“Ahí viene”, de Federico Jacobi Por Mariana Zabaleta Que difícil se hace reencontrarnos con la belleza. El día a día cargado de decepciones se condensa espeso como la niebla. Buenos Aires en niebla. Por suerte aún tenemos las películas. En cierto, algo olvidado cine, hablar de la historia no es hacer justicia. Allí radica la dificultad, cuando el contenido no tiene la forma del relato tradicional, de poder hablar de ella. Algunos dirán que Ahí viene es una historia sencilla, que la lenta cadencia hace tediosa la propuesta, nada más alejado de la realidad. “Jugársela es bancarse lo que se viene” reza su protagonista. Un acto de fe, la única manera de dejar la suerte librada al hacer, procesión de santos y demonios. Para ver esta película hay que jugársela, sacrificar la pasividad y dejarse penetrar por la ambigüedad de la belleza, esa que resplandece en los rituales del día a día. El verosímil construido es increíble, la casa donde transcurre casi toda la propuesta está situada con gran detalle. Evidente trabajo colectivo, ningún componente opaca o destaca del resto; este film funciona como un reloj finamente construido. Solo de aquella meticulosa y sabia manera se puede hablar del tiempo, en esta ocasión su protagonista es un viejo relojero porteño, nostalgia debida nos comparte un presente repleto de fantasmas del pasado. “Cuando se abandona el pago y se empieza a repechar, tira el caballo adelante y el alma tira pa’ atrás.” Lograda confluencia temporal a través de una magistral interpretación, la añera del protagonista se revela en su andar, la pena pesada detiene lentamente su andar. La supervivencia de su personalidad lo vincula íntimamente con las cosas, aquellas con las que convive, única manera de mantener el “contacto”. El afuera irrumpe con la figura del hijo, el legado será la casa y toda la añoranza que contiene ella. Los relojes están descompuestos, como los hombres al final de su vida, ven venir la confluencia de los planos temporales en los que ya se encuentran sumidos, la chochera gana, el pasado es la confirmación presente de que nada permanece. Este collage hiperrealista trabaja explotando la densidad que el montaje permite entre la imagen y el sonido. Modestia aparte, este gran trabajo será reconocido solo por sus espectadores, en épocas de carencia ¿Qué se puede hacer salvo ver películas? AHÍ VIENE Ahí viene. Argentina, 2018. Dirección: Federico Jacobi. Guión: Gastón Varela. Intérpretes: Daniel Quaranta, Nahuel Yotich, Paula Napolitano. Dirección de fotografía: Javier Paglia. Dirección de arte: María Victoria Hurtado Grisales. Dirección de sonido: Pablo Santomé. Cámara: Edgar Espinoza. Música: Walter Jacobi. Distribuidora: Conjuro Cine. Duración: 62 minutos.
“Los vagos”, de Gustavo Biazzi Por Mariana Zabaleta Un recuerdo juvenil, privado, con todos los brillos y miserias del exceso. La propuesta de Gustavo Biazzi se reduce, arduamente, en ello. La tierna juventud deja grabada escenas en la mente de todos, lugares complejos llenos de luces y sombras. Desconcierto y sin sentido, Ernesto como protagonista no muestra carácter, se ve arrastrado por las situaciones y el desorden. Apostamos que la tierna juventud acabara pronto, mediante el duelo la adultez acontece. Un guion lento, torna la cinta tediosa, el horizonte de previsibilidad esta determinado desde un comienzo, todo lo predicho se cumple a cuentagotas. Aun así asistimos a viñetas costumbristas, se figura una adolescencia de clase media muy cómoda, sin mayores complicaciones que las de concretar una cita o juntar dinero para una prostituta. Sin juzgar demasiado, solo es la amarga ternura de un adolescente mundano. Empatía solo por cuenta propia. Esta reseña corresponde a la presentación de Los vagos en la Competencia Argentina del último Festival de Mar del Plata. LOS VAGOS Los vagos. Argentina, 2017. Dirección: Gustavo Biazzi. Intérpretes: Agustín Ávalos, Ana Clara Lasta, Emanuel Gómez, Juan Pablo Vitale, Marcelo Enríquez, Walter Casco, Bárbara Hobecker. Distribuidora: Cine Tren. Duración: 92 minutos.
