Más que bueno, buenudo Hasta hace unos días, si alguien me preguntaba “¿Qué te viene a la mente si menciono la palabra ‘Igor’?”, automáticamente habría exclamado “¡Marty Feldman en ‘El Joven Frankenstein’!”. Ahora, lamentablemente, me viene a la mente una película animada en 3D, con algunas buenas intenciones, un par de gags divertidos y mucho aburrimiento. Por lo menos hasta que se me pase el mal sabor de boca. Es muy evidente que tomaron una buena dosis de Tim Burton, cosecha “El Extraño mundo de Jack” y “El Cadáver de la novia”, le metieron unas cuantas referencias obvias al “Frankenstein” de Boris Karloff y a “El Joven Frankenstein” de Mel Brooks (cortadas en juliana, para saltear con algunos chistes obvios), sazonaron con un par de actores conocidos (y a nosotros ni es nos quedó) y la mandaron al horno del 3D, para sacarla antes de tiempo, bastante cruda la verdad. Se deja ver demasiado que buscaron una fórmula de antemano, al estilo “charla entre directores de departamento comercial”, que para ellos funcionaría o que por lo menos llamaría la atención. Pero se olvidaron que hay que poner otras cosas para que el resultado final funcione. El más malo de todos A ver, la premisa no es mala. Tenemos el país de Malaria, que hace años se encuentra sumido en las tinieblas, lo cual provocó que su economía virara de la agricultura a la fabricación de invenciones científicas maléficas con las cuales aterrorizar al mundo. “¡Excelente, debe haber miles de referencias a los clásicos del cine de terror!”, pensará algún inocente lector. Nop, no es para ese lado hacia donde se va la película. A pesar de que es posible encontrar algunas reminiscencias extremadamente obvias a films del género, la historia está centrada en “Igor”, el histórico ayudante jorobado de todo científico loco que se precie como tal. En este universo, todo niño nacido con joroba es denominado automáticamente “Igor” y es asignado a un inventor malévolo para servirlo en sus experimentos. De esta forma podríamos encontrar una lucha de clases con una clara referencia al proletariado (los Igor) vs la clase dominante dueña de los medios de producción (científicos). Ok, si, es mucho para lo que esta película propone, dejémoslo en el muchacho pobre que quiere triunfar. Si Igor, sos un boludo, te salió bailarina y cantante el monstruo Si Igor, sos un boludo, te salió bailarina y cantante el monstruo Así es, el Igor protagonista de la película quiere ser famoso, quiere convertirse en el científico más malvado y desquiciado de todo Malaria. Tiene la imaginación, los conocimientos necesarios, pero una contra: es un bonachón consumado. Entonces, por más que lo intenta, no puede ser malvado. Y esto constituye, tal vez, el único punto original de la película: el protagonista es bueno, pero quiere triunfar como malvado. El problema con esto es que el diseño del personaje de Igor es tan… inepto, que esta dicotomía no es capitalizada en lo más mínimo. En lugar de buscar un personaje histriónico, chocante pero adorable a la vez, que verdaderamente jugara con la dualidad malo por fuera / bueno por dentro, terminaron con un jorobado soso, insípido, anodino y cualquier otro adjetivo que denote falta de interés o sustancia. Entonces, lo que logran es que Igor te caiga mal. Si, es así nomás, Igor me cayó mal. A medida que la película iba avanzando quería que las cosas le fallaran, que lo descubrieran, que lo desmembraran, algo por el estilo. Tranquilamente podrían haber dejado de lado a este muchacho y haber dejado como protagonistas a sus compañeros, sobre todo a Scamper, uno de los primeros experimentos de Igor, que resulta en un conejo inmortal con tendencias suicidas. Si a esta premisa le sumamos la voz de Steve Buscemi, el resultado es monumental. O así lo sería, si no tuviéramos que padecer el doblaje al castellano, que es todavía MÁS insípido y anodino que Igor!! Lo ideal es escucharse varias veces los trailers norteamericanos en Youtube y después imaginarse los diálogos con las voces originales. Menos la de John Cusack, que… así es, adivinaron, es tan falta de gracia como casi toda la película. Prefiero mil veces los doblajes argentinos medio experimentales de “Los Increíbles” y “Cars”, gracias. Scamper, quien hubiera podido escucharte con la voz de Steve Buscemi Scamper, quien hubiera podido escucharte con la voz de Steve Buscemi Los pibes no comen vidrio Ah, pero que decir del famoso justificativo para este tipo de películas: “Lo que pasa es que es para chicos. Los chicos no son tan quisquillosos, la disfrutan igual”. Minga la disfrutan igual. No voy a contar ninguna anécdota sobre mi paladar infantil para el cine porque no viene al caso, pero lo pibes no son tontos. Saben reconocer la bosta cuando la ven. Y no, tampoco quiero decir que esta película sea una bosta porque hay muchas peores, pero los mismos pibes se dan cuenta de que acá no hay nada interesante. Tal vez serviría para apaciguar las mentes en desarrollo de niños de corta edad, pero en ese caso ya deberíamos poner en duda si es una película dirigida a esa franja. El tono general es bastante oscuro desde la premisa, y tiene algunas cosillas un tanto macabras, como el conejo que busca constantemente una nueva manera de terminar con su vida, solo para fracasar y volver a intentarlo. No es el mejor mensaje para los niños. En fin, una más del montón, de la cual a lo mejor te llevas un par de chistes que te hagan esbozar una leve mueca de sonrisa y, en el mejor de los casos, no se te hará eterna y aburrida como a mí. Lo único que me pregunto es lo siguiente: ¿Por qué será que en estas películas berretongas, los sidekicks siempre son más interesantes que el personaje principal?
Mucho más que una de terror No es ninguna novedad que hoy en día la juventud viene bastante heavy. Sobre todo en nuestro país, es algo que se vive cotidianamente. Todos los días hay noticias de un nuevo asesinato perpetrado por un niñato de 12 años que quería robarse las zapatillas de otro o porque pertenecían a “banditas” rivales que merecían ser ajusticiadas. Es una realidad social que vemos muy a menudo. El ámbito en que se crían, su contexto, la poca educación, los bajos recursos, la proximidad de las drogas, la nula guía de sus padres; montones de factores se suman para dar a luz a casi una generación entera de niños y adolescentes que desconocen los principios básicos de respeto, decencia y humanidad. No es su culpa, es lo que el mundo hace de ellos. Es algo bastante aterrador, y es lo que James Watkins toma de base para esta película En este exponente del “suspenso terrorífico” (me tomé la libertad de inventar el género. Si ya existe, me avisan) no tenemos monstruos del averno, zombies come cerebros o muertos vivientes que regresan desde el más allá para cobrar venganza con quienes los mataron