Pepo: la última oportunidad, de Juan Irigoyen y Cristian Jure Por Mariana Zabaleta En pocas oportunidades el cine nacional entrega un retrato tan intimista como el que Juan Irigoyen y Cristian Jure nos presentan. La vida de Rubén Darío, alias Pepo, resulta ser emotiva e interesante. La delgada línea entre la persona y el personaje se disuelve en una estruendosa carcajada de niño hombre. El relato se construye a través de la idea de “una última oportunidad”, aquella posta que Pepo decide tomar para alejarse del delito y las drogas; enfocándose en su vida emotiva y profesional. El primer tramo de la película se centra en presentar el relato de los padres y de Pepo (voz en off), versando sobre su salto desde una tierna infancia hacia la cárcel, donde las drogas se definen como el factor indiscutible que arroja como resultado la incursión en la delincuencia. Nunca dejamos de ver la mirada nostálgica de Julia, una madre que más de una noche rezó suplicando por el bienestar de su hijo. Dura, comenta con rectitud critica, las fechorías pasadas cometidas por su hijo. En contraposición la voz y rostro de su padre resuenan como un eco, entregando el relato más nostálgico y conmovedor de la infancia de Pepo. Sus padres se consolidan como sus fans más presentes, vemos como su madre lo acompaña a sus presentaciones como una fiel representante. La pasión por la música provoca un cambio, el hacer y toda la energía creativa y física se concentran en un momento de camaradería y placer visiblemente presente. Los escenarios son todos diferentes, algunos más allegados a la noche y los excesos, otros más familiares e íntimos. En todos ellos Rubén Darío despliega una simpatía y conexión evidente. Resulta similar acompañarlo a la cancha: Racing, su club, lo vincula con una masa fervorosa que proclama sus cánticos en la cancha. La satisfacción del niño hombre se plasma en una gruesa sonrisa. Pepo: La última oportunidad muestra que solo será una última, y real oportunidad, aquella en la que se embarca por momentos solo y por momentos acompañado, creciendo al calor del afecto y la alegría de poder compartir el hacer musical con otros. PEPO: LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD Pepo: la última oportunidad. Argentina, 2018. Dirección: Juan Irigoyen, Cristian Jure. Intérpretes: Rubén Darío Castiñeiras y flia. Duración: 81 minutos.
Entre viñedos, de Cédric Klapisch Por Mariana Zabaleta El mayor problema del patrón no ha sido ganar la tierra, sino más bien mantener su posesión a través de las generaciones. El campo nada sabe de herencias, la tierra se presta para quien la trabaja. Entre viñedos nos muestra como la idiosincrasia francesa establece este vínculo como un drama familiar. Tendrá tintes de comedia, poco de tragedia, en comparación con otro estreno reciente Mudbound: El color de la tierra, la propuesta de Klapisch muestra un presente agreste extremadamente ameno. El patio de Francia parece un edén donde jóvenes y regordetes cosechadores se sumarán a la fiesta del vino. La muerte del padre, patrón hacendado, será el disparador de la vuelta a casa del hijo perdido (aquel que sin demasiadas complicaciones pudo viajar a través del mundo). Las tensiones del reencuentro con los hermanos entregan viñetas de ternura y rivalidad. Más allá de ello los planos del campo y el proceso de producción están realizados con gran pulcritud, quizás algo en la puesta resulta demasiado impersonal, constituyendo anodinas imágenes propagandísticas de la zona. Cada personaje planteara una resolución a sus conflictos en perfecta combinación con la de sus compañeros, la familia se agranda y el desarraigo se ahuyenta. El trabajo no es el problema, la tenencia de la tierra que fue amenazada (no por extranjeros) tiene un final feliz, lo propio nunca dejara de serlo si se constituye una familia fuerte y convencional. Tan alejados de un final mínimamente verosímil los 113 minutos de la cinta se tornan un tedio. Por lo demás la manufactura del film es prolija, sin grandes sobresaltos, una propuesta que apuesta por el estereotipo mas acartonado y anodino del presente francés. ENTRE VIÑEDOS Ce qui Nous Lie. Francia, 2017. Dirección: Cédric Klapisch. Guión: Cédric Klapisch y Santiago Amigorena. Intérpretes: Pio Marmaï, Ana Girardot, François Civil, Jean-Marc Roulot, María Valverde, Yamée Couture, Jean-Marie Winling, Florence Pernel, Éric Caravaca, Tewfik Jallab. Producción: Cédric Klapisch y Bruno Levy. Distribuidora: Impacto. Duración: 113 minutos.
