Doctor sueño: El homenaje fallido. Mike Flanagan es el director, escritor y editor de la nueva película Doctor Sueño. Esta es la secuela directa de la célebre obra maestra «El resplandor» dirigida y coescrita por Kubrick. Ya ahí la primer pregunta que puede venir a la cabeza es: ¿era necesario? Y la segunda pregunta que surge, una vez terminada de ver la película es… ¿Valió la pena todo el esfuerzo? «El resplandor» es probablemente una de las películas de terror más icónicas y admiradas de la historia del cine. Escenas, actuaciones y hasta planos han quedado en el inconsciente colectivo de la sociedad, gracias a la maestría de Stanley Kubrick y la base, algo difusa pero existente al fin, de la obra de Stephen King. Pero, ¿por qué comenzar a reseñar una película de 2019 hablando sobre otra de 1980? ¿Hay una relación buscada y/o válida entre Doctor Sueño y su antecesora? ¿Es justo compararlas? ¿Cuánto termina valiendo la nueva película si no se la compara con la obra previa y preexistente? Muchas preguntas, pero todas tienen su respuesta. Quizás sería ideal justificar primero la comparación con la película de Kubrick. A modo de supuesto homenaje, veremos a lo largo de Doctor Sueño planos y situaciones sacadas literalmente de la película de 1980. Ya en el tráiler podemos ver situaciones calcadas a «El resplandor«, pero una vez metidas en este collage extraño y bastante fallido que plantea la película, realmente no se justifican en absoluto. Las reflexiones o los planteamientos que la película saca de sus referencias directas al clásico son no sólo vagas, sino que son directamente inútiles. Todo es un fanservice mal logrado y sobre todo mal intencionado. Los momentos dónde los fanáticos deberían disfrutar o asustarse junto a la película parecen hechos por un aprendiz en el género más que por alguien digno de realizarle una secuela a una de las películas más conocidas del mundo del cine. Termina siendo una casita del horror, donde el espectador, junto a un lamentable Ewan Mcgregor, recorre distintos momentos célebres para recordar las viejas épocas. No mucho más. Se podría decir que es injusto compararla, pero realmente Doctor Sueño se empecina en ser comparada. El propio director, que como aclaramos al principio de la reseña es el mismo que la editó, parece tener un cronómetro en la sala de edición, para que cada 15 minutos máximo veamos un plano o una referencia a la película de Kubrick. La película podría haber tomado el camino de ser una adaptación directa de la novela e ignorar la obra preexistente, pero toma todo lo anterior y lo usa simplemente para ponerlo en un trailer o en un póster. Lo primero que se le viene uno a la cabeza es una secuencia de la película «Ready Player One» que, siendo de otro género y con otro tono muy distinto al de una película de terror, le hace un homenaje muy bien logrado a Kubrick en tan solo 20 minutos. En Doctor sueño, en cambio, el homenaje dura 2 horas y media y es totalmente fallido. Pero bueno, terminemos la comparación. ¿Qué plantea de nuevo Doctor sueño? ¿Hay algo que no tenga que ver con Kubrick y que sea original de esta nueva película? Si, y lamentablemente es aún peor que el intento de homenaje. Cabe aclarar que, por ejemplo, el espectador debería prepararse para ver muchísimos menos minutos de lo que uno esperaría ver a Ewan McGregor, el supuesto protagonista del film. Ya sea por una decisión autoral o por una falta de presupuesto, el tiempo en pantalla del actor es bastante menor para lo que parecería indicar la campaña promocional y el póster. Existen dos sub-tramas que se irán conectando con la historia de McGregor y que son de lo más flojo del film. Por un lado tenemos una especie de secta liderada por una mujer llamada Rose (interpretada por Rebecca Ferguson) y por otro, está la historia de una joven niña llamada Abra Stone (interpretada por Kyliegh Curran). Ambas luego se relacionarán con el personaje de Danny Torrance, interpretado por McGregor, pero el tiempo y la atención que la película dedica en seguir estas historias alternativas duele mucho y continuamente choca con el ritmo del film. Ni vale la pena hablar de las actuaciones y la poca precisión que tienen para dar en el tono y la intensidad adecuada, siempre quedando del lado de lo sobre actuado y muy pocas veces planteando personajes verosímiles o realistas. Eso, igualmente, no es 100% culpa de los actores. La historia parece tener una base mínimamente interesante, que probablemente provenga de la obra de King, pero el desarrollo es tan vago y tan poco cinematográfico que uno realmente se sorprende cómo pudo haber sido aprobado un guion así. Los diálogos tienen muy poco cuidado y caen una y otra vez en la sobre-explicación dejando así algo totalmente chato y sin profundidad alguna. Esta intención de Flanagan de todo el tiempo poner a personajes hablando y contándonos la película le saca todo el misticismo al relato, haciendo que los momentos oníricos se sientan sosos y los momentos realistas, aburridos. Obviamente esto repercute directamente a cómo el espectador termina procesando las, de nuevo, 2 horas y media que dura la película, y que terminan siendo eternas. ¿Y no hizo nada bueno el film? Si, tiene cosas buenas. Y eso probablemente haga que duela aún más su existencia. El trabajo de arte y escenografía está bastante bien cuidado, y hasta la paleta de colores tiene un nivel de detalle que claramente está en un nivel superior en comparación a las otras áreas de la