en el más acá. Tiene su cuota de terror, pero presenta más elementos de suspenso que monstruosos, aunque también encontramos mucho gore y más de un susto, pero todo condimentado con una adrenalina constante e imparable. Sea como fuere, Eden Lake es escalofriante por la contundente realidad que presenta. Watkins se encarga de dar vida a esta premisa de la juventud descarriada llevada hasta su total extremo, pero que incluso así de extremista que se presenta, no deja de ser posible de suceder en la realidad. Un juego de chicos El amigo Steve (Michael Fassbender, “Bastardos sin gloria”) pensó que la tenía toda perfectamente calculada. Llevaba a su novia Jenny (Kelly Reilly, “Orgullo y Prejuicio”) a un lugar paradisíaco que casi nadie conoce, pasaban un buen finde acampando a las orillas del lago (ahorrándose unos manguitos del hotel, obvio) y de paso le proponía casamiento. Un capo. Lástima que en el medio aparecieron Brett y sus amigos, un grupete de facinerosos que lo único que buscan es hacer bullicio… hasta las últimas consecuencias. Hasta acá la película no presenta nada nuevo. De hecho hasta me hace acordar bastante a “Los Extraños”, la película con Live Tyler (bastante floja) del 2008. Pero apenas arranca la historia ya empezamos a encontrar las diferencias. La anterior hace agua porque los “malos” tienen cualidades sobrehumanas. Aparecen y desaparecen de manera imposible, son imparables, calculan todo a la perfección. En Eden Lake las cosas no son tan claras. Los personajes se encuentran desarrollados de una manera como no suele verse en este tipo de películas. En seguida nos interiorizamos sobre la vida de la pareja protagonista, el pueblo al que fueron a vacacionar y el contexto en que se encuentran estos niños desquiciados. Todo tiene justificación. No lo aprobamos, pero entendemos por qué las cosas suceden de la manera en que ocurren. Y eso, créanme, da bastante miedo. Juventud descarriada... Juventud descarriada... Desde su comienzo el film te tensiona hasta el último pelo. Ya al mostrarnos lo frágil, delicada e inocente que es Jenny (su trabajo es de maestra de jardín, imagínense) sabemos lo heavy que va a ser todo lo que le va a pasar (porque ya sabemos que su fin de semana de relax no va a resultar muy bien). Michael Fassbender incluso, que en Bastardos sin Gloria (filmada después de esta) se ve tan grosso y seguro de lo que hace, acá presenta a Steve como un tipo súper normal y hasta delicado. Todo esto provoca una empatía con los personajes que las películas de terror muchas veces no se molestan en crear. Entonces no querés que les pase nada, y cada situación complicada en la que se encuentran genera verdadera angustia. Pero no son solo los protagonistas los que tienen un background importante. Como decía antes, los niñatos (sobre todo Brett, el más maloso) también nos muestran una realidad complicada, con padres golpeadores, poca contención y pésima educación. No son niños malditos. Son pibes “normales” (por decirlo de alguna manera) que verdaderamente no tienen idea de lo que hacen, no son conscientes de las consecuencias que eso acarrea, y se genera así un clima de incertidumbre sobre cuál será el próximo paso o como van a reaccionar ante determinada situación, que genera mayor tensión todavía. Decisiones difíciles Es muy difícil no colocarse uno mismo en las situaciones que viven tanto los dos protagonistas como los niños. ¿Qué haría uno en su lugar? Si estás con tu novia en la playa y el perro de unos pibes la está molestando, ¿Les vas a decir que se dejen de joder? ¿Y si son como 6 y ya viste como cagaban a trompadas a otro pibe? ¿Lo pensás dos veces? ¿Te mandás igual? ¿Te comés los mocos? Todo esto lo podemos ver pasar por la cabeza de Steve a todo momento, algo así como una sensación de “Pucha, me la estoy re jugando acá”. Ahora que pasa si estás del otro lado. Sos un pendejo de 13 años y uno de los pibes de tu grupete es una bestia que ya sabés que es capaz de hacer cualquier cosa. Si te amenaza para que hagas algo que no querés hacer, ¿Te le plantás? ¿Te la comés y hacés lo que te dice? ¿Te enfrentás? "Pucha, te dije que mejor nos fuéramos al caming de Chascomús" "Pucha, te dije que mejor nos fuéramos al camping de Chascomús" Todo esto sirve para que uno mismo se ponga en lugar de los personajes, y eso surte un efecto increíble, sobre todo al final del film. No es de esas películas que terminan y “a otra cosa”. Para nada. Esta se queda en tu cabeza, sigue rondando y cuesta sacártela de encima. Volvés a repasar la serie de acontecimientos que llevaron al final, evaluás otra vez las decisiones de cada personaje y, sobre todo, te preguntás que habrías hecho en su lugar. Este tipo de cosas son posibles de lograr con el buen cine de género; replantearse y repensar el mundo en el que vivimos. Me atrevería a decir que lo que Distrito 9 significa (para mí) para la ciencia ficción, Eden Lake lo hace para el terror. Porque toma el terror de lo cotidiano, de lo que ves en la calle, de lo que sabés que existe y que pasa y que en algún momento te puede tocar a vos o a alguien que conocés, le sube el volumen hasta lo más alto y te lo estampa en la caripela. Te incomoda, te pone nervioso, te angustia, todo esto lo logra el buen cine, algo de lo que Eden Lake es un gran exponente. Aquellos que sean fieles seguidores de nuestro podcast de estrenos semanal (Las Fichas de Demasiado Cine) recordarán que, cuando hablamos del estreno de este film comenté que poner grande en el afiche “del guionista y productor de ‘El Descenso 2’” no iba a sumarle mucho a la peli como currículum de su director, porque dicho film todavía no se estrenó acá y tuvo comentarios bastante flojos (por mas que su primer parte es excelente). Pues bien, ahora sí el señor Watkins puede lucir orgullosamente en todas sus próximas producciones una gran leyenda que diga “Del director de Eden Lake” y, al menos yo, estaré firme en el cine haciéndole el aguante.
