“Charlotte” de Simón Franco. Crítica Glorias pasadas Simón Franco, director de las aclamadas “Tiempos Menos Modernos” y “Boca de pozo” estrena su nuevo filme “CHARLOTTE” en forma simultánea en la plataforma de Cine.ar/play y en pantalla grande. Los personajes que rigen las historias de Simón Franco parecen haber quedado detenidos en algún momento de su propio tiempo, se encierran de forma hermética en su microcosmos y de diversas formas, es el afuera quien viene a “golpear la puerta” y sacudirlos de sus letargos personales. Eso es precisamente lo que le sucede a Charlotte, la nueva protagonista creada por Franco que da título a su nuevo filme, cuando una nota del diario -que cruza casi por casualidad-, la sacude y la impulsa al cambio. Justamente en esa nota se anuncia que un afamado director de cine comienza a filmar en Paraguay su nueva película. Es aquel director que hace muchos años atrás ha sido el mentor de Charlotte, quien la descubrió y pudo darle cierto espaldarazo a su carrera para que luego, y con el tiempo, todo cayera en el doloroso olvido que muchas veces viven las estrellas. Todo está teñido por esa melancolía, por el hecho de extrañar esos tiempos pasados que siempre parecen mejores, y ese será el eje más importante que trabaja Franco para delinear a su personaje principal. “CHARLOTTE” (a cargo de una brillante Ángela Molina, recientemente ganadora del premio Goya de Honor 2021) es esa actriz que supo conocer la gloria y los momentos de oro en el cine, la misma que varias décadas después y alejada completamente del medio, reconstruye fragmentos de su memoria, se siente invadida por los recuerdos y logra comenzar a unir las esquirlas de su pasado con este artículo del diario que sirve de disparador para esta nueva aventura. Con una imponente seguridad, saldrá al encuentro de este proyecto que ella cree ideal para sí misma y emprenderá ese viaje que representará, al mismo tiempo, una profunda búsqueda pero también un reencuentro, no solamente con vínculos de su pasado sino principalmente con ella misma y su propio deseo olvidado. Saldrá rápidamente a la ruta, rumbo a Paraguay en una desvencijada casa rodante con la única compañía de su inseparable “asistente” oriental. Mientras la película puede disfrutarse como una road movie, una película de viajes y de caminos, también nos invita a la reflexión del inexorable paso del tiempo, de los sueños perdidos, de la aceptación del pasado y de la finitud de nuestro propio tiempo. Lo interesante del trabajo de Franco es que no reflexiona en base a subrayados ni con personajes declaman frases pretenciosas sobre el sentido de la vida. Por el contrario, desde las primeras escenas (con una participación de Fernán Mirás como su psicólogo) se sirve de un humor negro, pleno de ironía, que por momentos bordea un sano delirio, tocando el absurdo. La cámara acompaña a Charlotte, a través del humor, en este viaje de introspección, de indagación personal y fundamentalmente de la aceptación del paso del tiempo y de la realidad del aquí y ahora. Entremezclando el olvido, la memoria, los recuerdos y las ilusiones de recobrar cierto brillo de aquellos buenos viejos tiempos, Charlotte se mueve a fuerza de puro deseo e inclusive rodará un comercial (indudablemente lo mejor de la película porque condensa en muy pocas imágenes, claras y contundentes, la idea estructural que recorre todo el filme) como medio para alcanzar su objetivo. El punto fuerte del nuevo filme de Franco es indudablemente la presencia de una figura estelar como Ángela Molina, completamente entregada a los pliegues de su personaje, logrando una vez más emocionar y transportarnos en la historia con esa belleza natural, lejos de cualquier cirugía y retoque estético, que se impone en esos hermosos primeros planos. Aunque en algunas entrevistas el director ha revelado que el personaje había sido inicialmente escrito para Geraldine Chaplin, Molina parece ser la actriz perfecta a la que este personaje le calza como un guante. Ella, por su parte, lo disfruta y lo paladea a cada momento permitiéndose abordar las distintas facetas de su criatura con total naturalidad y una espontaneidad que inunda de frescura a la película. La acompaña Ignacio Huang (“Un cuento chino”) como su asistente Lee en otro trabajo a puro sentimiento y el elenco se completa con las participaciones de Gerardo Romano, Mirás y Lali González, la actriz de la famosísima “7 Cajas” y a quien recientemente vimos en “Los que vuelven” de Laura Casabé. Mezcla de road movie con fábula naïf, de viaje de búsqueda pero también de aceptación, “CHARLOTTE” gana en su registro intimista y en un trabajo entrañable de Molina que sobrepasa la pantalla –es delicioso verla, por ejemplo, tararear una canción pegadiza de Miranda-, a través de una historia de camin
