Colette: Liberación y deseo. “La ausencia total de humor hace la vida imposible.” Sidonie-Gabrielle Colette Transgredir no es norma, ¿se nos permitirá el absurdo si intentamos explicarlo? Porque procuramos razonar que nadie obra en su vida buscando hacerlo, la misma, la indisciplina, se da más por incomodidad de la persona en su contexto, creemos, más que por pura intención. Sidonie-Gabrielle Colette jamás fue una rebelde por opción, sino que por contexto. Su historia es un aprendizaje de sí misma y su entorno. La lectura irónica, la mirada cínica hacia los de su generación fueron parte de ese proceso de crecimiento que tuvo junto al que fue su esposo, Henry Gauthier-Villars, el bon vivant conocido como Willy, que la utilizó como escritor fantasma, y una de sus amantes, Sophie de Morny, que retratan en el film, aunque hubo otras claro. De alguna manera el contexto fue, redondeamos, el que creó la magnifica personalidad publica de la escritora francesa; ese liberalismo hipócrita de la sociedad parisina, la búsqueda de la pertenencia en un mundo que de a poco mostraba no ajustarse a sus expectativas, y por fin la construcción de sus anhelos a pesar de los otros. En cierta manera Richard Glatzer, Wash Westmoreland y Rebecca Lenkiewicz, guionistas del film, saben captar el contexto que tanto señalamos, adornado claro, no solo con una bonita producción, sino que también con un amplio y esforzado vocabulario, con impecable acento británico, que ejemplifica el acartonamiento del snob de los salones y soirée. Hasta allí estamos de acuerdo, es la generalidad de la trama donde por momentos se verá aburrida. El film dirigido por Wash Westmoreland cae indefectiblemente en el obvio biopic de origen que ciertamente rescata una deslumbrante Keira Knightley, que junto a Dominic West, son lo más real y fresco del retrato. La historia no carece, por supuesto, de una mirada actual (irónicamente) sobre la situación de la mujer en la sociedad, lo que se espera de ella, lo que el varón permite y no en su desarrollo personal, lo que narrado desde esa perspectiva es interesante de ver. El contexto, aún siendo final de siglo XIX (y justamente por eso) empuja al espectador a comprender que las acciones y decisiones de la protagonista fueron las consecuencias del contexto, que su rebeldía era una respuesta al ataque mojigato de su tiempo. Acierto es el acento con que narran la historia de los escritos de Claudine, que Willy firmaba, porque allí se retrata la joven que fue y la mujer que los escribe, ya madurando su relación con el resto. En definitiva, Colette es una impecable película biográfica que nos da un dorado destello sobre los inicios de tan descomunal escritora de las tierras galas, única en la historia de Francia que recibió un funeral de estado, elegante en su producción y exquisita en sus interpretaciones. Es solo que no pasa de ello, de una correcta biopic, como tantas otras, ciertamente esa ausencia de humor que aburría tanto a la autora.
[REVIEW] Hotel de criminales: Hay cosas que no tienen cura. No es The Continental de la saga John Wick, es el hospital para criminales de la diligente enfermera Jean Thomas. Si hacemos referencia desde el comienzo sobre esta similitud, es para encarar de lleno su propia originalidad, que tampoco es tanta. Al respecto de Drew Pearce no contamos con mucha más información como director más que el exculpatorio corto Marvel One-Shot: All Hail the King (2013). Realización que llegaba con la meta de adornar la mitología creada para Iron Man 3 (del que también fue guionista), teniendo como protagonista a Trevor Slattery (personificado por Ben Kingsley), El Mandarín. La elaboración de esta historia, que a nosotros siempre nos resultó un respetable intento de enriquecer el creciente universo cinematográfico Marvel, nos lleva a visionar esta, su opera prima en largometraje con bastante interés como decepción posterior. Pero, luego de tan largo e innecesario prólogo, vayamos a la cuestión. El film narra la historia de un sitio que funciona como hospital de criminales, más allá del Hotel en su título, no es un sitio de descanso, es de cura y rehabilitación para quienes los hospitales normales serían una trampa policial. Crea mucha sospecha el curar una herida de bala en un hospital público, claramente, ni hablar de varias, además de cortes por armas blancas y otros etc. Entonces está este lugar, que regentea Jean Thomas, La Enfermera (The Nurse), una Jodie Foster en todo su esplendor actoral y Everest, Dave Bautista, quien la asiste de diversas maneras; enfermero, camillero, guardaespaldas y compañero en los largos turnos de curación. El sitio de por si es una personaje más en la trama, para nada