Multitudinarias apariciones Una familia numerosa (Delivery Man, 2013) es una remake del film canadiense Starbuck (2011) -como se conoce al personaje de Vaughn) dirigido también por Ken Scott. La trama se centra en David Wozniak (Vince Vaughn) un fracasado y endeudado repartidor de carne errático por sus actitudes irresponsables en todos los órdenes de la vida; la cual está estancada en la ilusión de lo que supo ser. Todo esto se mantiene durante cierto tiempo, hasta que un día el pasado le da un cachetazo feroz a David: es padre de 533 adolescentes, de los cuales 142 quieren conocerlo. ¿Cómo sucedió esto? Nuestro protagonista confiesa haber donado esperma bajo el nombre de Starbuck en su adolescencia durante más de tres años; a cambio de una gran suma de dinero por cada “donación”. A partir de esto se debate algo que muchos de nosotros consideramos un tema cerrado: si el donante además de ser progenitor es también padre en cuanto a lo simbólico se refiere. Algunos creemos que lo biológico no implica necesariamente asumir la función simbólica que implica la paternidad; y más aún en casos de donación de esperma, donde se explicita esto en un contrato de confidencialidad. Bueno, la cuestión es que en esta película todo esto se toca pero muy, demasiado superficialmente y con toques que lejos de aportar humor, sólo logran caer en más clichés que ya vimos y oímos miles de veces. Una-Familia-Numerosa-Delivery-Man-Carteleras-de-Cine-620x350 Más allá de eso, la película parte de la base de un personaje incorrecto política y socialmente, irresponsable (algo que Vaughn suele interpretar en casi todas sus caracterizaciones) que rápidamente intenta humanizarse, y cambiar de posición subjetiva al enfrentarse a este multi-encuentro. El debate sociológico y legal quedan en segundo plano absolutamente, porque la pretención del film de Scott es justamente otra: tomar un tema sensible y lograr empatía a través del humor. En teoría esta propuesta puede funcionar, pero el inconveniente es justamente que el humor está bastante ausente en la cinta, y cuando aparece no logra el efecto esperado. Una familia numerosa es en síntesis una película excesivamente sentimentalista, con un guión que hace agua por todos lados, y que carece de buenos toques de comedia. Además la temática nos predispone a caer en lugares comunes y recurre constantemente al golpe bajo, y luego de un desarrollo algo interesante, los conflictos que nos presenta el film se cierran sólo superficialmente. Lo más destacable tiene que ver con las actuaciones bien logradas, en especial la de Vince Vaughn y su compañero de aventuras y defensas, Chris Pratt.
El malestar en la cultura y sus resistencias La historia (basada en hechos reales) de la película Dallas Buyers Club que a nuestro país llega con el nefasto título de El club de los desahuciados se centra en Ron Woodroof (Matthew “me prendo en todas” McConaughey), un electricista texano, mujeriego y homofóbico que suele participar en rodeos y apostar bastante dinero en ellos. Luego de desmayarse inesperadamente, a Ron le diagnostican VIH y su vida cambia de manera progresiva: sufre la discriminación que el tanto profesaba y el hostigamiento de sus compañeros de trabajo, que lo tildan de “homosexual” ya que el paradigma establecido en dicho momento (comienzos de los 80s) y que se mantuvo bastante tiempo después era que sólo los homosexuales por ser los más promiscuos, padecían SIDA. Tras negar y re-negar contra el diagnóstico; este hombre acude al el hospital local donde se le niegan los tratamientos experimentales con AZT, gracias a un “convenio” firmado entre el estado y las empresas productoras. Para poder acceder a él tiene dos opciones: ser objeto de estudio dentro de la investigación que esta probando la eficacia de tal droga, y correr el riesgo de formar parte del grupo control, es decir el que recibe sólamente placebos y con el que se contrarrestan los resultados obtenidos; o bien probarlo mediante la compra ilegal. Obviamente Ron se inclina por la segunda posibilidad que lo inicia en una aventura por la que incluso termina cruzando la frontera en busca de una solución que aliviane su enfermedad. La película continúa en México: a través de un pseudo médico “exiliado” Ron encuentra los primeros cócteles e información sobre la droga que el estado pretende legalizar. Este es sólo el comienzo del éxito que lo lleva al contrabando y la distribución de fármacos en lo que da por llamar El club de compradores de Dallas. En su cruzada contra la corrupción dentro del ámbito sanitario; Ron conocerá a Rayon (un irreconocible Jared Leto travestido), y a una joven doctora (Jennifer Garner) que