Presentada en la sección Panorama del 17º BAFICI –allá por 2015 y filmada en 2009-, llega a partir de este lunes 17/08 disponible en forma gratuita en la plataforma www.cine.ar/play, “CINE DE PUEBLO, una historia itinerante”, el documental donde Sebastián Hermida homenajea la figura de José Martínez Suarez, quien ha sido su maestro y con el que lo ha unido un vínculo más allá de la docencia, forjando incluso una gran amistad. Con “sólo” seis largometrajes en su haber (“El crack” “Dar la cara” “Viaje de una noche de verano” “Los Chantas” “Los muchachos de antes no usaban arsénico” y “Noches sin lunas ni soles”), Martínez Suarez no solamente se convirtió en uno de los directores icónicos dentro del cine nacional contemporáneo sino que además fue trazando un importante camino dentro de la docencia que lo ha posicionado como uno de los más importantes maestros de directores de su generación. No hubo ninguno de los puestos de la industria que “Josecito” no hubiese conocido: fue extra, técnico, asistente de director, guionista hasta llegar a ser el responsable del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, uno de los festivales de cine más importantes de América latina. Su carrera se fue forjando bajo las órdenes de los directores más prestigiosos de ese periodo de oro del cine nacional como Carlos Hugo Christensen, Leopoldo Torre Nilsson, Lucas Demare y Daniel Tinayre e incluso, con sólo ver por ejemplo el elenco de su filme “Dar la Cara” no hay dudas que sus películas han sido tanto un semillero de estrellas –allí vemos a los jóvenes Leonardo Favio, Guillermo Bredeston, Lautaro Murúa, Luis Medina Castro, Dora Baret, Aida Luz y María Vaner- como otros trabajos en los que contó con grandes actores consagrados de la pantalla nacional como Alberto de Mendoza, Luisina Brando, Mecha Ortiz, Narciso Ibáñez Menta, María Concepción César o Ángel Magaña. El documental de Sebastián Hermida -íntegramente filmado en la localidad de Villa Cañás, Santa Fé, de donde el propio Martínez Suarez es oriundo-, toma como excusa la reapertura de una sala de cine en esa localidad para plantear un itinerario que recorre además los rincones de su niñez y nos conduce hasta la emoción que surge en la inauguración de la ahora renovada sala del cine Dante, con cientos de niños en edad escolar, ávidos de asistir por primera vez a la magia que se genera en el cine, cuando se apagan las luces y comienza la proyección. Lo acompañarán en ese viaje tres directores, representantes de diferentes generaciones: Mario Sábato (“El poder de las tinieblas” “Tiro al aire”, algunas de la saga de los Súper Agentes y, entre otras, el documental “Ernesto Sábato, mi padre”) Cristian Bernard (“76 89 03” “Germán, últimas viñetas”) y el propio Hermida abriendo un diálogo permanente sobre la aventura de hacer cine, lo que ha significado el cine en su vida (enarbolando más que justificadamente su célebre frase “estoy hecho de cine”) y recorrer además toda su obra con anécdotas de filmación y fragmentos de sus películas. Pero es interesante el doble diálogo, por un lado entre los directores, y por otro el que Martínez Suarez entabla mediante un reportaje que le hacen los alumnos que van a ver esa función tan especial (aunque nos quede la sensación en algunos momentos que los chicos no tienen idea frente a quién están, al no ser una figura popularmente conocida) construyendo ese puente intergeneracional que es, al mismo tiempo, un legado para las nuevas generaciones que quieran tomar sus consejos, su visión, su concepción del arte cinematográfico y su pasión por las películas. Hermida lo acompaña amorosamente con su cámara y registra cada uno de esos reencuentros que surgen ante la vuelta al pueblo natal: sus amigos y las diferentes formas de describirlo, las historias de su adolescencia y de juventud, los potentes recuerdos de sus padres y los que habitan en cada fotografía en la que se detiene. Jugando con esa idea de un pasado tan diferente a este presente –representado en la estación de tren del pueblo, por ejemplo- y por sobre todas las restantes cuestiones, su particular manera de concebir y hacer cine. Un documental que inevitablemente dialoga y se vincula con “Soy lo que quise ser” (2019) de Mariana Scarone y Betina Casanova, y lo que en aquel caso era la construcción de un cineasta particular en el testimonio de sus colegas y parte de su familia para algunos pequeños destellos de su retrato más personal, aquí en “CINE DE PUEBLO” la mirada de Hermida agiganta esa personalidad inquieta, luminosa, elegante e intelectual, que se modifica cuando visita con esa mirada de niño sus lugares más entrañables que además deja un invalorable testimonio que es un material único como base, herencia y transmisión para las generaciones venideras. POR QUE SI: «Hermida acompaña a José Martínez Suárez amorosamente con su cámara»
Presentada en el 21º BAFICI dentro de la sección “Comedia”, “UNA CHICA INVISIBLE” es la ópera prima de Francisco Bendomir que ya ha comenzado un interesante recorrido en el circuito de festivales internacionales y que este jueves finalmente, se estrena en www.cine.ar/play representando al cine independiente y con una propuesta diferente dentro de los estrenos de esta plataforma. Por un lado tenemos a Andrea (Andrea Carballo) , absolutamente deprimida por la viralización de un video en donde ha quedado registrado un nefasto “accidente” acontecido al final de una audición para un importante papel dentro de un musical nacional y, además, angustiada como para enfrentar ese hecho tan embarazoso, cree que encuentra una potencial salida en el suicidio. Acaba de romper recientemente con Mauro su novio (ex novio, en realidad, a cargo de Pablo Greco) quien presume que en el abrupto corte de esta relación, hay algo que Andrea no le ha confesado. Como para saber a ciencia cierta si realmente hay