original, que crea de manera eficiente un escenario a esta historia distópica a la que le sobra testosterona y se queda corta en la construcción de una realidad coherente. Hasta allí, el Hotel en cuestión, llegan dos hermanos (Sterling K. Brown y Brian Tyree Henry) que conoceremos solo como Waikiki y Honolulu, herido uno de ellos, en busca de la cura que promocionan. Con ellos cargan más que sangre y un robo que no fue del todo bien, transportan un bolígrafo, robado también, que les puede traer mucho más que problemas. Al llegar al sitio conoceremos a otros que allí convalecen, encontramos una asesina profesional y un traficante de armas, que tienen, claro, sus propias agendas a atender. La historia se desarrolla sin tropiezos, con personajes resueltos en pocos e interesantes trazos, que suman al enrarecido ambiente tanto exterior como interior, logrando una aventura de acción, que más allá de ciertos momentos atrapa al espectador en una trepidante carrera de sobrevivencia. De eso estamos seguros, de hecho los primeros actos se plantean de manera eficiente, en la que siempre destaca la labor de la veterana actriz Jodie Foster, pero sin desmerecer al resto. Es en el guion ya entrada la tercera y desencadenada batalla de todos contra todos en que parece haber olvidado la premisa original y carga al film con cantidades ingentes de quiebres dramáticos que no suman en calidad. El terror de los ladrones por el robo de la pluma del magnate del crimen de la ciudad y su esperada venganza, se ve obstaculizado por otros giros que destruyen la mística hasta allí lograda. La llegada del rey Lobo, como constantemente lo nombran, un siempre preciso Jeff Goldblum y su hijo Crosby Franklin, desaprovechadísimo Zachary Quinto, son por otras circunstancias, de hecho ignoran completamente el robo del bolígrafo. Haciendo diluir las expectativas acumuladas en derroteros narrativos que desinflan la acción dramática en pos de una inflada acción física. En definitiva un film que cumple con muchas de sus ambiciosas ideas, de una aventura de acción claustrofóbica sostenida por un elenco más que elocuente a la hora de interpretar los personajes que la protagonizan; pero que pierde cuando abandona el conflicto prometido por varios menores que le hacen perder el empuje inicial. De todas maneras Drew Pearce parece conocer los pormenores del género, aunque y es evidente, no encuntra el ritmo para amalgamarlos en un thriller de acción, al igual que la contracción de personajes secundarios capaces de sostenerla y darle un marco de credibilidad. ¿Una oportunidad perdida? No del todo, si a la acción nos referimos, pero que claramente pudo ser más.
[REVIEW] Yanka y el espíritu del volcán. “… Cien respuestas para que se abran cien nuevos vacíos, cien nuevas preguntas. Los relatos son el modo más humano del tiempo. Y solo narrando, de tarde en tarde, de boca en boca, nos hacemos eternos.” ― Liliana Bodoc – Relatos de los Confines: Oficio de búhos Es mentado que toda fantasía que se precie sea sostenida por la dubitativa entrada de un héroe que no sabrá, por obvias razones de narración, cual es su finalidad en la historia. Roto, quieto, ausente, asustado y reacio a creer, lo son, lo deben ser, porque parte de la aventura es descubrir de lo que es capaz. Empujada o por entrometida la criatura recorrerá el sendero cambiando al mundo a través de sus propios cambios. Yanka, es eso, el ser que desencadena la aventura, en su vida, al inmiscuirse en una mayor. Es la niña elegida, quien sabe porqué hado, para desandar el camino del héroe, el guerrero, la vindicación de un mito que se manifiesta para ser reconocido. Historias de estas pueblan las páginas de la literatura y ni que hablar de la cinematografía. Lo interesante, de la visión moderna de estos relatos fantásticos tiene que ver con el hecho de que los personajes son los mundanos seres que somos hoy, sin mística ni chispa mágica. Yanka es una niña/adolescente que perdió a su madre y se encierra en su habitación aislándose de un mundo que continuó girando sin el consentimiento del abandono y orfandad que la rige. Observa como todos intentan reconstruir con los dejado atrás por aquella que no está, la madre ausente. Un padre que vuelve a casarse, y como ley de todo cuento, una futura madrastra con poca empatía con los tristes pensamientos de la niña. Esta es la historia de como ella, la joven, cruza el umbral, se atreve y trasciende el dolor del desamparo para protagonizar la historia de todos. Y lo hará a través de la rica mitología mapuche. Un día la madre se fue, sin dejar nada que explicara su huida, excepto un collar de piedras que Yanka lleva como vestigio de una vida que fue, ignorando que es la