Una aventura épica Corría el año 1997, y el señor James Cameron ya estaba pensando en su próxima película, en vistas de estrenarla en 1999. Después de haber regresado a la vida al gigantesco Titanic, quería llevar todo a un nivel mayor todavía: crear un nuevo mundo. Se puso a hacer números y se dió cuenta que iba a necesitar unos 400 millones de dólares aproximadamente para poder hacer lo que quería, algo 100% imposible e irrisorio (al menos hace 13 años) así que decidió esperar. Pasaron los años, y se estrenó una película en la cual cobraba vida un personaje totalmente de fantasía con un nivel de detalle y realismo nunca antes visto: Gollum en “El Señor de los Anillos”. Al ver esto el hombre dijo “Joya, ya puedo empezar a darle forma a mi idea”, y comenzó, en el 2007, 10 años después de haber concebido su historia, a desarrollar “Avatar”, su producción más ambiciosa hasta el momento, donde se dispone a crear un nuevo mundo. Colgate la máscara de oxígeno y acompañanos a internarnos en este universo inexplorado… hasta ahora. You are not in Kansas anymore Jake Sully es un ex-marine que, debido a una lesión de batalla, quedó cuadripléjico. En esas épocas (año 2154) es posible reconstruir y curar casi cualquier problema físico, pero requiere de mucho dinero y el seguro social para ex-soldados no lo abarca, por supuesto. Es por esto que, cuando le llega la posibilidad de cubrir el puesto que tenía su hermano (antes de morir) en el proyecto “Avatar”, decide mandarse sin pensarlo mucho. Es así como llega a Pandora, un satélite que posee una característica muy preciada para la corporación RDA (sus empleadores): Unobtainium, un mineral que se vende a 20 millones de dólares el kilo en nuestro planeta. Para lograr obtenerlo, esta compañía emplea dos frentes: El diplomático, por medio de un grupo de científicos que desarrollaron el programa en el que Jake Sully es partícipe, que consiste en la creación de réplicas orgánicas de los habitantes de este planeta (los Na’vi, unos seres azules muy fuertes de 3 metros de altura) llamadas Avatar, que son controladas a distancia mediante un linkeo cerebral por los humanos y posibilitan una oportunidad para relacionarse con los nativos. ¿La otra opción? La fuerza, a través del General Quaritch y su grupo de mercenarios. Esto plantea una dicotomía para Jake. ¿Sigue las indicaciones del general, quien le promete devolverle sus piernas si le pasa información que lo ayude a derrotar a los Na’vi? ¿O juega a favor de la opción pacífica, comprendiendo y defendiendo los intereses de los nativos? avatar_big "Vaaaamoooo' lo piiiibeeeeeeee'!!!" Como muchos ya habrán pensado al leer esta intro, la historia que se plantea en la película posee mucha reminiscencia a la invasión de los colonos europeos en busca de oro en América, que tuvieron como resultado la aniquilación de colonias indígenas enteras. Pero, al estar trasladada la acción a otro mundo, la referencia cobra un sentido un tanto diferente, ya que nosotros (como espectadores) pasamos a ser parte del invasor, nos introducimos en este nuevo mundo sin conocer sus reglas y sus características, sintiéndolo como un lugar inhóspito, y vamos aprendiendo sobre él de la mano de Jake y sus distintas incursiones entre los nativos. Algo que, en Pocahontas (la referencia más directa de esta historia, que todo el mundo se encargó de remarcar) ya se da por sentado desde su comienzo. Esta pequeña característica, por más diminuta que parezca, es la dota a esta producción de su caracter único, ya que definitivamente este nuevo mundo es el total protagonista de la historia, incluso por encima de los avances tecnológicos, por encima de los increíbles mechas (cuyo diseño es una directa referencia a “Aliens”), las naves y los helicópteros. Desde el arranque nos vemos transportados a este nuevo entorno, que Cameron nos va introduciendo poco a poco. Conocemos su sistema biológico, su coherencia estructural, su fauna, flora, la forma en que sus habitantes se relacionan con él y conviven diariamente. Toda esta construcción (producto de todos los diseñadores y artistas que metieron mano seguramente, además del propio Cameron) es maravillosa, no solo por su magnitud, sino también por su coherencia. Nada resulta descolgado, nada parece falso o artificial. Todo se ve tan natural que al final de la película se siente como si la historia hubiera transcurrido en algún lugar de la tierra que podríamos visitar en nuestras vacaciones. Solo por ser testigos de esta creación ya vale la pena la película. El nuevo integrante de la Selección Nacional de Basquet El nuevo integrante de la Selección Nacional de Basquet Encuentros cercanos del tercer tipo Hay varias cosas en las que hace incapié la película, algunas con resultados más felices que otras. Lo que a mí me pareció mejor resuelto (y lo más logrado) es lo referente al choque de dos culturas. Este punto en especial se ve potenciado por lo que decía en un comienzo: nosotros tampoco conocemos la cultura Na’vi, por lo tanto lo vamos descubriendo junto con los protagonistas. Es lógico que en este tipo de películas siempre se busque colocar al espectador del lado de los indígenas, pero en este caso en particular esto se logra de una forma progresiva y natural, no forzada como suele suceder, a través de largas escenas donde vamos descubriendo la idiosincrasia de su sociedad, como se conectan con la naturaleza y de qué forma ven el mundo que los rodea los nativos. Así, a medida que el mismo protagonista va cambiando su forma de pensar, también lo hacemos nosotros, y vamos tomando partido con conocimiento de causa, con verdaderas razones. avatar_neytiri_jake_660 Incluso a pesar de lo estereotipados que son los personajes, que es donde radica uno de los puntos más flojos. Ninguno presenta una faceta más de lo que se ve a simple vista. El General Quaritch es malo porque es malo, el dueño de la compañía es avaro porque sí, los mercenarios son todos sanguinarios y repulsivos, los científicos son todos amantes de la paz y de la naturaleza, y así podría seguir. Esto podría hacer peligrar el disfrute del film, si no fuera porque allí están los Na’Vi para sacar las papas del fuego. Si bien estos también cumplen papeles estereotipados (el jefe de la tribu sabio, su hija que es quien termina conociendo al protagonista, la futura pareja de la muchacha que le tiene bronca al extranjero, etc) el hecho de aportar nuevos puntos de vista en cuanto al mundo y a su forma de vivir, los dota de una particularidad especial, que se acentúa todavía más en comparación con los personajes humanos quienes, en su obviedad, terminan ayudando a que nos resulte mucho más interesante este nuevo mundo que los Na’Vi nos están presentando. Obviamente, la historia tampoco se salva. Desde el comienzo de la película ya se puede describir todo lo que va a suceder, quienes van a vivir, quienes van a morir, de qué forma van a morir, etc, etc. La historia base es completamente predecible, y no vamos a encontrar ninguna especie de “giro revelador” ni nada por el estilo. A medida que se van presentado distintas situaciones ya sabemos que en algún momento de la película van a tener algo de peso, quienes van a intervenir y de qué manera. Pero, con esto en mente, me pregunto lo siguiente: ¿Funcionaría de la misma manera el film si tuviera una historia repleta de retórica, simbología poco clara y con personajes que presenten distintos niveles de lectura? Tenemos tanto que asimilar, tanto que conocer y que racionalizar en cuanto al mundo de Pandora, que si a esto se le sumara un guión tremendamente enrevesado, la película terminaría haciendo agua por todos lados, sin lograr meternos