aunque temerosa, sabe que los planteos y creencias del protagonista son ciertos. AMF_7277 (341 of 376).NEF Si bien muchos de nosotros estamos hartos del lugar común que los Oscars promueven al hablar de películas basadas en hechos reales, y más cuando la temática ha sido archi ultra megra trabajada como es el caso del sida, la homosexualidad y la discriminación que ésta conlleva; en esta película es posible ver más allá de los convencionalismos. Esto se debe en parte a la gran y magnánima interpretacion de Matthew McConaughey, que tal vez junto a True Detective nos brinda la posibilidad de ver las mejores actuaciones de su carrera . Sin embargo su destacado rol excede el cambio físico, y en cierto punto excede y supera a la historia que se está contando; se trata aquí de los distintos matices que él puede personificar al jugar con las ambiguedades que Ron presenta de forma tal que logra ser convicente y emotivo a la vez. No pasa lo mismo con Rayon (Jared Leto) ya que en su caso la exigencia física supera a la interpretación y se transforma en apenas un elemento funcional a la trama; o más que a la trama al cambio de posición subjetiva y de modelos mentales que maneja McConaughey previamente a la declaración de la enfermedad. Mientras que Garner cumple con su rol secundario que por momentos resulta insulso, pero que finalmente muestra estar bien construído y acorde al planteo crítico del film para con la industria farmaceútica mundial. La película no cuenta con banda sonora original, sino que la música viene a funcionar como acompañamiento ambiental al drama de Ron, que en palabras de su director, ya tiene un ritmo propio en sí mismo. Entre canciones de T. Rex que hablan sobre lo extraña que es la vida, la obra de Jean-Marc Vallée critica y retrata por momentos de forma difusa, y por momentos incisivamente desde otra postura el tema de la segregación social ya sea por un síndrome como el VIH, por enfrentarse a una megaindustria o por x motivo. Más superficialmente podemos pensar que la trama de la película excede el tema de la hipocrecía y corrupción en el sistema de salud, sino que funciona como una crítica a cualquier tipo de ventajismo o egoísmo que las personas profesamos vorazmente en todas las esferas de la vida al beneficiarnos por desgracias ajenas para obtener réditos, aún incluso cuando lo que está en juego es el bien más preciado de todos: la vida humana.
La era del vacío La Grande Bellezza, del director italiano Paolo Sorrentino, empieza de forma un poco bastante confusa, y se mantiene durantela mayor parte de la película así. Sin embargo, los cambios de ritmo constantes, hacen que en definitiva resulte una obra armoniosa que merece ser recordada como tal dentro del cine europeo actual. Luego de algunos planos furiosos que nos muestran fiestas y música inconexa y bulliciosa, conocemos a Jep Gambardella (Toni Servillo), un periodista y escritor que desde hace tiempo no escribe; y que en su Roma tan querida como despreciada, no halla inspiración para su segunda novela. Este hombre a lo largo de la película descubre que no está siendo del todo feliz y que además de estar rodeado de hipocrecía burguesa, todo planteo pseudofilosófico entre su grupo de amigos es pretencioso, se reduce a la nada misma. Los recorridos de Jep por la noche romana y sus fiestas y obras teatrales muestran su falta de optimismo hacia la vida en general, pero no sólo la suya, sino hacia la vida contemporánea mientras lo vemos asistiendo a reuniones y cenas donde los diálogos aunque superfluos, también pueden tornarse discusiones sobre dialéctica y filosofía a la hora de analizar el vacío mundano al que todos estamos expuestos. En definitiva, la película de Sorrentino propone un gran drama sobre la existencia humana, y el vacío de la vida humana cuando nada logra atravesarla, o interpelarla; o bien cuando la pose y las formas importan más que el contenido mismo de la persona. Creativa y mordazmente Sorrentino apela a la crítica de la intelectualidad esnobista sobre todo dentro de las artes escénicas y literarias y donde la hipocrecía es la condición de pertenencia. Lo hermoso de esta película, más allá de la sensibilidad y emotividad genuina que invita a la reflexión general y permite un bello y maravilloso final, es el deleite visual que desde el minuto cero vemos; ya que los planos, la dirección de fotografía y la estética que sugieren las imágenes son de una calidad extraordinario. La única contra que encuentro es la extensión del film ya que por el tema que se toca, resulta denso en sí mismo; y por momentos se torna repetitivo y esta reiteración puede devenir en cansancio por parte del espectador.
