Pescando Ilusiones Según la gacetilla de prensa, Un Amor Imposible, se basa en una novela que pretende satirizar la forma en la que el gobierno británico (y acaso cualquier gobierno imperialista) hace lo imposible por cambiar la imagen negativa que el pueblo puede tener de ellos. La estructura narrativa del libro se basa en el intercambio de mails (como si fuese un diario) entre los personajes protagónicos. Teniendo en cuenta, que el humor político británico suele ser bastante ácido y crítico, no tengo dudas que el tono elegido para adaptarlo cinematográficamente, no fue el apropiado, e incluso, me atrevo a decir que dieron vuelta el mensaje de la historia. Como bien dice el título original en inglés, la película narra la historia de un jeque de Yemen que pretende criar salmones para implementar la pesca en su pueblo. El problema es que no hay salmones en la región porque el clima y la temperatura del agua no son apropiadas. Por esto mismo, la representante legal del Jeque en Inglaterra, Harriet (Blunt) le pide a un doctor especialista en pesca, el Dr. Jones (McGregor) que trabaja para el Ministerio de Agricultura, que se las ingenie para llevar salmones a Yemen. La idea es ridícula, pero la jefa de prensa del primer ministro británico la quiere implementar como publicidad positiva acerca de las buenas relaciones entre un país de medio oriente y el imperio británico, para distraer al pueblo sobre las malas maniobras que hizo el gobierno en el conflicto de Afganistán. Jones y Harriet viajan a Yemen para conocer el honesto plan del Jeque (Waked). Ambos no solamente depositan su “fe” en el proyecto, sino que se van enamorando de a poco, al mismo tiempo que viven un momento de “crisis” con sus respectivas parejas. Es una verdadera lastima que una vez que Ewan McGregor se muestra suelto, cómodo y espontáneo con un personaje y Emily Blunt, transmite emoción y credibilidad con un personaje, ambos tenga que sufrir trabajar con un guión tan pretencioso y obvio como el de Simon Beaufoy. El guionista de la paupérrima ¿Quién quiere ser Millonario? se une al romanticón de Lasse Hallström para realizar una obra política, a la que no le interesa la política, sino “llegar al corazón” con el retrato de dos perdedores en el amor que se “encuentran” en medio oriente, gracias a los sanos y moralistas consejos del jeque. No solamente es cursi, repleta de clisés e imágenes metafóricas obvias (el Dr. Jones camina a contramano de todos, al igual que el salmón. ¿No se hizo muchas veces esto?), la ironía política pasa de lado cuando Hallström decide convertir la crítica en fantasía, y todo termina como un cuento de hadas de Disney. La guerra y los soldados terminan siendo banalizados. El conflicto razón contra fe no se profundiza. Toda la sátira es reducida a un par de diálogos literales, y solamente las expresiones caricaturescas de Kristin Scott Thomas (se maneja bien en la comedia) aportan un poco de humor inglés y parodia política, pero en forma superficial. Un trama principal que no avanza, por lo que necesita el apoyo de subtramas predecibles y forzadas forman una película que no nada, que se estanca, que no genera ni emoción, ni simpatía, ni empatía. La artificialidad de la puesta en escena de Hallström, un especialista en comedias dramáticas romanticotas, no permite que nos involucremos con el conflicto de los personajes. Ahí es donde contrastan las interesantes interpretaciones con la dirección. El tono nunca se define. No voy a decir que Hallström es santo de mi devoción, pero al menos, con Las Reglas de la Vida, Chocolate y especialmente Atando Cabos (película injustamente maltratada) había logrado climas más interesante, micro universos simpáticos, que tocaban alguna fibra. Acá no. A pesar de fotografía cálida, el tono es frío, denso, indefinido. Y encima los salmones se parecen a las pirañas de la película de Alexandre Ajá. Una comedia que no saca una sonrisa (ni siquiera en forma involuntaria); un romance sin tensión; un drama sin conflicto. Solo un espejismo en el desierto. Ni una canción de Calamaro la salva del aburrimiento.
Maldito alienígena El cine tiene estas cosas. Un film de ciencia ficción, género considerado menor, puede plantear más dudas existenciales acerca de la paternidad -representada mediante la figura de un extraterrestre invasor creado por una raza seudo humana- que una comedia dramática que trata sobre una pareja joven que debe enfrentar el hecho de madurar y postergar asuntos de su vida por culpa de la llegada de un recién nacido...