Mudbound: El color de la guerra, de Dee Rees Por Mariana Zabaleta El campo en Missisipi parece un vasto lodazal. A pesar de ello presenciamos como el pesar de sus protagonistas mucho tiene que ver con la pertenencia a la propia tierra. Aquella por la que se trabaja, se suda, se sangra y se muere. Norteamérica ha construido sus ídolos de celuloide también en aquellas remotas tierras. El sueño norteamericano no solo latía en los corazones de los blancos, Mudbound: El color de la guerra pone el palpitar en aquellos negros que trabajaban cuerpo a cuerpo, afligida y acallada anónima nación. La guerra quiebra todos los órdenes, aquellos que fueron sus protagonistas (Ronsel y Jamie) no podrán volver a casa siendo los mismos. Por mucho de traumático que haya tenido esa situación parece indicar un camino de desvió y reformulación de ciertas viejas costumbres de la idiosincrasia sureña. Volver a casa supone el reencuentro con la diferencia, aquella que dividió (y sigue marcando) los usos y espacios habilitados para cada quien. La bucólica vida supone otros tiempos, algo de ello se siente. El ritmo pautado por los monólogos de cada uno de los personajes hace a la cinta un tanto larga, al mismo tiempo da espacio a construir una variada propuesta de personajes que retoma la vía de lo atractivo. Se hace presente el pulso de la novela que da respaldo a la propuesta. Temáticas que no pierden vigencia en el cine norteamericano son llevadas con asepsia, ganancia de un guion que se muestra pulido y acabado. Por otro lado, y a pesar de lo dicho anteriormente, las interpretaciones no destacan ni consuman grandes escenas. Todo tan meticulosamente cuidado; una estética de lo políticamente correcto que no permite desenterrar el horror de la guerra y la diferencia. MUDBOUND Mudbound: El Color de la Guerra, Estados Unidos, 2017. Dirección: Dee Rees. Guion: Dee Rees, Virgil Williams. Intérpretes: Jason Mitchell, Garrett Hedlund, Jason Clarke, Rob Morgan. Duración: 134 minutos.
El sereno, de Oscar Estévez y Joaquín Mauad Por Mariana Zabaleta La máscara de Pauls se muestra renovada, Estévez y Mauad le sacan provecho entregando un thriller psicológico de gran nivel. Un rostro ajado por el tiempo, curtida la piel, sostiene una mirada cristalina que desde el primer momento se conecta nostálgica y perdidamente con el pasado. El sereno es un personaje enigmático, sabemos que su pasado oculta sombras, fantasmas que como al viejo Scrooge lo asaltan al pie de su lecho. Esta vez ninguna navidad reconfortará al espectador, el laberintico deposito conforma una atmosfera claustrofóbica. Nunca salimos de él, espacio donde los recuerdos se depositan sin tránsito, estancados se pudren en la tormentosa mente de Fernando. Cuando por fin accedemos al nombre, Fernando, los enigmas ya son una intrincada red de pistas. Sombras y luces juegan en una impecable puesta fotográfica que entrega impecables notas de Noir en un escenario desprovisto, despojado de las sobrecargadas puestas que solemos observar. La imaginación, y sus oscuros horizontes completan los espacios donde juegos de terror se desarrollan. La construcción de planos, por momentos enmarcando a Fernando dentro de habitaciones cuyas ventanas no tienen vidrio, resaltan la sensación de encierro y nos entregan un exterior (dentro del propio plano), donde nuestros ojos y quizás otros también amenazan y observan al protagonista. El llanto como disparador, un arma y una linterna reposan dentro del cajón, elige tu propia aventura. Primeros cuarenta minutos que te dejará sin uñas, un desenlace pausado, limpio y sin grandes sobresaltos. El manejo de la tensión se da con gran elocuencia, reminiscencias a Hitchcock desparramadas por los planos entregan un puzzle del cual no daré mas adelantos. Solo queda por destacar, nuevamente, la trastornada y opaca mascara en que se convierte el rostro de Pauls, recordando la magnífica interpretación de Nicholson en El resplandor. Los intrincados y oscuros pasillos de la mente nuevamente nos entregan un paseo por el infierno. EL SERENO El sereno. Uruguay/Argentina, 2017. Dirección: Oscar Estévez, Joaquín Mauad. Guion: Oscar Estévez, Federico Roca. Intérpretes: Gastón Pauls, César Troncoso, Álvaro Armand Ugon, Valentina Barrios. Duración: 90 minutos.