obra. Pero ver que todo el trabajo puesto en estos aspectos haya sido tan en vano hace repensar a uno todo el proceso cinematográfico de hacer un film. Acá hay un responsable que decidió darle luz verde a este proyecto, que movilizó a cientos y cientos de personas a realizar esta obra que simplemente quedará olvidada en el tiempo, o peor, será recordada como la secuela que nadie pidió. Todo esto, sumado a personajes sobreactuados, una banda sonora con muy poca creatividad y una dirección totalmente errada terminan en un film que asusta, si, pero de lo malo que es. Asusta también porque para las nuevas generaciones esta podría haber sido una puerta de entrada a otro tipo de cine. Que alguien que nunca vio «El resplandor» comience por ver Doctor sueño es quizás el mayor miedo que te puede dejar el film. Su estilo se parece más a las peores películas de «Annabelle» o mismo «Transformers», que al de una película secuela del fallecido Stanley Kubrick. El montaje recuerda más a Marvel y su esfuerzo por querer mantener al espectador con los colores suficientes que a películas como las de John Carpenter. El terror es mucho más que Doctor sueño. El género puede llegar a mejores lugares. Y sobre todo, la industria debería querer llegar a mejores lugares si pretende que el cine sea algo más que entradas cortadas y tickets vendidos. En pocas palabras, Doctor Sueño termina siendo un supuesto homenaje, que solo existe porque fanáticos la irán a ver y que, con suerte y un poco de ilusa esperanza, la historia se encargará de borrar.
Cartero: Los códigos de la calle. La promesa de narrar una historia que transcurre a finales de los noventa, estando también en el momento económico en el que estamos, es una apuesta enorme del director Emiliano Serra. Ya la simple idea le dispara a uno emociones muy variadas y difíciles de controlar. ¿Es Cartero (2019) una obra calma? ¿O la historia que cuenta es la de la crisis y el desequilibrio? Cartero (2019) cuenta la historia de Hernán Sosa, un joven que a finales de los 90 decide mudarse del pueblo donde vive hacia capital federal para trabajar como cartero en Correo Argentino. A partir de allí, veremos como Hernán conoce la calle de la gran ciudad y al mismo tiempo cómo la calle lo transforma a él. Una buena forma de comenzar a comprender esta obra es su total argentinidad. No estamos hablando de esas películas argentinas que podrían transcurrir en Capital Federal como en Luxemburgo o Nueva York. Elementos como el fútbol, la mal llamada picardía criolla o el humor clásico nacional son elementos claves para ir marcando el tono del film. Gracias a eso se encuentra con muchos elementos en común del célebre «Nuevo cine argentino» que nacía justamente por los 90 y que venía a cambiar la forma de contar historias en nuestro país. Pero no es solo el tono elegido o el estilo replicando algo a analizar y apreciar de esta película, sino que a la vez, tenemos una historia bastante bien cuidada. A diferencia de aquel cine de los 90, donde el guion solía ser el punto menos sólido del film en algunas ocasiones, nos encontramos en este caso con una estructura y una dirección de la acción ejecutada de forma muy efectiva. Los diálogos suelen estar bien logrados y sobre todo tendremos un gran elenco, con figuras nacionales de nuestro cine como Jorge Sesán (Pizza, birra y faso), Germán de Silva (Las Acacias) y Marta Lubos (La niña santa) destacándose especialmente en roles secundarios. Estos personajes, sumados a otros también muy pintorescos, son quizás el mayor éxito del film, que van motorizandolo al mismo tiempo que dándole dinamismo y frescura a la historia. A pesar de todo esto, es también adecuado decir que el ritmo de la película tiene sus decaídas. Esto se debe principalmente a un muy fluctuante tono, que se plantea como una representación del viaje del protagonista, pero que termina funcionando negativamente, sobre todo por la mitad del metraje. Eso sí, los dos polos opuestos funcionan muy bien. Es decir, cuando la película realmente busca hacerte reír, lo hace bien, al igual que los momentos más dramáticos y tensos funcionan a la perfección. Es en ese espacio generado entre los dos polos que la historia no termina de definirse y se tropieza durante algunos momentos. Aún así, en líneas generales el film funciona muy bien y tiene muchas más cosas positivas que negativas. Una de ellas es la música de uno de los mejores compositores del mundo me animaría a decir, que es el señor Gustavo Santaolalla. Esta banda sonora nunca está en primer plano ni es una herramienta extremadamente principal, pero los pocos momentos que aparece y logra robarse la atención del espectador son deliciosos y dignos del prestigio del compositor. También tenemos una buena interpretación protagónica de Tomás Raimondi, quien carga con todo el peso de la película apareciendo en todas las escenas y siendo el único protagonista del film. Pese a la responsabilidad, su trabajo es muy correcto y nunca desentona. En conclusión, Cartero es una buena película, que logra entretener y narrar una historia profunda e interesante al mismo tiempo. Lo que plantea no es fácil, y vale la pena aclarar que no siempre lo logra, pero cuando Cartero encuentra el equilibrio entre sus dos polos y logra transmitir la crisis de los 90 al mismo tiempo que vemos una simple película, es cuando su existencia se justifica muchísimo más. Claramente recomendable y un muy buen comienzo en la ficción para el prometedor Emiliano Serra.