llave de lo que vendrá. La pista, el guía, la sabia y el secuaz del oscuro antagonista. El sur, los bosques y las montañas. Copahue, Caviahue y el volcán que achaparrado, frente a las altas cordilleras, ruge desolación. La aventura es a través de las historias, como decíamos, de la tradición mapuche, como también en el espíritu de la niña y su maduración. Fernando Regueira, Julieta Ledesma e Ivan Abello (quien también dirige) reconstruyen las tradicionales leyendas de los pueblos originarios del sur en una historia clásica, en la que el espectador tendrá como guía a una excepcional Maite Lanata interpretando a Yanka para desandar el camino de las olvidadas historias. Que a su vez tienen como escenario una realidad vivida en la provincia de Neuquén cuando el volcán hizo erupción en los últimos seis años. Una extraordinaria historia, decimos no sin cierto prurito a la hora de fijarnos en el relato que por momentos puede antojarse algo infantil en la forma que fue encarado, y entiéndase que somos conscientes de que es un film dedicado a la familia, a los niños. Es solo que a medida que los personajes fantásticos son presentados, éstos no dejan de declamar sus líneas como si de una vieja puesta teatral infantil se tratara, de esas en que una clara dicción era más importante que el peso dramático. Irónicamente, comenzamos por ello, porque el resto del film ha sabido, en los apartados técnicos en general, crear un magnifico contexto. El diseño de vestuario, el departamento de arte, los efectos especiales, la banda de sonido, todos se conjugan en un equilibrado trabajo de sustento para el film. Al igual que la actriz protagonista, la ya mencionada Maite Lanata. Hay momentos realmente logrados en atmósfera y composición, que lamentablemente se perderán en esas líneas enunciadas con altisonancia. Y algún que otro bache en el ritmo narrativo que esto mismo genera. De todas maneras, la aventura es sin dudas una atrevida y agradable travesía fantástica, que tanto se debe la filmografía nacional, que rescata la rica y compleja tradición de los pueblos originarios para narrarlos desde un presente complejo y deprimente. Ellos cantan, todos, a la liberación, a la aceptación del destino cualquiera fuere. No habla de recuperar, cuenta sobre trascender. Tamaña búsqueda merece ser tenida en cuenta, tan graciosa, refiriéndonos a lo agradable y atractivo, en sus maneras.
[REVIEW] La Quietud: del pánico de perder las cosas que tienen. “Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen“. Patas arriba: La escuela del mundo al revés (2008) – Eduardo Galeano Lejos del contundente y afilado sarcasmo que presenciamos en Carancho (2008), la denuncia de Elefante blanco (2012), o la crónica policial que fue El Clan (2015), esta vez Pablo Trapero se juega por un sutil y enrevesado drama familiar para narrar una realidad tan nuestra, tan históricamente cercana y tantas veces oportunamente olvidada. Junto a Alberto Rojas Apel, Trapero elabora una historia de corte intimista, que sin embargo enlaza de manera acertada una realidad que hoy sigue pidiendo una lectura profunda. Son tres las protagonistas indiscutibles de este drama; Mía, Eugenia y Esmeralda; las dos hijas y la matriarca de una familia clase alta que lidian no solo con sus desavenencias personales, también con cuestiones de una justicia que lenta pero constante intenta reparar los garrafales crímenes cometidos en tiempos de la dictadura militar. Una narración que corre por dos vertientes claras; la una, la expuesta y detallada, tiene que ver con la relación que la familia sostiene a base de hipocresías heredadas y aprehendidas. Difíciles de encausar cuando son sustentados por una mujer, Esmeralda (una, siempre, magistral Graciela Borges) que no termina de conciliar su relación con su hija Mía (Martina Gusman) como sí sabe hacerlo, con la otra, Eugenia (Bérénice Bejo). Tan iguales ellas, las hermanas, en la apariencia física como en esa ciertamente incomoda intimidad. Pero una, Eugenia, pudo irse, construir más allá una suerte de vida propia, aunque hipócritamente viva gracias al dinero que su madre le envía constantemente. Y la otra atrapada aquí, en la quietud de esa estancia y el desmedido amor hacia su padre. Cuando este sufre un ACV en las oficinas de tribunales, en medio de un incomodo interrogatorio, es cuando todos se reencontraran, convivirán y desataran esa murmurada pero constante tragedia en ciernes. Ellas, más allá de la participación de Vincent (Edgar Ramirez) pareja de Eugenia y Esteban (Joaquín Furriel) abogado y amigo de la familia, son quienes tienen que desandar un largo camino de reconocimiento y aceptación. Más allá de toda reconciliación innecesaria es, uno