Inteligencia Artificial Astroboy fue creado en 1952 en forma de comic por Osamu Tezuka y sentó nuevas bases a la hora de crear dibujos animados. En Japón fue un autentico furor hasta conquistar Occidente, desde donde llega esta esperada adaptación. El niño robot se ganó fama suficiente como para mantenerse activo por varias décadas y hoy ser artífice de esta especie de revival retro. Ambientado en la futurista Metro City, el film relata la historia de un brillante científico que al perder a su hijo en un accidente decide clonarlo dentro de un robot. Así nace Astroboy, quien dentro de una nueva realidad sufrirá una crisis propia de su nueva apariencia mitad robot, mitad humano y deberá confrontar los cambios que experimentara con todas las dificultades que esto conlleve y lo que, en definitiva, lo convertirá en un héroe. Con marcada influencia de mundos como los de Pinocho o Charles Dickens, y un humor apto tanto para grandes como para chicos (conozcan o no el animé), esta versión de David Bowers intenta sortear con éxito la mirada bajo la lupa de miles de fanáticos que no le perdonarían una floja transposición a la pantalla grande de un icono del entretenimiento para generaciones enteras. La fidelidad al producto original -siempre en juego a la hora de una transposición- no puede decirse que sea en un ciento por ciento. Si bien la estructura principal se mantiene inalterable, existe cierta renovación respecto al entorno del personaje, que por otro lado no trastoca la naturaleza del mismo, esa que le proporcionó miles de fans por todo el mundo. Sin embargo, y sin desconocer la genuina diversión que trae consigo la historia, hay ciertos pasajes que no han sido explotados en su costado dramático en un acto de extrema simpleza, no olvidemos el tono oscuro y amargo que la historia posee y, que aquí, ha sido suavizado. Sendas características que revisten a la naturaleza original del protagonista, donde se nos presenta una crisis de identidad que trae aparejada una toma de conciencia de una nueva realidad de vida, tienen su costado de desencanto y sufrimiento. En cierta manera, esta historia porta un perfil trágico –aunque reniegue de él- puesto que todo nace de un desafortunado accidente y también deja ver su lado redentor, en esto de la búsqueda de la aceptación. Allí el film descubre un bienvenido mensaje, sin sentimentalismos de por medio, ese que habla de la singularidad de cada ser humano. Desde el aspecto técnico, Astroboy es correcta y atractiva visualmente. Elemento que, sumado a la simpatía que despiertan la historia y el personaje, hacen en conjunto una aventura atrapante y llevadera para los mas chicos, pero sin la trascendencia que el peso histórico del dibujo animado requiere. Astroboy es, a fin de cuentas, una suerte de evolución visual que adapta las posibilidades que ofrecen los adelantos tecnológicos de hoy, para conjugar una animación digital con un personaje clásico que apela a la vieja fórmula de su medio siglo de vida para seguir cautivando, aún sin la grandeza de su versión animé. Para los más chicos garantizará su cuota de diversión. Para los fans más rigurosos, no cumplirá del todo con las expectativas.
