“El Tío”, de María Eugenia Sueiro Por Marcela Barbaro La rutina apacible y solitaria de Dalmiro (César Bordón), un hombre de mediana edad, hincha fanático de Almagro y vendedor inmobiliario, se quiebra con la muerte de su hermano. En su rol de tío, se ocupará de sus sobrinos menores, ayudará a su cuñada (Vanesa Maja) y enfrentará temas pendientes con su hermano. El Tío, segunda película de María Eugenia Sueiro (Nosotras sin mamá, 2012), propone un acercamiento hacia el interior de un hombre obligado por las circunstancias, a asumir nuevos roles en medio del proceso de duelo. Al igual que en Nosotras sin mamá, la realizadora vuelve a abordar el período de transición familiar que acontece, a partir de una muerte. Un hecho doloroso que cada personaje enfrentará a su manera. Si en la primera película, Sueiro lo trabajó desde la ausencia materna, en este caso, lo hará desde la pérdida del padre. En ese marco, la relación triangular formada por la madre y sus dos hijos, se va abriendo a partir de otra presencia masculina, que se introduce en la familia. El tío, muy bien interpretado por César Bordón, con quien trabajó en su ópera prima, expone en su composición los distintos matices que atravesará en ese período, y cómo es posible modificarse a partir de los vínculos, llevándolo a situaciones impensadas, como probarse en un casting para un reality mexicano (¿?). A lo largo de la película, la ausencia de ese padre es sólo física, su presencia está latente en la historia y, principalmente, en todas las escenas dentro de la cancha de Almagro, de donde era hincha, al igual que su familia y su barra de amigos, que lo recuerdan como un homenaje. María Eugenia Sueiro, con una gran experienciaen la Dirección de Arte en películas como Diarios de Motocicletas (Walter Salles), El abrazo partido(Daniel Burman), La mujer sin cabeza (Lucrecia Martel), entre otras, genera la estética y la ambientación acorde a la sensibilidad e intimidad del tema y a las necesidades del guion. El Tíonos acerca un relato intimista, de acciones mínimas y situaciones cotidianas donde el devenir y el avance narrativo se percibe, más que en grandes hechos, en el proceso individual de quienes enfrentan la ausencia y se reafirman en el amor. EL TIO El Tío. Argentina, 2018. Dirección y guion: Eugenia Sueiro. Intérpretes: César Bordón, Vanesa Maja, Dulce Wagner, Valentino Barone, Roberto Vallejos, Isidoro Tolcachir, Analía Marcolini, Sergio Suarez, Alfredo Rizo.Director de Fotografía: Christian Colace. Editora: Marcela Sáenz. Directora de Arte: Eugenia Sueiro.Maquillaje y Peinado: Ana Mariñas. Director de Sonido: Maxi Gorriti – Pakidermo Post. Duración: 76 minutos.
“Descubriendo a mi hijo”, de Savi Gabizon Por Marcela Barbaro Hay distintas formas de encarar la ausencia y hacerlo a través del absurdo es una de las vías más interesantes para alejarse del melodrama trágico. Descubriendo a mi hijo del realizador y guionista israelí Savi Gabizon (Mi tía Nina), parte de la pérdida para resignificarla, y alejarse del tratamiento moralizante que, generalmente, acompaña al tema. Ariel (Shai Avivi) es un empresario de mediana edad que vive solo y se reencuentra con su novia Ronit (Asi Levy) después de veinte años de haberse separado. Le otorga sólo 45 minutos, y en ese transcurso ella revela que tuvo un hijo suyo, Adam. Conociendo su negación a tener hijos, Ronit nunca se lo contó y siguió adelante. Sin embargo, hay algo que le sucedió a Adam, que cambiará notablemente la vida de Ariel en relación a su hijo y al rol de padre que siempre temió ejercer. A partir de ese momento, comienza un movimiento constante de búsqueda y de transformación en cada uno de los personajes que se vincularon con Adam. Ariel encabeza ese recorrido por los lugares y los lazos que vinculan a su hijo y lo definen: visita el colegio, habla con su mejor amigo, con su novia y descubre a Yael (Neta Riskin), la bella profesora de quien Adam estaba enamorado hasta la obsesión, aflorando su lado poético y también tormentoso. Bajo un relato clásico, el ritmo fluye generando diversos climas a partir de un guion que se construye sobre el uso del potencial, para hallar un sentido a lo que vendrá. Esos interrogantes, planteados por el personaje de Ariel, movilizan un registro de situaciones donde se mezcla el