JUMANJI O EL JUEGO DE LA AUTOCONCIENCIA Cuando Jumanji llegó a nuestras vidas, allá por 1995, la película regalaba una interpretación lúdica (y a la vez angustiante) del concepto de soledad que tal vez como niña, en ese momento, no pude descifrar. Unos chicos aburridos se apartaban de sus consolas de videojuego para entregarse, sin más, a la diversión de un juego de mesa, aparentemente inofensivo. Sin embargo, el tablero de Jumanji escondía un secreto: la suerte de los dados no sólo era ficticia, sino real. El salvajismo autóctono de la selva se materializaba en feroces estampidas de elefantes o apabullantes mandíbulas de cocodrilos al borde de un precipicio, entre otros peligros, en cada una de las jugadas. ¿Cómo acabar con toda esta locura?: terminar la partida, ganando, por supuesto. La versión de 2018, notablemente apegada a las modificaciones narrativas y estéticas de la evolución del lenguaje cinematográfico, no sólo revisita la historia original de Jumanji, sino que redobla la apuesta poniendo en escena un juego donde la autoconciencia es la protagonista. Por un lado, la de los personajes una vez abducidos por el juego, y por el otro, la del propio filme que se sabe secuela, en una reinterpretación contemporánea de aquella preocupación de mediados de los noventa. El prólogo ubica en tiempo y espacio: en 1996 un año después de la primera aparición del tablero, éste ya parecía ser un objeto de culto para Alex, un típico joven de la secundaria que reniega del hallazgo ofrecido por su padre, entregándose al placer de las flamantes consolas de video juego. Sin embargo, al ser ignorado, el tablero ejerce su poder y se traga a Alex. Gesto que todo conocedor de la obra original reconoce como signo de inicio de la aventura. De todos modos, el prólogo se cierra allí y nos envía hacía el presente revelando a un grupo de jóvenes, las futuras víctimas-protagonistas de una nueva abducción que quien sabe cómo culminará. El bache entre 1996 y 2018 pronto cobrará sentido una vez iniciado el juego. Así Jumanji no sólo es un juego de mesa con poderes, sino un agujero negro, un portal de tiempo y espacio. Este nuevo grupo de desconocidos, cada uno por un motivo distinto, se conforma cuando luego de infringir alguna regla escolar, son llevados al área de detención (castigo que obliga a los jóvenes a quedarse luego del horario curricular a cumplir con alguna tarea solicitado por el Director). Con la actividad asignada, las personalidades comienzan a aflorar: el nerd, el jugador de fútbol americano, la tímida y la blondie serán puestos a prueba cuando desatendiendo la tarea, “Refri” (aludiendo a su contextura) descubre un misterioso objeto empolvado. Durante el tiempo transcurrido desde 1996 hasta el presente, Jumanji dejó de ser un tablero para convertirse en consola, tal vez, luego de notar el desprecio de Alex. Y es aquí donde el primer gesto de autoconciencia se presenta: el juego supo que si no modificaba su forma de existencia pronto dejaría de ser parte del mundo de los jóvenes dando por finalizado para siempre su pedido desesperado de ayuda. Si el juego desaparece ¿quién salvará a Jumanji? Por supuesto, los jóvenes son secuestrados por el juego y la aventura da comienzo, una vez más. Pero lejos de obedecer, sin cuestionamientos, este fenómeno paranormal, cada uno de los participantes es muy consiente de este viaje sobrenatural y esa conciencia se debe, por un lado, a un guiño del cine contemporáneo que, a estas alturas no puede dejar de ofrecer alguna explicación a este evento, y por el otro, a la evolución de un saber: en 2018 casi nadie puede desconocer los mecanismos y ciertas nociones del lenguaje del videojuego. Por eso, cada uno de los participantes tiene una misión que sólo podrán resolver si actúan en conjunto. Sólo así podrán salvar Jumanji y finalmente ser devueltos al mundo real, ese en el que también son autoconscientes de sus debilidades y fortalezas. Otro de los factores que operan en Jumanji es ciertamente la nostalgia. Hay una atracción que persiste en varias producciones contemporáneas del cine y las series de tv por el revival de los años ochenta y noventa, convirtiendo en necesidad (moda o rasgo de estilo) la presencia casi ineludible de una revisita a la estética de aquellas décadas desde aspectos temáticos, y de puesta en escena de vestuario y arte, recuperando algo de la esencia de aquel cine que comenzaba a deslumbrarse con las posibilidades técnicas de la digitalidad y la influencia del videoclip, la publicidad y el videojuego. Son estas características, entre algunas otras, las que hacen de esta secuela un filme atractivo en varios sentidos. Más allá de ser simpático y divertido, es un pedacito de nostalgia para quienes vimos en la primera Jumanji una porción de nuestra infancia. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