Inocente, inofensiva e insulsa En Alvin y las ardillas 2 (2009) se repite la fórmula de la primera entrega. Como dice el dicho mejor bueno conocido que malo por conocer, Hollywood y los animadores digitales se aseguran una receta vendedora y eficaz. Nada viene mejor en esta época de vacaciones para entretener a los más chicos. Basada en la serie de dibujos animados de los años ‘50 sobre un grupo musical de ardillas, regresa al cine el célebre trío de estrellas cantantes ahora acompañado de su rival femenino, unas sexys ardillas que les harán la competencia en medio de un hostil y disparatado ámbito escolar. Un film infantil muchas veces lleva consigo un mensaje más profundo que el mero hecho de entretener a la platea mas juvenil, hemos visto ejemplos que aportan un punto de vista inteligente y reflexivo que apunta a ser interpretado precisamente por un target de publico mas reducido como el adulto. Nada de eso en Alvin y las Ardillas 2. Su estatura argumental no esta a la altura de los desarrollados efectos especiales que engalana. Su procedimiento es tan metódico que podría aplicarse a cualquier otra producción infantil casi como si se tratara de una guía de manual de cómo hacer cine para niños rutinario. Sin dudas no alcanza con la simpatía de las ardillas y el despliegue visual mencionado. Cabe hacer la distinción que, los efectos visuales y cuanto adelanto técnico se ponga en funcionamiento como las cada vez más difundidas animaciones tridimensionales, no alcanzan a la hora de valorar un film. Si éstos son el medio a través del cual contar una historia valedera, su uso será provechoso, pero si de pasar a ser una herramienta se convierten en el centro de atención, se estará menospreciando la inteligencia del espectador, tratándolo de conformar realmente con poco. A Betty Thomas, una realizadora con un sólido background en el ambiente televisivo, parece faltarle entusiasmo a la hora de imprimirle al film algo de vitalidad, picardía y aventura, elementos apreciados en exiguas dosis. Las pobres ardillas son victimas del acartonado universo que las rodea y la expresividad de estas poco puede aportar un atisbo de simpatía que se desdibuja con el deslucido papel que les toca. Insípida y vacía, es un film sin carisma que solo generará decepción y, eso si, suculentos millones de recaudación. Vivimos tiempos facilistas y resultadistas. El cine infantil solía ser otra cosa, en parte porque había otros objetivos más que el meramente comercial y por eso primaba el buen gusto. Después de ver este despropósito, la pantalla grande a oscuras y en silencio ya no transmite la misma magia.
Del ridículo no se vuelve Es costumbre en Hollywood de recurrir a una regla de mercado para atraer al publico publicitando al film con la frase “de los productores de…”. Andrew Panay es el productor de la exitosa y muy bien lograda Los Rompebodas (Wedding Crashers, 2005) y gran responsable también de reunir para este film un autentico elenco de superestrellas que cualquier director envidiaría. ¿Qué falló entonces para este estrepitoso fiasco? Las respuestas pueden encontrarse a lo largo de casi 90 minutos de metraje. En la Papás a la Fuerza, dos buenos amigos no pueden ser más opuestos. Uno, es un soltero y empedernido ganador con las mujeres; el otro, un divorciado cuyos éxitos pasan por el terreno profesional. Un evento inesperado cambiará la vida de ambos y estos cincuentones se verán al cuidado de dos niños, un hecho que les alterara su existencia. Walt Becker, quien ya había trabajado con Travolta en la también patética Rebeldes con Causa (Wild Hogs, 2007) es el encargado de dirigir a dos actores top y a varios secundarios entre los que se cuentan el notable Matt Dillon y el desaparecido Bernie Mac. En el film prima un humor torpe, aburrido e irritante que se adueña del relato de principio a fin. Por momentos incoherente y sin el mas mínimo atisbo de hilar dos secuencias mas o menos pasables, el film parece un experimento de ignotos novatos y no una reunión de varios consagrados. Robin Williams y John Travolta son, cada uno en lo suyo, dos interpretes consumados. ¿Tendrá sentido a la altura de sus carreras exponerse a semejante papelón?. La carrera de ambos (sobre todo la de Travolta) ha rozado lugares bajos en alguna oportunidad, pero este tropezón será uno difícil de olvidar. En tiempos donde rejuntes de gags de viejas comedias (los conocidos enredos, los mismos disparates, moralejas que dan vergüenza ajena) se convierten en éxitos apabullantes, no seria extraño pensar que Papas a la Fuerza –un film que cumple con esas características- se situara al frente de la taquilla por algunas semanas. Lo que habla de un nivel de recepción preocupante, puesto que una comedia tan prescindible, que roza lo incomprensible, muy probablemente le quite lugar en la cartelera a algún estreno de cine independiente o incluso nacional, no tan marketinero, pero si bastante mas decente. El titulo del film original es Old Dogs, literalmente traducido perros viejos. Así parecen Williams y Travolta, como esos perros viejos que ya están maltrechos y mas allá de todo agarran cualquier hueso que uno les tire... estas dos estrellas veteranas hacen lo mismo con cualquier guión que se precie de ser tal. Dice la historia que el hombre es un ser capaz de perder su dignidad por dinero. Y a costa de un buen cachet ser parte del elenco de esta película. O pagando una entrada para verla en el cine engrosando los bolsillos de un par de productores que ya deben pensar -¿por qué no?- en una secuela. Si puede, usted espectador, evítelo.