“Cerro Quemado” de Juan Pablo Ruiz. Crítica. Un largo camino a casa Marcelo Cafferata Hace 7 días 0 54 Para seguir completando la cartelera de Cine.ar/play esta semana se estrena “CERRO QUEMADO” el documental de Juan Pablo Ruiz Micaela se despierta algo movilizada. Tuvo un sueño con su abuela Felipa y llama inmediatamente a su madre para proponerle emprender un viaje hacia su reencuentro. Hace ya un tiempo que no se ven y siente esa pulsión y una cierta urgencia en ir hacia Cerro Quemado, a la casa de su abuela que es, a su vez, su casa natal. Su madre, Cornelia, revive en su relato esa idea de que su abuela ha sido un personaje más que importante en la vida de Micaela, porque ha sido justamente quien la ha recibido en el instante de su nacimiento. Recuerda vívidamente ese momento, lo describe con lujo de detalles, lo rememora y lo comparten juntas. Ese reencuentro familiar será el eje rector de este viaje que tiene varios recorridos que se multiplican y reverberan entre sí. Uno geográfico, que se percibe más claramente, cuando atraviesan las Altas Cumbres salteñas para llegar a encontrarse con Felipa. Un trayecto en donde nos ensoñaremos con una fotografía deslumbrante en un paisaje único, gracias al excelente trabajo de Gustavo Schiaffino, fundamental en el resultado final del documental. Pero hay otros viajes, mucho más profundos que son los más interesantes de explorar y son aquellos que justamente Juan Pablo Ruiz invita a que el espectador recorra a medida que avanza la narración que si bien es documental, presenta un esquema simple pero profundo, que bien podría contarse en cualquier ficción. Inteligentemente, Ruiz trata de borrar toda señal de la presencia de la cámara para seguirlas en su ritmo, en su respiración, en sus tiempos tanto a Micaela como a Cornelia y desde lo observacional y el detalle, poder relatar los vínculos, las costumbres, las pausas y describir perfectamente a sus personajes. Ruiz abreva en lo poético para que este viaje sea un encuentro con sus orígenes. Y no sólo para Micaela significará volver al lugar de su nacimiento, a ese útero que la cobija, como una nueva forma de volver a parirse, sino que a la vez servirá de espejo para vincularse con la cultura coya y reivindicar a los pueblos originarios y a su cultura. El rescate que realiza Micaela también como artista folclórica a través de su música y de su arte, permite acercarnos a toda la cultura de sus ancestros, de sus antecesores, esa cultura que se encuentra en extinción y que de esta manera vuelve a visibilizarse Por otra parte este viaje tiene una intención de despedida, aunque no lo ponga en palabras o lo narre explícitamente, hay una sensación tácita de alerta para no posponer ese encuentro, lo que se evidencia en esa necesidad imperiosa de Micaela de emprender el viaje. Felipa ya es muy mayor y ese sueño oficia de llamado, de premonición, para producir un encuentro antes de un posible final.
Han corrido ríos de tinta con el análisis del cine de Nolan y cuando parece estar todo dicho, aparece su última obra, “TENET”, que así como su protagonista tiene la ambiciosa misión de salvar el mundo, la película en sí misma tiene sobre sus espaldas la faraónica tarea de tentar al público para volver a las salas, después de estar ausentes en nuestras actividades culturales por casi un año, por los efectos de la pandemia y el aislamiento. Si bien Nolan en todas sus películas ha manejado la sofisticación y la complejidad en dosis iguales, lo que en un principio en sus primeros trabajos como “Following” y “Memento” había sido una invitación a viajar en el tiempo, el espacio y los mundos paralelos –que en parte también aparece en el clima de “El gran truco / Prestige”-, se había tornado más complejo, mucho más, en una de sus obras más taquilleras y aclamadas por la crítica, quizás la que logra esa conjunción perfecta entre el favor del público y de los medios especializados como fue “El Origen / Inception” con un elenco deslumbrante con Leonardo Di Caprio a la cabeza y las participaciones de Marion Cotillard, Joseph Gordon-Levitt, Michael Caine, Tom Berenger y Lukas Haas. En “TENET” lleva esa apuesta al extremo: y se cumple, como suele suceder, el dicho de “menos es más” y por encima de toda su parafernalia y el complejo y sofisticado esqueleto con el que se arma la historia, Nolan había logrado ser mucho más efectivo con situaciones más simples e ideas más concretas, como en los primeros trabajos que