Pastiche Setentoso… a lo Burton Lo primero que voy a decir es que ninguna película de Tim Burton me desagradó, y más aún defiendo aquellas obras que la mayoría de mis colegas defenestran como la remake de El Planeta de los Simios (no es lo mejor de su carrera, pero tiene buenos momentos y un final divertido) y Alicia en el País de las Maravillas, que se destaca por aportarle un poco de oscuridad y sentimentalismo al cuento de Lewis Carroll, además de tener un imaginario visual impresionante. Particularmente la película que menos me gustó de Burton fue el musical Sweeney Todd, al que le faltaba el humor negro que Burton solía tener como marca registrada. Aún así no era un film del todo desechable, más si tenemos en cuenta, que Johnny Depp no puede protagonizar un musical. Sin embargo, admito que tanto Sweeney y Alicia, con el paso del tiempo me gustan menos, al igual que El Planeta de los Simios e incluso El Gran Pez. En cambio, la única película que odié en el momento del estreno, ¡Marcianos al Ataque!, hoy en día me parece una obra anárquica, divertidísima y personal. Hace varias horas que terminé de ver Sombras Tenebrosas y todavía no decido que grupo integra. Es un film realmente extraño, macabro, pretencioso, absurdo, ridículo, fallido y a la vez muy divertido, en parte por las fallas involuntarias, pero también por algunas decisiones narrativas. Tras un prólogo típicamente burtoniano ubicado a fines del siglo XVIII, donde Barnabás Collins cuenta la historia de su maldición, pasamos a 1972, siguiendo la ruta que Victoria, una joven institutriz desarrolla en tren. Como es habitual, Burton pone al inicio la secuencia de títulos, solo que esta vez no recurre a la animación ni a la banda sonora de Danny Elfman de fondo, sino una de las tantas canciones setentonas que pasarán en la película. Una secuencia demasiado normal. Básicamente, así será el resto del film: un enfrentamiento entre la sátira flower power y el melodrama gótico. Todo lo relativo al vampiro Barnabás (Johnny Depp, muy parecido a Charlie, Sweeney, Ichabod) y Angie, la malvada bruja que lo hechiza (hermosa, seductora, magistral y sorprendente Eva Green, que presenta una faceta cómica reveladora) y la inocente Victoria, llevan la marca del oscuro Burton, pero la familia que vive y se cria en los 70s, tienen un aspecto salido de series de esa década o los 60s, mezcla de La Tribu Brady con Los Locos Addams con influencias de Scooby Doo. Entre John August y Seth Grahame-Smith no lograron encontrarle la vuelta a la adaptación de la oscura serie de Dan Curtis, y parece que Chris Lebenzon, habitual editor de Burton fue el encargado de armar verdaderamente la historia, ya que por algo figura como productor ejecutivo. Hay escenas que parecen estar insertadas de manera forzada, que podrían ir donde están o más adelante… o después. Personajes que aparecen, desaparecen, cambian su personalidad, su físico, le aparecen facetas incoherentes y de repente… se van. Hay mucha intriga alrededor del armado argumental. Realmente falta una cohesión narrativa, son retazos, como episodios de la serie copiados y pegados. De alguna manera todo esto se comprende, y acá se nota la mano de Lebenzon solucionando lo que el guión e incluso la dirección no supieron darle. La película peca de artificial, pero con un extremo de patetismo, que no se sabe a ciencia cierta si Burton quería realmente hacer una comedia absurda o un relato fantástico-dramático y le salió mal. El tono del film puede cambiar de un minuto al otro, una escena sentimental a los pocos segundos tiene un remate humorístico. Tanto el contenido romántico, como la violencia del film tienen relevancia narrativa, pero a diferencia de otras obras, Burton decide no tener una mirada tan cursi, y la sangre termina siendo menos importante de lo que debería ser. Por otro lado, se burla, aun prestando poca atención al perfil mítico, de los estereotipos de los vampiros y las brujas. Justamente por este sentido ambiguo, por lo bizarro e incoherente que es el relato, es que Sombras Tenebrosas es un obra clase B de alto presupuesto (como Marcianos). Burton se burla de los personajes, de los fanáticos, de lo mainstream. La estética recuerda a un film de la Hammer, y esto no es para nada casual, teniendo en