CUALQUIERA PUEDE ESCRIBIR Parte del cine europeo se sostiene mediante producciones que siguen un abc del género que resulte efectivo en la taquilla. Respecto a la comedia, siguiendo la tradición de la italiana Il sorpasso, se unen dos personajes distintos bajo una misma aventura. No pueden faltar las películas de tinte policial, bandera que alza en alto, en estos últimos años, España. Dichas producciones tiene un fiel público en las salas, que en Argentina corresponde en su mayoría a la tercera edad. Una trama sencilla y bien narrada, actores agraciados, intentando recordar a los Belmondo y Claudia Cardinale (porque para ver gente fea tenemos la vida real). Dicho cine no se mantiene gracias a su público, es en conjunto a las políticas de protección de distribución. Francia es uno de los principales ejemplos, país que nos cita aquí con la película La biblioteca de los libros olvidados. “La vida de un crítico es sencilla en muchos aspectos, arriesgamos poco y tenemos poder sobre aquellos que ofrecen su trabajo y su servicio, a nuestro juicio”. Las palabras del gran crítico gastronómico Anton Ego trazan las características del protagonista, Jean Michel. Crítico literario y conductor de un programa donde recomienda nuevas obras, su palabra es temida y alabada de igual manera. Un día le llega un libro que resulta ser una gran obra, perteneciente a una biblioteca dedicada a obras rechazadas por las editoriales. Su autor, Henry Pick, falleció hace unos años, pero lo que le resulta dudoso a Michel es que todos desconocían su faceta de escritor, ya que era conocido por ser un pizzero. Descreyendo que alguien que amasa pueda tener tal prosa, empieza una investigación en busca del verdadero autor y, al fin, recuperar su credibilidad ya que ha sido despedido de su programa, y en su vida personal se separó. La película logra generar intriga durante la búsqueda, en un principio, para ver caer el ego del protagonista; luego, siendo seducido por la duda y adentrándose en la investigación. Jean Michel no se encuentra solo, lo acompaña la hija de Henry Pick. Pese a sus diferencias, cada uno tiene algo que limpiar: su nombre, en el caso de él, y el de su familia, en el caso de ella. Los momentos entre ambos generan pasos de comedia bien implementados que le otorgan un respiro a la trama detectivesca. Rémi Bezançon venía dirigiendo dramas de parejas, con tintes de comedia (Nos futurs, Un heureux evenement), y en esta ocasión explora lo policial sin olvidar la faceta cómica. Otorgándole a Fabrice Luchini un margen para que interprete al crítico obstinado, y su faceta detectivesca con roces a Closeau. Que finalmente continúa con la cita final de Ego: “No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista puede provenir de cualquier lado”.
LO QUE NO VES, PUEDE LLEGAR A SER El cine de terror, al igual que la comedia, han sido vehículos para realizar comentarios políticos y sociales. Dos géneros denostados desde un principio. Seguramente, porque desde la solemnidad no se puede considerar que uno puede llegar a la reflexión mediante la risa o el miedo. Ignorando aquella frase de Howard Hawks donde decía que el cine tiene 10 reglas, y 9 son entretener. A lo mejor, mediante aquellos dramones, uno puede captar aquella frase que se repite con dichas películas: “tiene un mensaje”. Obras que apelan al golpe bajo, las nominaciones y que finalmente terminan siendo olvidadas. Pero el género que nos convoca aquí es el terror llevado a un terreno de thriller. La película “inspirada” en la novela de H.G. Wells, que tiene la versión más reconocida de los 30’s de James Whale y la de Verohoeven en el 2000. Universal, tras haber fallado en su intento de emular a Marvel, con su “Dark Universe”, recurre a la opción B de seguir a DC con Joker. Una película que no intenta generar una puerta a otros personajes, teniendo una libre interpretación de construcción, y un presupuesto para nada exorbitante. Cayendo en las buenas manos de la productora Blumhouse, que junto a A24, van marcando la agenda del género. El hombre invisible inicia con una gran secuencia de suspenso, donde plantea los puntos hacia