“Marilyn”, de Martín Rodríguez Redondo Por Marcela Barbaro Luego de recorrer con éxito grandes Festivales, llega a las salas Marilyn, ópera prima de Martín Rodríguez Redondo (aquí la entrevista al director durante el Festival de San Sebastián). La película ofrece un crudo relato, basado en hechos reales, sobre la identidad sexual, el sometimiento y el peso de las presiones sociales. Marcos (Walter Rodríguez) tiene diecisiete años, es peón de campo, y vive con su familia dentro de una estancia donde trabajan como puesteros. Es el único que estudia, que aprendió a coser y ayuda en su casa. Tiene una buena relación con su padre (Germán de Silva, talentoso actor), pero no así, con su hermano (Ignacio Giménez) y su madre (la actriz chilena, Catalina Saavedra), quienes lo juzgan y discriminan por sus gustos afeminados. Marcos se refugia en su única amiga, con quien logra ser auténtico. Sin embargo, sentirse libre en un pueblo conservador y machista, lo lleva a ser objeto de burlas constantes y de vejaciones de parte de unos adolescentes que lo apodan “Marilyn”. En un clima de constante opresión y hostilidad, Marcos intentará, a pesar de las consecuencias, ir en busca de libertad y reconocimiento. Con pocos diálogos y muestras de un realismo contundente, el realizador evita los matices y eufemismos, para narrar una historia dramática inspirada en la vida de Marcelo Berlusconi, apodado Marilyn, quien actualmente cumple cadena perpetua en una cárcel provincial. Bajo un relato intimista, las imágenes traducen el conflicto interno del joven en relación a su subjetividad, al mandato social y familiar, como al entorno adverso, que lo excluye. La mirada cercana sobre los actos cotidianos y el desamor, permite que las acciones fluyan con una tensión latente que irá in crescendo ante las presiones psicológicas sobre el protagonista. Si hay un rasgo que caracteriza a los personajes de Marilyn es su situación de acorralamiento. No sólo desde su condición de clase, sino a nivel económico, social y sexual. Todos son “sujetos sujetados” como aludía Michael Foucault, en virtud a la relación de dominio y atadura que ejerce el poder institucional y social sobre ellos. Ese control, que genera dependencia y sumisión, les resta libertad, autonomismo y posibilidades de ser lo que sienten, principalmente Marcos. Sólo en la escena de carnaval, lo vemos disfrutar a pleno de la música y el baile, mientras libera su cuerpo y expone el deseo de su sexualidad temprana en cada movimiento. Acompañado de un buen elenco, el debut protagónico del actor Walter Rodríguez, se destaca por la naturalidad y entrega a su personaje. Un rol, que describe esa transformación interna, que él mismo vivenció en su vida privada. Su rostro en primer plano expresa la impotencia de lo que calla y, también, de lo que desea y ha perdido, como vemos hacia el final. Un desenlace demasiado sorpresivo, en función del ritmo narrativo que se venía sosteniendo. La exhibición de Marilyn cosechó números premios. Fue elegida Mejor película de ficción en el Festival Aviv Internacional LCBT de Tel Aviv; Mejor largometraje en el Festival de Cine Queer, Lisboa 22; Mejor Película y Mejor Actor – Walter Rodríguez, en el Festival Nacional de Cine (Fenaci 1); Mejor Actor Protagónico, nuevamente, para Rodríguez, en el Festival Audiovisual Bariloche y una Mención Especial para el Actor Andrew Bargsted en Tenemos que ver – Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de Uruguay. Frente a la identidad de un cine predominantemente heterosexual, la historia de Marilyn va más allá del conflicto de identidad de género. El logro de Rodríguez Redondo fue el de ampliar esa mirada, alejarse de los discursos dominantes y concebir un mundo más diverso e inclusivo, con menos sujetos sujetados. MARILYN Marilyn. Argentina, 2018. Dirección: Martín Rodríguez Redondo. Guion: Mariana Docampo, Mara Pescio, Martín Rodríguez Redondo. Intérpretes: Walter Rodríguez, Catalina Saavedra, Germán de Silva, Ignacio Giménez, Rodolfo García Werner, Andrew Bargstead, Josefina Paredes, Germán Baudio. Montaje: Felipe Gálvez. Música: Laurent Apffel. Fotografía: Guillermo Saposnik. Duración: 80 minutos.
