Mi Gran Oportunidad (One Chance) es la biopic de Paul Potts (interpretado por James Corden), ganador de la primera edición del programa de TV Britain’s Got Talent. Paul es un gordito simpático que desde chico canta ópera como los dioses y que debe superar varios obstáculos –entre ellos su baja autoestima, un padre que lo desmoraliza constantemente, el bullying y un contexto desalentador- para poder alcanzar su sueño. Mi Gran Oportunidad no es lo que esperaba de un film de David Frankel. Si bien Frankel logra como resultado un filme simpático y sentido, poco se puede ver aquí de aquel director que manejaba un sentido de humor un poco más negro y ácido en El Diablo Viste a la Moda (The Devil Wears Prada) y Marley y Yo (Marley & Me). La película está plagada de lugares comunes y es predecible – al fin y al cabo, es una biopic: todos saben como termina- pero lo que le suma puntos y lo hace llevadero es el cast. James Corden demuestra ser un protagonista más que carismático y está acompañado de grandes actores secundarios como su amigo Braddon (Mackenzie Crook), su padre Roland (Colm Meaney), su madre (Julie Walters) y su mujer Julz (Alexandra Roach), quienes le ponen onda y sentido del humor a esta historia que peca de insulsona. El film está plagado de lugares comunes y resulta predecible. Mi Gran Oportunidad es una película correcta, dulce y optimista, a la que no se le puede pedir mucho más que un par de risas y un “fueron felices y comieron perdices”.
El primer largo de ficción de Mac Carter guionado por Andrew Barrer, cuenta las desventuras de Evan Asher (Harrison Gilbertson) y Sam (Liana Liberato), dos adolescentes enamorados que exploran una casa embrujada. Si fuera profesora de colegio y mi materia fuera “Terror 101” mandaría a los alumnos Carter y Barrer a Marzo: chicos, la película NO asusta. La Invocación es una película insubstancial, insulsa, insípida, sosa, etc, etc, etc. Parece como que a Mac le dio paja hacer la tarea y la filmó para zafar la nota. Lo que le falta, además de onda, es justamente esa ausencia, ese trabajo del fuera de campo, esa omisión tan presente en las películas de terror que le permiten al espectador generar expectativas y fantasías, elementales para que estés atento y que te cagues, aunque sea un poquito. Acá lo que no nos cuenta el prólogo, nos lo dice en off la ex propietaria de esta casa acechada por fantasmas, Janet Morelo (Jacki Weaver), o lo vemos a través de unos flashbacks lisérgicos muy fuleros. La Invocación es una película insubstancial, insulsa, insípida y sosa. De La Invocación no podemos esperar más que un par de sobresaltos (posta, tipo 2). Es una película que no tiene nada de original, nada de excitante; suspenso, ¿qué es eso?; misterio, ¿say what?; sexo, ¡Dios me libre y me guarde!, los protagonistas son los adolescentes menos cachondos que vi en mi vida; ¿morbo, sangre, crueldad perversión?, casi que niente. Los que sí se pueden llevar algún mérito acá son el director de fotografía y los señores (o Sras.) que diseñaron a los fantasmas. Sin embargo, cuando hablamos de terror, no nos alcanza con un cuco y una buena imagen; necesitamos contenido, que alguien se ponga la gorra y dirija la batuta.
Bajo la Misma Estrella (originalmente llamada The Fault is in our Stars) es la versión cinematográfica del Best Seller del mismo nombre escrito por el estadounidense John Green. Es la historia de Hazel Grace (Shailene Woodley), una adolescente de 16 años que sufrió de cáncer de tiroides y que tiene los pulmones hechos pelota, y de Augustus (Ansel Elgort) de 18, sobreviviente de un osteosarcoma que le costó una pierna. Como es de esperarse, se enamoran y la pasan como el culo. Todo esto sucede mientras intentan encontrarse con Van Houten (Willem Dafoe), el autor de Un Dolor Imperial, la novela favorita de Hazel, que trata sobre (¡oh casualidad!) una nena que muere de cáncer. La película de Josh Boone, descomunal drama que por momentos intenta ser cómica pero no lo logra, es una sucesión de clichés, frases armadas, momentos de ternura pegajosos, golpes bajos, chistes malos, lugares comunes, simbolismos pedorros y situaciones cómicas fallidas. No voy a hablar sobre Laura Dern, Shailene Woodley o de Ansel Elgort, pero sí necesito mencionar la breve aparición de Willem Dafoe como Van Houten. Cuando lo vi, no lo pude creér. Lo único que se me ocurre es pensar es que Willem agarró este laburo porque necesitaba la guita para poner un jacuzzi en el baño en su mansión de Los Ángeles. No se me ocurre nada para rescatar de esta película manipuladora y empalagosa, sólo decir que logra su cruel intención: Josh Boone te parte el alma sin piedad. Cuando creés que ya pasaste lo peor, ¡pum!, te la vuelve a dar otra vez más pero con musiquita más triste, y cuando se va acercando hacia el final, la película es como una oleada de golpes bajos que te pegan hasta que te ahogas en tus propias lágrimas. Josh Boone te parte el alma sin ningún tipo de piedad. Boone despliega su abanico de efectos dramáticos en esta película de una forma muy bestia. Se me viene a la mente una secuencia en particular en la que Hazel, Augustus y la secretaria de Van Houten hacen un tour en la casa-museo, de escaleras