Nos encontramos ante un film revisa el proceder y las condiciones laborales que cada organismo estatal debiera garantizar. Una exploración de interrelaciones humanas que visibiliza cierta complejidad en sus personajes protagonistas, y en estas contrariedades que reflejan sus caracteres, examina los miedos internos que denota el siempre complejo comportamiento humano, llevado aquí al terreno del ámbito laboral. Influenciado por el compromiso social de películas de denuncia como “Un burgués pequeño, pequeño” de Mario Monicelli. También, con la sensibilidad social y los matices certeros para abordar el universo del trabajador desde un costado concientizador y jamás condescendiente, como el practicado por Stephane Brize, Ken Loach, Reiner W. Fassbinder, Aki Kaurisamki o Laurence Cantet; según las propias palabras del realizador respecto a sus influencias. “Planta Permanente” aborda una rara avis dentro de nuestra industria contemporánea, adentrándose en el compromiso que exige un cine que indague en las capas más frágiles del entramado social, generando personajes que reflejen las injusticias del sistema. Una vez más, el artificio audiovisual opera como instrumento estético propenso a la identificación con el espectador. A sabiendas del poder y la responsabilidad que tal acto demanda, a la hora de transmitir un mensaje atento a su deber moral, “Planta Permanente” expone una realidad que devela el enfrentamiento de clases, la división entre propios trabajadores y las sistemáticas contradicciones que enfrentan a los estratos más populares con los sectores de poder. Pensemos en la siempre presente fisura en la escala social, en la posibilidad de cierta herida autogenerada por la clase que se siente excluida, postergada o ignorada por cierto sector de la sociedad más acomodada. Este valiente enfoque autoral y porción de realidad persigue una mirada realista: desnuda los entretelones de una tragedia que no busca conciliar, sino exponer ante nuestros ojos el vapuleo al que, a menudo, se ve expuesto el empleado público, contraponiéndolo al arquetipo del funcionario en cuyas manos recaerán decisiones, con frecuencia, tomadas de modo apresurado. Sin embargo, esta radiografía antagónica de personajes víctimas o victimarios no cae en el lugar común ni en el cliché absolutista para construir su verosímil.
Una idea original de Lito Vitale se convierte en el disparador del presente documental, cuyo título remite a una icónica dirección. En Rivera al 2100 fue fundada M.I.A. (Músicos Independientes Argentinos), una cooperativa que impulsaba a nuevos talentos en el mundo de la música. Orbitando fuera del mainstream, su obra como productora cobraría notoriedad en los años ’80, posibilitando el lanzamiento de “Gulp!” (1985), el disco debut de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Por el estudio de grabación también pasó nuestro amado Luis Alberto Spinetta, cuyas palabras se convierten en el prólogo de este imprescindible documental. Miguel Kohan, experto director y fotógrafo, retorna al género que transitara en films como “El Café de los Maestros” y “La Experiencia Judía”. Aquí, da cuenta de un espíritu de trabajo inclaudicable, exhibiendo el colectivo de artistas un concepto estético en tiempos donde Argentina se internaba en la oscuridad y el horror sembrados por la última dictadura militar. La casa de familia se convirtió en un polo cultural y la independencia artística en tiempos de censura y persecución engrandece la misión acometida. Pioneros de la autogestión musical, M.I.A. llevó a cabo una gesta heroica. La producción artística alternativa validó modos emergentes no transitados anteriormente. La memoria viva del núcleo conformado por Lito y Liliana, junto a su padre y madre, entre anécdotas plenas de nostalgia y recuerdos imborrables, recupera este precioso reservorio afectivo que funciona, tanto como reconstrucción histórica, como rescate emotivo para el corazón melómano. “Rivera 2100” respira una sensibilidad y artesanía notables.
El proceso creativo nace en 2012, cuando, en Uruguay, una noticia impacta a los medios: se conoce la historia de dos enfermeros, que compiten entre sí, exponiendo sus motivaciones y miserias, al momento de aplicar la eutanasia a dos de sus pacientes. Sobre este caso no resuelto y la investigación policial en la que desembocó, Martín Kraut escribe un guión propio que también se basa en casos acontecidos alrededor del mundo (en Alemania, Japón, España y otros países). Este largometraje es la ópera prima de este joven director, y aborda la falta de emoción empática, la manipulación y la reacción calculada que persigue un objetivo. Buscando correr el límite de aquellos que concebimos como piedad y encendiendo la polémica, nos inserta en este laberinto moral en forma de thriller y platea un debate. La búsqueda por transmitir esta serie de inquietudes, otorga a “La Dosis” una factura loable. Reformulando el caso en el cual se inspirara, nos coloca en el centro de un dilema que examina el sistema de salud y el uso de la eutanasia. De peculiar abordaje narrativo, se aparta de otros relatos que han abordado la temática desde la ficción, invitándonos a generar nuestra propia mirada, como espectadores, frente a las distintas posiciones que pueden adoptarse acerca de la elección de vida.
