“La Cima del Mundo” nos ofrece un peculiar ejercicio documental que demandó años, un proceso laberíntico de improvisación y transformación constante que la aspirante a artista protagonista de esta historia y su directora transitan, a lo largo de años. Proyectado en la Sala Lugones del Doc Buenos Aires durante el 2019, así como en el Festi Freak de La Plata en su última edición presencial, el film retrata el vínculo entre una madre con su hija, quien está atravesando la transición entre la adolescencia y la adultez con el impostergable anhelo de un sueño por cumplir: la identificación del llamado de la vocación, es un aspecto con el cual el espectador podrá empatizar. A la par que el vínculo de las protagonistas se transforma, también lo hace la identidad recobrada de este lugar en el mundo en donde nos es placentero estar. El recorte de un personaje real para llevarlo al plano ficticio y la permanente meta-referencia sobre este vínculo auténtico convertido en ficción audiovisual, son los principales factores que difuminan las barreras entre lo concreto y lo ilusorio, siguiendo el rastro de esta intimista exploración de un retrato que ahonda en el vínculo materno filial. No exento de dobleces emocionales, se visibiliza el análisis de los roles al punto de estos confundirse: debatiéndose entre las obligaciones de la maternidad y el mundo música al que aspira la menor. Al tiempo que se nos notifica de un ingrediente no menor: la madre también cumple labores de manager, guía y consejera, de su hija, proyectando el deseo de ser cantante sobre su descendiente. El sueño suspendido que renace en el anhelo de su hija, revelándose como incipiente artista pop inserta en un tiempo y lugar que pareciera intensificar las tensiones existentes en el vínculo.
Se trata de la ópera prima de Sabrina Moreno, que tuvo su estreno a nivel nacional por la pantalla de CINE.AR. El film podrá verse durante más de dos meses en distintas plataformas de cine virtual y su génesis se rastrea en recuerdos que se convierten en ficción, partiendo de un proceso creativo de guión basado en sueños y remembranzas de infancia y de viajes, que la directora realizó a la costa atlántica junto a su familia, en sus años de niñez y adolescencia. Teniendo como referencia fotografías de la época (pertenecientes a los años ’90), la realizadora utiliza texturas y colores que tejen analogías con las formas de relacionarse que traman sus protagonistas, factores que hablan a las claras de un cine de autor, en donde la forma se somete al contenido. La contraposición de espacios entre la naturaleza y la calma versus el vértigo de la ciudad también nos habla una búsqueda estética plagada de metáforas. En el centro del relato nos encontramos con un personaje en conflicto con su familia, en la piel de Umbra Colombo (la excelente intérprete que deslumbrara hace un par de años con “Julia y el Zorro”). Una mujer de mediana edad que ve derrumbarse las estructuras ideológicas de toda convicción, incluyendo su vocación, su pareja y su lugar en el mundo. “Azul el mar” nos muestra un universo familiar, en apariencia, sencillo que oculta complejidades. También es un viaje adentro de otro viaje. Una travesía existencial que se disfraza bajo la travesía meramente física en el traslado de esta familia hacia la ciudad de Mar del Plata. Esta óptica nos remite a la filosofía de “Fresas Salvajes” de Ingmar Bergman, y tantas otras películas que han abordado este tipo de conflictos. En su desarrollo, nos hablará del amor, del paso del tiempo, de los deseos individuales y compartidos. En el personaje de Colombo, centro gravitacional del relato, operan una marea de dudas, presa del desconcierto, que coloca en completa inestabilidad la forma en que eligió conducir su vida y su familia.
Daniel De la Vega, eminente figura del terror en el cine nacional (gracias a films como “Necrofobia” y “Ataúd Blanco”) adapta un guión realizado sobre la novela “Tres Días” de Gonzalo Ventura. Responsable de construir un modelo atípico que represente al cine nacional, el autor apela a un cine fantástico que asume el riesgo de construir su identidad bajo un canon atípico dentro de nuestra industria. “Al Tercer Día” mixtura drama, policial, suspenso y cine de terror y, bajo este arquetipo, revela la trama final de manera inesperada, como soporte de emociones tan perturbadoras. Valoramos la concepción estética de un director que utiliza el género como soporte de ideas, amoldando la forma al contenido, tal y como estiman los preceptos del cine de autor. Comprendiendo el artificio audiovisual como una caja de herramientas que pueda sintetizar, sublimar y transformar cierta cosmovisión personal, profundiza en atmósferas tan etéreas y alucinadas que recuerdan al abordaje de género de íconos hollywoodenses como Brian De Palma. Buscando su eco en un espectador afín a este tipo de universos, cuyo intelecto será puesto a prueba, De la Vega reinterpreta y reescribe la versión literaria con acierto. “Al Tercer Día” reconstruye la realidad y nos habla acerca de la pérdida de la identidad a través de una búsqueda física que se expande hacia múltiples metáforas. Indagando en su habitual imaginario cinéfilo, el autor coloca un relato dentro de otro, superando noblemente el desafío narrativo que se propone.
