El vuelo del guardián. La eterna batalla de malos y buenos tiene una nueva vuelta de tuerca en "La leyenda de los guardianes". Los búhos son los protagonistas de esta historia, en la que Soren es un pichón que mientras aprende a volar, deja que tome alas su imaginación. Nada mejor que los cuentos de papá, en donde los héroes eran una bandada de guerreros que vencían a los Raza Pura. De pronto, esos sueños comienzan a convertirse en realidad, pero, claro, la realidad no siempre es tan divertida como en los cuentos. Allí talla el trabajo del director, quien supo darle condimentos a esta trama, para que se cruzen el amor de hermanos con la deslealtad, sumado a la búsqueda de la justicia como común denominador. La película va de menor a mayor y se disfruta más en 3 D, porque emplea la ventaja digital para la belleza estética, como la escena en la que Soren vuela bajo la lluvia.
La Coca todo lo puede. Una diva en el ocaso de su carrera descubre en un desconocido a un nexo para llevar adelante su plan. El no sabe que ella es una de las grandes estrellas del cine erótico, ella no sabe que él es un asesino a sueldo que también está en el ocaso de su carrera. La película se sostiene en las buenas interpretaciones de Isabel Sarli, quien una vez más demuestra su oficio delante de las cámaras, y Luis Luque, que da perfecto como un tipo conflictuado y que sufre cuando tiene que matar. Jusid apuntó a poner en escena una suerte de policial negro, pero lo logró sólo por momentos. El filme tiene un guión poco creíble y demasiado flaco para la ocasión. Sin embargo, vale la pena observar la belleza física de Isabelita Sarli, no su actuación, y el homenaje a la Coca sobre el final con trozos de sus películas. Una cocarda que levanta el filme.
No habrá ninguna igual. "El exorcista", protagonizada por Linda Blair, asomó en 1973 y marcó un antes y un después en el género de terror. Hubo sagas, versiones remozadas con grandes producciones, pero nunca le llegaron a los talones a aquella película emblemática. "El último exorcismo" no escapa a esta tendencia. La trama tiene como atracción el yeite de estar filmada como un documental, recurso que desde "El proyecto Blair Witch" ya está demodé, pero tiene como gran error que no asusta, pequeño detalle. Un pastor evangelista llega a una granja estadounidense para hacer su último exorcismo y filmarlo, con la idea de blanquear los falsos mitos de su labor. Allí se topará con Nell, una adolescente poseída, que le cambiará la mirada sobre la existencia demoníaca.
Los mercenarios que pueden contra todos Sylvester Stallone escribió, dirigió y protagonizó una película que le viene como anillo al dedo para mostrar lo que mejor sabe y que más le gusta. Aquellos que lo siguen desde los tiempos de "Rambo" encontrarán en "Los indestructibles" un filme que transita por la misma frecuencia. Pero con más sangre, más acción, más explosiones y espectacularidad. Un grupo de mercenarios, que encabezan Stallone, Jashon Stathan y Jet Li, quiere hacer justicia en una isla donde sus habitantes son hostigados por fuerzas militares, pero monitoreadas por un civil corrupto. Con un guión simple pero eficiente para este producto, hay una escena final de casi media hora en la que el vértigo parece no tener fin. Bien filmada, hay perlitas con las apariciones de Bruce Willis y Arnold Swarzenegger, y algunos toques de humor que permiten redondear una película ideal para los amantes de las de acción.
Un galán en decadencia. Todo a ganador planeó el director y guionista Brian Koppelman, quien codirigió este filme con David Levien. El gancho para atrapar al espectador era usar la vida real de un famoso como Douglas, cuya fama de seductor es vox populi. Pero en el celuloide todo es diferente. Ben, su personaje, es un vendedor en decadencia, que tiene tanta habilidad para conquistar mujeres como para destruir relaciones. No soporta que su nieto lo llame abuelo, trata de que la gente piense que su hija es su novia, y es capaz de acostarse con la hija de su amante sin que se le mueva un pelo. El error fue confeccionar un guión sin sutilezas, con un abuso de texto sobre la figura de Michael Douglas quien, a su edad, le queda demasiado grande ya el rol de galán. Lejos de la comedia y también del drama, el filme se torna en un híbrido prescindible.