Pasa en las mejores familias Basada en la obra teatral de Noel Coward estrenada en 1925, Buenas Costumbres es una remake de la primera adaptación cinematográfica que realizara Alfred Hitchcock (Easy Virtue, 1928) por ese entonces lejos del estrellato de Hollywood. Sin la delicadeza del maestro del suspenso, se verán pulsiones sexuales reprimidas, manías esnob y mucha elegancia retro british, matizando esta comedia a la antigua con ciertos anacronismos musicales como Sex Bomb de Tom Jones que la modernizarán sin dañar su estilo. Situada a fines de la Primera Guerra Mundial, la historia nos presenta a John Wittaker (encarnado por Ben Barnes) como un joven inglés de acomodada familia que se casa casi de forma compulsiva con una sexy y moderna chica norteamericana. Cuando llega el momento de presentarle su mujer a sus padres, toda la armonía previa desembocara en una guerra de nervios, tensiones y contraataques en medio de un entorno hipócrita que rechaza el glamour y la vitalidad de esta joven mirando con malos ojos la incipiente relación, pero a la vez, forma parte de una atmósfera manipuladora, conservadora y con mas de un secreto guardado. Convertida en una comedia del típico humor ingles con sus modismos tan particulares, el film destierra de la historia gran parte del contenido dramático de la obra original. Un arma de doble filo, puesto que le generará al espectador sensaciones encontradas. Si bien la historia posee la ironía de la que se precia una comedia de humor negro, la reducida carga dramática que se desprende del guión le quita al film trasfondo emocional. El diseño de diálogos que no hacen más que describir con mordacidad a sus personajes, habla de una gran herencia -e influencia- de la obra teatral, origen de esta historia. Una historia que propensa un humor efervescente que no hace mas que desnudar los escándalos y costumbres de la alta sociedad con pinceladas mas que descriptivas. El director australiano Stephan Elliot lleva a cabo una cuidada ambientación que acompaña al desarrollo de la trama. Ambientación reconocible por ejemplo en la banda sonora, el tema You are at the top del inmenso Cole Porter, sirvió de retrato a una gran adaptación de época como lo fue El diablo Bajo el Sol (1982, Guy Hamilton). Por otro lado, un tema musical que sirve como carta de presentación para el personaje de Jessica Biel sobre el cual girará la trama, quien encarna a una mujer liberal y emprendedora, algo ciertamente difícil de consumar por aquellos años. Todo lo bello y lo sofisticado de esta mujer aristocrática, radica en su inteligencia y en su espíritu por demás rebelde para una época. Es allí donde se producirá un choque generacional y cultural, un contraste más que interesante para explorar en el argumento y, en definitiva, el sustento mas provechoso que ofrece un film tan disfrutable como pasajero.