cuenta que el mismísimo Lord Christopher Lee, actor fetiche de la compañía, acá hace un cameo a los 89 años de edad. El romance del film también es extraño. Barnabás ama a Victoria, pero desea carnalmente a Angie, la bruja. Las escenas de ambos tienen diálogos morosos, pero la gracia de la pareja Depp/Green funciona. Los duelos entre ambos, junto al humor negro que le imprime el director, recuerdan bastante a los de Meryl Streep y Goldie Hawn en La Muerte le Sienta Bien, de Zemeckis. Quedán por otro lado bastante relegadas algunas tramas que prometían tener mayor desarrollo y que Burton, y los guionistas resuelven discursivamente como la de los hijos más chicos de los hermanos Collins, la relación entre ambos, y particularmente el rol de Victoria. El casting es un punto fuerte del film, ya que el timing humorístico de Michelle Pfeiffer, Jackie Earle Haley y esa promisoria gran actriz llamada Chloë Grace Moretz es más efectivo que el rol de los personajes per sé. A la vez, la mujer de Burton, Helena Bonham Carter, con menor relevancia que en otros films de su esposo, compone al personaje más divertido y entrañable, la psicóloga borracha de la familia. Los habituales colaboradores de Burton, Rick Heinrich, Danny Elfman y Collen Atwood, ayudan a crear Collinsport y sus ambiguos personajes, y existe un particular interés por revivir las canciones y las modas de la década. Desde Love Story, pasando por los Carpenters, T-Rex hasta la Barry White… y el mismísimo rey de las tinieblas, Alice Cooper que se suma a la parodia. Desde lo visual es una propuesta de contrastes, pero desde lo temático contiene mayores novedades. Burton empieza a alejarse de la mirada infantil, y por primera vez en su filmografía se insinúan referencias sexuales (con sexo oral incluido) y escenas literalmente “fumadas”. Parece que durante todo el proceso de filmación y armado del film, Burton también consumió un poco (¿habrá consumido lo mismo para Marcianos?) porque es la única forma de justificar que este imaginativo director haya hecho un film tan malo en términos narrativos, pero tan bizarramente divertido y original por otro. ¡Que dicotomía! Sombras Tenebrosas parece seguir la senda de “película de culto”, una obra menospreciada en el momento de su estreno, como Marcianos al Ataque, elogiada con el paso de los años. Quizás esta es la fórmula de Tim Burton para ser inmortal.
Nace una Rompestrellas A Steven Soderbergh no le gusta encasillarse. Se le pueden criticar muchas cosas: es pretencioso, superficial, ambiguo con sus mensajes políticos, pero hay que admitir que el realizador de Traffic nunca se ató al cine de Hollywood, siempre fue por la vereda de enfrente, tratando de correr riesgos estéticos y narrativos, aún con sus films más de género e industriales como la trilogía de La Gran Estafa, donde la fotografía, el montaje y el uso de flashbacks tienen mayor arbitrariedad y anarquía de lo que muchos piensan. En cambio, las películas más importantes, con temas potentes y críticos, terminan siendo más pretenciosas y menos llamativas. Lejos del rumor de retirada (rumor que divulgó en forma de chiste Matt Damon supuestamente) Soderbergh en el último año trató de mostrar sus dos facetas: la política y aleccionadora (Contagio) y la otra, la menos solemne y pretenciosa, la cinéfila, donde el interés pasa por una cuestión estética más que narrativa, con La Traición. El guión parece un calco de las películas de Bourne, pero versión femenina: Mallory, una agente entrenada con los marines es contratada para recuperar a un rehén en Barcelona. Dicha misión se complica y un agente, supuestamente del servicio de inteligencia británico, la trata de asesinar, lo que será el principio de una persecución a lo largo de varios países, evitando que la asesinen nuevamente, y tratando de descubrir quién y por qué la traicionaron. Las respuestas, por suerte no son demasiado complicadas, porque la historia, el Mac Guffin es lo que menos le interesa al realizador. En La Traición, todo surge de la figura de Gina Carano. Campeona mundial de Kickboxing y artes marciales combinadas, Carano se pone la película sobre el hombro y corre, pelea, pega, salta por todas partes, destrozándole la cabeza a tipos duros como Michael Fassbender, Channing Tatum