“El intérprete”, de Martín Šulík Por Marcela Barbaro Luego de su estreno en el Festival de Cine de Berlín, llega a la cartelera argentina El Intérprete del directoreslovaco Martin Šulík (Gypsy; The garden). Inspirada en el libro The Dead Man in the Bunker de Martin Pollack, la película narra la relación de dos hombres mayores, vinculados por una tragedia en relación al nazismo, ante la cual irán en busca del pasado que los acerque a la verdad. Ali Úngar (interpretado por el director checo Jiri Menzel) tiene 80 años, es viudo y traductor. De pequeño perdió a sus padres durante el nazismo en manos de un oficial de la SS, a quien descubre a través de un libro que ha escrito. A pesar de su carácter introspectivo, va en busca de venganza y viaja hasta Viena para encontrarlo. Allí, lo atiende su hijo, Georg Grauber (Peter Simonischek), también solo y mayor, quien parece vivir muy bien de la jubilación como maestro de idiomas. Ante la acusación de Ali, Georg no niega los hechos, sino que se muestra consciente de los crímenes de su padre. Ese primer inicio desconcertante, tenso y dramático, se volverá una oportunidad para los dos cuando emprendan un viaje con el fin de investigar los hechos perpetrados por el padre de Georg. En el camino encontrarán testigos y documentación que verifique lo sucedido. El intérprete se construye, principalmente, como una road movie, donde el viaje es el medio para saldar cuentas pendientes, como una búsqueda interna en relación a lo perdido. La “aventura” de esa travesía se matizará con dosis de humor, que descomprimen la tragedia. Pero también, el relato se inscribe en las típicas “películas de amigos” o buddy films, en la que dos hombres con personalidades opuestas, en éste caso un austríaco simpático y desprejuicioso, y un checo serio y conservador, los junta el destino por un tema en común. Ambos comparten situaciones que los vinculan a partir de las adversidades que enfrentan a lo largo del viaje. Así, va naciendo una camaradería, que parecía imposible al inicio, y a la altura de sus vidas. Como si Sulik no se permitiese del todo tantos desvíos narrativos a la historia, agrega un componente documental en relación al tema histórico: desde una filmación testimonial de una sobreviviente al nazismo, hasta fotos reveladoras de la crueldad sobre la población judía. De fondo, el subrayado musical de un nostálgico leit motive,divide las secuencias. La elección de la dupla de actores, es uno de los grandes aciertos de El Intérprete, como el giro inesperado hacia el final, en el cual termina de revelarse la mirada del director eslovaco sobre la vejez, el peso de la culpa y la memoria. EL INTÉRPRETE The Interpreter. Austria, Eslovaquia y República Checa, 2018. Director: Martin Sulik. Guionista: Marek Lescák , Martin Sulk. Intérpretes: Anita Szvrcsek , Jirí Menzel , Peter Simonischek , Reka Derzsi , Suzana Mavréry. Director de fotografía: Martin Strba /Música: Vladimir Godár/ Montaje: Olina Kaufmanová. Duración: 103 minutos.
“1945”, de Ferenc Török Por Marcela Barbaro Una parte de la producción del cine de Europa de este se construye sobre viejas heridas de posguerra. Una temática que trata de reflexionar sobre el pasado, e invita al espectador a pensar el rol del Estado y la complicidad civil durante el conflicto bélico. El reciente estreno de 1945, año en que finaliza la Segunda Guerra Mundial, da nombre al sexto largometraje del cineasta y director teatral húngaro Ferenc Török (Isztanbul, Overnight), que se inscribe dentro del marco revisionista y en éste caso, con carácter autocrítico. A finales de agosto de 1945 Hungría estaba bajo la ocupación soviética. En un pueblo, cercano a Budapest se realizan los preparativos de la boda del hijo del alcalde. Mientras eso sucede, arriban a la estación de tren, dos judíos ortodoxos con unas cajas que deben trasladar. La aparición de esos hombres no sólo genera interrogantes de todo tipo sino que lo cambiará todo. El alcalde (Péter Rudolf) alerta a los habitantes del lugar, que se convulsionan por temor a que un secreto revele su comportamiento antisemita. Ese miedo proviene de algo que no les pertenece. El Estado y buena parte de la población húngara aprovecharon las circunstancias de la guerra para despojar de sus pertenencias a la minoría judía. Esa complicidad, aún no saldada, sigue generando culpa y resentimientos. Törok desarrolla una puesta en escena