Cuando una voz sea de todos Media Luna (2006) es una road movie que sigue el planteamiento estructural de las anteriores películas de Bahman Ghobadi. Este director es un estandarte de los llamados cines de la periferia, aquellos que pueden dar respuesta a un tipo de cine que difiere en sus búsquedas del más comercial que exhibe Hollywood. Bienvenida entonces esta propuesta distinta, donde la música evoca recuerdos y sensaciones que juntas pueden más que toda la violencia que en sus excesos y prohibiciones ha gestado el pueblo kurdo a lo largo de su historia repleta de vicisitudes. La historia se sitúa sobre Mamo, un músico que ha obtenido permiso para actuar en un concierto en el Kurdistán iraquí, algo que ha esperado los últimos 35 años. Convencido de que la esencia del concierto está en la voz celestial de una mujer, Mamo decide ir a buscar a Hesho una cantante a la que el exilio ha atormentado y vive refugiada junto con otras mujeres. El viaje de Mamo y la cantante se presume atrapante y el mismo transcurrirá pleno de aventuras, donde la fuerza de espíritu los guiará en una travesía que tiene mucho de magia cinematográfica. La evolución de Bahman Ghobadi como director de cine nos muestra una filmografía narrativa y estilísticamente comprometida. Partidario de un cine de denuncia, cuyo estilo y visión casi siempre tiene mas cabida en los festivales internacionales que en el gran publico masivo, este realizador kurdo elige un tono ameno para narrar de forma tragicómica el periplo de un grupo de músicos, con un trasfondo social muy marcado. El cine, se sabe, es un relato audiovisual, compuesto por narración y representación que siguen una corriente estética y Ghobadi hace más que bien los deberes a la hora de combinar lo que dice y como lo muestra. Su estética seduce entreteniendo y su narración encierra un discurso ético que nos lleva a la reflexion. Es interesante su mirada sobre la cultura patriarcal de estos pueblos que relega a las mujeres, allí se estructura un relato sobre la prohibición, la censura y la marginación. A los pintorescos pueblos de la frontera iraní, las panorámicas descriptivas y la contemplación de la naturaleza son el escenario ideal para enmarcar este relato, que parece salido de un cuento de Las Mil y una Noches, una obra que, culturalmente, ha influenciado de manera notable a la literatura occidental. En este desolado e inhóspito paisaje surge una historia plena de magia. El filme, si bien es moroso en su estructura narrativa, es digno en su planteo e inteligente a la hora de abordar una temática de arraigue cultural por aquellas latitudes, incluso hoy en medio del mundo posmoderno. Si bien la redundancia de su relato le quita intensidad dramática, es interesante como tragedia y comedia se complementan. Una propuesta singular -y no sin baches que logra sortear- que concibe la vida como una mezcla de ambas, donde acontecimientos dolorosos a lo largo de la historia del hombre siempre han sido matizados. En esta ocasión es el humor y la música quienes sirven como refugio y reestablecen un poco el equilibrio perdido, dejando ver en el horizonte de estos músicos algo de esperanza entre tanta amargura, puro instinto de supervivencia. Los personajes de Media Luna son en su mayoría actores no profesionales (en Kurdistan la industria cinematográfica es casi nula). Y ellos capturan en su medida justa gran parte de la esencia y la atmósfera de la historia: la pasión por la música, idioma universal si lo hay y vinculo solidario que une pueblos. El relato también es uno de fidelidad hacia los suyos, es por eso que el film es un homenaje a todas esas cantantes mujeres relegadas, exiliadas, oprimidas. El film es un viaje mental, un transportarse al rincón mas intimo de la conciencia humana. Es la impotencia de un pueblo que sobrevive buscando un milagro en medio de un universo musical que les permite seguir manteniendo su identidad, esa que no lograrán acallar jamás.
