Adaptar una obra de teatro para que dé su salto a la pantalla resulta siempre un gran desafío y aun cuando la potencia del texto amerite probar suerte con una adaptación dentro del cine, no siempre los lenguajes resultan armónicamente trasladables. “CRONICA DE UNA TORMENTA”, estreno en la pantalla de www.cine.ar/play de esta semana, con guion y dirección de Mariana Barassi, asume el riesgo de adaptar el potente texto teatral de Sabina Berman, “Testosterona”, que toca un tema profundo y actual: la dificultad para que aquellas mujeres que se encuentran perfectamente capacitadas para acceder a los puestos de poder, puedan ocuparlos y seguir avanzando en sus carreras –tabú que sigue presente dentro del mercado laboral actual donde no se han producido, todavía, las modificaciones esperadas- en un espacio gerencial mayoritariamente dominado, manejado y con un acceso mucho más habilitado naturalmente para los hombres. Como un gran plus para la historia, la pieza de Berman y del mismo modo la película, se sitúan en el mundo del periodismo y las noticias, con lo cual la interdicción para que una mujer escale dentro de los puestos más altos de la pirámide, es mucho más complejo aún. Y todo se complejiza cuando se quiere llegar al tope del rascacielos. Justamente allí, en el entorno de la dirección de uno de los periódicos más exitosos, encontraremos a la pareja protagónica: ellos son Antonio (Ernesto Alterio), director del periódico que por un tema personal deberá abandonar su cargo y deberá elegir a su sucesor… o su sucesora. La disputa del puesto estará entre Maca (Clara Lago), subdirectora de la redacción y Vargas (Quique Fernández) un experto manipulador que da vida a un personaje que en la obra sólo se nombra en reiteradas ocasiones pero que nunca se hacía presente y que es una de las decisiones que toma la adaptación para darle un mayor cuerpo cinematográfico a la pieza teatral. Berman sigue sosteniendo en su texto, y la película vibra en la misma sintonía, lo difícil que resulta para cualquier mujer, romper ese techo de cristal que se hace presente en todas las organizaciones y la (casi) imposibilidad de llegar a ocupar un rol jerárquico, de dirección. Lo difícil que es ver a una mujer a la cabeza de una compañía, con una sensación de quedar permanentemente relegada a llegar, como máximo, a un segundo escalón. En ese sentido, la elección de una locación como la de un periódico es realmente importante a la hora de establecer mecanismos de poder, conspiraciones, manipulación, negocios alternativos y sobre todo la fortaleza para conducir con mano segura una usina tan potente como un diario donde potenciado junto con las redes, pueden ser capaces de echar a rodar e imponer, con la misma certeza, una fakenews que una noticia verdadera. Afuera es Nochebuena y la tormenta del título, los deja atrapados en las oficinas, en una noche tan particular, en donde justamente habrá todo tipo de confesiones y entre tantas otras, Maca se enterará de que Antonio deja su puesto por un problema personal donde está en juego su salud, y ella es precisamente una de las candidatas a sucederlo. En el texto original, su título, “Testosterona” hace una clara alusión a esa hormona (que, por esas cosas azarosas se sigue haciendo referencia como perteneciente al mundo exclusivamente masculino, cuando ya se sabe que está presente tanto en hombres como en mujeres) que impulsa tanto las conductas sexuales como las de combate, una hormona alineada con el poder y la pasión. Si hay algo que le falta a la puesta de Barassi, es justamente la testosterona en el mejor sentido de la palabra. Sus personajes parecen carentes del nervio que el texto necesita, lucen desalmados y “lavados” en medio de esa tormenta en donde cada uno desnuda su intimidad, se expone y salen a la luz debilidades y fortalezas que, al menos en las construcciones de Clara Lago y de Ernesto Alterio, sólo bordean la corrección, el perfecto oficio, pero que no logran transmitir el momento de encrucijada tan complejo que están atravesando en esa noche de decisiones contundentes. Quienes hayan visto la puesta teatral protagonizada por Osmar Núñez y Viviana Saccone (también estuvo la puesta con Miguel Angel Solá y Paula Cancio, adaptación que se conoció bajo el nombre de “Doble o Nada”) entenderán a las claras que estos dos personajes necesitan otra vibración, otro nervio, otras química entre ellos. Los dos actores que fueron un torbellino en el escenario del Multiteatro y modelaron ferozmente el texto de Berman, cosa que en “CRONICA DE UNA TORMENTA” lamentablemente no sucede. Son pocas las escenas en las que el filoso texto de Berman sale a la luz en todo su esplendor e, inclusive, el ritmo del decir de los personajes hace perder la ferocidad y la carga de violencia con la que se disparaban esos personajes en escena Alejados de toda comparación, la película de Barassi es correcta, las actuaciones tiene momentos de lucimiento pero no se hacen carne de un texto de denuncia, de esa mirada ácida y sin concesiones al mundo del trabajo que propicia Berman, ese ámbito dominado por los hombres y sus preconceptos ni tampoco trabaja hábilmente sobre la voracidad del personaje femenino para intentar por todos los medios seducir a su presa –donde “el fin justifica los medios”- y obtener ese puesto tan ansiado. De todos modos, es una película que invita a la reflexión sobre estos temas que se encuentran permanentemente en la Agenda actual y revisar, una vez más, porque en ese rascacielos, donde se decide quién manda y cómo se ejerce el poder, el espacio para las mujeres parece quedar reducido a esa sensación tanguera de “la ñata contra el vidrio”, mirando todo desde afuera, un poco más cerca, pero tan inalcanzable como siempre. POR QUE NO: «Clara Lago y de Ernesto Alterio, sólo bordean la corrección, el perfecto oficio, pero no logran transmitir el momento de encrucijada tan complejo que están atravesando en esa noche de decisiones contundentes»
