Primavera para Aladeen y Wadiya Sacha Baron Cohen entró a Hollywood por la puerta grande pero con una película muy chica llamada Borat. No hace falta explicar que era, porque fue un sorpresivo éxito de taquilla y crítica mundial por combinar humor político, comedia negra con estética documental y humor escatológico. Dos años después repitió fórmula con Brüno, donde seguía con la estética de falso documental, pero evitando que se genere controversia con aquello que era real y aquello que estaba ficcionalizado. Brüno era obviamente más falsa que Borat, y acaso más jugada en humor escatológico. Sin embargo, era un idea que se agotaba muy rápido. El ingenio no estaba a la altura de la predecesora...
La Vieja (y verdadera) Comedia Americana El cine de los hermanos Farrelly tiene tres influencias básicas: Cat Ballou – La Tigresa del Oeste, Animal House y la serie de Los Tres Chiflados. A su vez, al igual que los dibujos animados de los Looney Tunes, Los Tres Chiflados se nutren directamente de la comedia de slapstick que construyeron, durante el cine mudo, Mack Sennet, Buster Keaton, Charles Chaplin, Harold Llyod, entre otros, y que solo continuaron con éxito Laurel y Hardy (el gordo y el flaco; el resto no prosperó de la misma manera, Keaton perdió gracia y Chaplin se volvió dramático). En televisión (y en cine), los que siguieron con la tradición en forma casi simultánea con los hermanos Howard fueron Bob Hope o Abbott y Costello, por solo nombrar los que tuvieron mayor repercusión...
Sin derechos ni beneficios, pero con un pibe en el medio ¿Tiene algo nuevo para contar el cine “Indie” estadounidense? Últimamente pareciera que si uno desea buscar mayor originalidad o experimentación debe remitirse al cine pochoclero. Vivimos una era de decadencia y repetición del cine “Indie”. Mientras que la industria grande empieza a lanzar autores, que tratan de desarrollar nuevas formas para narrar un viejo cuento, el cine “Indie” se ha estancado. O al menos, eso confirma Plan Perfecto. Jennifer Westfeld pertenece a un grupo de cineastas neoyorkinos, que a principios de la década pasada trató de transgredir la manera en que son analizadas las relaciones amorosas, a través de una comedia dramática llamada Besando a Jessica Stein. En su doble rol de guionista y protagonista, Westfeldt demostró que se podía hacer una comedia romántica clásica y crítica, con influencias del cine de Woody Allen, acerca de la manera en que se ve y prejuicia las relaciones homosexuales en este siglo. Esta vez, Westfeldt debuta como directora en una propuesta similar, que al igual que la anterior, se disfraza de transgresora para terminar previsiblemente conservadora. ¿Cuál es el problema? El planteo. Sus protagonistas son Jason y Julie (Scott y Westfeldt), dos amigos y vecinos solteros, que se conocieron en la Universidad a los veintitantos y ahora ya bordean los cuarenta. Ambos son testigos que sus mejores amigos, dos matrimonios (Jon Hamm y Kristen Wig; Chris O’ Dowd y Maya Rudolph), se hayan desmoronado a partir de que empezaron a criar chicos. La conclusión es que los hijos destruyen a las parejas, por lo tanto plantean por qué dos amigos no pueden tener un niño en común, pero sin las ataduras que conlleva el matrimonio, y después seguir buscando “el amor de la vida”. Por lo tanto, ambos lo ponen en práctica, antes que se termine su reloj biológico. A través de diálogos inteligentes y dinámicos, Westfeldt lleva una narración fluida con momentos muy divertidos. El carisma de Adam Scott (un gran actor siempre relevado como secundario) y la gracia de la propia Westfeldt provocan que el film sea atractivo y vistoso. A la vez, el resto del elenco es sólido, aunque termina un poco desperdiciado. No se trata de un film coral, y Westfeldt decide olvidarse de los conflictos del resto de los personajes a medida que se desarrolla el film. Es una lástima que excelentes comediantes como Rudolph, O’Dowd y Wig no logren darle más vuelo a sus personajes. En este sentido, sorprende gratamente que Megan Fox, aún con sus limitaciones interpretativas, se vea más cómoda en su personaje. Por otro lado Edward Burns, especialista en dirigir este tipo de comedias, tiene un rol secundario que logra desarrollar, pero sin conclusión. Todos se mueven alrededor del conflicto de Jason y Julie: ¿se puede criar un hijo