¿Alguien quiere jugar en el bosque? Del director de “Proyecto Blair Witch”, otro filme de género para dar saltos en la butaca. La idea de un grupo de jóvenes entre traviesos e irresponsables, que escapa del mundo civilizado a las entrañas de un terreno inhóspito, donde los peligros no sólo acechan sino que se vuelven carne y sangre no es nueva en el cine. Tampoco para el director Eduardo Sánchez que con su película Proyecto Blair Witch inauguró un subgénero dentro del cine de terror. Desde 1999, cuando la estrenó, numerosos realizadores imitaron su estilo de narración, cámara en mano, como si los sucesos en pantalla no fueran ficción sino parte de un reality. Por eso es justo que su autor vuelva a incursionar en su propia creación, colocando a un grupo de amigos que pretenden hacer una fiesta sexual en una cabaña abandonada, en medio de un bosque, allí adonde se los puede declarar "oficialmente fuera del territorio de GPS" y donde, nadie, absolutamente nadie sabe que están. La herramienta de registro de situaciones -primero de buen voltaje sexual, luego de un nivel de suspenso escalofriante- es el celular, y como sucedió con los protagonistas de hace 16 años a esta parte, la amenaza viene de una ser de leyenda popular, con sus aditamentos de signos y supuestos avistajes. Conocedor del paño, Sánchez hace de esta película una cinta que cumple con los requisitos básicos para hacer que el espectador salte de la butaca. A diferencia de aquella idea del uso de cámara en mano que marcó un hito en el cine moderno, en Terror en el bosque el director no toma demasiados riesgos.
Burton ofrece su versión sobre una estafa americana Se trata del fraude que Walter Keane produjo sobre la obra de su esposa Margaret y de cómo logró el engaño. Es dirigida por Tim Burton, pero no esperen encontrar en Big Eyes una película típica del director de El joven manos de tijera, Sweeny Todd, Charlie y la fábrica de chocolate o Alicia, entre muchos más de estética pictórica y renegrida. En todo caso, las obras de arte en torno a las cuales gira la historia tienen algo de su luz. Se trata de los cuadros de Keane, suceso kistch de los años 50 a 60, elogiados por el mismísimo Andy Warhol y vendedor de miles de reproducciones que le permitió a la familia de Walter y Margaret Keane amasar una pequeña fortuna y llegar a tener su propia galería de arte. El hecho es que mientras ella pasaba horas escondida en el taller de su casa y de la mirada de su propia hija, creando nuevas obras, él se encargaba de venderlas adjudicándose la autoría. Walter y Margaret llegaron a tribunales en su disputa final por los derechos sobre la firma, y aunque se hizo justicia, hasta el final de sus días el hombre sostuvo su inocencia en uno de los fraudes icónicos del siglo XX. A sus 87, Margaret sigue trabajando y es referente del arte actual e inspiración de estilo de varios consagrados. Producida también por Burton, la cinta cuenta con dos figuras enormes por nombre y actuación, como son Amy Adams (Encantada, Escándalo americano), y el austríaco Christoph Waltz (Bastardos sin gloria, Dyango desencadenado) para los roles principales. A partir de la expresión melancólica de esos grandes ojos --"ventanas del alma"-- ideados por Margaret, el guión que realizaron las mismas plumas de Ed Wood ( 1994) transita sobre la existencia de una historia de violencia previa que produjo en Margaret una autoestima muy baja y la recurrencia como víctima de maltrato; hasta discusiones acerca del arte-no arte y la noción de autenticidad y de honestidad artística. Y aunque cambió la tinta de su sello, esta fotografía iluminada y la música de su acostumbrado colaborador Danny Elfman le permitieron a Burton transferir en un producto compacto la tensión subyacente de la historia, patinada por una apariencia de perfección; una tensión que puja por revelarse en la voz de la artista.