hemos mencionado. Resumir las dos horas y media en pocas líneas es una misión tan o más difícil que la que Nolan pretende explicarnos todo el tiempo, con personajes con diálogos interminables y complejamente difíciles de seguir, que irritan más de lo que entretienen: su trabajo se vanagloria de ser inasible, grandilocuente y con un placer por lo artificioso en grado extremo. Sin embargo, es posible adelantar que por más complejo y entreverado que sea el guion, plagado de esos vericuetos narrativos en los que Nolan se regodea desmedidamente, provocando que los espectadores incendien sus neuronas intentando seguir una trama farragosa y con múltiples derivaciones, la base de la historia no dista en absoluto de ser el cuento que se cuenta en forma mucho más lineal y empatizando mucho mejor con el público, en cualquier misión de James Bond, o en cualquier entrega de la saga “Misión Imposible”, o las investigaciones de Jack Ryan o Jason Bourne. En el caso de “TENET”, todo abre en una impactante secuencia dentro de la Opera de Kiev, en donde nuestro agente –que sólo se identificará durante todo el filme como “el protagonista”, a cargo de John David Washington- deberá capturar un artefacto y rescatar a un espía infiltrado. Superada esa prueba, será participe de la organización que da título al filme en donde se estudia científicamente la posibilidad de que ciertos objetos (balas, por ejemplo) se muevan en forma inversa en el tiempo. Lo que parece que avanza, retrocede; lo que parece ir, vuelve y todo se mueve hacia atrás en la línea temporal. A partir de esas balas, el protagonista -junto con otro agente que parece saber más de la cuenta y que será su compañero inseparable de misión, el personaje de Robert Pattinson- toma contacto con un traficante de armas de Bombay que a su vez lo lleva a vincularse con un villano ruso (Kenneth Branagh, que con su actuación propone uno de los elementos más coherentes del filme) quien chantajea a su ex exposa con un pintura falsa con el objetivo de mantenerla alejada de su hijo. Por supuesto que como todos sabemos, Nolan es un virtuoso de la cámara y por lo tanto “TENET” tiene momentos de gran lucimiento visual que se acompañan con buenos efectos especiales y una producción que se evidencia costosa en todo momento y con una inversión de más de 200 millones de dólares, que se puede apreciar en cada toma. Pero Nolan no solamente se plagia a sí mismo, sino que intenta disuadir al espectador de que lo está haciendo, dando tantos giros y entrecruzamientos que lo complejo se torna confuso y llega un punto donde el espectador “suelta” la posibilidad de seguir un hilo argumental lógico y se deja llevar como esos chicos que miran las imágenes, incapaces por su edad de poder leer los subtítulos, dejando más librado a la imaginación y a la experiencia visual que a una verdadera comprensión de lo que sucede. Si Hitchcock hace célebre en su cine la idea del macguffin, ese elemento del suspenso que hace que los personajes avancen en la trama, Nolan recurre a una desmedida acumulación. Así aparecen una pintura de Goya, un algoritmo, unos lingotes de oro, una carga de plutonio y el artefacto con nueve piezas diseminadas que permite la inversión del tiempo y que por lo tanto desatará el conflicto, que se sobreponen y agotan la atención, distorsionando el eje narrativo y agobiando hasta el público más cinéfilo. A esto se suma la frialdad de los personajes, actuaciones “robóticas” y afectadas y una permanente sensación de desequilibrio e incertidumbre hace que como espectadores estemos más preocupados en resolver ciertas preguntas que aparecen involuntariamente que en disfrutar del show, porque justamente sin esas preguntas que nos arrebatan de este espectáculo desmesurado, sólo queda un esqueleto pobre y repetido, ya visto mil veces. Nolan se empeña en vestirla de suntuosa: viajes en el tiempo, realidades virtuales, toques de física cuántica de manual y demás artilugios que esconden una trama simple, esquemática y poco original de salvar al mundo de una potencial nueva guerra –ningún descubrimiento, por cierto-. Podríamos resumir parafraseando a algún título shakesperiano que “Mucho ruido… y pocas nueces” para este ansiado estreno de Nolan en pantalla grande –y mucho más grande aún si la disfrutan en IMAX- donde toda la espectacularidad de la producción sabe a poco frente a un guion que esconde en todas sus sinuosidades, una importante falta de creatividad sin aportar nada nuevo bajo el sol, retazos reasignados de lo que el mismo director ya había ideado para otras de sus creaciones, sin encontrarle un nuevo valor a sus propias ideas.
