A pesar de lo excesivo de la duración, esta remake del original conserva la esencia de lo que fuera uno de los hitos del cine ATP de los 80 para conformar a aquellos que siguieron la saga atentamente y seducir a un nuevo público para el cual el film se reserva características particulares de la época, como la referencia a los video juegos en la puesta en escena del torneo final. Jaden Smith demuestra no sólo ductilidad a la hora de actuar sino una destreza física impresionante, y Jackie Chan lo secunda sin ningún esfuerzo aunque con menos carisma -es cierto- que Noriyuki “Pat” Morita...
Una versión cinematográfica que le hace muy bien a esta sobrevalorada serie de los 80''s, con un casting muy bien elegido y el humor y la acción necesarias para entretener lo suficiente a los fanáticos de Aníbal y Cía. y a quienes no lo fueron tanto. Pese a la trama que presenta ciertos baches narrativos en una seguidilla de flashbacks y vaivenes que en parte empantanan al relato, el grupo de guionistas sale airoso con la planificación de las secuencias de acción, donde el despliegue de efectos especiales no genera mayores conflictos entre la técnica y la sucesión vertiginosa de acontecimientos...
El fin de los días Basada en la novela "The road" del escritor estadounidense Cormack Mc Carthy y ganadora del premio Pulitzer en el año 2007, La carretera puede encuadrarse dentro del ámbito de los relatos post-apocalípticos como la reciente El libro de los secretos, aunque trasciende –narrativamente hablando- ese terreno para abrazar un combo de géneros cinematográficos bastante ecléctico: el melodrama familiar, el western urbano y ciertos tópicos del cine de terror. A partir de una puesta en escena concentrada en las ruinas que ha dejado un cataclismo de dimensiones importantes destruyendo a casi toda la civilización, la trama se enfoca en las peripecias que debe sobrellevar un padre (sensacional Viggo Mortensen) junto a su hijo (Kodi Smit- Mc Phee) en una constante lucha por la supervivencia, que tras la muerte de su madre (Charlize Theron, sobria) se hace aún más problemática y conflictiva frente a un entorno plagado de hostilidad y peligros. El director John Hillcoat, quien ya había demostrado una interesante desempeño en el atípico western The proposition (2005) concibe un film desolador y emotivo que no necesita de espectaculares efectos ni de coreografías de acción para sostener una atmósfera de gran tensión dramática, en la que la amenaza del canibalismo siempre llega como indicio más que como idea medular para no recaer en la morbosidad gratuita. Por otro lado, pueden encontrarse en esta suerte de lucha dialéctica entre la fe y el nihilismo planteos acerca de la religión y la existencia humana. El tiempo adecuado para la reflexión y la sobria elección de los diálogos para despojar de parlamentos altisonantes a una historia trágica que no precisa de grandes golpes de efecto, es otra de las virtudes de esta película. En algunos tramos las reminiscencias a las películas de zombies resultan más que evidentes así como la incursión de ciertos tópicos afines al western como la territorialidad, la autodeterminación y el constante coqueteo entre lo instintivo y la razón, sin dejar desprovisto el melodrama que hace hincapié en la relación padre-hijo por sobre todas las cosas. A esa sumatoria de aciertos que se reflejan gracias a la buena elección de un elenco encabezado por Viggo Mortensen pero que cuenta con grandes secundarios como Robert Duval y Guy Pearce, entre otros, se le debe sumar un final poco complaciente y de una honestidad que para los tiempos que corren parece difícil alcanzar sin realizar concesiones o estar sujeto a los humores de una industria cada vez más conservadora y errática como el Hollywood de hoy día.
El realizador y guionista Ole Christian Madsen revela una mirada revisionista sobre la participación de los daneses en el régimen nazi, para apostar por una propuesta narrativa audaz concentrada en la lucha de dos activistas de la resistencia que eran partícipes de un grupo armado aniquilado por la Gestapo. Espionaje, contraespionaje, lealtades, traiciones y una historia de amor plagada de tragedia y dolor con un inteligente uso del material de archivo y descollantes actuaciones de sus protagonistas forman parte de esta más que interesante obra con tintes de cine político y testimonial...
Con ciertas reminiscencias al film Bolivia, Caetano amalgama estilos y experimenta con este drama de familia disfuncional intimista al que agrega para romper la densidad de la narración, diferentes recursos cinematográficos con resultados dispares. Sin embargo, en su conjunto, pese a la digresión constante como parte de una estética fragmentaria que respeta el punto de vista de una niña de 12 años, el relato tiene cohesión y el poder de síntesis habitual de este realizador. Natalia Oreiro entrega una performance ajustada y demuestra (aunque ya no es necesario) que es una muy buena actriz, capaz de salirse de los moldes televisivos que tantas veces se le achacaron...
