Descifrar la memoria En El Almanaque (2012), José Pedro Charlo realiza un estudio sobre la memoria a partir de la historia de un preso político que pasó doce años encerrado en una de las cárceles más significativas de Latinoamérica. 4646 fueron los días que el uruguayo Jorge Tiscornia pasó en el Penal Libertad, una de las cárceles que el país oriental reservaba para los presos políticos. Tal vez haya sido para crear una rutina o para registrar minuciosamente los sucesos lo que llevó a Jorge a escribir un diario en el que, mediante códigos, relataba los hechos que vivió durante el cautiverio. Escondido en unos zuecos que él mismo fabricó, el documento sobrevivió para relatar aquellos años. Charlo nos dará casi ninguna o poca información sobre el pasado de Tiscornia. Sabremos que era un estudiante de ingeniería que al año de involucrarse en la militancia política fue arrestado y confinado al Penal Libertad junto a otros compañeros del movimiento Tupamaros. Ahora pasa sus días asistiendo a una cooperativa y dando rienda suelta a la fotografía, un hobby que lo mantiene ocupado todos los atardeceres. El director no hará una revisión de aquellos años oscuros y solamente se dedicará a narrar la historia del protagonista. La violencia política de los años setenta será el trasfondo del tema principal: la importancia de la memoria y los recuerdos y la singular tarea de llevar un registro de los 4646 días que Jorge estuvo preso para mantenerla viva. Aquí se podría trazar un paralelismo con Vals im Bashir (Vals im Bashir, 2008), el documental animando de Ari Folman en el que el conflicto entre Israel y el Líbano era abordado por un veterano de guerra que había olvidado cierto hecho en el que estuvo implicado. La búsqueda desesperada de lo sucedido lo hará preguntarse sobre la mecánica de los recuerdos y el por qué pudo haber olvidado algo tan importante en su vida. Pensar a Vals im Bashir como un documental bélico sería tan erróneo como definir a 4646 en un documental que trata sobre la dictadura uruguaya. José Pedro Charlo sigue al protagonista en la tarea de recuperar esos recuerdos junto a un valioso material de archivo que verá la luz por primera vez con el estreno de este documental. Si bien la violencia política sobrevuela todo el metraje, resalta a la vista la importancia de mantener viva a la memoria. Con planos fijos o con la cámara en movimiento y con una banda sonora casi imperceptible pero necesaria, Charlo se posiciona desde otro lugar para hablar sobre la dictadura uruguaya y la historia de un hombre que hizo lo necesario para mantenerse con vida y dejar testimonio de los 4646 días que estuvo preso.
Luego de la declaración de amor al cine que fue La Invención de Hugo (Hugo, 20011), Scorsese regresa con El Lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013) a ese estilo único que lo coloca como uno de los mejores cineastas de todos los tiempos. En Lecciones de cine de Laurent Tirard, Scorsese hace la distinción entre directores y cineastas. Mientras que los primeros sólo interpretan el guión y lo convierten en imágenes a partir de palabras, los cineastas adoptan el material de otro y le imprimen su visión personal. El cineasta rodará la película y dirigirá a los actores de una determinada manera que acabará por transformar el film para que forme parte del conjunto de obras con temas similares que constituyen su filmografía. Toro Salvaje (Raging Bull, 1980), Buenos Muchachos (Goodfellas, 1990), Casino (1995), y El lobo de Wall Street forman un conjunto de películas que tienen un tema unificador: ascenso y posterior caída del protagonista. En El lobo..., Scorsese entrega su visión sobre Jordan Belfort, un corredor de bolsa que hizo millones de forma fraudulenta. Drogas, sexo, más drogas y descontrol eran parte de la rutina diaria de Belfort y sus socios. El formidable guión, basado en el libro de Belfort, es de Terence Winter (escritor de varios capítulos de Los Soprano y creador de Boardwalk Empire: el imperio del contrabando). El lobo de Wall Steet es una montaña rusa: el espectador sale literalmente exhausto de la sala luego de tres horas en las que abundan escenas que parecen salidas de la vida de una estrella de rock. Pero ese cansancio no es producto del aburrimiento ni mucho menos. El frenesí de Belfort (Leonardo DiCaprio) y su principal socio Donnie Azoff (Jonah Hill) en la escalada a la cima del comercio