Después de dirigir con Agustín Toscano el film “Los dueños” (2013), Ezequiel Radusky presenta ahora en la plataforma www.cine.ar/play su primer película en solitario “PLANTA PERMANENTE”, otra muestra del impacto del cine tucumano dentro de la producción nacional y que se constituirá, sin lugar a dudas, en uno de los estrenos más importantes de este año tan particular para la industria. Lo que inicia como una radiografía del mundo laboral actual –básicamente basado en las injusticias y en la voracidad con que se vulneran los derechos de los trabajadores-, que podría emparentarse en un primer momento con el cine de Laurent Cantet o con los conflictos y la ética en el ámbito laboral que plantea Sthèphane Brizé, se complica más todavía cuando estas relaciones laborales no se encuentran inscriptas en el marco de una empresa privada sino dentro del propio Estado. Si bien entendemos que, justamente, el rol de Estado es el de sostener y apoyar criteriosamente un marco que propicie la justicia laboral y social, éticamente mucho más transparente que el de cualquier empresa privada, una de las potentes líneas de trabajo de Radusky (junto a Diego Lerman colaborando en el guion) es, precisamente, demostrar que en los hechos sucede paradójicamente, todo lo contrario. Un Estado que olvida estos preceptos y, a cambio, se privilegian amiguismos, decisiones políticas, devoluciones de “favores”, dedocracia y ese espíritu de manipular información, datos y recursos humanos sólo en función de mejorar las estadísticas o mostrar logros para cierta gestión aun cuando no sean los propios, no le pertenezcan o ni siquiera hayan sido sus objetivos iniciales. La historia de “PLANTA PERMANENTE” se desarrolla en tiempos en donde asume una nueva funcionaria con grandes promesas de cambio dentro de un organismo del estado provincial. Allí trabajan Lila y Marcela desde hace varios años como personal de limpieza, por lo que ya son consideradas como planta permanente y sostienen más allá de su vínculo como compañeras de trabajo, una fuerte amistad, son casi familia. Apenes lleguen los bríos de la gestión entrante, la nueva directora en sus recorridas de reconocimiento dentro del edificio descubrirá que Lila y Marcela cocinan en un improvisado comedor dentro de la repartición y venden el almuerzo a sus compañeros de trabajo, generándose un ingreso extra por un lado, y beneficiando a sus compañeros con comida casera y más económica que en cualquier bar de la zona por el otro. La primera pregunta que dispara la directora cuando, sorprendida, conoce el lugar es: “…pero esto lo hacen en horario de trabajo?”, cuestionamiento que ineludiblemente hace pensar que los vientos de cambio arrasarán con este irregular emprendimiento en un breve plazo. Mientras Lila piensa en la estabilidad de su emprendimiento, Marcela solamente quiere que el contrato de su hija no sea dejado de lado con estos golpes de timón que propone la nueva dirección. Contrato que posteriormente generará una verdadera grieta entre ambas, sacando a la luz recelos, rencores y alguna que otra cuenta pendiente que había en este vínculo. Grieta, que se profundizará más aún cuando el comedor quede enteramente en manos de Lila –aunque como en toda gestión gubernamental acomodaticia y corrupta, seguramente sea por poco tiempo- y Marcela reaccione en consecuencia, doblando su propia apuesta. Es el momento en el que Radusky deja de lado una primera parte del filme en donde se imponía una radiografía de la situación política de una nueva gestión, para adentrarse en un conflicto más personal entre las protagonistas, en donde se deja traslucir claramente, una guerra desatada de “pobres contra pobres”, empujada y propiciada por y dentro del propio sistema con decisiones que apuestan al enfrentamiento para seguir dividiendo y reinar, para seguir sacando provecho. Como una fábula con una dolorosa moraleja, “PLANTA PERMANENTE” plantea dramáticamente el avance de un Estado voraz sobre los recursos humanos que maneja a discreción, rompiendo e incumpliendo las reglas que él mismo fija (formas de contratación prohibidas, por ejemplo) que sí se les imponen cumplir a los particulares. Funcionarios que, cuando les conviene, violan los derechos del trabajador utilizando contratos que el mismo Estado prohíbe pero que, cuando les representa un negocio lateral, no dudarán en utilizar todos los procedimientos burocráticos a su favor, para dejar afuera al más vulnerable. Lamentablemente el retrato ficcional se parece demasiado a nuestra realidad, con un Estado que parece no poder aplicar un marco regulatorio sano, que no sabe de ética a la hora de la conducción y que sigue favoreciendo a que se instalen dentro de él, funcionarios que desarmando el negocio de Lila, arman el propio con la misma impunidad con la que quieren aplicar la dura letra de la ley. Con dos personajes generosos que les permiten construir dos actuaciones notables, la Lila de Liliana Juárez –a quien vimos justamente en dos películas de la movida tucumana como “El Motoarrebatador” y “Los dueños”- tiene momentos de espontaneidad y simpleza que generan honesta emoción y Rosario Bléfari como Marcela, que se despide con este trabajo hermoso de la pantalla grande, en la que ha dejado un recuerdo entrañable tanto por este trabajo como por su inolvidable “Silvia Prieto” “La idea de un lago” o la ya mencionada “Los dueños”. “PLANTA PERMANENTE” es una de esas películas que pintan un fresco de la realidad social e institucional actual, que mediante una mirada crítica invitan a esa reflexión tan necesaria en los tiempos que corren. POR QUE SI: «Muestra una guerra desatada de “pobres contra pobres”, empujada y propiciada por y dentro del propio sistema con decisiones que apuestan al enfrentamiento para seguir dividiendo y reinar»