empinadísimas, de Anna Frank. A Hazel, que tiene tipo un ¼ de pulmón funcionando, se le mete en la cabeza que tiene que entrar igual. Boone nos muestra el plano de una escalera empinada, plano de Hazel con cara de “Upa, en qué me metí”, plano de cara de preocupación de los demás. Después viene otra escalera más empinada y más larga y la misma secuencia de planos: plano de la escalera contrapicado como amenaza, plano de Hazel respirando como el culo y cara de “Oh my God”, plano de caras de “pena y un poco de miedo de que la piba la palme acá” de los otros, combinado con una voz en off de fragmentos del Diario de Ana Frank que se escucha cada vez más fuerte. Y cuando uno pensaba que era suficiente, Boone, que para esto es tan delicado como Godzilla, nos somete a otro plano super contrapicado de una escalerita que cuelga del techo (es la que conduce al ático) y el contraplano de Hazel que se cae al piso y que, mientras escuchamos a unos turistas diciendo “No estamos apurados, podemos esperar”, se arrastra por la escalera. Siempre con una voz en off leyendo fragmentos del Diario de Ana Frank que ahora está en primer plano sonoro. Bajo la Misma Estrella es como un caramelo pegajoso, un palito de la selva que se te pega en una muela y que no te lo podés sacar. Es una Love Story del 2014, un Sweet November o un Otoño en Nueva York para adolescentes. En ningún momento intenta ser sutil, no deja nada a la imaginación del espectador, te cuenta todo y te lleva de las narices hasta romperte el corazón en mil pedazos.
Esta bella familia suburbana compuesta por Keith (Guy Pearce), Megan (Amy Ryan aka la doble de Inés Estévez yanki) y Loren Reynolds (Mackenzie Davies) una nena rubia muy candidata a America’s Next Top Model, dista de ser perfecta como el retrato familiar que envían a sus conocidos cada año. Keith es un músico que devino en profesor de colegio secundario para poder bancar a su familia. Él no es feliz con su profesión y tampoco es muy fan de vivir en los suburbios, no tiene ningún problema en dejar su super casa de campo para ir a un departamentito en la Big Apple; sobre todo ahora que se le presenta la oportunidad de audicionar para la filarmónica de Nueva York. Pero la verdad, a su mujer esto no le entusiasma mucho. Ella está contenta coleccionando jarrones de galletitas en su bella casita bucólica y llevando a todos de acá para allá con el jeep familiar. Igualmente, aunque el resto de las familias a su alrededor se divorcian, esta familia se mantiene junta. Pasion_Inocente_EntradaPero todo tiembla cuando los Reynolds le abren las puertas de su casa a una estudiante de intercambio británica llamada Sophie (Felicity Jones). Sophie es una potra y además es un crack. Tiene un acentito inglés, una sonrisa de labios carnosos y paletas enormes, la rompe tocando el piano y es como super madura para su edad. Sophie viene como medio escapándose de algo y si bien es alta concertista, ella piensa que no hay que hacer nada en la vida porque sí, porque uno puede, sino que hay que elegirlo. Cuestión que en algún punto Keith y Sophie se encuentran admirando cosas el uno del otro y se enamoran. A mí, personalmente, me da un poco de fiaca el drama de cuarentón frustrado que quiere rehacer su vida con una nena de apenas 18. El personaje de Pearce es bastante poco hombre, en vez de ponerle huevo al matrimonio y tratar de enfrentarse a su mujer (que medio lo hace, pero no le pone mucha onda), el tipo se engancha con una pendejita que tiene la edad de su hija y encima pretende que ésta “se lo robe y se lo lleve” (“I want you to steal me away”), como le dice a Sophie en un momento íntimo junto a un lago. Como película de “mid life crisis”, Pasión Inocente tiene poca cosa para aportar. Como película de “mid life crisis” o de “adulto se enamora de pendeja” me parece que tiene poca cosa para aportar. Y no es que quiera quitarle mérito a su director, Drake Doremus, quien encuentra una forma muy sutil y agraciada de contarnos esta historia; la austeridad de los diálogos, actuaciones meritorias, los paisajes, la iluminación tenue y paleta de colores pálidos que ayudan a construir este sensación de opresión, el soundtrack que es emotivo pero nunca empalagoso, un bello ritmo de montaje hacen de Pasión Inocente (Breathe In) una película dentro del todo disfrutable. Hasta me pude bancar el uso forzado de la cámara en mano durante toda la película que atenta contra el tono realista del filme. Hubiera agradecido mucho que Doremus no nos subestimara como espectadores y que hubiera cortado algunas escenas donde se explicita de que va la cosa, como el diálogo entre el personaje de Kyle MacLachlan y el de Guy Pearce: no necesitamos que alguien nos diga exactamente lo que ya sabemos que está pasando. Pasión Inocente es una película olvidable, poco memorable, pero no es rotundamente mala. Es una película tibia. Por momentos hubiera querido llamar a Lester Burnham (el personaje de Kevin Spacey en Belleza Americana) y que le de unas lecciones de testosterona a Keith. Al filme le falta un toque de pasión, fuego (y no hablo sólo del romance sino en líneas generales) y termina de ser aplastado por un climax flojo y un desenlace predecible. Es un gran NI.