austera, con pocos diálogos y mucha insinuación. Ese contenido latente genera una tensión constante, que recuerda el clima logrado en la Cinta blanca de Michael Haneke. La historia avanza lentamente, mientras la información se va dosificando en medio de silencios o a través de los detalles. Y en ese aspecto formal, la elección de rodar en blanco y negro, le otorga una estética que acentúa los contrastes entre los interiores y exteriores, y tiñe de un tono nostálgico a las imágenes. Si bien la complicidad y el secreto de sus habitantes se sostiene a través de un relato sólido, por momentos, se desvía hacia subtramas, que nada aportan al tema principal. Lo mismo sucede con las acciones de los personajes, que parecen justificar sus perfiles y los comportamientos sobre los hechos superficialmente, sin ahondar en lo más importante: las raíces antisemitas y el poder político del Estado. Luego de ser presentada por diversos festivales internacionales, fue elegida como mejor película en el Festival de Jerusalén; nominada con el Premio de la Audiencia al largometraje de Ficción en Berlín, y los premios al mejor actor y mejor banda sonora en la Semana de Cine Húngaro. En Buenos Aires, integró la muestra que realizó el Museo de Bellas Artesen el mes de mayo, siendo parte del ciclo “Hungría, cine reciente”. 1945 logra abrirse y mostrar aquellas heridas que nunca terminaron de cicatrizar, combinando la mirada autocrítica con el formalismo visual. 1945 1945. Hungría, 2017. Dirección: Ferenc Török. Guion: Gábor T. Szántó y Ferenc Török,basada en Homecoming de Gábor T. Szántó. Intérpretes:Péter Rudolf, Tamás Szabó Kimmel, Dóra Sztarenki, Bence Tasnádi, Ági Szirtes, József Szarvas, Eszter Nagy-Kálózy, Iván Angelus.Música:Tibor Szemzö. Fotografía: Elemér Ragályi.Montaje: Béla Barsi. Duración: 91 minutos.
“Un año en danza”, de Cecilia Miljiker Por Marcela Barbaro Ingresar a la Escuela de danzas del Teatro Colón es el sueño de muchos aspirantes, que entre los 8 y 12 años se presentan en busca de una oportunidad. De los 200 inscriptos, sólo ingresan 20. La exigencia es mucha y el prestigio de formar parte del ballet es su mayor anhelo. La realizadora Cecilia Miljiker (Los Fusiladitos; Políticos 2020, la nueva generación), parte de ese prestigio institucional para ahondar, puertas adentro, sobre los métodos y formas de enseñanza, como del proceso de ingreso al que deberán someterse los aspirantes. En ese deseo de conocer, el registro acompaña la preparación de los chicos y chicas junto a sus familias. En el camino, seremos testigos de los que no ingresaron, de aquellos que volvieron a rendir el examen y lo lograron, de la exigencia de la cursada y del cambio de vida que debieron afrontar en plena infancia. Con intertítulos informativos, que nos adentran en el submundo del ballet, el espectador participa de todas las etapas impartidas por el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, quienes se encargan de la selección y posterior entrenamientode los futuros bailarines. La cámara se infiltra en el Instituto durante un examen que dura tres días y capta el nerviosismo de los participantes, las correcciones de los profesores y la mirada del jurado. Con entrevistas a los protagonistas y sus familiares, se revelan los sacrificios de formarse como bailarín: el poco tiempo libre, las dificultades con la escolaridad, la carga horaria que conlleva, y la adaptación del todo el núcleo familiar. “Una de las cosas más lindas de filmar un documental es que nos permite conocer mundos ajenos al nuestro, mundos que siempre nos dieron curiosidad”, comenta la realizadora. Esa curiosidad, la lleva a indagar sobre los aspectos que movilizan a los chicos hacia la danza. Si es una vocación temprana, o si la elección responde a los mandatos matriciales que inciden en la decisión (muchas madres son bailarinas frustradas o ex bailarinas). Un año de danza es un documental de observación, que no apela a otros recursos narrativos, más allá de las entrevistas, ni tampoco a cierta estilización visual. Más allá de ese reduccionismo formal, la mirada de Miljiker logra extraer la calidez de los chicos, a los que no intimida el lente de una cámara, al contrario, transmite la emoción y el deseo de convertirse en grandes bailarines. UN AÑO DE DANZA Un año de danza.Argentina, 2018. Dirección, Guion y Producción: Cecilia Miljiker. Sonido directo: Ezequiel Scileone /Cámara: Guillermo Bergandi y Cecilia Miljiker / Montaje: Santiago Parysow. Intérpretes: Juan Martín di Bene, Milagros Perrella, Massimo Cibeira Occhiuzzi, Ailín Zafra Vignola, Agostina Lomba Sabatini, Agustina Murray, María Ángeles Aguilar Giacosa, Valentín di Giorgio Minico, Lara Mariel Messina Puppo, Antonio David Leborans Pons, Luciano García, Ornella De Fante, Lola Karina Wechsler, Jazmín Aguirre. Duración: 83 minutos