realismo con la fantasía y el drama con el absurdo, hasta acercarse a escenas inverosímiles, con entrecruzamientos de historias y personajes unidos por la misma causa. Estrenada en la 74ª muestra de Venecia, el realizador Savi Gabizon, luego de 14 años de pausa en las pantallas, vuelve con una película donde reflexiona sobre el rol de la paternidad, las situaciones límites, y el desafío que enfrentamos ante una segunda oportunidad. Una mirada que no sólo expone, superficialmente, los miedos a reiterar mandatos familiares y responsabilidades, sino que aborda el problema alejándose de los lugares comunes. El resto, está a cargo de un buen elenco que acompaña ese optimismo renovador. DESCUBRIENDO A MI HIJO Ga’agua, Israel, 2017. Dirección y Guion: Savi Gabizon. Intérpretes: Ella Armony, Asi Levy, Shai Avivi, Shmil Ben Ari, Salim Dau, Erez Driges, Shmuel Edelman, Adam Gabay, Shiri Golan, Yiftach Kaminer, Ori Laizerouvich. Fotografía: Asaf Sudri. Montaje: Tali Helter-Shenkar/Escenografïa: Shahar Bar-Adon. Duración: 100 minutos.
“Chaco” de Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la Orden Por Marcela Barbaro Si la historia la escriben lo que ganan, eso quiere decir… El genocidio sobre los pueblos originarios en nuestro país no es considerado un crimen de lesa humanidad, reflexiona uno de los protagonistas. Tampoco es un tema que ha concluido con la Campaña del Desierto, porque aún se persigue, se castiga y hasta se mata a los pocos indígenas que defienden sus derechos culturales y territoriales. El silencio del Estado, el desinterés general sobre el tema y la Justicia que sigue incumpliendo las leyes de la Constitución Nacional, sostienen los hechos. Al respecto, en la reforma de la Constitución de 1994 (artículo 75, inciso 17) se aborda el tema de los pueblos originarios, en él reconoce la preexistencia étnica y cultural, garantiza el respeto a su identidad, educación bilingüe e intercultural, personería jurídica de sus comunidades, posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan, entrega de otras aptas y suficientes, asegura la participación en la gestión de los asuntos que los afecten, especialmente en materia de recursos naturales. Si bien esto fue un enorme avance para las comunidades, lo cierto es que no se ha cumplido. El estreno de Chaco, documental dirigido por Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la Orden (Río arriba; Tierra adentro, Desierto Verde), da luz al tema con toda su complejidad, y da voz a quienes nunca han tenido la posibilidad de expresarse ni ser escuchados. La historia se estructura a partir del relato de cinco hombres de distintas comunidades del Gran Chaco, quienes visibilizan el proceso de resistencia de sus pueblos desde la llegada de los primeros blancos hasta el día de hoy. Israel Alegre, designado por los chamanes como buscador de justicia después de la brutal represión que recibió su comunidad en 2002. Valentín Suárez, un cazador, docente y cacique de ocho comunidades, quien recorre el territorio aconsejando a sus hermanos sobre la usurpación criolla. Juan Chico y Laureano Segovia son historiadores. El primero, busca sobrevivientes de las peores masacres que la historia oficial oculta. El segundo, graba con su casetera los relatos de los ancianos para preservar la historia, y volcarla en un libro que vemos escribir. Félix Díaz, el más conocido de los cuatro, por ser un gran referente en la defensa por los derechos indígenas, lideró un acampe y una huelga de hambre en la ciudad de Buenos Aires, tras la represión a su comunidad en 2010. Un hecho que los motivó a realizar la película. Rodada en Formosa, Chaco, Salta, Santiago del Estero, Buenos Aires, Bolivia y Paraguay, la cámara acompaña el recorrido que realizan cada uno de ellos, donde su intervención permite un mayor acercamiento a los lugareños, de quienes se toman distintos testimonios conmovedores sobre su lucha diría y la constante persecución a la que son sometidos. Las imágenes exploran territorios donde sobreviven, para dar cuenta del respeto de las comunidades hacia sus costumbres ancestrales, como de la comunión que mantienen con la naturaleza. Hablada en qom, wichí, pilagá y castellano, el documental intercala reconstrucciones históricas en formato digital sobre las masacres o vejaciones padecidas a