La primera película cordobesa enteramente accesible, a través de la plataforma Teilú, incluye subtitulado para sordos y audio texto para ciegos. La idea de “Paraíso” parte desde un cortometraje, punto de desarrollo desde el cual la mirada de la actriz y productora del film, Marina Arnaudo, se trasluce en su historia personal como disparador para interpelar al espectador. Desde el punto de vista del personaje y su subjetividad, la película y su director (Pablo Falá) se preocupan más por la forma narrativa y el juego que establece simbólicamente con su interlocutor, a la hora de explorar la sensorialidad de sus personajes. El Valle de Traslasierra sirve de escenario para esta singular historia de reencuentros afectivos, a través de la búsqueda interior de una pareja protagonista, como vehículo de cuestionamiento a ciertos paradigmas narrativos por parte de este atípico, valiente y llamativo ejemplar.
Dos mujeres y una amistad protagonizan este drama experimental, en donde la inmensidad del océano se convierte en inesperado protagonista. Confrontarse con el océano como punto de partida creativo resulta un disparador de potentes imágenes y múltiples posibilidades. La directora se pregunta y nos interpela: ¿qué significa esa gran proyección de espacio para nosotros? La investigación personal la llevará por diversos caminos, teniendo en cuenta su dimensión mítica, literaria, académica y, también, cinematográfica. Previos documentales han abordado la temática desde un costado convencional antropológico (inevitable resulta pensar en el guiño del título a “Drifters”, el precusor documental social de John Grierson), tanto como la ficción lo ha hecho desde la reflexión metafórica. Y en esta especie de híbrido, complejo y críptico, la autora Helena Wittmann se sumerge en un período de descubrimiento, en búsqueda de captar las señales que este gigante emite, en un modo de conceptualizar la historia ficcional que toma parte en el relato. Puede la inmensidad de un paisaje traducirse en el vacío igualmente vasto e inabarcable del alma humana. Puede el mar y su magia apoderarse de la atmósfera circundante e inundarnos de sus sonidos, su fuerza y su poder de fascinación. La deriva es interior.
Según sus palabras, Victor Cruz concibe al cine como una experiencia transformadora. Y con el séptimo arte como herramienta, esta historia nace en Costa Rica, en una localidad ubicada en una península (Nicoya), donde existen comunidades conformadas por personas sumamente longevas. A partir de este dato vital, el documentalista parte en búsqueda de reconocer distintos lugares en el mundo (Cerdeña, Okinawa) con iguales características. El rodaje de la película se hizo a través de cuatro años, desde 2014 a 2017 y fue posible gracias al apoyo de distintas instituciones cinematográficas a nivel mundial. Resulta un desafío abordar un proceso de investigación enfocado en este singular hecho humano durante un período de tiempo tan extenso. Su realizador lo sabe y el resultado ha sido más que loable. Este docente de la Facultad de Cine es conocido por sus anteriores largometrajes “El Perseguidor” y “Boxing Club”, y aquí nos transmite la vitalidad y los sueños de la tercera edad; sentimientos que se ponen de manifiesto en este documental, con la intención de cambiar la perspectiva que tenemos acerca de la vejez. La alegría, la intensidad y la emoción afloran en el maravilloso mundo de aquellos afortunados que superaron la barrera de los cien años. Estrenado virtualmente a través de la plataforma CONTAR, “Que Vivas 100 Años! nos regala pequeñas fábulas sobre estos seres unidos por las ganas de vivir. Una mirada inspiradora y plena de cariño. Una manera distinta de observar la tercera edad, despojada de todo lugar común.
“Los que Vuelven” tiene sus génesis en el cortometraje rodado en 2010, titulado “La Vuelta del Malón”. Convertido en película, fue desarrollado tomando elementos propios del monte misionero para trazar una película de género fantástico, que fusiona el melodrama histórico, anclándose en un imaginario 1930. Relatándonos el devenir de una familia para la cual trabajan un grupo de mensúes, la directora Laura Casabe rompe la linealidad argumental y convierte a la historia en una suerte de ‘caja de muñecas’ de intriga, trabajando con el punto de vista y la noción de saber, en la focalización del espectador, resignificando ideológica y narrativamente lo contado al inicio. Al correrse tangencialmente del realismo narrado, la selva y su fuerza natural (también su incertidumbre climática) se convierte en un protagonista extra, donde los espíritus que la albergan se posicionan como elementos extra del relato. Un viaje sensorial, hipnótico, que sumerge al espectador en una atmósfera que se apoya en Leo Martinelli, creador de sonoridades e instrumentos propios de la zona que, en su uso, generan el tipo de sensorialidad necesaria a la propuesta. Asimismo, podemos observar una fotografía contrastada, que revela una selva lluviosa e interiores oscurecidos, en búsqueda del relato realista de época que representa, quizás inspirados en los climas lumínicos de algunas pinturas de Ernesto de la Cárcova.