de los fuertes del guion, el realmente terminar de comprender su lugar en esta comedia negra que los padres escribieron con el campo bonaerense de fondo. Ellas lidian con lo adquirido, tanto material como emocional, de manera torpe pero constante como si al fin hubieran decidido terminar con la charada, o quizás a sabiendas de que el tiempo se terminó y hay que ajustar cuentas. Por otro lado y retomando las dos lineas argumentales, por debajo, sutil corre una historia que las supera, que las hace solo peones en un juego mayor, como es la historia de un país. Y aunque por momentos parezca una anécdota más en el batiburrillo de ellas, es al fin y al cabo quien desata el drama. Arrastradas parecen las tres por fuerzas que no pueden o no saben manejar. Trapero es realmente acertado en la puesta elegida, cruzando por momento la vereda en su relato y hablando de la humanidad que muchos creemos no poseen esos que imaginamos monstruos. Claro que es una rota y desmadrada, donde la empatía es tan circunstancial como profundo el amor de las hermanas. Filmada con una exquisita puesta en escena, con esos planos secuencias que persiguen a los personajes por la laberíntica mansión campestre, con un elenco entregado, el nuevo film de Pablo Trapero, aunque se siente mucho más personal y lejano a su zona de confort, sigue siendo un narrador incomodo para la platea autocomplaciente, lo mejor de este director, lejos.
Mentes poderosas: Mejor empieza a vivir por ti mismo, porque nadie vendrá a rescatarte. Llega la adaptación de la trilogía distópica escrita por Alexandra Bracken que encara la directora Jennifer Yuh Nelson con buenas intenciones, pero que decae en la medida en que no logra desprenderse de otras ya vistas y hace tiempo. La lista de adaptaciones de sagas literarias infanto-juveniles a estas alturas es enorme, y sinceramente no recuerdo cuando comenzó. Tal vez haya sido ese tanque de Harry Potter, o la un tanto más adulta y sanguinaria The Hunger Games. Porque claro nos referimos, para más detalles, a las distópias de ciencia ficción y/o fantasía que han poblado las librerías, y posteriormente salas de cine. Historias que claramente tienen ancestros como la fenomenal El guardián entre el centeno de J. D. Salinger o la excelente El señor de las moscas de William Golding, siempre a grandes rasgos. La que nos ocupa en particular hoy es la realizada por Jennifer Yuh Nelson, quien ha dejado por el momento la animación, para encarar su primer live action. La adaptación de The Darkest Minds, escrita por Alexandra Bracken y publicada en 2012. Y que lleva guion de Chad Hodge. Una distópia que inicia con la muerte del noventa y ocho por ciento de los niños y pre-adolescentes del mundo y que deja al resto sobreviviente, ese mínimo dígito, con un serio desorden genético que los convierte, a ojos de los adultos, en monstruos tan temidos que los encierran en campamentos militarizados, digamos campos de concentración. El horror se mide en categorías, cuenta Ruby, verdes y azules para los superdotados, solo inteligencia superior y algún que otro truco telepático, y amarillos y rojos para los que desarrollaron verdaderos poderes ¿El gen mutante X, dijo alguien por ahí? Sería una clara y menos enrevesada manera de exponerlo. ¿El aislamiento en castas, casas, tribus? La historia de Ruby es la de todos, encerrada ignorando que será de ella, marginada y etiquetada, custodiada por arrogantes y despreciables militares. Vamos que el esfuerzo por hablar de las minorías y sus angustias es fuertemente expuesto. Una pena que el film, quizás buscando las simpatías de las audiencias infantiles, y después de un trágico prologo, suavice las aristas enfocándose en la romántica aventura de la joven y sus aliados, que conoce al poco de escapar. Claro que el film está dirigido a ellos, pero sumando a que los paralelismos en el guion son tan visibles como excesivos a otras series se torna por momentos obvia, predecible. Y es lo que realmente le juega en contra a este film, no la esmerada producción o ese sombrío acercamiento que intenta la directora, es quizás el haber llegado un poco tarde a la hora de narrar estas historias, habiendo tanta oferta al respecto; Potter, las facciones en que se ocultan los divergentes, el laberinto y la arena de el Capitolio en Pamen. Aunque a su favor podemos decir que la producción encara el juego con empaque, con una esmerada realización de escenarios y efectos especiales. Además de contar con la trepidante acción como motor de la historia. Una historia contada con esmero, que propone a los adolescentes una nueva aventura, que a pesar de los tantos lugares comunes con que tropieza, es un producto consistente y atractivo.