Una pareja y sus tres hijos emprenden el descanso familiar veraniego hacia la costa atlántica, más precisamente tendrán sus vacaciones en Mar del Plata, como típico proyecto de vacaciones en familia en un verano que será revelador. En una de las salidas familiares, en esos paseos por el centro después de la cena, mientras los chicos se entretienen en los video juegos, Lola (Umbra Colombo) le anuncia a su marido, Ricardo (Beto Bernuez) que le han ofrecido un nuevo trabajo. Primeramente él reacciona con asombro, le resulta extraño que ella no le haya mencionado esa propuesta con anterioridad y elija ese espacio para contárselo; luego aparece -como una reacción casi automática- una respuesta a la que seguramente ella temía y por lo cual dilató el momento de contarlo: una vez más Lola se siente postergada e incomprendida. “AZUL EL MAR” describirá ese proceso íntimo y personal que atraviesa Lola en esa búsqueda interior de la mujer que quiere ser, y a pesar de que el vínculo con su marido aparenta cierta estabilidad –sobre todo sostenida por el amor y el cariño con que ambos se relacionan con sus hijos-, nada de lo que él le diga o pueda demostrarle, ninguno de sus intentos por ir rescatando la pareja le parecen suficientes. La ópera prima de Sabrina Moreno (quien además de dirigir se encuentra a cargo del guion) construye con solidez una película que pone el acento en los climas, en los momentos, en las vivencias más allá de una estructura narrativa clásica. De esta forma, va y vuelve temporalmente en la historia y elige no aportar demasiados datos concretos sobre Lola para permitir, que a través de ciertas señales y algunas líneas de diálogo, podamos ir construyendo parte de su mundo interno y de lo que le está sucediendo. Moreno no intenta subrayar ningún aspecto en particular de esta mujer completamente en crisis, sino que la acompaña dándole el tiempo necesario para que transite por todas esas emociones encontradas y atraviese un momento de decisiones profundas. El contacto con la naturaleza (que no se ve representada solamente por el mar, la playa y la arena, sino también por un bosque en donde además sucederá un hecho decisivo que quizás sea el factor que acelera ciertas decisiones de Lola) y el ritmo diferente a la rutina que imponen las vacaciones, le permiten tomar distancia y ratificar en los pequeños hechos, lo que ella ya venía percibiendo en esa relación, aun cuando su marido insiste en rescatar y valorizar los buenos momentos compartidos y supone que todo lo que está ocurriendo no será más que una tempestad pasajera. La figura de Umbra Colombo en el rol de Lola, conecta perfectamente con esa sensación de melancolía y tristeza por un final omnipresente que habita en la protagonista y que atraviesa toda la película. Pero, al mismo tiempo, el estilo que imprime la actriz a su personaje impone una cierta distancia, un tratamiento algo frío y apartado de esa emocionalidad que no logra aparecer totalmente en el relato que, por el contrario, prefiere navegar por aguas más imprecisas. Hace algunas semanas con el estreno de “Camping” de Luciana Bilotti asistíamos a la descomposición paulatina y el final de una pareja, también en un tiempo de vacaciones y de descanso, pero sobre todo vivenciado a través de los ojos de la niña protagonista, es decir el desmoronamiento percibido desde la mirada de la hija. En el caso de “AZUL EL MAR” si bien los hijos son testigos silenciosos de lo que está ocurriendo entre sus padres, el movimiento es más imperceptible y más subterráneo, y Sabrina Moreno pone el eje de la historia en el proceso personal de Lola, que tienen una presencia casi excluyente. Luego de su paso por el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, esta ópera prima que bucea en el universo femenino, explorando el verdadero deseo más allá de las ataduras y los mandatos familiares, podrá verse dentro del ciclo de Jueves Estreno en la pantalla de www.cine.ar/play. POR QUE SI: «Describe el proceso íntimo y personal que atraviesa la protagonista en la búsqueda interior de la mujer que quiere ser»
Apenas se inicia “MIENTRAS ESTES CONMIGO” (una traducción algo caprichosa traducción de su original “I still Believe” / “Todavia Creo”) la placa que aparece, nos avisa que la historia que nos disponemos a ver está basada en hechos reales. En cierta forma, esto nos pone sobre aviso del estilo que tendrá la nueva película dirigida por los hermanos Erwin (Andrew y Jon) quienes tienen en su haber trabajos como “Si sólo pudiera imaginar” “October Baby” o “Woodlawn”, siendo ésta la primera película de su autoría que se estrena comercialmente en nuestro país. Justamente las películas basadas en hechos reales siguen una receta que parece encontrarse prediseñada, y el nuevo film de los Erwin duplica la apuesta de los lugares comunes y la estructura calculada y precisa, cuando se conjuga el tono de historia verídica con el típico relato de pareja adolescente enamorada en la que uno de los miembros –generalmente la mujer- padece una enfermedad terminal. Desde “Love Story” (1970), la historia de un amor que intenta sobreponerse a cualquier enfermedad ya dejó marcado un estilo que, a lo largo de las décadas, otras tantas películas siguieron repitiendo, pasando por “Todo por Amor” (1991) con Julia Roberts hasta llegar a las más recientes “Un paseo para recordar”, “Now is good” con Dakota