Vergel, de Kris Niklison Por Mariana Zabaleta Un lenguaje secreto queda al descubierto, el duelo pocas veces se describe tan opresivo, sin pie en diálogos corales cargados de monótonas palabras. El ancla del dolor deja a la protagonista varada en orillas de la locura, boyando en el mar de recuerdos y susurros, mientras su amado flota en cada eco sin poder descarnarse. Con extrema elegancia, toda la puesta en plano se muestra finamente diseñada. Los colores, intensos, se suman al caudal de tensión que encausa en una atmósfera por momentos claustrofóbica. El calor acompaña cada plano mientras la acción transcurre únicamente en un departamento de octavo piso. La protagonista espera repatriar el cuerpo de su difunto marido, los quehaceres de tamaña empresa marcan el pulso de una rutina que intercala diálogos por teléfono con el cuidado de las plantas. Un balcón frondoso configura una selva, el departamento es una misteriosa isla desierta donde la protagonista se encuentra naufraga. El encuentro con Otra, una misma que promete un afuera, ofrece un salvavidas emocional y carnal. Un momento íntimo, privado, queda al descubierto. Asistimos así a la revelación de un secreto. Es “La vida secreta de las plantas”, aquella conexión arcaica que ciertas mujeres trasmiten desde generaciones, un vínculo real y metafísico, quizás químico, más bien concretamente sentimental que se pone en primer plano durante toda la película. Eros y Tanatos hacen su opaca presencia en la tensión que genera la atmosfera opresiva y el delirio de la protagonista, solo el grito sale de su boca. “Es más fácil decirlo con flores” reza un libro en un estante, húmedo y vivido canal de vida, las plantas alivianan el peso y permiten levantar el ancla del dolor. VERGEL Vergel. Argentina/Brasil, 2017. Guión, fotografía, arte y dirección: Kris Niklison. Intérpretes: Camila Morgado, Maricel Álvarez, Daniel Fanego, Daniel Aráoz y Maria Alice Vergueiro. Música: Arrigo Barnabé. Edición: Kris Niklison y Karen Harley. Sonido: Martin Grignaschi. Duración: 86 minutos.
Hablemos de amor, de Sergio Rubini Por Mariana Zabaleta Una historia de amor suele ser la historia de una ciudad. El encuentro de los amantes redescubre cada rincón componiendo las más pintorescas postales de los más mundanos recovecos del mundo. Ciudades capitales del viejo continente se enorgullecen en oficiar las más singulares y cómicas escenas de amorío. Hablemos de amor nos priva de todo aquello. Entregando una tediosa catarata de diálogos entre alaridos y desproporcionadas gesticulaciones. Un grotesco criollo (a la italiana) con el anodino gusto que produce la llana confrontación generacional en un contexto como el de dicho país. No hay ausencia de dinero, solamente frustración, fracaso y humillación. Dos parejas encaran el drama cuando se descubre la infidelidad en una de ellas. Punto de partida para una catarsis, por momentos inverosímil, donde poco de lo más mundano (en las dos acepciones de la palabra) queda por fuera. La pareja confrontada invade el living de la feliz pareja de escritores, solo un pez es testigo inaugural, y de clausura, de toda esta insoportable viñeta. Quizás estemos igual de atrapados, al otro lado del frio cristal, siendo testigos de semejante histeria. Sin mayores sobresaltos esta obra teatral, forzosamente devenida en película, deja atrás la vital presencia de los cuerpos sobre el escenario. Encerrados en un departamento observamos estas sombras parlanchinas, poca catarsis resulta mientras afuera la luna y el sol alumbran Roma. HABLEMOS DE AMOR Dobbiamo Parlare. Italia, 2015. Dirección: Sergio Rubini. Guión: Sergio Rubini, Carla Cavalluzzi y Diego De Silva. Intérpretes: Fabrizio Bentivoglio, Maria Pia Calzone, Sergio Rubini, Isabella Ragonese, Antonio Albanese. Producción: Marco Balsamo, Carlo Degli Esposti y Marco Camilli. Distribuidora: SBP Worldwide. Duración: 101 minutos.