“The Party”, de Sally Potter Por Mariana Zabaleta La política no puede ser más que una farsa, porque la realidad es dramática. Estas y otras oscuras ideas recorren la propuesta de The Party. Sus personajes dionisiacos, son poseídos por el gesto del impulso: de la histeria. Histeria colectiva de la post-postverdad. Personajes enroscados en el cinismo de pensar las relaciones en un eterno vinculo de rivalidad retórica. A pesar de tanta oscuridad existencial los temas y dinámicas que se establecen entre ellos construyen situaciones hilarantes. Fase diurna y fase nocturna de los personajes se articulan en un guion enroscado, dinámico y divertido. Dado cierto momento el arma aparece en la casa, como si de una Clue se tratara, algo de juego policial se suma al blanco y negro para exprimirle el jugo a la pantalla. Encarnando viejos ideales, una generación universitaria (y actoral) que dio debates en su momento y ahora muestra su brillo en la puesta. La diferencia generacional deja a los personajes más jóvenes la tragicomedia de las caras de velocidad y el feminismo de slogans. Entre todas estas miserias aparece un personaje enigmático. Marianne es la mujer mito, transita su presencia la casa a medida que la película avanza. Un enfrentamiento, por el amor del fantasma Marianne, despliega argumentos con culpa de clase y una contienda (casi filosófica) sobre la propiedad y el amor. Para estos personajes la única nobleza posible resulta el preguntarse si la empresa no fue en vano, si no se siguió el espejismo de un ideal antiguo. En tiempos voraces, donde el terreno parece cada vez menos fecundo para actualizar valores en propuestas reales. Es en la segunda mitad del film donde se empieza a mostrar una tragicomedia existencial. Luego de la presentación de las máscaras los personajes deberán romper con el estereotipo para entregar profundidad a sus conflictos internos y externos. No se puede dejar de pensar en Faces cuando se ven estos tipos de propuestas en la cartelera, más allá de que el fuerte éste en la idea de ver teatro en el cine. Cierta búsqueda de incomodidad se manifiesta en un enunciador mucho menos refinado que el de Cassavetes. Aun así, la propuesta utiliza hipérboles y ciertos excesos (muy marcado en las interpretaciones), para llegar a un cine lo más visceral posible. Ambas puestas concentran gran parte de su energía en construir relatos (en un tiempo y espacio acotado) donde la inestabilidad emocional y lo impulsivo convierte a los personajes en impredecibles. Otro recurso muy utilizado en The Partyes la presencia del componente musical para generar tensiones dinámicas en la puesta. Toda esta montaña rusa de disparos (de arma en primera persona, como en Asalto y robo en un tren) y retóricos necesitara de un espectador activo que pueda llevar al pie del cañón las punzantes líneas del guion. Sin lugar a dudas una escena que nos dejara agotados, como en el teatro. THE PARTY The Party. Reino Unido, 2017. Guión y dirección: Sally Potter. Intérpretes: Timothy Spall, Kristin Scott Thomas, Patricia Clarkson, Bruno Ganz, Cherry Jones, Emily Mortimer y Cillian Murphy. Guión: Sally Potter y Walter Donohue. Fotografía: Aleksei Rodionov. Edición: Emilie Orsini y Anders Refn. Distribuidora: CDI Films. Duración: 71 minutos.
