Un duro recorrido en busca de la mujer perdida Alma salvaje retrata la travesía de Cheryl Strayed, una experiencia de vida catártica y transformadora. Cheryl Strayed es una escritora estadounidense radicada en Canadá, autora del libro autobiográfico Wild: From lost to found on the Pacific Crest Trail, donde cuenta una experiencia individual y transformadora realizada en el recorrido del camino que cita el título, una conocida ruta de senderismo en Estados Unidos. Strayed, traducido del inglés, quiere decir extraviada. Cheryl estuvo así por mucho tiempo, luego de que su madre, una mujer alegre y tenaz ante los múltiples obstáculos que le impuso la vida falleciera de un cáncer fulminante. Superada por el dolor, se hundió en todo tipo de excesos y durante cuatro años, siete meses y tres días no encontró rumbo. Entonces decidió extraviarse en el Macizo del Pacífico, sin ninguna experiencia previa en travesías. “Había oído hablar de él por primera vez solamente siete meses antes, cuando vivía en Minneapolis, triste, desesperada y a punto de divorciarme de un hombre a quien aún amaba”, escribió la autora. La obra se convirtió en película que llegó aquí bajo el título de Alma salvaje, de mano del director Jean-Marc Vallée, misma firma de El club de los desahuciados (Dallas Buyers Club) y con actuación de Reese Witherspoon, quien fue nominada una vez más a los Oscar a mejor actriz protagónica, después del obtenido en 2005 por la también biográfica Johnny y June: pasión y locura. También productora de la película que financió con presupuestos privados, Whiterspoon realizó un trabajo actoral que recuerda al de Emile Hirsch en Hacia rutas salvajes, la película de 2007 escrita y dirigida por Sean Penn. La actriz, que acompañó el proceso interno de su personaje haciendo un recorrido de 1.800 kilómetros con una mochila recargada, se transportó con similar compromiso a los tiempos de universidad de Strayed, cuando era testigo del empeño de su madre por retomar los estudios mientras continuaba haciéndose cargo de la casa, o cuando, ya adulta, discutía con ella sobre sus distintas visiones de una vida que no les había resultado justa para con los esfuerzos realizados. Narrada con continuos flashbacks, la película da cuenta de los contrastes interpretativos de Witherspoon, acompañada en su tarea y de manera soberbia por la también nominada a los Oscar como mejor actriz de reparto, Laura Dern. El guión de Nick Hornby –-nominado a la estatuilla en 2009 por Enseñanza de vida-- depara para estas mujeres diálogos entre madre e hija tan genuinos que calan en la médula y el corazón. La empatía que esos momentos producen con el espectador no puede menos que hallar eco en el sendero transitado para reencontrarse con la madre, físicamente perdida, pero presente en la mujer que puede aflorar de su interior, si alcanza la redención.
Entretenimiento al servicio del espectador Kingsman: el servicio secreto parodia y homenajea a la vez al primer James Bond, el de Sean Connery. Un bombardeo, Money for nothing, de Dire Straits, como tema de fondo y, con él, la noción de que corren los 90. Así da inicio a Kingsman. Eggsy tiene ocho años cuando él y su madre reciben la visita de un correctísimo caballero que los anoticia de la muerte de su padre a quien descubren como agente de una organización independiente de espías internacionales. El mensajero no da mayores explicaciones pero les deja una medalla con un número telefónico y una clave, en caso de urgencia. Esa circunstancia llega 17 años más tarde y Eggsy pasa de andar descarriado por las calles londinenses a probarse como posible heredero del sitial de su padre y la promesa del grupo de agentes con nombre de sastrería fina y muy lejano a los corruptos gubernamentales “al servicio de la Reina”. Parodia y homenaje al primer James Bond, el de Sean Connery, y a su sucedáneo actual, el imbatible Jason Bourne, Kingsman es la adaptación del comic The secret service, creación de Dave Gibbons y Frank Millar, mismo autor, este último, de Kick Ass, también llevado a la pantalla por el director Matthew Vaughn. Un diálogo resume su espíritu: “Le gustan las películas de espías”, interroga el malo al bueno; “actualmente son muy serias para mi gusto”, responde el interlocutor. “Cuando era niño, soñaba con ese trabajo: espía caballero”, cierra el villano. Contada en broma, con una lógica que aconseja tomar lo inverosímil muy en serio, provee un entretenimiento para mayores de 13 años con referencias cinéfilas. A la altura de las circunstancias.