mundial agota en el buen sentido de la palabra. Uno termina cansado pero con la satisfacción de la tarea cumplida y con la certeza de que la experiencia cinematográfica fue completa. El elenco es insuperable. Leonardo DiCaprio se termina de consolidar y su tendencia a sobreactuar es contenida por Scorsese, lo que hace de este su mejor papel hasta el momento. La escena de la sobredosis en la que el protagonista termina con una parálisis quedará en la historia del cine. Jonah Hill es un partenaire ideal. En Moneyball (2011) demostró que estaba a la altura de Brad Pitt y ahora prueba que no sólo es un actor de comedia. Por otro lado, el director Rob Reiner interpreta al padre de Belfort y será el encargado de contenerlo a él y a sus socios. La bella Margot Robbie interpreta a la esposa de Belfort y deja en claro que no se trata solamente de una cara bonita. La pequeña participación de Matthew McConaughey es determinante en la historia y le abrirá el camino al personaje de DiCaprio para que se convierta en El lobo de Wall Street. El reparto se completa con Kile Chandler en el papel del agente del FBI que acechará a Belfort y a todo su grupo. Además, Jon Bernthal, Jon Favreau y Jean Dujardin en papeles menores harán que cada pieza funcione correctamente. Scorsese reservó un papel hasta para el mismísimo Jordan Belfort hacia el final de la cinta como presentador en una conferencia a la que asiste el personaje de DiCaprio. Y la escritora Fran Lebowitz, que fue objeto de un documental de Scorsese, hace una breve aparición como jueza. En conclusión, El lobo de Wall Street trae al mejor Scorsese y los temas recurrentes en su filomografía: el deseo de pertenencia, el límite normal del universo entre los hombres comunes y los monstruos, y la traición. 4,5/5 SI Ficha técnica: País de origen: Estados Unidos Año: 2013 Estreno en Argentina: 2 de enero de 2014 Dirección: Martin Scorsese Guión: Terence Winter Género: Policial, Drama, Comedia, Biográfica. Distribuidora: Diamond Films
Sin dinero no hay paraíso Paraíso Amor es la primera parte de la trilogía en la que el director austríaco Ulrich Seidl vuelve a desplegar su particular estilo para poner el foco en el turismo sexual y en la búsqueda de la felicidad a través de la satisfacción de los deseos más básicos. En su país, Teresa es una mujer de mediana edad que pasa sus días como encargada en un parque de diversiones. Luego de dejar a su hija y a su gato bajo el cuidado de su hermana se dirige a Kenia, en donde se encontrará con un grupo de mujeres cuyo único objetivo es el de tener sexo con los lugareños. Allí Teresa formará parte del selecto grupo que los keniatas denominan “sugarmamas”: mujeres blancas con un poder adquisitivo mayor que el de ellos y que están dispuestas a pagarles no sólo para satisfacer sus impulsos sexuales, sino para sentirse amadas aunque sea por un momento. Seidl hace un retrato de la sociedad africana en la que la miseria y la enfermedad es lo habitual y la prostitución es una forma válida para tratar de sortear estos obstáculos. Esta miseria contrasta con la espectacularidad de los paisajes naturales y con la opulencia que manifiestan los visitantes, quienes no tienen tapujos en demostrar el supuesto poder que les otorga su moneda. De esta manera, los africanos serán objeto de burla y se los retratará como meros productos que están hechos para satisfacer necesidades básicas. El problema surgirá cuando la protagonista busque algo más que eso y descubra que de a poco se irá convirtiendo en un engranaje más de una maquinaria perversa. El director, que cuenta con varios documentales en su haber, elige filmar con planos fijos en interiores para tomar un punto de vista neutro y no juzgar las acciones que van sucediendo frente a cámara: sólo se encarga de mostrar y será el espectador el que deba juzgar. Esto contrasta con las escenas en exteriores, donde la cámara persigue a la protagonista en su frenética búsqueda y deja que sus sentimientos emerjan y la frustración se haga presente. Tomada por separado y no como parte de una trilogía, Paraíso Amor es una obra de ficción que refleja una realidad que ocurre y se hace palpable pero el director elige tomar distancia de un hecho grave y no tomar parte. El film no entrega nada nuevo, se presenta como un falso documental que no arriesga nada y sólo deja la enseñanza de algo que ya sabemos: el dinero no puede comprar amor.