Manzana arenosa Si Paris ya tuvo su película, que reunía nada menos que a veinte directores en Paris, je t''aime (2006) y Tokio estuvo presente en un tríptico intitulado igual que la ciudad, Nueva York merecía la misma suerte cinematográfica. Sin embargo, la ausencia de grandes directores se hace notar en esta fallida producción colectiva compuesta por once cortometrajes de ocho minutos cada uno que forman parte de New York, I love you. La consigna que cada realizador, entre quienes se encuentran la india Mira Nair, el turco Fatih Akin, el egipcio Shekhar Kapur y hasta la actriz Natalie Portman en su debut detrás de las cámaras, debió respetar consistía en: dos días de rodaje y uno de edición para conformar este mosaico, cuyo denominador común no es otro que el espacio y el tiempo. Los resultados de las propuestas son dispares, aunque en todas prevalece la idea de reunir diferentes etnias como característica cosmopolita de la ciudad, así como dejar bien presente a Manhattan donde transcurren gran parte de los capítulos. No faltan los actores de renombre como la ya mencionada Natalie Portman, Ethan Hawke, Julie Christie, John Hurt, Eli Walach, Cloris Leachman, a los que se suman Maggie Q, Shia LaBeouf (en un rol poco habitual), Cristina Ricci, Andy García, por citar a los más representativos. No obstante, ante tamaña galería de estrellas no hay un contrapeso de calidad en cuanto a los directores y eso se evidencia en cada episodio de este deslucido film colectivo. Sin dudas, el segmento más atractivo, con un pseudo homenaje a los diálogos filosos de Woody Allen (el gran ausente tratándose de Nueva York), es aquel protagonizado por la pareja de ancianos formada por Elli Wallach y Cloris Leachman, dirigidos por Joshua Marston. En una escala menor se puede mencionar el fragmento del chino Wen Jiang, una suerte de duelo entre ladrones donde Andy García se lleva los laureles; la siempre efectiva historia de ”levante callejero” en manos del francés Yvan Attal con Ethan Hawke y Maggie Q, sumándose a la reunión la típica página emotiva a cargo de Shia LaBeouf y Julie Christie y el reflejo del cosmopolitismo representado en el bloque protagonizado por Natalie Portman bajo las órdenes de Mira Nair. El resto de los relatos pasa casi desapercibido, sin mayores atractivos para clausurar a este intento de homenaje con muy poco brillo.
Aquellos viejos y queridos juguetes Pasaron 11 películas y la incipiente revolución tecnológica, con su vedette del 3D, parece no haber afectado a los estudios Pixar sino todo lo contrario, porque la usina creativa desplegada en Toy Story 3 lejos de apagarse se encendió para el regocijo de todos los que miraban con nostalgia aquellas dos gemas que comenzaron esta saga. Nunca habrá un mejor desenlace para una trilogía que volver a las fuentes manteniendo una coherencia conceptual admirable, pero siempre adaptándose al paso del tiempo sin apelar al reciclado de viejas fórmulas, aunque apegándose afectivamente a esas criaturas digitales tan entrañables para el público. Alguna vez se dijo que aquellos integrantes de Pixar podían definirse como adultos con alma de niños, dado que siempre estuvo presente en cada una de las aventuras pensadas el riesgo que implica el juego y la confianza de saber que si la historia es sólida y creíble -en términos de verosimilitud- se llega a buenos resultados, pese a que la apuesta para lo que vendrá sea mayor con cada proyecto. Por eso, si hay algo que esta tercera entrega cuida es la idea de poner la historia por encima de la técnica; y esta historia trae de vuelta a aquellos viejos y queridos juguetes que conocemos: el cowboy Woody (Tom Hanks), Buzz Lightyear (Tim Allen), Jessie la vaquera (Joan Cusack), Rex (Wallace Shawn), la pareja de señores Papa, entre otros, a los que se suman nuevas atracciones como Lotso (Ned Beatty), un oso de peluche resentido; un bebé con una mirada siniestra y hasta el mismísimo Ken (Michael Keaton), quien conoce a su Barbie. Sin embargo, la síntesis conceptual que faltaba para corroborar la creatividad de los hacedores de Toy Story llega en Día y noche, el cortometraje que antecede al film. Aquí, la fusión entre el 2D y el 3D se genera a partir de una idea brillante y con una potencia visual increíble. Resulta imposible para quien no haya establecido una relación afectiva con algún juguete de la infancia comprender cuál es la esencia de esta trilogía, que no sólo es un profundo y nostálgico viaje hacia la niñez -con su pureza e ingenuidad características- sino una celebración de la imaginación para la que sólo se necesita una mente abierta y libre de prejuicios, como la que pueden tener algunos niños aún en tiempos de internet, celulares y criaturas como Barney. Ese es el caso de Andy, a quien vemos al comienzo en un video hogareño disfrutando de sus juguetes y que en la actualidad dejará el hogar para ingresar a la Universidad. Es decir, que si bien los muñecos se mantienen intactos y no cambian, lo contrario ocurre con sus dueños que crecen y se transforman en adultos para luego olvidarse de los viejos tiempos. Así se plantea el conflicto que divide al grupo en oposición a la fidelidad irrenunciable de Woody, para quien no existe otra chance que la de permanecer junto a su antiguo dueño, aunque la posibilidad de ir a parar a la basura resulta probable y completamente lógica tratándose de un adolescente en plena transición a la adultez. El resto de la historia no es conveniente adelantarlo aquí ni anticipar al lector una serie de sorpresas en función a la trama con el ojo puesto en el humor físico; en los diálogos inteligentes y en la más pura aventura para la cual el 3D es sencillamente un plus que no le quitará ningún mérito a la versión en 2D. Así como la mirada profunda de Woody nos conecta con el candor y la alegría de la niñez, cada plano de esta gran película dirigida por Lee Unkrich (co-director de Toy Story 2, entre otras) nos devuelve la magia del cine más puro y menos artificioso.