donde se dirigirá la película. Cecilia (Elisabeth Moss) huye de la casa de su pareja, tras años de abusos, principalmente psicológicos. A pesar de que está dormido, la idea de su presencia de alguna manera se mantiene en los pensamientos de Cecilia. Pensamientos que la acompañarán pese a lograr el escape, gracias a la ayuda de su amiga. Iniciando, según los amigos que la rodean, una paranoia sobre una persona que ya no puede hacerle daño. La presentación del terror de manera visible, ahora llevada a lo que escapa de nuestros ojos. Leigh Whannell dirige en base a trabajos anteriores que ha hecho junto a James Wan, principalmente referido a lo paranormal (Insidious). Haciendo del terror un in crescendo, sumado a la buena actuación de Moss que desde su rostro, uno entiende todo. Además, la banda sonora que no trata de producir saltos e incluso por momentos calla. En palabras de Bernard Herrmann conversando con Hitchcock: “La música viene de donde uno pone la cámara”. Y en el caso de la composición de Benjamin Wallfisch, lo que podemos ver. Los monstruos van cambiando, reinterpretando miedos que nos acompañan desde el inicio de la humanidad. Los clásicos de la Universal, basándose en las obras literarias de Bram Stoker, Mary Shelley y el mencionado H.G Wells, pueden tener el rostro de Drácula y Frankenstein. Figuras que en nuestra infancia hacían que nos ocultáramos bajo las sábanas, pero al crecer dichos miedos evolucionan a lo que no vemos pero podemos sufrir: el acoso, no sentirse entendido, el prejuicio, perder el control sobre uno mismo. Miedos que están distribuidos de manera acorde en El hombre invisible.
CORTITA Y AL PIE En un cine mainstream que intenta generar un enorme hype en el público, para que luego se traduzca en taquilla, uno valora aquellas producciones que no apelan a vender una “obra maestra” ni ahogarnos con teasers y trailers. Aquellas películas que desde sus recursos, cumplen. Haciendo un poco de historia, en la década del 20 y 30, las producciones de la Universal, los 40’s con Val Lewton, 50’s y 60’s con Roger Corman y William Castle. Obras que si fueran un plantel de fútbol, serían aquellos denominados “gasoleros”. Rinden, te salvan de estar en los últimos lugares y te pueden sorprender al pelear un campeonato o clasificar a una copa importante. En el caso de Amenaza en lo profundo tenemos a seis personas viviendo en una estación minera a 11 kilómetros de profundidad del mar. Tras lo que ellos creen un terremoto que inhabilitó la estación, deberán llegar a la siguiente estación para encontrar resguardo. En el trayecto se darán cuenta que la verdadera amenaza es una criatura marina, desconocida hasta entonces. La dirección de William Eubank reconoce a otras películas similares: la criatura que emerge ante el aprovechamiento de los recursos (Megalodón), Kristen Stewart con un look a lo Ripley en Alien al cubo, junto a la criatura y sus crías, parecida al xenomorfo. La acción y el movimiento están desde el primer minuto, la película no dedica demasiado en introducirnos a los personajes secundarios, e incluso al protagónico. Uno acepta las reglas del género y reconoce los clichés: los que hacen chistes y el afroamericano (carne de cañón), la chica asustada, el capitán que se sacrifica, para que finalmente nuestra protagonista asuma la responsabilidad. Sumado a la amenaza marina, se encuentran la claustrofobia del lugar y de las oscuras profundidades que arrastran a cada personaje, hacia sus miedos. Oscuridad que se implementa para que tanto los protagonistas, como los espectadores, no tengamos una imagen clara del monstruo. Construyéndolo por partes, hasta el clímax. Por momentos el recurso del movimiento de la cámara caótica, sumado al slow motion, se utiliza en repetidas ocasiones como efecto final, desestimando una buena construcción de escena. Amenaza en lo profundo sigue un abc ya reconocido, pero que entretiene, referenciando a obras similares, pero no al exceso para que parezca un collage. Después de todo, como diría Brian De Palma en Doble de cuerpo, refiriéndose a otro género: “Estamos haciendo una porno, no El último tango en París”.