Monos: El conflicto interno de la guerrilla colombiana. Una de las funciones más importantes que tiene el cine es la de capturar realidad. Monos, la super-producción colombiana del año, tiene muy claro esto, y cuenta una historia extremadamente cruda, no por la violencia o la sangre que haya en pantalla, sino por retratar de una forma tan transparente y real uno de los conflictos más importantes que suceden hoy en América latina. Esta película cuenta la historia de ocho adolescentes que sirven como guerrilleros para unas fuerzas armadas terroristas. Estos casi niños tienen la tarea de cuidar, en el medio de una montaña, a una estadounidense secuestrada interpretada por la genial Julianne Nicholson («I, Tonya» o recientemente «Iniciales S.G»). Lo primero a destacar en esta obra es claramente el enfoque que se decidió para narrarla. Aquí no estamos desde la perspectiva del estado, de algún familiar de la estadounidense o de la estadounidense en si misma. Aquí todo lo que sucede lo vemos desde el punto de vista de los jóvenes secuestradores. No hay glorificación ni victimización tampoco, solo una visión sin filtro alguno de cómo se sienten estos personajes. Y en relación a estos personajes, se disparan otras narraciones. Dentro de este viaje que tienen los jóvenes, que luchan por la supervivencia en el medio de la nada, sucede lo sexual. Las hormonas se disparan, las relaciones se confunden y se retrata de una manera que pocas veces se había visto en el cine regional la sexualidad cambiante. Hasta el personaje protagonista, Rambo, está interpretado por Sofía Buenaventura, una mujer. Y no es un conflicto en toda la película, hasta uno podría no darse cuenta de esto. Fuera del dato, la sexualidad y su relación con la situación que viven estos jóvenes termina siendo una más que interesante reflexión y, sobre todo, una demostración de sutileza y tacto hermosa. Aún así, como uno podría imaginarse, la violencia es un aspecto crucial en este relato. Cómo describía anteriormente, no presenciaremos momentos viscerales o explícitos innecesariamente. El muy habilidoso Alejandro Landes logra proyectar el conflicto humano de esa misma violencia. Las escenas de acción se vuelven algo más que una escena de acción, el tiempo se para y cada paso que dan parece valer el doble. Esto es 100% responsabilidad del director, que muy hábilmente logra ponernos en la piel de estos jóvenes sin victimizarlos, pero sin juzgarlos tampoco. No hay buenos y malos, no hay blancos y negros. Hay humanidad. Para cerrar la combinación, tenemos un trabajo de fotografía hermoso, con el 100% de las locaciones en ambientes naturales y reales, con todo lo que eso implicó en el rodaje. Selvas, ríos y montañas son algunos de los lugares donde va sucediendo este viaje, que por momentos recuerda a viajes clásicos de la historia del cine como Apocalypse Now, y por otros nos lleva a los lugares más profundos de un personaje. A esto le sumamos un guion interpelativo como el elaborado por Alexis Dos Santos y el director Alejandro Landes, y tenemos una obra redonda y cuidada. En conclusión, Monos sorprende y se cuela entre una de las mejores películas del año, con una historia cruda y pura, unas interpretaciones muy bien logradas (sobre todo teniendo en cuenta que algunos ni siquiera eran actores formados) y una dirección fenomenal que lleva de la mano al espectador y lo tira en el medio de la selva con estos chicos. Allí es cuándo tenemos que decidir junto a ellos, vivir junto a ellos, y sobre todo, comprenderlos.