Adam Sandler en una interpretación mágica y renovada El actor es acompañado por un gran elenco en la amable “En tus zapatos” con elementos costumbristas. De Adam Sandler se sabe que es un muy buen comediante, aunque no siempre los proyectos en los que se vio involucrado alcanzaron el nivel de la promesa. De allí que, según confesó, ha venido buscando un desvío en sus personajes y allí encontró al actor y director Thomas McCarthy, para proponerle la construcción de Max Simkin, el protagonista de En tus zapatos. Es una comedia amable, con una base fantástica y costumbrista, algo dramática en honor a la idiosincrasia judía. Simkin --definitivamente una de las mejores interpretaciones de Sandler-- es el resignado heredero del negocio de compostura de zapatos que abre cada mañana en Brooklyn, al lado de la barbería y de la sastrería, y de varios pequeños negocios que van muriendo con sus dueños y con una identidad que fue simiente de esa Nueva York que hoy los olvida. Soltero que convive con su madre anciana y sin miras de encontrar una novia o formar familia, Max no es el hombre que alguna vez imaginó. Ahora solo desea calzar por una noche los zapatos de ese vecino buen mozo y con una mujer soñada a su lado, y --mágicamente-- un día sucede que puede vivir esa y otras vidas, cuando se topa con una máquina de coser muy antigua, que sus abuelos supieron usar para bien de la comunidad. Por eso, tras el descubrimiento y más allá del aturdimiento y entusiasmo iniciales, Max es llevado por las circunstancias a un camino de autorreconocimiento y valoración, no sin antes pasar por distintas situaciones y entre personajes que hacen a la comedia en cuestión. De esos seres que habitan en el Low East Side de Nueva York, el barbero que interpreta Steve Buscemi se lleva los laureles en el diálogo con Simkin, y flota en la ternura la madre que realiza Lynn Cohen. Del otro lado, se ubican Ellen Barkin y el músico y actor Method Man como una mafiosa y un delincuente al servicio de la corrupción. Dustin Hoffman hace lo suyo, que siempre es único. ¿Podría esta cinta tener mayor profundidad dramática? Tal vez. ¿Se pierde en su trama por momentos? Un poco. De todos modos, ¿se disfruta? Sin dudas.
Débil y con los mejores recursos Con todos los elementos para ganar, esta película del director de Búsqueda implacable no logra el objetivo. Sean Penn es el gran protagonista de Gunman: el objetivo. Penn ya pasó por policiales y de acción como Fuerza antigangster (2012, ambientada los años '40, o la más moderna La intérprete (2005), donde compartió cartel con Nicole Kidman, y nadie puede opacar la presencia de un intérprete como el de La vida secreta de Walter Mitty, El árbol de la vida, Milk o 21 gramos y otros dramas antológicos. Pero en el rol del villano está Javier Bardem (Sin lugar para los débiles), y tras las cámaras, un director como Pierre Morel (Distrito 13, o la primera Búsqueda implacable). La acción arranca en el Congo en 2006, donde Jim Terrier (Penn) integra un grupo de agentes especiales que, supuestamente, protegen a las organizaciones que realizan tareas humanitarias para tratar de cerrar las heridas abiertas por la guerra civil. Lo real es que sirven a intereses políticos y empresariales non sanctos, que terminan produciendo la muerte de muchos en medio del caos. Está enamorado de una profesional al servicio de una ONG (Jasmine Trinca), pero circunstancias especiales lo obligan a escapar y dejarla, y cuando regresa ocho años después, procura redimirse con ella y de los pecados de antaño en el mismo escenario, pero los recuerdos pueden más y antes de sentirse en paz se obliga a dar con los verdaderos responsables de aquella tragedia. De Penn no se puede decir que no tenga experiencia. Tampoco Bardem en el papel del villano. Y ambos la aplican. Pero ni uno, ni otro, ni en conjunto con el director logran darle a esta película la fuerza y profundidad dramática esperable, incluso en un guión que tiene todas las marcas del género. Pasa, pero no convence ni queda para hacer historia.