La espectacularización del morbo Alex de la Iglesia toma como punto de partida la crisis española y realiza una crítica a los medios y a la sociedad en general. Con un elenco extraordinario y los toques de humor típicos de este director, La Chispa de la Vida es otra prueba del buen momento que está atravesando el cine español gracias al talento de un cineasta excepcional. Roberto (Jose Mota) es un publicista que como otros miles de compatriotas se encuentra sin trabajo. Nadie parece recordarlo por ser el creador de la publicidad “La chispa de la vida” de Coca-Cola. Su esposa Silvia (Salma Hayek) es el sostén que le da fuerzas para seguir adelante. Luego de otra decepcionante entrevista de trabajo en la que De la Iglesia retrata el delicioso mundo corporativo, José decide ir al hotel donde pasó la noche de bodas junto a Silvia pero resulta que ahora el lugar se ha convertido en un museo. Un paso en falso y sufre un accidente que lo dejará al borde la muerte. Ahora, José idea un plan para sacarle provecho a su desgracia y salvar su economía. Y comienza el show. El director aprovecha cada situación para incluir alguna situación cómica en un drama inusual pero lo central aquí es la espectacularización de la noticia que supera cualquier límite ético: Roberto se convierte en un producto al que hay que explotar como sea. Y el primero en entender eso es el mismo protagonista. La imposición de un producto, tener una entrevista exclusiva y hasta un posible reality show son los planes que el representante de Roberto tiene en mente. De la Iglesia hace un fresco sobre el tipo de noticias que consumen las grandes masas. No importan las razones que llevaron al protagonista al borde de la muerte sino el ahora y el morbo que despierta la desgracia ajena. Como en toda la filmografía del español, los actores secundarios tienen un papel preponderante en el desarrollo de la trama. Blanca Portillo interpreta a una restauradora sin escrúpulos que hará lo posible para salvar al patrimonio de la ciudad y no a un habitante, mientras que Carolina Bang será la periodista con códigos que ayudará a la familia caída en desgracia. Antonio de la Torre y Santiago Segura también son de la partida y sus respectivos aportes realzan un elenco extraordinario. La chispa de la vida no sobresale en la filmografía de De la Iglesia pero se rescata por retratar de manera fiel las miserias humanas que emergen de una tragedia y de cómo la espectacularización del morbo puede servir para tapar la realidad de miles.