y haciéndole frente a grandes intérpretes Michael Douglas, Bill Paxton, Antonio Banderas, Matheu Kassovitz o Ewan McGregor en roles olvidables. Esto forma parte del chiste interno que le gusta hacer a Soderbergh con las “estrellas” de sus películas: destrozarlas, reírse indirectamente de la fama. Steven rompe un poco con la estructura, creando varios flashbacks, algunos innecesarios, pero dándole un uso similar al que tenían en la saga de La Gran Estafa: puramente explicativos. De hecho, la música de David Holmes es similar, la fotografía de Peter Andrews (el mismo Soderbergh) pasa arbitrariamente de colores fríos a cálidos, y la cámara en mano (al igual que Paul Greengrass en Bourne) le impone ritmo a las persecuciones. ¿Qué es lo más original que presenta La Traición? Las peleas cuerpo a cuerpo. El realizador de Vengar la Sangre, no abusa de disparos, evita completamente las explosiones y en cambio exprime al máximo el talento para la lucha de Carano. Las coreografías son precisas y las filma en forma cercana pero tamaño entero, para poder apreciar la lucha, en tiempo real; que se note que no se utilizaron trucos de cámara ni se apela al montaje. No hay realentados ni efectos especiales. Ni siquiera una música o efecto sonoro que incremente el impacto de los golpes. Riesgoso pero efectivo. Las peleas se ven reales, aun cuando se nota que Fassbender y McGregor tienen dobles de riesgo (estoy en duda con Tatum). Definitivamente Carano es ella misma, y eso queda en claro en todos los planos. Cada vez que se pone discursiva, logra levantar con las escenas de peleas (especialmente la de Fassbender, que demuestra una vez más su versatilidad como sólido intérprete, aún si ser protagonista). Siempre me pareció que Soderbergh es un realizador que pretende ser europeo, no solamente porque le encanta filmar ciudades del viejo continente como publicidades francesas, sino porque elige no usar una estética típicamente industrial. Rehusa el plano contraplano en los diálogos, hace mucho uso del zoom, planos secuencia de seguimiento, corta de planos muy cerrados a otros muy abiertos. Y se agradece que con La Traición haya usado esta estética porque el impacto visual, el ritmo, y la acción se destacan sobre lo narrativo. Un film menor, pero entretenido.
Involución Cinematográfica Si hay un género que ha ido evolucionando a través de los años, es el documental. Desde los trabajos de Robert Flaherty, padre del cine de contemplación sobre la naturaleza, se han explorado nuevas formas de narrar, de acercarse al objeto de investigación, reflexionar sobre aquello, sin caer en el típico didacticismo, estimulando al espectador a visitar el lugar, y tratando de deshumanizarlo, diferenciando los géneros, respetando la propia naturaleza de cada especie, evitando la manipulación cinematográfica, o al menos, tratando de que el espectador no la note. Bueno, la película de Fothergill y Linfield, es justamente lo opuesto a esta búsqueda. Mientras que Werner Herzog se involucra lo menos posible, toma distancia, pero continuamente trata de generar un debate alrededor de su objetivo, Fothergill y Linfield, tratan de generar empatía a través de una narración que le imprime humanidad a los protagonistas, una familia de chimpancés que deben defender un nogal de otra familia. De acuerdo, la película está producida por Disney y su público preferencial es el infantil. Sin embargo, existe una subestimación de la mente del niño. Porque creando una enemistad entre miembros de una misma especie, que lucha por su necesidad natural, manipula a través del montaje, el sonido y la narración las imágenes para conseguir diferenciar bandos en una banal disputa del bien contra el mal. Como ya dijo mi colega Eliana D’Aquila, los realizadores nombran al líder de los chimpancés “malos” Scar, igual que el villano de El Rey León. En una época, donde términos como maldad y bondad, se han relativizado, y se reflexiona un poco más acerca del punto de vista del “enemigo”, la moraleja de Chimpancés es completamente retrógrada. Las imágenes capturadas son bellísimas, la factura técnica impecable, la fotografía destacada, pero el contenido, completamente banal. La película cae en un didacticismo tan obvio y discursivo que se hace imposible disfrutar de la