El espanto: Lo que no te mata, te fortalece. “Somos aquello en lo que creemos, aún sin darnos cuenta“. Carlos Monsiváis – Escritor y ensayista Mexicano Desde el comienzo del film la fascinación por el mundo que los directores presentan es insoslayable. La construcción a caballo del suspenso es un acertado acercamiento a esta pequeña comunidad, en la que casi todos los habitantes de una u otra manera curan dolencias, y en el que el misterio es esa rara enfermedad que llaman “Espanto” y el único capaz de sanarla. Una ambulancia, seguimos a una ambulancia por las calles de tierra, a través de un paisaje campestre hasta el hogar de una familia. Allí una mujer postrada es atendida por la enfermera. Ese es el inicio de este viaje, donde la medicina es vista como un paliativo, un foráneo que se inmiscuye en la cerrada comunidad que la desestima, alegando tener sus propias maneras de tratar las dolencias. Todos ellos son, acaso lo más asombroso, personas reales, que poco tendrán que envidiar a personajes de literarios. Haciendo que el espectador por momentos dude de la veracidad, acaso si la realidad supera la ficción, es indiscutible que de alguna manera lo logra. Sin médicos, cada uno enseñando sus artes, haciendo sus rituales. La presentación de ellos escarba con poca sutileza sus vidas, hasta quizás lugares que se nos pueden antojar algo incómodos de presenciar, por esa falta de replica que acusa, cuando los entrevistados hablan del matrimonio, la homosexualidad y otros tópicos. Más allá de esa exacerbación en la representación de estos vecinos de El Dorado, es sin lugar a dudas la historia de Jorge, aquel quien es el único capaz de curar tan rara enfermedad del alma. Tenemos que admitir que el espanto es una extraña dolencia de la que solo teníamos alguna que otra información a través de leyendas urbanas y mitos del interior bonaerense. No fue hasta que buscamos con más ahínco que hayamos algunas definiciones, provenientes del norte latinoamericano. Más exactamente en México, es donde se la define como “una enfermedad que padecen animales y humanos (especialmente los niños), que consiste en la pérdida del alma causada por una gran impresión o por un miedo profundo“. Pero a la inversa de los varios tratamientos que existen por aquellas tierras, en este lugar, solo se cura de una manera. Una ciertamente sorprendente. No diremos más, la sorpresa al saberse lo vale. Pero también es cuando el documental que dirigen Martin Benchimol y Pablo Aparo parece perderse en una maraña de anécdotas que distrae de su premisa inicial, haciendo que el misterio inicial se pierda. Una realización impecable de cámaras y fotografía, una construcción, en los dos primeros actos, de la historia impecable hacen de este documental un extraordinario viaje a lo profundo y a la vez cercano de nuestra tierra, a un acontecer diario que no se ve seguido pero que también es parte de nosotros.