Guasón: El payaso mecánico. Mucho se ha hablado de esta nueva versión del Joker (Guasón, según nuestra traducción), quizás uno de los antagonistas más conocidos del mundo moderno. Pero en este film, hay una perspectiva distinta. El antagonista es el protagonista. El enemigo es igual que nosotros. Y ahí, justo ahí, es cuando entra el arte. Históricamente se ha asociado el universo de superhéroes como un lugar cómodo. Casi un sub-genero aparte, los héroes siempre suelen explorar los mismos tropos. Ni siquiera en obras tan bien logradas como la trilogía de Nolan sobre el caballero oscuro o el cierre de Logan (2017) en su último film pudieron alejarse de contar historias similares, pero con un tono distinto. Aquí, en cambio, la historia no tiene nada que ver con lo que se suele narrar y claramente se aleja del asiento acomodado. Hay un personaje que, tal como se ve en el tráiler, está marginado de la sociedad y desde ese lado, desde el lado más oscuro del ser humano, se construye la locura. Eso no significa que hay un montaje sucio o una dirección de arte tenebrosa, ya que este film tiene una belleza visual enorme y una composición exquisita. Esto se debe a que el hecho de contar una historia de oscuridad no requiere que la iluminación o el vestuario sea oscuro. La oscuridad está en la caracterización, en la ideología que propone un personaje que por momentos está extremadamente insano pero por otros, vemos enormes rasgos de racionalidad. Este juego que plantea el guion, ese ir y venir entre la demencia y la realidad, es uno de los puntos más fuertes de esta película, y algo que no hemos visto en el cine comercial hace mucho tiempo. Esto no significa que nunca se haya hablado de este tópico en la historia del cine, pero el enorme cuidado de jugar en ambos bandos, de plantear una película que pueda ser mirada por un público amplio y que pueda dejar un sentimiento tan profundo es algo único y que no se puede dejar pasar. Stanley Kubrick, Luis Buñuel o el mismísimo Salvador Dalí son los artistas que más se acercan a lo que transmite esta obra. La emoción por el final del metraje es tan alta que es difícil de analizar y de deconstruir sin hablar con spoilers, pero estamos hablando de uno de esos momentos que van a quedar grabados en la retina del espectador, y mucho de ello se debe al enorme trabajo de Joaquin Phoenix, un clarísimo competidor para la academia. La interpretación de este Guasón es tal que compararlo con trabajos previos hacia el personaje (Heath Ledger es el primero que puede venir a la cabeza) es innecesario e irrespetuoso. No voy a decir quién hizo un mejor o peor personaje, pero lo que acaba de hacer Phoenix es una de esas actuaciones que van a ser recordadas por mucho, mucho tiempo. Y para agregar de yapa… ¿Qué más pedir del glorioso interprete que es Robert De Niro? Los pocos minutos en su película son gigantes, y que este pedazo de actor pueda seguir trayéndonos personajes tan ricos es algo que se agradece. Sonrisa asegurada. Me arrodillo ante la existencia de esta obra. Me arrodillo ante Warner Bros. dándole luz verde a algo tan fuerte. Y sobre todo, me arrodillo a que esta película será, sin lugar a dudas, un antes y un después en la historia del cine comercial. Faltan las palabras y sobran las emociones para describir lo que es ver Guasón (2019). Su acercamiento al cine es la definición más pura de una obra maestra. El arte plantea preguntas, pero nunca deja respuestas. Al salir de la sala, el espectador pregunta a la película, pregunta al espectador de al lado y se pregunta a si mismo; Y eso, mis amigos, es arte.
El Jilguero: Después del atentado. Las fechas son cercanas. El suceso es algo similar. La sensación intenta ser la misma. El 11 de septiembre de 2001 sucedió en estados unidos uno de los atentados más conocidos de la historia de ese país. A partir de ahí, la vida de todos sus ciudadanos fue un antes y un después. Con intención de mover alguna emoción, la película El jilguero (basada en el libro homónimo) intenta recrear ese sentimiento, pero sin mover mucho la marea. Siendo respetuosa. Pero la pregunta que uno se plantea al verla es… ¿El hecho de ser respetuosa es suficiente motivo como para justificar su calidad? El jilguero es una película dirigida por el poco conocido John Crowley, pero con un elenco de actores encabezados por los prestigiosos Nicole Kidman (Eyes Wide Shut, The Others), Ansel Elgort (Baby Driver, Divergent) y otras caras no tan prestigiosas, pero que pueden resultar conocidas como Luke Wilson, Sarah Paulson o Jeffrey Wright. La historia, basada en un libro best-seller del mismo nombre, cuenta la historia de Theo Decker, un niño que pierde a su madre en un atentado terrorista realizado en un museo de arte y, más adelante, la vida de ese niño una vez convertido en adulto. A pesar de no especificar ninguna fecha clara, la película transmite la sensación de que este hecho es contemporáneo al atentado a las torres gemelas que sucedió aquel 11 de septiembre, aunque desde acá es importante avisar que todo lo que sucede en la historia, aunque pueda tener su inspiración en la vida real, es cien por ciento ficción. Es importante hablar de la fotografía muy bien trabajada y cuidada de Roger Deakins, uno de los mejores directores de fotografía que existen actualmente. Queda claro que no es su mejor trabajo, pero aún así logra generar ambientes visualmente ricos e interesantes de ver. También hay algunas actuaciones, como por ejemplo la de Oakes Fegley interpretando al joven Theo Decker, que resaltan por su calidad y trabajo de caracterización. Realmente sorprende su habilidad actoral a tan corta edad. Pero, a pesar de estos detalles de muy buen color, la película no logra llegar a buen puerto. En ningún momento vemos un personaje poco realista o