La nueva película de Scott Cooper (CrazyHeart 2009, Out of the Furnace 2013) se centra en la relación entre el mafioso irlandés Jimmy “Whitey” Bulger y el FBI: un trato que consistió en eliminar del mapa al crimen organizado italiano. Para esto, Bulger tuvo que “rebajarse” al nivel de informante (considerado por algunos como un soplón) para que la policía estadounidense, con quien compartía enemigo en común, se encargase de hacer el trabajo sucio que tanto le iba a costar. Black Mass es contada a través de testimonios en tiempo presente de los matones de Bulger, y retrocede a los 70? para mostrar el verdadero transcurso de los hechos. La relación entre la mafia de “Whitey” y el FBI es el conflicto principal y está representada por un dúo actoral muy logrado: Johnny Depp – Joel Edgerton. El personaje del primero es violento, frío, temperamental y perturbador: se extrañaba el Depp metamorfoseado y provocador, que genera una presencia tan fuerte y marcada. Se trata de un Bulger intimidante e impredecible, al que no le tiembla la mano a la hora de derrochar violencia. Sin dudas que es una de las mejores actuaciones de Depp en los últimos 15 años de carrera. Algo similar sucede con John Connoly, el policía del FBI y amigo de la infancia de Bulger, que es desarrollado por un Edgerton más que aceptable, en el que se lo puede ver maduro. Están muy bien marcadas las características de Connoly: un tipo que está más allá del bien y del mal y tiene la calle en sus venas, un ex “chico de barrio” con dinero. El resto del reparto está un poco desaprovechado. Benedict Cumberbatch, Dakota Johnson y Kevin Bacon tienen apariciones esporádicas y poco consecuentes en la historia, caso contrario al de personajes, cuyos nombres no se dirán para no arruinar sorpresas, que tienen su minuto de gloria y son capaces de cambiar el transcurso de la película. Black Mass tiene un comienzo prometedor, inspira a gran thriller pero se hace monótona a medida que el guión avanza. Los sucesos desafortunados que implican al protagonista crecen más y más, y como consecuencia, el motor de la película resulta ser el actor como ente individual: Depp-Bulger. Las escenas de violencia aparecen el momento justo, sumamente justificadas y con el grado perfecto para lograr el choque. Black Mass en ese sentido no tiene miramiento, no le importa el descaro de una persona estrictamente criminal. El final se torna predecible y poco épico. Violenta como Out of the Furnace, pero no tan melancólica, la anterior película de Cooper fue más redonda, cargada de personajes y creadora de un estilo urbano devastador. Por el contrario, Black Mass solo se resume en una complicada historia verídica, sin abundancia de momentos memorables ni giros, pero sí elevada por un enorme Johnny Depp.
Ridley Scott se sumerge de lleno en el género, como en sus buenos tiempos. El director de Blade Runner y Alien pisa la pelota, tira caños de taquito y hace goles de rabona cuando de sci-fi se trata. Después de algunos estrenos algo cuestionables (véase The counselor y Éxodus), parece que Scott vuelve a estar ahí metido entre los grandes. The Martian, basada en la novela homónima de Andy Weir, entretiene, se ríe de todo y conversa con el espectador constantemente. El astronauta Mark Watney (Damon) y su equipo, liderado por la teniente Lewis (Chastain), están en Marte en aras de una misión espacial. El problema llega cuando una fuerte tormenta sacude a Watney y obliga a todo el resto del equipo a emprender la retirada. Watney, a pesar de que lo daban por muerto, está vivo y con ansias de regresar a a Tierra. Mientras utiliza su instinto de supervivencia al puro estilo Cast Away (dirigida por Zemeckis, 2000), el astronauta intentará dar aviso a su hogar de que él sobrevivió, para así poder ser rescatado. Entrarán en juego, entonces, los personajes terrícolas, que incluyen a importantes funcionarios de la NASA, nerds constructores de cohetes y al gobierno estadounidense junto al chino. Mientras