lo largo del siglo XX, a cargo de los diseñadores Adrián Noé y Dante Ginevra. Un recurso narrativo, no siempre acertado en su conjunto, que suple imágenes y materiales de archivo inexistente en el discurso oficial. Luego de su exitoso paso por números festivales nacionales e internacionales, fue elegida como Mejor Película en el Festival delle Terre de Roma; Mejor Película de la Competencia Power Docs del Oaxaca Film Fest, y Mejor Película de la Competencia Internacional del Festival Tenemos que ver, en Uruguay. Entre el documental antropológico-explorador y político-denunciante, el tema de Chaco es tan duro y complejo, que tiene peso en sí mismo y excede las formas narrativas. Los realizadores ofrecen una mirada respetuosa y comprometida, bajo un tratamiento visual y discursivo que parte de lo expositivo, para focalizarse en la visibilidad sobre un sector olvidado y relegado por la historia y la sociedad. CHACO CChaco, Argentina, 2017. Dirección: Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la Orden. Guion: Lucas Palacios. Elenco: Felix Díaz, Hilario Vega, Valentín Suárez, Israel Alegre, Juan Chico, Laureano Segovia, J. Eli Díaz. Dirección de fotografía Sofía Fontenla. Sonido directo: Paula Ramírez. Diseño sonoro; Facundo Gómez. Música Ignacio Ragone. Animaciones Adrián Noé, Dante Ginevra. Duración: 80 minutos.
“Volver a Boedo”, de Sergio Criscolo Por Marcela Barbaro Hay barrios con una marcada identidad, donde confluyen tradiciones que le imprimen una suerte de épica. Boedo, es uno de ellos. Desde los artistas de vanguardia agrupados en el llamado Grupo de Boedo, a las letras de tango de Homero Manzi, los cafés tradicionales como Margot, el viejo Mercado, la emblemática librería El gato Escalonado, hasta las fachadas antiguas y los adoquines; toda la zona, por donde mires,respira el azulgrana. La historia de San Lorenzo se remite a 1907 donde jugaban a la pelota Los Forzozos de Almagro, acompañados por el padre Lorenzo Massa, quien fundó el club San Lorenzo de Almagro en abril 1908. Su Estadio de fútbol (el Gasómetro) se construyó en 1916 y funcionó hasta 1979 al ser expulsados por el gobierno militar, que destinó el lugar para hacer negocios inmobiliarios. Actualmente, funciona el hiper mercado Carrefour, sobre Av. La Plata. La lucha por volver al barrio, casi 40 años después, queda registrada en el documental Volver a Boedo de Sergio Criscolo, donde se plasma la importancia social y cultural del club, y cómo la pasión, impulsada por cuatro personas, movilizó a miles de simpatizantes, llevando un proyecto,que fue aprobado por la Legislatura porteña, en contra de la multinacional para recuperar nuevamente el terreno. Criscolo dirige y narra en off la historia de los inicios del Gasómetro a través de fotos e imágenes de archivo, reportajes a distintas personalidades y vecinos relacionadas con San Lorenzo. Entrevista tanto a viejos futbolistas de la talla de San Filippo, como a sus propios padres, a Walter Lo Votrico, un hincha ciego; Cucuza, un cantante de tango; Fabián Casas, poeta y escritor; y Adolfo Res, el impulsor de la recuperación del predio de Boedo y creador de la Ley de Restitución Histórica, que explica una lucha de años. El relato pone énfasis en cómo aquel espíritu del barrio, que comulgó con el arte popular y la bohemia, se traslada a la causa del fútbol. Nunca antes se había logrado que miles de personas compren un metro cuadrado (sin ningún beneficio personal) para cederlos al club, hasta conseguir el dinero para recuperarlo. Los 7 millones de dólares que juntaron, son un ejemplo de esa comunión de deseos encontrados. Dinámica, con notas de color y una dosis de nostalgia, Volver a Boedo construye bajo la mirada personal y afectiva del realizador, un retrato pintoresco sobre el origen de una territorialidad y un sentimiento de pertenencia que trasciende varias generaciones. Una pasión que se traduce en el amor y la fidelidad a una camiseta que supo aunar la pasión colectiva, para hacer posible un sueño. VOLVER A BOEDO Volver a Boedo.Argentina, 2018. Dirección y Guion:Sergio Criscolo. Productores Ejecutivos: Jorge Leandro Colás;Carolina M. Fernández. Dirección de Fotografía y Cámara: MartinLarrea. Sonido directo: Juan Di Lucia. Montaje: Alejandra Almirón, Marino Morduchowicz. Duración: 88 minutos.