Jeepers Creepers: El regreso, de Victor Salva Por Paula Caffaro Jeepers Creepers 3, la intercuela de la saga, es la peor de las tres entregas. Apelando a un cine repleto de clichés, personajes estereotipados (y acartonados, por no decir de madera), sumado a una fotografía que no se preocupa por rodar los planos y contra planos de una misma conversación a la misma hora del día, la película resulta agotadora e interminable. El lado positivo es que llegados al clímax (por lógica y tiempo de película no por cuestiones narrativas) aparece la carcajada. Gran aliada para combatir el tedio. Cada 23 años en Poho, un pueblito olvidado por Dios, una suerte de bestia come humanos regresa para alimentarse, acción que le demorará 23 días. Ni uno más ni uno menos. Los habitantes, conocedores de la leyenda, procuran mantenerse a salvo, pero, lógicamente, más de uno no lo logra. Jeepers Creepers 3, viaja 23 años para mostrarnos el hallazgo de una mano solitaria de lo que parece ser un clon ancestral de esta bestia asesina. ¿Podrá el escuadrón especial, por fin, deshacerse de este monstruo? Sin éxito y con muchos cabos sueltos, el film no plantea nada más que lo que se puede pensar sea algún tipo de problemática que se deba resolver durante su duración. La presentación es por demás extensa y el conflicto no emerge nunca, por lo tanto, el clímax inexistente y un final que da pie a nueva entrega, sólo logran confirmar la desgracia: habrá que bancarse otra más. La historia es pobre y las actuaciones innegablemente despreciables, elementos que se agregan a la lista de fracasos que son, por ejemplo, la habilidad para no narrar nada durante más de 90 minutos y filmar uno tras otro, planos emblema de un cine que es mejor olvidar. Jeepers Creepers nunca se caracterizó por sus cualidades artísticas, pero su tercera entrega ganaría el premio si hubiera un concurso de desastres. JEEPERS CREEPERS: EL REGRESO Jeepers Creepers 3. Estados Unidos, 2017. Dirección y Guión: Victor Salva. Intérpretes: Stan Shaw, Gabrielle Haugh, Brandon Smith, Meg Foster, Jordan Salloum, Chester Rushing, Ryan Moore, Michael Sirow, Joyce Giraud, Jonathan Breck. Producción: Victor Salva, Jake Seal y Michael Ohoven. Distribuidora: BF + París Films. Duración: 100 minutos.
La navidad de las madres rebeldes, de Jon Lucas y Scott Moore Por Paula Caffaro La secuela de El club de las madres rebeldes presenta una historia en la que las afamadas amigas son sorprendidas por la llegada de sus peculiares madres a los festejos de Navidad. Cada una con sus tics y tocs no son del todo bienvenidas en cada uno de los hogares. Al parecer esta navidad va a ser totalmente distinta para todos. Con un elenco estelar liderado por la siempre versátil Susan Sarandon, cada uno de los personajes logra traspasar la pantalla generando momentos de emoción, pero, sobre todo, grandes pasos de comedia que con gran astucia recrean arquetipos visuales propios de géneros consagrados como el western y la comedia romántica. Esta vez la misión de Kiki (Kristen Bell), Carla (Kathryn Hahn) y Ami (Mila Kunis), además de sobrevivir a la presencia inesperada de sus madres, es la de salvar la navidad. Cansadas de ser siempre las que tienen que ocuparse de los agotadores e inalcanzables preparativos navideños, deciden rebelarse y hacer de esta temporada una secuencia desopilante de actividades fuera de lo común. Así entre camas saltarinas, una batalla de quemados y una borrachera en el shopping, las fiestas están empezando a entusiasmar a las tres amigas al borde del colapso. La navidad de las madres rebeldes es una buena opción para disfrutar de la previa navideña junto a la familia y reflexionar acerca de la importancia de estar rodeados de afectos sin importar el contexto, su forma de ser o, inclusive, su pasado. LA NAVIDAD DE LAS MADRES REBELDES A Bad Moms Christmas. Estados Unidos/China, 2017. Dirección y guión: Jon Lucas y Scott Moore. Intérpretes: Mila Kunis, Kristen Bell, Kathryn Hahn, Christine Baranski, Susan Sarandon, Cheryl Hines, Jay Hernández, Justin Hartley, Peter Gallagher, Emjay Anthony. Producción: Suzanne Todd. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 104 minutos.