El regreso de una “Annie” aggiornada El filme remake de la cinta de 1982 de John Huston apela a modificaciones sustanciales que la actualizan. Annie es uno de los musicales clásicos de Broadway, que obtuvo diez premios Tony en 1977; en 1999 tuvo una primera adaptación para televisión con dos premios Emmy y la nominación al Globo de Oro para Kathy Bates; y en 1982, Disney la llevó a la pantalla grande con dirección de John Huston y varios premios, entre ellos, el Oscar a la música, y nominaciones para la estrella Carol Burnett y la niña protagonista, Aileen Quinn, una de las tantas celebridades que no lograron despegar de su papel. La nueva Annie llega de la mano de la productora de Will Smith y familia, encarnada por una niña morena, Quvenzhané Wallis, la actriz más joven --y la primera persona nacida en el siglo XXI-- en recibir una nominación a los Oscar, por su trabajo en La niña del sur salvaje, en 2012, cuando tenía nueve años. También el rol del magnate Stacks es encarnado por un actor negro, Jamie Foxx, un dato no menor, dado que rompe con antiguos parámetros. Cuenta la historia de una huérfana que goza de la simpatía y astucia necesarias para abrirse camino en la selvática Nueva York. Abandonada por sus padres cuando tenía cuatro años y a las puertas de un restaurante, con una carta donde le prometían regresar por ella algún día, Annie monta guardia cada viernes a la noche, y atesora la esperanza de reencontrarse con ellos. Mientras tanto, asiste a la escuela y cumple con las labores cotidianas del hogar que comparte con otras huérfanas y Miss Harrington, una tutora desquiciada que les ofrece el mínimo de casa y comida por el dinero que el gobierno le retribuye. No es muy diferente el pacto que le ofrece el candidato a alcalde Will Stacks, a cambio de varias fotos con ella que le aseguren una mejor imagen pública, luego de que la salvara de ser arrollada por un vehículo en la vía pública y el video se viralizara. Este hombre pretende utilizarla como parte de su estrategia publicitaria, pero ese tiempo en el lujoso piso de Stacks le bastará a Annie para descubrir un corazón gigante, capaz de devolverle el amor paterno que tanto necesita. Modernizada en ese y otros conceptos, lidia con el peso de ofrecer un giro que enganche al espectador cansado de las historias de pobres criaturas salvadas por la magnificencia del oportuno rey mago o hada madrina. A favor, el carisma y despliegue de la actriz protagónica, un elenco conocido y banda sonora pegadiza.