en la historia ni tampoco en el mundo en el que tiene lugar. Y definitivamente esto termina garpando al final del film. Cameron y el laboratorio científico en Pandora Cameron y el laboratorio científico en Pandora Épica por donde se la mire Me imagino lo que muchos estarán pensando; una película con un gran despliegue visual pero con un guión básico y predecible es una buena forma de describir a boñigas como 2012 o Transformers 2, que acá hemos vapuleado en repetidas ocasiones. ¿Por qué este caso debería ser diferente? Dos palabras: James Cameron. La forma en que este señor nos cuenta esta historia, nos muestra su mundo y nos lleva a lo largo de las más de dos horas y media de película es de una maestría impresionante. Este director en general suele tener guiones dentro de todo flojos, pero la tiene tan clara al momento de elegir que decir y que no, que mostrar y como mostrarlo, como manejar los ritmos, que la película se te pasa en un segundo. Hay escenas en las que tenemos a los Na’Vi, los soldados, los mechas, aviones, naves y aves gigantescas, todas luchando entre sí y sin embargo toda la acción es clara, a todo momento sabemos donde estamos parados y donde se encuentran ubicados los protagonistas. En cambio, a tipos como Michael Bay se les complica con 4 robots, algo que termina siendo una mezcla de hierros y óxido imposible de distinguir. Cameron logra deslumbrar a cada minuto que transcurre, no solo por el increíble despliegue visual que genera, sino por su habilidad para guiarnos dentro de este mundo. Queda en evidencia que es uno de los más grandes narradores que hay en la industria cinematográfica norteamericana, dando vida a un relato que no tiene un segundo de aburrido, ni una pizca de artificialidad, que invita a que creamos en todo lo que nos dice y que, por dos horas y media, volvamos a ser chicos y nos maravillemos con esta gran creación.
Entre James Bond y Dr. House Hacía mucho tiempo que no había una versión cinematográfica trascendente del clásico personaje de Sir Arthur Conan Doyle (tal vez el primer personaje popular en cosechar legiones de fans) por lo cual, solo por esa razón, esta película ya era bastante esperada por muchos (yo incluido). Pero a esto se le suma la personificación de Robert Downey Jr. como el detective, el enfoque más “pop” y bohemio que le dan al personaje (un poco más cercano a las historias originales, aunque no lo parezca) y la dirección de Guy Ritchie, un señor que comenzó una carrera súper prometedora que terminó en un constante reciclado de los mismos recursos que él puso de moda y que tantos otros replicaron (ya vamos a tratar este tema). ¿Es positiva esta nueva reversión del personaje, lejos del porte que le otorgaron actores como Basil Rathbone, Christopher Plummer o Michael Caine? ¿Está la historia a la altura de los cuentos de Doyle? ¿Logra Ritchie demostrar que puede dirigir una película distinta a lo que hace siempre? Veamos si podemos develar estas incógnitas. El caso del personaje refritado Sherlock Holmes (Robert Downey Jr.) se encuentra en un momento muy especial de su vida. Por un lado, ha logrado atrapar a Lord Blackwood (Marc Strong), un asesino místico a quien ha estado persiguiendo desde hace mucho tiempo. Por el otro, su compañero de aventuras y amigo, el Dr. Watson (Jude Law), está por mudarse con su prometida, dejando de lado la vida detectivesca. Los meses pasan y todo parece haber llegado a su fin cuando surge la noticia de que Lord Blackwood habría regresado a la vida, escapando de su tumba y continuando con su seguidilla de muertes. Esto llevará a Holmes a reabrir el caso, muy a pesar de Watson, a la vez que la entrometida Irene Adler (Rachel McAdams), la única persona que alguna vez lo derrotó, se mete en medio del asunto. Como debe saber la mayoría (sino, para eso está la siguiente aclaración) este film no adapta ninguno de los cuentos o novelas de Conan Doyle, sino que se basa es una historia escrita por Lionel Wigram, que luego adaptó a un comic con dibujos de John Watkiss para poder vender mejor la idea. ¿Cuál es la base? Darle una vuelta de tuerca al personaje, llevándolo más hacia un lugar de héroe de aventuras, algo así como un “James Bond en 1891?, como el mismo Watkins comentara. En un principio la película iba a estar dirigida por Neil Marshall (el director de la grosísima “El Descenso”) pero terminó cayendo en las manos de Guy Ritchie (director de Snatch y el bodrio de Madonna “Swept Away”, aunque no lo crean) quien se manifestó fana del personaje desde su infancia. Sumando este director al cast antes mencionado, es evidente que la fórmula de darle una nueva onda al personaje no podía fallar. Y no falló. Sherlock y Watson, hombres de acción Sherlock y Watson, hombres de acción Si bien la historia es bastante confusa por momentos, la película tiene un ritmo constante que, sumado a la carisma que aportan sus protagonistas, genera un espectáculo sumamente entretenido. Es muy interesante el hecho de que sumen características “místicas” en una película detectivesca (donde el análisis se encuentra por sobre todo) y es lo que termina encaminando el film por el buen rumbo. Justamente es cuando comienzan a aparecer todos los indicios sobrenaturales y los personajes tienen que enfrentarse a ellos que la historia se hace cada vez mas atrapante y divertida, y las dos horas de película se terminan pasando enseguida. Marc Strong cada vez se afianza más como villano (también lo podemos ver haciéndole la contra a “La Joven Victoria”), y en esta ocasión presenta un contrapunto ideal para este Holmes un tanto desalineado. Súper medido, construye un personaje que se muestra constantemente bajo control y seguro de todos sus pasos (incluso le adelanta acontecimientos al detective) lo que refuerza aún más el contraste con el protagonista, que se maneja mucho con la improvisación del momento. Pero, a su vez, demuestra un gran nivel de planeamiento en cada uno de sus pasos, y es contra esto con lo que se enfrenta Holmes durante el film, la incertidumbre de encontrarse en una situación que, muy a pesar de él, desafía toda lógica. Lord Blackwood le dice cosas chanchas a Holmes al oido. Lord Blackwood le dice cosas chanchas a Holmes al oido. Elemental, mi querido Watson Esta frase, que se le ha atribuido al personaje en casi todas sus adaptaciones (sea cine, comics o libros) solo es proferida una vez en un cuento de Arthur Conan Doyle. De esta misma manera, jamás se hace referencia al piloto que siempre caracterizó al personaje, o a su gorro de cazador. Todos estos detalles, sumados a esa actitud pasiva y observadora, fueron aplicados a la construcción del personaje casi por tradición. Pero lo cierto es que, si prestamos atención a los cuentos, Sherlock es un individuo mucho más particular, suele tener una forma de