Mi pasado me condena Después de la muerte de Evie el psicoterapeuta Peter Bowers (Adrien Brody) y su esposa deciden reubicarse en otra ciudad, alejándose de todo lo que les recuerda que alguna vez tuvieron una hija. Ahora Peter tiene que empezar de nuevo y gracias al Dr. Duncan Stewart (Sam Neill), un antiguo profesor suyo que también lo ayuda a superar su gran pérdida, consigue un puñados de pacientes a quienes atiende en su nueva oficina. Pero la culpa y los recuerdos del día en que Evie sufrió su fatal accidente atormentan a Peter al punto que ya comienza a dudar de su propia sanidad mental. Tiene pesadillas cada vez más recurrentes y visiones que involucran a sus nuevos pacientes, lo que termina por llevarlo hasta el pequeño pueblo en el que creció, donde todavía vive su padre y donde deberá enfrentar sus propios demonios, resolviendo un misterio que lleva muchos años encerrado en su cabeza. Backtrack es un thriller psicológico de origen australiano con unas cuantas pinceladas de terror que, como bien se aclara en el póster para su estreno en Argentina, busca hacer leña del árbol caído y no esconde sus intenciones de parecerse a otros -mejores- exponentes del género, como Sexto Sentido o Los Otros. Lejos del nivel de Shyamalan y Amenabar, esta segunda incursión en la dirección de Michael Petroni, también guionista de El Rito y Ladrona de Libros, no deja de ser una efectiva, y por momentos interesante historia de fantasmas, donde los espectros vuelven a funcionar como una alegoría para un hecho traumático del pasado, que nuestro protagonista todavía no ha logrado superar. Aunque en escasas oportunidad, siempre que la película busca atemorizarnos lo hace escapándose del jumpscare o golpe de efecto, priorizando la construcción del suspenso y la tensión. De nuevo, Petroni no tendrá el talento de Shyamalan y Amenabar para asustar, pero está cerca y logra un puñado de escenas efectivas, que deberían ser suficiente para los amantes del terror que entren a la sala dejando sus grandes pretensiones en la puerta. En los cines de Argentina la película podrá verse con el título Ellos vienen por ti, que suena un tanto parecido al de A veces ellos vuelven, telefilm de comienzos de los noventa basado en un cuento del maestro Stephen King, que no tan casualmente cuenta una historia bastante similar en la que un profesor de secundaria regresa a su pueblo natal, para terminar enfrentando a los fantasmas de unos pandilleros que asesinaron a su hermano mucho años atrás. Las similitudes entre ambas tramas son abundantes, sin embargo en Backtrack la solemnidad es mucho mayor, con atmósfera sombría y por momentos apostando más al drama y a la construcción de un personaje atormentado, en lugar de a una cinta púramente de género como fue la estrenada 1991. Conclusión Ellos vienen por ti es un thriller psicológico de lo más clásico y sin grandes aspiraciones que coquetea con lo sobrenatural, protagonizada por un correcto Adrien Brody que no encuentra dificultad alguna para llevar adelante la película. Una historia que lo que carece de originalidad lo compensa con efectividad, alcanzando algunos buenos momentos pero sobre todo manteniendo el interés de los espectadores hasta la revelación final.
Hace algunos años el director Rodrigo Grande había sorprendido con la excelente Cuestión de Principios, película que contaba con guión de Roberto Fontanarrosa y que demostraba que todavía se pueden hacer buenas comedias costumbristas, sin caer en la chabacanería que viene arrastrando el género desde hace ya más tiempo del que me gustaría recordar. Casi una década antes había estrenado Rosarigasinos, una comedia dramática con Federico Luppi y Ulises Dumont como dos gángsters de poca monta, que dejaban la cárcel después de veinte años, encontrándose en el exterior con un mundo distinto al que conocían. Aunque muy diferentes entre sí, la comedia parece ser un género dentro del cual Grande se siente cómodo y era seguro suponer que continuaría ese camino. Pero dicha suposición hubiera sido equivocada, ya que si bien Al Final del Túnel encuentra algo de humor en los momentos y situaciones menos esperadas, es en realidad un tenso y atractivo thriller con un sólido trabajo de Leonardo Sbaraglia al frente. Una luz en el camino Desde que comenzó esta última etapa de cine de género nacional e industrial, digamos desde el estreno de Nueve Reinas hasta su consolidación con El Secreto de sus Ojos, las películas de suspenso y derivados han estado entre las preferidas por los realizadores. Las producciones son cada vez más grandes y la mayoría de las veces se busca también atraer al mercado español, por lo que las co-producciones con actores de renombre de ambos lados y una factura técnica impecable son cada vez más comunes dentro del cine argentino. Pero sacando algunos pocos casos puntuales, esta crecida en los valores de producción no siempre va de la mano de una historia sólida y bien contada. Joaquín está postrado en una silla de ruedas luego de sufrir un accidente automovilístico en el que perdiera a su esposa e hija. Vive sólo con Casimiro, un viejo perro que se rehúsa a caminar, en un antiguo y oscuro caserón descuidado desde hace años. Con intenciones de alquilar un cuarto, llegan hasta allí Berta y su hija Betty, quienes casi sin proponérselo le terminan devolviendo a Joaquín la alegría y las ganas de vivir. Pero como todo lo bueno, esto no dura demasiado. Trabajando en el sótano, Joaquín escucha ruidos en la casa vecina y descubre que allí se están alojando una banda de criminales, quienes se encuentran en plena construcción de un túnel que usarán para entrar en la bóveda subterránea de un banco lindero. Perseguido por las deudas y y en vistas de un posible futuro con Berta y Betty a su lado, Joaquín comienza a idear un plan que de concretarse lo dejará con un pequeña parte del botín de los malhechores, sin que estos se enteren de lo sucedido. Es el plan perfecto, hasta que algo sale mal. De una factura técnica impecable, Al final del Túnel cumple con todos lo requisitos de un buen thriller: atmósfera, tensión y vueltas de tuerca. Todo bien contenido dentro de una historia que, por pasajes, parece buscar inspiración en el cine de los más grandes del género como Hitchcock o De Palma. Leonardo Sbaraglia le pone el cuerpo a Joaquín, aguien que decidió darse por vencido y es traído nuevamente a la vida. Alguien que después de pasar años alejado del mundo, culpándose de la terrible pérdida que le tocó vivir, por fin ve una luz al final de su oscuro túnel y hará lo que sea necesario por alcanzarla. Un personaje ya perfectamente delineado en el guión, que Sbaraglia compone de forma magistral y lo transforma