Mochila de plomo, de Darío Mascambroni Por Marcela Barbaro Abordar el salto conflictivo de la infancia a la adolescencia y las dificultad de los vínculos familiares, guiaron la temática de los trabajos del cineasta cordobés, Darío Mascambroni, expuestas en Primero enero (2016), película ganadora de la Competencia Argentina del BAFICI y, en su reciente estreno, Mochila de plomo donde vuelve y profundiza el tratamiento sobre la conformación de la identidad a partir del conflicto. Tomás (Facundo Underwood) tiene 12 años y carga con la muerte de su padre, asesinado por un hombre que sale en libertad. Desea vengarse y saber la verdad de lo que pasó, pero su mamá (Elisa Gagliano) no se ocupa mucho de él, ni le da las respuestas que pide. Se arregla sólo y sus días transcurren con amigos del barrio, principalmente con Pichin (Gerardo Pascual) quien le presta un arma para cumplir su deseo. Del colegio quedó libre por faltar, y el resto de su familia, un abuelo y los tíos, tampoco lo contienen. Tomás quiere saber la verdad sobre su padre, reconstruir la historia y saldar cuentas pendientes con el pasado. Con influencias de los entrañables protagonistas de Los 400 golpes de Truffaut, en la piel de Antoine Doinel y de Kesde Ken Loach, Mochila de plomo construye su historia a través del personaje de Tomás, un preadolescente que va de frente sin miedo, con el único límite del utilizar o no el arma que lleva y da título a la película. La mirada del realizador se centra en captar no sólo la percepción de un joven sobre el mundo adulto, contra el cual se rebela, sino en demostrar la insatisfacción angustiante de crecer solo, sin la contención ni el lugar adecuado. En ese rumbo donde intenta construir su identidad y procesar la ausencia paterna, la puesta en escena gira en torno a él, lo observa de cerca y hace un registro social de su cotidianeidad. Los planos secuencias fluyen como su deambular por los barrios de Villa María, en el recorrido en bicicleta o se detienen durante las charlas en la vereda con otros pibes. Tomás siente que en su casa la ausencia se duplica, el silencio enfatiza las preguntas y el descuido lo alcanza. A falta de respuestas, sale al exterior donde está libre y se mueve constantemente, busca en amigos la compañía y la complicidad de la que carece. Facundo Underwood, protagonista de Mochila de plomo, acompañado de Gerardo Pascual, se destacan por la frescura y naturalidad que dieron a sus personajes. Ambos oriundos del lugar, otorgaron un plus de verismo al formato de registro directo y crudo, sosteniendo escenas de más tensión o acompañando el suspenso que se fue generando. Luego de ser presentada en el Festival Internacional de Cine de Berlín, la segunda película de Darío Mascambroni, a pesar de un desenlace que pedía prolongarse un poco más, vuelve a confirmar que el cine nacional Made in Córdoba tiene buen pulso para narrar historias cotidianas que reflejan la tensión transicional de crecer. MOCHILA DE PLOMO Mochila de plomo. Argentina, 2018. Dirección: Darío Mascambroni. Guion: Darío Mascambroni, Florencia Wehbe, Miguel Angel Papalini. Música: Jerónimo Piazza/ Fotografía: Nadir Medina. Intérpretes: Facundo Underwood, Gerardo Pascual, Elisa Gagliano, Osvaldo Wehbe,Agustín Rittano. Duración: 68 minutos.