A medio camino entre la cursilería y el romanticismo, Cartas a Julieta parte de una premisa interesante pero opta por el camino equivocado cuando se vuelve predecible y el interés por saber cómo termina la historia se apaga paulatinamente. Sin embargo, la buenas actuaciones de un elenco ajustado la elevan un peldaño por encima del resto...
Entre dos pulsiones Sin duda, puede establecerse una conexión temática entre El refugio y Ricky, ambas obras del director francés François Ozon, desde el punto de vista reflexivo sobre la maternidad sin un enfoque idílico y falso y con el ascetismo característico de este realizador. Más allá del viraje hacia la fantasía que se proponía en Ricky, uno de los interrogantes que sobrevolaba subrepticiamente el relato obedecía a la pregunta de porqué se traen niños a un mundo tan poco agradable, con familias rotas y un excesivo grado de egoísmo en cada uno de los futuros padres. La primera vinculación entre estas historias la constituye el hecho de que se está hablando de embarazos no deseados; de hijos que llegan por accidente o descuido y no como concreción de un deseo genuino. No obstante, Ozon no cae en el reduccionismo de problematizar el fenómeno sino que intenta, sin forzar las situaciones, encontrar matices positivos sobre dos hechos trascendentes, que mal que les pese a sus protagonistas conllevan a una transformación emocional directamente proporcional a la dialéctica atracción-rechazo -que opera de manera constante- con su contracara de dolor-alegría. Esa incertidumbre encuentra en el caso de El refugio una plataforma conceptual más que interesante desde el punto de vista de su protagonista Mousse (Isabelle Carré, embarazada realmente durante el rodaje) una joven de clase media, adicta a la heroína, quien pierde a su novio Louis (Melvil Poupaud) por una sobredosis y debe decidir si continúa con el embarazo o aborta. El apego que la unía a su pareja no podría encolumnarse dentro de la etiqueta de amor, aspecto que termina por develarse cuando la familia del fallecido le pide cortar con los eslabones de la ascendencia sin un atisbo por parte de ella de rechazo o indignación. Sin embargo, ya recluida en una casa de campo, lejos de Paris -que le pertenece a uno de sus amantes ocasionales-, recibe la ingrata visita de Paul (Louis Ronan-Choisi), hermano homosexual de Louis, quien llega con todas las intensiones de pasar una estadía junto a ella. Aunque el rechazo a la compañía resulta -en un principio- más que evidente, también es cierto que la soledad y ciertos recuerdos de su novio comienzan a aparecer generando en la joven Mousse un estado de confusión que la sensibiliza y de a poco irá destruyendo una coraza emocional con la cual guarda distancia del entorno, mientras continúa con su embarazo y con su recuperación de las drogas. Así va transcurriendo una trama despojada completamente de sensiblería por parte del director y guionista, quien mantiene un registro naturalista e intimista hasta el final en donde las pulsiones de vida y muerte se entrelazan de manera constante pese a que lo vital se expresa y manifiesta con mayor fuerza reflejándose –simbólicamente- en un vientre que crece y por el que resuenan los ecos del miedo, la inseguridades y las señales de la fragmentación en los afectos rotos. La virtud del cineasta francés reside principalmente en encontrar un espacio definido entre la frialdad y el despojo emocional, que sintoniza simétricamente con los estados anímicos de los personajes pero sin perder la sensibilidad humana que siempre ha caracterizado su cine.
Una sencilla y deliciosa historia que mantiene un medio tono asombroso a cargo de dos hermanitas que tras ser dejadas en lo de una tía porque su madre no puede hacerse cargo de ellas transitan por una infancia cargada de carencias afectivas, pero sin embargo encuentran afecto en las personas menos indicadas. Los juegos y el pronto regreso de su madre terminan sumando a esa triste realidad una cuota de ilusión y esperanza. Brillante dirección de la realizadora coreana So Yong Kim, quien ganara con su película anterior, In Between Days, un premio en el BAFICI de hace dos años..