en uno de los papeles de su carrera. El actor de Caballos Salvajes e Intacto está bien acompañado por la española Clara Lago (8 Apellidos Vascos), a quien le toca interpretar a una madre soltera y bailarina argentina y logra dominar nuestro particular acento sin ningún tipo de problema. Los antagonistas de todo este asunto son Pablo Echarri y Federico Luppi, dos villanos que tienen muy buenos momentos pero que nunca son explorados tan a fondo. Al final del Túnel tiene buen ritmo y en todo momento resulta entretenida, pero llegando al tercer acto es cuando la cosa se pone verdaderamente interesante. Sobre los último 30 minutos sólo puedo decir que son lo más cercano a una lección de guión, dirección, montaje y actuación que vi en algún tiempo y no sólo dentro del cine nacional. Puede que no sea muy difícil de adivinar como es que terminará todo este asunto, pero la forma en que Grande resuelve este embrollo es súmamente gratificante. Conclusión Sin dudas estamos frente a uno de los estrenos nacionales de la temporada. Al final del Túnel es un thriller que hace todo bien y que sobresale en cada uno de sus apartados. Con un gran trabajo de Sbaraglia como bandera, un guión que nos mantiene atentos e interesados todo el tiempo y una de las resoluciones más efectivas que vayan a ver este año.
El enemigo entre nosotros Filmar una película en el más absoluto de los secretos es un privilegio que pocos se pueden dar. Pero si alguien es capaz de lograrlo dentro de una industria tan mediática y expuesta como la de Hollywood, no caben dudas que ese es J.J. Abrams. Con los estrenos de Super 8, pero especialmente con Cloverfield en el año 2008, se vivó una situación un tanto similar. Aunque en ese caso la película no apareció de la nada con un avance a tres meses de su estreno, los detalles de la historia se trataron como secreto de estado. Junto con una más que inteligente campaña de marketing, obligaba a los fanáticos a atar los cabos sueltos investigando nombres falsos de personas, compañías y productos por internet, cosa que no hacían más que agregar datos e información a un universo cinematográfico pensado hasta el más mínimo detalle y que va mucho más allá de lo que se ve en la pantalla. Vamos a sacarnos rápidamente la piedra del zapato antes de continuar: Cloverfield y Avenida Cloverfield 10 están conectadas, y si hilamos todavía más fino hasta Super 8 también lo está. Obviamente que no les voy a spoilear nada y todo a continuación no es más que una teoría. Si nos guiamos por esta experiencia, en algunos años podría salir una nueva película de la nada que tire por la borda todo lo que especulamos acá. De todas maneras, si gustan entrar a la película sabiendo lo más mínimo posible dejen de leer el resto del párrafo en este preciso momento. ¿De que manera están conectadas? ¿Será de la forma que están esperando?. Más allá de la obvia conexión en el nombre, nuevamente se repiten marcas de productos, compañías e incluso una estación de servicio. Pero Avenida Cloverfield 10 sucede en la actualidad, año 2016, mientras que Cloverfield lo hace en el 2008. Sin embargo, cuando comienza lo que sea que está sucediendo ahí afuera, nadie en el bunker hace referencia o imagina que esto puede ser un nuevo ataque de un monstruo gigante, algo que luego de semejante evento sería lo primero que se nos viene a la cabeza. Esto nos hace pensar que, aunque ambas películas comparten un mismo universo, son dos lineas de tiempo totalmente diferentes. Cosa que iría de la mano con la idea de J.J. de transformar a la serie Cloverfield en una suerte de antología de films de terror/ciencia ficción, y sería seguro esperar más películas de este estilo en un futuro no tan lejano. Habiéndonos sacado eso de encima, vamos a meternos de lleno con el film. La historia es realmente muy simple y fue adaptada de un guión original llamado The Cellar (El Sótano) por Josh Campbell y Matthew Stuecken, que luego de una reescritura por Damien Chazelle (Whiplash), se convertiría en lo que hoy vemos en pantalla. Michelle (Winstead) se pelea con su novio (una voz en el teléfono interpretada por Bradley Cooper) y mientras escapa en auto de esta relación sufre un accidente que la deja inconsciente. Tiempo después se despierta en un bunker subterráneo donde se entera de la increíble realidad: el día del juicio final ah comenzado. Allí adentro convive con Emmett (Gallagher Jr.), un joven que apenas logró entrar al bunker cuando todo esto empezó; y Howard (Goodman) anfitrión y dueño de casa que salvó a Michelle del accidente y toda su vida se preparó para esto. Pero ¿que es esto?, ¿que está pasando ahí afuera?, ¿es realmente el apocalipsis como afirma Howard?. Avenida Cloverfield 10 tiene unas cuantas cosas a su favor, siendo la principal que nunca sabemos exactamente lo que está sucediendo y si los datos que nos proporciona Howard son verdaderos o falsos, ya que hay pistas para suponer ambas cosas. Pero después de todo es él el experto en el tema y se preparó una vida para este momento, costándole su familia en el medio. Así como en Cloverfield veíamos todo a través de una simple cámara de video y sabíamos tanto como sus protagonistas, en Avenida Cloverfield 10 nunca sabemos más que personaje de Michelle (impecable trabajo de Mary Elizabeth Winstead), y todo el conocimiento sobre la situación que tengamos desde el momento que despierta en el bunker en adelante, lo iremos adquiriendo al mismo tiempo que ella. Por lo que básicamente nosotros, los espectadores, somos Michelle. Todo el desconocimiento, la confusión, la tensión y la claustrofobia la vivimos en carne propia. Pero todo esto funciona por un simple motivo y es que Avenida Cloverfield 10 es una cinta fríamente pensada, que no deja nada librado al azar, con el guión y las interpretaciones justas para divertirnos o mantenernos al borde de la butaca siempre que sea necesario. Winstead hace un trabajo fenomenal y la participación del ascendente John Gallagher Jr. es también muy buena, pero es John Goodman quien termina por robarse la película con uno de los mejores papeles de toda su carrera. El actor de Barton Fink y El Gran Lebowski logra algo que muy pocos han alcanzado, haciéndonos sentir diferentes cosas por su personaje, a veces totalmente opuestas, como llevándonos de la compasión al terror en sólo una cuestión de segundos. Conclusión Avenida Cloverfield 10 no será lo que todos están esperando pero es una gran película de suspenso por derecho propio. Tiene un manejo de la tensión notable, muchas sorpresas y actuaciones que tranquilamente podrían ubicarse entre las mejores del año (desde este espacio impulsamos como mínimo una nominación al Oscar para John Goodman).