un “tercero en discordia”, contrata a un hacker, Daniel (Javier De Pietro), para que se infiltre en la computadora de su novia y, de esta forma, se puedan observar cada uno de sus movimientos. Pero más que Daniel, es el propio hacker quien, a su vez, comienza a entrometerse en la privacidad de Andrea, ya que una vez despertado su espíritu voyeur, no puede parar de controlarla obsesivamente. Para completar el cuarteto protagónico aparece en escena Juana (Lola Ahumada), la hija preadolescente de Daniel, que vive con él –lidiando con el fantasma de una ex que ha desaparecido por completo y le ha endilgado su crianza-, que absolutamente en la antípodas de lo que le sucede a Andrea, muere por que algún video suyo se convierta en un furor en Youtube y convertirse en una modesta estrella mediática: y parece estar lográndolo con un juego riesgoso que no termina del todo bien, pero que le brinda afortunadamente unos cuantos likes, la moneda más codiciada en las redes. Las historias tienen puntos de contacto y se van entrecruzando a través de un minucioso trabajo de guion que, lejos de cualquier receta esquemática, rompe el tiempo, la cronología, deconstruye permanentemente la propia historia al mismo tiempo que avanza en el relato y mientras marca algunas precisiones temporales en pantalla juega al mismo tiempo con un loop que permite reinterpretar lo que sucede, dentro de la propia narrativa. Bendomir, en su doble función de guionista y director, necesita un espectador despierto, participativo, entregado a su propuesta. Su puesta en escena se construye con un diseño de arte meticuloso, riguroso, una pantalla inundada de detalles que llaman poderosamente la atención. Uno quisiera mirar y disfrutar cada uno de estos guiños, dispuestos por los diseñadores y vestuaristas, que ayudan a describir el universo de cada personaje sin necesidad de decir nada más: cada uno de esos objetos, de esas señales, de esos signos, permiten definir perfectamente a cada uno de ellos, brindándonos gran cantidad de información. No tiene miedo a lanzarse, a jugar con una paleta de colores amplia y llamativa e inclusive, mide cada detalle logrando escenas que se construyen como una composición teatral del espacio, donde nada queda librado al azar sino por el contrario, están dispuestos en el cuidado obsesiva de Bendomir, que no sólo sabe crear los climas adecuados para que se desarrolle su comedia negra, sino que además se muestra como un firme conductor de sus actores desde la dirección. Así como los documentales que Andrea ve por televisión dialogan interactivamente con la propia historia –sumando a su vez un modo de insinuación sobre otros géneros cinematográficos que se entrecruzan-, la historia que lee Juana le permite a “UNA CHICA INVISIBLE” tener una brillante secuencia animada que juega con el animé, el manga y la cultura oriental, a través de un cuento que oficia de columna vertebral y que permite, al mismo tiempo, que Bendomir explore otras formas de expresión dentro de su propia película, multiplicando y potenciando los disparadores que entrelazan a los personajes. Más allá de una pulsión suicida presente en Andrea, todos los personajes y la película misma coquetean permanentemente con la idea de un límite, de jugar en el borde, bien cerca del precipicio, esa cornisa por donde transitan los protagonistas, con un humor punzante, mordaz e irónico, que se permite inclusive algunos momentos de tinte escatológico que hacen una potente combinación que, en alguna escenas pareciera abrevar del primer etapa del cine de Todd Solondz (inclusive mucho de lo aparece en Juana, parece ser evocativo de la protagonista de “Wellcome to the Dollhouse”). Si bien el terceto Carballo – De Prieto – Greco, logran componer convincentemente a sus personajes y entender el ritmo que la historia necesita (con participaciones de María Rosa Fugazot, Silvia Villazur y Leandro Martin Lopez como Diógenes), la Juana de Ahumada es completamente magnética, un enorme acierto de casting, que el ojo de Bendomir tras la cámara, explota al máximo y logra una criatura chispeante, ácida, potente, que no solamente tiene las mejores líneas de diálogos –que Lola pícaramente aprovecha en todas y cada una de las ocasiones- sino que además tiene un rostro y un ángel que traspasan la pantalla (y que con la ayuda del diseño de arte logra un personaje preadolescente visualmente atractivo y que no toca ni uno sólo de los lugares comunes habituales) que por momentos, parece escapada de una película del genial Wes Anderson. Redes sociales y viralización, anonimato y soledad, voyeurismo y adicciones son algunos de los tantos temas que en tono de comedia sarcástica y con un ritmo veloz “UNA CHICA INVISIBLE” aborda, logrando un producto que se distingue de las propuestas actuales del cine nacional, que deslumbra con una puesta absolutamente creativa y un humor que no tiene miedo de tomar riesgos y rebelarse a los límites y todas las convenciones. POR QUE SI: «No tiene miedo a lanzarse»