Basada en un hecho real e inspirada en el libro que el propio Eric LeMarque escribió, el filme de Scott Waugh recupera la historia de un hombre que sobrevivió 8 días en la montaña luego de una intensa tormenta de viento y nieve. La vida de LeMarque es aquella que uno espera escuchar cuando se trata de deportistas: un padre entrenador que fuerza a su hijo hasta el límite de sus capacidades para lograr que sea un jugador exitoso, tal vez superando los obstáculos que él mismo no pudo sortear durante su juventud. Este es el caso de Eric. Además de vivir su infancia con la presión de tener que ser el mejor jugador de hockey sobre hielo, el niño tuvo que soportar la dolorosa convivencia con sus padres en constante conflicto, muchas veces con tenores violentos. En un tratamiento por adicciones, Eric se alejó drásticamente del mundo del deporte para avocarse a la vida en el retiro al pie de una montaña en la que intenta controlar su debilidad por las drogas cambiándolas por la adrenalina del snowbord. Eric vive en una cabaña cuya denominación es Out of bounds (fuera de los límites), y este detalle no es casual, ya que será la transgresión la causante del drama. Como anticipación al hecho central de la historia, el nombre de la cabaña donde habita Eric es uno de los indicadores de tragedia que ofrece la película, para más tarde justificar la segunda (y definitiva) decisión de tomar el camino que la patrulla de control de montaña había inhabilitado. Es decir, la vida de Eric se trataba de una constante y peligrosa obsesión por traspasar los límites de lo permitido. Obsesión que se detuvo luego de la experiencia realmente límite que tuvo que vivir en Widow’s Peak, los ocho días que estuvo perdido al borde de la muerte. Bajo cero: milagro en la montaña es una película, que como la mayoría de las inspiradas en hechos reales, intenta representar en su puesta en escena una recreación lo más “realista” posible de lo acontecido. Es, generalmente, ahí donde estos filmes pecan de poco interesantes, pues conociendo la historia del protagonista ya nada puede sorprendernos. Sin embargo, y esto es para destacar, la película se aleja de los golpes bajos incluyendo alguna que otra escena emotiva que se ve prontamente superada por LA escena del filme donde Eric deberá transgredir uno de los límites que jamás pensó que iba a experimentar ante el instinto límite de supervivencia. La película no se extiende mucho en el tiempo y el resumen de los ocho días en la montaña está bien dosificado. De todos modos, y lamentablemente, por momentos se demora por demás y ese detalle logra opacar las bellas escenas en las que junto a Eric podemos disfrutar del notable firmamento en completa soledad y lejos de las distracciones de la gran ciudad. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
La posesión de Verónica, de Paco Plaza Por Paula Caffaro Paco Plaza es el realizador valenciano conocido por la saga Rec. Trilogía de terror que sentó precedente en el ámbito del género español cuando a través de la utilización de recursos cinematográficos la construcción del suspenso regalaba escenas difíciles de olvidar, así como el uso de la cámara en mano y la falsa realidad. En esta oportunidad, Plaza pone en escena un film que comparte con Rec algunos aspectos como: el género (por supuesto) y la conexión con hechos reales. Sin embargo, sorprende cuando ofrece no solamente una película de terror, sino también una pieza que por momentos recuerda al lenguaje del videoclip. La referencia con bandas y solistas locales como Enrique Bunbury y Héroes del Silencio, sumado a una seguidilla de planos en slow y otros tantos de composiciones contrapicadas de los edificios forman un conjunto que como resultado obtiene una belleza inesperada. Una fuerza sobrenatural se apodera del cuerpo de Verónica, una joven quinceañera que debe hacerse cargo de sus tres hermanitos menores mientras su madre (aparentemente) viuda trabaja de sol a sol como mesera en un bar. Ansiosa por contactarse con “el otro lado”, ella junto a dos compañeras del colegio, abren un portal maligno a través de una ouija. Lo interesante y personalmente inquietante del film es ver cómo una serie de motivos típicos del género como la mujer en la ventana, la monja y la propia ouija se encuentran resignificados. Lo que Verónica presenta es una película claramente de terror, pero con una búsqueda estética que se sostiene, muy bien, desde su estructura narrativa. El elemento sobrenatural existe, pero no se exagera, y la historia fluye casi en tiempo real al compás de la degradación física y mental de la protagonista. Además, el film tematiza una cuestión sensible en la vida de una adolecente: su paso a la adultez. El siempre traumático abandono de la infancia es en Verónica un asunto pendiente. Entre sus preocupaciones teen y la responsabilidad de criar a sus hermanos, su vida parece transcurrir sin vivencias. Muy lejos del comportamiento “normal” de chicas de su edad, Verónica, inclusive no hay tenido su primera menstruación. La sangre es otro de los elementos que se ven en recurrencia en este film que prioriza la historia y no se satura de efectismo. LA POSESIÓN DE VERÓNICA Verónica. España, 2017. Dirección: Paco Plaza. Guión: Paco Plaza y Fernando Navarro. Intérpretes: Sandra Escacena, Bruna González, Claudia Placer, Iván Chavero, Ana Torrent, Consuelo Trujillo, Ángela Fabián, Carla Campra, Chema Adeva, Miranda Gas. Producción: Enrique López Lavigne. Distribuidora: Energía Entusiasta. Duración: 105 minutos.