Que las hay, las hay Desde su estreno en festivales a comienzos del año pasado La Bruja se convirtió en uno de los films de terror más esperado por todos los cinéfilos. Incluso llegó a formar parte de nuestra lista de Sundance 2015 sobre las películas que queremos ver en Argentina, algo que creíamos impensado pero que se volvió en realidad cortesía del a gente de UIP. Los comentarios que llegaban de afuera no eran más que halagadores y posicionaban a La Bruja como una de las películas más aterradoras del año. Muy a mi pesar estoy en desacuerdo con esa afirmación, pero eso no significa que el film de Robert Eggers no sea una de las cintas de horror más inquietantes e incómodas de los últimos tiempos. Estamos en algún momento de la década de 1630. Sesenta años antes de los infames juicios de Salem, que pusieron fin a una etapa de histeria colectiva en el que diecinueve personas -en su mayoría mujeres- fueron sentenciados a arder en la hoguera al ser encontrados culpables de practicar brujería. En el estado de Nueva Inglaterra una familia de cristianos presbiterianos son excomulgados por su iglesia y deben abandonar su plantación instalándose a metros de un espeso y oscuro bosque. Thomasin, la hija mayor, se encuentra un día cuidando al bebe de la familia cuando de un momento a otro este desaparece sin dejar rastro. El hecho afecta terriblemente a la familia, en especial a la madre quien culpa a Thomasin de lo sucedido. Pronto también deberán lidiar también con la perdida de las cosechas de la temporada y otros incidentes que suceden en la granja, desgracias que la familia asegura que están causadas por la obra de brujería y todas las sospechas parecen apuntar a Thomasin. En reiteradas entrevistas, el director Robert Eggers afirmó no ser un aficionado del cine de terror más allá de un puñado de películas de los años setenta y ochenta entre las que se encuentra El Resplandor, film del cual podemos notar algunas influencias. Estas declaraciones sirven para entender un poco su aproximación al género, ya que La Bruja es un film de horror poco ortodoxo. La fotografía pareciera inspirada en cuadros de la época, sin cortes rápidos, con muchos planos cortos y otros estáticos en los que Eggers permite que la acción se desarrolle y evolucione. Al mismo tiempo, es tanto un drama como una película de terror. Es un film que refleja la destrucción de una familia que debe enfrentar la desaparición del mas pequeño de sus integrantes, volviéndola una suerte de Ordinary People en la Nueva Inglaterra del siglo XVII y con un trasfondo satánico. Es también la historia del despertar sexual de una joven, hija mayor de una familia cristiana ultraconservadora, en tiempos donde la sexualidad femenina era condenada y asociada con la brujería. Todos esto elementos transforman a La Bruja en una experiencia emocionalmente desgastante, totalmente alejada de los convencionalismos del género que pueblan las cintas de horror de hoy en día, donde sobran los sustos por golpes de efecto o la clásica subida de volumen que molesta más de lo que espanta. Quizás no llegue a ser aterradora -aunque original y arriesgada, la aproximación de Eggers al género nunca se lo permite- pero es sin lugar a dudas inquietante e incómoda, como si supiéramos que estamos dentro de una pesadilla pero de la que no podemos despertarnos. El excelente trabajo que se hizo manteniendo la exactitud histórica es otro de los grandes aciertos de la película. Algo que no se queda sólo en la construcción de sets y vestuario, estando también incluso en su propio guión que mantiene los diálogos y el comportamiento de los personajes tal como hubiera sido en una familia fundamentalista del siglo XVII. Por eso el mérito de los actores es doble, pudiendo entregar interpretaciones por demás de intensas mientras les toca recitar lineas con las que sería muy fácil echar a perder toda credibilidad. Anya Taylor-Joy como Thomasine es el gran acierto en este sentido, ya que la joven tiene que cargar con la película al hombro y su trabajo no es nada menos que admirable. Conclusión No caben dudas que La Bruja es una película de terror poco convencional. Más cerca del cine que solía hacerse hace treinta o cuarenta años que de los estrenos que pueblan la cartelera argentina semana tras semana. Robert Eggers logra una película incomoda y por momentos hipnótica, que aunque no llega al punto de pero aterrarnos nos hará partícipes de algunas de las escenas más intensas que vamos a vivir este año dentro de una sala de cine.