“Insurgente”, notoria búsqueda de atención de un nuevo público El cierre de la cinta no es el del libro y, en un punto, la espontaneidad que expone contradice la cosmovisión de estos seres, acostumbrados a vivir en acuerdo con un mundo dado. La película Insurgente, inspirada en el segundo libro de la saga juvenil Divergente escrita por Verónica Roth, llega a las pantallas con nueva dirección y pluma, procurando captar la atención de los fans y no tanto de la serie literaria usualmente comparada con Los juegos del hambre, tanto en libros como en sus versiones cinematográficas. Esta entrega de Divergente encuentra a Tris Prior, su hermano Caleb -integrante de la facción Erudición-, Peter-antagonista de Tris- y Four -novio de la protagonista- refugiados entre los miembros de Cordialidad, mientras reúnen fuerzas para reunirse con sus compañeros de Osadía y organizarse para matar a Jeanine, la líder de la nación construida hace ya 200 años sobre las ruinas de una Chicago post apocalíptica. Aunque el Consejo creó este sistema de facciones para asegurar la paz y seguridad, Abnegación pereció en el primer capítulo a manos de las propias autoridades y Verdad parece no tener clara consciencia de quién debe administrar justicia en ese contexto. Tris y Four son fugitivos perseguidos por Jeanine y entre el caos exterior y los conflictos internos de su facción, saben que no les será sencillo descubrir por qué los padres de Tris sacrificaron sus vidas. En el camino este grupo de Insurgentes se cruzará con los sin-Facción, tan amenazantes para Jeanine como los Divergentes y, seguramente, muy útiles en esta guerra por el futuro de los pocos humanos sobrevivientes. El relato en pantalla produce cambios que algunos rechazarán, pero para el común de los no lectores no serán relevantes. Sí -y a diferencia de Los juegos del hambre-, Divergente no tuvo en su debut en cines el suceso ni la recaudación esperados. La similitud de historias que saturan el mercado, el carisma de los protagonistas y el conocimiento sobre la fidelidad a los libros que corre como reguero por las redes virtuales se han barajado. El hecho es que se esperaba de Insurgente que cambiara la historia de la franquicia pero en los Estados Unidos no lo ha hecho hasta ahora, aunque sí tuvo una mejor aceptación en otros países, incluidos los de Latinoamérica. Ocurre que el espectáculo no es para nada despreciable si se siguen tolerando argumentos acerca de luchas de grupos de jóvenes en un futuro distópico y contra un régimen opresor, que oculta verdades latentes bajo su ambición de perpetrarse en el poder. Acción la hay, mucha e intensa; con escenarios muy posibles y efectos bien construidos y la trama goza de momentos interesantes. Descubrir, por ejemplo, las capas de Jeanine y el por qué actúan como lo hace es un detalle a atender y esperar. El cierre de la cinta no es el del libro y, en un punto, la espontaneidad que expone contradice la cosmovisión de estos seres acostumbrados a vivir en acuerdo con un mundo dado desde antes de su nacimiento, y resulta poco creíble. Aún resta la adaptación de Allegiant, prometida para 2016. Quizás, en el conjunto, todo adquiera mayor sentido.
La reedición de un clásico con toda pompa y boato Readaptación de la película animada de Disney de 1950, ahora con actores reales, "La Cenicienta" renueva el cuento de hadas para generaciones más exigentes. ¿Qué niña --pequeña, joven o adulta-- no ha soñado alguna vez con un vestido azul majestuoso y calzarse zapatos de cristal? El cuento de La Cenicienta --como otros tantos de hadas-- determinaron los juegos y hasta los deseos más reales y profundos de generaciones de mujeres, en especial, desde que Disney tomó los relatos de Charles Perrault y de los Hermanos Grimm para su serie animada que fue desde fines de la década del 1930 hasta nuestros días, con una estética y guiones que se fueron adaptando a los cambios generacionales. La Cenicienta, estrenada en febrero de 1950, enfocaba en una protagonista bondadosa, valiente e inteligente, aunque un poco menos naif que la dulce Blancanieves de la película de 1938. La Cenicienta, 65 años más joven, la que acaba de estrenar en el país, es una reedición de aquella cinta, que mantiene la estructura básica del guión, pero le agrega en detalles según las demandas actuales de argumento y narración. En ese sentido, no quedan dudas de que esta película competirá en la próxima edición de los premios Oscar en varios de los rubros técnicos, comenzando por el vestuario, el maquillaje y peinados, efectos, cinematografía y diseño de producción. En cuanto al elenco, el director británico Kenneth Branagh se encargó de obtener un reparto principal de actores de su mismo origen, a excepción de la australiana Cate Blanchett. Logró de este modo que las interpretaciones tuvieran el sesgo de distinción europea y bastante de los dramas clásicos de Shakespeare que él supo interpretar en los teatros londinenses y llevar al cine. Lily James (Lady Rose MacClare en el drama de época Downton Abbey) le pone frescura y picardía a su encarnadura de Ella, la jovencita bien educada y reducida a servidumbre por su madrastra y hermanastras que terminan por apodarla Cinder-Ella. "Sé valiente y bondadosa ", le había legado su madre a punto de morir, segura de que esas virtudes le salvarían a la chica varios obstáculos y traerían algo de magia a su vida. Y la chica obedeció por convicción, nunca estupidez. Su contrapunto, la madrastra, toma el cuerpo e impronta de Blanchett, una actriz refinada y de carácter que jerarquiza la escena. Helena Bonham Carter --una favorita de Branagh-- tiene una breve aunque graciosa participación como el Hada Madrina y un fabuloso trabajo como narradora que, lamentablemente, no es factible apreciar en las copias dobladas al español. Richard Madden tiene una mirada azul y sonrisa perfectas, ideales para enamorar a Ella y a la platea femenina que desea calzar sus zapatos.