Audaz y esperada cita que no todos desearán repetir El filme Cincuenta sombras de Grey abunda en los encuentros sexuales de sus protagonistas, pero descarta elementos sustanciales y más profundos de la novela. Del romanticismo victoriano de Jane Austen, Charlotte Bronté o Thomas Hardy (entre otros grandes autores de la literatura inglesa) al del siglo XX con la novelista española Corín Tellado, autores varios dieron a luz relatos de mayor o menor calidad literaria que hicieron latir corazones juveniles -–y no tanto-- a su tiempo. Cincuenta sombras de Grey, de la inglesa E. L. James, viene a jugar en nuestros días la misma partida de seducción con el lector, remitiendo a sus antecedentes coterráneos para construir un relato que actualiza el romanticismo en contraste con fuertes dosis de erotismo y un avance interesante respecto de la perversión. Desde el título en inglés, Fifty shades of Grey, se alude al contenido de la novela más leída del momento que es volcada al cine con dirección de Sam Taylor Johnson y que, para más datos, tiene continuidad en Cincuenta sombras más oscuras y Cincuenta sombras liberadas, de rodaje ya comprometido. La expresión coloquial “shades of grey” denota la ambigüedad cuando refiere a los distintos matices de gris que existen entre el blanco y el negro, que para el caso tiñen el vínculo de Anastasia Steele y Christian Grey. Ella es estudiante de literatura inglesa, que descubrió su vocación leyendo a Hardy. A los 21 años todavía no ha tenido su primera experiencia sexual y parece estarse reservando para “el” hombre, mientras pasa de largo la presencia de varios candidatos y asiste naif a la promiscuidad de su compañera de departamento. Christian Grey acusa 27, es multimillonario por oficio propio y es el soltero más codiciado, aunque algunos sospechan una tendencia homosexual, ya que no se lo ve en compañía femenina. Correcto, perfeccionista, limpio, absolutamente reservado, Grey tiene un pasado de violencia y abuso con consecuencias graves, cuya adopción por una familia acomodada no logró enmendar, sino más bien profundizar, más allá de las buenas intenciones de los Grey. Cuando las existencias de Christian y Anastasia se cruzan los planetas chocan, junto con sus peculiares nociones del amor y el sexo. Si James hizo de su saga un compendio de fácil y rápida lectura con elementos psicológicos de base, el recorte realizado por Kelly Marcel y llevado a pantalla por Johnson se limita a la relación romántico-erótica de los personajes, quitando incluso elementos sustanciales para una lectura más profunda de sus personalidades. Sin un conocimiento previo de los textos, la sucesión de situaciones de lucha entre un hombre dominante y una mujer inocente, se restringe casi exclusivamente a la justificación caprichosa de varios encuentros sexuales, aparentemente muy satisfactorios para los personajes que encarnan Dakota Johnson y Jamie Dornan, pero que dejan al espectador esperando por algún entrelineado. El final promete, aunque habrá que ver si estas dos horas llegan a motivar a los cinéfilos a renovar las siguientes citas con este romance tan audaz.
Meryl Streep, la mejor de las brujas ecundada por un elenco multiestelar y probado en musicales, en "En el Bosque" la actriz argumenta su enésima nominación a los Oscar. ¿Habrá en el mundo de la ficción un personaje que le quede grande a Meryl Streep? Su título de la actriz más nominada de los premios Oscar de la Academia de Hollywood 18- con tres ganados, y una candidatura más, este año, por interpretación de La Bruja en En el Bosque indica que, por el momento, eso no sucederá. Producida por Disney, con dirección de Rob Marshall -quien se encargó para la misma casa la más reciente entrega de Piratas del Caribe-, En el Bosque es el primer musical de Broadway adaptado por la firma para el cine. La productora se aseguró, para el caso, la colaboración James Lapine, escritor del libreto original, para realizar el guión. El relato entrelaza los argumentos de varios cuentos de los hermanos Grimm, se centra en un panadero y su esposa, cuando se enteran de que fueron maldecidos por una bruja y no podrán tener hijos, y se adentran en el bosque para encontrar los objetos necesarios para romper el hechizo. En ese viaje, entra en juego su relación con otros protagonistas de cuentos, como Caperucita Roja, el Lobo, Cenicienta y el Príncipe, Rapunzel o Jack, el de las habichuelas mágicas, y por supuesto, con La Bruja, enlace de todas las historias. y un personaje que le permite a Streep confirmar sus dotes como cantante que ya había ensayado en Mamma Mía! (2008), y en un elenco donde destacan voces y actuaciones acostumbradas al género. En cuanto al enfoque, esta cinta continúa la línea modernizada de Disney, con un replanteo de los personajes al estilo del cómic Fables; seres más reales que los clásicos de los años 50 y 60, menos límpios en sus trazos, y más compenetrados con sus actos y las consecuencias que importan en la vida de otros. Vestuario (compite con la única nominación de Maléfica) y diseño de producción también están candidateados, un merecimiento avalado por los resultados a la vista.