“El repostero de Berlín”, de Ofir Raul Graizer Por Marcela Barbaro No nos clasifiquen. Queremos ser libres, parecen expresar los personajes de El repostero en Berlín. La ópera prima de Ofir Raul Grazier, guionista y director israelí y berlinés por adopción, narra un drama romántico rodado en Israel y Alemania, donde intenta romper los cánones establecidos en relación a la homosexualidad, el racismo y la religión. Thomas (Tim Kalkhof) es pastelero en una bella confitería de Berlín. Vive solo y mantiene un romance con Oren (Roy Miller), un viajante israelí que lo frecuenta una vez por mes. Oren vive en Jerusalén, está casado y tiene un hijo pequeño. Cuando Thomas no logra localizarlo, decide ir a Israel. Logra hallar a su esposa Anat (Sarah Adler), quien regentea una cafetería kosher en el centro de la ciudad, donde entra sin revelar su identidad. Se hace habitué y consigue un trabajo de pastelero en el café. A Moti (Zohar Shtrauss), el hermano religioso de Oren, le molesta la presencia cercana de un alemán, además un cocinero goy, no respeta la ley judaica y eso quita clientela. El local tiene un certificado kosher, a pesar de que Anat no es religiosa. Ella disfruta de la dedicación de su nuevo empleado. Mientras crece un vínculo entre ellos, su negocio también prospera gracias a las tortas y galletitas que prepara. Sin embargo, todo cambiará cuando el secreto de su verdadera identidad, salga a la luz. Grazier no construye una historia lineal, pero tampoco se aleja mucho del formato clásico para registrar las vidas de sus protagonistas. A través de un flashback se reconstruye el romance entre los hombres y se van delineando sus perfiles. En ese ritmo, entre pausado y armonioso, se destacan escenas que potencian lo visual con cierto lirismo. Vemos las manos penetrando en una masa blanda y enharinada, que se transformará en un pastel delicioso disuelto en la boca, o en la lengua que lame los restos de chocolate sobre el plato. Ese lenguaje corporal rompe las barreras que diferencian a un alemán y un judío, a un gay y un heterosexual. El alimentarse del y por el otro, tiene una connotación muy sexual y sensorial, donde el goce y el disfrute, son parte de la libertad que se evidencia. La película mantiene una narración progresiva y la información se va dosificando, como el deseo entre los personajes. La tensión del relato en relación a lo no dicho va in crescendodesde el punto de vista de Thomas; un personaje que nos acerca a dos espacios bien diferenciados estéticamente: una Berlín gris y vacía donde llevaba una vida solitaria y fría (hasta en los encuentros con su amante), para ir hacia lo opuesto, una Jerusalén cálida, colorida y bulliciosa, donde halló una familia. El repostero de Berlín, recurre a ciertos tópicos del género y a situaciones que pueden anticiparse, donde se destaca la interpretación de Sarah Adler, Zohar Shtrauss y Tim Kalkhof, al componer con gran naturalidad las dualidades y contradicciones por las que transitan. Luego de su paso por números Festivales internacionales, la película cosechó varios premios: Mejor Película y Mejor director en el Festival de Cine Israelí 2018; Premio Especial del Jurado en el Festival de Karlovy Vary: East of the West; Premio del jurado al mejor Director en los Festivales de Montreal y Jerusalén, entre otras nominaciones. Alejada de las costumbres atávicas con las que desea distanciarse, el realizador ofrece una mirada más realista y cercana a la realidad, en la que se pueda libremente “Ser laico en Jerusalén, ser alemán en Israel, ser gay en una familia religiosa…” EL REPOSTERO EN BERLÍN The Cakemaker. Alemania/Isreal, 2017. Dirección y guión: Ofir Raul Graizer. Intérpretes: Zohar Shtrauss, Sarah Adler, Tim Kalkhof, Roy Miller, Stephanie Stremler, Tagel Eliyahu, David Koren, Sagi Shemesh, Gal Gonen, Tamir Ben Yehuda, Sandra Sadeh, Eliezer Shimon, Iyad Msalmam. Montaje: Michal Oppenheim. Música: Dominique Charpentier/Fotografía: Omri Aloni. Duración: 104 minutos.