tampoco vamos a ver una situación poco construida, pero la historia en sí misma llama muy poco. Hay algo en el ritmo de los planos y en sus idas y vueltas temporales (la película va y viene contando la historia del protagonista de joven y de adulto) que pone enormes trabas a la pata emocional de este film. Decisiones que terminan recayendo demasiado en John Crowley, el director, quien parece tener más cuidado con no cruzar ninguna línea y hacer la película más correcta posible que con contar un conflicto interesante o un desarrollo de personajes atractivo. Y eso es una lástima. Es una lástima porque este guion no carece de decisión sobre lo que quiere transmitir. Su intención es clara. Pero dentro de esa pretensión, la emoción resulta demasiado artificial. Ansel Elgort, por ejemplo, quien interpreta a la versión adulta de Theo Decker, no logra personificar su personaje. Sus lágrimas son artificiales y su sentimiento resulta simplemente falso. No es la excepción. Muchos de los actores en esta película no lograron una actuación verosímil, sobre todo cuando la historia realmente parece pedir un nivel dramático y emocional fuerte. Ahí es cuando más se cae. Si a toda esta fórmula algo fallida se le suman las casi dos horas y media que dura el metraje de esta película, está claro que el resultado no va a ser positivo. Mientras que por un lado tenemos un guion respetuoso, una historia aparentemente profunda y hasta una reflexión interesante sobre el arte, la cual decidí no profundizar por cuestión de spoilers, tenemos también por el otro lado a su ritmo regular y su dirección que llega a ser directamente mala en algunas ocasiones. Puede que alguien conecte con lo que transmite el film, y sinceramente no me sorprendería ver a personas afectadas en su vida real por algún ataque terrorista que dejen caer una lágrima en algunos momentos, pero la película falla en el acto de mimetizar, falla en hacer al espectador parte de la historia que cuenta. Y eso, lamentablemente, afecta directamente al producto final
Alcanzando tu sueño: Un videoclip muy pintoresco. ¿Qué tanto se puede innovar en la idea narrativa de una adolescente queriendo ser cantante? Esa es una de las primeras preguntas que surgen al ver esta película, que nos ocuparemos de desglosar y analizar. ¿Es mejor que el montón? Alcanzando tu sueño es la traducción del nombre original de este film, Teen Spirit. Una película dirigida por el primerizo Max Minghella y protagonizada por Elle Fanning. La historia cuenta un momento específico de la adolescente Violet, aficionada al canto pero dentro de una familia que no ve su hobbie con buenos ojos. Es por eso que se dedica a cantar en bares a escondidas de su familia, hasta que un concurso de talentos llega a su ciudad y ella quiere poder participar. Esta historia, obviamente, resulta algo cliché en el momento que uno se para a analizarla, y durante el visionado es muy fácil ver para dónde va a ir la trama, o cómo va a terminar. Las pocas sorpresas están relacionadas más a decisiones narrativas poco construidas que a giros interesantes. Dentro de todo este camino arquetípico y previsible del film, hay que decir que hay pocos momentos específicamente malos o que no se dejen ver. La película, con una duración de hora y media aproximadamente, mantiene un nivel promedio durante todo el metraje. Es cierto que el nivel de calidad que mantiene es algo bajo y decepcionante, sobre todo con la presencia de una prometedora y habilidosa Elle Fanning, pero por otro lado, nunca te llega a sacar de la sala o a querer que termine. Si la película hubiera durado media hora más, el cantar probablemente hubiera sido muchísimo más negativo. La propuesta fotográfica es de las mejores cosas que tiene esta obra, con un juego de colores muy entretenido, y que sólo está en determinados momentos de la historia. Esto ayuda a que la pantalla no esté siempre saturada de esos colores de neón que aparecen en el póster, a la vez que le ayuda a los momentos importantes de la trama a ir más allá. Y es ahí donde, a pesar de la calidad visual, la película se tropieza con más fuerza. Sus momentos musicales, que por la naturaleza de la historia se imaginaran lo importantes que deberían ser, terminan siendo extremadamente olvidables. A pesar de tener una imagen colorida y con sombras marcadas, la elección de planos, el ritmo del montaje y los elementos de la puesta en escena son muy flojos. Ninguno de los elementos recién descritos transmite algo en absoluto, y en escenas donde su principal funcionamiento debería ser una especie de clímax narrativo, solo vemos a Elle Fanning cantando. Esto es probablemente uno de los mayores errores del film, generando momentos bastante anticlimáticos y poco interesantes. Esta estética de videoclip no sería un problema si toda la película girara alrededor de esa idea, pero cuando las canciones se van y aparece el conflicto dramático, su apuesta va más por el lado de lo solemne y supuestamente profundo. La pretensión del guion no ayuda a la historia en absoluto. Eso sí, Elle Fanning vuelve a destacarse en su papel, con una muy buena actuación y caracterización. Es cierto que la película no está tan mal como acaba de ser analizada. Es decir, se deja ver, no se hace larga y tiene actuaciones en un nivel interesante. El problema es que su indecisión sobre el potencial target del público provoca un choque de intenciones flojo y que ensucia el producto final. Por momentos parece querer transmitir una historia profunda y reflexiva, mientras que a veces su historia parece ser simplemente una adolescente cantando, siendo este último el que gana lamentablemente mayor peso en el tercer acto. Una imagen pintoresca y una idea interesante, que termina transmitiendo muy poco, pero al fin y al cabo, entreteniendo.