Resistiéndose a cualquier encasillamiento, el trabajo documental de Matías Szulanski, en sintonía con sus trabajos de ficción en donde lo más importante pareciera ser romper con todos los esquemas preestablecidos para disponerse a explorar nuevas formas de contar en el cine (para muestra bastan “Astrogauchos” Recetas para microondas” “En peligro” o “El gran combo”), nos muestra a un director completamente entregado al juego, a la experimentación y a dejarse llevar por las cosas que puedan ir apareciendo durante el proceso creativo. “ECOSISTEMAS DE LA COSTANERA SUR” arranca con la participación de Fabián Arenillas, choripán en mano, bombardeándonos de información sobre la Costanera –como un alter ego de una Wikipedia desenfrenadamente veloz-, sus aspectos históricos, sus cambios, lo distintivos de sus rincones, los mitos y leyendas propios del lugar y poniendo el foco en sus particulares visitantes. La sobreabundancia de datos y un ritmo decididamente lúdico y distendido, hacen que pensemos que Szulanski aborda el documental, autoparodiando el propio género y riéndose de sí mismo cuando en una completamente desacartonada voz en off –opuesto a lo que suele suceder en la enorme mayoría de los documentales- explica que finalmente este documental es, más que nada, un registro de ese documental que no fue. Dividido en cuatro capítulos, inicia con un irónico “cine contemplativo” donde se disparan efectivos dardos sobre esta forma de (no) hacer cine y rápidamente cede el paso al capítulo del “cine experimental” donde junto a Paulo Pécora encara una de las facetas más interesantes del trabajo. Con un espíritu “cool” que jamás abandona, se dispone a jugar con imágenes, charlas de whatsapp, cine dentro del cine y una filmación tan particular como el escarabajo que cobra un rol protagónico y el fantasma de Martha Lynch que se pasea por entre los árboles de la Costanera. Como en una charla de amigos, Szulanski abandona ese segmento en donde pone énfasis en el espíritu hipster, la nostalgia y la melancolía de alguna de sus tomas y se adentra en el tercer segmento “cine casero” acompañado en esta oportunidad por la actriz y directora Mónica Lairana (“La Cama”). Juntos reconstruyen esa costanera olvidada, jugando con el tiempo y con el espacio, algo que reconocen que potencialmente podría haber surgido como un cine de archivo que no pudo ser, subrayando en esa búsqueda, el espíritu de ensayo, esa prueba y error que conduce al conocimiento, que se produce justamente en medio de este aislamiento que hizo que se modificaran sus planes. Ya alejando completamente de una propuesta más esquemática de contar la historia de la Costanera como geografía inusual, el relato queda completamente capturado por la pasión de hacer cine y de seguir explorando formatos, totalmente presente en el cuarto y último capítulo, “cine de terror”. En este capítulo de cierre –mucho más extenso que los anteriores-, con la ayuda de Franco Sintoff y su anécdota de cómo utilizar unos rollos de super 8 recientemente ganados en un concurso, juntos subrayan y refuerzan la idea de filmar sin dejarse limitar por una falta de presupuesto, fluyendo con las nuevas ideas que aparezcan en el recorrido, en este caso tomando como compañeras de aventuras a una actriz inexperta con ganas de protagonizar el corto y su propia novia que apoya incondicionalmente el proyecto. Este capítulo de cierre es al mismo tiempo el más divertido pero el más disperso y alejando del hilo conductor, que probablemente peque de ser más extenso de lo debido perdiendo el timing inicial que Szulanski había intencionado en su propio abordaje, pero lo que se sigue celebrando en “ECOSISTEMAS DE LA COSTANERA SUR” es la originalidad, el humor que atraviesa completamente cada uno de los episodios y la voluntad de disponerse al juego, de ensayar –aun a riesgo de equivocarse- y de sondear nuevos caminos con la pulsión de hacer cine y de encontrar nuevas maneras de expresión .
A partir de un viaje realizado en Octubre de 2016, a casi 60 años de la Revolución, Luciano Nacci se adentra en territorio cubano a la búsqueda de las pequeñas historias de sus habitantes, que irá acompañando con su propia voz en off –que utiliza más que discretamente, en los momentos oportunos y necesarios- y le irá dando relevancia a cada uno de los testimonios que van surgiendo a medida que avanza en el recorrido, los que van armando ese rompecabezas, ese caleidoscopio de la vida de la isla que no solamente hablará del aquí y ahora, sino que se involucrará con un mirada al pasado que nadie parece dejar atrás porque forma parte justamente de su esencia, pasando por la revolución y por lo que otras voces, más disidentes, llamarán dictadura. El formato que encara Nacci tiene un sesgo predominantemente didáctico y si bien no lo hace exclusivamente con un espíritu enciclopedista y pedagógico, visita en forma prolija cada uno de los ítems que se deben recorrerse para sentir que se han abarcado todas sus aristas, sin abandonar demasiado las estructuras propias de un libro de texto, lo que de todos modos utilizado eficazmente –como en este caso- es lo que hace que el documental logre su objetivo. Así se detiene tanto en la ciudad como en el campo, en su música, en la cultura, en el sentido que tiene para cada uno de ellos la revolución, escuchamos con orgullo hablar del sistema de salud y de los progresos que se han dado a nivel social y todo se fusiona con el ritmo propio de esa geografía, con una alegría a flor de piel que tienen todos los entrevistados y que tiñe de una sensación de júbilo a todo el documental. Testimonios unidos por la Historia, por un marcado sentido del territorio y de la pertenencia, el fuerte lazo que sienten con el significado más profundo de la Patria: venerar el suelo donde uno ha nacido, dar lugar a la emoción y al sentimiento. También sueñan con viajar y con conocer otros lugares, pero siempre con la idea de volver al origen, sin despegarse por completo de ese territorio tan querido –como también lo vemos en el testimonio de un entrenador de béisbol con una profunda lealtad a su patria-. Al final del recorrido, en ese avión que devuelve a Nacci a Buenos Aires, sentimos que nos hemos adentrado un poco más en la magia, en el sabor, en la rítmica música de Cuba –expresiones tangencialmente atravesadas por tensiones políticas e ideológicas que también tienen su espacio dentro de este trabajo-, un lugar diferente a todo, que por momentos parece detenido en el tiempo pero al que irremediablemente, uno se promete volver para reencontrarse con toda esa frescura, esa bonhomía en su gente, que tan bien se retrata en los testimonios de cada una de las voces que dan vida a “LOS CAMINOS DE CUBA”.