experiencia cinematográfica o de reflexionar acerca de las diferencias y similitudes entre humanos y chimpancés en sus comportamientos, la violencia expresada o el sentimiento de maternidad/paternidad sobre un recién nacido que ha quedado huérfano. Estar conciente de que existe una manipulación, además imposibilita creer la historia. ¿Cuánto fue diseñado por los documentalistas y cuanto realmente sucedió? Es cierto que se necesita un lenguaje ameno y divertido para atraer al público infantil, pero aún así ¿debe Tim Allen (narrador original) expresar supuestos pensamientos de los protagonistas? No voy a cuestionar el hecho de que todos los documentales sobre el reino animal siempre toman como referencia a los cachorros para generar ternura o empatía, pero es cierto que el recurso se ha agotado por la frecuencia en que se da este punto de vista en los últimos trabajos realizados sobre la fauna. Hablemos de pájaros, osos, pingüinos, suricatas o leones, la familia es el objetivo a seguir. Y la cámara se fija en los ojos de las criaturas, pensando en un efecto de merchandising, más que una justificación narrativa o expresiva. Esto lleva a otra pregunta ¿En serio estamos viendo a Oscar a lo largo de todo el film? La manipulación no solamente abarca la narración en off que sea en el idioma que sea, resulta molesta, sino también por la elección musical que impone un ritmo obvio a las secuencias, utilizando la repetición de planos como efecto humorístico, Chimpancés no enseña tanto, a pesar de que esa sea su intención, no nos descubre un mundo nuevo al que nos hayan mostrado otros trabajos de los últimos 30 años, ni crea una reflexión sobre el comportamiento animal. No se puede disfrutar como film de contemplación por que la voz en off distrae y ocupa un lugar demasiado predominante. Lo mejor del film es el making off. Las peripecias del grupo de documentalistas, su lucha contra los ambientes hostiles como son las selvas de Costa de Marfil y Uganda. Pero para eso van a tener que esperar a los créditos finales.
¿Glenn o Glenda? ¿Qué sería el cine sin actores? ¿Cuántas películas malas y banales han sido salvadas por grandes elencos y cuántas fueron hechas al servicio de los dotes interpretativos de ciertos actores? Miles, millones. El star system nunca dejó de estar de moda. Sin embargo hay trabajos, que más allá de pensar en la repercusión en la taquilla por el fanatismo que el público tiene por ciertos actores, que sirven para que un actor sea ubicado o reubicado en el mapa cinematográfico. Hay obras que son hechas pensando, especialmente en como se vería tal actor interpretando a tal figura, muchas veces con vistas al Oscar. Es así como Meryl Streep nuevamente se llevó un Oscar el último año por interpretar a Margaret Thatcher. Premio que debería haber ido a las manos de Michelle Williams por su retrato de Marilyn Monroe o, quizás de Glenn Close por El Secreto de Albert Nobbs. Pero acá no estamos ante una biopic, sino ante una creación original de la propia Close, inspirada en un cuento y una obra de teatro. Si bien se inspira en ciertos hechos reales, el personaje Albert Nobbs es original, y sirvió para que la actriz nuevamente esté entre las más codiciadas de Hollywood, así como Petróleo Sangriento fue el vehículo perfecto para renacer la carrera de Daniel Day Lewis. Close, interpreta, escribió y produjo, Albert Nobbs, la historia de un mayordomo que trabaja en un hotel del centro de Dublin a fines del siglo XIX. Teniendo en cuenta la discriminación hacia el rol femenino durante esa época, Albert en realidad es una mujer en disfraz de hombre. Tiene un sueño: poner un negocio que venda tabaco. Para eso, quiere emplear a una mesera del hotel: Helen (Wasikowska) a la que además, desea como vínculo romántico. Pero Helen tiene una relación con Joe (Johnson), el muchacho que cuidas las calderas del hotel. Trágica historia de amor que muestra el travestismo un siglo y medio atrás, Albert Nobbs es un film de qualité, con una cuidadosa puesta en escena, trabajada fotografía, escenografía y vestuario, pero más allá de la reconstrucción de época y el impresionante maquillaje de Close, lo que más se destaca de Albert… son las actuaciones. Rodrigo García hace bastantes años viene demostrando que lo suyo son