Nueva mente: Las consecuencias de no pensar distinto. Los tiempos cambian. La humanidad avanza y evoluciona, con tecnologías soñadas y con ideas nunca antes imaginadas. Pero, ¿acaso la sociedad realmente avanza tanto como parece? Esa es la pregunta que «Nueva mente» propone al espectador y que analizaremos si es suficientemente profunda para generar un cambio. La localidad de José León Suárez es uno de los escenarios más importantes de este documental argentino que busca visibilizar lo duro que es el trabajo de la separación de residuos. Los mal llamados «cirujas» son trabajadores sin prácticamente ningún goce sindical y despreciados por una sociedad que no sabe todo lo que les debe. Desde ese lado, esta película sabe lo que quiere contar y lo que quiere generar, como un buen documental reaccionario. Su intención es demostrar, cautivar y movilizar al espectador sobre la situación actual nacional de la recolección de basura y lo importante que es no solo para la sociedad y los puestos de trabajo, sino que para el medio ambiente y la permanencia global. Contando historias de trabajadores en una planta barrial de separación de residuos, demuestra con buena mano como hasta en los peores momentos la esperanza es lo único que se pierde. Pero, a pesar de que algunas de sus historias son muy conmovedoras y emocionantes, es en el momento más «documental» en el que esta película pierde su ritmo. Su estructura resulta algo reiterativa a la hora de narrar y retratar el pasado, y aún en esta repetición no termina de ser del todo clara como para que el espectador comprenda cómo se llegó a esta situación. Su visión al pasado resulta confusa. Eso sí, cuando la narración se torna personal es cuando este documental llega a todo su esplendor. Las pequeñas historias antes mencionadas son piezas clave para el objetivo final del documental que es la movilización del espectador. Su cruda y potente realidad funciona como espada para generar breves relatos que no solo mantienen la atención del espectador en la hora y 20 de duración del film, sino que lo interpela y expone. Cualquier persona que vea esto va a salir de la sala con algo más adentro suyo, y eso es muy de agradecer en este tipo de narrativa. Es esto que se genera en el espectador la principal característica positiva de este documental. Cualquiera puede iniciar el cambio y los pequeños cambios ayudan mucho más de lo que uno piensa. Es cierto que el film a veces cae en una crítica directa a la obvia responsabilidad estatal, y aunque claramente era algo que no podía no estar en este relato conflictivo, si es de lo que menos interesa y lo que el espectador más se ve venir. Pero cuando la película te demuestra, por ejemplo, lo útil que es la separación de los residuos personales y plantea un escenario cambiante y esperanzador, es cuando más encuentra su alma. Lamentablemente no es el cien por ciento de la película y gracias a eso, su ritmo se siente perdido en alguna otra ocasión, pero nunca es suficiente como para que resulte algo desagradable o aburrido de ver. En conclusión, es un documental efectista, funcional y directo. Su mensaje es un golpe fuerte, duro y sobre todo, claro, que demuestra las claras consecuencias de seguir viviendo en el pasado. Cada vez es más urgente la necesidad de un cambio en la forma de pensar a niveles colectivos y en ausencia de políticas nacionales que promuevan este cambio solo queda en el individuo la posibilidad de salvación. Miles de familias, sin preparación profesional alguna, son las principales herramientas de reciclaje nacional y como película, su idea no puede ser más transparente. A pesar de un ritmo no constante y una aparente falta de originalidad en elementos como la música o el montaje, es innegable la calidad artística y lo imprescindible que es el mensaje de esta película en la sociedad actual. Quizás la única forma de cambiar sea empezando de cero.