Dentro de las diferentes propuestas de lo que podemos denominar como thriller psicológico, no es fácil encontrar aquellas que no terminen encallándose en los estereotipos propios del género o que no puedan resolver / mantener el planteo inicial en forma correcta y dispersen u olviden sus intenciones iniciales. Por suerte, nada de esto sucede con el sólido trabajo de Martín Kraut, “LA DOSIS”, que es uno de los muy recomendables estrenos nacionales que se propusieron en la plataforma www.cine.ar/play en estos tiempos de pandemia y aislamiento. Ya desde las primeras escenas, la puesta en escena irradia un clima enrarecido y un nervio que hace añorar inmediatamente, haberla podido disfrutar en una sala y en pantalla grande, sensación que no aparece frecuentemente en todos los estrenos de estos últimos meses y que justamente se genera al darnos cuenta que estamos ante uno de los grandes productos del cine nacional de este año. Una unidad de cuidados intensivos en donde Marcos Roldán (un excelente y medido Carlos Portaluppi que juega perfectamente al filo de lo que su personaje necesita) es un enfermero desde hace más de 20 años y dedica enteramente su vida a su trabajo, es el centro del planteo que toma Kraut en su guion para instalar la tensión que se genera en ese espacio de lucha entre la vida y la muerte y donde más allá de lo que indican los médicos, él quiere jugar a impartir cierta justicia divina. Su único vínculo en lo social por fuera de lo laboral parece estar circunscripto a su compañera de piso Noelia (Lorena Vega una vez más exacta, con su fuerte presencia en pantalla), situación de delicado equilibro que comienza a resquebrajarse y cada vez más velozmente, cuando irrumpe en el servicio un nuevo enfermero, Gabriel (Ignacio Rogers de “Esteros” y “La protagonista”), con el carisma, el empuje y la fuerza que el deteriorado mundo interno de Marcos ya no puede ofrecer. El guion de Kraut parece trabajar en paralelo dos líneas bien diferenciadas que amalgama perfectamente para que el ritmo de thriller y el ambiente de ambigüedad e incertidumbre, vayan invadiendo la historia. Por un lado aparece esta figura de Gabriel que va penetrando abusivamente en la vida de Marcos, bajando todas las barreras y rompiendo algunos límites, la figura de ese típico personaje que se va apoderando vampíricamente del espacio y la vida del otro en donde rápidamente quedará en evidencia un trastorno psicológico y un notable desequilibrio. La personalidad carismática y seductora de Gabriel hará que frente al resto de sus compañeros, esta situación pase desapercibida. Pero, al mismo tiempo, irá dejando en evidencia a un Marcos cada vez más angustiado, siendo el disparador y potenciando ese espiral descendente hacia el abandono y el descuido en el que se va viendo cada vez más sumergido. Justamente aparece entonces esa segunda línea de trabajo del guion, con algún ribete hitchcockiano: la de un hombre común que dentro de sus cánones morales, aparece atrapado en circunstancias extraordinarias que lo ponen en el foco de las sospechas, sin poder encontrar un punto de defensa. Es ahí cuando Marcos intentará desenmascarar por sus propios medios y develar ciertos datos sobre la identidad y el pasado de Gabriel, frente a una amenaza latente de los responsables del centro médico (Alberto Suárez y Arturo Bonín) que inician una investigación al percibir un notable aumento de muertes dentro de la Unidad. La química y el contrapunto eléctrico que se genera entre Portaluppi y Rogers permiten un efecto multiplicador al clima asfixiante y angustiante al que nos somete Kraut planteando ese coqueteo con la delgada línea entre vida y la muerte, donde aparecerán la moral, la ética personal y profesional y el ambiente hospitalario como un marco que, por sí mismo, genera un clima de asfixia adicional al que aporta la propia trama. Dos personajes que en principio parecen tan opuestos –y que compiten no solamente desde un espacio profesional sino que la figura de Noelia queda peligrosamente atrapada entre ellos, triangulando la tensión y desatando una pulsión sexual agazapada-, comienzan a sostener un contacto desde la negrura y las sombras de sus propias personalidades y esa ambigüedad con la que se manejan los climas de “LA DOSIS” genera un de los más efectivos aciertos para poner en jaque esta idea que aparece en forma omnipresente de “jugar a ser Dios”. Un notable ejercicio de thriller psicológico que evita cualquier lugar común dentro del género y que no busca resoluciones complacientes, de modo de generar en el espectador más incomodidad que empatía y ahondar esa sensación de incertidumbre que se sostiene a lo largo de toda la trama y que se corona en notables trabajos de actuación y una precisa dirección de Kraut que evidentemente augura una excelente carrera desde esta ópera prima notable.