Fanning, “Irreplaceable you” en la plataforma Netflix o la taquillera “Bajo la misma estrella”, todas ellas líderes en empañar pañuelos en cantidades industriales. Pareciera que ya lo hemos visto todo y entonces no hay nada nuevo bajo el sol en la propuesta de “MIENTRAS ESTES CONMIGO” más que una correcta fotografía, una puesta en escena completamente funcional a lo que se quiere contar y dos rostros bonitos en pantalla que responden a una cierta química que atrapa al público “teen”, ávido (?) de este tipo de historias. Si bien el público adolescente puede estar interesado en consumir este tipo de productos y todos los elementos que “MIENTRAS ESTES CONMIGO” pone a disposición para que la historia fluya en los cánones típicos del drama romántico con la enfermedad regando de tragedia a una historia de amor perfecto, puede sonarles ajeno el fuerte componente de propaganda religiosa que el filme subraya permanentemente. No ahorra ni una sola oportunidad de mencionar el poder de la oración, los milagros en los que no hay que dejar de creer y la conclusión final de que Dios nos tiene deparado un plan perfecto para todos y que aún en estas situaciones que parecen tan injustas, siempre existe una explicación dentro del plan divino. Los hermanos Erwin en su trabajo anterior, “Si sólo pudiera imaginar”, trabajan sobre el mismo esquema (cantante cristiano que atravesando una historia trágica intentan dar un mensaje de superación y optimismo frente a las vicisitudes) de forma tal que esta nueva película mezcla al pie de la letra todos los ingredientes de la receta y se conforma prácticamente como un plagio a sí mismos. Sobrevuela en las dos horas de duración un aire de propaganda y pancarta cristiana, ayudado por un guion en donde permanentemente se mezcla al mismo nivel: enfermedad, religión, el poder de los milagros, la fe puesta en la oración y la posibilidad de sobreponerse al dolor y a las tragedias, donde la vida parece dar siempre una nueva oportunidad. La historia del cantante Jeremy Camp y su profundo amor por Melissa cuenta con los protagónicos de K.J. Apa (uno de los protagonistas de “Riverdale”) y Britt Robertson (a quien vimos en “El viaje más largo” y “Tomorrowland” junto a George Clooney) quienes se muestran creíbles y correctos en este romance “blanco”, inocente y celestial, que se mueve dentro de los cánones más televisivos que cinematográficos, sin apartarse jamás del esquema que necesita una receta absolutamente pautada para armar una historia tan dramática como naïf. La participación de Gary Sinise y Shania Twain (que luce extraña lejos de su faceta como cantante) como los padres de Jeremy, completa un elenco que luce tan correcto como el resto de la película y que no hace más que cumplir exactamente con todos los parámetros del género sin aportar nada novedoso ni creativo ni siquiera durante sus cuadros musicales. Este estreno, sin embargo, trae consigo la buena noticia que es una de las novedades propuestas en la reapertura de los cines en algunos puntos de nuestro país, pero, como público, merecemos ver en pantalla grande alguno de los grandes estrenos que quedaron demorados en plena pandemia con la firma de grandes directores. POR QUE NO: » Fuerte componente de propaganda religiosa que el filme subraya permanentemente «
En el último día del año, la plataforma www.cine.ar/play presenta dos nuevos títulos en su modalidad de “Jueves Estreno” que se sostuvo a lo largo del año con una gran diversidad de propuestas, fomentando la difusión del cine nacional en un 2020 tan particular. Uno de ellos, “BUENAS NOCHES, MALVINAS”, segundo trabajo de la dupla de directores Ana Fraile y Lucas Scavino, emprende un viaje testimonial y emocional hacia las vivencias de una familia en medio del conflicto de la guerra de Malvinas allá por el ’82. Ha pasado mucho tiempo –casi cuarenta años- pero las heridas continúan abiertas y, de alguna manera, el recorrido que emprenden los directores a través de Fabián Bustos, tiende a ser uno de los tantos procesos sanadores para ir superando el dolor, los miedos y el trauma que quedó instalado desde aquel entonces y sigue tan vigente como si el tiempo no hubiese pasado. Fraile y Scavino eligen una narración que trabaja en varias capas y en diferentes direcciones: lo que puede ser un armado coral y plural para estructurar el relato, resiente por momentos la propuesta ya que cada una de las vetas narrativas no tienen la misma fuerza e, inclusive, parecen solaparse unas con otras, impidiendo que el documental gane conexión emocional con el espectador. La voz en off de Rafael Spregelburd que lee fragmentos del libro escrito en primera persona a modo de diario íntimo por Fabián, “Crónicas de un soldado”, suena sumamente literario, con un tono atractivo pero a la vez distante, tan copioso como apegado al poder de la palabra escrita que no siempre armoniza o funciona con la misma contundencia desde lo audiovisual. Otra de las formas escogidas es el relato que hacen María Elena y Javier, hermanos de Fabían que, tal como sucedía en su trabajo anterior ¿Quién mato a mi hermano? pone a los hermanos en un lugar protagónico dentro de la constelación familiar y los movimientos que esta historia produjo. En este caso, se incorporan al relato a través de sesiones de teatro espontáneo lo que en principio rompe completamente con el tono de la propuesta general y, en cierto modo, confunde