Fui por el iPhone, me quedé por los personajes Es 24 de Diciembre, víspera de Noche Buena. Alexandra y Sin-Dee son dos amigas trans, esta última acaba de salir de la cárcel y se entera que durante su estadía tras las rejas, Chester, su novio y al mismo tiempo pimp, la engañó con una fish (tal como se refieren a las mujeres). Sin-Dee, furiosa y con un estilo frenético, transforma en su misión recorrer la ciudad de Los Ángeles hasta encontrarlos y enfrentarlos. Alexandra, quien se encuentra unas cuantas revoluciones por debajo de su intensa amiga, decide acompañarla en esta pequeña odisea mientras se prepara para un íntimo recital en el que demostrará sus buenas dotes como cantante, y al que no deja de invitar a cuanto personaje su cruce por su camino. Entre tanto tambien seguimos los pasos de Razmik, un taxista de origen armenio que secretamente está enamorado de Sin-Dee e intenta dar con ella mientras debe lidiar con el día a día de su trabajo y su familia. En films como Take Out y Starlet el guionista y director Sean Baker ya había demostrado un amor por el realismo que con Tangerine eleva a un nuevo nivel. Filmada con un par de teléfonos iPhone, la película se ve y se siente como muy pocas lo han hecho a lo largo de la historia. No solo por su particular fotografía con colores saturados, planos abiertos y la dinámica movilidad que ofrece el smartphone, también por la decisión de Baker de retratar el submundo de Los Ángeles, en el que conviven prostitutas, dealers y proxenetas, sin una mirada prejuiciosa y evitando todo tipo de golpe bajo. Aunque en el centro de la película está la trama de Sin-Dee buscando a la chica por la que fue engañada, y luego llevándola de los pelos por la ciudad hasta enfrentarse cara a cara con su novio, en el fondo Tangerine es principalmente una historia sobre la soledad y como las amistades pueden ser suficiente para llenar ese vacío que nos deja. Los personajes de Tangerine se tienen sólo el uno al otro, lo que los convierte en una especie de familia disfuncional. Baker hace que todo funcione de una forma muy orgánica y encuentra en las interpretaciones de Kitana Kiki Rodriguez (Sin-Dee) y Mya Taylor (quien viene de ganar un Independent Spirit Award por su rol de Alexandra) el gran pilar de esta historia. Son dos personajes totalmente opuestos pero que se complementan perfectamente, llegando a formar una de las amistades más memorables del cine en los últimos años, e iluminando cada plano en el que aparecen. La película realmente no tiene ningún punto flojo, pero pierde algo de ritmo cuando decide centrase en la sub-trama de Razmik, el inmigrante armenio que trabaja como taxista en Hollywood. Quizás por carecer de un trasfondo tan atractivo como el de la historia de Sin-Dee y Alexandra, o porque directamente no tiene la misma fuerza que la historia de las dos amigas. De todas maneras es solo un detalle, el actor Karren Karagulian hace también un gran trabajo con su personaje y las escenas en que conocemos algunos de los pasajeros de su taxi son de las más divertidas que tiene para ofrecer el film. Conclusión Tangerine es un film único que devuelve al cine indie norteamericano a sus raíces. Sean Baker logra una película navideña como nunca antes se había visto, con una sensibilidad muy especial y presentando un relato de amistad entre dos personajes tan entrañables que quedará para la posteridad. Si, la gran curiosidad de Tangerine es que fue filmada con un iPhone (tres, de hecho), pero cuando los título finales empiecen a correr, es un dato que se volverá absolutamente anecdótico.
Un boludo para mi mujer Adrián Suar, Valeria Bertuccelli y el director Juan Taratuto vuelven a unir fuerzas luego del éxito que resultó Un Novio para mi Mujer, allá lejos por el año 2008. Nuevamente con un matrimonio en jaque por un dilema bastante especial en el foco de la escena, es tan solo una de las tantas las similitudes que podemos trazar entre Me Casé con un Boludo y Un Novio para mi Mujer, aunque en esta oportunidad los roles de Suar y Bertuccelli se invierten. Ahora es ella quien se quiere separar, mientras que el personaje insoportable de la pareja recae sobre los hombros de él: Adrian Suar, quien sería algo así como la Tana Ferro de esta historia, solo que en lugar de tener un carácter bastante difícil como en aquella oportunidad, aquí es lisa y llanamente un boludo. Fabián Brando (Suar) es el actor argentino por excelencia, el mejor de su generación, un interprete tan talentoso que es capaz de hacernos derramar un río de lágrimas con tan solo una mirada. Fabián Brando es también lo que conocemos comúnmente como un boludo. Altanero, creído y egocéntrico, Brando es el cliché del actor exitoso que dejó que la fama se le suba a la cabeza. Convencido por Groisman (Norman Briski), su representante desde que tiene seis años, Fabián acepta trabajar en una película junto a Florencia Córmik (Bertuccelli), una nueva actriz, algo limitada, que consiguió co-protagonizar dicho film gracia a la relación que mantiene con su director (Gerardo Romano). En una escena clave, la falta de talento de Florencia se hace evidente y luego de una buena cantidad de tomas fallidas el director estalla y la humilla frente a todo el equipo. Brando no duda en defender a su compañera de elenco, así comienza a crecer un sentimiento entre ellos y nace una relación que va más allá de lo profesional. Presionados por el escándalo de este affaire y con los periodistas acechando a cada paso, Fabián convence a Florencia de casarse a pesar del poco tiempo que llevan de relación. Aun con sus reparos Florencia acepta la propuesta, ya que con ella Fabián es tierno y comprensivo, todo lo contrario a lo que se dice de él. Pero hay un problema, Fabián es un actor de método y todo este tiempo estuvo viviendo en la piel de su personaje, y Florencia, sin saberlo, se enamoró de este. Cuando por fin