entre dos amigos que no se aman? Dejemos de lado la cursilería e inocencia de la moraleja. El mayor problema del film radica en que es previsiblemente conservador. Ya no nos pueden engañar. Vimos demasiado veces esta película. Solo Woody Allen ha logrado romper estas convenciones (ver Maridos y Esposas). A pesar de que el planteo satiriza la mirada romántica que tienen los estadounidenses sobre las relaciones y las crianzas, al final todo sucede de la manera más clásica. Es imposible erradicar la fórmula en este sentido. Algunos críticos plantearon que no le dejaron los productores dar a Westfeldt un final acorde al planteo inicial. Yo no estoy de acuerdo. Westfeldt es la procutora (junto a Hamm, su marido) y quiso hacer una comedia clásica con un discurso, y lenguaje contemporáneo, pero que dejó de ser provocador. El humor funciona, el peso de película recae sobre la verosimilitud de las interpretaciones, visualmente es completamente transparente. Nada más, nada nuevo. Sin sorpresas, sin beneficios, sin derechos. Ni Ivan Reitman con Ashton Kutcher y Natalie Portman, ni Will Gluck con Justin Timberlake y Mila Kunis el año pasado, lograron un producto más original que el de Westfeldt. La moraleja sigue siendo la misma. Plan Perfecto, divierte y entretiene sin demasiadas pretensiones, pero esta película ya la vimos hace 20 años. Vamos a extrañar tanto a Nora Ephron…
La Cenicienta de Pixar Hollywood es misógino y la industria del cine es machista. Siempre fue muy difícil que una mujer pudiera imponerse como realizadora, que sea respetada, tenida en cuenta para obras de ficción que no sean románticas (Ida Lupino fue una excepción en los ’40). Sin embargo, a partir del Oscar que ganó Kathryn Bigelow en el 2010, parece que las cineastas empezaron a tener mayor participación en producciones de gran presupuesto, y además, poder propagar una mirada más personal, que pueda marcar diferencia en la realización y en la forma en que se narra una historia. El hecho de que Brenda Chapman lidere el proyecto Valiente no es casual. Por fin, una clásica historia de princesas Disney, tiene un punto de vista netamente femenino, e incluso feminista. Chapman, la primera directora de animación (previamente hizo El Príncipe de Egipto) es además, la primera directora del mundo Pixar. Y nuevamente, es la compañía de John Lasseter, la única capaz de construir un relato donde los personajes masculinos sean apartados de los roles protagónicos y exhibidos como brutos, tontos y sucios. El heroísmo cae directamente sobre los hombros de la princesa Mérida, que cansada de los protocolos reales, que le impone su madre, busca su propio destino. Es interesante, que no haya conflicto romántico (ausencia total de un príncipe) sino, que sea la rebeldía y, a la vez, búsqueda de reconciliación con su progenitora, el motor argumentativo de la película. Tampoco hay un villano, sino una meta a superar de orden más bien, social. Chapman (junto a Andrews y Purcell) eligen estereotipos y lugares comunes del género “princesas” como brujas, encantos y la aceptación del “distinto”, pero defendiendo una postura más acorde a los tiempos modernos que a los relatos de Hans Christian Andersen o los Hermanos Grimm. Valiente se acerca por temática, tono humorístico – dramático y moraleja a un cuento clásico de Disney, más cercano a dos últimas y notables obras como La Princesa y el Sapo o Enredados, pero en el diseño audiovisual se nota la mano de Pixar de fondo. La creación del paisaje es realmente notable, así como el diseño de los personajes, aunque de menor meticulosidad a comparación de otras obras de la compañía como Toy Story 3 o Wall E. Otra marca de la empresa es la elección de reconocidos artistas para las voces originales, como Billy Connolly, Emma Thompson y Julie Walters, cayendo el comic relief principalmente en la gracia del primero. Por otro lado, es indudable, que tiene ritmo, es entretenida y puede ser disfrutada por igual, tanto por un público infantil como adulto. No hay guiños para cinéfilos (solamente en los nombres de un par de personajes) y la música celta a cargo de Patrick Doyle es imponente, asimismo, la intervención de canciones que apoyan la moraleja de la historia. Pero para los que seguimos la trayectoria del estudio, es un poco decepcionante. Falta la adrenalina, la emoción, la