LOS PIONEROS Jonathan Dayton y Valerie Faris son los responsables de La batalla de los sexos un filme que mediante la excusa de la competencia deportiva, en este caso el tenis, viene a presentar un tema que aún en 2017 sigue causando cierta polémica: la liberación sexual y la igualdad de género. Billie Jean King (Emma Stone) fue la tenista número uno a nivel mundial durante la década del setenta. Y la película recupera su historia creando el escenario de la antesala de un partido que marcó el destino del tenis para siempre. En 1973 King se batió a duelo con el ex campeón mundial Bobby Riggs (Steve Carell) con el objetivo de demostrar el poderío del género femenino ante las constantes vapuleadas del entorno machista. Durante los setenta, años de liberación sexual y flower power, el conservadurismo aún marcaba su preponderancia, más aún en terrenos de relevancia como cargos jerárquicos, cimas deportivas, logros culturales, etc. Las mujeres arrastraban con el legado de sus perfectas y aplicadas madres del american dream, quienes creían con fe que el rol femenino debía verse destacado dentro del hogar en el seno de un matrimonio y una casa perfecta. Ellas debían ser excelentes esposas y maravillosas madres, tratando de ocultar sus verdaderos sentimientos en beneficio del bienestar general de su familia. En este contexto cualquier otra situación diferente a la planteada sería motivo de discriminación, burla y difamación pública. El legado era pesado pero los años setenta llegaron con aire revolucionarios y en el marco del deporte, Billie Jean King fue una de las pioneras. La batalla de los sexos es una película correcta desde los aspectos técnicos, sólo arriesga a la hora de presentar algunas tomas en cámara en mano, tal vez imitando la estética propia del cine por aquella década. También ofrece una fotografía granulada haciendo honor al nostálgico fílmico, sin embargo, por momentos tanta perfección resulta tediosa. Es cierto que lo que aquí importa es el desarrollo del tema y una trama que, por momentos, se vuelve predecible tanto como el resultado del match King-Riggs, que todo espectador entendido de la historia real de King conoce. En este sentido el filme se demora en cuestiones que podría resolver de forma más sintética evitando los casi veinte minutos finales de partido. Emma Stone incendia la pantalla y es gracias a su presencia que el filme se hace más tolerable. La temática que se pone en escena y su tratamiento son adecuados, pero lamentablemente como producto cinematográfico no ofrece mucho para el deleite. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
Feliz día de tu muerte, de Christopher Landon Por Paula Caffaro Hay días en los que nos parece que nuestra vida es un eterno dèjá vu. Expertos aseguran que se trata de un tipo de paramnesia de alguna experiencia que sentimos como si se hubiera vivido previamente. Claro está que en el plano de la realidad esta situación es solamente producto de la actividad de nuestro cerebro. Sin embargo, ¿qué harías si el dèjá vu se materializa en un loop infinito? Feliz día de tu muerte aborda este tema intentando ofrecer una especie de solución o vía de escape al problema. Lamentablemente no logra hacerlo de manera satisfactoria cuando peca, por un lado, de moralista, y por el otro de aburrida. Además, la actriz protagonista carece de carisma, cuestión que hace del film una cuesta para arriba bastante empinada. Tree es una estudiante de universidad y miembro de la fraternidad Kappa, una secta de estudiantes bulímicas que sólo se preocupan por su belleza exterior y la cantidad de hombres con los cuales tener sexo. La joven perdió a su madre tres años atrás y parece no poder superar su duelo. Lo curioso es que ambas cumplían años el mismo día, razón por la que cada cumpleaños de Tree más que un festejo se vuelve una pesadilla. La mañana de su cumpleaños Tree se despierta en el dormitorio de