120 pulsaciones por minuto, de Robin Campillo Por Mariana Zabaleta Un ejercicio de guion inteligente condiciona, intrínsecamente, la politicidad de toda propuesta cinematográfica. 120 pulsaciones por minuto es un claro ejemplo de como el relato puede implicar un sujeto colectivo tanto complejo como cristalino. La opacidad de la agrupación francesa ACT-UP Paris (AIDS Coalition to Unleash Power) es descripta con el tesón de la puja y tensión características de las más antiguas asambleas. Jóvenes y adultos, unidos por una condición estigmatizante (HIV) conducen enérgicamente la discusión entre propuestas retóricas y artisticas de intervención. La performance bebe la vitalidad de aquellos frágiles, pero resueltos, cuerpos. Testimonio algo nostálgico conduce y atomiza el foco colectivo en múltiples historias. Una clara segunda parte se detiene exhaustiva, pagando con cierto dinamismo, en las relaciones y los diversos personajes implicados. Aunque la extensa duración de la película conduce por momentos al sopor, el componente autobiográfico presente se cuela con gran soltura. Relato que ofrece tanto el azote de los eventos como las edulcoradas escenas de discoteca. Cámara testigo inteligentemente muestra la privacidad en lo público, como la publicidad de lo privado (aspecto complejo y vital de la estigmatización del SIDA). Activismo como forma de vida en camino a la muerte, gran parte del acierto es logrado por las elaboradas interpretaciones (y direcciones) de Perez Biscayart y Arnaud Valois. Lejos de los lacrimosos lugares comunes de otras puestas sobre el tema, la valentía por momentos impetuosa y joven contagia la sala bajo el enérgico grito de protesta. 120 PULSACIONES POR MINUTO 120 Battements par Minute. Francia, 2017. Dirección: Robin Campillo. Guión: Robin Campillo y Philippe Mangeot. Intérpretes: Nahuel Pérez Biscayart, Arnaud Valois, Adèle Haenel, Antoine Reinartz, Ariel Borenstein, Félix Maritaud, Aloïse Sauvage, Simon Bourgade, Médhi Touré, Simon Guélat. Producción: Hugues Charbonneau y Marie-Ange Luciani. Distribuidora: CDI Films. Duración: 140 minutos.
Rex, de Fernando Basile Por Mariana Zabaleta El teatro de la crueldad nunca termina. Si el mundo es un gran escenario, el cine reproduce al infinito las postales más crudas del devenir humano. El momento de la tragedia fascina y nunca dejará de funcionar, maldita máquina a sangre. Arrastrados por cada latir la tensión aumenta arrojándonos a un desenlace apabullante. Cuando todos estos elementos están dados con maestría la empatía se produce y compartimos el azoramiento de sus protagonistas. Rex es un pibe del conurbano, la pálida tensión de lo cotidiano se genera en la fricción con sus pares masculinos. Todos parecen imbuidos en un frecuente fastidio. Las cosas se suceden sin aparente relación, pequeños actos o accidentes van configurando el complejo e intrincado tablero, que como laberinto dispone el destino de sus victimas. Basile dispone el juego con cintura, nos entregamos a la historia gracias a las convincentes interpretaciones. Cabe destacar el trabajo de sonido que genera las atmosferas correctas para arrojarnos a la desconcertante desazón. Una historia tan conocida e intrigante como la mismísima cultura occidental. Desde adentro es difícil ver la configuración del mecanismo, siendo engranaje solo se puede obedecer al movimiento esperando en el reposo un buen desenlace. Marcados por los juegos de los dioses, sus protagonistas solo pueden cumplir los designios de la profecía. Una vez mas ésta trama se actualiza confluyendo en la sublime aporía del intelecto humano; la inmensidad del horror muestra la paradoja de la libertad humana. REX Rex. Argentina, 2017. Dirección: Fernando Basile. Guion: Fernando Basile y Javier Aparicio. Interpretes: Javier Aparicio, Sergio Marinoff, Juliana Muras, Yasmin Sapollnik, Manuel Intrieri. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 102 minutos