“Ikigai, la sonrisa de Gardel”, de Ricardo Piterbarg Por Mariana Zabaleta El recorrido de un artista se liga a la búsqueda de una expresión. La búsqueda se inicia en los motivos, la tragedia es una grieta que recorre el film, la cerámica, los cuerpos y se extiende con dinamismo. Las ruinas y el polvillo coronan envolviendo en niebla la escena. Un estallido que no es solo explosión, es ruptura de espacio y tiempo. “Éste debe ser el aspecto del ángel de la historia. Es el ángel que ha vuelto el rostro hacia el pasado.” Los sobrevivientes vieron las ruinas desde la mismísima grieta, sus palabras son testimonio/pieza de accidentes, acontecimientos que reconstruyen en acciones y sensaciones después del estallido. Estos testimonios se esfuerzan por recordar sus últimos momentos antes del acontecimiento, cada mínimo detalle reconstruye un puente propio, pero compartido, de un pasado ingenuo que ha sido mudado. Las ruinas de la memoria es el espacio que los testimonios habitan. “Donde a nosotros se nos aparece una cadena de acontecimientos, él ve una única catástrofe que constantemente amontona ruinas sobre ruinas, arrojándolas a sus pies.” Una cámara testigo, amiga y confidente, se hace presente con experticia. El baile, el color, la tradición familiar encarnan motivos de los testimonios durante la primer parte del film. El discurrir sobre el carácter del cielo, una partida de domino, y demás acuarelas porteñas conviven con lo destrozado. “Este ángel querría detenerse, despertar a los muertos y reunir lo destrozado.” El taller de mosaiquismo enfrenta a las ruinas reconstruyendo la imagen de Gardel, su sonrisa angelada disipa la niebla, iluminando esperanzado el futuro. La tempestad, que impulsa irremediablemente todo hacia el futuro, encuentra un sendero de luz. La búsqueda de una expresión artística culmina en las ruinas, levanta de ellas el arte un nuevo templo, encarnado en este film, la cerámica y los cuerpos. IKIGAI, LA SONRISA DE GARDEL Ikigai, la sonrisa de Gardel. Argentina, 2017. Dirección: Ricardo Piterbarg. Guion: Ricardo Piterbarg y Telma Satz. Fotografía y cámara: Juan Costamagna. Montaje: Roly Rauwolf. Música: Sebastián Díaz. Duración: 72 minutos.
“Miguel Abuelo et Nada”, de Agustín Argento Facundo Caramelo y Juan Manuel Muñiz Oribe Por Mariana Zabaleta Había una vez amigos, una reunión casual y el encuentro en la música permitió que cinco forasteros crearan una hermosa pieza musical. La historia de éste suceso tiene por escenario tierras lejanas, el eco de la voz de Abuelo nos permite acceder a un mundo fantástico y natural, donde seres sin nombre nos hablan desde el seno de la tierra. También se hacen presentes los fantasmas, que cantan canciones de tormentas, frio y hambre. Argento, Caramelo y Muñiz Oribe le ponen impronta juvenil a este documental. El material de archivo se hace presente, aunque pequeño, algunas instantáneas en blanco y negro dan cuenta del espíritu de una época. Lejanos 70s vagabundeando por Paris nos muestran un Miguel Abuelo sucio y desprolijo, joven, tenaz y de rozagante picardía, Luciérnaga con luz propia, Abuelo conquistó Paris con su versátil voz. Diversas entrevistas darán forma a su personalidad y figura en los círculos artísticos parisinos. Anécdotas a parte, el fuerte el film hace foco en el proceso creativo que llevo a un grupo de desconocidos a concebir Miguel Abuelo et Nada. Una búsqueda exhaustiva a través de las canciones, superpone entrevistas y música, imágenes psicodélicas ilustran un viaje metafísico al interior de múltiples seres. “…tras el hombro derecho flotan espíritus (a modo de viñetas), experimento la sensación de que, además de mí, en la habitación hay otros cuatro […]” Benjamín y Abuelo recorrieron el camino de la experimentación con drogas. Abuelo canalizo toda su experiencia en su obra, brillante su voz nos invita a vivenciar esquirlas de aquellas experiencias. “Nada” condensa estas viñetas, sin haber sido editado en Argentina éste documental renueva los aires de reconocimiento, una mezcla de devoción y lúdica inspección. El rey Miguel sabía mucho de rosas, y las rosas querían saber de Él. Sentando precedente en la distancia, en la voz/eco de Miguel Abuelo resuena su eterna aura. Porque somos instantes en el mundo. Atravesando el tiempo y el espacio estallando en colores en la gran pantalla. Porque todas las cosas traen alguna música. MIGUEL ABUELO ET NADA Miguel Abuelo et Nada. 2018, Argentina. Dirección: Agustín Argento Facundo Caramelo y Juan Manuel Muñiz Oribe. Documental. Duración: 60 Minutos.