Perdón y redención La guerra de los Balcanes ha sido objeto de revisionismo cinematográfico como parte de una temática ultra abordada por la cultura actual. En Sarajevo, mi amor encontramos un film dueño de más virtudes que defectos, que refleja un cine de indudable identidad social. Grbavica es el nombre de un castigado barrio de Sarajevo durante la crisis balcánica, y entre cuyas ruinas empieza una reconstrucción urgente que afectará a generaciones enteras donde miles anónimos intentan rehacer su vida como puedan. Sarajevo, mi amor es la relación entre una madre y una hija y la reconciliación de ambas cuyo mundo ha sido aniquilado por la cruenta contienda. El film contrapone su mensaje entre la intensidad y la tensión de una madre buscando sobrevivir y la imagen del mundo vista a través de una joven que, no sin obstáculos, consigue mantener a salvo su tempestuosa adolescencia en un ambiente donde el mañana es más una probabilidad que una certeza, adquiriendo la comprensión de su presente (y la ausencia paternal) que implica la transición hacia su madurez. La sufriente relación entre madre e hija son el eje central del argumento, un crescendo dramático al cual se le van añadiendo progresivamente otros elementos, si bien su mensaje reside en la imagen del mundo vista a través de una niña cuya trascendencia en el mundo se encuentra llena de incertezas y ausente de posibilidades. Evitando todo tipo de sensiblerías, el dramatismo es afrontado con un aire esperanzador pese al difícil terreno en el que se mueve, si bien por momentos propensa –y perjudica- al film a cierto desequilibrio a la hora de insertar a sus personajes dentro de la trama. El escenario, entendido como una abstracción, es apenas una de las innumerables tragedias, muchas todavía desconocidas, de una guerra cerrada en falso e ignorada por los más poderosos. Este pasado traumático del que muchas generaciones han sido testigos se confronta con este presente y sus generaciones nuevas quienes ponen a prueba su capacidad de asimilación. La película parece querer romper con la inercia de la sociedad bosnia y del cine balcánico, ofreciendo una posibilidad de cambio frente a la oscuridad de los recuerdos de una guerra. Este mensaje encierra un grito silencioso y sincero sobre un pasado violento y una convivencia difícil, marcada por la humillación y el resentimiento. Con modestia, e incluso con imperfecciones, logra despegar el drama personal más allá de los límites familiares que narra, y trascender hasta la crítica social y la reflexión histórica.
Radiografia del alma humana Agnès Jaoui cuenta con suficientes pergaminos y un nombre propio ganado gracias a films como El Gusto de los Otros (2000) o Como una Imagen (2004). Háblame de la lluvia es una comedia que cuenta con ciertas características reconocibles del cine de esta realizadora y cantante francesa, que ya cuenta con una filmografía tan arriesgada como personal. Esta comedia francesa es el tercer largometraje de la directora Agnès Jaoui, que también interpreta en el personaje principal a una mujer feminista recientemente dedicada a la política, que veremos como regresa unos días a su pueblo natal en el sur de Francia, con el fin de ayudar a su hermana a ordenar las pertenencias de su madre recientemente fallecida. El regreso a su hogar no es nada que el personaje de Jaoui aprecie, pero aprovechará su estadía para sacar provecho de su carrera política involucrándose en los conflictos y situaciones de enredos que atraviesan los demás personajes que conviven en la casa familiar. La trama esta compuesta por un rompecabezas de relaciones personales entre los personajes que el espectador ira descubriendo a medida que avanza la historia y esta los va uniendo y a su vez cuestionándolos en sus consecuencias, elemento que pone a prueba la complicidad y la participativa mirada del espectador. El film aborda en tono ácido el poder de decisión de uno frente a la mirada de los otros y como estos influyen en el destino de una familia en el seno de una sociedad que vive juzgando a sus semejantes. Las situaciones que provocan humor, puede entenderse, tienen una base un tanto absurda o inocente y esto tiene que ver con colocar a sus personajes en una situación de que nos provoque cierta vergüenza ajena, solo en apariencia. Esta primera capa de lectura de la historia, la del humor espontáneo, tiene otra capa bastante más profunda y otras intenciones: es allí donde encontraremos en el film la sutil crítica social a sus personajes. Es más que válido lo punzante que resulta a la hora de observar ciertas situaciones cotidianas, indagación e inteligencia son dos características que ha hecho costumbre anteriormente en su filmografía. Su poder de análisis reconstruye al ser social de estos tiempos, ese que posterga sus sentimientos, ese que no es un padre responsable, ese de situaciones amorosas comprometidas. No obstante, sin ser lo incisiva, potente, corrosiva y precisa de sus anteriores films citados, este es una suerte de continuación temática de aquellos mencionados, una digna hermana menor. Otra vez la cotidianeidad de sus personajes en el foco de la cuestión son abordados con profundidad desnudando matices opuestos de la vida. Este universo temático ya transitado se sitúa a mitad de camino entre lo risible y lo trágico. Así, la clase burguesa francesa es disectada con precisión para encontrar dentro de ella una génesis de amargura y en su rincón mas profundo la verdadera trascendencia oculta detrás de una fachada que admite más de un doblez. Esa lluvia que da titulo al film, es una metáfora sobre el clima interior de sus personajes sin rumbo, esa variabilidad entre tormenta y calma, entre pequeñas mentiras y traiciones, engaños y humillaciones. Hábleme de la Lluvia es un cine de personajes, seres de carne y hueso y por ende de corazones imperfectos, de moralidad dudosa. Su espíritu reflexivo es de alcance universal y de temáticas que nos alcanzan a todos por igual: el desarraigo familiar, la reconciliación con nosotros mismos, el victimismo feminista en medio de una sociedad parcialmente machista. Un cine del que debe admirarse su capacidad de hacer equilibrio entre el drama y la comedia, un cine refrescante para estos tiempos puesto que ofrece una mirada nada habitual.
