El Potro, lo mejor del amor (2018) es la nueva película dirigida por Lorena Muñoz, realizadora detrás de Yo no sé que me han hecho tus ojos (2003) y Gilda (2016), por lo que casi parecería algo natural que fuese ella quien llevara a la gran pantalla la vida de Rodrigo Bueno, alias El Potro, el cuartetero oriundo de Córdoba más conocido del país. El film comienza presentándonos a El Bebote -como Rodrigo sólo ser llamado antes de conocer la fama a nivel nacional- en sus múltiples y fallidos intentos por lograr establecerse como músico melódico para, luego de la muerte de su padre, pasar a ser un ídolo del cuarteto y extender esa pasión más allá de Córdoba, logrando incluso introducirlo en teatros y boliches de todo el país, al punto de llenar 13 fechas en el mítico Luna Park. Pero no todo es color de rosa, y Lorena Muñoz lo sabe y relata a la perfección al lograr una película que inmortilice a la figura, pero que no se quede sólo allí y apunta también al relato personal, a mostrar a Rodrigo más allá de la fama, incluyendo la relación con sus padres (Florencia Peña y Daniel Araoz), con su manager El Oso (Fernán Mirás) y con sus parejas, en especial el tan mencionado romance con Marixa Balli (Jimena Barón) y con Patricia (Malena Sánchez), madre de su único hijo Ramiro -quien también es parte del elenco al encarnar a uno de los músicos de la banda de El Potro-. Más allá de esto, El Potro también narra aquello que no siempre conocemos en la vida de un ídolo: las confusiones, la angustia tras la muerte de su padre, los excesos y lo intenso de una profesión tan demandante que desde afuera parece perfecta, pero en lo interno puede ser un trabajo agotador y sobre todo, solitario. En este sentido, el actor Rodrigo Romero resulta una gran revelación y el corazón del film al lograr componer a la perfección a un Rodrigo no sólo desde el parecido físico, sino también desde su versatilidad para expresar todos estos matices por los que El Potro pasó durante sus años de fama, hasta llegar al trágico fin. En cuanto a las actuaciones generales, se destacan las performances del gran Daniel Araoz, como ese padre que en un principio no quiere al mundo musical para su hijo, pero que luego es quien lo acompaña en sus primeros pasas en el camino a la fama, y por otro lado, Fernán Mirás como el fiel compañero, manager y sustituto de figura paterna para Rodrigo, encarnando una de sus mejores actuaciones de los últimos tiempos. De esta manera, a través de la imrada y dirección de Lorena Muñoz, y mediante el visto bueno del hijo del Potro, Ramiro Bueno, el film resulta un digno homenaje a la mítica figura del cuarteto, al mostrar su recorrido desde sus humildes comienzos tocando en la plaza del barrio, hasta consagrarse tocando en el Luna Park, con toda la carga emotiva que ese lugar significó para él y para su padre. Pero la producción se destaca por no enaltecer al ídolo, sino por mostrar todos sus costados: los buenos, los malos, los talentosos, los cuestionables y los genialmente creativos, y por hacerlo de manera intensa y emotiva. Definitivamente El Potro era un espíritu indomable, pero también es, una figura que por talento y esfuerzo, llegó a ser inmortal.