tratar con la mayoría de la gente un tanto pedante y con tintes de superioridad, casi burlándose. Es decir, el personaje original es más parecido a un Dr. House (que a su vez está basado en el Sherlock de Conan Doyle, pero eso es otra historia) con una menor cuota de acidez, que a un gentleman inglés. Nigel Bruce (Watson) y Basil Rathbone (Holmes) en "The Adventures of Sherlock Holmes", 1939 y Christopher Plummer (Holmes) y James Mason (Watson) en "Murder by Decree", 1979 Nigel Bruce (Watson) y Basil Rathbone (Holmes) en "The Adventures of Sherlock Holmes", 1939 y Christopher Plummer (Holmes) y James Mason (Watson) en "Murder by Decree", 1979 Tanto los guionistas como el director del film tomaron esto como premisa para darle este nuevo enfoque al detective aunque, obviamente, con una buena cuota de libertades (al igual que sus antecesores). En esta ocasión nos encontramos con un Sherlock sumamente bohemio y un tanto desquiciado, analítico hasta el último detalle, un tanto altanero y hasta apático. Su relación con Watson es genial y sumamente fiel a los cuentos, donde el médico es mucho más activo y partícipe en los acontecimientos, y no un mero observador o “sidekick” al estilo Robin. Uno de los elementos un tanto exagerados es la relación con Lestrade; mientras que en los cuentos se trataban mucho más cordialmente y con respeto (no se jodía con un oficial de la ley en el siglo XIX) acá vemos como Holmes lo vuelve loco y se burla de él constantemente. A rasgos generales, la personificación de ambos protagonistas es sumamente positiva y le otorga una lavada de cara a un personaje con más de 100 años de historia, sin perder fidelidad al original. Es lógico que Holmes sea un tipo raro. Una persona que posee ese nivel de análisis no puede poseer un carácter y temperamento normales. El hecho de que en el film se haga mayor énfasis las investigaciones extrañas que se le ocurrían hacer al detective en los cuentos suma al momento de perfilar esta actitud un tanto desquiciada. Soy macho y me la banco Soy macho y me la banco Pero es acá donde algo hace un poco de ruido: la actuación de Robert D. No me malinterpreten, la caracterización que realiza del personaje es genial, pero termina siendo muy “Robert Downey”. Voy a intentar explicarme un poco mejor: En los últimos años Downey ha interpretado varios papeles que se encuentran en una línea muy específica. Por ejemplo: James Barris en “A Scanner Darkly”, Tony Stark en “Iron Man” y Kirk Lazarus en “Tropic Thunder”, por nombrar algunos. Los tres tiene cuestiones de “sobreactuación”, son personajes un tanto exagerados, tienen una forma de ser excéntrica y un poco pedante, pero a la vez son encantadores y graciosos; esta misma descripción sirve para su personificación de Sherlock. Entonces, a lo largo de la película, no terminé de sentir que estaba viendo al detective, sino mas bien a Robert D. “actuando” al personaje, no llegué a terminar de creerlo como Holmes. Incluso por momentos parecía que estaba viendo a Chaplin otra vez. Esto no lo marco como algo negativo específicamente, porque su actuación no deja de ser excelente, sino mas bien como un comentario, que posiblemente le suceda a cualquiera que sea seguidor de este muchacho como actor. Esto no sucede con Jude Law, cuya interpretación de Watson es impecable. Deja totalmente de lado sus morisquetas de “lady’s man” y logra construir un personaje sumamente atractivo e interesante. Por momentos dan ganas de que fuera el protagonista de la película. La relación que se da entre él y Holmes es sin duda uno de los puntos más interesantes de todo el film, donde se denota cierta tensión amor/odio entre los dos, creada básicamente porque ambos saben que dependen uno del otro y que no podrían estar separados. Esta relación, con sus diferencias y choques constantes, le da ciertos aires de “buddy movie” al film que la distingue muchísimo de sus antecesoras y, casi casi, garpa toda la película. Guy Ritchie y Robert Downey Jr. como Chapl... digo, como Sherlock Holmes Guy Ritchie y Robert Downey Jr. como Chapl... digo, como Sherlock Holmes Juegos, Trampas y un detective demente Guy Ritchie es un director que tiene una forma de filmar muy personal. Esto es lo que le valió distinguirse bastante en su momento con “Juegos, Trampas y dos Armas Humeantes”, donde incorpora diversos recursos para hacer distinto énfasis en determinadas secuencias de la historia. La utilización de la cámara lenta, el flash forward, la seguidilla de planos cortos, la cámara subjetiva; son todos recursos utilizados hasta el hartazgo, pero que en este film de Ritchie cobraban nuevo significado, ya que pasan a ser partícipes totales de la narración y de la historia, y no solamente trucos gratuitos. El hecho de contar con muchos personajes diversos, situaciones entrecruzadas e hilarantes y personajes con actitudes extremas, todo dentro de un ambiente de mafia y delincuencia llamó bastante la atención, aunque no tanto del público como de la crítica especializada. La banda de "Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes", entre ellos un debutante Jason Statham La banda de "Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes", entre ellos un debutante Jason Statham Esto se confirmó completamente en “Snatch”, su film posterior, donde tener a Brad Pitt entre el cast le ayudó a lograr un renombre internacional bastante importante. Acá nuevamente despliega sus recursos visuales, sus situaciones extremas e hilarantes, sus personajes bizarros y los entrecruzamientos constantes, junto con un protagonista cuyo único error es haber estado en el lugar equivocado a la hora equivocada. De ahí, Ritchie saltó a la fama, a los brazos de Madonna (con quien estuvo casado varios años) y a “Swept Away”, uno de los más grandes bodrios que recuerdo, realizado íntegramente para su mujer, y que prácticamente le valió la sepultura de su carrera, hasta el punto en que Revolver, su film siguiente, pasó sin pena ni gloria. Pero volvió otra vez a las andadas en el 2008 con Gerard Butler a la cabeza de “RocknRolla”, donde vuelve a sus raíces de matones, tiros, líos y cosha golda. Y otra vez la cámara lenta, y otra vez la seguidilla de planos cortos, y otra vez lo mismo de siempre. Más de lo mismo. Lo que ya vimos en su primer película, en Snatch y en Revolver. Dicen que un chiste, por más gracioso que sea, pierde la gracia cuando lo contás muchas veces. Y si, Ritchie ya había perdido la gracia. Madonna en "Swept Away". Si vos estuvieras con ella, capaz que no le hacés la película... Madonna en "Swept Away". Seamos sinceros: si hubieras estado con ella, también se lo habrías hecho... ¿Para qué hago toda esta extensa introducción? Para ponerlos un poco en contexto del lugar desde el que vi la película. Su primer film me voló la cabeza (luego de que