“No llores por mí, Inglaterra”, de Nestor Montalbano Por Mariana Zabaleta Qué hace falta para jugar un partido de fútbol? Inglaterra no trajo el juego, espacio de educación y recreación que atraviesa a toda la sociedad rioplatense, sin distinción de edad, clase o sexo. Palpitando épocas convulsionadas, una crisis de representación política en puerta, sumado al tanque del mundial que ya desembarca en nuestras pantallas, el ejercicio de Montalbano resulta por demás oportuno. No es coincidencia que ante semejante espectáculo mediático (bacanal y mesa de negocios de las potencias y sus colonias) nos replanteemos la Argentinidad. Hay un desfasaje evidente, molesto y materialmente incidente, entre la algarabía del espectáculo y nuestra agenda agitada por la preocupación de una economía rota y una clase dirigente que ya no puede disimular su farsa constitutiva. El grotesco criollo se consolida a través del tiempo como un eficiente estilo de representación de nuestra enmarañada y monstruosa identidad nacional. Terreno de aporía y constante crisis, Montalbano se monta sobre el collage para conformar con desenvoltura, merito de un gran trabajo colectivo, una puesta en escena tan atractiva y dinámica como lúdica. Un colorido escenario se puebla de enérgicas “figuritas”, superalbun de figuritas Billiken. Una Buenos Aires colonial donde desfilan rostros contemporáneos en disfraces bien confeccionados. El juego de la superposición permite no desvincular el rostro de aquellas figuras, Jose Chatruc, Fernando Cavenaghi, Matías Martin, entre otros, para confeccionar una diégesis resolutiva. El universo que nos presenta Montalbano supone la actualidad y con ella reescribe la historia de las invasiones inglesas. Gran parte de los gags más convincentes son la articulación del presente con aquel lejano pasado, el uso del lenguaje y los modismos más propios de nuestra idiosincrasia dicho por los estereotipos “figuritas” del pasado. Los Ingleses traen la pelota para encandilar a los criollos, su estrategia de invasión cultural no contaba con la demente pasión de los habitantes de estas tierras lejanas. Nuevamente nos encontramos ante el velo del espectáculo, la batalla por las reglas está en juego, pero la pelota y la cancha son nuestras. El estilo quijotesco de San Pedrito (Diego Capusotto), mezcla razonables conjeturas con el ímpetu desquiciado tan propio de los genios. Estilo crítico, monstruoso y apasionado que caracteriza tanto a nuestra lucida idiosincrasia como al más sano cine argentino. NO LLORES POR MÍ, INGLATERRA No llores por mí, Inglaterra. Argentina/Uruguay, 2018. Dirección: Néstor Montalbano. Guión: Néstor Montalbano y Guillermo Hough. Intérpretes: Gonzalo Heredia, Mike Amigorena, Laura Fidalgo, Diego Capusotto, Mirta Busnelli, Luciano Cáceres, Fernando Cavenaghi, José Chatruc, Fernando Lúpiz, Roberto Carnaghi. Producción: Esteban Lucangioli y Araquen Rodríguez. Distribuidora: Digicine. Duración: 90 minutos.
Los corroboradores, de Luis Bernárdez Por Mariana Zabaleta Una historia trágica, la que se escribe por sobre las crisis. La ciudad de Buenos Aires como territorio de lucha y mapa de idiosincrasias. Este falso documental pone sobre relieve un par de verdades; modelos de ciudad y modelos de nación dan forma a la carne y el concreto. Los edificios de la ciudad son testimonio y testigo de dichos proyectos. Jano, de rostro bifronte, es el símbolo de Los corroboradores. Primera pista de la investigación, a la que asistimos, a través del relato de una periodista francesa en Buenos Aires. La marca de Jano nos indica la existencia de una logia, descubierta por un misterioso investigador uruguayo, su participación en off será pieza fundamental en la reconstrucción del relato. Un mito dentro de un relato, la narración de los hechos versa sobre una investigación: Los corroboradores se inscriben como mito fundacional de la ciudad de Buenos Aires. Dejando de lado, e invisibilizando el sustrato prehispánico heterogéneo de estas tierras, la elite fundadora del (aun existente) Jockey Club será la protagonista de esta hercúlea empresa. Ya Lugones supo poner la poesía épica, y su funcionalidad en el mundo griego, en vinculo directo con la música y la poesía gaucha. Bernandez, en la exposición (vía entrevista a especialistas) del mito de Los corroboradores vincula la similaridad de ciertos edificios, patrimonio de la ciudad, con edificios de importancia institucional de Paris. Nada es casualidad cuando se superponen las imágenes de archivo, postales y antiguos videos, sobre las fachadas de los edificios. Una modernidad en crisis se cristaliza en el símbolo bifronte, mirar hacia atrás para construir el futuro, dejando Paris para reubicarse en Buenos Aires. La misma operación, que se efectúa sobre las imágenes en la película, es la que constituye la construcción de la ciudad y de la identidad Latinoamericana en sí. La patria del pastiche y el bricolage, territorio de citas entre estilos y estéticas. Los corroboradores, primeros posmodernos, donde el plan de recreación de lo exógeno (el ser parisino) se concreta (trágicamente) en la hibridación. Duchamp sabiamente señaló: “Buenos aires no existe”: no-lugar como aquel que surge del impulso vital del desarrollo y la crisis de los modernismos. La vigencia de los tópicos tratados es estremecedora, lo mejor del misterio y las intrigas internacionales para aquellos espectadores que no temen poner su realidad en duda. LOS CORROBORADORES Los corroboradores. Argentina, 2017. Dirección y Guión: Luis Bernárdez. Intérpretes: Andreé Leonet, Carlos Altamirano, Daniel Schávelzon, Rafael Cippolini, Gabriel Dimeglio. Producción: Luis Bernárdez. Distribuidora: Independiente. Duración: 70 minutos.
