Inglaterra. Principios de la década del ’70. El jefe del servicio de inteligencia británica, Control (John Hurt), sospecha que en su organización hay un infiltrado, un “mole” (“topo”, en inglés), que está colaborando con los soviéticos. Para conseguir ese nombre decide organizar una misión extraoficial, pero el operativo falla, y termina en el despido de Control, y su hombre de confianza, el opaco Smiley (Gary Oldman en una brillante interpretación que le valió su primera nominación al Oscar). En pocas palabras, nos introducen en los parámetros de esta silenciosa y oscura guerra. La que no se ve. Un año después, Control ha fallecido, y el primer ministro decide convocar a Smiley para retomar la investigación sobre el posible doble-espía. Como en un juego de ajedrez que el propio Control dejó inconcluso, Smiley deberá ubicar las piezas para descubrir quién, si acaso alguien, es el traidor. Tarea de por sí bastante complicada porque ya sabemos que en esos años, confiar en alguien dentro de ese mundillo era un salto a ciegas. Como en aquellos films británicos de ese tiempo, el andamiaje del suspenso no se crea a través de escenas impactantes, sino se busca sorprender al espectador con giros a cada paso del camino. Los que aman la vieja escuela, sentirán que "El topo" los transporta a ese tiempo. Esta película está basada en la novela homónima del especialista en espías John Le Carré, y ya tuvo una adaptación como 1979, como mini-serie. En esta oportunidad, la adaptación estuvo a cargo de Bridget O’Connor, y Peter Straughan, y también está nominada al Oscar por guión adaptado. El director es Tomas Alfredson (el mismo de Dejame Entrar), y el reparto una lista lujosísima de actores: el cada vez más versátil Colin Firth, Tom Hardy, Mark Strong, por nombrar a los más destacados. Indudablemente para encarar un proyecto de este tipo en la actualidad, donde se busca no impactar desde lo visual (la destrucción, lo tecnológico, etc) se necesitaban nombres fuertes, carismáticos y que pudieran transmitir la complejidad del universo que se buscaba representar. La estética del film se corresponde con el período retratado, bien lograda y convincente. No es sólo la ambientación de época, el estilo con el que se encuadró y hasta la iluminación remiten a ese período glorioso del cine de espías más clásico."El topo" es un film más bien oscuro, de ritmo pausado, pero tensión creciente, cercano al tipo de suspenso del maestro Hitchcock (sólo nombrado para dar una idea vaga de lo que queremos decir). La narración se toma su tiempo, pero como la trama es compleja, ese tiempo sirve para que el espectador se habitúe a los nombres de los personajes, y pueda seguir el desarrollo de la historia y sus arteros vericuentos. Tal vez cueste al público acostumbrado a los nuevos espías de ficción, con sus enormes despliegues y desempeños acelerados pero muy básicos, adaptarse al ritmo de estos profesionales, que trabajan exclusivamente a base de intuición e inteligencia. Y es verdad que la primera media hora (el film dura dos horas) se hace más lenta, ya que hay que ubicarse en contexto, clasificar secundarios, y distinguir los flashbacks de la acción presente, pero vale la pena, aunque probablemente resulte molesto para quien no comparta el planteo propuesto. Es una película intricada y no tan directa. Lealtades, traiciones, ambiciones, y los anteojos de Smiley, a través de los cuales vemos la historia, que deben discernir lo que ven, incluso discriminando lo que es de índole personal, para determinar la verdad. Muy aprobada para los amantes del género y un regreso a las fuentes al que hay que prestar atención. Nota al pie: Si no se van a quedar a ver los créditos, pero se lo preguntan, sí, el que canta la canción en francés del final (La Mer) es Julio Iglesias.