Conduciendo por un sueño Woody Grant (Dern) vive en Montana y es un hombre mayor que vive con su esposa en una relación de más de cuarenta años que está plagada de incomunicación, quejas y muchos reproches. Un día este señor recibe una carta en la que se le informa que ha ganado un millón de dólares, o al menos eso es lo que cree; sin embargo; la carta esconde un engaño y una estafa perfectamente legal. Luego de varios intentos por parte de la esposa y los hijos, de hacer entrar en razón a su padre con respecto a la naturaleza de la carta que ha ocasionado que Woody se fugue del hogar; su hijo menor David (Will Forte, a quien muchos sólo conocíamos por su faceta cómica en Saturday Night Live) decide llevarlo a destino (que no es otro que Nebraska) para darle el gusto y hacerse con el supuesto“premio”. Durante la primera parte del film, Payne acude a la belleza en términos visuales para narrar lo que será una road movie centrada en la senilidad y la fragilidad de la relaciones; sobre todo las parentales. En esos momentos podemos ver las grandes panorámicas que aún siendo un film en blanco y negro, colman de color al interior más profundo de Estados Unidos, con caminos amplios casi tanto como el recorrido que Woody hará, además de cielos con ausencia de construcciones altas que acompañan inocentemente el relato. Mientras que la segunda parte se situa ya en el viejo Hawthorne, el pueblo natal de Woody y su esposa; lugar que se puede definir como “pueblo chico, infierno grande” ya que a partir del cambio económico del protagonista resurgen nuevas viejas amistades, y con ellas, su intento de beneficiarse del octagenario. Esta segunda mitad; a diferencia de la primera está cargada de más situaciones de humor negro e irónico que a la vez; rozan lo melancólico constantemente. En esta ocasión Payne apuesta por diálogos lacónicos que armonizan con una bella fotografía en blanco y un degradé de negro, además de un naturalismo intimista para contar una historia simple; que aunque atraviese distintos estados de ánimo y sensaciones a lo largo de casi dos horas; en definitiva de lo que trata es de la muerte y de como el paso previo si bien puede ser doloroso; también puede tomarse como una aventura y una oportunidad para sincerarse y expresar lo antes reprimido. Todo esto se acompaña de un pasado marcado por el alcoholismo; la Guerra de Corea y los pequeños entretenimientos de un pueblo detenido en el tiempo; sin ambiciones ni perspectivas de cambio. En Nebraska todo parece funcionar a la perfección (excepto la familia Grant) ya que los recursos visuales cargan de emotividad un relato inundado de buenas y grandes interpretaciones; sobre todo las de Dern y Forte que realmente logran trasladar sus sensaciones a los espectadores con quienes compartirán risas y momentos de nostalgia y añoranza por igual. Luego de la polémica en torno al estreno del nuevo film de Alexander Payne que finalmente llega a los cines este jueves 20; sólo podemos agradecer por la oportunidad de ver dentro de la cartelera local historias tan personales como esta.