Hotel Mumbai: Dura, intensa y carente de moralidad. En 2008 la ciudad de Bombay fue víctima de un ataque terrorista organizado, donde se atacaron 10 lugares totalmente aleatorios y dejaron una huella de más de 150 muertos y centenas de heridos. Esta película cuenta en forma de ficción la historia de uno de esos atentados, el del Taj Mahal Hotel. El Taj-Mahal Hotel fue víctima de un atentado terrorista donde por casi 3 días todos los empleados del hotel y sus huéspedes fueron aniquilados o perseguidos con el mismo fin. Uno de los puntos más interesantes de este hotel en comparación a los otros ataques es no solo su larga duración, sino que los mismos empleados fueron liderando grupos de socorrismo y escondite del terrorismo, mientras esperaban la llegada de las fuerzas especiales para que frenen el atentado. Lo primero que se le puede venir a uno a la cabeza al escuchar que una historia así está siendo filmada es el hecho del respeto. Es la única forma de abordar un conflicto así, y aunque el tono de este film es sobrio, su juego en el límite de lo correcto y lo incorrecto es quizás uno de sus mayores problemas. Esta historia está formulada como un Thriller y como cualquier buena película de este género, es totalmente intensa. Es por esta intensidad y por una representación a veces muy explícita que la obra termina moviendo tanto al espectador. Sus escenas de acción son fuertes, sus personajes interesantes y aunque sus momentos emocionales no sean lo mejor que pueden ser, no cae con facilidad en la sensiblería. Porque si, esta opera prima de Anthony Maras busca mover al espectador, y va directo a ser efectista, visual en muchas ocasiones, pero siempre parece quedar mágicamente del lado del respeto. Las actuaciones están a un muy buen nivel, destacando sin lugar a dudas el personaje de Dev Patel (Slumdog Millionaire) y resaltando también a Armie Hammer (Call Me By Your Name) y la no tan conocida pero si muy sorprendente Tilda Cobham-Hervey que en un papel menor logra llevarse bastante atención en el film, interpretando a una niñera en el medio del hotel. Es gracias a ellos que la balanza termina jugando para el lado del respeto, siendo sus roles extremadamente claves para el tono de la película. No se puede decir lo mismo de la edición, que muchas veces recurre a montajes paralelos para contar y mostrar la acción desde distintas perspectivas, y que continuamente hace dudar al espectador de si la obra tiene realmente un punto de vista. Es esta duda y esta indecisión en la historia que cuenta lo que hace que cada escena de tensión sea algo extraña y que cada momento cinematográfico, que los tiene, sea difícil de ver. Porque por algo La lista de Schindler es un drama y no una película de acción. Y por algo Apocalypse Now sigue siendo recordada y apreciada 40 años después. Son obras que su objetivo principal es el respeto. Cuando uno visiona estas historias no se pregunta qué va a pasar, sino de por qué pasó lo que pasó. Está claro que este atentado guarda poca relación con cualquiera de las dos guerras que cuentan los films con los que injustamente comparé, pero también es ese respeto por las familias y ese cuidado por lo correcto es lo que más falta le hace. En conclusión, la experiencia de ver Hotel Mumbai es dura. La película está hecha con un gran detalle técnico y la tensión es una de esas emociones continuas en este duro film. Lo visceral, en cambio, termina siendo algo que resta mucho más de lo que suma, y achata mucho de su potencial mensaje. Como película, es excelente, pero su poca pretensión y su forzada moralidad la condenan a ser un Thriller más, que pone sus propios límites en la intención de hacer llorar mucho más de lo que intenta hacerte pensar.
El cuento de las comadrejas: Campanella y el séptimo arte. Juan José Campanella vuelve al cine después de haber filmado la película animada «Metegol» y haber ganado un Oscar con «El secreto de sus ojos«. Como si eso fuera poco, en su elenco lo acompañan altas figuras como Luis Brandoni, y Graciela Borges. ¿Es esta obra un regreso triunfal en la filmografía de Campanella? «El cuento de las comadrejas» es un remake bastante libre de «Los muchachos de antes no usaban arsénico«, película argentina de 1976. Pese a mantener una trama similar y algunos personajes parecidos, definitivamente es una obra personal del director, dónde toma influencias de películas como «The Bad and The Beautiful«, a la vez que toma ese ácido humor inglés característico de obras como Monty Phyton. La historia cuenta la aparente calmada vida de dos actores casados y que viven en una mansión con un director y un guionista. Los cuatro son amigos de hace mucho tiempo y ya retirados viven y tienen sus distintas peleas hasta que dos jóvenes fanáticos de su cine y también dueños de una inmobiliaria familiar le proponen a la actriz comprar la casa y disolver toda esa amistad. Desde el guion vemos un ritmo acelerado desde un primer momento, que deja pocos momentos contemplativos y que apuesta por la habilidad de sus actores y sus diálogos tan bien pulidos. Pese a que ese ritmo acelerado a veces perjudique un poco a la película en si, también deja espacio para mostrar la calidad de todo el elenco. Graciela Borges sigue demostrando el calibre de actriz que es y por qué la historia del cine argentino no podría existir sin su nombre resaltado en ella. Su actuación es fenomenal. Eso