“Regreso a Coronel Vallejos”, de Carlos Castro Por Marcela Barbaro Manuel Puig fusiona con maestría la literatura y el cine. No sólo se destaca por su estilo narrativo sino por su escritura visual, el perfil de sus personajes y porque el cine lo nutrió de historias. De chico, en su pueblo de General Villegas iba todas las tardes al cine con su madre. Leía mucho, era muy observador y solitario. “Mi pueblo parecía extraído de una película de western”. En sus dos primeras novelas “La traición de Rita Hayworth” y “Boquitas Pintadas”, ésta última llevada al cine por Leopoldo Torre Nilson en 1974, Coronel Vallejos da nombre al pueblo donde desarrolla sus historias. La minuciosa descripción de Vallejos es una imagen del prototipo de pueblo ubicado en la pampa bonaerense, y basado en su lugar de origen, General Villegas. Los habitantes se sintieron criticados y reflejados en esas páginas, donde se exponían sus vidas con defectos y virtudes. Nunca le perdonaron esa “traición”. Y Puig no regresó jamás a ese lugar. Regreso a Coronel Vallejos del realizador Carlos Castro (Abierto por quiebra, 2004; Alicia y John, el peronismo olvidado, 2009 y Jauretche en pantalones cortos, 2015), aborda la relación entre Villegas-Puig-Vallejos, desde donde reconstruye los vínculos que (des)unieron la imagen del escritor con sus orígenes, a partir de la publicación de las novelas. El documental no esconde su homenaje y admiración a Puig. Se lo muestra en un reportaje y escuchamos algunos audios, que lo acercan un poco más al espectador. Sin embargo, será la bibliotecaria y oriunda del lugar, Patricia Bargero, analista de la obra del autor, quien aportará un marco más literario y se volverá otra protagonista. A través de su historia personal, nos acercamos a ese pueblo de gente ofendida y resentida hacia un intelectual que ventilaba sus asuntos en público. La apodaron la “La viuda de Puig”, por ser la encargada de difundir toda la obra del escritor en escuelas y talleres literarios. Actualmente, es propietaria de la casa donde el escritor vivió con su familia. Una bella forma de reconciliarlo con la gente del lugar. Con una cámara a la altura de la silla de ruedas que moviliza a Patricia, recorremos las calles de Villegas, desde su punto de vista. Toma testimonios a distintos villeguenses, como el trío de amigas cómplices de sus secretos sentadas frente a cámara, en un plano fijo; dialoga con un amigo de la infancia de Puig; visita familiares de los personajes a los que alude Boquitas Pintadas, como el del galán Juan Carlos Etchepare; y hasta entrevista al escritor Mempo Giardinelli, quien reivindica la figura del escritor que hizo famoso a Villegas. Las imágenes de archivo, los audios y las críticas sobre la novela en los diarios locales, terminan de completar todo el material. En su recorrido por diversos festivales, la película recibió el Primer premio al documental por el Fondo Nacional de las Artes, 2017 y la Primera Mención Panorama Argentino en 4° FIDBA, 2017, entre otros reconocimientos. El primer acierto del documental, es acercarnos a la obra de éste gran escritor. En ese hurgar, el relato mantiene un ritmo parejo no sólo por el trabajo de edición, sino por la intervención reflexiva y simpática de Patricia, quien se siente una heroína de sus novelas. En Regreso a Coronel Vallejos, Castro dialoga con el pasado saldando una deuda pendiente con su lugar de origen. Al volver, da cuenta de aquellas costumbres “de pueblo chico infierno grande”, que no han cambiado demasiado. Las diferencias sociales, culturales, y políticas siguen pesando en un pueblo de raíces conservadoras, que distaba mucho del pensamiento y la formación de Puig. Recién hace quince años, se colocó un cartel con el rostro del escritor en la entrada de Villegas; un pueblo que, para muchos, inspiró dos libros maravillosos. REGRESO A CORONEL VALLEJOS Regreso a Coronel Vallejos, de Carlos Castro. Argentina, 2017. Director: Carlos Castro. Guion: Carlos Castro y Gustavo Alonso, basado en textos de Patricia Bargero. Intérpretes:Patricia Bargero, Graciela Goldchluk, Mempo Giardinelli, Felisa Pinto, Edgardo Leiva, Manolo Rodríguez, José Luis Chavarri, Raquel Piña, Marta López, Noemí Formica, Blanca Pérez y Alicia Azparren.Investigación Fílmica y Fotográfica: Patricia Bargero, Carlos Castro, Tatiana Zlatar, Silvia Quiroga .Director de Fotografía: Ignacio Izurieta. Cámara: Patricio Ramos. Edición: Leonard Cauzill. Dirección de Sonido: Nicolás Volontz.Música Original: Fernando Alonso, Manolo Rodríguez y su banda. Duración:72 minutos.