Luego de siete años desde la última película de la saga, los mini-espías vuelven a la acción. Como en las anteriores, todas dirigidas y escritas por Robert Rodriguez (director de El Mariachi, y Sin City), esta última entrega mantiene la tónica de sus predecesoras, aunque tal vez sin tanto rostro famoso de invitado. En esta ocasión, la aventura comienza presentándonos a Marissa (Jessica Alba), una espía que oculta su verdadero trabajo a su familia. Aunque ella no se parece en nada a las madrastras de los cuentos clásicos, es muy prototípica la relación de odio que mantiene especialmente con Rebecca (Rowan Blanchard), la hija de su esposo Wilbur (Joel Mc Hale, muy conocido por la serie Community). En cambio su hermano, Cecil (Mason Cook), lleva las cosas más diplomáticamente. Un viejo caso se reabre, poniéndolos a todos en peligro, y la organización secreta para la que trabaja, la OSS, se ve forzada a descubrir la verdadera identidad de Marissa a sus hijastros. Así comienza la aventura para detener al Cronometrador, un malvado que pretende acelerar el tiempo en el mundo hasta destruirlo. Participarán también los niños, recuperando la vieja sección Mini- Espías de la organización. Como perlita, aparecen, ya como agentes mayores, Juni y Carmen Cortes, los mini-espías de las tres películas anteriores. Para los adultos, la película no generará demasiadas sorpresas, y para los más chiquitos, la trama puede resultar un tanto confusa ya que habla de los viajes en el tiempo, con un curioso planteo acerca de sus consecuencias. Yo no sé ustedes, pero en mi caso, la única teoría ficcional del tiempo y su relatividad válida es la de Volver al futuro, así que no me cerró la propuesta planteada en este film. Las actuaciones son apenas correctas, y los efectos en 3 D tampoco están del todo aprovechados. Uno esperaría más de un director como Rodriguez, que sin embargo se conforma con volver a pegar la fórmula que le dio éxito en las tres anteriores. El humor es simple, a veces simpático, y bastante escatológico (bolsas de vómito, pañales sucios, etc), pero los chicos de la sala se ríen a carcajadas. Lo discutible es si nos quedamos con que lo muy básico con los chicos funciona, o si les proponemos algo un poco más elevado, que los desafíe como espectadores, arriesgándonos a que no siempre sea tan fácilmente efectivo. Nota al pie: En Estados Unidos, esta película se ofreció con la opción de la cuarta dimensión, el Aromascope. El mecanismo es bastante simple: al ingresar al cine se entrega a cada espectador una tarjetita con números que debe raspar a medida que ese número se ve en pantalla. Cada número corresponde a un olor diferente (pañales sucios, golosinas, etc), y eso le agrega la participación al sentido del olfato como agregado.
Hugo Cabret tiene 12 años y es huérfano. Vive en unos cuartos olvidados en una estación de tren de París, y, fiel al oficio de su familia paterna, es quien se encarga de mantener a los relojes de la estación funcionando. Su discreta existencia es descubierta por un viejito del puesto de reparación de juguetes, a quien hace tiempo que Hugo viene robando. Cuando lo detiene, el señor le pide que le entregue todo lo que tiene en los bolsillos: para su sorpresa, piezas metálicas y engranajes. Y en el otro bolsillo, una libretita con dibujos, esquemas e indicaciones, que parecen trastornar al hombre, que no se la devuelve, a pesar de los ruegos del chico. En su afán por recuperar esa libreta, Hugo (Asa Butterfield) se hace amigo de la ahijada del viejo, Isabelle, junto a quien descubrirá que ese ser arisco y amargado es, nada más y nada menos, que el “cinemago” Georges Méliès. La película, adaptación de la novela homónima de Brian Selznik, nos muestra el camino de Hugo para recuperar ese objeto que es más que una libreta, es la llave al funcionamiento del “autómata”, el artefacto que estaban intentando reparar con su padre, cuando éste murió. Hugo entonces, se aferra al ser metálico como lo último que tiene de una familia de verdad. Las peripecias incluyen enseñarle a Isabelle de qué se trata el cine (su padrino ha cuidado mucho que ella no viera jamás una película), y la “reparación” de Méliès, a quien Hugo considera otra máquina rota, porque “no hace lo que se supone que tiene que hacer”. Hay una secuencia maravillosa en la película, cuando Hugo e Isabelle van a la biblioteca de la Academia de Cine, y, asesorados por el librero de la estación (Christopher Lee), encuentran un libro sobre la historia de la industria. Aquí Scorsese se preocupó no sólo de mostrarnos las fotos de las películas nombradas, sino de editarlas para que podamos ver la entrada del tren a la estación en la pantalla grande, como en 1895. En un compilado que me recordó al de los besos prohibidos de Cinema Paradiso, se ven películas, actores, escenas desde los comienzos del cine hasta ese momento (fines de los años ’20, principios de los ‘30). Algunas de esas escenas serán “revividas” por Hugo en distintas situaciones, reales u oníricas (también remitiendo a Méliés: “si te preguntás de dónde salen tus sueños, bueno, yo los fabrico”). Tal vez las elegidas sean algunas de las más obvias, entiendo que tal vez haya sido a propósito para no