tanto, el resto del equipo espacial de Watney , viaja por el cosmos para llevar a cabo otra misión, pero sin conocimiento de que su ex compañero está vivo. The Martian parece mantener una clave durante toda la película, que es la de no escapar de un cierto tono sobrador, irónico y a veces cómico. Está constituida por pocos y buenos momentos de alta sobriedad, con el fin de brindar más importancia al entretenimiento, la acción y la risa esporádica. Llaman la atención las ocurrencias del astronauta para vivir el día a día en el planeta rojo, lugar en el que, por la época futurista en la que se sitúa la película, se pueden instalar carpas y cosechar: el film juega con eso durante mucho tiempo de su tramo medio. Damon, sin dudas, ayuda: su carismático Mark Watney se diferencia por completo del insolente personaje que interpretó en Interstellar (Nolan, 2014), que contó con algunas cualidades parecidas. Es botánico, valiente, decidido, escucha música disco (gran soundtrack), come papas con ketchup y tiene un instinto de supervivencia mas grande que el de Chuck Noland (Cast away). Scott se las rebuscó para dialogar constantemente con el espectador a través de la utilización de este astronauta solitario, que habla de forma directa a la cámara, con el fin de narrar su año sabático en Marte, mientras explica el paso a paso de esta aventura. Esto hace que el espectador empatice con el. El resto del reparto hace las cosas bien: destacan Jessica Chastain (también con un papel similar a Interstellar, que instala la cuestión sobre si ella y Damon tal vez quisieron lavar sus personajes de la película de Nolan), el ganador del Oscar Chiwetel Ejiofor y Jeff Daniels. El espectador verá un gran primer comienzo (que poco concuerda con el resto de la película). A medida que el argumento avanza, algunas escenas que prometían cierto estilo se ven desdibujadas. Cambia, ni para mal ni para bien, solo cambia, y ahí entra en juego la fascinación por The martian. O la incertidumbre. También se puede ver un final acertado, que corresponde con el tono que instaura el film durante gran parte. El efecto de espacio exterior está muy bien realizado, no al nivel Gravity, pero aún así creíble. The martian entretiene, tiene planos que serán recordados por el cinéfilo, y sabe diferenciarse de sus hermanas espaciales, como pueden ser Apollo 13, Gravity o Space Cowboys.
Laberinto de mentiras buscará representar a Alemania en los premios Oscar a mejor película extranjera. La película dirigida por Giulio Ricciarelli está basada en la investigación del fiscal Johann Radmann sobre los crímenes cometidos en el campo de concentración de Auschwitz, en la Segunda Guerra Mundial. La historia se sitúa en la ciudad alemana de Frankfurt, en el año 1963. El país, que hace relativamente poco venía de ser derrotado en la Segunda Guerra Mundial por los Aliados, transitaba una etapa de incertidumbre y confusión. Johann Radmann (Alexander Fehling), un joven fiscal que se dedica a casos menores, comienza a investigar el paradero de soldados nazis, que luego de la guerra colgaron su traje y se dispersaron por todo el país en búsqueda de sobrevivir y a la vez pasar desapercibidos, e intenta arrestarlos. La historia se centró en el esfuerzo del superhonesto y heroico Radmann en su búsqueda de la verdad. Hasta ese entonces, los trágicos hechos sucedidos en el campo de concentración de Auschwitz no habían salido a la luz, así como tampoco las atrocidades que cometía el doctor Josef Mengele. Estos temas, amén de que la intención del fiscal era atrapar a cada solado nazi suelto, fueron el centro de la investigación del fiscal, que contó con ayuda de un periodista, los demás fiscales de la ciudad y un ex prisionero judío. Compleja ópera prima del director alemán Giulio Ricciarelli en la que cuestiona el proceder de las políticas alemanas y los comportamientos de la sociedad, ajenos a toda situación conflictiva, que no difieren mucho a los de hoy en día. ¿Quién fue