Este raro documental argentino recupera la figura de una especie de precursor de la divulgación new age, Flavio Cabobianco, niño prodigio y autor de un libro sobre espiritualidad que lo llevó por los canales de televisión. Pero es también un registro de las dificultades que tuvo el director para lidiar con su protagonista, hoy adulto, y con sus propias ideas sobre el momento de hacer la película que quería. Desprolija, interesante y original.
El veterano Andrei Konchalovsky se mete con el Holocausto en esta película dura, claro, filmada en impecable blanco y negro, que sigue a tres personajes muy distintos involucrados de distinta forma en la locura que les toca vivir. Hay una aristócrata rusa que ayuda a los judíos en Francia, un policía que colabora con los alemanes y un niño bien que orgullosamente se suma, como SS, a las autoridades de un campo de exterminio. Konchalovsky propone un acercamiento casi íntimo a estos personajes, que a lo largo de la película hablan a cámara, en una especie de confesionario o interrogatorio. Un recurso que le da a Paraíso una dimensión humana tan inquietante como imprevisible para un -otro- relato del horror nazi, al que se asoma con la contundencia de lo real que bien conoce todo el que haya leído a Primo Levi. Con maestría, Paraíso logra poner en escena a la ideología, y sus consecuencias, sin despegarse de lo humano en su detalle, y llega lejos en esa apuesta.
Valioso documental que reconstruye la vida privada y pública del militante LGTBI, pionero de la lucha por los derechos de la comunidad gay en la Argentina y de la orgullosa asunción pública de la homosexualidad. Con testimonios de quienes lo conocieron bien o estudiaron la vida de quien fue presidente de la CHA.
Thriller dramático de esos angustiantes para padres y también para los que no tienen pibes. Con todos los clichés y la rutina de las historias de heroísmo a su pesar. Aquí, una madre (Halle Berry, siempre lo mismo) a la que le secuestran el hijo y, a la vista de que la burocracia policial no está a la altura de su desesperación, decide salir a buscarlo. Si no la viste pero te parece que sí, tenés razón.
La comunidad de los corazones rotos. Pinta tu edificio y pintarás el mundo. En este film, un edificio venido a menos, de un suburbio francés, donde el consorcio apenas puede arreglar un ascensor. Son las pequeñas viñetas, las conexiones entre sus vecinos, las que tejen la trama de este microcosmos. El tono algo frío y distante no impide la simpatía que transmite el conjunto, empujado por grandes actores.
El español Willy Toledo, la colombiana Ana María Orozco, Luisa Kuliok, Flor Peña, Boy Olmi, son parte del llamativo elenco de esta comedia alocada, con ecos del cine argentino de hace décadas, en la que los personajes entran y salen de locaciones alrededor de un country, y de los pensamientos de los demás.
Basada en un comic under, esta película de animación turca ofrece humor "no apto para gente normal", según su publicidad. Son las aventuras de un gato malísimo, suerte de versión diabólica de Garfield. Una verdadera usina de groserías y capaz de una violencia -verbal, real, sexual- tan desatada que, más que divertir, y desde la primera escena, impresiona. La curiosidad por ver hasta dónde son capaces de llegar con esto mantiene la atención, si uno está dispuesto a afrontar la catarata de realismo sucio, o locura inadaptada, en manos de animalitos. Bad Santa y El maldito policía de Ferrara, referencias posibles, parecen juego de niños al lado de este zarpadito dibujito animado.
La gran Judi Dench vuelve a encarnar a la Reina Victoria en este film del inglés Stephen Frears centrado en su improbable amistad con un sirviente indio. Algo edulcorada, simpática y políticamente correcta, la película gana con la fuerza de su protagonista, que se roba el show y la pasa bomba.
El artista chino Ai Weiwei inaugura una muestra importante en la Fundación Proa de La Boca y estrena aquí este documental, fruto del exhaustivo registro que llevó a cabo en los últimos dos años. Viajando por el mundo, con un equipo de fotógrafos y realizadores, Weiwei quiso documentar el drama de las migraciones. Ambicioso, y algo errático en la forma, el resultado es un documento importante y conmovedor de uno de los temas centrales de nuestra época.
Después de Secretos de Estado y Monuments Men, George Clooney dirige esta comedia negrísima, en la línea de El cartero siempre llama dos veces y Simplemente Sangre (el guión suma las firmas de los hermanos Coen) pero desde el punto de vista de un niño que observa cómo su padre y su tía se unen, libre y sospechosamente, tras la muerte violenta de su madre. Él es el corazón de la historia y el personaje más acabado, a diferencia de los adultos que lo rodean, cuya naturaleza, acciones y reacciones, cuesta entender. Clooney suma a una trama policial -con tintes más hitchcockianos que de James M. Cain-, apuntes raciales, religiosos y sociales cuya articulación en la trama tampoco se entiende bien. Hay una puesta elegante, que saca provecho de la estética de los años cincuenta en que se basa, y también grandes intérpretes: el estupendo Noah Jupe, Matt Damon, Julianne Moore, Oscar Isaac. Pero con su narración alto estática, Suburbicon no termina de encontrar el tono para convencer, ni llega a conmover.