El vuelo bajo del Avatar. “El último mensajero del aire” es la nueva propuesta del tan famoso como criticado director M. Night Shyamalan, el mismo que sorprendió con “Sexto sentido” y nunca más pudo reproducir ese éxito, aunque lo sigue intentando. El filme, que también llega en formato 3D, parte de una lucha de los Cuatro Elementos: Tierra, Aire, Agua y Fuego. El equilibrio de esa lucha lo da un Avatar, que regresa luego de cien años para lograr la paz. Las luchas, los efectos especiales y los monstruos gigantes no alcanzan para ponerse a la altura del animé, llamado "Avatar", y de donde surgió la idea de esta película. Planteada como una trilogía, el director tendrá que hacer mucho de su parte para que la historia levante vuelo. Al menos, en este filme ganó la chatura.
La comedia romántica con un rosa saturado. La actriz Nia Vardalos insiste con hacer toda su carrrera colgada de la fama de "Mi gran casamiento griego". No conforme con el bodrio que fue "Mi vida en Grecia" ahora fue por más, o mejor dicho, a menos con "Al diablo con el amor". La comedia romántica, que no sólo protagoniza junto a John Corbett _el actor de "Mi gran casamiento griego"_ sino que escribe y dirige, es una suma de lugares comunes que aburre. Ella es una florista desencantada del amor que propone reglas para una relación sentimental con el objetivo de no sufrir. El también no tiene suerte con sus parejas y en el primer encuentro entre ambos decide acatar lo que ella dice para no salir dañado. El marco es el Día de San Valentín y todo gira en la búsqueda de la persona ideal para compartir el resto de sus días. Las actuaciones son pésimas y los diálogos no son creíbles.
Chicos eran dlos de antes. Un grupo de amigos, compañeros de un equipo campeón de básquet en los años 70, se reencuentran 30 años después. Los cinco cuarentones, sus mujeres, hijos y hasta una suegra vacacionan en una casa que guarda cierto valor afectivo. Ese encuentro servirá para que revivan los tiempos en que eran chicos y hasta compartan las mismas travesuras y cargadas de otrora. Claro, la película es una suma de obviedades, de gags mil veces vistos en las películas de la industria norteamericana. Apenas la imagen de un partido de básquet, con las jugadas calcadas a las que hacían de pibes, se convierte en el punto alto del filme. Sandler coescribió y produjo esta película, pero otra vez se olvidó de actuar. Por suerte la bella presencia de Salma Hayek y María Bello alivian el mal trago.
Sólo para los fans de Cruise y las de acción. Roy es el típico agente todoterreno del FBI, ese que es capaz de todo por un objetivo. Y la misión pasa por obtener un artefacto de energía eterna que, claro, en poder del enemigo puede ser fatal. El tema es saber quién es el enemigo, primer ardid de la trama de Mangold que, lamentablemente queda en el camino. Es que la película desanda en una suma de efectos especiales poco creíbles, autos que se destrozan, asesinatos sórdidos y muestras de una espectacularidad vacía de contenido. Tom Cruise vuelve a hacer de Tom Cruise y Cameron Diaz sólo explota su rostro bello pero sin un atisbo de expresión subyugante. Los personajes de ambos se lanzan en una cruzada que va de Washington, a las rutas alemanas y de allí a la Plaza de Toros de Sevilla, en un derrotero en el que es muy fácil darse cuenta quién se vestirá con la ropa de héroe. Nada nuevo.
La apropiación ilegal de los niños en la dictadura y el complejo de Edipo fueron los dos temas centrales que la directora Inés de Oliveira Cézar pretendió esbozar en "El recuento de los daños". Pero, más allá de las nobles intenciones, el filme pecó de pretencioso y quedó más que a mitad de camino. Una familia adinerada decide encarar un proceso de reconversión en su fábrica tras la muerte de uno de sus dueños. El joven que llegará para hacer el trabajo sucio se vinculará amorosamente con la viuda, pese a la oposición del hermano de la señora. Ella, para ahogar sus penas, se dedica a beber en exceso, en otro lugar común de los tantos que se aprecian en la narración. En medio de una angustia generalizada de la familia, se irá descubriendo que la mujer tiene una antigua pena, que es el haber perdido a un hijo en un campo de concentración durante la dictadura. Quizá el miedo a recaer en alguna escena recurrente sobre el tema de los desaparecidos hizo que Oliveira Cézar omita cualquier punto de contacto con los años de plomo, pero tal omisión se convierte en desinformación,y le resta aún más a la película. Con acciones excesivamente lentas y actuaciones poco creíbles, la historia va transcurriendo a lo largo de los excesivos _para el caso_ 79 minutos. Ni el atractivo de que el rodaje fue en Rosario alcanza para atrapar siquiera por una toma al espectador.