LA ÚLTIMA FRONTERA Viajar a tierras inhóspitas tiene ese encanto de encontrarse a uno mismo en lo desconocido. Películas como Into the wild de Sean Penn o La increíble vida de Walter Mitty de Ben Stiller avivan ese fuego de dar ese salto y arriesgarse, “que todo fluya”. Fuego que dura hasta la primera de cambio, cuando nos damos cuenta que ya no tenemos wifi para publicar nuestra aventura en redes sociales, vamos a reconocerlo. El sur argentino tiene ese atractivo, sobre todo por su extenso territorio y pocos habitantes (dos por kilómetro cuadrado). O como cuenta uno de los protagonistas del documental Puerto Almanza: “la mayoría de los que llegamos a Tierra del Fuego, llegamos por trabajo o huyendo de la ley”. Almanza es la región más austral del territorio argentino, una población de cien habitantes que en su mayoría se compone de personas dedicadas a la pesca y de viajeros a los que se les terminó el mapa. En el paisaje fueguino, sus directores, Juan Pablo Lattanzi y Maayan Feldman, recalcan las historias de los pobladores, sobre todo de dos: Rolo y Santiago. El primero es un padre de cuatro hijos que se instaló en el poblado, con una promesa de trabajo que nunca tuvo. Reclama para que Almanza tenga una escuela y nos relata su historia de mochilero, siendo joven. Por su parte, Santiago, el personaje más interesante, es un hombre que dejando atrás su adicción por el juego, se aleja de los casinos hasta el fin del mundo. En la cámara, encuentra un espejo con el que dialoga con sus errores: su poca relación con su padre, el abandono y reencuentro con su hijo, la vida en prisión, y su pasatiempo como escritor de zambas y poemas. Un poblado cuyas casas han sido construidas por el desecho de otras o aprovechando la madera del bosque, al igual que sus habitantes, construyendo sobre lo que han vivido y adaptándose al entorno. Una fotografía que no invade el lugar y entra en tono con el paisaje pasivo, territorio conocido por su director, Guido De Paula (La cárcel del fin del mundo). Aprovechando los distintos climas que atraviesa el lugar, siendo la cámara un turista respetuoso. Puerto Almanza es un documental que presenta algunas historias, que imaginamos mientras viajamos por la ruta de noche, y observamos aquellas luces en soledad. Pensando en las personas que habitan en la nada, y aquí, en uno de los lugares más recónditos del mundo. Desconozco si Rafaella Carrà tiene razón de que en el sur se encuentra un buen amor, elijo creerle. Pero dicho lugar, rodeado de un paisaje natural y alejado de la jungla del asfalto, es una invitación a un nuevo comienzo.
MEMORIA COLECTIVA El olvido es un concepto que atormenta, en algunos casos incluso más que la muerte. La imagen del artista que mediante su obra se empeña en trascender más allá de su vida. O como bien representa Coco (2017), los seres queridos se desvanecen cuando ya no viven en nuestra memoria, y recordando “te llevo en mi corazón y cerca me tendrás”. ¿Pero qué hay del olvido en vida? La casa de Argüello es un documental autobiográfico de Valentina Llorens, quien recompone aquellos espacios en blanco de su infancia, reconstruyendo no sólo su identidad sino también la de su familia. Familia que en 1975 sufrió el secuestro de sus tíos y madre, por parte de las Fuerzas Armadas, previo al Golpe de Estado. Su nacimiento en cautiverio y el exilio de sus padres, siendo criada por su abuela, Nelly, una persona simpática y lúcida para su avanzada edad. El documental inicia a principios del 2000, cuando Valentina realiza un viaje, visitando a su abuela. Charlas familiares, profundizando en recuerdos que a la abuela Nelly la regresan a los momentos más tristes de su vida, pero como bien dice ella: “Con un ojo lloramos, y con el otro reímos”. La desaparición de dos hijos, encarcelación de otro y la crianza de su nieta, en base de “justicia y amor” que, según ella, era ser subversivo en aquellos años. Lo filmado, se editó y se guardó como un recuerdo de viaje. Tal como dice la directora en off: “No había plan de rodaje ni guión”. La cámara en mano es testigo de la improvisación de lo documentado. Doce años después, lo que parecía un diario de viaje toma identidad de documental, cuando una noticia shockea a la familia Llorens. Encontraron los restos de Sebastián y María Llorens, cambiando la carátula del expediente de “Desaparecidos” a “Asesinados”. Instintivamente, Valentina vuelve a filmar, esta vez con más experiencia técnica, habiéndose dedicado a cine y publicidad. Documenta el entierro y las emociones encontradas, no sólo de su abuela, sino que ahora de su madre (Fátima) e hija (Frida). La historia de la casa de Argüello, lugar donde la abuela Nelly crió, no sólo a Valentina, sino que además recibía a infantes con la misma situación de desarraigo de sus padres. Lugar que fue dinamitado, en palabras para que entienda Frida: “Vinieron hombres malos que no les gustaba nuestra casa. Y explotaron la casa, por suerte no estábamos ahí”. Valentina Llorens explora la historia de su familia, su identidad, llenando aquellas piezas que faltaban en el rompecabezas. Piezas que no representan un contexto grato, pero sí verdadero. Una verdad que atraviesa a cuatro generaciones de su familia, la sufrida, la explorada y la que mantiene lo transmitido. Un documental de historias íntimas, causado por un dolor que afectó a todas las familias en mayor o menor medida. Cuyas historias contribuyen al recuerdo, la memoria colectiva, para que este no vuelva a ocurrir.