En “Whiplash”, la buena música y las obsesiones van de la mano Una muy buena opción para profesionales de ese arte con un duelo actoral sin desperdicios de las dos figuras centrales, motivos para destacar este filme animador de los últimos Oscar. Impactante. Whiplash es de esas películas que dejan al espectador con la adrenalina al tope y el bombeo de los latidos sonando en los oídos como cajas de resonancia. La alegoría podría darse al cabo de una épica en un campo de batalla, pero el escenario es otro, y el héroe, un músico, un estudiante de batería capaz de sacrificarlo todo al punto de evitar cualquier vínculo personal que lo distraiga del rumbo. Además, de su valentía al ponerse a prueba en una de las mejores escuelas de su país. Andrew se mueve al ritmo de los tambores desde muy pequeño, cuando crecía al cuidado solo de su padre, un escritor frustrado y maestro, luego de que ambos fuesen abandonados por su madre. Ya encaminado en su elección de vida, es capaz de buscar la tutela de Terence Fletcher, un profesor con métodos que la psicología moderna prescribe y obsesionado con encontrar entre sus alumnos al próximo Charlie Parker, “que fue Charlie Parker porque le lanzaron un platillo mientras tocaba”, según explica a los posibles candidatos a ingresar a su orquesta. Cinco nominaciones a los Oscar, tres de ellos ganados por mejor actor de reparto, montaje y sonido, más una importante lista de estatuillas y pergaminos en la reciente temporada de premios avalan la propuesta del joven director Damien Chazelle, quien hizo con Whiplash su segunda experiencia en largometraje. Chazelle originalmente concibió esta historia para un corto que tuvo una gran repercusión en el Festival de Cine de Sundance y en seguida atrajo la atención de una productora para expandir la trama en una película. El hombre imprime pasión y un gusto exquisito en este duelo entre alumno y profesor que realizan el laureado J. K. Simons y Miles Teller, un actor que extraña que no haya sido considerado en las premiaciones por su labor. Simons, es verdad, impresiona. Literalmente, produce escalofríos cuando la vehemencia excede al sentido común de su personaje. El uso de la cámara –-¿qué decir de los rubros premiados?-- y el equilibrio para realizar una narración que da respiros en una escalada ascendente, dan sentido a las varias consideraciones que este filme tuvo como posible película del año. El espectáculo extra lo constituyen los pequeños recitales que entraman en el relato, con temas universales como el que da nombre a la cinta, de Hank Levy, o Caraván, de Duke Ellington y Juan Tizol. Jazzeros, de parabienes.
No hay nada nuevo en el mundo mágico de película "El séptimo hijo", inspirado en otra saga literaria juvenil, se agrega a una lista de propuestas similares. Thomas Ward tiene 13 años y es el séptimo hijo de un séptimo hijo, una circunstancia que le garantizará poderes mágicos especiales, según toda la mitología existente sobre el punto. Thomas vive feliz en una granja junto a sus padres, su hermano y su cuñada embarazada, aunque el idilio se termina cuando viene a buscarlo un Espectro para llevárselo como aprendiz. Junto a ese personaje entre parternal y aterrador, el muchacho deberá enfrentarse a criaturas malignas: brujas, boggarts, espíritus y aparecidos. Durante ese tiempo, Thomas descubrirá los secretos del espectro, se someterá a pruebas terroríficas y aprenderá que no debe confiar en chicas con zapatos de punta. Entonces llegará Alice, y detrás de ella, la Madre Malkin, una malvada hechicera. Por allí -palabras más, puntos menos- circula el argumento de El aprendiz del Espectro, la novela fantástica juvenil de Joseph Delaney en la que se inspira El séptimo hijo, película del mismo director de las épicas Mongol -nominada a los Oscar a mejor película extranjera 2007-, y Nomad, el guerrero -candidata a los Globo de Oro en 2005-, entre otros títulos y varios guiones. Ben Barnes -el Príncipe Caspian de Las crónicas de Narnia- interpreta a un Thomas un poco mayor que el requerido en la letra original, a expensas de un maestro (Jeff Bridges) tan afecto al alcohol como diestro en el combate contra criaturas oscuras. Del otro bando, la malvada Marlic (Julianne Moore), completará el terceto de fortalezas para un filme que pone mucho sobre el plano para apostar entre tanta oferta similar. El tema es que, ni la condición de best seller de las musas, ni los mejores intérpretes, ni las inversiones millonarias, como tampoco las sacudidas de boleterías en los primeros fines de semana de exhibición garantizan que la oferta venga fuerte en contenido. Es el caso de El séptimo hijo, que en términos generales y técnicos -música, fotografía, efectos, escenarios, coreografías y arte- el despliegue cumple con los requerimientos actuales de impacto, para dar marco a una historia que podría haber aprovechado desde lugares más precisos y profundos. Allí está la serie de Harry Potter, Las Crónicas de Narnia o El Señor de los Anillos para probar que es posible dar con un entretenimiento espectacular y lleno de significados. El caso es que el comienzo de esta nueva serie cumple mientras se pliega a la lista de franquicias de acerbo literario que le garantiza a los grandes estudios una importante multiplicación de dividendos, en tanto peguen primero y bien, aún cuando al cabo de varios meses, el espectador común deba recurrir a un esfuerzo de memoria para discriminar este título de entre otros similares.