sutileza de las obras de Lasseter, Stanton o Bird. El discurso es textual y obvio. Los personajes aclaran las metáforas, dando poco lugar a la reflexión o a que las imágenes se expliquen por sí solas. Es cierto que no hay demasiadas pretensiones tampoco ni subtramas derivadas, lo cuál es extraño en Pixar. La sorpresa pasa más bien por las vueltas de tuerca que puede tener el guión y no tanto por el resultado final del film. Valiente funciona como la respuesta de la compañía (y con ojos femeninos) a Como Entrenar tu Dragón (2010) de Dreamworks. Las comparaciones son odiosas, pero esta vez el estudio creado por Spielberg supo encontrarle una mejor vuelta a la historia del joven heredero del trono que debe demostrar a sus padres que puede luchar tan bien como ellos. Con esto no apunto que se trate de un film menor, el clasicismo de Disney, siempre es bienvenido, pero Pixar siempre le aportó algo más a sus historias: ingenio, sublecturas, y principalmente, la capacidad de narrar sin necesidad de adjuntar diálogos a los planos; confiar en el poder de las imágenes. Así, se me vienen a la mente los primeros gloriosos 10 minutos de UP, los 45 de Wall E, o sin ir más lejos el maravilloso cortometraje La Luna de Enrico Casarosa, que precede a Valiente. La demostración más simple y brillante que una imagen vale más que mil palabras, y que además se puede ser ingenioso y original en el proceso. Aún así, el mayor mérito del film radica en demostrar que se puede romper el hechizo misógino que existe en Hollywood desde hace décadas, y que la fórmula del éxito siempre termina siendo el mismo: saber contar una buena historia. Y en eso a Pixar no hay quién le gane.
África en Rosario La historia de David Doda Bangoura es apenas solo una entre las miles que existen sobre los inmigrantes africanos que se escapan de su tierra natal, alejándose de sus familias como refugiados en un barco conteiner y terminando en nuevos países. No todos sobreviven. No siempre pueden quedarse. Cada caso es aislado. La historia de David Doda Bangoura es parecida a la del personaje de El Puerto, la última película de Aki Kaurismaki. David se escapó en un barco vietnamita esperando despertar en Europa, pero en vez de eso cayó en el puerto de Rosario. Esto no impidió que, después de varios contratiempos, pueda hacerse amigos y cumplir su sueño: tener una banda de rap/hip hop y cantar sus propias letras que narran la historia de su vida. Plataneo elige un relato documental no líneal para contar la vida del personaje: la búsqueda de un hogar, las relaciones con otros refugiados, las llamadas a su madre en Guinea, sus amigos argentinos, y su novia canadiense. Pero también, esta historia sirve de excusa para que el director exhiba la realidad de dos orillas conectadas por un mismo personaje. No solamente, porque a través de David se van filtrando los viajes de otros refugiados, algunos que sufrieron más que el protagonista, otros que no tuvieron tanta suerte y viven al borde de la locura; Plateneo viaja a Guinea y le lleva una carta de David a su madre, conoce a sus amigos, el puerto de donde partió y la manera en que viven las comunidades de Guinea. De esta forma demuestra como el cine es una vía de comunicación entre una madre y un hijo, entre dos naciones, en apariencia diferentes, pero que tienen mayores similitudes de lo que se piensa por lo general. A través de los ojos de David, vemos otra Rosario, alejada de la turística. El protagonista pasa de ser objeto de entrevista a narrador: denuncia la polución y contaminación, habla con otros refugiados, los cuestiona. Sutilmente denuncia los prejuicios y el racismo de los argentinos. Pero también muestra la solidaridad y el respeto que tienen cuando conocen su viaje. Plateneo no se separa de su personaje en la primera mitad del film. Aprovecha su buen humor para arrancar la solemnidad del documental clásico, sentir simpatía y afecto por él sin caer en el acto demagógico. La película tiene la intención de enseñar, pero sin didacticismo y un discurso directo, planteado a través de encuadres meticulosos y crudos al mismo tiempo, sin retoques de postproducción, buscando una estética realista y prolija.. A pesar de que le sobran algunos minutos, El Gran Río es un interesante documento sobre un personaje prácticamente anónimo, su viaje y sus sueños.
