata sobre Ron Woodroof, un electricista y cowboy de rodeo oriundo de Texas que en 1985 es diagnosticado con SIDA. Los médicos le dan 30 días de vida y los costosos medicamentos, que en ese momento se encontraban en fase de prueba, no logran combatir a la enfermedad y su salud desmejora notoriamente. Cansado de esperar por drogas que empeoran su cuadro, Woodroof decide traficar remedios de México, comenzar su propio tratamiento y, cuota de por medio, ayudar a otras personas infectadas. Así nace el Dallas Buyers Club y comienzan los problemas para Woodroof ya que el gobierno federal y, en particular, la Administración de Alimentos y Medicamentos (Food and Drug Administration), lo investigarán a fondo. Lo interesante de la película es el cambio que se produce en el personaje principal. De ser un machista y homofóbico que como muchas personas de esa época veía a la enfermedad como algo que sólo contraían individuos del mismo sexo, luego de sentir en carne propia la lucha que debía afrontar la mayoría de los infectados, se convierte en una especie de portavoz de los derechos de los gays. Este cambio se produce por la ayuda de Crayon, un transexual interpretado por un correcto Jared Leto. El papel que le tocó interpretar estuvo entre los preferidos de la Academia y logró el premio como mejor actor de reparto. Lo mismo sucede con Matthew McConaughey, quien fuera protagonista de comedias románticas intrascendentes pero que aquí ha dado un vuelco y, gracias a un par de papeles, se erige como uno de los actores del momento. Asimismo, Jennifer Garner personifica a la doctora de Woodroof que quedará en medio de la lucha de este y los médicos que lo quieren utilizar como conejillo de indias. Sus convicciones tambalearán cuando este electricista decida seguir su propio tratamiento y demuestre que la industria farmacéutica sólo piensa en lucrar con los enfermos. En síntesis, El club de los desahuciados es una película cuyo personaje principal no estamos acostumbrados a ver en el cine y Matthew McConaughey logra llevar adelante un papel complejo sobre un hombre que se enfrentó a los poderosos y se alzó contra el sistema. 4/5 SI Ficha técnica: Dirección: Jean-Marc Vallée Guión: Craig Borten & Melisa Wallack Género: Drama País de origen: Estados Unidos Año: 2013 Duración: 117 minutos. Estreno(Argentina): 27 de febrero de 2014
Contrarreloj En Horas desesperadas (Hours, 2013), Paul Walker demostró que era un actor capaz de interpretar a personajes que salieran del prototipo del cine de acción y darle vida a un tipo común y corriente que se ve desbordado por una situación extraordinaria. Nolan Hayes ingresa a un hospital de Nueva Orleans con su esposa a punto de dar a luz. Minutos después, el médico le informa que su mujer ha muerto pero que ha nacido su hija. Ahora, la bebé debe permanecer en una especie de incubadora que le proporciona oxígeno para mantenerla con vida pero cuando el huracán Katrina haga sentir toda su fuerza, Nolan deberá hacer lo que sea para cuidar a su hija. En uno de los últimos trabajos de Paul Walker queda claro que detrás del carilindo que caminaba de una forma un tanto peculiar en la saga de Rápidos y furiosos había un actor con talento que podía meterse en la piel de personajes corrientes que se ven envueltos en una situación que los llevan a traspasar cualquier límite para mantenerse a flote. El huracán Katrina golpeó fuerte a los estadounidenses y esto también ha sido reflejado en el cine. En Un maldito policía en Nueva Orleans ((Bad Lieuteman, 2009) de Werner Herzog, Nicolas Cage era un policía un poquito corrupto que se involucraba con gente peligrosa con el trasfondo de una ciudad devastada. Si bien en Horas desesperadas la temática es diferente, el fenómeno climatológico está presente en toda la cinta con fragmentos de los noticieros que cubrieron la historia. Horas desesperadas es un drama con elementos de thriller. Su director, Eric Heisserer (guionista de Pesadilla en Elm Street, Destino Final 5 y La cosa) logra mantener el suspenso pero, luego de la primera mitad del film, comienza a repetirse y termina ofreciendo una sucesión de escenas en las que el protagonista parece ser el tipo con más mala suerte en el mundo. Todo el peso dramático de la narración recae sobre los hombros de Paul Walker y logra sorprender con una actuación a la altura de las circunstancias. Los instantes posteriores a la muerte de su esposa y el primer acercamiento con su hija devela una faceta poco conocida del actor. Es inevitable que la película tome cierta relevancia por el trágico final de Paul Walker. Lo cierto es que es una cinta que pasa desapercibida pero, al mismo tiempo, deja ver una actuación distinta de lo que estábamos acostumbrados a ver en un actor que todavía no había dado la mejor actuación de su carrera.