La guerra, enfocada en lo humano "Corazones de hierro" brinda un testimonio de la transformación del hombre en circunstancias extremas. Hace tiempo que Brad Pitt dejó de ser el muchachito carilindo. Se diría que a poco de sus inicios pegó fuerte en la pantalla a partir de su talento y el constante esfuerzo por crecer en su interpretación. A 25 años de sus primeras apariciones televisivas, queda claro que el actor y productor se puede colgar sobre los hombros el cuadro de situación de una película, tal cual sucede con Corazones de hierro, de David Ayer. Título romántico, el elegido para la distribución en castellano de este filme que lleva por original el de Fury, arrebato, bravura, furia, rabia, saña, violencia, todas sensaciones, impulsos, sentimientos que experimentan los personajes de este filme que transita por los rumbos de los clásicos bélicos de otros tiempos. 'Bible', el hombre religioso, casado y fiel a su familia pese a la distancia (irreconocible Shia LaBeouf), 'Gordo' García, el chicano que no falta (Michael Peña) y el campesino bruto, 'Coon-Ass' Travis (Jon Bernthal) vienen sirviendo al ejército de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, siempre a las órdenes de Don "Wardaddy" Collier (Pitt), un líder que es garantía de supervivencia, más allá de sus duros métodos. Y allí cae Norman (Logan Lerman) en el epílogo de un conflicto que se cobró cuerpos y almas de miles por una causa mayor, entre esos cuatro tripulantes de un tanque "moderno" dentro de los escasos recursos. Ahí cae, Norman, un mecanógrafo, para hacerse cargo del volante y para aprender que está allí para matar nazis o morir. Sobre ese camino interior transita este filme que no ahorra escenas crudas; no las juzga, ni las avala, y simplemente muestra a cada quien tratando de lidiar como puede con las circunstancias extremas a las que se ven sometidos sin voluntad ni previo aviso. Y en esas transformaciones, la que Pitt produce a su personaje resulta la voz cantante, con sus certeros cambios de tensión y algunas revelaciones de las que sólo la platea es testigo. El héroe a fuerza de urgencia e ingenio -y procurando salvar, si puede, lo que le queda de humanidad- prevalece por sobre el hombre de bronce que usualmente propone Hollywood. No logra desterrarlo del todo, pero el intento vale. Un extra merece el trabajo técnico, desde la dirección de arte que puso empeño en dar con las características de armas y época, hasta la puesta en escena y la fotografía de las batallas entre tanques y los imponentes sobrevuelos de las numerosas cuadrillas de aviones.