las películas y series, donde el actor pueda construir personajes con matices, conflictos internos y dudas existenciales. Albert Nobbs seguramente es la más superficial de las obras de García, pero contiene personajes que resultan creíbles. Close logra metamorfosearse en este personaje diminuto, concretando una transformación física y vocal meticulosa. Además de que tiene que condensar las expresiones, reprimir sentimientos y decir lo máximo posible con la menor cantidad de palabras, prácticamente sin mover los labios, usando los ojos, una mueca bocal o una forma de desplazarse. Esta construcción de personaje es un eficiente trabajo por parte del director. Cada mínimo movimiento dice algo de su ser. Close, es soportada por un elenco sólido empezando por Wasikowska que se trata de despegar de la Alicia de Tim Burton, Johnson, completamente distinto al adolescente nerd de Kick Ass, y enormes actrices como Pauline Collins, Brenda Fricker o Janet Mc Teer, más que convincentes en sus pequeños roles. Las tres no son figuras demasiado reconocidas, pero cada pequeña participación suma a brindar escenas elegantes y líricas con respecto al lenguaje. Pero así, como vale la pena destacar la sensibilidad de García para entender la idiosincrasia del personaje y unirla a la del actor, hay que decir, que en lo narrativo no logra esquivar los lugares comunes del guión, los golpes bajos y la falta de sorpresa. Es una historia demasiado lineal que no profundiza en los diversos dilemas que vive Albert. Llega a ser una obra sentimentaloide, que abre numerosas tramas, para cerrarlas en forma predecible. García hace bastante énfasis en la psicología del personaje: la incertidumbre de cómo el personaje de Hubert (McTeer) pudo casarse con una mujer siendo mujer también que vive constantemente como hombre, el deseo de poder desplegar su feminidad y los prejuicios internos, relacionado con el amor homosexual (en una época donde era condenado), pero también con la soledad del personaje, el miedo a relacionarse con las personas de salir del molde sirviente masculino. García siempre ha preferido posar sus ojos en el punto de vista femenino, y no es de extrañar que los hombres de esta obra sean los personajes más débiles, menos desarrollados y destacables. Es muy básico el retrato de Joe, y nunca influencian demasiado los personajes del doctor (a cargo del gran Brendan Gleeson) o el Lord que interpreta como si fuese un cameo, Jonathan Rhys Meyers. El Secreto de Albert Nobbs es una propuesta que no esconde sus raíces teatrales, apenas emociona, pero que se destaca por el atractivo y fatal trabajo de Glenn Close.
Cursi y con poca rudeza “El fútbol es el fútbol” dice el tío (Papá Darín) a Diego (Peretti). Sí, fútbol es fútbol y cine es cine. Hay muchas películas sobre deportes, desde dramas motivadores a comedias satíricas. La mayoría son fallidas. Quizá lo mejor que se haya hecho sobre el tema es Un Domingo Cualquiera, de Oliver Stone, que en realidad no habla sobre el deporte per sé sino sobre el “negocio” del deporte. Fuera de Juego, cuarta obra del español David Marqués, tampoco habla del deporte, sino también del “negocio” del fútbol...
Casi Extraños Alguna vez un director de cine me dijo, “todo el mundo le roba a Hitchcock”. Habano y Cigarrillos, el segundo film de Diego Recalde (Sidra), grabado en 2008 pero recién ahora estrenado en el Cine Cosmos, es una comedia negra mezclada con film noir que se encarga, entre otras cosas, de confirmar esa frase...
¡La criatura sigue viva! Hace un par de años, Ridley Scott estrenó una innecesaria versión de Robin Hood. Si bien el film en sí no resultaba completamente fallido, se trataba de un mero entretenimiento que se parecía demasiado al film de Kevin Reynolds de 1991 y aportaba muy poco al mito del personaje -y mucho menos a la historia del cine-...
El Sueño del Pibe ¿Cuántas veces habrás soñado con pasar una velada romántica con una diva de Hollywood? Que la mujer que seduce, se contornea y besa a los galanes traspase la pantalla, llegue a tus pies y caiga irresistiblemente sobre vos. ¿Es pedir demasiado? La ópera prima de Simon Curtis narra la historia de un muchacho de 23 años que vivió ese sueño, quizá con el ícono cinematográfico femenino por excelencia: Marilyn Monroe...