Participante de la última competencia en el Festival Internacional de Mar del Plata, esta ópera prima de nos lleva a descubrir nuevas formas y procesos de rodaje del cine independiente nacional. Sutil y sugerente, la directora nos trae una historia que habla del duelo en el núcleo de un grupo femenino. “Mamá, mamá, mamá” retrata el tránsito entre la infancia y la pubertad, poniendo en perspectiva las emociones de un momento de vida atravesado por luces y sombras. El elemento trágico que dispara la muerte de un infante resulta la puerta de entrada más directa hacia el atribulado universo personal de un personaje y su conexión con el entorno que la rodea. Allí podremos conocer el vínculo que establece entre pares de la misma edad y género, como posible metáfora de alianza y sororidad. En búsqueda de comunicar fielmente los sentimientos de sus protagonistas, el plano onírico y el elemento de fantasía sobre el cual elige desenvolverse la autora otorga al relato un bienvenido dinamismo y profundidad. Decisivo a la hora de posibilitar a la ficción cierta gama sensorial que el enfoque naturalista priva, el film se beneficia notablemente a la hora de concluir un retrato que no teme inmiscuirse en íntimos y sagrados lugares personales.
“Buenas Noches Malvinas” surge en su idea primaria en el año 2011, a partir de una entrevista realizada por la dupla de directores (Ana Fraile/Lucas Scavino) a Dalmiro Bustos, terapeuta psicodramático y nativo de la ciudad de La Plata. Dalmiro, atravesó la guerra en su rol de padre (su hijo Fabián fue enviado a combatir) y también como coordinador de un grupo de madres y padres de conscriptos; y es en esta historia de vida, y la experiencia profundamente conmovedora, el punto de partida de este logrado documental. También, rastrea parte de la historia en un programa de radio que surge a partir de este vínculo entre padres (emitido por Radio Provincia, durante el período que duró la contienda). Se trata de un emotivo material que no nos deja ajenos, con todo lo que conlleva el tramo de la guerra, transitándolo en busca de reconstruir la realidad socio-política que atravesaba el país. Bajo dicha perspectiva y echando mano a sólidos recursos técnicos, la película transcurre en tres espacios concretos prefiriendo la heterogeneidad estética: las islas registradas en imágenes y acompañadas por textos de crónicas redactadas por el propio Fabián (extraídas de su libro “Crónicas de un Soldado” y leídas con la voz en off de Rafael Spregelburd), los testimonios que forman parte de las entrevistas de investigación y la interpretación teatral espontánea. Un ejercicio audiovisual enriquecido por su mixtura a la hora de comunicar un potente mensaje, y el cual nos retrotrae casi cuatro décadas en el tiempo cuestionando toda mirada conformista, para percibir que, tanto en sus protagonistas como en el colectivo social, algunas heridas aún no sanaron.
Realizado por Eduardo Montes-Bradley, el presente ejercicio documental nos trae el viaje continental llevado a cabo por Pablo Tabernero, seudónimo de Peter Paul Weinschen, fotógrafo de cine que se formó junto a los pioneros de la disciplina en la Bahaus. Proveniente de una familia de judíos alemanes, llegó a Argentina en los años ’40. Fue un maestro del blanco y negro que dejó centenares de imágenes grabadas en la retina. Este influyente DF de la frondosa etapa clásica del cine nacional, es el responsable de la fotografía de películas como, por ejemplo, la esencial “Prisioneros de la Tierra”. Su arte iluminó visionarias trayectorias de directores como Hugo Del Carril, Luis Saslavsky y Hugo Christensen, entre muchos otros. Sin embargo, la mirada del director se encamina notoriamente hacia otra dirección. Y lo hace bajo el siguiente interrogante: ¿quién fue Tabernero antes de convertirse en el artista que todos conocimos? Los límites de la investigación son puestos a prueba por este documental. El proceso creativo adquiere dimensión de pesquisa policial. Montes-Bradley indaga en las penurias del siglo XX que le tocó vivir a este camarógrafo de películas españolas, durante su estancia en Barcelona. Reclutado durante la Guerra Civil, testimonió la confrontación mientras se maravillaba leyendo Don Quijote. Mil y un aventuras atestiguan su tránsito nómade, huyendo de Alemania a la llegada del nacionalsocialismo, en el vértice de dos guerras. Arribó a Buenos Aires como refugiado; décadas después emigraría a Estados Unidos. Un auténtico trotamundos. “Buscando a Tabernero” ilustra la perfecta paradoja de su hoja de ruta de vida, al exilio que comenzara con ‘la noche de los cristales rotos’ en Berlín y termina con ‘la noche de los bastones largos’ en el suelo nacional, trazando el destino una parábola que grafica la tumultuosa vida política de un siglo atravesado por el fascismo.