Amantes eran los de antes La posiblemente obra más reversionada y adaptada del mundo es definitivamente también la historia de amor más conocida por todos: Romeo y Julieta de William Shakespeare. A la historia la conocemos todos pero se resume así: Los Montesco y Capuleto son enemigos históricos, y utilizan las calles de Verona como escenario principal para sus peleas . Sin embargo, el joven Romeo Montesco está por fuera de esta disputa de la que sólo es parte por una cuestión de tradición familiar. Un día Romeo asiste a un baile de máscaras en la propiedad de los Capuleto, evento donde esperan que su hija Julieta se comprometa con el joven Conde Paris. Pero las cosas no salen como se planean, y esa noche en vez de comprometerse, Julieta conoce a su Romeo y casi instantáneamente se enamoran; sabiendo que tendrán que ballatar contra todo y todos para poder vivir ese amor. Hemos visto o sabido de distintas versiones: por un lado la de Georges Méliès de 1902 que se considera perdida, o las más memorables de Franco Zeffirelli (1968) o mi favorita, la original y personalísima de Baz Luhrmann (1996). Todas y cada una fueron y siguen siendo recordadas por algún elemento distintivo ya sea la fiel reproducción y tradición de los textos, la originalidad del contexto donde sucede, el ingrediente pop moderno, o los recursos técnicos que se utilizaran. Allí es donde reside el primer conflicto con esta nueva versión de 2013 que pareciera ser una reproducción más de la tragedia shakespearana aunque sin su componente principal: la pasión. William Shakespeare en todas y cada una de sus obras nos habla de diversos temas universales, pero centrándose en uno principal: en Macbeth hay ambición, mentira y codicia; en Otelo celos, en Hamlet todo eso se condensa en deseo procrastinado y en Romeo y Julieta el gran tema central es la pasión como motor de ese amor tan imposible, riesgoso y prohibido. No olvidemos que los personajes son adolescentes cuando se conocen y su frescura, libertad y obsesión amorosa los lleva al punto de envenenarse intencionalmente ( en el caso de Romeo) porque sin Julieta y su pasionalidad, el mundo ya no es mundo y la vida no merece ser vivida así. Bueno todo eso que el texto aún siendo sólo la transcripción de la obra, sabe transmitirnos para lograr emoción y empatía, y que ni hablar de las funciones teatrales o proyecciones fílmicas nombras; aquí esta ausente. No hay química entre los protagonistas; la joven Julieta (Hailee Steinfeld) luce aún más joven de lo que el personaje requiere, pero a pesar de eso por momentos (los menos) logra trasmitir inocencia y pureza pero todo esto cae cuando comparte escenas con Romeo (Douglas Booth); el amante más inexpresivo que hemos visto en mucho tiempo...Un joven que reaaciona de la exacta misma y vacía forma cuando conoce y se enamora de la joven, cuando son separados y cuando finalmente ocurre el trágico desenlace. El resto del elenco incluye nombres más conocidos y respetables como Damian Lewis, Paul Giamatti, y Natascha McElhone pero excluyendo algunas escenas de Giamatti, los demás no suman ni restan. Probablemente esta nueva versión pueda ser una forma de llegar a un público joven, el tipo de público que tal vez acepte con más clemencia ver este tipo de películas románticas edulcoradas. Por Marianela Santillán
Todo sobre mi hijo Philomena está basada en una historia real, que luego fue plasmada en el libro El Niño Perdido de Philomena Lee, escrito por el periodista de la BBC Martin Sixsmith. La historia es la siguiente: Philomena Lee (Dench) queda embarazada siendo tan solo una adolescente. Por vergüenza de su pecado, la familia la envía a vivir a un convento de monjas donde no solo tiene que trabajar para que sus pecados sean perdonados sino que también es obligada a firmar un contrato donde acepta dar a su hijo en adopción además de renunciar a cualquier derecho sobre él, incluyendo cualquier futura búsqueda. A los cuatro años de edad, Anthony es separado de su madre Philomena; quien guarda el secreto de su juventud hasta el día en que su hizo cumple 50 años. Cuando ella ya no puedo guardar este secreto, se lo confiesa a su hija, quien a su vez y casi de casualidad, se lo cuenta a Martin Sixsmith (Steve Coogan), un periodista de la BBC recientemente despedido que intenta escribir un libro y retomar su carrera y buena imagen. Con la condición de que Sixsmith escriba una nota sobre la búsqueda, él y Philomena incian un viaje primero por la abadía de las monjas en Irlanda, y luego en Washington de donde obtienen más pistas sobre el hijo perdido. Stephen Frears en Philomena apunta a narrar una historia sobre abandono, culpa y redención que cuestiona y critica tanto a la religión católica como a la política mundial. A través de sus recursos cinematográficos logra, sin caer en lugares comunes ni acudir a golpes bajos, conmover y/o manipular la emoción del espectador para trasmitirle el dramatismo que los actores le imprimen a la cinta. Sin embargo, la cuestión de la emotividad se queda a medio camino ya que si bien podemos sentir el drama que se atraviesa durante los 98 minutos, la reiteración narrativa y visual, lejos de conmover, cansan y vuelven a un tema sumamente interesante y sensible, en una cuestión alivianada acercandose a un film estilo Hallmark Channel. Tal vez si el film se hubiese entregado a su costado confrontativo que se diluye con el pasar de los minutos, o al cinismo cómico políticamente incorrecto de los protagonistas, la película podría resultar más que un mero drama demasiado calculado. A pesar de eso, además de la riqueza de la historia original y real de Philomena Lee y las magníficas interpretaciones de Judy Dench y su compañero de viaje/investigador periodístico Steve Coogan ( quien también oficia de co-guionista del largometraje) hacen de la proyección más amena, sobre todo en los momentos donde la solemnidad se ausenta de la producción de Frears. Por Marianela Santillán