logra darse cuenta del error que acaba de cometer ya será demasiado tarde. Ahora intentará separarse del actor a toda costa, pero Fabián descubre sus intenciones y mediante un plan descabellado hará todo lo posible para salvar la relación. Con la excepción quizás de Un Amor en Tiempos de Selfies, Me Casé con un Boludo es uno de los peores títulos de los que tenga recolección dentro de la historia del cine argentino. Pero, se debe reconocer, es por lo menos un título honesto. Que cumple con lo que promete, resumiendo de la forma más literal posible la trama del film. Si sumamos eso la presencia de Suar y Bertuccelli, no hace falta más que ver el poster para darnos una idea general de la comedia que estamos a punto de ver. Eso ya debería ser suficiente para decidir si le daremos o no una oportunidad a este film, ya que por los próximos 100 minutos no habrá demasiadas sorpresas ni sobresaltos en el camino. El primer acto es prometedor. Taratuto nos presenta el mundo de los personajes y nos introduce a la historia de manera efectiva, logrando momentos verdaderamente cómicos gracias a una ácida mirada al mundo del espectáculo, la guerra de egos y la prensa. Pero los problemas aparecen una vez que queda planteado el conflicto de esta historia. Brando escucha a Florencia contándole a sus amigos el error que acaba de cometer, y con ayuda del guionista del film en el que trabaja, termina ideando un plan que se resume en aparentar ser alguien que no es y así salvar la pareja. Pero más allá de algunas acertadas reflexiones sobre el matrimonio (todos aparentamos un poco), la película pierde lentamente la gracia que supo tener durante sus primeros minutos. El guión se vuelve repetitivo y previsible, llegando incluso a incorporar momentos de comedia física que en lugar de sumar, le restan. Con Suar y Bertuccelli (en mi opinión una buena actriz pero una mala elección de casting para este proyecto) en un constante tira y afloje, el elenco secundario es quien tiene mayor oportunidad de brillar. A las buenas interpretaciones de Gerardo Romano y Norman Briski se suma una excelente participación de Alan Sabbagh (El Rey de Once) en un rol pequeño, y juzgando por la única escena en la aparece (por lejos la mejor de toda la película), es una verdadera lástima que su personaje no haya tenido una mayor participación. Conclusión Hay un dicho en fútbol que reza: equipo que gana no se toca. Y eso mismo sucede con Me Casé con un Boludo. Repite jugadores y el mismo sistema de juego que Un Novio para mi Mujer. Es una comedia sin demasiadas pretensiones que se apoya fuertemente en la labor y química entre sus protagonistas, aunque esta vez el resultado no es igual de efectivo. De todas maneras, si les gustó el anterior film de la dupla Suar/Bertuccelli es difícil que vayan a pasarla mal con este. Pero si van en busca de algo diferente, olvídenlo. Más allá de un comienzo prometedor, unas acertadas reflexiones sobre el ego o el matrimonio y algunas escenas divertidas desparramadas a lo largo de sus 100 minutos de duración, Me Casé con un Boludo es más de lo mismo. Si eso es algo malo o no, dependerá enteramente de las expectativas de cada espectador.
Los dioses deben estar locos La década de los noventa tuvo en Alex Proyas uno de sus directores más interesantes. Con películas como El Cuervo y Ciudad en Tinieblas, el realizador nacido en Egipto pero radicado en Australia fácilmente se posicionó como una figura a tener cuenta dentro del cine fantástico. Recordada por algunos como la cinta maldita que rodaba Brandon Lee al momento de morir, El Cuervo se encuentra entre las mejores adaptaciones de comics de aquel entonces, cuando el género todavía estaba en pañales, e incluso se mantiene vigente hasta hoy, ya convertida en un clásico de culto. Pero si de clásicos de culto hablamos, no podemos dejar de lado al segundo opus de Proyas, una visualmente ambiciosa y narrativamente estimulante historia de ciencia ficción que explora un tema tan delicado como la conciencia humana. Ciudad en Tinieblas es una obra monumental que resultó un fracaso al momento de su estreno, siendo re-editada por el estudio antes de su lanzamiento, aunque más adelante el propio director lograría un nuevo corte mucho más cercano a su idea original, en las posteriores ediciones de DVD y Blu-Ray. De todas maneras el film fue ganando adeptos con los años, llegan incluso a inspirar a los hermanos Wachowski durante la realización de The Matrix, película que le debe más de una idea a lo filmado de Proyas. El comienzo del nuevo milenio lo encontró en Australia, donde realizó la frenética comedia punk Garage Days que sirvió para revivir aquellos días en los que filmaba video-clips para bandas como Alphaville, Yes o INXS. Su regreso a Hollywood sería en el 2004 con Yo, Robot, una bien recibida mezcla de acción y ciencia ficción que apenas se basada en la obra de Isaac Asimov. Y finalmente en el 2009 estrenaría Knowing, con Nicolas Cage, una cinta apocalíptica de corte new age, que si bien tenía el poderío visual que acompaña a todas las realizaciones de Proyas, flaqueaba un poco en lo que a guión respecta. Dioses de Egipto es el sexto film del realizador en 22 años, un número con sabor a poco si se tiene en cuenta el tiempo que lleva en actividad. Por lo menos para quien les escribe, el estreno de una cinta con el sello de Proyas suele ser todo un evento, muy a pesar de que la calidad fue disminuyendo películas tras película y año tras año. Knowing tiene una gran cantidad de detractores, entre los cuales no me incluyo. Pero defender una obra como Dioses de Egipto tal como lo hacía con la cinta de Nic Cage sería una tarea casi imposible de lograr y todo por un sencilla razón: Dioses de Egipto es indefendible. No caben dudas que Proyas siempre fue un director sumamente visual, y Dioses de Egipto da cuenta de eso. Probablemente, en lo que efectos