dejar afuera al público no experto en cine. La intención, entonces, es clara: homenajear a la invención del cine, a través de los últimos años de uno de sus pioneros, George Méliès (interpretado por Ben Kingsley). La historia está basada en la vida real del cineasta, y sus invenciones, con la excusa de la aparición de Hugo como hilo narrativo. La película remite a la presencia del cine en la vida. Desde su privilegiada ubicación en lo alto de la torre del reloj de la estación, Hugo observa todo lo que sucede abajo como si fueran películas. Películas mudas, claro. En las que a veces se suceden gags como en las comedias de slapsticks. Y donde también a veces, ocurren los finales felices. El aspecto más maravilloso para encuadrar esta historia es la dirección de arte (a cargo de Dante Ferreti). Como en Pandillas de Nueva York, Martin Scorsese eligió para la ambientación de una ciudad en el pasado una paleta de colores especial. Sobresalen los ocres, marrones y dorados, y algo de azul oscuro y apagado, que por oposición destacan tan fuertemente el uniforme turquesa brillante del inspector de la estación (Sacha Baron Cohen), que hizo de la persecución de huérfanos, por ende de Hugo, la misión de su vida. Sin embargo a diferencia de Pandillas, donde el efecto era casi árido, de una ciudad apenas en principios de desarrollo, en esta ocasión, París queda irreal, ideal, bellísima. La representación histórica está más que cuidada, y muchos objetos (los juguetes del puesto, las cámaras de cine, los engranajes de los relojes) mostrados con tal delicadeza, que resultan en una gran belleza visual, que supo ser bien aprovechada en la versión 3D, una de las que mejor maneja el recurso, creando un increíble efecto de profundidad (no es tanto que los objetos salen hacia afuera, como se está viendo mucho, sino más bien es el espectador quien se introduce en la imagen). El punto flojo de la historia es que al principio parece como si le costara arrancar, la introducción se hace bastante lenta. Y luego, por momentos, se vuelve algo reiterativa: la reticencia del viejo, las corridas para escapar del Inspector, tal vez no era necesario prolongar tanto la película por ese lado. Creo que todos los que nos apasionamos con el cine salimos de la sala emocionados, no tanto por el relato en sí, sino por ese agregado que tiene como homenaje: las secuencias de películas viejas, los recuerdos de las hazañas de los pioneros, la expresión en el rostro de Isabelle cuando ve la primera película de su vida. Como tal vez fue la expresión de cada uno de nosotros, cuando alguien nos sentó en una sala oscura, con una maravillosa historia para ver, y, aún sin decirlo, nos abrió las puertas para comenzar a soñar.
He aquí una película para ver en sala. Y, si es posible, en su versión en 3D. La historia es simple, llena de citas para los fanáticos de la literatura del género de aventuras, con personajes simpáticos, y muy buenos efectos especiales, la mayoría pensados para este sistema. Si bien es la secuela de "Viaje al Centro de la Tierra" (2008), puede verse independientemente de aquella. Los nexos son su personaje principal, Sean Anderson (interpretado por Josh Hutchens), y los libros de Julio Verne. En esta historia, Sean recibe un extraño mensaje codificado, que resuelve gracias a la ayuda del actual esposo de su madre, Hank (Dwayne “La Roca” Johnson), con quien no se lleva bien. Tras descubrir que se trata de las coordenadas de una isla secreta, él asume que se trata de un mensaje de su abuelo, y decide partir en su búsqueda. Hank lo acompaña, para probarle que la supuesta isla no existe, pero, como se sabe aún sin haber visto la película, está equivocado. El film narra a partir de aquí las peripecias para llegar al lugar, y luego, salir de allí. Es interesante que el guión no se base en la prototípica fórmula del “malo” que complica la aventura. En "Viaje 2", los obstáculos tienen que ver con la naturaleza misma de la isla, y esos son los efectos que, realmente, se disfrutan. Otros tres personajes escoltan a los principales: Gabato, el gracioso piloto de helicóptero (Luis Guzmán), sobre quien recaen todos los gags algo escatológicos; su hija Kailani (Vanessa Hudgens, ex High School Musical), y el abuelo aventurero Alexander, interpretado por Michael Caine. Siempre es un placer verlo a Caine en pantalla, haga lo que haga. La película no amerita demasiado comentario extra: el guión está bien armado, hay humor – aunque no del mejor estilo, pero es tolerable-, las actuaciones son correctas, y no aportan grandes sorpresas: todo resulta funcional al despliegue de criaturas animadas y efectos especiales, que son la verdadera razón de ser de la película. Al final, la sala (llena en sábado a las cinco de la tarde) aplaude con ganas, y algunos hasta silban en aprobación. Todos la pasaron bien, y eso era lo que vinieron a buscar al cine. Ojalá algún chico salga, además, con ganas de leer a Verne. • Nota al pie: en una escena, Hank canta “What a wonderful world”. En la versión doblada dejan la canción con la voz en inglés, pero no traducen, ni siquiera con subtítulos, la letra modificada que él improvisa, y en la que critica, de forma simpática, al abuelo Alex.