Tejiendo una nueva saga… Y sí, la saga de Peter Parker que comenzó Sam Raimi estaba agotada. La telenovela romántica sobre el triángulo amoroso que formaba el protagonista con Mary Jane y el conflictuado Harry Oscorp debía llegar a su fin. No atrapaba, se había complejizado demasiado y vuelto demasiado cursi. Peter Parker necesitaba una relectura. James Vanderbilt (guionista de Zodíaco entre otras) hizo borrón y cuenta nueva, y propuso un otro comienzo para el héroe arácnido. Esta vez, la transformación del protagonista no es tan accidental y todo lo que sucede alrededor de Peter tiene una justificación. El film de Marc Webb (que ya se había destacado con 500 días con ella), prefiere centrarse en la búsqueda de un adolescente huérfano por saber quiénes fueron sus padres. Esto lo lleva a encontrarse con el Dr. Connors, lo cuál termina transformándolo en el Hombre Araña, dicha transformación convierte a Connors en El Lagarto, y así sucesivamente, todas las subtramas de la historia convergen en un mismo centro, como una telaraña. Si Vanderbilt trata de dar coherencia al origen del personaje, Webb y el elenco aportan la humanidad a la trama y los personajes. El Sorprendente… se aleja de la estética cómic, al menos en la sólida primera mitad del film, en que se presenta a los protagonistas, como seres humanos con incertidumbres, deseos, y sueños, pero especialmente cuentas pendientes con el pasado, ya sea Parker y la búsqueda del trabajo de su padre, o Connors deseando encontrar la cura para su brazo. Si bien, el interés romántico con Gwen Stacy es importante, a Webb le interesa profundizar más en las relaciones padres-hijos, aún cuando se trata del vínculo entre Peter y el tío Ben, mentor del protagonista, que además lleva al personaje a convertirse en una suerte de vengador anónimo. Así mismo, no es casual que sea interesante como contrapunto de la vida de Peter, la armoniosa relación entre Gwen y su padre, el capitán de policía de N.Y. La verosimilitud y empatía que generan estas relaciones son un acierto del realizador, que optó por un elenco sólido, que transmite emociones creíbles, alejándolo del frío y caricaturesco tratamiento que le dio Raimi. Seamos honestos ni Tobey Maguire ni Kirsten Dunst lograron dar calidez a sus personajes como sí lo hacen Andrew Garfield y Emma Stone, que dejaron de ser promesas, para convertirse en verdaderas joyas jóvenes de la actuación cinematográfica contemporánea. Además, cuentan con el apoyo de Rhys Ifans, un villano humanizado, más parecido al Doctor Octopus de Alfred Molina; el gran Martin Sheen como Ben, y el regreso de Denis Leary sacándole la solemnidad al Capitán Stacy (en un tono similar al de J.K. Simmons como el Sr. Jameson de la saga de Raimi). Es una lástima que Sally Field sea la única desperdiciada del elenco, ya que la Tía May, por ahora no tiene demasiada relevancia. La primera mitad del film, apuesta por un contenido dramático / humorístico que ayuda a construir personajes, para que en la segunda se puedan generar escenas de acción y persecuciones más propias del género, en donde lo que manda es más bien el efecto especial y no tanto la carga emocional. Webb logra un film equilibrado, que contiene suficiente escenas divertidas y acción para no aburrir, y atrapa desde lo dramático por la complejidad y máscaras de sus personajes. Esquiva, pero no deja afuera, la faceta romántica, y cambia el punto de vista de varios aspectos de la vida de Parker (la acción no se da tanto en la Gran Manzana sino en los barrios bajos de Nueva York, no existe el diario y se le da poca importancia al hobby de Parker como fotógrafo, y su relación con la lucha libre) para que esta relectura esté lo más alejado posible de la trilogía anterior. Pero esto es solo el comienzo de una saga que va a tener a Norman Oscorp, aparentemente, como un villano mucho más poderoso de lo que fue en la saga de Raimi. A diferencia la anterior, ésta tiene una incógnita (quien fue Richard Parker), y un dilema, donde se enfrenta el poder científico de creerse Dios, contra la búsqueda del héroe por conocer su identidad. Esto permite pensar que los productores desean que este Sorprendente Hombre Araña se parezca más al Batman de Nolan, que al romántico Parker de Raimi. Donde, incluso el rol de la ciudad de N.Y. se parezca al de Gótica. Ciudades que forma a sus héroes y villanos, y deben decidir de que lado están. Por todo esto, El Sorprendente Hombre Araña es un alentador y entretenido comienzo para una nueva saga del superhéroe arácnido.