Las olas: Las memorias de Alfonzo. “El mar es una expresión idiomática que no puedo descifrar“. Jorge Luis Borges (Buenos Aires 1899-Ginebra 1986) No es fortuita la comparación de la memoria y el mar, del reflujo constante, de la marea de recuerdos. Conocidas y manidas metáforas que se antojan anquilosadas y que jamás terminaron de definir ambas cuestiones; la vehemencia de la memoria, la testarudez del mar. Hasta que Adrián Biniez en “Las Olas”, juega con una nueva rosca al tópico que hacia el final recuerda ese cuento que tanto amaba el bardo porteño, “Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Chuang Tzu que había soñado que era una mariposa, o si era una mariposa que soñaba ser Chuang Tzu.” Cercano también es en ambos, arguyo fantaseando un poco más las comparaciones que hago, el amor por esos relatos clásicos de R. L. Stevenson, Emilio Salgari, Jack London y porque no Julio Verne. Exótica mixtura que se reduce a la memoria partida de un hombre que nada. Alfonso (un bucólico y hasta a veces apático Alfonso Tort) sale de trabajar y va al mar. Se sumerge en el agua y nada. Emerge en una playa donde estuvo de vacaciones con su familia cinco años atrás. Dando comienzo a un naufragio en la memoria de su historia, partida en siete recuerdos que no concluyen, solo se pierden en el siguiente, como si al inspirar el nadador, transmutaran como las corrientes marinas. Será así, todo el film, una suerte de metáfora del mar y los recuerdos en imágenes con Alfonzo adulto interpretando todas sus edades. Sutil el realismo mágico, como si se atemperara en costas más australes y atlánticas, que son las uruguayas, que las del cálido pacifico que tanto provecho sacaron al género. Las novias, los amigos, los padres y el amor. Las voces a veces sin rostro, otras hasta con la piel desnuda, se esparcen en siete ciclos que subtitula con una obra de la literatura de aventuras, como esa al principio que llama “La Isla Misteriosa” en la que no muestra a esa mujer que tanto amó que la hizo madre de su hija, a la que si vemos, como dejada atrás en una huida desesperada. Sale del mar, y solo encuentra la sombrilla y bolsos abandonados, corre a la casa, que han dejado sola como a la niña. O “La familia Robinson” y el recuerdo de los padres el aprendizaje rudimentario y clave de la medida y el amar a pesar de no estar de acuerdo. Se recorta así una onírica sucesión que irá tomando forma, hablará del abandono, la amistad y el desamor, como del amor a dos novias, partido y puesto en el mismo lugar. Porque ella, la memoria, guarda por asimilación de pareceres, de sentimientos. Romperá entonces la magia la intervención del viaje temporal cuando el recuerdo se convierta en un inquisidor y pregunte sobre el futuro que no conoce. “Soñé que era el hijo de Lady Gaga” dirá Alfonzo respondiendo al sueño de un amigo adolescente de un mundo todavía lejano a esa estrella pop, y lo hace en cierta manera para acallar la tristeza del otro, ridiculizando ese onírico cuento que hasta ahí viene narrando el film. Como si el personaje escapara por un momento del relato solo para mofarse de él. La novia que no fue, la esposa que abandonó y que lo abandonó a él, los padres, los amigos, una y otra vez se sumerge en las olas para surgir en otro instante, siete veces, siete títulos que puede que sean idóneos o no y que al final, verás querido espectador, no sabrás si es el hombre recordando una vida que fue en el mar que nada y atraviesa, o si es el mar recordando al hombre que nadó en él y dejó allí esparcida su historia que estrella constantemente en la costa.