A LA DERIVA Actualmente gran parte del terror que llega a nuestras salas, proviene de lo paranormal. Aquello que está fuera de la comprensión humana y, por ende, uno no sabe cómo defenderse. Generalmente el camino hacia vencer dicho mal, comienza en creer que existe, para luego conocer su origen y finalmente, vencerlo o salvarse de este. Este subgénero de posesiones y exorcismos goza de sus buenos años, The black cat (1934) con Boris Karloff y Bela Lugosi, pasando por las películas de Mario Bava en los 60’s, hasta llegar a las recientes Actividad paranormal. Se ha convertido en el vehículo más propicio para cortar tickets. En el caso de La posesión de Mary nos aventuramos a un viaje donde, en los primeros minutos, nos desinteresamos en llegar a destino. Una familia de tradición marina que afronta problemas económicos, decide invertir su dinero y esperanzas en la compra de un barco velero, con el fin de utilizarlo como atractivo turístico. El padre, David (Gary Oldman), consigue a “Mary” a un módico precio, la embarcación fue encontrada en altamar sin tripulación. Ignorando el antecedente, David la adquiere, y tras una serie de restauraciones junto a su esposa Sarah (Emily Mortimer), estrenan el navío. Con sus dos hijas, trazan ruta bordeando el Triángulo de las Bermudas, viaje del cual sólo regresa la madre. Una versión de La Llorona, pero en mar abierto, que no aprovecha esa condición para crear el clima de aislamiento, y aumentar el ahogo de los protagonistas, fuera de lo paranormal. Un Oldman desmotivado cuya meta es llegar a destino pese a todo, y una Mortimer que se carga la película al hombro, enloqueciendo de a poco por una “extraña” presencia. Llegando a ser la única sobreviviente, narrando lo ocurrido mientras es interrogada por las autoridades. Su director, Michael Goi, ha frecuentado el género, dirigiendo episodios de American Horror Story, teniendo a los 60 años una carrera más televisiva. Desde el 2011, con Megan is missing, se inició en el cine y junto a La posesión de Mary notamos que su rumbo es hacia el terror. Pese a su experiencia, vemos relajo a la hora de utilizar jump-scares y el abuso de la mezcla de sonido para aumentar el susto. Un ABC utilizado frecuentemente, algunas veces efectista, pero que ya notamos el desgaste al verlo semana tras semana en cine y series. Cuando ocurre el desgaste de un subgénero, más en el terror, generalmente se lo lleva a lo absurdo, logrando reírse de sí mismo. Ejemplos: Return of the living dead y Scary movie. En todo caso, me muestro más motivado en esperar una película de ese tinte, que otro rejunte de sustos refritos.