“Pabellón 4”, de Diego Gachassin Por Marcela Barbaro “La educación es la posibilidad real de elevar la invulnerabilidad de los sectores criminalizados” Raúl Zaffaroni El documental de observación registra una situación que no puede cambiar, aunque quisiera. El documentalista no interfiere, se limita a mostrar y agudizar la mirada. Su compromiso es echar luz a problemas que otros prefieren ignorar. Bajo ese formato, Pabellón 4, el nuevo documental del realizador Diego Gachassin (Los cuerpos dóciles, Habitación disponible, Vladimir en Buenos Aires), nos acerca a la intimidad de la Unidad Penitenciaria nº 23 de Florencia Varela, para demostrar cómo la motivación educativa de los internos del pabellón 4, les otorga una herramienta de pensamiento que modifica su cotidianidad y mejora su proyección de futuro. La película expone el trabajo diario del abogado y escritor, Alberto Sarlo, en las clases de literatura y filosofía que dicta a los detenidos. Su proyecto está destinado a estimular el debate filosófico y alentar el proceso creativo a partir de la escritura, donde cada uno logra exponer sus experiencias de vida en los cuentos que narran. Escuchamos hablar sobre Foucault, Hegel, Sartre, Dostoievski y la lectura de sus trabajos que formarán el libro La Filosofía no se mancha II: Ficciones filosóficas desde el Pabellón 4. Fruto de ese tarea, es la participación, como ayudante de Sarlo, de Carlos “Kongo” Mena, un preso que acaba de salir en libertad, y alienta a sus ex compañeros a seguir por ese camino. Una muestra de motivación, que los ayudará, como a él, a cambiar y dejar de ser tumbero. Si en Los cuerpos dóciles (2016) codirigida con Matías Scarvaci, se comenzó a cuestionar, desde el trabajo del abogado García Kalb, las injusticias del régimen penitenciario y el rol del Estado en el tratamiento de los detenidos; en Pabellón 4, el énfasis está puesto en el aporte y los resultados del proceso educativo, en quienes no tuvieron esa posibilidad. En esa búsqueda, el documental logra nutrirse de herramientas ficcionales que le otorgan mayor dinamismo al relato. “En Pabellón 4 quisimos mostrar que existe la posibilidad de hacer otra cosa en las cárceles, que la cultura y comprensión produce mejores resultados que la violencia y la tortura”, comenta su realizador. El tema “educación en cárceles” no es una novedad en materia cinematográfica, fue tratado en muchos documentales: No ser Dios y cuidarlos: estudiar en la cárcel, de Juan Carlos Andrade y Dieguillo Fernández; Unidad 25, de Alejo Hoijman; El Almafuerte, de Andrés Martínez Cantó, Roberto Persano, Santiago Nacif; o La formación. Estudiar en contextos de encierro de Analía Millán, entre otros. Sin embargo, en todos se reafirma la necesidad de mostrar las ventajas de un método de readaptación social más humano y profundo, que se opone al castigo doctrinario del sistema penitenciario. PABELLON 4 Pabellón 4, Argentina. 2017 Dirección y guion: Diego Gachassin. Dirección de fotografía y cámara: Diego Gachassin. Sonido directo: Gino Gelsi, Agustín Pereyra. Montaje: Fernando Vega. Protagonistas: Alberto Sarlo y Carlos “Kongo” Mena. Duración: 70 minutos.