“Historia de mi Nombre” presenta una búsqueda de identidad personal y familiar, a través de archivos ajenos de la directora Karin Cuyul. Una pesquisa que persigue una fotografía y una lectura sobre varias instancias del pasado que no admite perdón ni olvido. Sin testimonios fotográficos de su infancia, en Antofagasta, retorna en su adultez a los lugares que vivió de niña y reconstruye un retrato íntimo y autobiográfico. Presenciamos un singular híbrido de cine documental de mujeres que cruza la variable política con la más personal. La película, de esta manera, recrea un gran viaje de familia acontecido en 1995, desde el Norte al Sur de Chile, en búsqueda de un intercambio que devela una travesía personal por la historia de Chile, un modelo de país y sus paisajes, paralelamente a una imagen romántica que se proyecta al mundo. Inspirándose en la figura de Karin Eitel -mujer emblemática que enfrentó la dictadura-, el film visibiliza el cambio abrupto de escenarios, desde el desierto árido chileno a la particular isla sureña que albergará los días de la joven (futura cineasta) en este amplio espectro, pueden verificarse algunos hechos vitales; no solo de la historia personal de la realizadora, sino de la historia política de Chile, proveyendo una interesante reflexión al respecto. A nivel narrativo y sonoro, es menester para Cuyul valerse del sonido ambiente que capte las diferentes capas y superficies del espacio físico que transita. Por enésima vez, percibimos un arduo viaje como excusa para abordar una discusión que reflexione sobre la realidad socio-histórica latinoamericana.
Clara acaba de perder a su padre y está trabajando en procesar esa pérdida. En su desesperación y dolor, intenta encontrar algunas pistas que hacen pensar en que su padre tenía una vida paralela. Descubrimiento que la lleva a través de un viaje físico y emocional. En la travesía de encontrarse a sí misma y reconocerse como tal, emprende un camino doble, empatía con el espectador que despierta toda pérdida de una figura de cabal referencia. El quiebre en su vida y la escritura propia de la existencia se tornan un punto de giro vital, en este drama protagonizado por Agustina Muñoz, Dominique Sanda y Soledad Silveyra, junto a la participación especial de Luis Brandoni y Gabriel Corrado. Allí, la trama de “Karakol” indaga en el tránsito hacia un viaje espiritual, directamente exponiendo la experiencia troncal de un dolor que convierte a la protagonista en una suerte de detective que busca recomponer esa figura secreta y blindada, develando ese interior secreto que estaba alejado de la mirada de su hija. Atravesar un duelo en estado de suspensión y descubrir respuestas a interrogantes acerca de lo que fue, amó y deseó su padre, se convierte en el leitmotiv de Clara. La extrañeza real acerca del indicio de la doble vida de su progenitor cobrará mayor magnitud en aquel lugar remotamente alejado, inspirado -según palabras de la directora- en las crónicas de Marco Polo; un paraíso perdido y desolado, donde la búsqueda se llevará a cabo.
Este film es el primer documental sobre la historia de la prohibición de drogas en Argentina, y se encuentra basado en el libro "La Prohibición" de Juan Manuel Suppa Altman, co-director de la película. Un documento histórico, que nos lleva de recorrido a la historia de prohibiciones y política de drogas a lo largo de América Latina y Estados Unidos. Aquí vemos el caso concreto de Eric Sepúlveda, quien viviera en la ciudad de Córdoba y cumpliera condena por tenencia ilegal, epítome de una ecuación injusta que los realizadores intentan visibilizar, inmiscuyéndose en la polémica y otorgando vigencia presente a las inquietudes que plantean. ‘La prohibición’, vista como política sanitaria y represiva desde el Estado, nos habla de ciertas conductas adquiridas en lo social a través de décadas. Colocando el objetivo en desnaturalizar la prohibición, el documental pesquisa el relato quitando el velo moral con miras a repensar la opinión pública al respecto. La consecuencia del narcotráfico, mal entendida como causa y problema a combatir a nivel internacional, es otro punto en donde el film hace foco. El director de “Selva”, Martín Rieznik, concreta este documental libre pensante con miras a encontrar una forma de relacionarse en relación a los hábitos y consumos desde un lugar pacífico y superador.