SUSTOS QUE NO DAN GUSTO Es difícil causar terror, no sólo por la inflación del género y que, semana tras semana, tengamos una nueva en cartelera. El hecho de sentir la sensación en la sala, a veces no por lo que ocurre en la pantalla, sino por el grito de alguna butaca. De que el impacto sea tal, que la película nos acompañe, pasen los años y sigamos revisando la ducha, o nos acostemos preocupados con temor a tener una pesadilla de la que no podamos despertar. En parte, es difícil realizarlo porque el mundo se ha vuelto un lugar más oscuro de lo que podemos ver en el cine. Una monja poseída no aterra tanto como aquellas cuadras que caminamos de noche, cuando bajamos del colectivo y nos dirigimos a nuestras casas. En las noticias vemos a Norman Bates, Michael Myers y demás monstruos que reaparecen. Quedan dos caminos, construir sobre lo creado al hacer una remake y apelar a la nostalgia: It, Chucky, Halloween… O plantear un nuevo universo como es el caso de La hora de tu muerte. Un nuevo universo que tiene semejanza con Destino final y La llamada. Una app que informa la fecha de tu muerte, y una joven enfermera llamada Quinn que la descarga a modo de juego. Lo que parecía una trivialidad, se vuelve real cuando descubre que uno de sus pacientes falleció cuando la app lo predijo. Con el poco tiempo que le fue destinado, intentará detener la maligna aplicación, con la ayuda de otro joven y su hermana menor, que también padecen la misma situación. En paralelo, se desenvuelve una trama de acoso laboral por parte de nuestra protagonista, que no suma a la película. Uno termina siendo espectador de una serie de sustos: ruidos en el placard, debajo de la cama, la oscuridad en un baño… Dicha técnica proviene de que varias películas del género se aggiornaron en YouTube. No es de extrañar que conozcamos infantes o adolescentes, cuyos videos que consumen del citado sitio web sean de terror. Pero sobre todo de un subgénero llamado creepypasta. Leyendas urbanas creadas en internet, acompañadas de un video corto con sustos, generalmente, apariciones sorpresas o jump scares. Poco importan los protagonistas y la historia, prima el estímulo. Vincent Minelli lo predijo hace más de 60 años, en The bad and the beatiful: “Yo podría hacer en esta escena un clímax. Podría hacer cada escena de la película un clímax. Si lo hiciese, sería un pésimo director. Una película llena de clímax es como un collar sin hilo, se desarma. Hay que construir los grandes momentos”. La hora de tu muerte no sólo carece de hilo, sino que las perlas que presume no tienen brillo. Una premisa atractiva, con el peligro del uso de las aplicaciones, sumado a lo paranormal, pero refugiada en un rejunte de escenas refritas que apelan tristemente al susto. Incluso para los actores, que se notan más apesadumbrados que aterrados. Lo verdaderamente aterrador de dicha fórmula es que al igual que un video de YouTube, las películas terminan siendo descartadas, suplantadas por la nueva notificación de la cartelera.
POR UN PUÑADO DE CRÁNEOS Recordando mis años de primaria, uno se iniciaba en Historia con la llegada de Colón a América. Luego la Conquista, Colonialismo, Invasiones Inglesas, Cabildo Abierto, hasta llegar al 9 de Julio de 1816, donde al igual que en un cuento de hadas, nos liberamos del yugo español y vivimos… no sé si felices, pero, al menos, libres. En la secundaria, la materia se expandía: griegos-romanos, la Revolución Industrial, la Francesa, no abandonando la cuota nacional, Unitarios vs Federales y los distintos procesos militares. Ya egresando, el final feliz era la vuelta de la democracia. Lo cierto es que, recapitulando dichos contenidos, surge un bache. La mayoría de los hechos aprendidos de nuestra historia, se centralizan en Buenos Aires. Obviando gran parte de eventos que dieron forma a nuestra Nación, tal como la conocemos hoy. El documental 4 lonkos se encarga de profundizar en lo que fue la “Conquista del Desierto”, desde el punto de vista aborigen. Lo que han sufrido, invasión y desarraigo, y lo que aún padecen, la falta de reconocimiento. Un lonko es el cacique o jefe de su comunidad. El director, Sebastián Díaz, nos presenta a cuatro de ellos, que habitaron la Pampa y la Patagonia. Comentado por especialistas como Osvaldo Bayer, Marcelo Vaiko, Carlos Sarasola, Claudia Salomón Tarquini, y el testimonio de los descendientes. Uno comprende que dicha conquista, o como bien se aclara aquí, dicho genocidio, se debe a la expansión de la “civilización”, sobre territorio habitado por la “barbarie”. Pero hay un personaje, inversor de la campaña, que lejos de interesarse en los terrenos, su interés radicaba en los esqueletos de los vencidos, como promoción del Museo de La Plata. Hablamos de Francisco Pascasio Moreno, más conocido por el Parque Nacional que lleva su nombre: Perito