Para continuar completando un abanico bien diverso de propuestas dentro de la plataforma www.cine.ar/play, se suma esta semana a sus títulos de ficción y sus documentales, una propuesta para los más pequeños de la familia. Es otra de las creaciones de Liliana Romero y Norman Ruiz, una dupla de realizadores que ya cuenta con una importante lista de producciones, entre los que destacan “El color de los sentidos (2005)”, dos clásicos de la literatura nacional como el “Martín Fierro (2007)”, y los entrañables “Cuentos de la selva (2010)” de Horacio Quiroga, trabajos a los que se suma “Anida y el circo flotante” (2016). En esta ocasión, con “EL GIGANTE EGOISTA”, toman uno de los tres cuentos que Oscar Wilde ha escrito para niños con una historia que va inspirando, por momentos muy leventemente, el desarrollo del filme. Si bien toma algunos elementos centrales del cuento de Wilde -como la figura del Gigante al que no le simpatizaba casi en absoluto que los niños jugasen en su jardín-, la adaptación que hacen Romero y Ruiz sobre este material, le brinda un papel preponderante a las cuatro estaciones, quienes junto con ciertos fenómenos climático toman un verdadero protagonismo y de este modo, los niños, que eran la base fundamental en el cuento original, queden relegados a unas pocas escenas y un segundo plano. De esta forma, Romero y Ruiz optan por volcarse a un mensaje más ecologista, relacionando toda la historia con temas del medio ambiente, con el cuidado de la naturaleza, y que se complementa con el entorno que han elegido para desarrollar la historia, con paisajes autóctonos –se plantea algo que puede adivinarse como el Noroeste Argentino con sus cerros de colores y su vegetación tan característica- y personajes que desde su construcción estética se vinculan claramente con el tema. Los directores toman un riesgo importante en la transposición del cuento a una nueva mirada, y los resultados de esta adaptación de Wilde son sumamente positivos pero dentro de este contexto, se ven empañados por algunos otros elementos que no funcionan del todo armónicamente dentro de la puesta. Se distinguen dentro de las elecciones, la decisión de desarrollar ese lugar mágico que no está determinado ni en tiempo ni en espacio, que si bien es universal, está marcado por algunas decisiones estéticas que lo plantan en un presente y en una geografía que sea cercana al espectador, acompañada por una paleta de colores hermosa que se despliega naturalmente tanto en el paisaje como en la construcción de los personajes y una cuidada estética que conquista sobre todo por sus rasgos naïf, su simpleza y una técnica de animación tradicional con dibujos planos y con esa forma “artesanal” que empatiza perfectamente con la historia. Con lo cual “EL GIGANTE EGOISTA” contiene muchos más aciertos que puntos flojos pero lamentablemente en cuanto al desarrollo de las voces para cada uno de los personajes, muchos de los trabajos suenan desajustados. Del gran elenco que tiene la película en cuanto a las voces que se han prestado para los diferente personajes, sólo algunos pocos han podido comprender la propuesta y lograr una composición que armonice con el tono de la historia. Se destaca la dulzura de Virgina Kaufmann como Primavera, el excelente buen humor y dinamismo de Manuel Wirtz como Verano y el talento de Braian Pavón como Invierno –en una de las criaturas más logradas-. Por el contrario Adriana Salonia como Yinyi, uno de los papeles centrales de la historia, suena chirriante y exagerada, sin haber podido encontrar el tono propicio para un personaje que daba para mucho más. Tampoco Alejandro Paker como el Gigante encuentra el modo de transmitir la emocionalidad y elige una composición vocal que no se acompaña armoniosamente con la elección visual por lo que dos de estos personajes, de presencia casi excluyente a lo largo de todo el film, suenan desajustados y con una tonalidad que no suena placentera sino desmedida y bastante forzada. De todos modos, se agradece y es gratificante poder contar con nuevas propuestas dentro de la plataforma y sobre todo poder dar un espacio al cine de animación nacional que tiene tan pocas propuestas explorando nuevas formas de expresión lejos de cualquiera de los arquetipos comerciales que mayoritariamente se imponen dentro del género. POR QUE SI: «Los directores toman un riesgo importante en la transposición del cuento a una nueva mirada, y los resultados de esta adaptación de Wilde son sumamente positivos»
Sandra Godoy emprende el retrato de Juana Ruoco Buela, en su pluma, en la voz que atraviesa varias generaciones y en su legado, para permitirse establecer puntos de contacto con los movimientos, la lucha por los derechos y las reivindicaciones que persiguen, hoy por hoy, otras “Juanas” que tomaron la posta y siguieron su proceso, con un diálogo que parece no tener tiempo y que sigue construyendo un puente desde ese pasado con proyección hacia el futuro. Godoy logra dar con el tono indicado para ir enhebrando el relato de esta militante anarquista que frente a la posibilidad de hacer escuchar la acallada voz de las mujeres, participó tanto de la huelga de los inquilinos (en 1907, excelentemente retratada en las historias de la obra teatral “La huelga de las escobas” de Patricia Suárez – Mónica Ogando y Roxana Aramburú) y en la de los Talleres Vasena en 1919. El retrato es a la vez su propia historia pero se agiganta como forma de dar reconocimiento a aquellas inmigrantes que llegaron a nuestro país allá por los inicios del siglo pasado, y rompiendo con todos los estereotipos y los mandatos de la época, fueron imponiendo nuevos status quo y aún con muy pocas herramientas formales, sin estudios universitarios ni posiciones sociales privilegiadas, comenzaron a construir una búsqueda de justicia y equidad para el colectivo femenino. La potencia de algunas entrevistas -sobre todo aquellas que presentan una mayor emocionalidad y que muestran a Juana no solamente en su faceta de luchadora infatigable por los derechos de la mujer sino en un entorno familiar o en su faceta creativa en sus momentos de escritura-, pierde fuerza por algunas decisiones de la puesta. Godoy, a fin de relatar la historia de Juana, incluye fragmentos de animación con la voz en off de la excelente Mónica Cabrera (que en esta oportunidad no suena armoniosa con el relato y la propuesta general del filme, sino que más bien distrae y hacer perder fluidez a los testimonios) que no ensamblan ni guardan coherencia con el tono del relato, rompiendo el clima y dejando un sesgo algo escolar que no favorece a la propuesta. Sin embargo, es posible rearmar ese rompecabezas caleidoscópico de las múltiples Juanas que vivían en Rouco Buela al mismo tiempo y que, poco a poco, van sentando las bases de aquella idealista, feminista de vanguardia que ha allanado el necesario camino, tan imprescindible para que hoy la lucha continúe y se haga cada vez más fuerte en cada una de las mujeres militantes que tiñen de verde cada marcha sosteniendo, entre tantas otras cosas “Somos las nietas de las brujas que nunca pudieron quemar” “Vivas nos queremos” “Ni una menos” y tantos otros pedidos para una sociedad, que aún con sus cambios y sus progresos, sigue siendo refractaria a muchos de los pedidos de justicia e inclusión de cada uno de estos movimientos.