La Quietud, el nuevo film de Pablo Trapero (Mundo Grúa, Elefante Blanco, El Clan) es, en propias palabras del realizador “su film más libre y más arriegado”, en referencia a como fue producida la película -que por el afiche y los nombres internacionales podría dar a pensar que es una coproducción, pero no es así- y a la temática del film. La Quietud nos presenta a Mia (Martina Gusman) y a Eugenia (Berenice Bejo), dos hermanas: la primera viviendo en Buenos Aires y la segunda radicada hace muchos años en Paris. A partir de un acontencimiento familiar se reencuentran en La Quietud, la estancia familiar que poseen en Buenos Aires y desde el primer momento, podemos percibir que algo en su vínculo es al menos llamativo. Hay una extraña simbiosis entre ellas, se trata de un vínculo tan intenso que produce bastante incomodidad para el espectador, y este clima será el que caracterice a toda la producción. Por otro lado, la historia también incluye a Esmeralda (la magistral Graciela Borges) como la madre de ambas mujeres, quien aporta su cuota de incomodidad al film al tener una preferencia excesivamente marcada por Eugenia sobre Mia, a la que trata con poco menos que desprecio. El elenco se completa con Vincent (Edgar Ramírez), el novio de Eugenia, y con Joaquín Furriel, como el amigo y abogado de la familia. Sin embargo, estos dos últimos personajes resultarán accesorios, ya que el film se centra netamente en el universo femenino y en los vínculos entre estas tres mujeres, todos atravezados por lo no dicho, por el deseo de lo prohibido y por los secretos familiares que durante años fueron guardados en La Quietud, pero que en el presente vienen a justamente cuestionar y generar inquietud en esta pequeña gran familia que inicialmente parece perfecta e impoluta, pero que a medida que el relato transcurre, nos demuestra que no todo es lo que parece. Es en este sentido que la película incomoda constantemente al espectador, desde el contraste entre el inicio y el fin, las temáticas que aborda -que involucran la dictadura militar, menciones al aborto, violencia familiar, etc- hasta las intensas escenas de sexo que se exhiben, pasando por lo toques de humor que repentinamente cambian los climas. En La Quietud todo es intenso y complejo, hay algo oscuro en los roles de estas tres mujeres; y los hombres que las acompañan parecieran tener como función principal servir sin cuestionar, ser objetos de deseo, y encarnar el goce que aún velado y representado en lo sexual, es lo más genuino y sincero que estas mujeres tienen para ofrecer. Con una trama simple pero potente, Trapero logra una de las películas más personales e interesantes de su ya consolidada carrera. La elección de actores resulta excelente a la hora de componer a esta familia, unida pero fragmentada, en la que se destacan especialmente Graciela Borges y Berenice Bejo, pero los cinco protagonistas encarnan a la perfección la intensidad que el particular guión requiere. Imperdible.
Charco, canciones del Río de la Plata es un proyecto documental que se viene gestando hace años y que tiene como protagonista inicial al trovador y compositor argentino Pablo Dacal quien, tal como menciona en el trailer, está investigando sobre la canción rioplatense, su origen, presente y futuro de esa escena atravesada por innumerables influencias. Para ello, el músico recorre cuidades mientras reúne testimonios de músicos de ambas nacionalidades tales como, Jorge Drexler, Fernando Cabrera, Pedro Aznar, Gustavo Santaolalla, Fito Paéz, Palo Pandolfo, Martín Buscaglia o bien de cancionistas más jóvenes como Onda Vaga, Franny Glass, Sofía Viola. Todos ellos, de una manera u otra, hablan sobre sus propias experiencias y sobre como conciben al género canción, que a veces es tan difícil de definir. Sin embargo, uno de los momentos más interesantes de Charco tiene como protagonista a Vera Spinetta, quien junto a Fer Isella, reinterpretan Quedándote o Yéndote, de Luis Alberto Spinetta. Imposible no emocionarse. Charco está directamente relacionado con el libro de Martín Graziano; Cancionistas del Río de la Plata, publicado en 2011, Además, una de las riquezas de este psuedo documental es justamente esa, que no está construído bajo la estructura clásica de documental, ya que Dacal con su impronta lírica y teatral, aporta frescura y emotividad, para potenciar la narración. En definitiva, Charco brinda un maravilloso y conmovedor recorrido por las calles de Buenos Aires y de Montevideo, por sus historias, y por los espacios y cafés donde toda esta movida musical se fue gestando y expandiendo. Recordemos que después de todo, el corazón es el lugar y el lugar es el Río de la Plata.