Las aguas divididas Esta coproducción italiana, francesa y rumana es la ópera prima de Federico Bondi, quien cuenta con un importante background en el ámbito de comerciales, video clips, cortos y documentales. El film es uno de esos pequeños proyectos independientes financiados con pocos recursos y que logran hacerse camino en los festivales internacionales ajenos al circuito masivo comercial, para así llegar al gran público. Dos mujeres son las protagonistas de esta historia. Una anciana italiana y la muchacha rumana que la cuida, recién llegada a Italia. Ambas conviven en la misma casa y aprenden a conocerse hasta que llega una noticia desde Rumania, y la joven debe partir hacia el Mar Negro -que da título al film- a buscar a su marido, perdido misteriosamente. Así es como encuentran un motivo para emprender juntas un viaje de auto conocimiento y poder entonces sobrellevar la soledad que transitan. Mar Negro (2008) está conectado en forma directa con la propia vida del director. Buceando un poco en su propia infancia y a manera de autobiografía, desata y desnuda el alma de estos personajes. Allí encuentra la riqueza humana que esos relatos de su niñez despertaban en su ilusión e imaginación. Dos cualidades que combina el cine, junto con la inteligencia, claro está, otra virtud que Federico Bondi hace presente para ser imprevisible, sumamente efectivo y natural en su narración. Es en esta esencia personal (que podremos aventurar viendo el film, pero que conoceremos con certezas si nos adentramos en la historia de vida de este director) donde la dimensión privada y el tono íntimo permanece invulnerable, carente de artificio, inundada de franqueza, de estado virgen, de sentir sin filtros. Esta dirección de estilo va forjando un cáliz dramático que se fortalece en cada escena y un equilibrio actoral necesario para asumir en estos dos personajes principales dos miradas diferentes de un mismo mundo, esa ambigüedad de lo real que termina atrayendo los polos y camuflándose en similitudes. Con puntos en común con las recientemente estrenadas Goodbye Solo (2008, Ramin Bahrani) y Los tiempos de la vida (Pandora’s Box, de Yeşim Ustaoğlu) el film deja ver las carencias que viven a diario los inmigrantes, en este caso en la Europa occidental. Es de elogiar la simpleza y la profundidad con la que Federico Bondi plantea una problemática que por una cuestión demográfica y socio cultural (la pirámide de la edad en Europa se inclina cada vez más hacia una población adulta) es cada vez más palpable. La dificultad del cuidado de los ancianos por parte de sus propios hijos reside en las exigencias extremas, el caos imperante y la vorágine contrareloj que la vida moderna impone. Mar Negro también es una mirada, incómoda y nada complaciente de nuestra sociedad sobre sí misma. Esa sociedad que margina o coloca sobre ellos el manto de la duda a los que son distintos, minusválidos, ancianos o extraños a un lugar. En este terreno también proporciona un ámbito para la discusión cultural. Estas dos mujeres que en apariencia pueden tener poco en común, establecen un lazo amistoso muy fuerte, mostrando los mundos paralelos de una Europa dividida políticamente, casi desde su raíz. Y en este ejercicio de mutuo descubrimiento, ambos personajes van barriendo sus incertezas, afianzando su confianza, revelándose contra el mundo y solidificando su amistad en base a afecto y solidaridad.