Del tándem de estrenos documentales de esta semana, puede distinguirse a “INSULA” por haber tomado riesgos e intentar atravesar la búsqueda de un lenguaje diferente, deconstruyendo el propio código del documental para armar otro, que sabe jugar al borde de los límites de realidad / ficción y también del “cine dentro del cine” -más puntualmente en este caso, el mundo del “documental dentro del documental”-. Una pareja de cineastas (Maria Soldi y Franciso Benvenutti, con un notable desequilibrio en lo actoral que hace que cueste aceptar naturalmente a sus personajes en una primera instancia y que suenen creíbles) se acerca a la comunidad wichi, en la localidad de El Traslado, provincia de Salta en donde comenzarán a filmar su documental, el que apunta a retratar la cotidianeidad de sus pobladores en una visión etnográfica no carente de cierta impostura por parte de ellos: acompañarlos sus tares, sus rituales, analizar su organización, sus creencias. Aparecen rápidamente las discusiones de la pareja, en donde no solamente se debate sobre sus temas personales sino que fundamentalmente polemizan sobre la mirada que se impone a la hora de lo que cada uno de ellos elige mostrar en el documental. La directora, María Onis, se permite un espacio de reflexión sobre la construcción de una mirada del autor, el sesgo del documentalista –y de todo artista- sobre el propio material que quiere mostrar, los diferentes abordajes y puntos de vista que pueden existir sobre un mismo objeto de análisis y los resultados que pretenden obtener de su trabajo, en donde surgirán ciertas conversaciones en donde quedan firmemente expuestas las miradas prejuiciosas de sostienen cada uno de ellos, los preconceptos que en cierto modo estigmatizan a la forma de vida, las costumbres y el modo en el que funciona esa comunidad que es el propio objetivo del documental. Onis tiene como principal hallazgo el hecho de incomodar a los personajes y someterlos a una búsqueda en la que también hace partícipe al espectador en forma activa, donde no solamente se participa del recorrido de este documental como pieza cinematográfica –con el backstage que tiene éste y cualquier otro documental-, sino del de sus propios protagonistas contra sus propios prejuicios que juega al mejor estilo de cajas chinas uno dentro de otro infinitamente. Formando un interesante juego de espejos, las fracturas de la pareja, repercuten también en su obra, y viceversa. Puntos en los que no acuerdan, posiciones casi opuestas frente al objeto estético y la aguerrida toma de posiciones donde, por un lado, la directora que direcciona la mirada y elige qué mirar (casi negando, al mismo tiempo, ser un alter ego para Onis) y del montajista que a la hora de editar, también impone su mirada propia y reescribe lo filmado bajo su propia ética y percepción, construyendo indirectamente otra nueva narrativa. Despareja, irregular, arriesgada y hasta en cierto modo lúdica “INSULAR” gana interés, paradójicamente, en los fragmentos no documentales, con las participaciones de Andrea Garrote, Nati Menstral, Fernando Noy y Mariano Sayavedra.
Los realizadores Juan Manuel Suppa Altman y Martín Rieznik utilizan el impactante suceso de la detención de Eric Sepúlveda para contar en “UNA HISTORIA DE PROHIBICION” un recorrido sobre lo prohibido –que se presentó tanto en aquella Ley Seca como puede suceder ahora con las drogas-, haciendo no solamente foco en lo sucedido a lo largo de la historia en nuestro país, sino también recorriéndola a nivel mundial. En Octubre de 2016 Eric Sepúlveda es detenido en Córdoba, por poseer aceite de marihuana y es trasladado inmediatamente a un penal de máxima seguridad, dando inicio a un largo proceso judicial en el que claramente, en nuestro país, se sigue criminalizando a los sectores más populares que es, como subraya uno de los testimonios, “la mejor manera de hacer sentir segura a la clase media”. Lo que en principio es un excelente disparador, se va diluyendo a medida que las imágenes de archivo empiezan a recorrer la historia de la lucha contra la toxicomanía, convirtiendo esta interesante propuesta inicial en una suerte de documental escolar, explicativo, con información sobreabundante, que respondería a un formato más pedagógico para enfocar este tema en los colegios secundarios dentro de la currícula programática de alguna materia, que de un verdadero producto cinematográfico donde se espera no solamente una mera exposición sino fundamentalmente una mirada crítica, reflexiva, que vaya más allá de presentar las diferentes implicancias del tema como simples titulares periodísticos. La historia de Sepúlveda termina perdiendo fuerza entre una reiterativa explicación de conceptos con conclusiones subrayadas que potencian las hipótesis de lo que se pretende demostrar sin poder contraponer pluralidad de testimonios que inviten al espectador a la reflexión y a un análisis propio, sino por el contrario, presentando información que bajo otro formato y con una mirada más crítica y menos expositiva, podría haber logrado mejores resultados.