Basada en hechos reales, de Roman Polanski Por Mariana Zabaleta Dónde encontramos las marcas de un autor? Quizás es interesante volver a preguntarnos si es necesario realizar dicha búsqueda, si la obra es dependiente de su/sus enunciadores que ya no participan a nuestro mundo de carne y hueso. Quizás, estos últimos, se posan en el límite de la diégesis como arañas, tejiendo la historia desde los bordes. Retomando una narración más cinematográfica, ya acostumbrados a sentir el crujido de las dinámicas del teatro, Polanski nos mete de lleno en un efectivo thriller psicológico. Maestro del género, nuevamente podemos sentir la gélida tensión de la llamada “trilogía del apartamento”. La inestabilidad emotiva se concreta, con la suma de tensión, en una serie de eventos confusos y amenazantes, nunca sabemos fehacientemente cuales son las intenciones y motores de los personajes. El pasado siempre inscribe alguna tragedia/suicidio como sangría, el comienzo del relato siempre aparece marcado por ese momento (espacio en blanco/vacío) que modeliza los hábitos y patologías de los protagonistas. En esta oportunidad la famosa escritora Delphine Dayrieux (Emmanuelle Seigner) se cruza con la misteriosa Elle (Eva Green). Un vínculo que comienza con erotismo y complacencia evolucionara en una encarnizada lucha de amo/esclavo que por momentos entrega ribetes de terror a lo Misery(sin la complacencia del grotesco). Donde Assayas mete la cola como co-guionista, un elenco con figuras populares (Eva Green) produce una mezcla que ya nos resulta conocida desde El otro lado del éxito (2014) y Fantasmas del pasado (2016), sin ir más lejos. El conflictivo proceso creativo es retratado con dramática maestría, ¿Quién podrá atribuirse la autoría? Una última vuelta de tuerca nos complica aún más el asunto, el duelo de escritoras se debate la enunciación del relato, cabalgando el film sobre siluetas y sombras. Entre tantas manos, tantas mentes puestas en juego, el dibujo de la trama se sigue, pero se nos escapa constantemente, dejando más cuestiones en suspenso que resueltas. BASADA EN HECHOS REALES D’après une histoire vrai / Based on a True Story. Francia, 2017. Dirección: Roman Polanski. Intérpretes: Emmanuelle Seigner, Eva Green, Vincent Perez, Noémie Lvovsky y Dominique Pinon. Guión: Roman Polanski y Olivier Assayas, basado en la novela de Delphine de Vigan. Fotografía: Pawel Edelman. Música: Alexandre Desplat. Edición: Margot Meynier. Distribuidora: BF Paris. Duración: 100 minutos.