Moreno. La comunidad científica argentina e internacional apoyó con entusiasmo la incursión, con el afán de conservar piezas de una cultura de la cual eran cómplices de su extinción, y exhibirse en sus museos. El documental hace hincapié en la profanación de tumbas, y el coleccionismo morboso de sus cráneos. Incluso de personas que todavía no estaban muertas, como el caso del lonko Marcelino Namuncurá. Al igual que el personaje de John Wayne en Más corazón que odio, el odio hacia los indígenas trascendía la vida con tal de que no tuvieran un descanso en la otra. Dichos restos, gracias a las demandas de sus descendientes, han sido extraídos de los museos, y devueltos para un entierro acorde a lo que demanda su tradición. Y las pobres almas que no eran asesinadas, corrían el destino de ser esclavas, no sin antes pasar por un “lavado cultural”, donde te imponían un nuevo nombre y una nueva religión. Además de tener una buena investigación, mediada por profesionales, 4 lonkos goza de tener elementos de animación para representar momentos históricos. Lo cual hace que el aprendizaje sea más didáctico. Lejos de ser discursivo, presenta los hechos ocurridos en nuestro país del que sólo habíamos escuchado la versión de los vencedores. Sumado a las declaraciones de las personas que han sido afectadas por tanto tiempo sin reconocimiento, trazando un paralelismo entre pasado y presente. No es la primera vez que Díaz se ubica en dicha línea temporal, su anterior documental, La muralla criolla (2017), también se adentra en la Conquista del Desierto y lo no contado en nuestros queridos manuales escolares. Reconozco que por años ignoré la historia argentina, interesándome en la de otros países. Quizás porque a uno le gusta la tragedia que no es ajena. 4 lokos visibiliza una historia que hasta el día de hoy sigue siendo noticia. Un documental al que le deseo un futuro en algún canal de aire, o mejor, en los colegios.
BAILANDO, QUE NO ES POCO En Argentina somos residentes de nazis. México, tacos, jardineros… Francia es la Torre Eiffel. Inglaterra es el país donde provienen la mayoría de los villanos. Durante los 80’s, los países de Centroamérica eran dictaduras que representaban una amenaza de terrorismo, cuota que ahora cubre Oriente Medio. Lo cierto es que parte del cine made in Hollywood ha sabido construir etiquetas de distintos lugares, incluso del mismo. Pero lejos de parecer un tema de Manu Chao, el acto en cuestión que nos convoca es Somos calentura. La película no le esquiva al prejuicio de Colombia: contrabando, sicarios, inseguridad. Construye en base a ello como contexto, aflorando su rica cultura en danza y diversos ritmos que están en boga en los últimos años, con el puerto de Buenaventura representando los peligros mencionados anteriormente. Allí, Harvey y sus amigos conforman el grupo de danza “Buenaventura Mon Amour”, uno de los favoritos a ganar un campeonato nacional de baile urbano, y obtener la oportunidad de salir de aquel lugar sin futuro. El protagonista es un padre de familia en búsqueda de estabilidad económica, la cual puede encontrar fácilmente mediante el contrabando, vendiendo su alma al Diablo, aunque prefiera arriesgar en la competencia. El director, Jorge Navas, proviene del videoclip y, acostumbrado a las coreografías, logra crear el clima adecuado en colaboración con el montajista, Gustavo Vasco, que venía trabajando con el recordado Luis Ospina. Las escenas durante la competencia de baile no sufren del corte rápido para crear la sensación de ritmo y rapidez. Somos calentura cuenta a su favor con que sus actores son bailarines y coreógrafos. En palabras de John Landis: “si dirigís a alguien que sabe bailar, lo único que resta es documentarlo de pies a cabeza”. Eso cuenta desde Fred Aistaire y Ginger Rogers, pasando por Michael Jackson, hasta la estrella del momento. Uno es espectador de una genuina batalla de coreografías, acompañada de un fuerte ritmo de hip-hop, combinado con el sonido local. La trama en paralelo, sobre el contrabando, y cómo nuestros protagonistas terminan siendo partícipes, oxigena a aquella persona que no es tan amena a tanto baile. Buenaventura es un paraíso, preso de una amenaza que no se oculta de día y donde la policía, en algunos casos, también es cómplice. Somos calentura asume una triste realidad que acarrea el país latinoamericano, pero también reconoce su rica cultura, basándose en ritmos originarios y actuales, cómo uno puede ver al inicio. Dicha unión, finalmente se utiliza como contrarrespuesta. El cine colombiano ha sabido plantar bandera a través de Matar a Jesús (2017), El abrazo de la serpiente (2015), Karen llora en un bus (2011) y más ejemplos. Pese a la pérdida de un gran exponente cómo Luis Ospina, dicho cine no queda desamparado, surgiendo nuevas miradas que lo mantienen en marcha.