un amigo me prestara un vhs medio clandestino), y Snatch me terminó de reventar lo poco que quedaba. Me parecía grandioso lo que el tipo había logrado visualmente, el ritmo que le daba a la película y como eso se condescendía perfectamente con una historia de gangsters de poca monta. Pero eso era en el año 2000. Casi 10 años más tarde, cientos de directores ya habían refritado esos mismos recursos que él ayudó a poner de moda, con el mismo tipo de historia y el mismo perfil de personajes. Y que apareciera con RocknRolla demostrando una evolución prácticamente nula y dependiendo otra vez de los mismos efectos fue una enorme decepción. Es por esto que (como ya lo mencioné varias veces desde la primera noticia que surgió sobre esta película) este film tiene como punto importante la dirección de Ritchie, y presentaba una buena oportunidad para que demostrara si verdaderamente es un buen director fuera de su formato habitual con gangsters, decenas de personajes entrecruzados y una historia difícil de entender. Y el resultado es bastante positivo, la verdad. Su toque personal se encuentra todo a lo largo de la película, pero logra adaptarlo a la historia que tiene que contar y al contexto en el que se encuentra. La cámara lenta sigue estando, pero tiene lógica cuando se utiliza para mostrar la forma en que Holmes analiza en su cabeza los próximos pasos a seguir. También tenemos algunas secuencias con seguidilla de planos cortos, pero funcionan para que veamos los pasos que siguió el detective para llegar a sus conclusiones. Incluso su clásico estilo de ambientación, de baja gama de colores y bastante desaturado, queda impecable para retratar esta Inglaterra victoriana en plena industrialización. Jude Law, Guy Ritchie y Robert Downey Jr. en medio del rodaje Jude Law, Guy Ritchie y Robert Downey Jr. en medio del rodaje ¿Siguen estando sus recursos habituales? Si. ¿Están utilizados de manera arbitraria como la mayoría de las veces? No. Ritchie logra demostrar que entendió al personaje y la historia que había que contar, y pudo adaptar su sello personal de acuerdo al ritmo, intensidad y clima que requería el film, en lugar de hacerlo a la inversa, como en sus últimas películas. Esto deja vislumbrar un lindo futuro para el muchacho. Su anterior película era un callejón sin salida, pero el tipo supo encontrarle la vuelta y, en cierta forma, reinventarse un poco. Y eso está bueno. Un buen comienzo Como podrán imaginarse, apenas se estrenó el film ya se habló de la segunda parte, que cuenta con las bases ya establecidas al final de esta y que tendría a Moriarty como el villano principal. En un momento surgió el rumo de que Brad Pitt estaba muy interesado en el papel, pero se desmintió enseguida. Lo raro es que Moriarty aparece un par de veces a lo largo del film, entre las sombras, pero en los créditos no figura quien es el actor que lo encarna, y el director no lo quiso decir aún. Así que no sería raro encontrarnos con Brad a fin de cuentas en la secuela. Por suerte, esta nueva adaptación de Sherlock Holmes es sin duda un gran punto de partida. El estilo particular de Ritchie aporta un alto grado de dinamismo, poco pensado hace un tiempo para una película de Sherlock, seguramente. Y, si bien la historia tiene sus puntos flojos y por momentos puede tornarse un tanto confusa y hacer que uno pierda el hilo del relato, la película es muy entretenida, y está excelentemente llevada adelante por sus dos protagonistas y por el director, que terminan contando una historia atrapante. No le va a volar la cabeza a nadie, pero seguro les hace pasar un muy buen rato. Y eso no es poco.
A media máquina Las secuelas comiqueras tienen la característica de, generalmente, superar al film anterior en varios aspectos. El origen ya está contado, los protagonistas delineados, sus motivaciones establecidas y el espectador ya fue introducido y conoce su universo. Por lo tanto, en la segunda parte suele haber mayor libertad para contar una historia con el/los protagonistas sin necesidad de cumplir con esos requisitos básicos. Los ejemplos que cumplen con esta regla son conocidos por la mayoríá: X-Men 2, Batman: The Dark Knight, Blade 2 , Spiderman 2 (aunque no quieran aceptarlo algunos ;) , hasta Fantastic Four 2 levanta muchísimo la puntería con respecto a la primera (aunque igualmente se quede a mitad de camino). Después también tenemos la maldición de las terceras partes intragables, pero ese ya es otro tema. Esto viene a colación porque, después de una logradísima primer parte, que nos sorprendió gratamente a muchos (sobre todo porque el personaje protagonista es de los más berretas que tiene Marvel), Iron Man 2 es una película que llega con mucho impulso y una enorme expectativa. Por lo cual, la gran pregunta gran que se formulan quienes la esperan ansiosos es: “¿Cumplirá esta película con la regla de las secuelas comiqueras? ¿Será mejor que la primera?”. Lamentablemente… no. Veamos las razones. No te me pongas así, Robert. No te me pongas así, Robert. Stark the Man En general, en toda película de superhéroes, lo que tiene mayor relevancia es la identidad superheróica del protagonista por sobre su alter ego civil. Vamos al cine a ver a Batman, no a Bruce Wayne, por ejemplo. Sin embargo, con la primera película se instauró algo muy particular: El protagonismo giró en torno a Tony Stark, el alter ego de Iron Man. Nos cuentan su historia, construyen su personaje y Iron Man es simplemente una consecuencia, un detalle. A tal punto sucede esto que en la película hay relativamente poca acción, y hasta la batalla final se ve forzada, metida porque “había” que tener una batalla final. En este nuevo film, el protagonismo pasa a estar en manos de Iron Man, y lamentablemente como personaje no se la banca. Ya les dije, es de los más berretas que tiene Marvel. Todo gira en torno a la armadura, a la función que cumple en el país y en el mundo, a lo que significa para Stark y lo deseada que es por otros. Casi todo lo que motiva a los personajes y lleva la trama hacia adelante está relacionado con la armadura. Hay un intento de aportar cierto tinte dramático a Stark dentro de la historia, pero se ve tan forzado y obvio que no mueve ni un pelo. Pero así y todo, Robert Downey Jr. la descose nuevamente en el protagónico y es uno de los responsables (si no el único) de que la película, aún con sus falencias, no sea un bodrio. Está bien, su personaje es un refrito de todos los tics actorales que le fuimos viendo a Robertito a lo largo de toda su carrera, pero se ajusta tan bien al personaje que es imposible a esta altura imaginarse a otro actor interpretando el papel. Y ese punto suma muchísimo al film. Whiplash, uno de los malosos de turno Whiplash, uno de los malosos de turno Doble o nada Otra característica que suelen tener