El segundo largometraje de Fattore nos relata la historia de un “extra” de la realidad. Sosa no es ningún protagonista tradicional, no cambia su forma de vida, no influye sobre las personas que tiene a su alrededor. Es apenas, un observador. Es un Rocky Balboa que no atraviesa “el camino del héroe estadounidense”, que no luchar por superarse a sí mismo, ni se inspira en la mujer que ama. No simboliza ni siquiera un paradigma generacional. Sosa es un empleado de un café tradicional de Capital, a la salida, practica boxeo en el Club Ferroviario ubicado debajo de la estación Constitución (el mismo de Tiempo de Valientes) para terminar su día en la pensión que comparte con una madre soltera y un hombre que cria gallinas...
Tanta sangre derramada… Dicen que la historia la escriben los que ganan, pero eso no significa que haya un solo punto de vista. La nuestra está repleta de enfrentamientos sangrientos, venganzas personales, guerras civiles, masacres. Los próceres fueron figuras contradictorias. Figuras a las que les construimos monumentos, pusimos en billetes, proclamamos en avenidas, calles, barrios, autopistas, pero ¿qué sabemos de lo que realmente hicieron por nuestra patria?, ¿cómo pensaban?, ¿qué generaron?, ¿por qué tienen un mausoleo hecho en su memoria en el Cementerio de la Recoleta, que es visitado día tras día por curiosos de todas partes del mundo?, ¿cómo puede ser que estas personas que fueron capaces de cometer actos genocidas tengan tanto reconocimiento?..
Estevez Unidos En los años 80 fue un ícono de la juventud rebelde. En los 90 jugó al policía en varias oportunidades. Sin embargo, mientras seguía trabajando en películas clase B, mientras su hermano Charlie, la pegaba en comedias, Emilio Estévez encontró en la dirección cinematográfica, un camino alternativo para expresarse artísticamente. Sus primeras películas no tuvieron demasiada difusión. Tengo un vago recuerdo de la comedia Hombres Trabajando que hijo junto con su hermano. Una buddy movie más. Pero Emilio, encontró en el cine Indie un espacio, un lugar. Hace 5 años, Bobby, una ambiciosa apuesta por reconstruir el momento en que fue asesinado Robert Kennedy a través de una historia coral de varios personajes, que fueron testigos del mismo hecho, despertó críticas positivas. Es que más allá de sí eran atractivas o no cada una de las anécdotas que narraba, el elenco que se prestó a formar parte de esta película era espectacular. Dificil poder reunir a tantos actores de primera línea todos juntos. Con algunos momentos edulcorados y otros que generaban tensión, Estévez demostró que podía destacarse dentro de la cinematografía de Hollywood. Es que Emilio tiene casi 50 años y ha madurado como artista. Reflejo de esto es El Camino. Co producida en España, con Julio Fernández (socio de Brad Anderson), narra la historia de un renombrado oftalmólogo estadounidense viudo, Tom, que tiene una relación distanciada con su único hijo Daniel. Cuando este aparece muerto en los Pirineos, Tom se traslada a Europa, donde se le comunica que falleció cuando empezaba a realizar el Camino de Santiago de Compostela. Se trata de un perenigraje que empieza en Francia y termina al Sur de España. Los peregrinos realizan 800 km a pie, parando en diversos hostels entre España y Francia. Turistas de todo el mundo lo realizan todos los años. Alguno tienen una búsqueda espiritual, otros, religiosa. Algunos lo descubren en el camino. Tom se propone llevar las cenizas de Daniel hasta la catedral de Santiago de