No es casual que la canción elegida para abrir este documental sea “Ne me quitte pas” de Jacques Brel. Una canción donde hay drama, hay un estilo teatral en juego, donde se habla de la emotividad y del desamor: en síntesis, una canción plagada de melancolía y de fuertes motivos para no olvidar un gran amor. En la voz de Jean Pierre Noher, la letra de Brel hace una síntesis perfecta para encarar la búsqueda que se plantea en “UN SUEÑO EN PARIS”, el documental de Sergio “Cucho” Costantino, que se estrena esta semana dentro del ciclo “Jueves Estreno” en la pantalla de www.cine.ar/play. Lo que comienza como esa construcción de la identidad franco-argentina del propio Noher irá descubriendo como también se han fundido París y Buenos Aires, no solo como dos grandes ciudades en las que uno puede ver una importante cantidad de similitudes –todos afirman que Buenos Aires es la Paris de Sudamérica-, sino también por la pasión compartida por el Tango, así, con mayúsculas. Y allí, dentro del dolor del exilio, un grupo de artistas talentosos –y no sólo dentro del ámbito musical sino que el movimiento se nutrió de otros provenientes de las artes plásticas y las letras, sólo por mencionar algunos ejemplos- e intelectuales, da a luz un espacio mítico en el centro de París, en el barrio de Les Halles, que se transformó en un fragmento de Buenos Aires. Muy cerca del Pompidou, a pocas cuadras el Sena, en pleno centro de la Ciudad Luz, Edgardo Cantón, junto a sus socios -entre los que se encontraban nada menos que Susana Rinaldi, Antonio Seguí o Pérez Celis- y con Julio Cortázar como padrino, comienza a generar un espacio que noche a noche se colma tanto de público como de celebridades para vibrar la música de un buen tango, aun cuando todos coinciden que la mayoría del público no podía entender lo que estaban cantando: claramente el ritmo y cadencia nostálgica del tango los atravesaba desde sus melodías y la teatralidad de sus intérpretes. Un escenario que unió a destacadas figuras, icónicos representantes del tanto como el dúo de Horacio Salgan y Ubaldo de Lío, los cantantes Rubén Juárez y Guillermo Galvé, Raúl Lavié, el Sexteto Mayor (conformado por ex músico que habían acompañado a Osvaldo Pugliese, quienes tuvieron el desafío de inaugurar este espacio), Osvaldo Piro, María Garay, Amelita Baltar y obviamente, la propia Susana Rinaldi en un momento artístico de expansión y crecimiento. Pero también fue importante quienes quisieron estar presentes también bajo ese escenario: Atahualpa Yupanqui, Jairo, Mercedes Sosa o la famosa anécdota de Carolina de Mónaco que casi se queda sin poder entrar porque las localidades estaban completamente agotadas (como sucedía cada noche) y quien controlaba el ingreso cumplía las estrictas órdenes de no poder ingresar sin entrada. Costantino, de la mano de Jean Pierre Noher, mezcla interesantemente material de archivo, testimonios de artistas, músicos, colegas junto al de los propios fundadores como el periodista Tomás Barna que aún hoy sigue sosteniendo con emoción que no era el dinero lo que motivó el proyecto, sino “que se presente lo mejor de lo mejor»: e indudablemente, lo lograron. Como si la historia no fuese de por sí fascinante y exquisita, “UN SUEÑO EN PARIS” se completa con una banda sonora de excelencia, con fragmentos de Tangos en las voces más aclamadas y que espontáneamente surgen en algunas de las entrevistas, como esa canción que se canta desde el alma, sin ensayo y con el sólo recuerdo del “Trottoirs de Buenos Aires” y la evocación de una época dorada vivida a pleno y esa música tan nuestra, atravesando fronteras e instalándose, profundamente y para siempre en una ciudad que ha sabido respirar el ritmo del Tango, como si fuese otra Buenos Aires a la distancia. Noher en su búsqueda, en ese recorrido que va planteando desde su propia identidad franco-argentina, logra encontrar la sensibilidad exacta dentro de cada testimonio donde gane la emocionalidad y no se convierta en una sumatoria de datos enciclopédicos (capítulo aparte merece el fragmento con Jacqueline Pons, viuda de José Pons, anfitriones de toda la colonia artística argentina en su paso por París). Logrando hacerse invisible, atenta, íntima, se presenta la cámara de Costantino que logra retratarlos naturalmente, en ese diálogo que fluye entre evocaciones y recuerdos, entre fotos y canciones, entre anécdotas que viajan del pasado al presente. Otro de los aspectos positivos de “UN SUEÑO EN PARIS” es que no se constituye en esos documentales que sólo pueden disfrutar los conocedores del tema o un público fanático, sino que por el contrario nos abre un hecho quizás no por todos conocido y nos contagia de unas profundas ganas de haber estado ahí, presentes, en ese momento tan particular para nuestra música ciudadana invadiendo las calles de Les Halles, atravesando el Arcos del Triunfo y cruzando los Champs Ellysées tarareando “Naranjo en Flor” o “Los Mareados”. POR QUE SI: «Como si la historia no fuese de por sí fascinante y exquisita, “UN SUEÑO EN PARIS” se completa con una banda sonora de excelencia»
El relato abre con una voz en off – la misma que junta a ciertas otras voces irá recorriendo toda la película- recordando el momento contundente e irreversible de una muerte. Fue el 28 de Mayo de 2015 cuando “SILVIA”, madre de la directora y absoluta protagonista de este trabajo documental, cae desplomada en la calle y con esta muerte repentina que lo desequilibra todo, se cierra una historia de profundo dolor familiar. O en realidad, se abre… A través de recuperar el material filmado por la propia Silvia con su marido (esos videos domésticos en donde dejan registrados su primer aniversario, el crecimiento de sus hijas, situaciones cotidianas, festejos, reuniones y hechos trascendentes de la vida familiar), sus tres hijas intentarán recorrer nuevamente la historia de amor entre sus padres y entretejer recuerdos, aportando, cada una de ellas, la parte de la historia que particularmente recuerden para completar, de esta manera, un rompecabezas que se presenta como uno no muy sencillo de armar. Una historia dolorosa y compleja que la directora, María Silvia Esteve, propone en una narración en varios planos: como diferentes capas que se van superponiendo para dejar traslucir un entramado familiar en donde coexistieron el amor, la conveniencia, la locura, los maltratos y las relaciones patológicas que datan incluso del propio seno familiar en la niñez de Silvia. Aquí es