las secuelas en general (no solo las comiqueras) es que toman todo lo que funcionó en la primera, y lo elevan al cuadrado. Y en esta ocasión no fueron menos. Así es que nos encontramos con un Tony Stark mucho más volátil, errático, sacado y fiestero que en la primera (y ahí ya lo era bastante). Si en la anterior era un genio, acá es prácticamente Dios. Dale un encendedor y un escarbadientes y el tipo te arma un condensador de flujos. Si, la primera no se caracteriza por su realismo, pero al menos tenía lógica y resultaba verosímil dentro de su universo. Acá se van de rosca completamente. También tenemos, como era esperado, muchísimas más escenas de acción que en la anterior, todas espectaculares por donde se las mire. Hay que reconocer que Iron Man es el personaje de comics que mejor traslación tuvo a la pantalla grande en lo que al diseño del personaje respecta. Igualmente, en su cantidad, las batallas reducen considerablemente su impacto y se van extinguiendo bastante hacia el final. En la anterior había un equilibrio de protagonismos bastante bien manejado, con Stark ocupando un 50% de la película, Iron Man un 30% y lo restante distribuido entre los demás personajes, que no eran más de 2 o 3 principalmente. Acá tenemos a Stark, Iron Man, Ivan Vanko (Mickey Rourke), Black Widow (una absolutamente despampanante Scarlett Johansson), Rhodey Rhodes (Don Cheadle), Justin Hammer (Sam Rockwell), Pepper Potts (Gwyneth Paltrow) y hasta Happy Hogan (Jon Favreu), todos repartiéndose la presencia en pantalla, distrayendo constantemente la atención y saltando de subplot en subplot a cada rato. A pesar de que todos están correctos en sus papeles (ninguno se mató mucho, salvo Rourke un poquito) terminan quedando chatos y perdidos en medio de la marejada. Estos aspectos y otros más (que ya sería spoiler comentar) le quitan profundidad a la historia (dentro de lo que Iron Man permite) y generan una sensación de artificialidad que afecta en buena medida su disfrute, sobre todo teniendo como parámetro la tan bien construida primera parte. .......................... .......................... Se aboya pero no se rompe Igualmente, a pesar de todas estas falencias, la película no es mala. Más bien es inocua. Tiene escenas de acción altamente logradas, varios momentos cómicos bien colocados, geniales one-liners de Robert D. y, en definitiva, las dos horas se te pasan en seguida. Pero al terminar la película queda una sensación de mal sabor en la boca, de que algo faltó, de que la magia de la primera no estaba presente. Por supuesto, como decimos siempre, las expectativas juegan un papel crucial en estas ocasiones, y para esta película eran enormes. Se nota que apostaron a lo seguro, a no fallar, y se quedaron a mitad de camino. Puede ser que algo de culpa lo tenga el material que quedó afuera. Montones de escenas que hemos visto en los trailers una y otra vez en la película brillan por su ausencia, como el beso en el casco de Pepper Potts antes de que él salte del avión, o Scarlett disparando con el guante de Iron Man. Probablemente se las hayan guardado para un futuro “Director’s Cut”, pero resulta raro no verlas en la película. Tal vez quien vaya a verla después de haber leído esto la disfrute un poco más al estar prevenido acerca de lo que se va a encontrar. Y si no es así, quédense hasta el final de los créditos, que lo que van a ver probablemente les levante el cebamiento mucho más que el final de la peli.
Final del Juego No existen muchas trilogías en la historia del cine que, hilando una misma historia, encuentren sus tres partes justificadas. Podríamos citar la trilogía original de Star Wars o la de Volver al Futuro como casos a destacar, (y que igualmente son discutibles), pero la regla general dice que, si las dos primeras estuvieron bien, la tercera se hace para recostarse en los laureles de las anteriores, y salir a cosechar algunos billetines extra con un film que palidece notablemente frente a sus compañeros de terna (¿Alguien dijo El Padrino?). Si bien Pixar ya había demostrado con Toy Story 2 que podían lograr un producto de igual (o mayor) calidad que el original, esta tercera parte generaba muchas dudas, sobre todo por haber sido gestada bajo el paraguas de Disney, arrojando cierto aroma a hurto fílmico descabellado. Bueno, Pixar se encarga de demostrar ampliamente que no es así, y logra de esta manera cerrar una de las mejores trilogías que ha dado el cine en general en toda su historia (y ni hablar del cine de animación en particular). El Mundo del Juguete Andy ya es un muchacho grande. Tiene 17 años y, lógicamente, hace mucho tiempo que no juega con sus juguetes, los cuales se encuentran guardados en un baúl desde hace mucho tiempo. Además, está por partir hacia la universidad, lo cual da lugar a tres posibles destinos para sus antigüos amigos: Ser guardados en una bolsa en el ático, hasta que alguien se acuerde de ellos; ser donados o regalados a alguien que les de mayor utilidad; o ser arrojados directamente a la basura. Y durante todo el film, los protagonistas se encontrarán inmersos entre esas opciones, irán cayendo en la cuenta de que una etapa de sus vidas como juguetes finalizó, y cada uno lo aceptará de la forma que pueda. toy-story-3 Vuelven los clásicos personajes que elevaron a la fama a Pixar Por supuesto que, más allá de estas cuestiones un tanto filosóficas que puedan presentarse, los protagonistas se ven envueltos en variadas situaciones que, podríamos decir, completan el marco de la “vida del juguete”. A lo largo de la película son desechados, reemplazados, adorados, maltratados; pasan por muchísimas instancias que son reflejadas por los diferentes personajes en situaciones extremadamente hilarantes, y más que en ninguna de las otras películas logran retratar una pluralidad de personalidades y actitudes muy rica y heterogénea. Y es que justamente, si Pixar tiene una característica que la distingue de las demás, es la precisión y atención que presta al diseño de sus personajes, algo que, en esta ocasión, reditúa de distintas maneras. Por un lado están aquellos que ya conocemos (Buzz, Woody y compañía), que logran desarrollar nuevas facetas de sus personalidades, sin repetir los mismos chistes y las mismas situaciones constantemente, algo que sí ocurre con otras sagas animadas (*cof*¡Shrek!