un looser y luego de la peripecia del día es asesinada. Pero el film recién comienza y el nudo del drama será descubrir quién es el asesino, pués Tree no deja de morir (y resucitar) una y otra vez. El mayor problema de la película (tal vez el motivo por el que muchos la han alabado) son sus formas. Una y otra vez, el film se pone muy afuera. Y si bien se evidencia que lo que busca es un efecto de parodia recurriendo a una batería inagotable de estereotipos, lo que logra es un resultado tedioso y agobiante. Muchos autores tematizaron (y se preocuparon) por poner en escena cuestiones referentes a las paradojas del tiempo. La finalmente citada Hechizo del tiempo (¿cómo no?) pero también muchas otras como El día de la marmota u Hotel la quinta temporada de American Horror Story. En ese sentido, Feliz día de tu muerte no innova. Además, y para mí, lo más preocupante del film es su bajada de línea moralista. Tree es visiblemente una joven presumida o, mejor dicho, una máquina de despreciar personas. Y es por eso que su vida se encuentra atrapada en un loop aparentemente infinito. Todo comenzará a ir mejor cuando finalmente descubra que es una mala persona y sus actos lastimaron a una amplia gama de pobres mortales. FELIZ DÍA DE TU MUERTE Happy Death Day. Estados Unidos, 2017. Dirección: Christopher Landon. Guión: Scott Lobdell. Intérpretes: Jessica Rothe, Israel Broussard, Ruby Modine, Charles Aitken, Laura Clifton, Jason Bayle, Rob Mello, Rachel Matthews, Ramsey Anderson, Brady Lewis. Producción: Jason Blum. Distribuidora: UIP. Duración: 96 minutos.
La villana, de Jung Byung-gil Por Paula Caffaro Acción en primera persona desde el minuto cero es lo que propone La villana, un film coreano que viene a sacudirte por 120 minutos. Sook-hee es una joven que ha tenido una infancia complicada y tras el asesinato del padre se monta en una travesía de venganza que la llevará por caminos realmente insospechados. La villana es un relato que pone en primer plano el ámbito de las mafias coreanas utilizando el género de acción como forma para poner en escena un tema complejo que deja miles de muertes impunes tras el velo de la clandestinidad. La particularidad del film es que al compás de la protagonista el espectador recorre cada uno de los espacios de la escenografía como si lo estuviera viviendo en carne propia. Esto sucede, en gran parte gracias al recurso que el director, Byung-gil Jung, elige para narrar. El coreano arranca con una escena de más de doce minutos en la que Sook-Hee asesina a sangre fría a un centenar de hombres presentándose en diferentes situaciones y espacios: en un gimnasio, en un pasillo infinito de un edificio, en las escaleras, en una cocina, etc. La cuestión es que ella los mata uno a uno con su arsenal de armas, las cuales cuando faltan balas emergen los cuchillos. La heroína, digna de un avatar de videojuegos, se aleja del prototipo, y es tal vez ese rasgo (sumado al gran trabajo de dirección y puesta en escena) que la película logra, durante casi la totalidad de su duración, mantener al espectador en estado de alerta permanente. Ya vimos este recurso en videoclips populares como False Alarm de The Weekend o en comerciales, así como en otros films que se pueden dar el lujo de proponer un momento lúdico dentro de su diégesis. El film también tematiza otros aspectos como la maternidad y la vida en pareja. Esbozando en el medio de tanta acción un entremés de romanticismo y hasta comedia, La villana captura no sólo una audiencia amante de la acción, sino las afines a los videojuegos, la tecnología y la luchas entre mafias orientales. LA VILLANA Ak-Nyeo. Corea del Sur, 2017. Dirección: Jung Byung-gil. Guión: Jung Byung-gil y Jung Byeong-sik. Intérpretes: Kim Ok-bin, Shin Ha-kyun, Sung Joon, Kim Seo-hyung, Jo Eun-ji, Lee Seung-joo, Son Min-ji, Min Ye-ji, Kim Yeon-woo, Jung Hae-kyun. Producción: Moon Young-hwa. Duración: 129 minutos.