nazi y quién no? ¿Todos son nazis? Son preguntas que se plantea Laberinto de Mentiras y que quedan expresadas con suma literalidad cuando en una de las escenas finales Radmann transita borracho por las calles y en su saturación por el caso acusa de nazi a toda persona que pasa. Ricciarelli abre la posibilidad que cualquiera de los personajes pueda tener un pasado nazi y ser descubierto por nuestro Sherlock Holmes alemán. El fiscal se enfrentará a las mentiras, a la hipocresía y al abandono de las víctimas de los campos de concentración de la Alemania de posguerra. Laberinto de mentiras 1 La película no tiene pelos en la lengua. Las declaraciones de los ex prisioneros judíos sobre sus vivencias en Auschwitz estremecen y logran que se recree el terror con solo palabras, sin que haya necesidad de mostrar ni una imagen que las representen físicamente. Las emociones incrementan su peso a medida que la película avanza ayudadas por una gran composición musical de Sebastian Pille. Las interpretaciones, tanto del protagonista como la de los secundarios, son correctas y cumplen siempre que una intensa escena intensa requiere de toda su capacidad. Laberinto de mentiras no da vueltas, el caso no lo permite y la casi surrealista entrega de Radmann sabe atrapar. Si el espectador no sabe el final de esta investigación, lo averiguará junto a su protagonista.
La cámara recorre indiscretamente la calle bajo la lluvia y divisa el escenario en el cual el espectador estará inmerso toda la película: El teatro. Allí, Thomas (Mathieu Almalric) está furioso porque no consigue el papel protagonista femenino para su obra La piel de Venus. Dice que ninguna de las actrices que participaron del casting están capacitadas -que a lo largo del film se puede notar el alto voltaje y dramatismo que requería- y prepara sus cosas para irse. Es el momento en el que aparece Vanda (Emmanuelle Seigner). Dispuesta, atrevida, encaradora y empapada por la lluvia torrencial que hay del otro lado de la puerta -que separa a “otro mundo”- quiere quedarse con el papel a toda costa. Tras regateos con Thomas consigue que éste no se vaya y la vea. Es otra persona, muta, se transforma en la actriz indicada para Thomas, que dará inicio al teatro de Polanski. El tridente Sacher-Masoch, David Ives y Polanski hacen La venus de la pieles algo multiplataforma. El primero la escribió, el segundo la teatralizó y el tercero la llevó a la pantalla. La obra crea una alarmante tensión entre dos personajes y alterna entre el amor, el erotismo y el oscuro deseo. Polanski juega con la intensidad de un incomodísimo diálogo entre los actores que se entremezcla con el atrevido texto de la obra a ensayar. Porque La venus de la pieles se trata de un ensayo que sobrepasa los límites y toma al sadomasoquismo, en realidad, como el protagonista, y lo cuestiona. Esta acción se produce correctamente entre dos actores que están a la talla. Seigner -mujer en la “vida real” del director, véase entre sus obras con el polacofrancés en Frantic (Frenético – 1998), Bitter Moon (Lunas de hiel -1992) y The ninth gate ( La novena puerta– 1999)- metamorfosea su personaje y distingue a la persona y a la actriz de una manera admirable. Amalric -reciente ganador en el Festival de Mar del Plata como mejor director por su película Le chambre blue– acompaña y “deja ser” a su compañera, aunque transitoriamente su potencial se desarrolla y, si se compara la mentalidad de su personaje al inicio y al final de la película, se puede llegar al asombro. La venus de la pieles saca la molestia que dejó Le scaphandre et le papillon (La escafandra y la mariposa -2007), cuando la unión de esta dupla se vio obstaculizada por la parálisis de diminuto actor, en su personaje como antiguo redactor en jefe de la revista Elle. Roman Polanski tiene 81 años. Ha hecho a lo largo de su extensa carrera muchas películas que encierran un solo escenario, filmes claustrofóbicos. Si un cinéfilo ve La piel de Venus, es casi imposible