El secreto de su caos Es sabido que la adaptación al cine de una obra teatral no siempre funciona bien y es lógico que así sea ya que la forma de manejar la trama, de dialogar y discurrir y por sobre todo de manejarse en el espacio físico y en relación a otros personajes en muy diferente en ambos tipos de manifiestaciones artísticas. Sin embargo, al ver Agosto, por momento no sabemos cuales son los personajes que lograron captar que se encontraban dentro de un film y cuales se mantuvieron fieles (y no en el buen sentido) al espirítu teatral de la pieza. La trama comienza cuando Beverly (Sam Shepard), esposo de Violet (Streep, quien sufre un cáncer bastante avanzado), se va de su hogar y luego aparece sin vida en su velero, en lo que aparenta ser un suicidio. Ante tal tragedia, las hijas (y la hermana de Violet) acuden a la vieja casa familiar al funeral; pero ni siquiera los ánimos de ese mismo día pueden apaciguar el caos familiar que se comienza a desatar a través de la ira y el brutal “sincericidio” venenoso y grotesco de Violet hacia todos sus parientes. La excusa será la medicación y drogas varias que ingiere por su enfermedad, pero su agresividad se torna avasallante para todos: partícipes y espectadores por igual. La única persona que “le hace frente” a Violet es Barbara (Julia Roberts) hija mayor, quien asiste al funeral con su hija adolescente, y su marido en pleno proceso de separación. A esto se suman la hija menor Karen (Juliette Lewis), y la hermana del medio, Ivy (Julianne Nicholson), quien reniega por ser la única que se ocupo de sus progenitores, a la vez que mantiene una relación amorosa secreta con su primo hermano Charles (Benedict “actúo en cuanto film haya dando vueltas” Cumberbatch). El elenco de estrellas se completa con los padres de Charles (Chris Cooper y Margo Martindale), y Joanna, una mucama cheyenne que Beverly contrata antes de morir; y que aparenta ser la más “centrada” y sabia de un grupo cargado de secretos y miserias. La cuestión con el film de Wells es que pareciera más una clase de actuación acompañada por una excesiva y por momentos poco justificada, cuota de histrionismo; donde desfila, grita, y llora un elenco cargado de estrellas, que si bien no se opacan, están muy por detrás de Meryl Streep y Julia Roberts. Ambas (aunque tal vez sea mayormente el caso de Streep) hacen ostentación y abusan de la palabra rompiendo con el clima naturalista que se intentaba mostrar desde el escenario físico elegido, para caer en la grandilocuencia teatral que si bien pueden encantar a quien mire, al ser algo permanente durante los 120 minutos, termina resultado agotadora. Por momentos recordé a Festen (La celebración, 1998) de Thomas Vinterberg y no sólo por la temática de discusión-cena familiar-secreto develado, sino por el estilo de actuaciones y los movimientos de cámara, sin embargo, en La celebración se podía notar un nivel más moderado dentro del caos que era la familia general; en Agosto los personajes están para gritar, para ver quien se queja mejor, quien puede interpretar mejor su miseria, y en este duelo de yoes, la historia queda en segundo plano. Tal vez, Nicholson y Cumberbatch en el rol de sufrida parejita de primos, con sus escenas dulces y musicales logran aminorar de alguna forma los decibeles de histrionismo del grupo, pero Agosto no abandona, y se orgullece de no abandonar su histeria, enojo y pasión visceral que casi todos los personajes emanan a lo largo de las dos horas que dura el film. Por Marianela Santillán
Compulsión a la repetición La trama de Escándalo Americano gira en torno a Irving Rosenfeld (un Christian Bale luciendo gordo y pelado que renienga de su condición capilar) un hombre que tiene una cadena de tintorerías que tapan su “negocio” real: él es un estafador que finge ser prestamista. Irving no sólo tiene que sostener una actuación en su ámbito laboral, sino que en su vida personal debe hacer lo mismo ya que es un hombre casado, que en una fiesta conoce a Sydney Prosser (Amy Adams), una bella mujer que comparte gustos musicales con él y quien además lo entiende a la perfección. Al poco tiempo ella se convierte en su socia, y se hace pasar por una aristócrata británica llamada Lady Edith Greensley que tiene contacto con grandes bancos, quien eventualmente comienza una relación amorosa con Bale. El drama novelesco no puede faltar, y por ello uno de los conflictos está centrado en Irving ya que no se atreve a dejar a su mujer Rosalyn (Jennifer Lawrence), una rubia con tanta inestabilidad como aptitud para la manipulación que está empeñada