De Al Pacino, un gran elenco y las oportunidades El guionista y productor Dan Fogelman debuta como director con “Directo al corazón”, una historia de inspiración real, con un potencial poco aprovechado. Inspirada en una historia real, Directo al corazón cuenta con Al Pacino en el protagónico y eso no es cosa menor. La carta de presentación se prestigia aún más cuando el cartel enuncia a Annette Benning, Christopher Plummer y Michael Caine. También están Jennifer Garner --un número puesto cuando se trata de comedia--; Bobby Carnavalle, con muchos secundarios y un par de series televisivas en su haber; y Josh Peck, un muchacho que creció en la comedia como protagonista de Drake y Josh, de Nickelodeon, una suerte de "Laurel y Hardy" juvenil que compartió con Drake Bell y Amanda Crosgrove. La sola presentación de este reparto resulta tentadora; al cinéfilo lo motiva y al curioso le tienta ver qué hizo con tamaño recurso actoral Dan Fogelman, director debutante, aunque productor y guionista reconocido por títulos como Ultimo viaje a Las Vegas, Loco y estúpido amor, Enredados y varias series de TV. Hizo lo esperable: una película sobre las segundas oportunidades, emotiva, risueña, agradable, con situaciones y diálogos que permiten el lucimiento de figuras de merecido respeto, pero que --lamentablemente-- no evita esos sitios que marcan la diferencia entre un título inolvidable y una película más. La trama Al Pacino interpreta en este cuento a Danny Collins, un rockero que estuvo en la cumbre de su fama en los 70´s y quien, como muchos, escribió canciones que el mundo adoraba, pero nunca las que quiso escribir. Como esos tantos, él se mantuvo narcotizado por la gloria y los excesos, pero ya en los peldaños de la denominada tercera edad, una nueva sensación lo desencaja: el riesgo de convertirse en un ícono ridículo. "¿Viste las viejas que estaban en la primera fila?", le inquiere a su representante (Plummer). "No puedes elegir a tus fans", le responde el hombre en una bajada a tierra fatal para el ego del artista. Es este compañero de ruta quien encuentra el salvoconducto: una carta enmarcada, fechada 40 años atrás, enviada a Collins por John Lennon como devolución de una entrevista, pero que nunca llegó a sus manos. "Permanece leal a ti, leal a tu música", decía entre los párrafos que, quizás, hubieran cambiado el destino del protagonista. Si las palabras del ex Beatle y símbolo de la lucha por la paz resultaron inspiradoras para generaciones enteras, cómo podrían no conmover a este sujeto que había olvidado el camino de vuelta al hogar, los afectos y las cosas simples que alimentan el día a día. Y nadie dice que cuatro décadas después es tarde para recordarlas. Conclusión Directo al corazón es la clase de película de objetivo explícito , literal en la traducción de su título para el mercado latinoamericano. De hecho, llega y pega, aunque se va dejando una sensación tibia, que no alcanza para imprimir sello alguno. Fogelman, parece, no aprovechó una regia oportunidad.
Piroyansky afirma su creatividad El actor debuta como director en una comedia para adultos jóvenes, con sentido del humor muy propio. “Sexo, drogas y más sexo”, promete la voz en off de Martín Piroyansky en los spots de promoción de Vóley. La película que dirige y protagoniza cumple con lo enunciado, en un relato que recuerda a los comienzos de la saga American Pie , o para los más veteranos, a Porkies. Relato sobre adultos jóvenes de entre 20 y 30, da una versión criolla del fin de semana de locura entre amigos de vieja data y de personalidades bien difinidas y compatibles más allá de las diferencias. La obsesiva, el bueno, la intelectual, la ingenua y el mujeriego se encuentran entre los personajes de este grupo que es convocado a festejar el año nuevo en una finca vacacional en una isla del Tigre. Sin preguntar, una de las chicas invita a una amiga de la infancia, superficial y vanidosa pero despampanante, características que dispararán sentimientos encontrados, más de un reproche y replanteos de los vínculos, siempre a partir de una tensión sexual creciente que lo propicia. Nicolás (Piroyansky) es la voz cantante del relato y de su narración y es a través de su mirada que se habla de las inquietudes de un segmento social puntual: jóvenes de clase media alta que extienden su adolescencia -conflictos incluidos- más allá de lo esperable, porque su condición se los permite. Si el tono de comedia hace llevadera la historia, el estilo de Piroyanski (Mi primera boda, Ni un hombre más), un actor y ahora director con características muy definidas, suman para su aceptación. Tiene un estilo: como intérprete arranca la carcajada catártica en los momentos más comprimidos y a partir de gestos simples; como director, muestra en este primer largo de ficción que puede hacerse cargo de sacar lo necesario de un reparto de ascendentes y consagrados.