Desobediencia (2017), primer film en inglés del realizador chileno Sebastián Lelio (Gloria, Una Mujer Fantástica) nos presenta a Ronit (la siempre magistral Rachel Weisz) como una fotógrafa inglesa que vive en New York, quien un día recibe una llamada en la que le avisan que su padre, el rabino de una comunidad ultra ortodoxa en Londres, ha fallecido. A partir de esta noticia, Ronit regresa a su antiguo hogar luego de muchos años de haber decidido alejarse de su padre, y rechazar las costumbres que su religión intentaba imponerle. Sin embargo, al regresar también percibe -en diversas oportunidades- el rechazo que la comunidad siente por ella, tanto por cuestionar sus mandatos como por elegir otra forma de vida. Además Ronit se encuentra con Dovid (Alessandro Nivola), antiguo amigo de la infancia y principal discípulo del rabino Krushka, quien, para sorpresa de Ronit, se ha casado con Esti (Rachel McAams), otra amiga de la juventud, que a diferencia suya, permaneció en la comunidad acatando las normal y reglas requeridas. Pero todo esto cambia cuando súbitamente reaparece la atracción mutua entre ambas mujeres, y entonces nos enteramos de una antigua relación romántica entre ella, que en el pasado supo ser descubierta por el líder de la comunidad. Si bien esta atracción “prohibida” es central en la trama, es sólo una prueba más de lo aplacado que está el deseo de Esti, deseo no sólo en relación a lo romántico sino deseo extendido a todos los aspectos de su vida; una vida que se ve como aparentemente buena y estable, pero que realmente está imposibilitada de todo tipo de libertad de elección, sobre todo si esas elecciones cuestionan las imposiciones sociales y religiosas y los mandatos familiares. En ese sentido podemos pensar que la verdadera demanda de Esti puede no tener que ver con un amor -ya sea homosexual o heterosexual- sino con una demanda de libertad, que sólo podrá lograr, una vez que se sincere consigo misma. De esta forma, Desobediencia va complejizando la trama a medida que se acerca a los personajes, y a lo que se espera de ellos, mientras construye un clima de tensión creciente y atmósfera incómoda tanto dentro del film como para los espectadores, logrado a la perfeccción por la excelente calidad actoral del trío protagónico. El resultado es un provocador film que invita al cuestionamiento personal a través de una simple pregunta ¿qué quieres?, o mejor dicho ¿ que quieres para tu vida? Imperdible.
La vendedora de fósforos, nueva película de Alejo Moguillansky (Castro, El Loro y el Cisne, El escarabajo de Oro), es en sí misma un festival lúdico que combina diferentes estilos y géneros para, a partir de la deconstrucción del cuento del mismo nombre ideado por Hans Christian Andersen; y los ensayos de la orquesta del Teatro Cólon junto al músico alemán Helmut Lachenmann -quien hacia 2014 intentara montar la ópera basada en dicho texto- construir una ficción original plagada de enredos. En el medio de eso están Marie (la siempre genial María Villar), y Valter (Walter Jacob), una pareja que con horarios complicados y dificultades económicas, intenta criar a su hija Cleo (Cleo Moguillansky). Valter está involucrado en la puesta en escena de la ópera de Lachenmann, pero no tiene muy en claro si realmente es una ópera o como abordar su tarea, por lo que Marie aporta muchas ideas y recursos, aún cuando esto signifique resignar horas a su nuevo empleo en casa de una antigua pianista. Fiel al estilo del cine de Moguillansky, el relato se irá abriendo en diversas direcciones, incluyendo cartas de amor con un guerrillo alemán, debates políticos y sobre lo que significa ser un artista vanguardista e incluso una escena en la que Cleo debe elegir cual película ver mientras su madre trabaja. Allí habrá dos opciones: Al azar Baltasar de Robert Bresson o El Hombre Robado de Matías Piñeiro-, y esa elección dictará de forma indirecta, su rol dentro del film. El resultado es un film desopilante y maravilloso, cargado de referencias de toda índole, con el plus de contar con excelentes actuaciones y sobre todo, una perfecta musicalización.