“Roslik y el pueblo de las caras sospechosamente rusas”, de Julián Goyoaga Por Marcela Barbaro Al igual que muchos países de Sudamérica, Uruguay estuvo bajo el régimen de la dictadura militar desde 1973 a 1985. Durante ese período, la pequeña Colonia rusa de San Javier, ubicada en el departamento de Río Negro, fue protagonista de una gran persecución política, debido a la procedencia étnica de sus habitantes, a quienes asociaban directamente al comunismo. Entre los descendientes de inmigrantes rusos, se encontraba el médico Vladimir Roslik, que tenía un pequeño consultorio en el pueblo. No sólo era sospechado por haber estudiado medicina en una Universidad de la Unión Soviética, sino también por su “cara sospechosamente rusa” como alude el título del documental. Roslik fue detenido y encarcelado durante 1980 junto a otros lugareños. Cuatro años después, lo vuelven a secuestrar y lo llevan hasta el Batallón n°9 de Fray Bentos, donde fue torturado hasta morir. La crónica de esa historia forma el núcleo central del documental dirigido por el realizador y productor uruguayo Julián Goyoaga (El hombre muerto, 2009). A partir de ese eje, el discurso se orienta a denunciar cierta complicidad civil frente a La ley de Caducidad promulgada en 1986, la cual impide investigar los crímenes de lesa humanidad. Frente a los hechos que aún siguen impunes, el relato se construye, principalmente, a través de su viuda, Mary Zavalkin, una mujer comprometida con las causas sociales que preservó la memoria de su esposo a través de la Fundación Dr. Roslik, y luego desde su candidatura a alcaldesa del pueblo. El otro aporte, proviene de su único hijo, Valery Roslik, quien recopila distintos testimonios a familiares, ex detenidos y amigos de su padre para poder reconstruir la historia y hacer su duelo. El resto de la película se completa con imágenes de archivo, intertítulos, fotografías, y un par de animaciones digitales que recrean los hechos de los dos secuestros, como se utilizó en el documental El Señor de los Dinosaurios (2017) de Pablo Luciano Zito. Orientado a registrar ese velo de silencio que cubrió la vida de un pueblo, el realizador también entrevista a distintos periodistas que cubrieron el hecho y acompaña, como observador, el recorrido de los familiares en busca de justicia. Roslik y el pueblo de las caras sospechosamente rusas participó de la 11 Edición del Atlantidoc Festival Internacional de Cine Documental de Uruguay donde recibió el premio Alberto Mántaras al Mejor documental uruguayo. Sin duda, la historia sobre Vladimir Roslik, como la de tantas víctimas de la dictadura, vuelve una vez más a subrayar la importancia de la memoria, apelando a la concientización política sobre un pasado que no debe repetirse. ROSLIK Y EL PUEBLO DE LAS CARAS SOSPECHOSAMENTE RUSAS Roslik y el pueblo de las caras sospechosamente rusas. Uruguay, 2017. Dirección: Julián Goyoaga. Elenco: Mary Zavalkin, Valery Roslik. Música: Miguel Magud. Fotografía: Andrés Boero Madrid, Germán Tejeira. Duración: 90 minutos.
El señor de los dinosaurios, de Luciano Zito Por Marcela Barbaro Nacer con las condiciones innatas de un artista, pero en la clase social equivocada. ¿Cuántas posibilidades tendrá esa persona de demostrar la esencia que lo constituye?. Para Jorge “Cacho” Fortunsky ese don significó una utopía que lo hizo avanzar y nunca claudicar, aunque en ese camino le haya costado su libertad infinidad de veces. La propuesta de El Señor de los Dinosaurios, nuevo documental de Luciano Zito (Carlos Fuentealba, camino de un maestro; Rawson; Tocando en el silencio) aborda un tema complejo de índole social y cultural que habla de la falta de oportunidades, la desigualdad y la estigmatización en personas de origen humilde con antecedentes penales. Desvalorizadas y ninguneadas desde pequeños, son silenciados mientras crecen, y finalmente quedan excluidos con una naturalidad que resulta casi como un patrón de comportamiento avalado por las mayorías. Desde un árbol tallado con la imagen de Cristo, colocado en una iglesia de La Pampa, hasta el proyecto de un parque temático en el pueblo de Eduardo Castex, compuesto de 30 obras de cemento que representan la prehistoria de los dinosaurios; las obras de Fortunsky, dan cuenta del talento y creatividad autodidacta que impactan por su detalle y expresión. El documental biográfico se centra sobre una vida escindida entre los tiempos en la prisión por delinquir y el oficio de artesano. Desde el arte expresó su malestar contenido hacia una sociedad injusta. Un hombre que nunca lucró con sus obras, porque siempre lo pensó como una oportunidad. Luciano Zito reconstruye ese pasado con escenas animadas que ficcionalizan