Enemigo interno En Policeman, el director Nadav Lapid realiza un esbozo de la violencia que se vive en Israel. No por parte de los palestinos, como se podría llegar a pensar de antemano, sino por las acciones de la policía y de un grupo revolucionario descontento con la sociedad en la que viven. Yaron forma parte de un grupo de elite de la unidad antiterrorista israelí. Cuando no está en su trabajo reparte su tiempo entre su esposa, que se encuentra a punto de dar a luz, y sus compañeros que, junto a él, fueron culpables de un hecho de gatillo fácil. En paralelo veremos a un grupo de adolescentes que, asqueados de la sociedad, deciden dar un golpe certero al sistema. Lapid ofrece un esbozo de la situación actual en Israel y hace una profunda crítica al Estado y a la sociedad en general. Muestra a la policía como un grupo preparado para actuar pero sin importar las consecuencias. Hombres que están siempre listos y que no tienen un margen de tiempo para pensar. Hecha la crítica al Estado, el director se concentra en la sociedad. El grupo de jóvenes, cansados de un sistema que beneficia a los ricos y oprime a los pobres, decide armarse y hacer justicia a su manera. Lapid insiste en secuencias en las que se los muestra decididos pero poco preparados para echar a rodar su suerte. Desde el punto de vista técnico, Policeman es impecable. Una buena fotografía y actuaciones acordes al producto final hacen que la película sea interesante desde el arranque. Lapid demuestra que tiene un buen pulso para mantener la tensión pero en el fondo hay un problema de escritura. Divide el relato y quiere mostrar las dos realidades en pantalla. Es una idea muy noble pero requiere una escritura más fina y un tiempo del relato algo más extenso. La tesis que propone de israelíes peleando contra israelíes logrará captar la atención de cualquier espectador. Sin embargo, esto no alcanza y el director se empecina en mostrar a los dos bandos que indefectiblemente se enfrentarán hacia el final de la cinta. Hubiera sido preferible que se concentrara en un solo bando y a partir de ahí construyera una historia más atractiva con personajes que logren generar empatía con el espectador. En conclusión, Policeman tiene todo para convertirse en una gran película pero se queda a mitad de camino. Por momentos parece que estamos frente a dos películas en las que no se llegan a desarrollar bien los personajes y sus motivaciones reales frente a un Estado que se ha concentrado en el enemigo externo, ha olvidado mirar hacia adentro e ignorado la violencia que él mismo ha generado.
El Hobbit: La desolación de Smaug es más entretenida que su antecesora y deja preparado el terreno para el gran final. Con escenas de acción coreografiadas hasta el más mínimo detalle y con la suma de varios personajes, Peter Jackson vuelve a cautivar con su visión de la Tierra Media. La película comienza con un prólogo a la gran aventura que comenzó en El Hobbit: Un viaje inesperado. Y, como chiste, el director vuelve a hacer un cameo como el que hizo en El Señor de los Anillos: La comunidad del Anillo. Gandalf se reúne con Thorin para comenzar a delinear el plan que necesitará de Bilbo para recuperar lo que era de los enanos. La próxima secuencia ubicará a Bilbo y a los enanos en pleno viaje hacia la Montaña Solitaria para reclamar el reino de Erebor. En su camino se toparán con distintos peligros entre los que se encontrarán los elfos que los tomarán como prisioneros. El regreso de Legolas (Orlando Bloom) y la incorporación de Tauriel (Evangeline Lilly), concesión hecha por el propio director y los guionistas, agregarán un interés romántico a la historia. La secuencia mejor lograda es sin dudas aquella en la que los enanos se escapan dentro de barriles mientras los orcos los acechan. Peter Jackson se mueve como pez en el agua y despliega todo su arsenal visual para sorprender y mantener en vilo al espectador. Otro de los momentos esperados era la aparición de Smaug, el dragón. Con la voz de Benedict Cumperbatch, el momento tan ansiado por los fanáticos cumple con las expectativas y también será una delicia para los seguidores de la serie Sherlock, que reúne a este y a Martin Freeman como compañeros. Lo único que podría llegar a reprochársele al director es el uso excesivo de la digitalización en la creación de las distintas criaturas. En El Señor de los Anillos los orcos sorprendían por el gran trabajo de maquillaje para darles vida a estos seres. En conclusión, la segunda parte de El Hobbit supera a su antecesora y deja listo el camino para que dentro de un año se estrene la ultima parte, que promete todavía más acción y aventura. 4/5 SI Ficha técnica: País de origen: Estados Unidos, Nueva Zelanda Año: 2013 Estreno en Argentina: 12 de diciembre de 2013 Dirección: Peter Jackson Guión: Peter Jackson, Fran Walsh & Philippa Boyens Género: Acción, Aventura Distribuidora: Warner Bros.