Los chicos quieren monstruos Dirigida por Anthony Leondis y con un elenco reconocido como John Cusack, Steve Buscemi y John Cleese que pone las voces a personajes animados, esta realización se enmarca como una más de esas que generan expectativas en el público joven. Con la influencia marcada de mundos clásicos de la animación como lo fue La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast, 1991) y un aire más que notorio con los personajes de la historia símilares a Frankenstein, el film intenta humanizar a sus personajes y encerrar cierta enseñanza moral defendiendo a los más débiles, a las minorías y a los distintos dentro de una sociedad.
El poder de la amistad Elegancia y sobriedad distinguen a esta realización del iraní Ramin Bahrani premiado en múltiples festivales independientes internacionales. El film, de forma poética e intimista, contrapone a dos personajes totalmente opuestos en su carácter, desnudando las motivaciones de ambos y la distancia que separa la realidad de vida de sendos protagonistas. Un hombre solitario y anciano hace un trato con un taxista ofreciéndole dinero con tal que lo lleve a un lugar sin retorno, supuestamente queriendo terminar con su vida. Este taxista, un inmigrante africano intentará dejar de lado su conflictiva vida personal y convencer por todos los medios a su pasajero que desista de su plan. Inteligencia y humor confluyen a la hora de recrear un film dramático que acerca su visión sobre el valor de la amistad en una historia emotiva sobre dos personajes de raíces culturales contrapuestas que se ven unidos por el destino. Ambas vidas se entrometen, una fecha definirá el destino de ambas. Un viaje planeado y las consecuencias de este serán el disparador principal de la trama. Goodbye Solo (2008) plantea, en un extremo, un retrato bastante crudo y realista de la forma de vida de muchos de los inmigrantes que desembocan en Estados Unidos adoptando a este como su nuevo hogar, trayendo consigo sueños y frustraciones a un entorno que les es ajeno. La película es, en su otro extremo, un testamento sobre la solidaridad a nivel humano, el poder de la misma como don desinteresado y el efecto en cadena que puede producir un cambio interior para generar una modificación de conducta hacia los demás. Una historia de vida pequeña, imperceptible, de esas que suceden a la vuelta de la esquina y pasan desapercibidas. Esta historia, un autentico estudio de caracteres, nos lleva la mirada a esos seres que muchas veces omitimos, pasamos por alto, nos perdemos de observar. Esos seres que en silencio construyen verdaderos valores y dejan una marca a su paso, la energía positiva que despierta la naturaleza del espíritu humano en medio de la vorágine cotidiana que casi no permite verse unos a otros. El film es en este sentido de compromiso social, ese que reivindica a su protagonista, aún no sin cierto esquematismo. Un hombre sencillo de raza negra y nativo del África. Este mágico viaje que emprenden estos dos hombres nos habla en su recorrido de los sueños perdidos, del pasado que vuelve como herida sin cerrar develando algún secreto, de un choque cultural que transita emocionalmente a ambos, de juventud y vejez como polos opuestos de la vida. Por momentos, Bahrani intenta experimentar en este tipo de dramas que exploran emociones humanas, aunque a veces estas se excedan en detrimento de la historia. Más allá de sus inconsistencias, no se puede ocultar la nobleza en su retrato. Ese que habla sobre los sueños rotos, sobre la supervivencia como pulsión de vida, de la degradación emocional de la vejez, del choque cultural en países del primer mundo. El mensaje implícito en el film nos intenta mostrar esas cuentas pendientes que nos ayudan a encontrar un motivo por el cual pelear y sobrevivir a la soledad.