“Impuros”, de Florencia Mujica y Daniel Najenson Por Marcela Barbaro Sin clientes, no hay trata”. Es el lema que se lee en los carteles de las marchas realizadas cada 23 de septiembre, Día Internacional contra la explotación sexual y la trata de personas. Un flagelo histórico, alimentado por la connivencia de distintos actores e instituciones sociales y políticas que, en la Argentina, comenzó a fines del siglo XIX. Impuros, documental dirigido por Florencia Mujica y Daniel Najenson, indaga sobre el tema y se focaliza en el destino de miles de mujeres olvidadas por la historia. El documental orienta toda su investigación desde ese período, que corresponde a la oleada migratoria proveniente de Europa, la cual desembarcó en Buenos Aires entre 1880 y 1930. Muchos de los que llegaron eran judíos polacos decididos a comercializar y traficar con mujeres de Europa oriental, principalmente polacas, bajo la fachada de la “Asociación de Socorros Mutuos Varsovia”, una red legalizada de prostíbulos, con registros de cada mujer que ingresaba. El poder de los proxenetas creció notablemente, hasta generar indignación dentro de la comunidad judía, que los expulsó llamándolos “impuros”. En ese camino, la historia de las víctimas desaparece y el silencio sobre lo sucedido, encuentra cómplice a muchos miembros de la comunidad judía. Filmado en Argentina e Israel, los realizadores recopilan testimonios de historiadores, investigadores como de algunos testigos, mientras comparten información de los archivos en Tel Aviv e intercalan viejas filmaciones e imágenes, que contextualizan el período histórico. Bajo un formato clásico de documental de investigación, el relato se conduce a través de la activista feminista Sonia Sánchez, una escritora y militante contra la trata de personas. Ella acompaña el recorrido de la cámara por el cementerio de La Tablada, donde se destinaron las tumbas de los impuros y de las prostitutas. A esas mujeres, se les negó hasta sus nombres en las lápidas. Esa pérdida de identidad, que es un acto de violencia, también se revela en las cartas donde pedían ayuda y denunciaban su situación de explotación, silenciadas por más de 100 años. Impuros, que tuvo su pre-estreno en la Muestra de Documentales de DOCA, y participó del Festival de Cine Judío de Punta del Este, aporta la mirada conjunta de Florencia Mujica (Escrito en la tierra, La cáscara rota y Parir) y Daniel Najenson (Perros salvajes, Larps y Anatomía), sobre un tema sensible y complejo que se inserta en la problemática de género, la naturalización de los hábitos sexuales masculinos, la hipocresía moral de sectores que acompañan y callan, como de la cosificación del cuerpo femenino considerado una mercancía de consumo. La cronología de los hechos demuestra una historia poco juzgada, y que vincula aquellas mujeres con las de hoy, que aún siguen luchando por sus derechos. IMPUROS Impuros. Argentina, 2018. Dirección: Florencia Mujica y Daniel Najenson. Guion: Malen Azzam y Daniel Najenson. Dirección de fotografía y cámara: Carla Stella. Montaje: Marisa Montes. Música: Leandro Drago. Sonido: Luciana Braga. Intérpretes: Sonia Sánchez, Haim Avni, Yvette Trochon, Myrtha Schalom, José Luis Scarsi, Guillermo Zinni, Rafael Ielpi, Abraham Litchtenbaum, Carlos Martín, Jorge Nieszawski, Jela Rosenthal, Susana Skura, Abraham Schein, Raquel Ferber, Horacio Ferber, Valeria Salum. Duración: 86 minutos.
“Pañuelos para la historia”, de Alejandro Haddad y Nicolás Valentini Por Marcela Barbaro Qué une a las Madres de Plaza de Mayo con las Madres de la Paz del pueblo kurdo?. En ambos países, la violación sistemática de los Derechos Humanos sobre los civiles, dejó profundas cicatrices en la sociedad. Miles de hombres y mujeres fueron desaparecidos, torturados o asesinados. El dolor ante la pérdida y la falta de justicia impulsaron la lucha indeclinable de las madres, de todas la madres (las de aquí y las de allá), para denunciar y visibilizar los crímenes de lesa humanidad. Pañuelos para la Historia, documental dirigido por el periodista, poeta y cineasta Alejandro Haddad, junto al realizador Nicolás Valentini (4 3 2 Uno, co dirigida con Mercedes Farriols), da cuenta de aquellos hechos históricos que las hermanan. De la mano de Nora Cortiñas, integrante de la Asociación Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, el relato comienza con su historia de vida, a través de un diálogo a cámara donde narra el origen de su militancia tras el secuestro de su hijo en 1977, y se completa con imágenes de archivo de las actividades que realiza la Asociación. Esa introducción, da lugar a