Soldado, de Manuel Abramovich Por Mariana Zabaleta Todas las instituciones tienen sus rituales, puertas adentro las lógicas de lo privado inscriben hábitos, usos y costumbres, que no imaginamos. Soldadode Manuel Abramovich, es una propuesta desprejuiciada e inteligente, nos permite mediante cámara fija contemplar espacio y tiempo dentro del Regimiento de Infantería N°1. Lugares de tradición y costumbre, vocación y meta de generaciones pasadas siguen vigentes puertas adentro. El correntino Juan José González oficia de lienzo para esta doble “formación”, aquella que dentro de la institución corrige y da nueva “forma” a su cuerpo, gesto, maneras de hablar y caminar. Como también el ojo afilado de Abramovich, que permite dar “forma”, mediante largos planos fijos, del proceso de educación gestual y psicológico al que los jóvenes son sometidos. La cámara atestigua, distante, el porvenir del joven González. Su carrera lo lleva a integrar la banda militar. Un engranaje más, y por tanto esencial, en la gran maquinaria que es la instituciónmilitar. Avisado de ello su entrenamiento será férreo, la conciencia de conjunto parece fundamental para desempeñar correctamente sus funciones. El heroísmo del legendario Pedro Ríos, Tambor de Tacuarí, es relatado como parte de la instrucción, no solo quedando como anécdota sino, más bien, siendo antecedente y legado su patriotismo en combate. El rostro del joven Juan José no se ve como el de Pedro, quizás porque una de las grandes virtudes de este film es permitir ver la contenida gestualidad de la formación como una forma más, honesta y por momentos inocente, de los hombres-niños que se deben a los héroes. SOLDADO Soldado. Argentina, 2017. Guión, fotografía y dirección: Manuel Abramovich. Edición: Anita Remón. Sonido: Sofía Straface. Distribuidora: Compañía de Cine. Duración: 73 minutos.
La librería, de Isabel Coixet Por Mariana Zabaleta Una voz en off nos introduce en la escena, si hay algo que la literatura ha elaborado y el cine complejizado, es la relación de dicha voz con la diegésis de la obra. Ese mundo que la ficción construye, establece una relación confusa y compleja con dicha voz: ¿Dónde se oculta nuestro narrador?, ¿Viene del pasado o del futuro?, ¿Vive en dicho mundo o lo construye desde sus límites para deleitarnos? Toda la riqueza de dicho problema no es trabajado en la propuesta cinematográfica de Coixet. Una película que versa (supuestamente) sobre la literatura presenta un gran despliegue formal, impecable puesta de cámaras sacan gran provecho a cuidadas locaciones destacando un gran trabajo de la dirección de arte, salvadas estas cuestiones La librería se queda corta. Es llamativo como uno de sus personajes mejor logrados destaca los principales problemas de la cinta. El Sr. Brundish sabiamente sentencia: de tratarse de una biografía es preferible que sea sobre personas buenas, de tratarse de una novela son más entretenidas si son de personas malas. La librería es una novela, su protagonista Florence Green es la viuda más anodina y bonachona de la historia del cine. Tamaña paradoja hace insostenible el relato, su “revolucionaria” y “aguerrida” propuesta de poner una librería en un pueblo costero de Inglaterra, durante los años 50´s, nunca termina de definirse como un propósito racional claro. La conexión con un pasado sentimental de casada y su presente “amor” por los libros parecen ser los únicos motores de tamaña empresa. Un capricho encuentra su límite en otro capricho, la villana Violet Gamart resulta de una mal aprovechada participación de Patricia Clarkson, entregando una pseudo Cruella De Vil que apenas tiene espacio y tiempo para desarrollarse como personaje. El Sr. Brundish ya nos había entregado la reflexión más literaria de la puesta, quemar toda foto y nombre humano que señalara la propiedad y autoridad intelectual de una obra era la única manera de establecer un vínculo real y concreto con la literatura. Amar la literatura es entender la obra por fuera de su autor, darle la libertad de ser arrojada al mundo dispuesta de igual manera al éxito y al fracaso. Nunca ser un éxito de ventas sino más bien atravesar al lector entregando un mundo posible, donde la voluntad y el deseo rompen con las limitaciones de los estereotipos, aquellos que ayudar a entender nuestro propio mundo. LA LIBRERÍA The Bookshop. España/Reino Unido/Alemania, 2017. Dirección: Isabel Coixet. Intérpretes: Emily Mortimer, Patricia Clarkson, Bill Nighy, James Lance, Frances Barber, Gary Piquer, Charlotte Vega, Richard Felix y Honor Kneafsey. Guión: Isabel Coixet, sobre una novela de Penelope Fitzgerald. Fotografía: Jean-Claude Larrieu. Música: Alfonso de Vilallonga. Edición: Bernat Aragonés. Distribuidora: CDI Films. Duración: 115 minutos.