“Cada miembro de una familia es como una isla de un archipiélago, cada uno forma parte de un todo, y sin embargo están solos y aislados. Y separándose un poco más cada día.” Matt King Siempre creí que una película que nos llega, nos conmueve, nos toca en forma íntima, sin usar ningún golpe bajo, es una buena película. Eso sucede con este nuevo film de Alexander Payne, que vuelve al ruedo tras siete años de ausencia." Los descendientes" es una gran película. Y no sólo por eso. Ésta es la historia de una despedida programada, la de Elizabeth, esposa de Matt (George Clooney), quien tras recibir un golpe en la cabeza en un accidente náutico, queda en coma, y por un documento firmado anteriormente, se niega a que la mantengan viva artificialmente. La situación forzará a Matt a hacerse cargo de sus hijas, de 10 y 17 años de edad, como nunca lo hizo, y lo llevará también a descubrir la relación amorosa que su esposa mantenía con otro hombre. Como si esto fuera poco, deberá lidiar con la decisión sobre la millonaria venta de unas tierras propiedad de su familia, una de las primeras familias de Hawai. Pero a su vez es la historia de este hombre, que decide salir, sin pensarlo demasiado, a encontrar al amante de su mujer. En esa búsqueda, también intentará rencontrarse con sus hijas, a quienes casi desconoce, y con su historia, la de sus antepasados tomará forma hasta revelarse con fuerza en el cierre de la cinta. Como ya lo habíamos visto en "Entre Copas", Payne maneja con suma destreza las emociones. En este guión en particular (adaptación de la novela homónima escrita por Kaui Hart Hemmings) es destacable el uso de los silencios. Se ve un equilibrio perfecto entre las escenas en las que hace falta el diálogo entre los actores, y los momentos en los que es mejor callar, y dejarlo todo en manos del ojo amable de la cámara, y las expresiones de los personajes, que dicen todo sin articular palabra. No me atrevo a decir que el manejo de los tiempos es perfecto, pero si no lo es, está lo más cerca posible. Hace tiempo que sabíamos que George Clooney no era sólo un galán de la pantalla. Lo vimos actuar en personajes muy variados, escribir, y dirigir. Pero en esta oportunidad realmente se luce. La interpretación es tan acertada, y logra transmitir todo lo que su personaje siente de forma tan inequívoca, que, más allá de lo que pensemos de ese tipo de reconocimiento, tiene bien ganado su Globo de Oro. Otra actuación que me gustó mucho es la de Shailene Woodley, que interpreta a Alex, la hija adolescente. La grandeza de esta película radica en su simpleza. La belleza de sus locaciones (transcurre en varias de las islas del archipiélago de Hawai), la forma sencilla en la que sus diálogos expresan emociones complejas. Como dije al principio, ésta es la historia de una despedida, sin embargo no hace foco en lo que se va, en lo que se pierde, sino en lo que se encuentra. En menos de un mes sabremos cómo le fue en los Oscar. Tiene cinco nominaciones, en los rubros principales: Película, Dirección, Actor principal (Clooney), Guión adaptado y montaje. Una última recomendación: la escena final no tiene diálogos (sólo se oye, accidental, la voz de Morgan Freeman como locutor de algo que está en la tele), y les va a parecer nada fuera de lo común. Tal vez lo sea, pero no se apuren por agarrar la cartera o encender el celular para irse de la sala. Mírenla. Mírenla. Y dejen que les hable.