“Ceniza Negra” es una película preseleccionada para los Premios Oscar y Goya, como representante de Costa Rica. En su amplio abanico temático, nos habla acerca de abandonar la infancia y comprender el duelo por la pérdida de un ser querido a tan corta edad. Desde los ojos de una niña, la cosmovisión se ve atravesada por un fuerte sentido de fantasía y la pérdida de la inocencia viene a romper, de cierta manera, con tal paradigma. Es válido preguntarse, entonces, como una niña enfrenta sus últimos días de infancia mientras acompaña a morir a su abuelo. Y en ese vértice emocional, el film nos habla acerca de un tiempo de transición y abandono físico. Ese soltar de ilusión, ese amarrarse al mundo real. Acaso cuando la fantasía que encuentra a la muerte. Una posible visión de la vida circular y de esa fantasía que nos protege de la realidad, a menudo insoportable. Filmada en el Caribe Sur costarricense, la realizadora realiza una investigación antropológica y sociológica del lugar; y allí, en el centro del relato, una niña que debate su visión de mundo real y su noción de fantasía. Ese plano al que se regresa en la vejez, intenta decirnos la autora, cuando la proximidad de la muerte se vuelve palpable. La partida de un ser querido dispara esta profunda exploración de la muerte desde la juventud. Quizás, la conexión tan fuerte que ella establece con los animales y con la naturaleza le otorguen la sabiduría necesaria para comprender los ciclos de la vida. “Ceniza Negra” aborda enriquecedores tópicos y nos habla sobre crecimiento, despedidas y pasajes etarios. Es tan universal y esencial como la vida y la muerte.
La llegada a la provincia de Santa cRUZ de fundaciones de dudoso proceder, financiadas por filántropos extranjeros que buscan crear grandes reservas naturales en la zona -con el objeto de que estas lleguen a convertirse en parques nacionales- resulta el disparador de este documental recientemente estrenado en la plataforma CineAr. Contraponiendo la mirada de los productores y nativos de la zona, quienes serían desplazados por tal iniciativa, nos instruye acerca de esta polémica causada por el insurgente concepto “rewilding” y el fraguado de los recursos naturales de nuestra Patagonia. Echando luz acerca de los principios de un enfoque medioambiental llamado “Deep Ecology”, la película examina aquellas ideas innovadoras del pionero en la materia Douglas Tompkins, instauradas desde los años ’60, en aquel despertar de la conciencia que buscaba encauzar la relación de nuestra especie con la ecología. Dicen sus postulados que es necesario eliminar la huella del hombre en la naturaleza para que esta pueda retornar a su equilibrio anterior. ¿Pero que ocurre cuando la teoría esconde oscuros intereses? “Proyecto Parque Patagonia” busca concientizar a través de su enfoque narrativo, revisando, acaso desmitificando y cuestionando la afirmación de que los habitantes tradicionales han perjudicado el medio ambiente. Con certeza, arroja verdades sobre el polemizado equilibrio ecológico de las tierras en cuestión: el director de “Los Perros del Fin del Mundo” desenvuelve su campo investigativo en las coordenadas geográficas alrededor de la Meseta del Lago Buenos Aires en Santa Cruz. Filmado en el transcurso del año 2019, en la provincia de Santa Cruz -en diversas locaciones-, Dickinson deja que el clima y las imágenes hablen por sí solas persiguiendo un retrato no invasivo, que descansa en la siempre preciosa fotografía de Miguel Abal, capaz de evocar magníficos paisajes. Sin temer abordar la complejidad del medio ambiente en nuestro país y en la encomiable búsqueda de un futuro mejor, el film resulta un valioso llamado de atención a la conciencia colectiva.
Un viaje al centro de una obra indefinible, según observa su autora. Tal fue la intención de la reciente “Escribir en el Aire”, una obra documental concebida con enorme sensibilidad. El recorte temático abreva en los mundos del teatro y de la danza. El objeto de estudio es Oscar Araiz, pionero coreógrafo y director de danza argentino, considerado como un referente contemporáneo insoslayable. La presente es una película que contempla a un artista mirarse a sí mismo; y allí encuentra la inagotable belleza de descubrir la próxima quimera creativa. Paula De Luque, talentosa directora de cine, bailarina, coreógrafa, actriz y guionista, nos sorprende con su concepción del género documental. La fundadora y creadora del Festival Unasur Cine define su nueva obra como una fábula musical. El producto final es una valiosa desconstrucción espacio temporal, que abreva en lenguajes imbricados para dotar el metraje de una enorme fuerza poética. “Escribir en el Aire” articula el testimonio, el homenaje y la memoria. Traslada a la pantalla la narrativa abstracta de la danza. Allí hay cuerpos en acción poniendo en práctica una idea escrita en la (casi) absoluta soledad. Había relojes marcando el compás. El sentido del ritmo que nunca abandona al acto artístico. Son formas luminosas de habitar el silencio.