donde justamente el juego de la homonimia entre la madre y la hija, permite provocar ese efecto Droste –ese bucle de ventanas, una dentro de otra, hacia el infinito- representado en esta historia de repeticiones que se transmite de generación en generación y que esta última, representada por las tres hermanas, parece estar dispuesta a analizar, trascender y dejar atrás, mediante ese aire catártico por el que también transita “SILVIA”. El diálogo constante entre el pasado y el presente, entre los recuerdos y los relatos de niñez, ese viaje al centro de sus historias que parece provenir inclusive de generaciones anteriores –representadas en la figura de Leda, la madre de Silvia- y el impacto que provoca aún en el aquí y ahora, es el magma enriquecedor con el que Esteve va trabajando laboriosamente el pesar y el desconsuelo de varias mujeres dentro de este clan en el que la confusión frecuente entre víctimas y victimarios, instaló el dolor y el desconcierto en el alma familiar. Aparecen la culpa, el olvido, los secretos, las vivencias en el exilio y sobre todo, ese pedido de Silvia que se transforma casi en una súplica, de que la quieran, que no la olviden, “mendigando” ese amor filial que parece no haber existido en su hogar natal, reemplazado por una historia de anfetaminas, alcohol, desbordes y desequilibrios, que incluyen hasta anécdotas en torno a una escopeta. Otra capa importante sobre la que trabaja Esteve es el límite hasta dónde adentrarse en la intimidad de su propia madre. ¿Cómo poder contar una historia, llegar a lo medular, a lo profundo, sin traicionar la dignidad y la memoria, sin dejar cosas sumamente privadas al descubierto? Cada una de las hermanas, en diferentes momentos, sentirá la presencia de ese pudor, esa inhibición y esa vergüenza que se apodera de ellas e impulsa más a frenarse que a seguir avanzando en el relato. Y ahí, Esteve como directora gana la pulseada a esa Silvia hija y logra internarse en una total intimidad sin traicionar en absoluto ni su esencia ni la de la protagonista. El registro impiadoso del paso del tiempo, del deterioro personal que sufre Silvia con el correr de los años, con el intento de sostener una relación de pareja desencontrada, desequilibrada, de un amor de juventud perdido, se va haciendo presente en esas cintas recuperadas sin necesidad de que ninguna voz en el relato, tenga que subrayar nada adicional. En esta búsqueda introspectiva y autobiográfica, otra de las capas interesantes para el análisis es cómo cada uno de los personajes, ha vivido fragmentos de la propia historia, a los que les irán concediendo diferentes interpretaciones, diferentes miradas y es a partir de ellos, donde irán reconstruyendo los recuerdos. ¿Alguien sabe qué es lo que realmente ha sucedido? ¿Se puede contar una historia con la seguridad de tener todos los elementos a disposición? ¿Cuáles son los secretos que la propia Silvia no ha develado y ha cargado consigo que hace que nadie pueda contar con una mirada totalizadora? Con esa idea de las diferentes hipótesis que cada hermana despliega sobre un hecho particular, “SILVIA” también habla de reconstruir la memoria, de lo olvidado, de lo desaparecido, de los límites tan tenues y tan volátiles que aparecen para separar ficción de realidad. Pareciera ser que cada una de esas miradas que aporta cada una de ellas, irá dando cuenta sólo de fragmentos parciales de la propia historia, de puntos de vista sobre un mismo hecho, de presencias y ausencias, que se van aportando a esta construcción colectiva que permite rearmar ese cadáver exquisito que es “SILVIA”. María Silvia Esteve presenta su ópera prima en la plataforma “Puentes de cine” (play.puentesdecine.com.ar), la que ha tenido un gran recorrido en diversos festivales, con un estreno mundial en el Festival Internacional de Documentales de Amsterdam y que ha sido premiada en Tel Aviv y La Habana. Una interesante oportunidad de disfrutarla a partir del jueves 23 de julio, y adentrarnos en el difícil arte de poder transitar la historia familiar, exorcizando viejos demonios y sanar el pasado, mirando a las generaciones venideras. POR QUE SI: «Esteve va trabajando laboriosamente el pesar»
Una mirada sobre la película que se vera en CINEAR el jueves y sábado a las 20 y una semana disponible online gratis en CINEARPLAY. El lugar: Amaicha del Valle. La particularidad: Una comunidad indígena –una de las más antiguas e importantes del Nordeste argentino- de unos 5000 habitantes aproximadamente, ubicada en la provincia de Tucumán donde se respeta al ancestral Consejo de Ancianos y a la figura del Cacique, un espacio en donde existen proyectos de establecer un Juzgado de Paz Intercultural. El personaje: Mario Reyes, arriero y guardaparques de la comunidad. que deberá subir a la alta montaña, acompañando al Ingeniero de la Compañía que intenta reparar un desperfecto que ha dejado sin servicio de internet a toda la comunidad, sorteando todo tipo de dificultades que se vayan presentando en el camino hasta poder llegar a la cima. “SEÑALES DE HUMO” es el nuevo trabajo documental de Luis Sampieri que se estrena este jueves en la plataforma www.cine.ar/play que se detiene en los pequeños detalles de este pueblo, con todas sus particularidades. Nos introduce en una pequeña comunidad que parece detenida en el tiempo, donde todo el ritmo y las costumbres ancestrales parecen estar presentes y se contraponen fuertemente con la tecnología, tan presente y tan necesaria, de acuerdo a lo que surge de los diferentes testimonios de las distintas voces que escuchamos y que van nutriendo el mosaico del documental. Samperi ha comentado en entrevistas recientes que el disparador que generó este nuevo trabajo, ha sido la imagen de una mula cargando la antena, que justamente tuvo oportunidad de ver cuando estuvo visitando el lugar: fue tan fuerte esa “foto”, que lo impulsó a contar esta historia y a volver a contactarse con el arriero Mario y nutrirse de los formidables paisajes –que aprovecha al máximo haciendo uso de su formación dentro de la fotografía- que son el otro gran protagonista del documental. Así, ha logrado amalgamar en este trabajo un registro que mezcla perfectamente el avance de la tecnología en contraposición a todo el aire tradicional que se respira en el pueblo. Ese ha sido el pequeño disparador que le permitió a Sampieri desarrollar esta idea, trabajando en un registro predominantemente observacional, que le sienta perfecto al ritmo de