en no divorciarse. A este drama se suma otro mayor: el duo estafador es atrapado por un agente del FBI, Richie DiMaso (Bradley Cooper), quien les propone un “arreglo” para evitar ir a la cárcel: deben ayudarlo a atrapar a grandes políticos corruptos ( entre los que entra Renner) haciendo uso de sus habilidades para las estafas. Hasta ahí va todo más o menos bien, a no ser porque esta historia la vimos varias veces, (la referencia más próxima que todos tenemos es Casino de Martin Scorsese, aunque en realidad toda la obra del legendario director nos viene a la cabeza) y contada de mejor forma. Más allá del abordaje, las actuaciones son de un gran nivel en los cinco personajes principales; siendo Bale y Adams los que mejor manejan sus roles ya que le dan más verosimilitad al relato que cuando Cooper y Lawrence copan la pantalla -sí, Lawrence no es la película, como se viene diciendo hace días-. Además el nuevo film de Russell tiene algo de inestabilidad que puede encandilarnos o llevarnos al punto máximo de hartazgo: hay giros de trama y de tono todo el tiempo; tal vez para no dejar de sorprender al espectador y para lograr mantener su atención; pero esta herramienta se vuelve tan repetitiva que termina justamente cayendo en eso, en el aburrimiento. Excesos a veces muy bien utilizados pero a veces, la mayoría… innecesarios. Que se entienda bien: los excesos son en cuanto a estrategias actorales (mucho grito desmesurado en escenas que quedan “colgadas” dentro de la película y que carecen de la intensidad que pretenden transmitir), vestuarios archi mega cargado de escotes extremos que se lucen las 24 horas del día, texturas superpuestas; y peinados exagerados que coronan este pastiche que aspiraba a ser una sola pieza narrativa, pero que de tantos saltos temporales, cambios de estilos y de narradores, no termina de unificarse en un sólo producto que el espectador puede disfrutar. Tal vez esto tenga que ver con que durante una primera mitad la película parece fluir mejor, con más calma… pero luego todos los conflictos comienzan a bombardear al espectador: el drama amoroso-familiar, la tragicomedia, el arrepentimiento e intento de recuperar amistades, la denuncia política, el film-noir, etc, etc, etc.Todo eso en los veinte, veinticinco minutos finales del film que concluye con una reflexión moralista sobre el sueño americano y que si bien es exagerada en muchos aspectos, desde el guión los excesos que la trama propone quedan invisibilizados en comparación con los que sí vemos en la dirección de arte.
Liderazgo Infantil Vi El juego de Ender sin saber mucho sobre la trama; tan sólo sabía que la película estaba basada en la primera de las cuatro novelas de Orson Scott Card; novelas que no leí y pensé que este primer acercamiento audiovisual a la historia funcionaría como una puerta de entrada para abordar la producción literaria. Sin embargo la decepción fue tal, que el film en vez de "venderme" la historia, logra que la repela; ya que la obra de Gavin Hood me aburrió pero no tanto por el argumento sino porque sentí que el clima que se creaba no generaba intriga aún cuando la situación se predisponía a eso, era monótono y esto pasó durante las casi dos horas que fui espectadora. El juego de Ender es una propuesta de ciencia ficción sobre una sociedad militarizada que lucha por su subsistencia ante la amenaza constante de presencia extraterrestres. El film comienza mostrando como cinco décadas después de salvarse, gracias a una guerrero que logró detener una ataque al planeta, y así evitar la extinción , los invasores han desaparecido pero sólo para fortalescerse y preparar una nueva estrategia ofensiva. Ante esto, la única esperanza para lograr que La Tierra no sea invadida dependerá de las habilidades y aptitudes de un grupo de jóvenes niños que serán entrenados mediante el uso de videojuegos, simuladores y demás escenarios donde la práctica será mediante la realidad virtual. Uno de estos niños (Asa Butterfield), tiene la posiblidad de ser “el elegido” para una estrategia que contenga y luego destruya paulatinamente a las fuerzas enemigas tanto por su destreza, habilidades estratégicas y sus características psicológicas; características que hacen que el coronel Hyrum Graff (Harrison Ford) lo elija como la gran promesa militar , que es el supervisor/mentor del asunto. En fin, una trama que si bien ya se ha visto en cine; no deja de ser interesante y seguramente en el libro el enfoque de ciencia ficción se transmita de mejor forma que en la película; al igual que el intento de reflexión filosófica que comienza a esbozarse hacia el final del film, pero una vez más la intención y el torpe abordaje de esta historia, diluyen estas propuestas, y sólo contribuyen a aumentar la sensación de aburrimiento como emoción general en el observador. Sin embargo, no todo es malo en este film y destaco dos "elementos": los efectos especiales mantienen un nivel óptimo durante todo el largometraje, y la laboral actoral de los niños con un elenco encabezado por el ya nombrado Asa Butterfield ( a quien ya vimos en la maravillosa La Invención de Hugo Cabret) es espectacular; no así los roles interpretados por los protagonistas adultos, con un Harrison Ford que nos da un papel digno de ser olvidado.