Animal: Los abismos de Antonio Decoud. “No te atrevas a amenazar a una persona que no tiene nada más que perder.“ Susan Elizabeth Phillips Nicolás Giacobone y Armando Bo II entienden que arriesgan y pisan terreno pantanoso cuando proponen la desesperación de un desahuciado como disparador de un film que utilizara cierto tipo de humor para narrarlo. Un riesgo que sin embargo propone una interesante mirada sobre el comportamiento del ser humano en circunstancias limites. Antonio Decoud tiene la vida resuelta, tanto material como afectivamente; un trabajo en el que es gerente, un hogar de clase media acomodada, una esposa que lo consciente y tres hijos, dos de ellos adolescentes, que de alguna manera terminan de cerrar una ecuación casi perfecta. Hasta que una falla renal que lo obliga a un trasplante de riñones, lo pone en una situación limite. Más aun cuando su hijo decide que no será el donante. La desesperación por obtener ese órgano es lo que desencadena ese aborrecible viaje que realiza hacia las sombras que todos portamos y que solo emergen cuando ya no hay nada que perder. Porque decide comprarlo, obtenerlo por medios ilícitos. El elegido es un buscavidas, un pibe del montón que será capaz de donarlo a cambio de una casa. Más allá de acabado aspecto técnico es en el guion en que el film logra una descarnada moraleja, en que los extremos llegan a tocarse a fuerza de una inverosimilitud que el elenco concreta con idoneidad, logrando que este sainete grotesco sacuda al espectador. Se menciona la comedia, pero la misma se ejecuta con tan socarrona postura que no logra la carcajada espontanea, más una culposa media sonrisa, como si el hacerlo liberara al espectador. Los opuestos entre el personaje de Guillermo Francella y Federico Salles, el donante Elías, son los que realizan el periplo más interesante en cuanto a desarrollo; porque es interesante de ver el descenso a las sombras que hace el primero y como lo recibe el otro, quien nada cómodamente en ellas. La facilidad, lo inmediato, frente a quien ha trabajado para lograr medrar en la vida, que a su vez es el que más se enrosca en las sombras. Otra de las particularidades del guion y lo que hace que realmente valga la pena su visionado es la postura, bastante cínica, que propone frente a las acciones de alguien que posee los medios; ¿Por qué no puedo comprarlo… – se pregunta Antonio – Si tengo la plata que gané legalmente? Desde su lugar enumera sus méritos como si ellos fueran suficiente chapa para hacer lo que necesite o desee. Mientras que Elías solo aprovecha la oportunidad que se le presenta, que con facilidad le dará lo que desea sin esfuerzo aparente. Enroscado, malicioso y en ciertos pasajes provocador, ralentizada por momentos por esa poca profundización de los personajes satélites de ambos, como el ejecutado por Carla Peterson o su el de su hijo, que se negó a colaborar en un principio. Guillermo Francella ejecuta con maestría ese burgués gentil que enmascara la ruindad misma, pero son Mercedes De Santis y Federico Salles quienes lucen unos personajes mucho mejor expuestos, porque el progreso de ellos no deviene en rupturas, más bien en expansión. En la ejecución del tercer acto, es cuando el director muestra la carta, descubre para el espectador esta rocambolesca y oscura comedia, proponiendo una escalada casi neurótica de las situaciones, llevándola al borde un precipicio que los actores lograr frenan con pulso, nada mejor que un comediante haciendo su gracia desde el lugar más patético y dramático. Técnicamente impecable en su factura, como comentábamos, es una odisea lograda y una propuesta cinéfila interesante que utiliza todo a su alrededor para solidificarse. Las cosas que se hace por sobrevivir, la desesperación como motor y la desidia como combustible, contradictorio, sí, es eso lo que hace que esta historia valga la pena.
Callback, de Carles Torras. “Mírame con desprecio, verás un idiota. Mírame con admiración, verás a tu señor. Mírame con atención, te verás a ti mismo” Charles Manson Larry ensaya el texto. La voz profunda, impostada. El acento perfecto rozando la cadencia de un Clint Eastwood, el semblante apático, sumido en un silencio de gestos, extraño rostro que parece una máscara. Sujeto solitario Larry, que sueña con ser un reconocido actor de comerciales y que transita sus días como en una producción americana, alternando sus castings con un empleo en mudanzas, bajo un jefe con el que no se entiende y los almuerzos con Bobby. Un círculo que marca su vida cotidiana. Pero no es cualquiera Larry, o Pedro, porque es un inmigrante español que ansía el sueño que los americanos tanto pregonan. Desea convertirse en lo que ellos publicitan como el American Way y se aferra a eso con la convicción de poder lograrlo. Bien lo decía Jorge Asís en Carne Picada, triunfadores y triunfalistas; estos últimos persiguiendo siempre el anhelado premio, corriendo en pos de ello y quedando a mitad de camino entre la frustración y la animada fundamentación de que no era el momento. Él siempre está en ese sitio, esperando que el teléfono suene. Larry ensaya para un comercial que no hace. Y entonces aparece Alexandra. Carles Torras con una cínica inteligencia retrata en Callback no solo el ya tan mentado tema de los inmigrantes y sus historias en tierras americanas, también juega una mano con la venganza que toman aquellos descastados hartos de permanecer en los grises del sistema. Cínico decíamos porque lo hace a través de un personaje que podría ser todo aquello a lo que temen o dicen debe temerse. Martín Bacigalupo crea un personaje que roza la perfección, un ente capaz de la más mínima expresión o del torbellino más destructor que podamos cruzarnos, un pobre tipo con ansias rotas por una realidad que lo supera y de la que no tiene más opción que sujetar a fuerza de golpes y desmadres. Si la melancolía y el cansino devenir de los hechos es la imagen que se tiene en la primera parte del film, solo hay que esperar a que las circunstancias alteren esta progresión para que comprendamos lo que uno es capaz cuando las razones, las nuestras, no bastan para convencer. Es allí donde la cinta gira hacia un siniestro, y no exento de humor negro, punto de no retorno. Ser es modificar. Alexandra, Bobby, el jefe, son los enlaces a ese mundo que sueña con poseer y que obtendrá aunque sea violentándolos. Hay en la construcción del personaje claras reminiscencias a Funny Games (1997) o American Psycho (2000), ese monstruo suburbano que comparte nuestro mundo y asimila sus reglas como tapadera a algo más siniestro, que sea un inmigrante indocumentado crea un vórtice no exento de controversia que hace del film una delicia.