Dirección: María Alvarez Sección: Competencia Argentina Las Cinéphilas, ópera prima de María Alvarez, nos presenta a seis mujeres -dos argentinas, dos uruguayas y dos madrileñas- que aunque se muestran de forma distinta, comparten algo: la pasión por el cine. En forma de documental testimonial -un poco espontáneo, un poco desordenado- el film relata como cada una concibe al séptimo arte y que lugar ocupa éste en sus vidas. Así, vemos como una comenta que desde que enviudó, asiste todas las tardes a una cinemateca y ve "lo que den", pero aclara que ciertos directores ya la cansaron. Otra va al festival de Mar del Plata, y explica como es su ritual organizativo a la hora de seleccionar a que funciones irá; mientras que una tercera rememora sus escenas y diálogos favoritos del cine, a la vez que comenta que no cree en el amor para toda la vida. Las Cinéphilas son adultas mayores, quienes desde su joventud o bien ya en su adultez, se han sentido atraídas por el cine y sus múltiples encantos. Ya sea porque lo piensan como una compañía, como único recurso ante la soledad, o porque les encanta perderse en otros mundos y olvidar los suyos, todas abordan el tema con naturalidad, generando un relato ameno, que si bien por momentos se torna excesivamente melancólico, cumple su cometido. "No somos espectadoras", aclara una de las entrevistadas mientras refiere que el espectador es un ser pasivo, que todos somos espectadores, pero que un verdedero cinéfilo o cinéfila es quien se apasiona, se conecta, y se siente parte de ese universo cinematográfico. Imperdible, maravillosa e inspirada.
Las Vegas, la nueva película de Juan Villegas (Sábado, Los Suicidas, Ocio) que tuvo su preestreno como función de apertura en el BAFICI, es una fresca e insólita comedia de enredos que se sitúa hacia fines de año en Villa Gesell. Hacia allí por un lado se dirigen Laura (la excelentísima Pilar Gamboa) junto a su hijo Pablo (Valentín Oliva, más conocido como Wos, el rapero freestyle), en lo que resulta un viaje, bastate desafortunado por cierto, en micro; y por otro Martín (Santiago Gobernori), padre de Pablo junto a su nueva y jovencísima novia. Villa Gesell es muy especial para Laura y Martín, ya que allí fue donde se inició su amor y donde Pablo fue gestado. Ahora, al regresar estando divorciados, ambos adultos deben afrontar que su hijo ya tiene 18 años y que necesitan, cada uno por su lado, reencontrarse con éste a la vez que saldan sus deudas pendientes y asumen sus falencias como padres. Las Vegas trata de asumir el paso del tiempo, de las crisis de pareja y de los primeros amores, partiendo de la premisa del amor de verano. En este sentido, tal vez la mayor revelación del film, la aporte el debut cinematográfico de Oliva, quien en este caso halla en la joven guardavidas Cecilia (Camila Fabbri, a quien supimos ver en Dos Disparos), una compañía en su camino hacia la exploración y despertar sexual. En su nuevo film, Juan Villegas logra general un clima propicio para el humor vertiginoso, con buen ritmo y ameno, que continuamente coquetea con la melancolía, a la vez que los personajes se asumen como -aparentemente- intercambiables, o descartables, mientras exhiben las glorias de tiempos pasados, y las miserias actuales. Mención especial para la Piel de Lava, Pilar Gamboa, quien entre risas, insultos y llantos encarna a una Laura desbordada y sigue confirmando su gran habilidad para la comedia, en este caso dentro de una pequeña y vivaz trama, que resulta interesante por su realismo y también por lo placentero del resultado. Por Marianela Santillán
Clara (Elisa Carricajo) y Alejandro (Rafael Spregerburd) se mudan a un nuevo departamento en el microcentro porteño. Por cuestiones laborales, él se va de viaje a Italia y ella se queda sola en ese espacio desordenado y desconocido. Mientras tanto, ella espera la confirmación de una beca de doctorado, pero su interés real está en escribir una novela más que en su futuro académico. A medida que el film avanza y que el desorden en el nuevo hogar no cesa, Clara decide aceptar distintas propuestas, ya sea de vecinos o completos desconocidos, para escapar de su vida y de su estado confusional -tanto en relación a lo amoroso como a lo profesional- que se contrapone a la perfección con el creciente entusiasmo de Alejandro por los nuevos proyectos. De esta forma, la ópera prima de Florencia Percia narra a la perfección ese momento en cierta etapa de la adultez en la que un individuo se siente estancado y debe plantearse nuevos escenarios o bien continuar inerte ante el presente. Además, el film cuenta con la magistral actuación de Elisa Carricajo, quien compone excelentemente los distintos matices de su complejo personaje que mayormente se presenta “a la deriva”.