Debut directorial Mariana Barassi, que toma referencias cinematográficas como “Primera Plana” (1974, Billy Wilder) y “Después de la Tormenta” (2016, Hirokazu Koreeda), y se basa en la obra “Testosterona”, escrita por la autora mexicana Sabina Berman en el año 2014. Obra que tuviera logradas adaptaciones en nuestra cartelera teatral porteña, como fueran los casos de “Doble o Nada” (2018, donde Miguel Ángel Solá y Paula Cancio compartieron escenario), con dirección de Quique Quintilla, y la propia “Testosterona”, de Daniel Veronese, protagonizada por Viviana Saccone y Osmar Núñez. Ernesto Alterio, Clara Lago y Quique Fernández se colocan al frente del reparto aquí. “Crónica de una Tormenta” describe los obstáculos que sufre una mujer para ascender profesionalmente en un mundo donde el género pareciera ser condición excluyente y lo masculino, dominante. Alterio interpreta al veterano director de un poderoso multimedio, quien, tras enterarse que (supuestamente) padece una enfermedad terminal, deberá elegir su relevo. Para ello, plantea la estrategia del mentado ‘doble o nada’ sobre una cruel premisa competitiva: dos candidatos aparecen como posibles sucesores y sólo uno de ellos ganará el cargo de director. La decisión a tomar es extremadamente más compleja y se dirimirá en el despacho principal, en una lluviosa noche, como todo manual cinematográfico indica acorde a tan turbulenta atmósfera emocional. Los factores determinantes que pueden inclinar la balanza de su decisión conforman los vericuetos argumentales que presenta la reciente adpatación: ¿será el género sexual?, ¿la experiencia profesional?, ¿la audacia para capturar una primicia?, ¿o la virtud de no caer en la trampa? El enfrentamiento verbal entre el jefe y su protegida da paso a un circo romano impiadoso y brutal, cuyo vencedor dialéctico, más allá de dirimir quién ocupará el puesto, pondrá en evidencia los actos de los que ambos son capaces. Las manipulaciones y las invasiones sobre la mutua intimidad sacan a relucir la peor versión de cada uno. En un juego ético cruel, que expone debilidades y miserias, asistimos a un retrato sin tapujos que nos habla acerca de la dominación en un terreno donde prima la ley del más fuerte. Combustionando aún más la escena, el condimento sentimental se juega fuertemente entre los protagonistas: una furtiva pasión vicia estas horas decisivas, volviendo más compleja cualquier decisión que, con frialdad, se requiera tomar. Los prejuicios sociales, las absurdas distinciones de género y también las subjetivas capacidades que valora el medio de comunicación en cuestión, definirán la posibilidad de un individuo para ser promovido o coartado en su ascenso profesional. Así funciona esa rueda de poder, indefectiblemente. Marian Barassi busca reflejar la realidad y la desigualdad de género que impregna a la obra original, dotándola de un fuerte anclaje en el presente, tratándose de un tema de honda sensibilidad social. Este micromundo representado por ese despacho ubicado, en el último piso de un gigantesco edificio, cual templo sagrado en donde sacrificarse, funciona como reflejo del panorama actual en el que vivimos: un mapa social que pretende masculinizar a la mujer y que valida cuanto ‘más de hombre se tenga’, donde cantidad de testosterona (y lo que no se tiene, se compra) mide la fuerza que equivale a capacidad física, y dicha capacidad física se valora por la efectividad en aplastar, metafóricamente, al otro semejante. O a sus ideas. Literalmente. Pueden pecar ciertos diálogos de falta de naturalidad, puede incluso la pareja protagónica no gozar de la química en pantalla que sus dos antecesoras, anteriormente mencionadas, exhibieran sobre las tablas. Puede cierta previsibilidad achatar una narrativa que carece de genuino nervio y parece concebida, en su punto culminante, con trazo grueso. Sin embargo, y pese a sus notorios desniveles, “Crónica de una Tormenta” ficcionaliza una historia que se repite a diario y es absolutamente real. Y valedera por ello. Anima a la reflexión la búsqueda por derribar es esta forma de poder anquilosada que concebimos como piramidal, vertical y perteneciente a otro tiempo. De un autoritarismo obsoleto, acaso un concienzudo análisis acerca del funcionamiento de un multimedio como metáfora perfecta para pensar acerca del poder político. Una historia universal y atemporal que nos interroga acerca del verdadero precio del poder. Una oportunidad no del todo aprovechada a la hora de rescatar la valía de una obra imprescindible.