focalizar el discurso en el viaje de Cortiñas hasta Turquía, con el fin de asesorar y acompañar a las madres kurdas, quienes se inspiraron en la lucha de nuestro país. A partir de un gran trabajo de investigación, Haddad nos acerca e introduce en la problemática del pueblo kurdo, víctima de la separación territorial, entre Turquía, Irak, Siria e Irán, que tuvo como consecuencia, la constante persecución y represión de parte del estado turco y de los grupos paramilitares que sembraron el miedo en la población. Un Estado, que a diferencia del argentino donde se condenó y se sigue juzgando a los genocidas, nunca reconoció la figura del desaparecido ni la responsabilidad que se le adjudica. Con cámara en mano se sigue de cerca el encuentro de Nora con las distintas organizaciones de Derechos Humanos, dando lugar a los testimonios que la llevarán a conocer a las Madres de la Paz de Diyarbakir, así como a las Madres de los Sábados en Estambul. Las imágenes reflejan un registro cercano e intimista sobre el conflicto, donde los realizadores intervienen activamente visibilizando el proceso de rodaje y el detrás de escena. Si bien, prevalece un guion con formato de investigación periodística, el documental se nutre de una narrativa que fusiona los hechos con cierta retórica ficcional, principalmente con el uso dramático de la banda sonora. Pañuelos para la historia, fue el Proyecto Ganador en el Concurso de Documentales Digitales del INCAA. En su paso por distintos Festivales Internacionales, obtuvo diversos reconocimientos, entre ellos el Premio Iber-Rutas, como Mejor película Iberoamericana en la Muestra Internacional de Cine con Perspectiva de Género 2016 (México). También integró la selección oficial en los Festivales de Auroville 2017 (India); de Cine de Diversidad (Canadá), entre otros. Mención aparte, es homenajear a uno de sus directores, el joven Alejandro Haddad, quien falleció en 2014, durante el rodaje del documental. Como si no hubiera fronteras que separen a las madres (argentinas y kurdas), ellas seguirán defendiendo los ideales por los que lucharon sus hijos, en post de lograr, algún día, la memoria, la verdad y la justicia. PAÑUELOS PARA LA HISTORIA Pañuelos para la historia. Argentina, 2015. Dirección, Producción, Cámara y fotografía: Alejandro Haddad y Nicolás Valentini. Guión: Alejandro Haddad. Montaje: Nicolás Valentini /Música Original:José Luis Piccinini Posproducción de Sonido: Alexis Kanter. Duración: 72 minutos.
“Todavía”, de Tomás Sánchez Por Marcela Barbaro - 30 octubre, 2018 Todavía la nueva propuesta del realizador Tomás Sánchez, es una suerte de continuación o segunda parte de su primera película Otro corazón (2012), donde comenzó a reflexionar sobre el tema de la donación de órganos y la dificultad que padecen los pacientes que esperan largamente recibir un trasplante. La película buscó concientizar sobre la importancia de donar para dar vida a otro. Durante el proceso de producción, Sánchez conoció al doctor Jorge Rodríguez Kissner, un médico que pasó por un trasplante de corazón, en quien se basó de su experiencia para realizar Todavía. Con un gran elenco encabezado por Betiana Blum, Beatriz Spelzini (ambas, protagonistas de Otro corazón) junto a Pablo Rago, Hugo Arana, Víctor Laplace, Martín Slipack y Romina Gaetani, se continúa con la temática, pero a partir de una mujer recientemente trasplantada. Aralia (Betian Blum), un pianista en pleno proceso de adaptación post quirúrgico, transita ésta segunda oportunidad de vivir. Al quedar viuda, convoca a sus tres hijos para esparcir las cenizas de su marido (Laplace) junto a la banda de músicos donde tocan y hacer un concierto homenaje. El hecho de reunirlos a todos y viajar primero a Chapadmalal, y luego a Purmamarca (Jujuy), será un intento para unir los lazos que los separan, saldar lo pendiente y volver a ser una familia. Desde el inicio, se introduce la voz en off de Aralia cuando le habla a su difunto marido; un Victor Laplace que aparece vestido de blanco y que sólo ella puede ver y escuchar, una y otra vez, enlazando las escenas. Junto a ese recurso, se acompaña de fondo el leit motiv musical a cargo de Javier López del Carril, responsable de la música de la película, que se aplica en toda ocasión sentimental. Al igual, que el subrayado de violines en determinas escenas, que anticipan una propuesta que recuerda aquel cine argentino superado por la generación del noventa. Sánchez intenta acercarse a una temática delicada y sensible, a través de una comedia dramática para toda la familia, donde aplica todos los clichés del género. La película