especiales y diseños de producción respecta, sea su película más ambiciosa hasta hoy. Pero a pesar de que podemos encontrar el nombre de Proyas en los créditos, nunca lo sentimos en las imágenes. Filmada casi en su totalidad en una pantalla verde y completada durante la post producción, apenas se nota la mano de un director que solía optar por lo artesanal, y que era sumamente cuidadoso con lo que mostraba y hasta con lo que decidía ocultar. Dioses de Egipto es más bien un collage hecho por algún nene de jardín que usa todos y cada uno de los colores y las herramientas que tiene a mano para trabajar. Es una película que se siente visualmente sobrecargada y, para hacer las cosas peor, con efectos visuales de baja calidad. Aunque en algunos los escenarios, las criaturas (más de una nos hará pensar en la fallida Furia de Titanes) y el diseño de los dioses se pueden encontrar algunas buenas idea, están en su mayoría mal aprovechadas. Si Proyas falla de manera estrepitosa en el aspecto visual que tuvo bajo su control durante toda su carrera, podrán imaginar lo que sucede con el guión. Uno de los más incompetentes de los que tenga memoria en lo que a súper-producciones del último tiempo respecta. Que para que se hagan una mejor idea, nos llega de los mismos sujetos responsable de otros bodrios como El Último Cazador de Brujas y Drácula: La Historia Jamás Contada. Dejemos de lado que Egipto tal como lo muestra el film nunca existió (tampoco es su intención ser históricamente exacta), y que ninguno de los personajes ni siquiera se asemeja a uno de origen egipcio, siendo una de las actrices de padres camboyanos la que más cerca se encuentra. Todos y cada uno de los personajes de esta historia están mal escritos desde el comienzo. Algunos, como el del ladronzuelo interpretado por Brenton Thwaites, volviéndose por momentos irritable. Todos los conflictos quedan planteados desde los diálogos o una espantosa voz en off, como la repentina y casi hilarante escena en que se nos introduce a Gerard Butler en el villano de esta historia. Butler no hace un papel muy diferente al que supo interpretar en 300, aunque siendo generosos con él tampoco tiene demasiado material para distanciarse. Lo mismo sucede con Nikolaj Coster-Waldau, un dios de moral ambigua y con una discapacidad física que tampoco hace demasiado por alejarse de su rol como Jaime Lannister de Game of Thrones. Por favor, fanáticos de Marvel, no dejen de prestarle atención a la interpretación de Chadwick Boseman, el futuro Black Panther, ya que si yo estuviera en vuestro lugar tendría mucho, mucho miedo (nobleza obliga, hace muy buenos trabajos en 42 y Get on Up). A quien sí podemos encontrar dentro de lo aceptable es a Geoffrey Rush, que con más cintura y oficio que mérito del propio guión, es el único que logra no pasar vergüenza en las más de dos horas de aburrimiento que propone la cinta. Conclusión Dioses de Egipto es la peor cara del cine pochoclero. Y es una decepción todavía más grande viniendo de un director como Alex Proyas, que en su momento supo filmar memorables películas dentro del género fantástico. Honestamente hay poco y nada para rescatar, siendo las interpretaciones y su guión por demás de flojos. Quizas algunos encuentren consuelo dentro del pastiche visual que armó el director, donde, aun sobrecargado de colores, imágenes y diseños, se pueden valorar algunas buenas ideas. La película se ve y se siente como un videojuego. De esos que van directo a la acción y no pierden tiempo en intentar contarnos una historia. Lamentablemente para nosotros, este es uno sobre el cual no tenemos control alguno y nos toca ver como otros se divierten. Mientras tanto, nosotros seguimos esperando nuestro turno sentados en la butaca… el cual nunca va a llegar.
Comedia modelo Hace años que nadie sabe de Derek Zoolander. Alguna vez fue el modelo masculino más importante del mundo, pero hoy su nombre no significa absolutamente nada. Derek vive como un ermitaño, solo y auto-recluido de la sociedad, pagando el precio de una tragedia que lo tiene como principal protagonista. Pero cuando las estrellas pop más importantes del momento comienzan a ser asesinadas y dejan este mundo posando con la distintiva mirada del modelo, Zoolander deberá reinventarse y volver a las pasarelas de las que alguna vez supo ser el dueño. Y con la ayuda de Hansel, su antiguo rival, y Valentina, una modelo de trajes de baño devenida en agente de Interpol, deberán resolver el enigma detrás de estos crímenes antes de que sea demasiado tarde. 14 años tuvieron que pasar para que Zoolander por fin tuviera su merecida continuación. El camino no fue sencillo. De hecho, fue todo lo contrario. La comedia escrita, producida, protagonizada y dirigida por Ben Stiller llegó a los cines de Estados Unidos el 28 de Septiembre de 2001, tan solo unas pocas semanas después de los atentados del 11/9. Por aquellos días la gente no estaba de humor para disfrutar de las aventuras de un modelo masculino ridículamente hermoso, y la película se estrenó con total indiferencia por parte del público y la crítica, dejando los cines con más pena que gloria luego de unas pocas semanas en cartel. Uno pensaría que el resto del mundo respondería distinto al film, pero no fue así. Por ejemplo, en Argentina se estrenó los primeros días de Febrero del 2002 y el resultado no fue muy diferente al alcanzado en la taquilla norteamericana. Sin embargo, con el correr de los años Zoolander encontraría una nueva vida gracias a las visiones subsecuentes en cable y dvd, y no tardaría demasiado en convertirse en un clásico de culto con todas las letras. De esos con escenas memorables imposibles de olvidar y líneas de diálogo que podemos citar una y otra vez. Durante años Stiller luchó para que Zoolander 2 se convierta en realidad, tomándole casi una década y media convencer a los estudios Paramount de que