Se ocultan en la oscuridad, de Drew Gabreski Por Mariana Zabaleta Que fenomenal, y por momentos hilarante, es el complejo sistema del lenguaje. La etimología, como estudio del paso del tiempo sobre las palabras, escribe singulares capítulos. Ya habrán notado la dificultad para hablar de Se ocultan en la oscuridad, no por ser compleja, sino por querer rescatar algo de ésta propuesta que solo falla constantemente. Terror Clase B se convierte en el menú del “finde” en la cartelera, semana tras semana. Nunca digas su nombre, Huye, Aplicación siniestra, No toques dos veces, y tantas otras más, nutrieron de horas de entretenimiento a cada espectador que desprevenidamente ingreso al cine. Antes de concluir el año podremos nuevamente degustar el sinsabor de los lugares comunes que sin un ápice de tensión transitamos como fotos en la pantalla. Si hay algo que resulta llamativo es la poca empatía, que esta película genera, ante una tan antigua como poderosa temática. El rapto, como tema, atraviesa la historia del arte occidental con mucha presencia. Toda la exuberante vitalidad que en dicho acto se manifiesta no se encuentra bajo ningún aspecto en Se ocultan en la oscuridad. No podrá dejarse pasar la asociación de dicha temática con temas religiosos. Sobre este punto reside cierta cómica coincidencia. El rapto como fin de los días, trae la perdida imprevista del infante en manos de desconocidos (monstruos- Otros), en suma complacencia con una comunidad (monstruos-pares). Escatológico en sus dos acepciones, tanto por aquello como por jugar con el relato del fin de los días del Dr Chambers, SE OCULTAN EN LA OSCURIDAD Be Afraid, Estados Unidos/2017. Dirección: Drew Gabreski. Elenco: Brian Krause, Jaimi Paige, Louis Herthum, Jared Abrahamson, Michelle Hurd, Michael Leone, Noell Coet, Sade Kimora Young, Kevin M. Horton y Eric Chandler. Guión: Gerald Nott. Fotografía: Scott Peck. Música: Corey Wallace. Distribuidora: SBP Worldwide. Duración: 99 minutos.
Good Time: Viviendo al límite, de Josh Safdie y Benny Safdie Por Mariana Zabaleta Vertiginosa, es claro que ciertos géneros están pasando por una etapa de crisis, nostálgicos nos podemos complacer con esta inyección de adrenalina. La tibieza, auspicio de una corrección política cada vez más opresiva, infecta las propuestas de thriller en la cartelera desde hace años. Suerte la nuestra el censor no puede contener a los hermanos Safdie, gambeteando los lugares comunes con la experticia y el ojo del cinéfilo que no se contenta con la simple cita. Gamberros suman al pibe Pattinson a una sesión de desbocada locura, ya habíamos detectado el brillo del joven actor en sus participaciones con Cronenberg. Cosmopolis y Polvo de estrellas rompieron con la acartonada patina teen, para mostrar las oscuras grietas desde las cuales Pattinson resurge como una de las nuevas promesas del cine actual. Desbocada carrera por la ciudad, la maquinaria policial no tiene un rostro determinado, acecha cada esquina estropeando los planes de Connie (Pattinson), mientras que el motor de su empresa nunca deja de ser leal. La fuerza centrípeta que Connie ejerce coloca varios personajes en orbita a su carrera, niña amante, chulos, bravucones, etc. Diseñados y puestos en escena de manera limpia y entrañable. La atmósfera de tensión nunca desciende, empresa compleja que recuerda las jóvenes propuestas del cine independiente danés de Nicolas Winding Refn, La trilogía Pusher cosechó fanáticos, haciendo escuela en el genero a la par de grandes como Lumet, Tykwer, y necesariamente Scorsese. La dupla Safdie se suma a esta pandilla con altanería. Como Connie mismo, para ser vándalo no solo hace falta tener agallas, hay que saber contar historias. Lujo aparte la hipnótica actuación de Benny Saftie, confrontando directamente al espectador volveremos a esperar encontrarlo en la gran pantalla. GOOD TIME: VIVIENDO AL LIMITE Good Time, Estados Unidos, 2017. Dirección: Josh Safdie y Benny Safdie. Guion: Josh Safdie y Ronald Bronstein. Interpretes: Robert Pattinson, Benny Safdie, Taliah Webster, Jennifer Jason Leigh, Buddy Duress. Duración: 101 minutos.