Recreo, el film codirigido entre Jazmín Stuart (Pistas para volver a Casa) y Hernán Guerschuny (El crítico, Una noche de Amor), relata, en clave comedia, lo que inicialmente se presenta como un fin de semana de descanso para tres parejas y sus hijos en el campo. El plan se arma como una especie de recreo, de corte con la rutina y las obligaciones cotidianas, para dar paso a la diversión y el relax en un nuevo escenario. La cita es en el hogar campestre de la pareja de excéntricos maduros de clase media alta compuesta por Carla Peterson y Fernán Mirás, que recibe como invitados a los conflictivos padres primerizos encarnados por Juan Minujín y Jazmín Stuart, y a la pareja de la infancia de Martín Slipak y Pilar Gamboa -tal vez quien brinda la mejor actuación del equipo- junto a sus pequeños trillizos. Entre desayunos compartidos, tardes de sol y pileta, y noches de alcohol y drogas, este grupo de adultos intentará liberarse de sí mismos, de sus trabas y buscarán revivir algo de lo que supieron ser en su juventud. Sin embargo, lo que surge es que más allá de eso, se revelan cuestiones privadas de cada pareja, antiguos secretos y se deja en evidencia las crisis por las que todos están pasando, pero que eligen evitar o ignorar hasta que éstas explotan solas; logrando exhibir las miserias y desilusiones de sus protagonistas. Recreo resulta una simpática comedia, que no termina de ser eficaz del todo al retratar a este grupo de parejas, si bien la elección de actores resulta adecuada. En algún punto los chistes y las situaciones tanto cómicas como dramáticas, se quedan a mitad de camino, opacando un poco la propuesta inicial, y la invitación a reflexionar sobre los vínculos familiares, el paso del tiempo y el amor.
Ficha técnica: Detroit Intérpretes: Algee Smith, Anthony Mackie,Will Poutner, John Boyega. Dir: Kathryn Bigelow Distribuidora: DIGI CINE Estreno: 01 de febrero de 2018 Duración: 143 minutos AM16 Detroit, la nueva película de Kathryn Bigelow, centra su historia alrededor de los hechos ocurridos en dicha ciudad en 1967 cuando a partir de protestas por causas de segregación racial, la policía se vio envuelta en un confuso episodio, que incluso al día de hoy, sigue sin haberse clarificado. La película comienza mostrando, a partir de material de archivo, los últimos tiempos de la resistencia pacífica con el panorama general de una ciudad desbordada por conflictos, disturbios, saqueos y violencia por doquier, además de una fuerza policial cuestionable que se extralimitaba en sus funciones. Luego nos adentramos al Motel Algiers, allí tiene lugar la mayor parte de la película, ya que Bigelow presenta un grupo de jóvenes (tanto hombre y mujeres, blancos y negros) que por motivos confusos, terminan sitiados por las fuerzas de seguridad, para ser posteriormente torturados física y psicológicamente por un pequeño grupo de policías que se maneja en base a sus propios y crueles criterios. Finalmente, Detroit presenta como una suerte de epílogo, todos los hechos posteriores a la masacre, incluyendo la causa judicial y las sentencias. Detroit es una película intensa y perturbadora en más de un sentido, no sólo por la violencia que Bigelow nos presenta, sino por lo trágico de la historia más allá de lo físico: por la injusticia y la impunidad policial e institucional. En ese sentido, toda la situación posterior a la toma del hotel está diagramada perfecta y milimétricamente por Bigelow al punto de tornarse insoportable y agobiante para el espectador, que resulta testigo del más cruel, obsceno y explícito sadismo encabezado por la figura del salvaje y desmedido agente Krauss (encarnado por Will Poulter), en oposición a Melvin Dismukes -el complejo personaje de John Boyega- un guardia de seguridad privada, quien intenta mediar entre víctimas y victimarios, a la vez que pretende resguardar su propia seguridad. Si bien los hechos que Detroit presenta ocurrieron hace más de cincuenta años, es triste pensar que aún hoy tanto allí como en el resto del mundo, se siguen violando derechos civiles y las fuerzas de poder siguen gozando de impunidad. En ese sentido, la propuesta de Bigelow excede al film dramático y se convierte en un material de denuncia abrumador, pero necesario y urgente de ver.