Un trabajo íntegro y memorable de Julianne Moore Su labor protagónica en “Siempre Alice” le deparó el primer Oscar de su extensa y fructífera trayectoria. Emotiva en profundidad, felizmente piadosa y absolutamente necesaria. Siempre Alice es un trabajo que reivindica a las personas que padecen el Mal de Alzheimer y recuerda, a través de su testimonio, que nadie está exento de caer en suerte en tan cruel enfermedad. La película se inspira en la novela de la escritora Lisa Genova, publicada en el 2007 y considerada un best-seller. Fue dirigida por Wash Westmoreland y Richard Glatzer, que condujeron a Julianne Moore por el tránsito de Alice, una reconocida profesora de lingüística de la Universidad de Columbia diagnosticada con un tipo genético y prematuro del mal. "Desearía tener cáncer --asegura la protagonista con un dejo de rabia--. Lo digo en serio; al menos no sentiría. Por la gente con cáncer se usan listones, se va a caminatas, se junta dinero, pero no te tienes que sentir como un... No puedo recordar la palabra...", añade en un breve monólogo que introduce al calvario que seres humanos con padecimientos graves e inhabilitantes sufren en lo cotidiano, en sociedades intelectualmente avanzadas, pero poco sensibles al sentimiento prójimo. En carne propia Habrá que comprender que la sensibilidad con que fue tratado el tema no es casual. Richard Glazer, fallecido el pasado miércoles como consecuencia del ELA (esclerosis lateral amiotrófica) decidió la realización de esta última película después de que le fuera diagnosticado en 2011. Lo hizo con un iPad y una aplicación que locutaba sus textos, y compartió esta tarea con su pareja sentimental. Ambos llegaron a ver juntos el éxito del filme frente a la consideración pública y de la crítica. La labor de Glatzer y Westmoreland es notoria también sobre los intérpretes secundarios: Alec Baldwin como John, el marido de Alice; Kristen Stewart --quien sacó a relucir su talento como su hija Lydia--, Kate Bosworth y Hunter Parrish como Anna y Tom, respectivamente. Abordan personalidades muy diversas entre sí, con maneras particulares de mirar la vida y afrontar las consecuencias que esta forma hereditaria del mal puede producir en su vida actual y futura. Claro que, para bien del entramado, se eligió un grupo humano de extracción socioeconómica y cultural ideales, que no generan conflictos extras --desconocimiento, falta de recursos, abandono...-- a los planteados por el hecho mismo de la enfermedad. Pero aun en las condiciones expuestas, el dolor del enfermo, su pérdida y la de los suyos se retratan con una crudeza que mantiene la dignidad que el tema merece y una honestidad que no puede menos que conmover.
“Autómata” y una idea que no es mala, pero tampoco original El filme protagonizado por Antonio Banderas, con elenco estadounidense, y director, guionistas y rubro técnico español, habla de un futuro no muy cercano y la importancia de los robots. No es mala la idea de Autómata. Tampoco original. Su historia se sitúa en la Tierra de 2044, cuando las tormentas solares devastaron al planeta y casi todo ser vivo sobre él, a excepción de unos pocos seres humanos que residen en una ciudad sitiada, asistidos por robots con funciones por dos protocolos inalterables: deben preservar la vida y no pueden modificarse a sí mismos. Conforme sus propietarios fueron falleciendo, los artefactos se convirtieron en los nuevos marginados sociales, y Jacq Vaucan, un comprobador de reclamación de seguro de la fábrica que los produce, debe recurrir a constantes denuncias, entre ellas, la del agente Wallace, quien le disparó a un robot que encontró autorreparándose y que parecía tener vida. Mientras investiga, nuevos sucesos se producen, siempre con la misteriosa utilización de componentes robados y de una batería nuclear que puede alimentar un robot indefinidamente. Nadie sabe a ciencia cierta qué está ocurriendo, sí que la alteración de los protocolos podría significar la aparición de una suerte de conciencia que amenazaría la supervivencia de la especie humana. Protagonizada y producida por Antonio Banderas, cuenta con plumas hispanas y elenco en su mayoría estadounidense. Aunque su idea emparenta con la de Yo Robot (de 2004, con Will Smith), la trama de este relato avanza sobre la veta filosófica que trasluce la cosmovisión latina, que se mantiene coherente hasta el final, contra la espectacular factoría norteamericana. El problema de este filme es que responde en desarrollo y extensión a los cánones de esa industria, extendiendo el relato innecesariamente con escenas y personajes que no merecían más que unas pocas líneas de guión, y que le vuelven inevitables las recaídas.