esta propuesta, mucho más apoyado en las imágenes y en la exploración de la disipada cotidianeidad del pueblo y sus habitantes, que en estructurar un relato más tradicional dentro del género documental -aunque a veces esa arquitectura más clásica de guion ayuda a sostener la idea central, que en ese caso se vuelve algo errática y, hay algunos momentos inclusive, en donde cuesta encontrar y sostener ese hilo conductor que en algunas ocasiones, desaparece-. Allí están a nuestra disposición los paisajes, la inmensidad, las tonalidades y los colores vivos de la naturaleza que ofician de marco a cada uno de los detalles que se viven en esa zona que por momentos, parece olvidada y lejana comparada con las grandes ciudades. Sin embargo, parte del deseo de “SEÑALES DE HUMO” pareciera ser igualar nuestras grandes urbes a ese pequeño pueblo, porque habla fundamentalmente de la comunicación / incomunicación que puede ir inclusive mucho más allá de la anécdota del problema técnico que deja al pueblo incomunicado. Todos los momentos iniciales del documental -mucho antes de empezar a escuchar en la radio zonal los reclamos y las necesidades de algunos de los pobladores que se han quedado sin conexión- referencian al tema de aprender a escucharse, a comunicarse, a entendernos, a abrirnos al diálogo. Y la comunicación es un arte complejo o simple, ya sea allá en Amaicha, como aquí a la vuelta de la esquina. La pregunta que flota y que el realizador comparte con el espectador es el planteo de hasta qué punto la tecnología ha penetrado en nuestra cotidianidad, ha logrado invadirnos e inclusive borrar algunas fronteras, igualarnos y habernos hecho perder nuestras propias diferencias, olvidarnos de nuestros propios rituales, nuestras costumbres, nuestras particularidades y haciendo que nos resulte un elemento completamente indispensable. A veces, situaciones tan extremas con las que estamos viviendo en este inesperado momento de aislamiento, tal como esos fuertes vientos que cortan las comunicaciones en Amaicha del Valle, hacen que volvamos a mirarnos a los ojos, dejar de lado algún que otro dispositivo y nos permitamos revalorizar el sentido y la dicha de todo lo que tenemos diariamente al alcance de nuestra mano que, sin querer, muchas veces entra en el terreno de lo invisible y de lo olvidado en medio de la voracidad vertiginosa de nuestras conexiones. POR QUE SI: «Muestra hasta qué punto la tecnología nos resulta un elemento completamente indispensable»
Él: “Escribir cartas significa desnudarse ante los fantasmas, que lo esperan con avidez. Una correspondencia es, en efecto, una conversación con fantasmas.” Ella: “Escribir una carta tal vez, sea volver a un lugar mejor, donde nos entendamos mejor” Andrés Di Tella presenta “FICCION PRIVADA” esta semana en la pantalla de cine.ar/play dentro del ciclo “Jueves Estrenos” una película que cierra una hermosa trilogía sobre los vínculos filiales que arrancó con “La Televisión y yo” (2002), en la que a modo de homenaje construye todo el documental en torno a la figura de su padre, luego fue el turno de “Fotografías” (2007) donde retrata a Kamala, su mamá india y el trabajo de construcción de su propia identidad a partir de los viajes, las vivencias, el desarraigo y las culturas. Frente a una camada de realizadores que han encontrado en el material familiar una buena excusa para poder realizar su documental e intentar contar una historia – a veces sin encontrarle la vibración y la narrativa propia necesaria en cada contexto-, Andrés Di Tella, experimentado director e inquieto frente a la búsqueda permanente de encontrar nuevos lenguajes narrativos, logra justamente llegar directamente a lo esencial. A través de fotos, inicialmente, y de cartas, luego, se dispone a explorar con una profunda emocionalidad y entrega, su propia historia familiar, más particularmente, la historia de amor de sus padres. En el inicio de “FICCION PRIVADA” y a modo de juego, dos narradores –adivinamos que son el propio Di Tella con su hija Lola- comienzan a tejer historias a partir de fotos viejas. Suposiciones, fabulaciones, disparadores: el arte de contar y crear una ficción a partir de la imaginación y de pequeños datos que pueda ir aportando ese material. Finalizado este juego atractivo, ocurrente e interesante, de generar ficción a partir de adivinar una historia con esas fotos que además mezcla lúdicamente con el paisaje urbano, comenzará otro juego, mucho más profundo, a través de la potencia que surge de la correspondencia entre sus padres. Si hay algo que hemos perdido por la invasión de la tecnología es el valor de la escritura a mano, con el pulso y la respiración presentes de quien escribe, con la emoción, el testimonio y el objeto como prueba, para quien las recibe. Y así como en cada foto, se intentaba construir una historia para esos personajes fantasmáticos, esos seres anónimos de los que no se contaba con mayor información, en el caso de las cartas, aparecerán también los fantasmas del pasado, la historia de los padres de Andrés –Torcuato y Kamala, como si fuesen a su vez dos enamorados de ficción- a lo que se suma que ahora, él mismo, ya no ocupa el lugar de hijo sino que articula, como en un juego de espejos, su vínculo con Torcuato con su propia paternidad. Donde la participación de Lola, entonces, es otra de las piezas fundamentales de esta historia. Hay algo de pudor, una intromisión en la geografía de lo privada que parece incomodar en un principio. Pero por algo Torcuato ha querido que Andrés tuviese esa cartas en su poder, como la transmisión de esos legados que van de generación en generación y se convierten en la mejor manera de “pasar la posta” de la historia familiar y de develar algunas pequeñas infidencias, sensaciones, sentimientos que salen de lo íntimo para dar cuenta de la existencia de ese amor tras 20 años juntos –con aciertos y con sinsabores-, que se remonta incluso hasta antes de que fuesen los padres del propio director. Si bien es un enorme hallazgo el hecho de haber convocado a Denise Groesman y Julián Larquier Tellarini para ponerle voz a las líneas de Torcuato y Kamala en su juventud, indudablemente la marca distintiva de este trabajo son las cartas que ha escrito el propio Torcuato, esta vez para Andrés, que reverberan en la extraordinaria voz de Edgardo Cozarinsky. Este juego de espejos antes mencionado se potencia cuando el propio Andrés lea algunos fax que mandó oportunamente a su padre mientras residía