Debo reconocer que me resultó curioso saber que la película animada Selkirk era una producción argentino-uruguaya-chilena. Digamos, las historias de piratas, si bien han pasado sus barcos por las costas americanas, no son lo nuestro. Y algo de eso se deja entrever en la película. Hay dos niveles desde donde comentarla: el técnico y el argumentativo. El director uruguayo Walter Tournier eligió para narrar esta historia la técnica del stop-motion. Se trata de poner muñequitos en escenografías, e ir tomando imágenes de ellos en los distintos movimientos para luego editarlas a velocidad, y que surja la imagen fílmica. Esta técnica es prácticamente artesanal, y como ejemplo se puede citar a uno de sus cultores, el director Tim Burton, que la utilizó en El extraño mundo de Jack, y El cadáver de la novia. En este aspecto, la película está muy lograda, los personajes son simpáticos –sus fisonomías bastante del estilo de Burton también-, las escenografías muy detalladas, la estética, cuidada, y el efecto funciona bien. Es por el lado del guión que la historia hace agua (permítanme la redundancia en un film que transcurre básicamente en el mar). Son dos aspectos enfrentados, que no terminan de balancearse a lo largo del film. Alexander Selkirk fue un pirata que existió realmente, y se dice que la novela Robinson Crusoe, de Daniel Defoe está basada en su historia (de hecho el prestigioso escritor en persona lo entrevistó). El film comienza con Selkirk gastando sus últimas monedas, las finanzas no andan bien, y es así que decide embarcarse en un barco que va en busca del tesoro del Manila, para lo cual debe atravesar el cabo de Hornos. Poseedor de un detallado mapa de la zona, consigue que lo contraten, a pesar de la resistencia del capitán, que quería el mapa, pero no al hombre. Convencido de que la suerte lo acompaña, Selkirk desarrolla una confianza extraña, de gran apostador, al punto que durante la travesía comienza a ganar dinero a expensas de sus compañeros (que siempre pierden), y por ello deciden, junto al capitán, abandonarlo en una isla desierta del pacífico. El único que se opone (o mejor dicho, la única), es la camarera disfrazada de cocinero que viaja con ellos. Sin embargo no logra mucho con sus protestas, y así, Selkirk queda a la deriva. Aquí empieza la segunda parte de la historia, más cercana a la película Náufrago que a Robinson, ya que no hay un compañero llamado Viernes, sino algunas mascotas, para aligerar la soledad. Así de pobre como estaba el pirata antes de subir al barco es la película. Pobre en guiños graciosos a los adultos, pobre en la resolución del final (digna de programa religioso de madrugada), pobre en la justificación de ciertos gags como el de la planta, cuyo sentido es evidentemente alargar la película, no hay otra explicación. Los chicos de todos modos se enganchan, y salen cantando la canción principal. El contraste entre el nivel técnico logrado en esta producción y el libro que sustenta la historia es notable. Un abismo los separa. Tanto, que terminan conformando un involuntario ejemplo al que hay que prestarle atención: no subestimemos las historias para los más pequeños. No hay que olvidarse que los adultos entran a la sala con ellos y también, esperan algo a cambio. En esa vuelta, "Selkirk" hace ruido. Sin embargo, no dejamos de reconocer que es un producto muy bueno y que nos maravilla que técnicamente haya surgido de Latinoamérica y no del main-stream de Hollywood. Lo triste es que, como el pirata que le da nombre, la historia no termine de cerrar y quede varada a medio camino.