la dirección de la historia. Esta técnica, aparece como un elemento demasiado intelectualizado dentro del documental, sin que esto signifique que no sea un trabajo valioso sobre la herida familiar, el dolor y el brutal adiós a la niñez, frente a la irrupción del relato de la guerra en el seno familiar. Particularmente, el testimonio de los padres de Fabián, a través de pequeñas anécdotas y descripciones de lo acontecido en ese momento y a partir del rol activo que fueron tomando dentro de un grupo de padres que se formó en función de organizar mensajes, correos y comunicaciones provenientes de las Islas, son los que permiten que “BUENAS NOCHES, MALVINAS” gane en espontaneidad, emoción y logre ir directo al nudo central, sin ningún tipo de artificios. Sus potentes relatos, junto con un impactante trabajo de fotografía de Fernando Lorenzale que opone a la ciudad de Puerto Argentino / Puerto Stanley en la actualidad con aquella que se describe en los testimonios de guerra, en las narraciones de Fabián (que además completa, registrando todos los pequeños detalles de los restos y las “esquirlas” que fueron quedando en la zona), conforman el núcleo más interesante y logrado de este trabajo documental. Premiada en varios festivales como el 35º Festival de Cine Latinoamericano de Trieste, el Festival de las Alturas o el Festival de Cine y Video de Rosario, la propuesta se completa con un viaje que emprende Javier, tras las huellas de todo lo acontecido, para vivenciar en esa propia geografía distante e icónica, parte de ese pasado que sigue reverberando en el presente. Tal como postulan los directores, “BUENAS NOCHES, MALVINAS”, se convierte en un relato necesario para continuar reflexionando sobre las heridas que existen en la actualidad desde un fenómeno de trauma colectivo además de los quiebres personales y familiares, transitando desde una experiencia individual hacia una más conectada con lo colectivo y lo social, a fin de lograr un efecto sanador, una reparación que aparece luego de una profunda catarsis. POR QUE SI: » Relato necesario para continuar reflexionando sobre las heridas que existen en la actualidad desde un fenómeno de trauma colectivo «
Quien conozca el cine de Michel Franco sabe que es un cineasta mexicano que jamás intenta atravesar temas sencillos. Su cine, es un cine narrado desde las entrañas: en “Después de Lucía” (2012) habla implacablemente de las consecuencias del bullying en el entorno de un colegio secundario, en “Chronic” (2015) aborda el tema de la eutanasia o en “Las hijas de Abril” (2017) narra el tema del embarazo adolescente dentro de una familia reinada por el poder maternal teñido de perversidad, películas por la que ha sido tres veces premiado en el Festival de Cannes, en diferentes secciones. Desde las primeras escenas de su nuevo trabajo titulado “NUEVO ORDEN”, shockea al espectador con una puesta en escena rigurosa y comprometida desde su estética, pero abiertamente dura y sin absolutamente ninguna concesión. Un reguero de cadáveres, cuerpos desnudos, pintadas verdes, invasión dentro de un hospital, graffitis y otros fragmentos que en principio, se presentan como caóticos, pero que luego irán tomando cuerpo a medida que avance el relato que tiene su centro en la fiesta de casamiento de una joven de clase alta, Marian, el que se verá interrumpido por la presencia de Rolando. Rolando tiene a su mujer gravemente enferma y su situación es desesperante. Por lo tanto, apelará a la familia para la que han trabajado durante muchos años para solicitarles un préstamo que permita concretar la operación de su esposa. Con la intención de “sacárselo de encima” y en medio de la suntuosa fiesta de bodas, juntarán algún dinero –lo que sobra en sus bolsillos y lo que es claramente insuficiente para cumplir con el objetivo- que los dejará con la conciencia tranquila de haber ayudado, cuando no han entregado más que una cifra muy escasa. Cuando Marian se entera de esta situación, junto con otro empleado de la familia, decide salir en busca de Rolando y ayudarlo verdaderamente. Cuando se suba al auto y comience a atravesar la ciudad, se encontrará con un territorio completamente devastado y algunas piezas comienzan a cerrar. Dentro de la casa, Franco plantea las distintas tensiones dentro de la familia y por fuera de ese microclima, aparece una ciudad absolutamente diezmada que nos brinda una sensación apocalíptica: un “nuevo orden” se ha instaurado y ha llegado el turno de que las clases más desposeídas encuentren su revancha después de tanta opresión y sometimiento. La clase más vulnerable se ha amotinado y presa del hartazgo busca un cambio que les permita terminar con el padecimiento y tomar cartas en el asunto para que el supuesto orden social que los victimiza, comience a subvertirse. Lo que está sucediendo a lo largo y a lo ancho de toda la ciudad, rápidamente invade la mansión y en plena fiesta, los manifestantes arrasan con todo lo que encuentran a su paso dejando una estela de muerte, destrucción y violencia y aparecen los rostros llenos de miedo, dolor y humillación que demuestra que, por primera vez en mucho tiempo, los roles finalmente han sido modificados –valga ver la reacción del personal de servicio en pleno saqueo de la mansión y las pintadas que dejan impresas en las paredes como “Putos Ricos” para comenzar a comprender más profundamente el tono de la