*cof*). Y a ellos se suma una nueva gama de juguetes, que van desde un puercoespín que cree estar interpretando un papel teatral al “hacer” de juguete, hasta el hallazgo de Ken (con una formidable actuación de Mike Amigorena prestando la voz) a quien dotan de un universo de actitudes y complejos formidable. toy_story_3_movie_image_02 Ser donados a la guardería "Sunnyside", uno de los posibles desenlaces de estos juguetes Ahora bien, con todo esto en mente, cabe preguntarse si estamos ante el mejor logro cinematográfico de Pixar. La respuesta es… no, pero por muy poco. Se pueden encontrar algunos puntos criticables, las cuales son pequeñeces pero que allí están, como algunas escenas un tanto largas, cuyo desenlace pierde un poco de fuerza, o algunos momentos en que se nota demasiado esfuerzo en querer emocionar al espectador, casi ejerciendo cierta presión. Incluso, hilando muy fino, podríamos decir que tiene una estructura básica un tanto similar a la segunda (ok, hilando muy fino). Pero estos detalles palidecen y se esfuman rápidamente frente al enorme disfrute que implica presenciar esta película. Ya desde el comienzo se notan ciertas diferencias con lo que quisieron contar en sus últimas realizaciones (Wall-E o Up, por ejemplo) donde, por más que geniales que sean, se nota que la moraleja o el mensaje que quieren dar termina ganándole a la historia y a sus personajes, quedando estas dos facetas de la película relegadas. Toy Story 3 mantiene la frescura de la primera, el estilo del Pixar de Monsters Inc. o Los Increíbles, donde una buena historia llevada adelante por buenos personajes era el punto central, y sus distintas vivencias eran consecuencia de esto, y no al revés. No nene, eso no se come. No nene, eso no se come. Mucho más que simples juguetes Esta historia, los personajes y sus vivencias llegarán a cada uno de distintas maneras. Para quienes hemos seguido la saga desde sus inicios (recuerdo como si fuera ayer haber ido al viejo cine “Los Ángeles” con mi abuelo, hace ya 15 años) verdaderamente se siente muy presente este “final de un ciclo” que viven los protagonistas. Al igual que Andy, ya no somos chicos, el tiempo y las responsabilidades fueron dando lugar a otras cosas y (por más alma de niño que podamos mantener) es imposible no sentir cierto dejo de nostalgia al ir presenciando las distintas situaciones que atraviesan los juguetes en la historia. Y el film capitaliza esta nostalgia, y nos transporta a otra época en que éramos niños, a ese instante en que nos maravillamos con la primera entrega de la saga o en la que nuestros propios juguetes también vivían aventuras con nosotros, similares a las que Andy protagonizaba con los suyos. De esta manera, Pixar cierra este ciclo de vida de los juguetes, enmarca también una etapa de nuestras propias vidas, y lo logra sin perder ni un ápice de la calidad, la gracia y la fantasía que demostraron desde su primer largometraje, y que siguen permaneciendo intactas hasta hoy.
Camino a la Perdición Cuando el hombre y su hijo emprendieron su travesía en este mundo devastado, no tenían un objetivo concreto. Está bien que tienen como meta llegar lo más al sur posible, persiguiendo una esperanza incierta de encontrar la salvación al alcanzar el mar, pero no deja de ser una simple excusa para seguir adelante, para no sucumbir. Y es que en este mundo devastado, que año a año va muriendo un poco más, donde ya no hay prácticamente animales y es imposible cultivar cualquier tipo de alimento, encontrar esa fuerza para seguir, ese “fuego interior” como lo describiría el padre, es en esta realidad la diferencia entre la vida y la muerte. Es en este punto en el que la relación entre este padre y su hijo da los mayores frutos, y es por esta razón que La Carretera, basada en la novela homónima de Cormac McCarthy (ganadora del premio Pulitzer en 2007) nos transporta a una de las mejores representaciones de un futuro post-apocalíptico de los últimos años. Realizada con un presupuesto de apenas 25 millones de dólares, el director John Hillcoat (Propuesta de Muerte -The Proposition-, 2007) nos lleva a realizar este viaje en el cual, más allá de que por momentos se sientan un poco largas las casi dos horas de duración, vivimos en carne propia la desesperación del hambre, la imposibilidad de bajar la guardia y la progresiva pérdida de la humanidad que va generando lentamente este ambiente hostil. Todo esto de la mano de dos guías encarnados magníficamente por Viggo Mortensen como el padre y Kodi Smit-McPhee (protagonista de la próxima remake norteamericana de Déjame Entrar) como el hijo. La relación entre ellos va creciendo y se va profundizando de tal manera que, al contrario de lo que sucede con otros films del género, el contexto en sí pasa a un segundo plano frente a las emociones que viven sus protagonistas. Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee como padre e hijo Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee como padre e hijo El padre, duro y protector, va perdiendo su humanidad a cada paso, atormentado por un pasado que añora pero sabe que jamás volverá. Un pasado que al mismo tiempo lo transforma por momentos en un extraño frente a su hijo, un ser de otro mundo que el pequeño jamás conoció. Este último, de una enorme fragilidad y una fuerte inocencia, vive de la única forma que conoce esta vida que lo tocó, lo cual provoca un contraste y un distanciamiento entre ellos, en los cuales ambos se ven como extraños, sin poder comprender la actitud del otro. Sin embargo, es en estas circunstancias en que la realidad, ese contexto desolador con caníbales, cansancio y soledad, entra en escena para mostrarlos como dos caras de la misma moneda, unidos por el mismo propósito de no abandonar al otro, de seguir hasta el último aliento. Y nosotros avanzamos con ellos. A cada momento el film va mostrando, con una cámara predominantemente fija y un contraste de planos abiertos y cerrados, una reconstrucción de ese mundo que, sin grandes efectos, resulta abrumadoramente crudo y real. Es posible sufrir el frío y sentir el olor, el paisaje está casi al alcance de la mano, como si pudiéramos introducirnos en él con solo atravesar la pantalla. Por momentos te quita la respiración y genera incomodidad, ganas de alejarse de ese paraje desolador. Mortensen, Hillcoat y el pequeño que protagonizará la remake the "Let the right one in" Mortensen, Hillcoat y el pequeño que protagonizará la remake the "Let the right one in" Por supuesto que estos dos viajeros no están solos. Distintos individuos van cruzándose en su camino (un Robert Duvall irreconocible es el punto más alto) algunos con buenas intenciones, otros con malas, pero todos sobrevivientes de otro mundo, de otra realidad, resignados a morir en la desesperanza. Y es en estos momentos donde este padre y su hijo ponen más en crisis sus dos realidades, donde más se manifiesta su forma distinta de ver el mundo, uno con ojos de otra época, otro con ojos que no conocen otra cosa. Y es así como esta relación va creciendo, va cambiando y va evolucionando, pero por sobre todas las cosas nos va guiando en este universo en el que les tocó vivir, donde una mosca puede ser la cena, una bala la luz de la esperanza y la muerte, tal vez, la única salvación posible.