En el medio de la vorágine de films con nominaciones al Oscar, esta semana se estrenó en Argentina Al borde del abismo, en simultáneo con su estreno mundial. No compite por los premios, pero es ágil y entretenida, así que vale la pena verla. Si me piden un consejo, ésta es una de esas películas que conviene ir a ver sin saber demasiado de antemano, es más, si pueden, eviten el trailer. Y es así porque lo que tiene de bueno es cómo va desarrollando la trama. El protagonista de la historia (Sam Worthington, protagonista de Avatar) llega a un hotel, toma la habitación que tenía reservada, desayuna, escribe una notita, y se decide a salir a la cornisa, aparentemente para suicidarse. En un flashback sabremos que se trata de Nick Cassidy, un policía que un mes antes estaba cumpliendo una condena de 25 años en una cárcel de alta seguridad por un delito que, por el momento, desconocemos. La “acción” del film comienza con su fuga, y la visita a ese extraño depósito en el que hay documentos, dinero, y otros elementos útiles para cualquier prófugo de la justicia. Pero no nos adelantemos, porque ni siquiera la policía (en la ficción) sabe tanto a esta altura. Desde la cornisa, Cassidy moviliza a toda la ciudad, policía, periodistas, y, claro, los ciudadanos. Para sorpresa de todos, exige a una negociadora en particular, la conflictuada Lydia Mercer (Elizabeth Banks). Ella será quien comience a sospechar que, detrás de este supuesto intento de suicidio, hay algo más. Como decía al principio, lo que más se disfruta de esta película es cómo está narrada la historia. Ya que poco sabemos, todo lo que va surgiendo sorprende, y es presentado con un ritmo que no decae. Si bien no hay actuaciones para destacar, ya que no es el tipo de film que se centre en ello, en general todos están bien en sus personajes, en particular la pareja de Joey, el hermano de Nick (interpretado por Jamie Bell, el actor de Billy Elliot), y su novia latina (Genesis Rodriguez). Quienes están un poco desperdiciados ya que sus papeles son menores son Ed Harris, llamativamente rígido y deslucido, y Kyra Sedgwick, que tanto se destaca en la serie The closer, y aquí hace de una reportera casi de relleno. El director danés Asper Leth debuta en ficción (su obra anterior es un documental), y logra manejar la acción principal centrada en esa cornisa, y lo que sucede muy cerca, en paralelo, de forma correcta. El guión da un par de momentos de respiro a la tensión generada con pequeñas dosis de humor, algunas a cargo de Joey, y otras que surgen de las reacciones de la gente que espera que el hombre salte, incluyendo chicas con carteles de leyendas del tipo “¿sos soltero?”, o “caé en mis brazos”. "Al borde del abismo" no es un film de antología, ni pretende serlo, pero divierte, sorprende, y mantiene el ritmo, con giros en el guión que van haciendo que algo que parecía que iba a salir de una manera, se desarrolle de otra. Y hacen que la película funcione.
Confieso que me decidí a verla intrigada por los trailers. El género de ciencia ficción suele tener buenos exponentes, además, desde el storyline oficial se prometen los bellos paisajes de Moscú, así que no había razón aparente para evitarla. Si bien es un film menor, La última noche de la humanidad (no sé por qué la traducción, el título original es The darkest hour – la noche más oscura- que tiene mucho más que ver con el argumento) no decepciona. Cumple con lo pactado, y hasta se aparta de lo trillado sacrificando un par de personajes de esos que uno apuesta que llegan al final. Un grupo de amigos norteamericanos (la película es una coproducción ruso-noteamericana – quién lo hubiera imaginado en los ’80?) queda varado en Moscú luego de una extraña pero poética invasión alienígena. Al mejor estilo Depredador, estos seres son invisibles a los ojos humanos, aunque pueden ser detectados cuando su energía enciende todo aquello que sea eléctrico. Tras una noche de masacre, los amigos sobreviven y se ocultan hasta que deciden que es el momento de salir, buscar otros sobrevivientes, y ver qué se hace para salvar a la Tierra. Siguiendo la lección de H.G. Welles en la Guerra de los Mundos, también retomada por Tim Burton en su burlesca Marte Ataca, el objetivo es comprender la razón de la invasión, y encontrar el punto débil de estos agresores. Esa será la auto-impuesta misión de estos chicos, y la historia de la película. El film, la segunda obra del director Chris Gorak (la anterior es Terror en Los Ángeles, que no pasó por nuestras salas, salió sólo en DVD), es protagonizado por Emile Hirsch (Meteoro),Olivia Thirlby, Max Minghella, (hijo de Anthony Minghella, el fallecido director de El paciente inglés) y Rachael Taylor. Se estrenó en 3D, como para hacerlo más atractivo al público, ya que si bien ninguno de estos chicos es un improvisado, tampoco son muy convocantes a la hora de la taquilla. Lo que tiene de interesante es cómo Gorak logra hacer de los espacios más abiertos – la plaza Roja desierta, por ejemplo- y la luz del día, los momentos de mayor tensión. ¿El famoso paisaje de Moscú? Bueno, lo aprovecharon durante la primera media hora: una visión actual y en 3D de la maravillosa ciudad, que de a poco va quedando desolada, hasta ir convirtiéndose en ruinas. La película es llevadera y correcta, pero no mucho más. Ideal para adolescentes en grupo de amigos. Los demás pueden esperar tranquilos su estreno en DVD, o directamente dejarla pasar. No se habrán perdido demasiado.