a pesar del pobre rendimiento en taquilla el público quería una continuación. Stiller no estaba equivocado. Desde su anuncio, con las llegadas de las primeras imágenes y noticias sobre el rodaje, los fanáticos enloquecieron compartiendo y opinando al respecto en las redes sociales. Pero algo falló en el camino. La poca confianza de Paramount para con la secuela se hizo evidente con una saturadora campaña publicitaria, y el hecho de esconder la película de los críticos definitivamente tampoco ayudó demasiado. El boca en boca ya estaba instalado incluso antes de su lanzamiento, y rápidamente la película fue catalogada como una de las mayores decepciones del año que apenas está comenzando. Pero la realidad es que Zoolander 2 no es nada de eso. No es una decepción, ni mucho menos el final de la nueva comedia norteamericana como algunos se apresuraron en vaticinar. Al igual que su predecesora, Zoolander 2 es una película con la que no todos se enamorarán luego de una primera visión. De hecho estoy convencido de que con el tiempo y nuevas revisiones, podría alcanzar un estatus de culto cercano al de la primera parte. Todo lo que disfrutamos de la película original está multiplicado en la secuela. Desde la escala del propio film (el presupuesto es muy superior), pasando por los incontables cameos de famosos, hasta chistes y situaciones tan ridículas que parecieran pedirnos permiso para sacarnos una carcajada, o haciéndonos cuestionar si hacemos bien en reírnos o no. Zoolander 2 es una película tan ridículamente hermosa y consciente de ello que hasta los hechos que ponen en movimiento la trama se vuelven casi irrelevantes, e incluso llegando al final son desechados con una simple –aunque brillante- línea de diálogo. Zoolander 2 obliga a Stiller a bajar y dar de nuevo. Algunos de los elementos que mejor funcionaron en la película del 2001 ya no pueden ser explotados aquí por razones obvias, como la rivalidad entre Derek y Hansel, sobre la cual se construían muchos de los mejores momentos de la cinta original. Si bien al química entre Wilson y Stiller sigue estando intacta, no logran explotarla al máximo como cuando sus personajes eran presentados como rivales. Los cameos de famosos son constantes y los chistes lanzados uno detrás de otro, algunos dan justo en el blanco y otros no, pero aparecen en tal cantidad que son suficientes los que funcionan. Eso si, el film requiere al espectador estar al tanto de la cultura pop actual si quieren poder disfrutar de la comedia a pleno. Los personajes secundarios son una parte fundamente del mundo Zoolander. Will Ferrell regresa con su excéntrica interpretación de Jacobim Mugatu -uno de sus personajes mejor logrados- mientras que Penélope Cruz cumple su papel de femme fatale sin arriesgar demasiado. En lo personal me hubiera gustado ver más de Kristen Wiig, su rol pedía a gritos una mayor participación pero termina sintiéndose un poco desaprovechado. Pero quizás dentro del reparto secundario quienes terminan por salir mejor parados sean el comediante Kyle Mooney (Saturday Night Live) como el diseñador/hipster Don Atari, y el joven actor Cyrus Arnold, en un papel del que no hablaremos demasiado para reservar algunos detalles de la trama. Conclusión En definitiva, Zoolander 2 está lejos de ser el desastre que algunos aseguran. No es la comedia perfecta, pero hace mérito suficiente para ganarse el respeto de quienes disfrutaron de la primera parte. Pero seamos sinceros, ¿cuantos de los que salieron del cine en aquel febrero del 2002 podían asegurar que acaban de ver un clásico? Juzgando por los números, fueron muy pocos. El legado de Zoolander creció con las revisiones y adquirió un estatus de culto que no muchos imaginaban, y es muy probable que lo mismo pase con esta secuela.
Creed resulta un efectivo paso de antorcha que se apoya hábilmente en el legado de Rocky Balboa. Campeones (de la vida) Adonis Johnson nunca tuvo otra opción que pelear. Está en su sangre. La misma que su padre, Apollo Creed, campeón de los pesos pesados, derramó sobre el cuadrilátero en clásicos encuentros pugilísticos como sus dos peleas contra Rocky Balboa o aquel mortal combate contra Ivan Drago. Adonis es huérfano, nunca conoció a su padre y es fruto de una infidelidad. Los primeros años de su existencia los pasó en reformatorios y con diferentes familias adoptivas que lo devolvían a la primera señal de problemas. Pero todo cambia cuando aparece en su vida Mary Anne Creed, viuda de Apollo, quien se hace cargo del joven para darle todo lo que nunca tuvo hasta entonces. A pesar de llevar una vida de lujos y comodidades, con un trabajo estable en el que acaba de lograr un asenso, Adonis siente una atracción por el ring que lo hará dejar atrás todo lo que tiene, para dedicarse pura y exclusivamente al boxeo. Comenzar una carrera como profesional a su edad no es simple y una racha de frustraciones lo terminarán llevando a Filadelfia, hogar de Rocky Balboa, ex-campeón del mundo y mejor amigo de Apollo, quien luego de mucha insistencia acepta entrenarlo. Pero mientras juntos se preparan para el combate que pondrá a Adonis en el mapa del deporte, la vida le da otro duro golpe a Rocky y lo obligará volver a pelear, aunque esta vez ya fuera del ring. Dos años tardó el director Ryan Coogler (Fruitvale Station) en convencer a Sylverster Stallone que Creed era una buena idea. Y teniendo el cuenta el buen recibimiento que tuvo la película por parte del público y la crítica, aparte de un posible primer Oscar para Stallone, el joven realizador premiado en el Festival de Sundance 2013 no estaba equivocado. Es curioso que Creed llegara a los cines casi al mismo tiempo que Star Wars: El Despertar de la Fuerza, ya que las dos películas tienen algunos puntos de comparación que, a pesar de ser absolutamente diferentes, las vuelve similares. Al igual que Episodio VII, Creed intenta (y