en el exterior, muchos impregnados con el impacto del reciente fallecimiento de su madre, donde aparecen otros de los otros vectores sobre los que irá transitando este trabajo, donde las cartas aparecen como un disparador para reflexionar sobre muchos otros aspectos de los vínculos familiares, el paso del tiempo, la presencia de los fantasmas , el sentirse habitados por la historia y por las personas que han pasado por nuestra vida y es así como se rescata la “confesión” de Torcuato diciendo que no sería quien fue de no haberla conocido a Kamala. También hay algo de catarsis en la lectura de las cartas, hay algo de historia de amor, hay un amor que puede ser tan particular y trascendental como cualquier otra historia de amor conocida, hay desencuentros, hay dolor, hay soledad y hay un espíritu presente de dos personajes arrolladores que viven una historia de amor única –al menos para este entorno familiar- que queda grabada y eternizada a través de esta correspondencia que se asoma en “FICCION PRIVADA”. Andrés Di Tella nuevamente juega, busca, explora, redefine una y otra vez el lenguaje –inclusive con algunas frases de las cartas, rapea y logra una musicalidad- y lo hace con su acostumbrada lucidez y con la completa comprensión de ese universo que va más allá de las fotos, más allá de las cartas, más allá de las palabras e incluso, más allá del cine. Un trabajo exquisito, con una propuesta diferente pero claramente identificable con el estilo particular y destacado de Andrés Di Tella. POR QUE SI: «Hay algo de catarsis en la lectura de las cartas, hay algo de historia de amor, hay un amor que puede ser tan particular y trascendental como cualquier otra historia de amor conocida, hay desencuentros, hay dolor, hay soledad»
Desde las primeras escenas que plantea el realizador chileno Nicolás López en “DULCE FAMILIA”, se percibe un aire de comedia televisiva de trazo grueso y un tono sumamente desacertado que el guion de Nicolás López y Guillermo Amodeo va subrayando cada vez más, a medida que transcurre la historia. La historia gira alrededor de la madre de un clan con tres hermanas, en una familia en donde los hombres parecen no estar demasiado presentes (tienen un rol bastante desdibujado e impreciso) y quien dirige toda la orquesta es Verónica Trujillos, una estrella y diva de la televisión, que ha logrado sucesos que han llevado a la cima del rating a un importante canal de televisión. Con el paso de los años ha quedado presa de su propia imagen y su terror a envejecer y es el momento en que le toca vivir una etapa compleja en su carrera cuando le propongan el co-protagónico de una serie en donde deberá dejar su lugar central para ser la madre de la protagonista, una estrella brasilera en ascenso que es contratada por la cadena televisiva como la nueva figura de la emisora. Pero fundamentalmente, lo que propone “DULCE FAMILIA” –título que no solamente apela irónicamente a los vínculos tirantes entre madre e hijas y entre las mismas hermanas sino que también hace alusión al tema de los desórdenes alimenticios y los productos cargados de azúcares- es una mirada en ritmo de comedia a los problemas de sobrepeso que debe enfrentar la protagonista, Tami (Fernanda Castillo) quien querrá bajar por los menos diez kilos antes del día de su boda con Beto (Vadhir Derbez) porque sueña con ponerse el vestido de novia que fue de su madre quien se lo prometió en préstamo, si logra su objetivo. Sus hermanas son Bárbara –ya condenada desde el nombre- (Regina Blandón) una nutricionista que ha inventado una aplicación para los celulares como seguimiento de un programa para combatir el flagelo de la adicción a la comida –utilizando los métodos más extremos con tal de lograr sus objetivos- y Alejandra (Paz Bacuñan), una madre que no puede aceptar los kilos de más en su hija que, un poco por rebeldía y otro poco para llamar la atención de su madre, ingiere todo lo prohibido, come a escondidas, roba para comprarse todos los “permitidos” que su madre le anula y que de una manera u otra, propone aceptarse tal cual es sin necesidad de ajustarse a los cánones y los modelos que impone el sistema –discurso que luego la propia película tirará por la borda en las escenas finales-. “DULCE FAMILIA” se enfrenta con problemas de todo tipo como para poder presentarse como un producto cinematográfico. Con algo mucho más cercano al ritmo de un telefilm no demasiado logrado, el relato tropieza torpemente con ciertos planteos esquemáticos y de manual, sin poder profundizar ese aire liviano de comedia pasatista, y deja abandonados al libre albedrío, temas que requieren un desarrollo mucho más comprometido. Se plantean no solamente algunos problemas de vínculos familiares sino otros mucho más complejos de abordar con esa brocha gorda que le imprimen los guionistas como el sobrepeso, la exigencias estéticas, el bullying, la poca aceptación tanto del afuera como del propio entorno familiar de todo lo “diferente” y los sobrevuela con un tono tan liviano y tan precipitado que raya permanentemente la falta de respeto. Lejos, muy muy lejos de su Doña Florinda para la vecindad del Chavo o de la Popis, Florinda Meza luce acartonada, sumida en una caricatura grotesca de sí misma, con una tonelada de cirugías estéticas que hasta le han borrado todas su facciones y hasta incluso luciendo un vestuario que pasea incómodamente aún con su encanto y su delgada figura, internado organizarse con unos diálogos sumamente desafortunados que no le permiten el menor lucimiento y más allá de sus personajes populares, no parece tener demasiadas dotes para la comedia. Podría apuntarse de “DULCE FAMILIA” que cae en todos los clichés que pudieran imaginarse, que no logra encontrar el humor si no es con premisas y consignas de trazo grueso y lindante con el mal gusto aunque su puesta sea colorida y con aire familiar y que ni siquiera se anima a hacer una crítica a los caprichos de la moda y de la figura que la sociedad impone, códigos en los que sus propios personajes quedan atrapados. Seguramente podríamos señalar todo eso, pero lo que más importa destacar es que en tiempos donde todos los productos artísticos intentan cuidar el rol de la mujer y dar un lugar de reconocimiento que permita alejarse de la cosificación y que apuntale todo lo que los movimientos se encuentran propiciando, cuando hoy se habla de integración y orgullo para incluir la diversidad sexual y abordar esos temas con madurez y respeto, asombra y mucho, que el tema de la gordura sea impunemente presentado en un producto cinematográfico como un espacio habilitado para la burla, para la falta de respeto, para la intolerancia extrema y para abrir esa puerta que permite la discriminación, el rechazo y la deshumanización: todo tratado con un grado de irresponsabilidad que realmente sorprende. Pareciera ser que los kilos de más habilitan a que haya quienes puedan creerse superiores por lograr un cuerpo más armónico, lucir ropa más cercana a lo que impone la moda, respondan mejor a los cánones de esta sociedad de consumo y desde ese lugar tan desacertado contar una historia como lo hace “DULCE FAMILIA”. POR QUE NO: «Se enfrenta con problemas de todo tipo como para poder presentarse como un producto cinematográfico»