Más allá del Expreso Polar Había una vez un señor llamado Steven, famoso por producir y dirigir celebradas películas. En 1983, apenas un año después del estreno de su film ET, adquirió los derechos de una historieta, también famosa, sobre un joven reportero y su perro. Se tomó su tiempo, encontró al socio ideal, otro señor llamado Peter, también famoso, en particular por la adaptación al cine de la trilogía de Tolkien El señor de los anillos, y juntos emprendieron el desafío de adaptar esa historieta. El proyecto resultó en la película que se acaba de estrenar en Argentina: Las aventuras de Tintin. La asociación Spielberg-Jackson (sí, a ellos me refería) ha probado ser más que fructífera. Demostraron que los personajes creados por el belga George Remi -mejor conocido por su seudónimo, Hergé- hace unos 80 años, siguen teniendo vigencia en pleno siglo XXI. La primera historieta se publicó en 1930, y las historias se basan en las peripecias del aventurero y heroico reportero Tintin, siempre acompañado por su perro Milú, un fox-terrier blanco tan intrépido e inteligente como su dueño. Recorrieron los cinco continentes con sus aventuras, pero finalmente para la película se eligió adaptar una mezcla de dos de las historias. El sistema de animación que se utilizó para la película es el Motion Capture, o captura de movimiento, que se usó en Polar Express, y más recientemente en Marte necesita mamás. Este sistema trabaja con actores reales (con cuerpo y todo, no sólo la voz), que llevan unos trajes especiales con sensores que capturan todos sus gestos y movimientos y los transmiten a un modelo digital. Lo que siempre se le criticó a este sistema es que los personajes animados pretendían parecerse mucho, físicamente, a humanos reales (en general con la misma cara del actor que lo interpretaba), dando como resultados personajes un tanto bizarros y no muy creíbles, ya que no eran lo suficientemente animados ni lo suficientemente humanos. No es el caso de Tintin. En esta película se ha logrado, en mi opinión, el mejor exponente de este tipo de animación, ya que en ningún momento se pretende que los personajes copien a los actores, sino que se respeta a rajatabla el diseño original de la historieta. Si bien el efecto es realista (las arrugas y texturas de la piel, las expresiones), no estamos frente a un burdo intento de “humano dibujado”, sino que se logra el objetivo: un muy expresivo personaje animado. Incluso el trabajo sobre los paisajes, el agua del mar, su oleaje, la arena del desierto, está tan logrado que parece filmado. El actor que interpreta a Tintin es Jamie Bell, recordado por su conmovedor Billy Elliot. El capitán Haddock es Andy Serkis. De las huestes de Jackson, Serkis tiene vasta experiencia en interpretación de personajes animados: supo ser Gollum en El señor de los Anillos, y Caesar en El origen del planeta de los simios. El malvado Sacarin quedó a cargo del actual 007, Daniel Craig. La aventura narrada en esta película comienza cuando Tintin compra una reproducción en miniatura de un barco antiguo, el Unicornio. El barco encierra una leyenda, y un misterio, que la misma naturaleza curiosa de Tintin (“busco respuestas”) le lleva a resolver. Como las Indiana de Spielberg, la película no pierde su ritmo, ni siquiera en los últimos minutos, cuando la trama parece estar resuelta. Logra el efecto de la historieta original: que el espectador se sumerja en la aventura, como si formara parte de ella. No hace falta 3D; aún con animación en dos dimensiones estamos dentro de esa pelea con piratas, de la vertiginosa y alucinante persecución por una ciudad marroquí, y hasta nos vemos inmersos en una suerte de lucha medieval entre grúas. Tiene su cuota de suspenso; su cuota de humor, básicamente aportado por los no tan ineptos policías Hernández y Fernández, y varios momentos del capitán Haddock, y, por supuesto, su gran cuota de acción. Para quienes hayan leído a Tintin de chicos, el film es casi la realización del sueño de entrar a la historia, como incluso hicieron Spielberg y Jackson a través de cameos animados. Para las nuevas generaciones, seguramente sea una bienvenida revelación. Dicen que ésta es la primera de una trilogía. Sabiendo quiénes están detrás, la “estructura trilogía” no sorprende a nadie. Y dicen también que la próxima la dirigirá Jackson, que aquí, bajo la dirección de Spielberg, es productor. Espero que las versiones sean correctas, porque, si me preguntan, me encantaría que el estreno de la siguiente fuera mañana.