que no se acuerde de su anteúltima película Carnage (Un Diós salvaje -2011)- basada en la obra de Yasmina Reza- en la que 2 parejas elevan la intensidad de una absurda discusión en tono de comedia. Otro film teatral del enano director es Death and the Maiden (La muerte y la doncella -1994), que sucede en un solo escenario, una casa y su corto alrededor, y se entrega a las actuaciones de la ostia de Sigourney Weaver, Ben Kingsley y Stuart Wilson -sobre todo los 2 primeros- que transmiten el mas recóndito de los suspensos. Citaré por último a Bitter Moon, que con esto de relacionar sus filmes pasados con La venus de las pieles, tiene dos condimentos esenciales que lo conecta a este film y acentúa el concepto de obra del retorcido director: Emmanuelle Seigner y el sadomasoquismo. La francesa aquí es una chica ingenua que al final resulta ser lo contrario, pasa de ser humillada a humilladora y ejecuta actos sexuales de los mas poco convencionales con su novio, interpretado por Peter Coyote. Polanski continúa en su salsa, divierte como en su anterior película y te sabe oscurecer como en muchas de sus obras. Creo que es lo que busca. Su seguidor será recibido con los brazos abiertos, el que no lo siga y que además no entienda el francés, que sepa leer rápido y que se maraville con la inteligencia de un texto.
Matías es ahora un famoso traductor de ruso al que le encargan su trabajo más difícil: traducir al Primer Ministro ruso (Mario Pasik) que está de visita en Argentina. Tiene una novia (y que novia! es Luz Cipriota) que se llama Jessi y su hija Rocío (Lourdes Mansilla) lo tiene como un padrazo. Rody, un seco Pedro Alfonso, se mete de nuevo en la vida de Matías, pero esta vez para protegerlo y a la vez derrocar a sus, ahora enemigos, los rusos. En el comienzo la película hace un recorrido por el presente de los personajes que aparecieron en la primera. La ex de Matías (Anita Martinez) coordina el evento en el que el Primer Ministro ruso dará su discurso, Rocío esta en órbita con su novio y Rody, que aparece “por accidente”, está en mala relación con la Interpol. Una serie de enredos en donde el Ministro da su discurso es la causa del punto fuerte del argumento: Matías descubre que tiene una bomba dentro de su cuerpo. Rody explica que el motivo por el cual los rusos colocaron la bomba en el cuerpo de Matías fue para hacer detonar a éste cuando se encuentre cerca del Ministro y así, asesinarlo de carambola. Ahora, la pareja de El Trece luchará por sobrevivir y se las tendrá que ver con lo malos. Como en la 1, Matías insiste en ser un padre sobreprotector, su ex lo basurea, se pelea con Rody por estupideces y se asusta con cualquier cosa, los mismos métodos de la primera comedia. La película juega (de nuevo) demasiado con anticipar lo que va a pasar con el personaje en cuestión exageradamente cuando este contradice el hecho. Una buena, José María esta vez usa mas sus gags personales: bailes en las cámaras ocultas de Videomatch, algunos que otros gargajos atragantados y gritos al estilo de “Es mágico”. El personaje de Luz Cipriota, Jessi, se caracteriza por la ingenuidad y el prototipo de “rubia buenísima y tarada”. A veces divierte, pero se envuelve en una sobreactuación difícil de llevar para el espectador que está en una media de cinefilia para arriba. También aparecen Martín Campi, que será un médico, un divertido Gabriel Schultz, que hará de seguridad en el hotel que se aloja Matías, Cristian Sancho será de los malos y en el final habrá dos sorpresitas. La familia está apta para ir a ver Socios por Accidente 2, se va a entretener, que no es lo mismo que morir de risa. El fanático de José María Listorti va a tener un poquito mas de el y no se tendrá que guiar por algun prejuicio con Pedro Alfonso, porque para el papel de policía serio y correcto, está correcto. Claramente la producción y las intensiones de la película son otras, pero es llamativo ver como Nicanor Loreti se aleja tanto de su Diablo (2011).