En El abogado del crimen, Ridley Scott unió fuerzas con el escritor Cormac McCarthy y un elenco de estrellas. El resultado es una película con un guión ambicioso y escenas que quedarán grabadas en las retinas de los espectadores. De todos modos, sobrevuela la idea de que con tanto talento involucrado se podía esperar más. El octogenario McCarthy estuvo muy involucrado en la película. Además de haber escrito el guión, es el productor ejecutivo y, como tal, asistió al rodaje y ultimó detalles en la versión final. Y eso se nota desde el primer minuto de la cinta con diálogos existencialistas y pseudo-filosóficos que deleitarán a los fanáticos del escritor pero no a los seguidores del cine de Ridley Scott. Por momentos, se pierde el hilo de la acción y da la sensación de que estamos frente a la lectura de una novela repleta de aforismos acerca de la vida. Es el autor que habla a través de los personajes y ofrece su mirada sobre este mundo tan atractivo como violento. Pero cuando parece que la película desbarranca y no la salva ni el director de Gladiador ni el elenco que incluye a la élite de Hollwood, tienen lugar impactantes escenas de violencia y una curiosa secuencia de sexo protagonizada por Cameron Diaz y una Ferrari que nos descoloca como espectadores. No se está diciendo que el guión sea malo ni mucho menos. Las interacciones entre los personajes son interesantes pero suenan un poco artificiales. Es decir, se haría más fácil su lectura como novela pero en el celuloide suenan inverosímiles. Las actuaciones están a la altura de la película pero, entre tantas estrellas, sobresalen Michael Fassbender y Cameron Diaz. Javier Bardem y Penélope Cruz quedan relegados por la naturaleza misma de los personajes que componen. El primero interpreta al socio del abogado y la segunda a la prometida del personaje de Fassbender. Da la sensación de que cualquier otro actor podría haber interpretado sus papeles con un resultado similar. Por supuesto que la diferencia entre la elección de estos actores y otros se dará a la hora de contabilizar las entradas. Brad Pitt también logra una buena interpretación como intermediario entre el abogado y el cartel. El abogado del crimen es una película que sobresale del resto por la unión de Ridley Scott, Cormac McCarthy y un elenco de lujo. Esto generó demasiada expectativa y puede ser que más de uno se sienta defraudado pero, sin lugar a dudas, no pasará desapercibida. 3/5 SI Ficha técnica: Dirección: Ridley Scott Guión: Cormac McCarthy Género: Acción Año: 2013 Estreno(Argentina): 14 de noviembre de 2013 Reparto: Brad Pitt, Michael Fassbender, Javier Bardem. Cameron Diaz, Penélope Cruz, John Leguizamo, Natalie Dormer, Rubén Blades.
