¿Cuántas películas de supervivencia podemos consumir al año? El género parece, sin embargo, inagotable. Este nuevo ejemplo, que no pasará a la historia, rescata las vivencias de un exjugador de hockey sobre hielo, fan de los deportes extremos, la adrenalina y todo eso, que utiliza esas actividades como escape de una situación traumática y un presente averiado. El tipo (Josh Harnett) queda varado en medio de una fuerte y anunciada tormenta. Sigue lo que te imaginás, con flashbacks temibles, realización bastante torpe y el uso de música manipuladora.
Ópera prima israelí que sigue a una pareja mayor en Nazaret y a sus tres hijos, repartidos por distintos lugares. Con tono de comedia social y familiar, no esconde las asperezas del contexto pero tampoco sale a buscarlas, prefiriendo el humor y una mirada tierna y cómplice sobre la vida cotidiana de sus personajes.
Después de la exitosa (e irregular) saga Rec, el valenciano Paco Plaza firma esta inquietante película de posesión demoníaca basada en hechos reales de la crónica roja madrileña y suburbana. El asunto da miedo, como corresponde, pero apenas algo más que la realidad de la adolescente Verónica, a cargo de sus tres pequeños hermanos, con una madre ausente, lidiando con eso que se ha metido en el departamento de clase media desde que jugó a la ouija en el sótano del colegio de monjas al que asisten cada día. Con un estupendo elenco juvenil, al que se suma Ana Torrent, una película climática, armada con detalles de una vida cotidiana en la que la ternura, y el juego infantil, están sometidos al estrés adulto de salir adelante, a la educación bajo la cruz y a la soledad que apenas calman las canciones de Bunbury.
Aventuras de una joven libre, como dice el título local, en Estambul, adonde llega en busca de solución para el barco averiado de su padre, en Lesbos, y donde conoce a una turista desventurada. Road movie, film de crecimiento y retrato social de una Europa convulsionada por la inmigración, la desigualdad y sus tensiones.
El best seller en el que está basada esta película impulsa campañas con el hashtag #choosekind. Se trata de Wonder/La lección de August, de la ex ilustradora estadounidense RJ Palacio, un fenómeno global inspirador con un niño que tiene una malformación que le ha deformado la cara como protagonista. Un niño que sólo desea ser uno más. El libro fue el primero de una serie y lleva 44 mil ejemplares vendidos en la Argentina, un libro que promete que su lectura mejorará tu vida. La adaptación al cine, a cargo de Stephen Chbosky (que había adaptado con buen resultado la novela adolescente Las ventajas de ser invisible), tiene todo el sentimentalismo que cabe esperar, con Julia Roberts como madre y el pequeño Jacob Tremblay (Room) como August. El tema del bullying explota en torno de un chiquito al que cuesta convencer de que es lindo y normal. Pero Extraordinario hace un esfuerzo enorme por aplacar la sentimentalina y el golpebajismo. Con ingenio, gracia, ternura y delicadeza. Con inteligencia para repartir el drama entre sus personajes centrales. No pidas ni busques demasiada profundidad en sus mensajes -está llena de ellos- sobre la bondad y la tolerancia al diferente, pero ciertamente podría haber apuntado mucho más abajo. En lugar de disimular o disfrazar su carga sentimental, Extraordinario parece hacerse cargo de ella sin pudores, y encuentra ahí el cuidado que el material pedía.
A principios de los setenta, el mundo del tenis puso la mirada en un duelo muy especial. Más que un partido de tenis, fue una batalla entre el incipiente movimiento pro igualdad de género en el deporte, encarnado en la campeona Billie Jean King (Emma Stone) y el machismo rancio que se resistía a compartir espacios y a ganar el mismo sueldo que ellas, representado por el tenista retirado y estafador Bobby Riggs (un Steve Carell por momentos payasesco). Es el evento central cuyos días previos reconstruye esta película, a cargo de los directores de Pequeña Miss Sunshine. Un asunto lamentablemente muy a tono con los tiempos que corren, pero que también se ocupa de sentar una reivindicación en favor de la diversidad sexual explorando la relaciones amorosas de King, que estaba casada con un hombre pero enamorada de una mujer. A pesar de la corrección política, y narrativa, con forma de biopic bastante convencional y pulcra, La batalla de los sexos es muy entretenida y se beneficia muchísimo de la vitalidad, la naturalidad y el talento de sus dos protagonistas. Ellos logran neutralizar el tono aleccionador de todo el asunto.
Ganadora de la competencia internacional en el último Bafici, esta ópera prima española es una película pequeña e íntima que pone frente a cámara, cerca y todo el tiempo, a una familia real y bastante disfuncional. Es la de David, que es músico y no tiene trabajo, y sus tres hijos, con los que vive en la casa de sus padres. Lo más interesante de Niñato, sin embargo, no es el apunte social de las consecuencias privadas de las políticas públicas, sino ese registro, entre el documental y la ficción. Y aunque vale (mucho) como implacable retrato de una crisis general, es en el juego agridulce de observación de esos niños y ese padre, que intenta ser y estar, como puede y con lo poco que puede, donde se encuentra su fuerza y su contundencia.
Slasher de bajo presupuesto en torno a una rubia universitaria con algunos problemas en el manejo de su ego que cae en un bucle temporal por el cual repite, un día sí y otro también, el día de su asesinato. Todo terminará cuando descubra quién es el misterioso asesino. Te suena, ¿no?
Suerte de western patagónico, historia de cautiverio y ocaso de amor, este film de Ulises Rosell sigue a dos personajes que quedan varados en el desierto después de un accidente. Supervivencia, choque de puntos de vista -femenino y masculino-, misterio y una bienvenida ambigüedad en tiempos de subrayada y absurda corrección política. Además, Al desierto atrapa desde la primera toma, en la que el viento transforma el paisaje y se impone sobre el movimiento de los personajes, como marcando quién manda ahí. Con muy buenos trabajos de Valentina Bassi -pareja de Rosell- y Jorge Sesán, que fue premiado en el festival de Mar del Plata.
Como en la otra saga de comedia familiar La familia de mi novia, esta secuela de la rivalidad entre padre biológico y padrastro suma a los abuelos, de uno y otro lado paterno, que por supuesto son el día y la noche. Por un lado, el atildado y cursi que interpreta John Lithgow y el mujeriego e incorrecto a cargo de Mel Gibson. Y todos, todos juntos, se van a pasar la Navidad. El desarrollo no pasa más que por una serie de gags a repetición de ese único chiste, gastado hasta el cansancio, entre apuntes que derivan de una mirada anticuada, machista y estereotipada de las relaciones familiares. ¿Risas? Bien, gracias.