Hay, dentro del cine nacional, un saludable movimiento tendiente a visibilizar una temática que había permanecido silenciada por mucho tiempo y que tanto desde el ámbito documental como de las películas de ficción, comenzó a abrirse a los espectadores de modo tal de ingresar al universo trans, dejando absolutamente de lado todos los prejuicios, preconceptos y los estereotipos. Es así como en 2011 aparece “Mia” de Javier Van der Couter, hace pocos meses se estrenó el último film de Campusano “Bajo mi piel morena” o también fue el turno de la sorprendente “Marilyn” de Martín Rodríguez Redondo, todos ejemplos de abordaje de la temática trans desde sus historias de ficción con un fuerte anclaje en hechos reales. Los testimonios más potentes aparecen también en las producciones documentales que mostraron al colectivo LGTBQ y su inclusión dentro de la enseñanza en “MOCHA, nuestra lucha – su vida- mi derecho” (Francisco Quiñones Casas- Rayan Hindi, 2018) donde se muestra la cotidianeidad de la primera escuela del mundo orientada a la inclusión de travestis y transexuales dentro de un Bachillerato Popular que funciona en el barrio de Chacarita, o con “Reina de Corazones” (Guillermo Bergandy, 2016) donde a través de sus manifestaciones artísticas, la Cooperativa Ar/Tv Trans logra sacar del mundo de la prostitución a las chicas que participan en ella. Con un sesgo más intimista encontramos la deliciosa historia personal que vimos en “CANELA, sólo se vive dos veces” de Cecilia del Valle o los testimonios que aparecen en “El laberinto de las lunas” de Lucrecia Mastrángelo, sobre la maternidad con una mirada transgénero, trabajos que van abriendo nuevas ventanas de exploración con espacios de catarsis personal, de reflexión, de realidad y de este modo, zambullirnos en otras historias de vida tal como lo ha hecho la propia Carina Sama en su opera prima “Madam Baterflai” (2014) con un collage compuesto por cinco historias que hablan de la construcción de la identidad, del amor y fundamentalmente de la libertad. Sama ahora vuelve sobre este mismo eje en este nuevo estreno en la plataforma www.cine.ar/play, “CON NOMBRE DE FLOR”, que nos trae la historia de Malva quien con 95 años, se convierte en un rara avis no solamente por su historia personal, su resistencia activa y su lucha por sostener su condición en momentos extremadamente complejos de la historia política de nuestro país, sino que también, con su edad, logra casi triplicar la esperanza promedio de vida trans. Si la vemos, charlando frente a la cámara en el parque del hogar de ancianos de un pueblo de la provincia de Buenos Aires donde residía, jamás podríamos imaginar(nos) la historia que se esconde detrás de esa anciana que en la superficie parece un poco cascarrabias pero que se la adivina, a simple vista, con una historia interesante y con mucho mundo en sus espaldas. Sama explora y llega a lo profundo, a desnudar a Malva y a que abra su alma, recorriendo su historia, con momentos de honesta intimidad en sus visitas a aquella casa de Villa Urquiza que todavía conservaba y a la que iba durante sus fines de semana. Allí recorrerán diferentes momentos que Malva lúcidamente reconstruye, explica, revive dentro de su multifacético cosmos dentro del mundo del espectáculo, como escritora o cuando haca alarde de sus dotes como vestuarista, dentro del auge de la revista porteña o del cabaret. A tan sólo una semana de comenzar a filmar ese documental que Sama soñaba, Malva fallece y deja algunas horas de entrevistas donde, a pesar de la sensación de retrato incompleto que invade a la realizadora, poniendo manos a la obra logra recomponer toda su historia, desde algunos momentos en la infancia, pasando por el abandono de su Chile natal, el mundo del teatro, la cárcel y las detenciones por su propia condición, la violenta exclusión frente al intento de acceso al mundo de la educación y de la salud, las fiestas de los Carnavales hace más de sesenta años donde mostrarse de esa forma era verdaderamente transgresor –con abundante material fotográfico del carnaval del ’63-, sus amores vedados y fundamentalmente su militancia de vida. Una historia que cuenta con el común denominador del sufrimiento por la invisibilidad y la criminalización a la que fueron y son sometidas las personas trans, el abuso de autoridad, la falta de amparo legal, un Estado represor y expulsivo y que además muestra cómo, a través del tiempo, tanto la lucha de Malva como de tantas otras mujeres ha permito comenzar a ganar derechos, ser respetadas y valoradas. Sama acompaña amorosamente el recorrido en este arco que se traza desde las primeras reuniones de la MUA (Maricas Unidas Argentinas) hasta los momentos más emblemáticos para los derechos del colectivo, como ha sido la sanción de la Ley del Matrimonio Igualitario. “CON NOMBRE DE FLOR” se constituye, como los otros trabajos que fueron antes mencionados, en un documental necesario para poder seguir visibilizando estas historias y generar nuevos espacios. Quizás pueda marcarse que peca de utilizar en exceso el recurso de la voz en off -precisa en los momentos donde invita a la reflexión, pero completamente prescindible en otros donde no suma dentro del relato-. Aún apegado a un esquema tradicional de entrevista + reconstrucción con material de archivo, el plus que genera Carina Sama al igual que en su trabajo anterior, es el don de sensibilizarse con su cámara y captar lo más profundo de la persona y del personaje, brindándole un lugar de respeto y honrando su historia, agradeciendo que en función a todo ese camino transitado por Malva y tantas otras compañeras, en el hoy sigue presente una construcción posible, difícil, pero absolutamente necesaria. POR QUE SI: «Sama explora y llega a lo profundo, a desnudar a Malva y a que abra su alma»