Un nuevo camino: El viaje iniciático de Wendy. “No quiero privarte de la revelación de que todo lo que podéis superar juntos, o una amistad, así os definirán de un modo que ni siquiera puedes imaginar”. Mr.Spock No es novedad que este tipo de temática es casi un género en la industria cinematográfica estadounidense. O por lo menos un tópico que ha servido a diferentes causas. No siempre con sutileza, más como un accidente que la trama debe sortear, como sucedía en esa espantosa Mercury Rising (1998) o el drama que aunaba a diferentes personajes y nos referimos a Atypical (2017), serie de Netflix que encaró el tema con soltura y humor para luego optar por otros caminos. De por si, en el cine en general, las capacidades especiales son vistas como el detonante para un viaje hacia la contención más que la comprensión. Y Please Stand By de Ben Lewin, intenta sin mucho éxito salirse de esos planteos promedio. Wendy, vive en una institución para autistas, es una fanática nivel senior de Star Trek, situación que afecta a la película en su totalidad, porque ella estará plagada de referencias, no tanto a la trama, sino más bien al espíritu de la serie. Los paralelismos entre los personajes serán por momentos bastante obvios. Pero sigamos, ella tiene su vida completamente estructurada, todo parte de la terapia para ayudarla a relacionarse con el mundo exterior. Rígido, casi acético es su día a día. Despertar, desayunar, trabajo y el único momento que realmente le pertenece es su hora de Tv y su escritura. Por otro lado está su hermana, quien poco la visita y que ha continuado con su vida, manteniéndola de muchas maneras aparte. Situación que generará la aventura que inicia Wendy cuando decide participar de un concurso de guiones de la serie Star Trek, cuyo primer premio le daría la oportunidad de regresar al hogar con su hermana y por fin conocer a su sobrina. El viaje inciático por un lado, el aprendizaje por el otro. Ambas mujeres enfrentarán sus miedos y recelos, construirán desde allí una nueva relación a la distanciada que poseían como hermanas. Y claro todo bajo la supervisión, de una desaprovechada Toni Collette, la terapeuta de Wendy. Una de las características positivas del film es que el director apela por el humor, medido, más que el drama de golpe bajo, haciendo más llevadera una trama que desde el comienzo el espectador sabrá como concluye. Pero es la epopeya de la joven donde tropieza con los ya vistos tópicos de este tipo de films; situaciones de dramática soledad, personajes secundarios que parecen salidos de un convento y el deus ex machina para resolver de manera rápida, aunque no efectiva, los sinsabores de Wendy. El paralelismo de ella con Spock, es por momento de dudosa metáfora, aunque no así la capacidad interpretativa que Dakota Fanning logra y que genera la empatía necesaria como para perdonarle tanto autismo al uso cinéfilo y poco de una verdadera exploración del tema y de como la creatividad surge de ellos. Eso sí, lo poco que se lee del guion escrito por ella, nos hace pensar que pudo ser la mejor película de la franquicia lejos, pero ese no es el tema aquí, aunque sea lo más interesante de averiguar.