sí, ninguno de los otros monstruos actorales desentona en absoluto, dónde vemos un genial Luis Brandoni haciendo de esposo en silla de ruedas, un ácido y filoso Óscar Martínez que avanza la trama con humor y perspicacia y un Marcos Mundstock que demuestra su origen en Les Luthiers y su habilidad para hacer reír. Eso sí, la película no es sólo humor y es ahí donde los jóvenes Nicolás Francella y Clara Lago entran a agregar conflicto y drama a una historia con personajes entrañables e interesantes. Tanto trabajo en lo actoral y en el guion termina teniendo consecuencia en la puesta en escena que a pesar de tener un trabajo de dirección de arte costoso y lujoso, no transmite mucho. La fotografía o el sonido son meras herramientas y al ser una película que habla tanto de cine, se echa un poco en falta un poco más de pulido que salvando algunas escenas, es bastante plano. Esto no quita la calidad actoral y el trabajo que tiene «El cuento de las comadrejas» en el diálogo, que es inteligente, humorístico y veloz. Referencias al cine argentino sobran y desde esas conversaciones tan cuidadas vemos un amor por el séptimo arte que muchas veces falta en este cine nacional y que es de agradecer. En conclusión, «El cuento de las comadrejas» es una película sobre películas. Es un homenaje a una época gloriosa del cine argentino y que está integrada por prestigiosos actores del cine. La nueva obra de Juan José Campanella entretiene y conmueve tanto como el director se lo propone, siendo efectiva en el llanto y en la risa, y formando una obra memorable y recomendable. Puede no ser el regreso por todo lo alto que uno esperaría de un ganador del oscar, siendo algo simple y plano en algunas ocasiones, pero eso no le quita lo efectivo ni la convierte en menos entretenida. Simplemente es un muy buen cuento.
4X4: Cuando el victimario se convierte en víctima. Si hay algo que caracteriza a Mariano Cohn y Gastón Duprat es que sus películas no dejan en el medio a nadie. ¿Es su nueva película un nuevo éxito, o es el comienzo del decaer? Gracias a películas como “El hombre de al lado” o “El ciudadano ilustre” la dupla de directores conformada por Mariano Cohn y Gastón Duprat ya se está volviendo una formula de éxito asegurado. El año pasado con “Mi obra maestra“, en la cual ambos escribían el guion pero Gastón dirigía y el otro polo de la dupla ejercía de productor, decidieron probar una nueva combinación y en este film vuelven a intercambiar sus roles, siendo Mariano Cohn el director del film. Esta película tiene la original premisa que cuenta la historia de un ladrón de baja monta interpretado por Peter Lanzani. Un día normal, el ladrón entra en una camioneta 4X4 para robarle los objetos personales y el equipo del auto, pero cuando intenta salir se encuentra totalmente atrapado. Esto desencadena una enorme historia de encierro y tortura dentro del auto, donde nadie lo ve, pero él puede ver a todos. Las analogías con la realidad son claras, y si hay algo que este film hace muy bien es darle de lleno a la representación real de la sociedad actual. La justicia a mano propia, el garantismo y la extrema violencia son algunos de los temas y tópicos del guion, y como toda obra de arte que se precie, se aleja totalmente de cualquier tipo de posicionamiento o juicio sobre los personajes y lo que hacen. A esto, que ya es de gran nivel, hay que agregarle una cinematografía excepcional, sobre todo en la primera media hora del film en la cual no hay prácticamente diálogo alguno y todo se cuenta desde la cámara, los silencios y las expresiones de un genial Peter Lanzani. El trabajo de interpretación era muy difícil y el actor no solo lo logra personificar sino que lo hace con creces. A destacar también la actuación de Dady Brieva que solo desde su voz puede transmitir un montón de sensaciones distintas y la esporádica aparición del siempre increíble Luis Brandoni. Lamentablemente el comienzo de los diálogos y el desarrollo de la historia en si decae muchísimo en nivel y termina generando continuamente conversaciones donde priman la exposición y los personajes simplemente sueltan toda su historia personal y lo que es importante para la trama. Esto por suerte no llega a niveles desastrosos, pero acompañado de una bajada de ritmo y de la aparición de más elementos en la trama termina por alejar a la película de ser una posible obra maestra. Porque si, la primer media hora de película aproximadamente es de lo mejor que se ha visto en el cine argentino desde hace mucho tiempo. Los elementos técnicos obviamente están presentes en el film, y la fotografía es una de las principales áreas encargadas de comunicar y narrar ese encierro. Quizás la repetición de algunos recursos fotográficos durante la mitad del film contribuyen a esta bajada de ritmo que sufre la narrativa, pero en general está muy bien lograda. Eso sí, la música de Dante Spinnetta está genial y termina funcionando como inyecciones de adrenalina durante toda la película. En conclusión, 4X4 es una gran película, con grandes actores y con un guion que no le esquiva a nada. Polémica, fuerte, pero sobre todo, con excelentes intenciones cinematográficas, y pese a que con el correr del metraje la historia y el ritmo comiencen a fallar, este film es extremadamente recomendable de ver y debatir. Con un gran elenco y un guion bien construido. Todo lo que debe hacer el buen arte.