¿Hay lugar para la prolijidad en el universo beat ? La historia de En el Camino relata justamente el camino recorrido en carretera durante los años 40s y principio de los 50s por Sal Paradise (alter ego del propio Kerouac, interpretado aquí por Sam Rilley, a quien vimos hace años como Ian Curtis en Control), acompañado de sus amigos Dean (alter ego de Neal Cassady representado por Garret Hedlund), un alocado ¿hipster? mítico de la generación beat. Del viaje también participan Marylou ( LuAnne Henderson e interpretada por la bella Kirsten Stewart), el célebre escritor William S. Burroughs (Viggo Mortensen bajo el nombre de Old Bull Lee), y su compañero Allen Ginsberg (nombrado como Carlo Marx e interpretado por Tom Sturridge), entre otros. Encuentros y desencuentros entre los máximos exponentes e instigadores de la mítica generación beat en Norteamérica se sucederán en el film mientras estos personajes toman a la poesía, la sexualidad y la liberación juvenil como sus máximos valores a la vez que comenzarán a crear un tipo de literatura anecdótica donde narrarán sus propias experiencias con la música; el jazz en particular, la libre sexualidad y el uso experimental de drogas mientras rechazaban la forma clásica de vida americana y preferían la espontaneidad y la sensación de estar a la deriva. Tan prolija desde lo visual como narrativamente bella, En el camino visual está muy bien en todo, de hecho el guión me pareció que encajaba de forma casi perfecta con este universo que Salles quiso mostrar. Sin embargo el “problema” real es que si al igual que yo, los espectadores buscaban y esperaban fidelidad al relato, no la encontrarán aquí. Kerouac justamente en On The Road, y en toda su obra literaria en general apuntaba a la visceralidad, a la provocación, a la crudeza en su máxima expresión, a generar intensidad, a narrar escenas repletas de salvajismo sexual, que aquí si bien son varias, se manejan al igual que todo lo demás; en un tono entre respetuoso y nuevamente prolijo. get10 Desde lo actoral todo el elenco funciona bien dentro de está película donde todo funciona bien, pero quien más se destaca es la bella Kirsten Stewart con sus desnudos, o bien Viggo Mortensen al interpretar a otro gran escritor, William Borroughs. Pero en mí caso, mi actuación favorita la encarna el genial Steve Buscemi, en un papel que no podría ser interpretado por alguien más. Ya hablamos de lo visual, pero cabe rescatarse que el film cuenta con imágenes fascinantes, algunas de las cuales están filmadas en el sur argentino (Bariloche), una elección que encaja de maravilla a la hora de recrear paisajes desiertos que rozan el surrealismo. Todo funciona adecuadamente en esta película, si, lo repito. Sin embargo el enfoque característico de Walter Salles (que ya vimos en Diarios de Motocicleta y algunas películas más) y su forma excesivamente estilizada de filmar generan un vacío emocional que se percibe durante todo el largometraje y que si bien dio buenos resultados en el pasado, tratándose de una novela de Jack Kerouac da la sensación de alienación: de una voz personal que nunca llega a surgir en el relato, y de esa furia existencial que aquí está ausente pero para quienes no hayan leído la novela, la obra de Salles funcionará tal vez como una excelente primera forma de acercarse luego a la literatura de la generación beat.