el relato y, hacen del protagonista, casi un personaje extraído de historieta. A ese formato, intercala entrevistas que el mismo Fortunsky realiza a su madre, a un juez con el reconstruye su historia y al sacerdote que llevó su escultura a la iglesia. También lo vemos en su taller y reunido con sus hijos, quienes lo ayudan a no volver a caer. Bajo un tono nostálgico y un discurso reflexivo, El Señor de los Dinosaurios, ofrece un mirada comprometida con la realidad y los orígenes de un hombre (como muchos otros) al que no juzga, sino más bien visibiliza las dificultades del sistema para reinsertarse, las consecuencias de la falta de recursos, y privilegia el lugar del arte como expresión genuina; así lo expresa Fortunsky cuando dice “Somos lo que nos forman y lo que no da forma”. EL SEÑOR DE LOS DINOSAURIOS El señor de los dinosaurios. Argentina, 2017. Dirección y guion: Luciano Zito. Producción ejecutiva: Luciano Zito. Director de fotografía: Damián Dobrenky. Director de sonido: Pablo Trilnik. Música original: Pablo Trilnik. Duración: 82 minutos
“Chavela”, de Catherine Gund y Daresha Kyi Por Marcela Barbaro Me estaba esperando ese ser desconocido que es el arte. Chavela Vargas Tómate esta botella conmigo Y en el último trago nos vamos Quiero ver a que sabe tu olvido Sin poner en mis ojos tus manos… La voz intensa y desgarrada de Chavela Vargas interpreta ese tema una y otra vez, lo corporiza, lo hace propio hasta volverlo un síntoma. Esa es su impronta, vivenciar las letras que parecen escaparse de lo más profundo de su cuerpo, alivianando su dolor. Una intensidad musical, que Pedro Almódovar llevó al cine incluyendo canciones como extensión de sus guiones. Así, muchos de nosotros conocimos su música, el personaje artístico, pero poco sabíamos de esa mujer vestida con un poncho y pantalones, llamada María Isabel. A seis años de su muerte, las directoras estadounidenses Catherine Gund y Daresha Kyi, le rinden homenaje a través de un documental biográfico que ha recorrido numerosos festivales, dando cuenta de la trascendencia de una mujer que significó un ejemplo para muchas. Tomando como hilo conductor una entrevista que Chavela Vargas ofreció en 1991, la película reconstruye su vida intercalando sus canciones, fotos, imágenes de archivo y de diversos reportajes a sus amigos y afectos, a través de los cuales se va armando su trayectoria. Una vida enfrentada a las dificultades por ser una mujer gay en una sociedad tan machista. “Cuando me maquillé y me puse tacones parecía un travesti”, cuenta Chavela riéndose, por eso optó por el poncho y los pantalones. A partir de un formato clásico, el documental prioriza el contenido y dosifica el vasto material que hay sobre ella, con un trabajo de edición efectivo que logra un relato dinámico y atractivo. El énfasis está dado en la historia y en el registro de todas las etapas que atravesó la protagonista para llegar a ser lo que fue. La construcción de esa identidad que se va revelando, muestra todos los matices por lo que transitó, dejándola al descubierto. La niña María Isabel, no era mexicana, había nacido en Costa Rica en 1919. Desde pequeña todos la notaban diferente, ocasionando el rechazo y ocultamiento de su familia. Siendo joven se marchó a México, donde inició su carrera en la década del cuarenta de la mano del compositor José Alfredo Jiménez y se transformó en Chavela. A partir de allí, vivió en la libertad más absoluta e intensa que la llevó a relacionarse con grandes artistas y figuras del espectáculo. Su sensualidad y temperamento conquistó el amor de muchas mujeres, lo que le ocasionó problemas y la censura de su carrera por doce años. Debía reinventarse, dejar su adicción al alcohol y volver. Los años noventa la llevaban a España donde vuelve a ser ella misma y alcanza el éxito a nivel internacional de la mano de Almódovar, entre otros. Recién, en la última etapa de su carrera artística, logra ser reconocida definitivamente en México, su país por adopción. “Lo supe siempre. No hay nadie que aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre, ese es el precio que tienes que pagar: la soledad.” Chavela, una vida que merecía ser contada. CHAVELA Chavela. Esstados Unidos, 2017. Dirección: Catherine Gund y Daresha Kyi. Edición: Carla Gutiérrez /Música: Gil Talmi /Fotografía: Natalia Cuevas, Catherine Gund, Paula Gutiérrez Orio. Intérpretes: Chavela Vargas, Pedro Almodóvar, Elena Benarroch, Miguel Bosé,Jose Alfredo Jimenez Jr., Alicia Elena Pérez Duarte, Liliana Felipe, Martirio,Patria Jiménez Flores, Laura García-Lorca, Mariana Gyalui, Eugenia León,Tania Libertad, Diana Ortega, Tlany Ortega, Jesusa Rodríguez, Marcela Rodríguez. Duración: 90 minutos.