Liebig, de Christian Ercolano Por Paula Caffaro Liebig es la opera prima de Christian Ercolano, un documental que, a través de voces en primera persona reconstruye la historia de un pueblo que vio crecer su desarrollo urbano gracias al desembarco de una fábrica de conservas de carne. La vida organizada alrededor de la actividad fabril luego de cuatro décadas de labor ininterrumpida. Tanto ex trabajadores de la fábrica como vecinos relatan en primera persona lo que fueron aquellos años de bonanza mientras las chimeneas de Liebig’s Extract of Meet Company humeaba un “especial aroma a carne condimentada”. Es impresionante como el propio recurso fílmico de Ercolano logra capturar en los rostros y los objetos del pueblo una fotografía de cómo era todo en el pasado sin recurrir al flashback. Muchas veces mediante el silencio, pero otras con diálogos cargados de nostalgia, Liebig es un ejemplo de lo que podría haber sido y no fue. Sin embargo, el film lejos de recuperar la parte triste de la historia, decide enfocarse en un relato esperanzador y colorido. Este contraste narrativo se ve reflejado en la puesta en escena cuando desde el aire se observa lo que quedó del pueblo: una urbanización europea, hoy venida un poco a menos, pero aún activa. El documental participó en Panorama Argentino durante la edición 31 del Festival Internacional de Cine de Mar del Pata, además de recorrer otros grandes festivales europeos como los del Reino Unido y Rumania. Y tal vez, lo que más llama la atención, más allá del sentimiento nostálgico, es ver como la historia, una y otra vez, regresa a su eje: la estatua de una lata de conserva de la fábrica en el centro de la plaza principal del pueblo como monolito fundacional, pero también como recordatorio de un pasado dorado. LIEBIG Liebig. Argentina. 2017. Dirección: Christian Ercolano. Fotografía: Alejandro Reynoso. Montaje: Juan Pablo Docampo, Christian Ercolano. DURACIÓN: 68 minutos.
Jigsaw, el juego continúa, de Michael Spierig Por Paula Caffaro Y seguirá continuando porque si no bastaba con la entrega número siete, este jueguito del miedo tiene las intenciones de reproducirse hasta el infinito. Con una fórmula repetida y muertes poco originales, Jigsaw no sólo es aburrida, sino que tiene la apariencia de transformarse en parodia de sí misma. Obvio que es recomendable para fans de la saga, pero ojalá no te toque caer al cine desprevenido una noche de sábado. El juego del miedo nace con una idea original y hasta se podría decir, una nueva forma de relato dentro del género de terror. Sin embargo, tras el empeño de extenderla una y otra vez mediante una catarata de secuelas, el método se fue debilitando progresivamente hasta llegar a esta última entrega casi sin demostrar el más mínimo esfuerzo por seducir a su audiencia. Se perdió la magia. Jhon Kramer, el inmortal, vuelve a hacer de las suyas cuando escoge cinco víctimas que deberán purgarse de su pasado ominoso enfrentando las temibles trampas mortales, verdaderos juegos de ingeniera para la muerte. El asesino del rompecabezas jugará (como siempre) desde la invisibilidad hasta que por arte de magia (o remiendos del guión) resurgirá de la muerte para seguir “corrigiendo” los malos comportamientos sociales de los seres humanos. Predecible y muy aburrida, la película recorre cada uno de sus espacios y tiempos icónicos como si quisiera recordarse a ella misma cómo es que funcionaba su estructura macabra. Los lugares comunes de los personajes maniqueos sólo incrementan la distancia entre el horror que se intenta provocar y la carcajada. Mientras que los diálogos y el antiguo efecto del montaje paralelo agotan hasta el cansancio. Es una lástima porque Jigsaw solía espantar a mucha gente, pero de todo algo se aprende y la moraleja es: mejor retirarse en la gloria. JIGSAW: EL JUEGO CONTINÚA Jigsaw. Estados Unidos, 2017. Dirección: Michael Spierig y Peter Spierig. Guión: Pete Goldfinger y Josh Stolberg. Intérpretes: Tobin Bell, Matt Passmore, Callum Keith Rennie, Hannah Emily Anderson, Clé Bennett, Laura Vandervoort, Paul Braunstein, Mandela Van Peebles, Brittany Allen, Josiah Black. Producción: Mark Burg, Gregg Hoffman y Oren Koules. Distribuidora: BF + Paris Films. Duración: 91 minutos.