Otra noche en un museo con "nuevos" personajes conocidos “El secreto de la tumba” despide la saga de Shawn Levy con la altura debida, el aporte de grandes maestros de la escena, el recuerdo de Robin William, y la conciencia del adiós. Todo tiene un final, todo termina... Y el cierre de la serie Una noche en el museo también tenía que llegar. Claro que el director Shawn Levy, que algo de comedias conoce (Los becarios, La pantera rosa, Más barato por docena, Loca noche, Alexander o Recién casados, entre varias más), se encargó de que éste se diera con dignidad, a pesar del conocido leit motiv de la saga --las figuras de cera de personajes históricos cobran vida durante la noche- y del cansancio natural que los actores y espectadores puedan tener después de dos precuelas. Ben Stiller, responsable del rol principal de Larry Daley, ya dio su parecer cuando en la premiere del filme aseguró que ya no volverá a lucir el uniforme del guardia. Pero aquí y ahora está, para ponerle lo que sabe como comediante al héroe que, luego de su aventura en el Instituto Smithsoniano, en 2009, fue ascendido a director de actividades nocturnas del Museo de Ciencias Naturales de Nueva York. El problema es que la ancestral tabla de Ahkmenrah, que hace que la estatuas cobren vida durante la noche, está funcionando mal, se activa fuera de hora y causa estragos cuando la galería está a pleno de visitantes. Al parecer, la solución se encuentra Atlántico mediante, en el Museo Británico. Así que, afanado por proteger a sus ya demasiado queridos personajes históricos, emprenderá rumbo hacia Londres junto con el faraón Ahkmenrah, Atila, Theodore Roosevelt --uno de los últimos trabajos de Robin Williams antes de su fallecimiento-, Jedediah Smith, Octavius y Sacagawea,y un hombre primitivo de nombre Laaaa, que parece ser el eslabón perdido en el árbol genealógico de Larry. En tierra inglesa, el grupo se topará con una guardia extravagante (Rebel Wilson), y con otros protagonistas del pasado de la humanidad que reviven al contacto con la misteriosa magia, como Sir Lancelot (Dan Stevens) y el faraón Merenkahre (Ben Kingsley). Las andanzas ya conocidas se repetirán, con los giros y gags que la oportunidad presente e histórica provee, y con la conciencia de estar ofreciendo un producto que debe conformar toda la gama de edades de una familia. Lo interesante de las comedias de Levy es que en todas cuenta con un elenco multiestelar y de verdaderos maestros de la actuación, y en cada una derrama a la platea la diversión de los intérpretes con sus personajes. También es cierto que, por mucho que se preste el juego, en algún momento el tópico agota, y esta tercera entrega "debe ser" la definitiva.
Gente para escuchar con atención Es un filme recomendable, sobre una familia de sordos que dependen de su hija con un don para el canto. “Amados padres me voy. Los quiero, pero me voy. No huyo, vuelo...". La canción responde al tan temido síndrome del nido vacío que comienza a afectar a la familia Bélier -que da nombre a la comedia francesa que se exhibe en los cines bahienses- cuando Paula, su hija mayor, se siente tentada de mudarse a París para seguir su vocación de cantante. Sucede que Paula es la única no-sordomuda de los Bélier y, por tanto, su enlace con un mundo que no se encuentra preparado para comunicarse con esa discapacidad. Para la muchachita, tomar una decisión no es cosa simple, y en torno a sus vaivenes existenciales y los de sus padres se construye este relato dirigido por Eric Lartigau -mismo de Los infieles (2012)-, donde otros temas se cuelan sin trauma, y sobre todo, con mucho humor. Son geniales las actuaciones del reparto, donde destacan François Damiens y Karin Viard, interpretando a Rodolphe y Gigé, los padres de Paula, y la cantante Louane Emera --surgida del reality La voz en Francia-. Puestos al servicio de Lartigau logran situaciones para la antología. Los diálogos --verbales o en lengua de señas- tienen esa profundidad que satisface al espectador con respuestas y más preguntas. La trama excede a la cuestión familiar y muestra de manera realista a ese grupo humano que funciona como un bloque "curioso", dentro de una sociedad que induce a la realización individual, pero no siempre ajusta el discurso al comportamiento que, en concreto, tiene para con la discapacidad. Vale darse una vuelta por donde pare en estos días La familia Bélier y reflexionar con ellos.