Considerada una obra de culto, Arrebato, de Iván Zulueta, llega a nuestro país 34 años después de su estreno en España. A pesar de que fracasó comercialmente en su país de origen por el tratamiento explícito que se hacía sobre las drogas, la película fue todo un suceso al editarse en formatos hogareños. Una historia original interpretada magníficamente y dirigida de una forma impecable por un obsesivo del cine. A primera vista el argumento es simple: José, un jovencísimo Eusebio Poncela, es un director de cine clase B, quien se encuentra por terminar su segunda película. Su rutina se ve alterada cuando recibe un casete de audio y una cinta de super 8 de Pedro (Will More), un amigo de su pasado. De esta manera comienza a recordar, sumergiendo al espectador de lleno en la historia con un flashback. En simultáneo, la acción se sitúa de nuevo en el presente y sigue su curso con Ana (una de las primeras apariciones de Cecilia Roth en el cine español) y la relación destructiva que mantiene con José. Mientras la heroína corre por sus venas, el protagonista descubre un extraño fenómeno que lo obsesionará por completo. El tiempo del film será el que se tome el personaje de Eusebio Poncela en escuchar la cinta. Esta relación que mantienen conecta la historia y se transforma en una perturbación que no sólo rompe la linealidad del argumento, sino que refleja la alteración que sufren los personajes por su adicción a la cocaína y a la heroína. En este contexto Zulueta incorpora aspectos que a simple vista parecen secundarios pero no lo son: características técnicas de la cinematografía (máquina de montaje, el uso de proyectores, pantallas y cámaras), un rescate al extraordinario poder de la imagen (cómics, pósters de películas, fotografías), un aprovechamiento de los lugares cerrados con movimientos de cámaras y angulaciones precisas, una dirección de fotografía algo caótica que no hace otra cosa que realzar el estilo del cineasta y, finalmente, una música omnipresente, molesta por momentos, pero que pone en relieve el horror que significa el descubrimiento que hace el personaje de Poncela. Si por algo Arrebato es considerada una obra mayúscula es por la fuerza con la que Zulueta imprime sus fobias, miedos y pasiones. Las características de este director están repartidas en los personajes de José (un director cansado del aspecto industrial del cine y tomado sólo como trabajo) y el de Pedro (el experimentador, el hombre que utiliza el poder cautivante de las imágenes como escape hacia un mundo sensorial que rompa la rutina diaria). El fracaso comercial descansó en el tratamiento que se hacía de las drogas. Esto encuentra su origen en la propia realidad del director ya que fue víctima del reparto gratuito de drogas que hizo la Guardia Civil en el País Vasco para terminar con la ETA. De ahí viene ese constante y realista panorama que dibuja en el film. Otro hecho que salta a la vista son las dificultades técnicas a las que se enfrentó el director. La película tuvo que ser doblada ya que en la mitad del rodaje abandonaron el set los profesionales que estaban a cargo de la producción. Quedaron sólo los amigos de Zulueta y el director de fotografía. En una secuencia aparece una amiga de Pedro con una voz muy particular. No es otro que Pedro Almodóvar, quien cuando terminaba su jornada de trabajo en Telefónica asistía en el doblaje a su amigo. Tuvieron que pasar 34 años para que Arrebato llegue a nuestro país. Una película fascinante que mantiene la atención del espectador hasta el último y fatal fotograma. El segundo largometraje que realizó Iván Zulueta es una obra única que sólo cometió el pecado de haberse adelantado a su época.
En The Iceman, Michael Shannon interpreta a Richard Kuklinski, un asesino a sangre fría que prestó sus servicios a la mafia durante casi veinte años sin que su familia lo supiera. El director Ariel Vromen hizo un gran trabajo en la elección del protagonista pero no llega a plasmar la brutalidad de este hombre hacia su círculo más íntimo y termina por brindar una imagen de Kuklinski muy diferente de la real. Kuklinski no fue un asesino común y corriente. Se le atribuyen más de doscientas muertes y estuvo involucrado en el asesinato de Carmine Galante, jefe de la familia Bonanno y Paul Castellano, líder del clan Gambino, dos de las familias mafiosas más importantes de Estados Unidos. Se hizo célebre por sus extraños métodos, entre los que se destacaba dejar a