La última película de Sebastián Schindel se ha convertido en un título que ha generado todo tipo de comentarios en las redes sociales y que ha sido un indudable éxito de público durante sus primeros días de estreno en Netflix y Cinear. Con una carrera iniciada en el terreno del documental (“Que sea Rock”, la codirección en “Mundo Alas” y “El rascacielos latino” sobre los misterios y la arquitectura del Palacio Barolo) su primer filme de ficción, “El Patrón – Radiografía de un crimen” no sólo lo posiciona en un lugar diferente dentro de los directores de su generación sino que le ofreció una excelente posibilidad de lucimiento a un Joaquín Furriel en un protagónico arrollador y mostró a Schindel como un realizador que se mueve hábilmente dentro de los universos más complejos y oscuros. El realizador además cuenta con un perfecto manejo de lo siniestro (que repite a su vez en “El Hijo” con Furriel –nuevamente- y con Martina Gusmán como protagonistas), sin tener miedo a exponer la perversión frente a las diferencias sociales, la discriminación y la violencia, en la adaptación de un hecho real, basado en el libro de Elías Neuman. Algo de ese aire se respira en el inicio de “CRIMENES DE FAMILIA” en cuanto al entramado judicial que va atando dos historias contadas en forma paralela las que luego paulatinamente irán abandonando el centro de la cuestión para poner el foco de la historia en Alicia (Cecilia Roth) y su momento de quiebre / cambio, cuando deba tomar posición frente al entrecruzamiento de estas dos subtramas. Lo que se inicia como la fórmula de crímenes escondidos en una familia de clase alta que pareciera ser el caldo de cultivo para la sobreprotección, los engaños y el ocultamiento de ciertos “pecados” cometidos por sus hijos, ocultos dentro del seno familiar (lo que presenta, en la primer mitad de la historia, múltiples puntos de contacto con “Acusada” de Gonzalo Tobal con Lali Espósito y Leonardo Sbaraglia e Inés Estévez como sus padres) vuelca posteriormente a una historia más personal e íntima, que la pone a Roth en el absoluto protagónico para una historia ya más volcada a un planteo de rol maternal, el amor filial y el impacto de ciertas decisiones de fuertes implicancias en el universo femenino. Schindel construye inteligentemente una mirada de género (con guiños a la lucha a favor del aborto legal y gratuito, y la ruptura de un modelo patriarcal) y denuncia, dentro de la historia, la desprotección y el desamparo que sufren las clases más carenciadas, estigmatizadas dentro del sistema y absolutamente en inferioridad de condiciones frente a los “contactos” de estos sectores más privilegiados para acceder a cierto núcleo que pueda beneficiarlos (e inclusive, valiéndose de un entorno corrupto que les ofrece soluciones “non sanctas”). Es así como con un cocktail potente entre manos y la pericia que sabemos que Schindel tiene para el manejo de este tipo de relatos, “CRIMENES DE FAMILIA” no resulta en ningún momento contundente y visceral, sino que se asemeja más a un capítulo de cualquier buena serie producida por cualquier plataforma de streaming, resolviendo apresuradamente muchos de los planteos que presenta el guion, abandonando, inclusive, a muchos personajes secundarios que terminan completamente borrados de la trama –Miguel Angel Solá se encuentra casi desperdiciado y tampoco se explota todo el potencial tanto de Sofía Gala Castiglione como actriz como de las implicancias de su personaje-. Lo que para Netflix podría ser un muy buen estreno dentro de su catálogo, pareciera queda con “sabor a poco” como producto que tenía un destino cinematográfico: muchos de los temas que va abriendo el relato a medida que avanza, se resuelven –con mayor o menor verosimilitud- en función de producir un cierre perfecto sobre el personaje de Alicia quien parece tener que expiar todos sus “pecados” y asistimos a su camino de redención. La mayoría de los elogios recaen sobre el personaje de Alicia y el trabajo de Cecilia Roth, que particularmente en este caso se siente armado desde una coraza exterior, muy afectado y falto de una conexión interna que nos transmita espontaneidad / verdad. Hay escenas que funcionan muy bien (algo tan simple como compartir un almuerzo y que la “tía” le corte la milanesa) y otras que parecen demasiado “coreografiadas” (particularmente una donde Roth está viajando en colectivo junto a su “sobrino”), más detenidas en la búsqueda de la composición prolija y perfecta, pero que carecen de ese vibrato emocional tan necesario. La verdadera sorpresa, en cambio, es Yanina Ávila –Gladys, la mucama de la familia-, que se entrega completamente a su personaje y sin ser una profesional dentro del terreno de la actuación (es empleada doméstica en la provincia de Misiones en la vida real) enfrenta este reto y es la pieza fundamental para que “CRIMENES DE FAMILIA” funcione. Su composición es verdaderamente comprometida, sensiblemente profunda y logra escenas de mucha potencia, sobre todo en un diálogo con su abogada defensora a cargo de Paola Barrientos, quien también, en una escena de alegato, tiene una de las mejores escenas y parlamentos del filme. Si bien el producto es técnicamente elogiable, tiene un buen ritmo y se ha reunido a un muy buen elenco, hay algo de la receta que parece no haber terminado de asentar para convertirla en una gran película. Se deja ver, la historia atrapa –aun cuando la forma en que se presentan las dos historias paralelas hace sumamente previsible su encadenamiento- pero ese coqueteo permanente que tiene Schindel manejando una atmósfera amenazante, de espíritu sorpresivo y con una fuerte tensión psicológica, no se hizo presente en esta ocasión. POR QUE SI: «Schindel construye inteligentemente una mirada de género y denuncia, dentro de la historia, la desprotección y el desamparo que sufren las clases más carenciadas»