Increíblemente ya han pasado dos meses desde que se presentó el primer trabajo colectivo en pleno aislamiento, “Las Fronteras del cuerpo” sobre una idea de Andrés Habegger (reseña en http://ludiconews.com.ar/arte-en-tiempos-de-pandemia-sobre-las-fronteras-del-cuerpo/) y frente a la parálisis total de la producción en todos sus niveles y la incertidumbre que sigue reinando respecto de la posibilidad de volver a retomar el rumbo, las ideas parecen no agotarse y mediante un grupo de relatos que plasman las vivencias dentro de este contexto de encierro y pandemia, ocho talentosos directores, los construyen como reflejo de un tiempo que vivimos, completamente diferente a todo. Así aparece “MURCIÉLAGOS”, un proyecto artístico que tiene el doble objetivo de impulsar una producción en medio de este silencio y compás de espera a nivel artístico pero, por sobre todo, y al mismo tiempo, cumplir con un fin social en donde todo lo que sea recaudado será destinado al Banco de Alimentos de Buenos Aires, a través de la gestión de Amnesty Internacional y poder hacer llegar recursos a aquellos lugares en donde la pandemia ha acentuado más aun las dificultades económicas. Inclusive, estéticamente y el modo de producción y filmación ha presentado múltiples desafíos frente a las limitaciones que se imponen: las historias que componen “MURCIËLAGOS” fueron filmadas por los propios actores con sus celulares (o ayudados por quienes viven con ellos) y según las notas de producción, la dirección fue llevada a cabo a distancia, vía Zoom o WhatsApp con un talentoso equipo de actores, actrices, directores y directoras entregados a esta gran idea solidaria. Basados en diferentes disparadores creados por la guionista Virginia Martínez, cada uno de los directores ha prestado su mirada creativa y se ha puesto a disposición de cada historia, en donde fueron aportándose diferentes interpretaciones hasta lograr los ocho segmentos que conforman la película. El título de la propuesta claramente alude al vínculo existente entre estas criaturas nocturnas y el virus que nos mantiene aislados a nivel mundial y que ha causado estragos sociales y económicos. Sin embargo, lejos de todo dramatismo y de cierta solemnidad que envolvía el proyecto de Habegger antes mencionado, la propuesta de “MURCIÊLAGOS” por el contrario, respira un aire comedia, de frescura, de explosión creativa y de pasar un buen rato a través de estas historias en donde el encierro oficia de factor común. Hernán Guerschuny vuelve a lucirse en ese tono de comedia romántica que ya es casi como una marca propia, en la historia protagonizada por Moro Anghileri y Carlos Belloso y Paula Hernández logra un retrato sensible sobre los vínculos familiares –tema que también aparece frecuentemente en su obra- con otro excelente trabajo de Luis Ziembrowski en una historia de padre e hija (en el que además se instala el vínculo con su ex que ha emprendido una nueva vida amorosa) que, en pocos minutos cuenta con síntesis, emoción y profundidad en partes iguales. Contando con separadores en donde los murciélagos ganan protagonismo en filmaciones caseras en donde, aterrorizados, quienes vieron su vivienda invadida por los quirópteros tratan de cazarlos entre gritos, caos y métodos caseros, las historias se van sucediendo. Así aparece Peto Menahem -con una “visita” muy especial durante un post operatorio en medio del aislamiento- y Juan Pablo Geretto -en un segmento en donde despliega las teorías más certeras y más bizarras respecto del virus y sus consecuencias- en dos historias que no logran llamar demasiado la atención y quedan más en el ejercicio en sí mismo que en relatar alguna historia. El segmento protagonizado por Julieta Vallina y dirigido por Tamae Garateguy retoma el tema de la violencia doméstica, no exenta en estos tiempos de pandemia y aislamiento y en las antípodas se permite una cuota de humor desenfrenado, en un segmento que es dueño de un ritmo completamente alocado y una edición que acompaña ese tono acelerado (ilustrando con fotos e imágenes) de la mano de Azul Lombardía como una mamá que está a punto de dar a luz y debe decidirse en medio del encierro, por la elección del nombre de su hij@, frente a un inminente nacimiento. Por su parte, Diego Fried, director de la reciente “La fiesta silenciosa” se vuelca a un género absolutamente diferente con la historia de una pareja (Héctor Díaz y Maida Andrenacci) que encontrará en sus balcones una manera de dialogar e ir a un necesario reencuentro. Finalmente, se destaca por encima del grupo, un excelente trabajo de Daniel Rosenfeld con Oscar Martínez como protagonista, en una pequeña historia que logra contar las vivencias de un médico en tiempos de aislamiento, pendulando desde el aplauso donde se los reconoce como héroes hasta la discriminación que sufren por el miedo de sus vecinos a ser contagiados. A eso se le sumarán elementos de su propia historia personal que hacen que sea un segmento que se destaca por su excelente idea, por la sutil forma de desarrollarlo –incluso con cierto halo de suspense– y la vuelta de tuerca con que Rosenfeld lo resuelve, además de un gran trabajo de Martinez, contenido y exacto. “MURCIÉLAGOS” presenta un amplio abanico en la diversidad de matices que se despliegan a través de sus historias, con un espectro creativo donde se demuestra que el poder de los cineastas, de la actuación y de contar una buena historia, sigue vigente aún en medio de este contexto tan complejo y para seguir acercándonos a los espectadores, historias que además hablan de nosotros mismos y tienen ese toque tan inconfundiblemente nuestro. POR QUE SI: » Respira un aire comedia, de frescura, de explosión creativa «