sus víctimas atadas de pies y manos y esperar a que las ratas se las comieran vivas. Kuklinski filmaba esto con una cámara super 8 para que luego lo vieran sus contratistas y comprobaran que había hecho un buen trabajo. Vromen tenía una gran tarea al condensar en 90 minutos la historia de este hombre, quien cometió su primer asesinato a los 13 años de edad. Junto a Morgan Land tomó el período de tiempo en el que Kuklinski trabajó bajo las ordenes de Roy DeMeo (Ray Liotta), un miembro de la familia Gambino, que era conocido por cometer brutales crímenes en un bar de su propiedad. Director y guionista enfatizan las dos caras de este hombre que podía pasar de padre amoroso a asesino a sueldo en un abrir y cerrar de ojos. Pero en el camino dejaron de lado la violencia doméstica que sufría Debora, la esposa de Kuklinski, interpretada por Winona Ryder, quien ayer estuvo cumpliendo años. Sólo se limitaron a mostrar una explosión de rabia que finaliza con unos platos rotos y una pelea con un automovilista imprudente. Si bien no se logra plasmar esa violencia hacia su familia, sí se evidencia su crueldad hacia sus víctimas con sus complejos métodos para matar. Métodos que afina cuando se encuentra por casualidad con otro asesino a sueldo conocido como Mr. Freezy (Chris Evans) que usa como fachada un camión de helados. Vromen logra dotar a este film de un realismo no visto en otros del género y sería injusto encasillarla como una película más sobre la mafia. The Iceman es un drama sobre un hombre que debía hacer equilibrio entre dos mundos y no desmoronarse en el camino. Además hay pequeñas participaciones de James Franco y Stephen Dorff pero el que sobresale es David Schwimmer como un matón de la banda de DeMeo. El ex Friends vuelve a demostrar que no sólo es capaz de interpretar papeles cómicos. En conclusión, The Iceman es un drama que trata de alejarse de la clásica película sobre mafiosos para centrarse en la vida de este hombre que se hizo un lugar en el mundo utilizando la violencia y el asesinato para resolver cualquier problema que se le presentara. 3/5 SI Ficha técnica: Dirección: Ariel Vromen Guión: Ariel Vromen & Morgan Land Año: 2012 Género: Acción, drama Reparto: Michael Shannon, Winona Ryder, Chris Evans, Ray Liotta, David Schwimmer, John Ventimiglia, James Franco, Stephen Dorff.
Como la vida misma Paul Greengrass dirige Capitán Phillips y vuelve a entregar una película realista que cuenta con grandes momentos de tensión sin descuidar la construcción de personajes basados en individuos ordinarios que se vieron inmersos en una situación extraordinaria. El inglés ya puede considerarse un experto en este tipo de películas: en Domingo Sangriento retrató la matanza de ciudadanos irlandeses durante una manifestación por parte del ejército y en Vuelo 93, las horas desesperadas que vivieron los pasajeros de uno de los aviones secuestrados el 11 de septiembre. La película está basada en el libro A Captain’s Duty: Somali Pirates, Navy SEALs and Dangerous Days at Sea escrito por Richard Phillips, un marino mercante que en 2009 sufrió el ataque de piratas somalíes en el buque Maersk Alabama. Desde los primeros minutos nos meteremos en la vida de Richard, la relación con su esposa y su creciente preocupación por el futuro de sus hijos. Mientras tanto, en las costas de África, un grupo de mercenarios prepara el ataque al barco con la esperanza de hacerse con un botín millonario. En estas dos escenas, Greengrass presenta a los personajes y muestra las diversas realidades que se verán enfrentadas de manera inminente. Tom Hanks es también un experto a la hora de representar a tipos comunes y corrientes y su Capitán Phillips no será la excepción. Si la decisión de darle este papel a Hanks es un gran acierto de Greengrass, también lo es la elección de Barkhad Abdi como el líder de los piratas. La labor de este actor es fenomenal, teniendo en cuenta que es su primera aparición en el cine y logra hacerle frente a un veterano como Hanks. Es interesantísimo el desarrollo del duelo que se irá dando entre estos dos personajes comunes que tendrán que tomar decisiones que podrían afectar no sólo su vida, sino la de las personas que lideran. Y en este punto es donde se hace presente la mano de Greengrass, uno de los pocos directores que, sin descuidar la creciente tensión de la trama, presenta a personajes corrientes que de manera inusitada se ven sumergidos en una situación de vida o muerte.