Entre la gran cantidad de trabajos que se han mostrado durante este año dentro de la plataforma www.cine.ar/play, muchos de ellos han sido documentales, y con el paso de los meses y la incorporación de nuevas realizaciones hemos podido observar no solamente diversas formas de abordar el género sino una asombrosa multiplicidad de temáticas. Dentro de ese marco “La Superball”, el trabajo de Agustín Sinibaldi que se presenta desde esta semana, si bien queda atado a un formato sumamente tradicional y clásico, encuentra una anécdota potente y curiosa que nos transporta a la Ciudad de Bell Ville en Córdoba, donde fue inventada en Abril de 1931, la primera pelota de fútbol sin tientos, con picos y con costuras invisibles, a cargo de tres vecinos de esa localidad (Luis Polo, Antonio Tosolini y Juan Valbonesi). Sinibaldi sabe encontrar en esta ciudad -donde actualmente existen trece empresas dedicadas a la confección de pelotas de fútbol- una historia pequeña pero con un fuerte costado emocional que rápidamente aparece a flor de piel en algunos testimonios y poner el foco en esta creación tan “revolucionaria” para su época, una gran anécdota íntimamente vinculada con nuestro deporte nacional. Inclusive, logra explorar acertadamente algunas ramificaciones que surgen a partir de profundizar ciertas situaciones que se desprenden de la historia central. Así iremos conociendo la historia de la creación de la Superball (léase “súperbal” y no “superbol” como suponemos), una pelota de fútbol de producción absolutamente artesanal que de acuerdo con los diversos testimonios del filme, debieran convertir a Bell Ville no sólo en la capital nacional (justamente allí se desarrolla la “Fiesta Nacional de la pelota de fútbol sin tiento”) sino en la capital mundial de la pelota de fútbol, que tiene un impacto positivo en el fomento del turismo, debido a las muestras, concursos, actividades relacionadas con el fútbol y torneos que se realizan en esta localidad. Es curioso retroceder en el tiempo e imaginar que un objeto tan popular como una pelota de fútbol, ha tenido otras características, completamente diferentes de las que aparecen en nuestra mente cuando hablamos de ella. “La Superball” recorre ese tiempo en donde se tardaba más de media hora en inflar una pelota, cuando no era totalmente esférica, cuando por su formato hacía que picara para cualquier lado y fuese difícil identificar su trayectoria durante el partido y que ha llegado a producir algunos “accidentes”, como los que sucedían al momento de cabecearla por ser un objeto pesado o si en algún momento se mojaba (es absolutamente desopilante la anécdota con un árbitro que recibe un pelotazo en el hígado que termina hospitalizado). Por un lado aparece la emoción de algunos testimonios que surgen a partir del entorno del club como centro de unión vecinal, de encuentro social y para practicar diferentes deportes y dentro de ellos, el fútbol y la cancha, como puntos de encuentro y lugares de pertenencia. A este costado sensible –muy bien representado en las voces elegidas que representan esta faceta- se oponen algunas zonas más grises: el tema de las trabajadoras que son empleadas dentro de la industria, las verdaderas hacedoras de la costura invisible que es el gran hallazgo del invento, quienes no solamente están sometidas a un trabajo intenso que incluso conlleva a fuertes problemas de salud por la posición en la que tienen que permanecer durante muchas horas para hacer su trabajo, sino que no tienen ningún tipo de cobertura previsional, ni prestaciones médicas ni alguna agrupación sindical que vele por sus derechos laborales. Por el otro, lentamente se va develando el entramado por el cual un invento tan nuestro, no ha logrado posicionarse para aparecer a nivel nacional en todas las canchas o poder formar parte, inclusive, del mundial de Fútbol del ’78. Así aparecen las “coimas”, la competencia desleal contra los precios de productos de características similares que se producen en China o Brasil cuyo precio de venta es incluso menor que el precio de costo de las de industria nacional y, por lo cual, un objeto tan importante y “revolucionario”, una industria tan pujante y exitosa como la que se vislumbraba en sus inicios, queda sepultada e invisibilizada a nivel global y no logra explotar todo ese potencial que podría haber tenido. “La Superball”, si bien apela al formato más tradicional, encuentra la fuerza en la particularidad y la curiosidad que envuelve la historia, en el tono con el que la cuenta y en los testimonios (entre los que aparece el de Mario Kempes) que hablan apasionada y emocionalmente, de esa creación bellevillense dispuesta –al menos inicialmente- a atravesar fronteras. POR QUE SI: «Encuentra la fuerza en la particularidad y la curiosidad que envuelve la historia»