propuesta-. La crueldad de la cámara de Franco es extrema, en el sentido de que no apela a un tono de fábula contemporánea complaciente. “NUEVO ORDEN” está narrada en forma visceral, directa, dura, sin hacer uso de ningún falso metalenguaje. Quizás sea el único y exacto tono en que una historia de estas características deba ser contada. Si bien la última ganadora del Oscar, “Parasite” de Bon Joon-ho impactó por el tema de la desigualdad social, la lucha de clases, la guerra de pobres contra pobres y la decadencia de la burguesía, en este caso, la mirada de Franco es absolutamente impiadosa y sobre todo en su segunda parte, no escatima crueldad para mostrar cómo se maneja, se desarrolla y se desborda todo, dentro de este nuevo orden. Desde la pantalla, permanentemente nos interpela, como si necesitase de un espectador que activamente tome partido y se ponga del lado de alguno de los personajes (como ya pasaba, salvando las distancias –enormes- con “Les Misérables” de Lady Ly o la vernácula “4×4” de Mariano Cohn) y el guion, escrito por el propio director, jamás brinda ningún tipo de referencia condescendiente sino que, por el contrario, va complejizando cada vez más la situación de forma tal de dejar flotando en el aire la pregunta de si el fin justifica los medios, abriendo nuevamente otra de las tantas grietas. Michel Franco con este nuevo trabajo distinguido con el Premio del Jurado en Venecia construye una puesta en escena plagada de detalles, rigurosa y precisa. Una cámara que se mueve perfectamente bien tanto en lo personal como en lo coral, en lo privado y en lo social, en una prolija mansión o en una ciudad desolada y que sigue al guion con pulso firme, el que toma, sobre todo en el tercer acto, un potente giro narrativo. “NUEVO ORDEN” tiene un humor plagado de cinismo e ironía, es provocadora, comprometida, radical, de esas películas en que es imposible quedar ajeno y que se inscriben, indudablemente dentro de las mejores propuestas de este año. POR QUE SI: » La mirada de Franco es absolutamente impiadosa «
La plataforma cine.ar/play estrena este jueves “EMILIA”, la ópera prima de César Sodero con un protagónico excluyente de Sofía Palomino. Una historia con un tono intimista y un relato con el mejor corte del cine independiente, que podremos conocer a través de esta nueva producción que se incorpora al ciclo “Jueves Estreno”, después de su exitoso paso por importantes festivales como Rotterdam, Trieste y Lima, y su presentación en el festival *Asterisco. El guion – también de Sodero- explora de forma minimalista y con una enorme suavidad, el momento tan particular que atraviesa la protagonista. “EMILIA” es, fundamentalmente, la narrativa de un momento de quiebre, un relato que permanentemente oscila entre el “antes” y el “después” de un hecho que, evidentemente, ha cambiado la vida de Emilia por completo. Una ruptura sentimental la devuelve a su pueblo natal, un lugar con el que no ha tenido contacto durante muchos años, se instala en la casa de su madre e, inevitablemente, Emilia vuelve a sentirse en el rol de hija, lo que le complica aún más, poder tomar las riendas de su propia vida. En los diversos encuentros que va teniendo con la gente del lugar, aparece esa clara sensación de cómo había sido entonces y cómo es ahora, qué cosas quedaron pendientes, cuáles necesitan ser retomadas y cuáles ya han quedado atrás definitivamente; situaciones que se evidencian sobre todo, con el vínculo con su mejor amiga quien ahora tiene un hijo con quien ha sido novio de Emilia y con quien parece que aún han quedado ciertos temas en suspenso que quizás sea ahora el momento de resolver, del mejor modo que les sea posible. “Las cosas cambian” enfatiza fuertemente su madre en uno de los tantos diálogos llenos de tensión, en ese vínculo minado de reproches del pasado, la falta de aceptación y una forma de afecto sumamente expulsiva que parecen estar siempre disponibles para herirse mutuamente. Y esa pequeña frase, casi insignificante, toma otra dimensión a medida que Sodero avanza en el relato, acompañando los procesos de sus personajes. Principalmente se encargará de acompañar a Emilia con una cámara afectuosa, contenedora, que no la juzga sino que por el contrario, la comprende en esa búsqueda, en esa exploración en donde hay más experimentación, incertidumbre y vacilaciones, que verdaderas certezas. Emilia emprende, a su modo, un camino de libertad y para transitarlo, aún con sus desaciertos y sus flaquezas, hace falta mucho coraje: y Sodero en la construcción del personaje le otorga esa complejidad para que cada uno de los espectadores pueda recorrerla con su propia mirada. Hay, básicamente una exploración de su sexualidad, en ese perderse y volver a encontrarse que por momentos suena a insatisfacción o querer probar todo a la vez hasta aturdirse. Cuando parece que Emilia ha encontrado lo que buscaba en Rosario, una alumna de su clase de gimnasia, alguna pieza del rompecabezas parece seguir faltando y esa mirada de libertad que recorre todo el relato la hace seguir avanzando, insistiendo, hasta encontrar ese espacio donde pueda ser ella misma. Sodero cuenta con un trabajo totalmente comprometido de Sofía Palomino (a quien vimos en “Una hermana” y participaciones en otros trabajos como “Kryptonita” y “Nafta Super”) que encuentra el tono ideal para plasmar los desencuentros y las indecisiones por las que atraviesa su personaje y logra un especial lucimiento en sus momentos junto a Claudia Cantero (su madre en la ficción), intensos y reales, que además le permiten mostrar otro costado diferente al de las escenas más intimistas. El trabajo de fotografía de Pigu Gómez acompaña este recorrido personal con colores, paisajes y texturas que reflejan las sensaciones por las que atraviesa Emilia, en esta ópera prima de César Sodero que más que un fluir individual, representa todo un retrato generacional, que logra acertadamente sin necesidad de mensajes aleccionadores ni subrayados innecesarios. POR QUE SI: » Sodero en la construcción del personaje le otorga complejidad para que cada uno de los espectadores pueda recorrerla con su propia mirada «