logra ampliamente) ser una secuela, con paso de antorcha incluido, y un regreso a la raíces. Son varios los momentos en que sentimos que estamos viendo una remake de la primera entrega de Rocky mientras se reintroducen personajes clásicos a toda una nueva generación. Pero al mismo tiempo, Creed cuenta su propia historia. “Tu legado es más que un nombre” es la frase que, con diferentes variantes, escucharemos una y otra vez a lo largo del film. Creed continúa el legado de Rocky, heredando muchas de las cosas que la volvieron una de las sagas más queridas de todos los tiempos, pero hace mérito suficiente para abrir su propio camino y así dejar una marca imborrable. En Creed todos los personajes luchan por o contra algo, desde la aceptación y legado de un nombre hasta imposibilidades física y enfermedades. Si bien Coogler tiene muy en claro el tema central de su film y rara vez se aparta de este, logra que por momentos la película divague en sub-tramas que quedan flotando. Como la sordera de Bianca (la novia de Adonis), o la enfermedad de Rocky, que por momentos amaga al golpe bajo y que en definitiva no se siente más que como una excusa de Coogler para seguir poniendo piedras en el camino de Balboa, ya que la muerte de su esposa, su cuñado y su mejor amigo, o el hecho de haber quedado solo y casi en la ruina, no parecen ser suficientes. Aunque lo que pierde por un lado, Coogler lo gana por otro. Demostrando buen ojo a la hora de posicionar la cámara y logrando momentos de verdadera destreza cinematográfica, como sucede con el impecable plano secuencia de la primera pelea de Adonis como profesional, que la convierte fácilmente en una de las secuencias de boxeo más emocionantes de toda la saga. Lo mismo sucede con su vigorosa banda sonora a cargo de Ludwig Göransson, que tenía la difícil tarea de por lo menos estar a la altura del mítico Gonna Fly Now de Bill Conti, y aunque probablemente no vaya a quedar en la historia como aquella inmortal melodía, hace un buen trabajo a la hora de adaptarla a los tiempos que corren. Pero sin dudas son las buenas labores de Michael B. Jordan y Sylvester Stallone de lo que todos estarán hablando cuando finalice la película. Si bien en esta oportunidad Rocky se vuelve un personaje secundario, el camino del personaje da una suerte de cierre a lo visto en las seis entregas anteriores. Si este es el retiro definitivo del Semental Italiano de la pantalla grande, Stallone no podría haber contado con una mejor oportunidad despedirse de él. Conclusión Con Creed, el legado de Rocky Balboa queda en buenas manos. Coogler logra llevar la saga en una nueva dirección, pero manteniéndose fiel y sin traicionar sus orígenes. Las poderosas interpretaciones de Michael B. Jordan y en especial de Sylvester Stallone son de lo más destacado que tiene para ofrecer la película, que si bien por momentos nos da algún que otro golpe debajo del cinturón la mayoría van directo a la mandíbula. La victoria no será por knock out, pero en las tarjetas Creed tiene todas las de ganar.
Cuando las parodias fallan Era solo una cuestión de tiempo para que alguien tomara el monumental éxito que resultó tanto el libro como la película de 50 Sombras de Grey y lo transformara en una parodia. Lamentablemente para nosotros, ese alguien no fue los hermanos Zucker o Jim Abrahams, los genios detrás de comedias como The Kentucky Fried Movie, Airplane!, La Pistola Desnuda o Hot Shots!. La tarea recayó en Marlon Wayans, quien desde su participación en Scary Movie en el año 2000 difícilmente volvió a filmar algo gracioso y/o divertido. 50 Sombras Negras es una película que apunta a dos tipo de público: el primero es público el afroamericano, ya que la mayoría de los chistes van por el costado racial, y el segundo obviamente es quienes disfrutaron de 50 Sombras de Grey. Entonces, si no sos negro o fanático de las novelas de E. L. James, dudo mucho que esta película vaya a hacer algo por vos, a menos que disfrutes de tirarte al piso y llorar cuando salís del cine por haber gastado tu dinero en este esperpento de proporciones épicas. Si están leyendo esto imagino que conocen de que va la historia del film, ya que no se aleja demasiado -casi nada diría- de lo que fue la adaptación de 50 Sombras de Grey, caso contrario pueden leer la opinión de un indignado Fede Cobreros acá. Pero si hay algo que podemos rescatar de esta parodia es que desde el primer momento acepta que el material original en que está basada es una basura. No faltarán chistes al respecto, uno esperable pero gracioso, y no mucho más que eso. De hecho, nada más que eso. Los chistes no tienen construcción alguna y en su mayoría son solo punch lines o momentos de comedia física que muerden el polvo inmediatamente. Todos obvios y esperables. Si bien las interpretaciones son odiosas y todos los actores y actrices que aparecen en escena simplemente están haciendo el ridículo (y cuando digo todos es TODOS), vale la pena destacar la horrorosa labor de Jenny Zigrino como una suerte de Rebel Wilson clase z, a quien no conocía hasta ahora y lo único que espero de la vida es no tener que verla nunca más en una película. Su trabajo es verdaderamente insoportable incluso en una película que falla en todo desde el primer momento. Conclusión 50 Sombras Negras es una película que hasta los fanáticos de las novelas de E. L. James van a odiar. Es una experiencia sumamente aburrida, con chistes obvios que no dan gracia y donde la mayoría de sus interpretes dan pena desde el momento que aparecen frente a cámara. Créanme, soy el primer en admitir que me río de cualquier cosa y hasta entré a la sala esperando divertirme viendo como se mofaban de la nefasta 50 Sombras de Grey. Pero lo único que logra esta película es que 50 Sombras de Grey parezca una obra de arte filmada por Paul Thomas Anderson (Brrrrrrrrr, de solo escribir eso me dio escalofríos).