podría ser una metáfora del lema “la vida es un trabajo en equipo”, como dice el personaje de Hugo Arana. Bajo esa premisa, el aspecto narrativo y la puesta en escena se reducen a ser simples vehículos para unir escenas donde los roces y conflictos interpersonales, los reproches entre hermanos, las cenizas del muerto en una cartera que siempre se pierde, forman un cúmulo de situaciones forzadas y previsibles. Apelando al humor, los afectos y el romance, los actores se cargan la película al hombro, para sostener el tema de fondo. Todavía, como el adverbio que tiene por título, indica algo en desarrollo, presupone aquello que aún no concluyó y que se conecta al presente. Y eso se traduce en su formato, porque sigue conectada a su antecesora, no termina de ser un documental apelativo auspiciado por el INCUCAI, ni logra ser una sólida ficción que aborde el tema en profundidad, más allá, de la mirada solidaria y bien intencionada de su realizador, y de haber sido declarada de interés Cultural y Educativo por el Ministerio de Educación y Cultura de la Nación. TODAVÍA Todavía. Argentina, 2018. Dirección y guion: Tomás Sánchez. Intérpretes: Betiana Blum, Hugo Arana; Romina Gaetani, Pablo Rago; Paula Reca, Martín Slipak, Beatriz Spelzini, Anabel Cherubito, Silvina Bosco y Victor Laplace. Dirección de fotografía y cámara: Marcelo Iaccarino (ADF). Edición: Cesar Custodio (SAE). Música: Javier López Del Carril/ Sonido: Jésica Suárez. Duración: 90 minutos.
“El otro verano”, de Julián Giulianelli Por Marcela Barbaro - 24 octubre, 2018 El viaje es el inicio de una voluntad. Responde a un deseo que moviliza ir en busca de algo que falta. El encontrarlo, es completase y definirá quienes somos. Esa es la búsqueda que se hará a lo largo de El otro verano de Julián Giulianelli, director de Puentes (2009), dando cuenta de la problemática de los vínculos, las relaciones afectivas y las consecuencias de lo que se elige. Rodada en un pueblo de las sierras cordobesas, Rodrigo (Guillermo Pfening) vive de un pequeño complejo de cabañas heredadas de su padre, a las que debe mantener y refaccionar para alquilarlas a turistas. Pero le cuesta ocuparse, puede más el alcohol, los amigos, el fútbol o tocar la guitarra. Desprolijo, solitario y con una mala relación con su novia, Rodrigo se cruza con Juan (Juan Ciancio), un joven de diecisiete años recién llegado al pueblo. Ante un altercado, le ofrece alojamiento y comida a cambio de ayudarlo con el arreglo de las cabañas. Así, comienza una convivencia donde ambos cederán espacios y compartirán cosas en común. Mientras crece el vínculo, el pasado revelará algo que los une afectivamente. La búsqueda de los personajes se traduce a través de una cámara en mano que acompaña el transitar de un estado a otro. Hay un seguimiento cercano y hasta ininterrumpido sobre las acciones mínimas de Rodrigo y Juan, en ese deambular buscando sentido a sus vidas. Escasos diálogos, planos fijos, silencios que traducen lo latente y lo no dicho, se completan con la mirada activa del espectador. En medio de esa relación, aparecerá un tercer personaje, una joven turista interpretada por Malena Villa (también protagonista de Puentes, como Ciancio) que se aloja allí por unos días. Atravesando un conflicto familiar, se acerca a Juan con quien tendrán una aventura de verano. Al igual que en Puentes, lo disfuncional como tema, en relación a la familia y al crecimiento, se vuelve a hacer presente. Si, en la primera película eran menores atravesando distintas etapas de rebeldía, los personajes de El otro verano lidian entre la maduración y la responsabilidad, el asumir roles o escaparse de las obligaciones. Todo el tiempo se intenta hallar en el otro una empatía en relación a la insatisfacción, y este no saber “qué lugar se ocupa para el otro”. Producida por Juan Villegas y Paola Suárez, la película trata una temática muy abordada dentro del cine nacional, que no se aleja mucho de esos tópicos relacionados al “coming of age films”. Giulianelli logra correctamente reflejar la parsimonia del ritmo pueblerino, en ese transcurrir de tiempos lentos y escenas anodinas, donde la armonía del paisaje contrasta con la subjetividad de esos seres en conflicto, que buscan hallar su equilibrio interior. EL OTRO VERANO El otro verano. Argentina, 2018. Dirección y Guion: Julián Giulianelli. Intérpretes: Guillermo Pfening, Malena Villa, Juan Ciancio, Mara Santucho. Productores: Juan Villegas / Paola Suarez. Fotografía: Gustavo Biazzi- Montaje: Santiago Esteves. Sonido: Federico Esquero. Música: Sebastian Felisiak /Luciano Gagliesi. Duración: 72 minutos.