Cuando pensamos en la “comedia uruguaya” dentro del cine –y mucho más aún dentro de los contemporáneos-, aparecen rápidamente no sólo los títulos de algunas películas que, a su manera, se convirtieron en emblemáticas y fueron dando forma a un pequeño movimiento, sino también los nombres de algunos directores asociados a esos filmes. Es así como recordamos a “25 watts” “Whisky” “Gigante” “La Vida Útil” o más recientemente “Belmonte” –y el retrato de un artista pasado los 40 en plena crisis- o “Alelí” -con su particular mirada del universo familiar-, junto con los nombres de directores como Pablo Stoll, Adrián Biniez, Juan Pablo Rebella o Federico Veiroj, que ya han logrado una marca de autor dentro del cine latinoamericano. Quizás el común denominador de todas ellas es el sentido del humor que las atraviesa, una mirada melancólica, no exenta de sarcasmo e ironía, con un tono gris que, por momentos, se empeña en ser denodadamente monocorde y sin grandes estridencias, todo lo que constituye un estilo claramente reconocible. Matías Ganz con “LA MUERTE DE UN PERRO”, estreno de esta semana en la plataforma www.cine.ar/play, abreva de muchos de estos elementos comunes, pero apuesta a atravesar aún más ciertos límites convirtiendo ese retrato de seres grises en una comedia absolutamente negra, que termina emparentándose mucho más con la corrosiva “Under the tree” del islandés Hafsteinn Sigurösson. Ese riesgo que toma Ganz de sobrepasar ciertos estereotipos y exponer a sus protagonistas a romper cualquier ética posible para lanzarse alocadamente a una desenfrenada carrera en donde “el fin justifica los medios”, hace que su ópera prima tenga un clima exquisitamente atractivo. Un pequeño hecho ocurrido dentro de la veterinaria de Mario (Guillermo Arengo) en donde inexplicablemente en medio de una intervención, muere un perro, desencadena un efecto dominó con derivaciones completamente insospechadas cuando ese hecho, en apariencia intrascendente, genere una escalada de violencia inmanejable. Lo que en principio ha sido un error involuntario o una mala praxis, al tratar de ser torpemente encubierta, generará desconfianza en la dueña del perro (una pequeña pero perfecta participación de Ana Katz) quien, influenciada por su madre, exige saber la verdad de lo ocurrido incluyendo un escrache en las redes sociales e inclusive con manifestantes en la puerta del local de la veterinaria. Sumado a esto, un robo en la casa familiar empeora el equilibrio de la pareja protagónica, dispara posibles conspiraciones y paranoia y provoca que se instalen provisoriamente en la casa de su hija y su familia, que le dará la posibilidad a Ganz de observar con detenimiento la dinámica familiar y el comportamiento de las diferentes clases sociales, además, con sus diferencias generacionales. El guion (escrito por el propio director) apunta ciertos dardos de mordacidad e irreverencia sobre las clases sociales, los vínculos familiares, el mundo de la pareja, pasando también por el poder de las noticias, las redes y la potencia con la que influyen en nuestro cotidiano. Otro de los elementos claves es la inseguridad que no solo viene desde el exterior con el robo que deja toda una casa “patas para arriba” sino del desequilibrio que le genera a Mario el hecho de ser catalogado como un mal profesional –en el afuera, en su intimidad y en el entorno familiar- y quedar expuesto. El hecho de llevar a sus personajes al límite y hacerlos pasar por situaciones extremas donde toman decisiones que parecen imposibles de acuerdo con el contexto, está trabajado en forma delicada y sin ningún tipo de estridencias ni subrayados. Gran parte de este logro también se comparte con las meritorias actuaciones de Guillermo Arengo y Pelusa Vidal que vibran perfectamente en la misma sintonía (con interesantes encuadres como las escenas que se desarrollan dentro del auto, con pequeños diálogos en los que los silencios y las miradas lo dicen todo) y expresan esa solapada violencia que habita en sus personajes. “LA MUERTE DE UN PERRO” se constituye entonces en una de las buenas sorpresas que nos depara esta plataforma, con una propuesta diferente a los estrenos que hubieron en este último tiempo, invitándonos a compartir un humor ácido y una mirada crítica a una clase social e incluso a una generación que, tras una cierta pátina de corrección, esconde su costado más vulnerable, sus obsesiones y sus neurosis, con una pulsión oscura que se pone de manifiesto cuando un pequeño hecho genera un espiral negativo que los arrastra a los actos más despiadados. POR QUE SI: «Ópera prima con un clima exquisitamente atractivo»