“Gauguin, viaje a Tahití”, de Edouard Deluc Por Marcela Barbaro La escena parisina de fines de siglo XIX no tenía nada para ofrecerle al pintor francés Paul Gauguin. “Sólo quiero crear un arte sencillo, decía. Para ello necesito empaparme de una naturaleza virgen, no ver nada más que salvajes”. Esa necesidad, lo llevó a dejar todo y viajar a Tahití en 1891. Allí, pasará un período de su vida, donde podrá redescubrirse como artista. También encontrará el amor en su musa y la virginidad de la selva para inspirarse, lo que le permitió llevar su obra a su máxima expresión. La historia lo recordará como uno de los más importantes pintores post impresionistas, junto a Cezanne y Van Gogh, del arte moderno. Gauguin, viaje a Tahití, del director francés Edouard Deluc (¿Dónde está Kim Basinger?, 2009; Je n’ai jamais tué personne, 2002), es una biopic que narra el período en que Gaugin, interpretado por el gran Vincent Cassel, deja su país para irse a la Polinesia en busca de una mayor motivación para volcar en sus cuadros. Entre los lugareños, conocerá a Tahura (Tuhei Adams), quien se convertiría en su mujer y en modelo de sus cuadros más famosos. El costo de su deseo, será alto. Pasará momentos de hambre, miseria y problemas de salud, sin que le impidan abandonar su pasión por la pintura. El cine se nutrió de muchas películas que abordan la vida de pintores famosos: Van Goh (1991) de Maurice Pialat; Sobreviviendo a Picasso (1996) de James Ivory; Frida (2005) de Julie Tamor o Renoir (2012) de Gilles Bourdos, entre otras. Todas, a su manera, comparten narrativa y estilísticamente, tópicos comunes. El argumento evoca el proceso de transformación del hombre devenido en artista. Los relatos, generalmente, tienen un formato clásico y las acciones siguen un orden cronológico, que se acompaña con algún intertitulo. Los escenarios recrean el espacio de sus vivencias y lo contextualizan bajo una estética pictorisista. Por último, se autoimponen imágenes propias que se identifican en la obra del autor y son reconocidas por el espectador. En éste caso, Gauguin, viaje a Tahití, no es la excepción, ni aporta alguna novedad al género. Rodada en Polinesia y en París, la película de Deluc conjuga varios temas en torno a la vida del pintor, del que no se profundiza como se esperaba: está presente el colonialismo, el egocentrismo, los sacrificios y el sometimiento afectivo, como así también, la idea de la trascendencia desde el arte. Las imágenes exportan la belleza externa de paisajes exuberantes, plasmados en los cuadros colmados de colores y matices. En esa fusión entre lo externo y lo interno (subjetividad del artista), pareciera que lo representado y lo representable se uniesen en un mismo sentido. Pero más allá de éste encuentro alcanzado entre el pintor y su inspiración, no hay mucha progresión dramática entre las escenas ni en la historia misma del protagonista. Más bien, participamos de cierta monotonía, que desluce el “detrás de escena” de aquellos maravillosos cuadros. GAUGUIN, VIAJE A TAHITI Gauguin: Voyage de Tahiti. Francia, 2017. Dirección: Edouard Deluc. Guión: Edouard Deluc, Etienne Comar, Thomas Lilti y Sarah Kaminsky. Intérpretes: Vincent Cassel, Tuheï Adams, Malik Zidi, Pua-Taï Hikutini, Pernille Bergendorff, Marc Barbé, Paul Jeanson, Cédric Eeckhout, Samuel Jouy, Scali Delpeyrat. Producción: Bruno Levy. Distribuidora: Impacto. Duración: 102 minutos.