Compostela y terminar el viaje que empezó su hijo. Estévez podría haber hecho un film netamente sentimental y golpe bajista, pero en cambio opta por narrar una road movie clásica, honesta sin perder de vista temas básicos como la redención, las segundas oportunidades, el “nunca es tarde” para hacer lo que no se hizo. Es un film espiritual pero no religioso. Un recorrido geográfico pintoresco, donde aprovecha los paisajes para brindar encuadres hermosos fotografiados por Juan Miguel Azpiroz, colaborador habitual de Julio Medem. El Camino no tiene la pretensión filosófica de otras road movies recientes como Hacia Rutas Salvajes de Sean Penn, sino que se ata a una estructura clásica. El personaje de Tom debe vencer diversas arbitrariedades. Tiene casi 70 años, pero buen estado físico. Las principales adversidades son internas. Prejuicios y culpa, descubrir sus emociones. Pero no se trata de un viaje introspectivo. Tom encuentra tres personajes, que al igual que él, viajan hacia Santiago de Compostela por motivos que no se relacionan con la religión: Joost es un holandés que desea perder peso para volver a acostarse con la novia; Sarah es una canadiense que quiere dejar de fumar y Jack es un escritor irlandés en busca de inspiración. Este personaje está inspirado en Jack Hitt, autor del libro en que se basó Estévez para escribir el guión. Gracias a estos personajes, la película incorpora un necesaria cuota de humor que le quita la solemnidad y el dramatismo al viaje de Tom. Joost funciona como un cómic relief. Al igual que Jack. Sarah como un posible interés romántico. Pero Estévez, por suerte decide evadir completamente esta dirección para centrarse en la moralina relacionada con la amistad. La manera en que la compañía genera esperanza. Estévez eligió un elenco que provoca empatía y tiene buena química entre sí. Es notable que la relación de los personajes dentro de la pantalla se tradujo fuera de la historia, permitiendo que en el final del viaje, los mismos tengan una amistad verosímil. Ayuda, también que el director interprete a Daniel, y Tom, sea su padre Martin Sheen. A los 72 años, el protagonista de Malas Tierras y Apocalipsis Now se carga la película a los hombros con sobriedad. Hace un gran trabajo físico y emocional. Creíble. El hecho de verlo al lado de Emilio permite creer en la breve relación padre-hijo que se construye. En parte, porque Emilio tiene la misma cara de Martin. Sus amigos en la travesía conforman un elenco sólido: Deborah Kara Unger, James Nesbitt, Yorick van Wageningen. Solamente, el actor irlandés tiene momentos un poco eufóricos, que desatinan con el tono del resto. Es poco pero efectivo el aporte de Tchéky Karyó y una avejentada Ángela Molina. No se oculta, que detrás de la historia hay un mensaje propio de la religión católica, pero tampoco ocupa tanto protagonismo. Lamentablemente, la banda sonora subraya demasiado el mensaje. Es un viaje agradable y dinámico. Más allá de algunos clisés, estereotipos y lugares comunes, El Camino deja un sabor agradable.
El Rey de la Comedia Hace cuánto tiempo esperaba una comedia así. Les soy honesto, la Nueva Comedia Americana, tan vanagloriada por un sector de la crítica me parece espantosa. No me provoca gracia, no veo provocación, es fría, banal y poco inteligente. Hay excepciones, para mí la comedia estadounidense murío con Tootsie. Más o menos por esa época, la otra gran nación de la comedia, Italia, también empezaba a mostrar los últimos grandes exponentes del género. Lo que pasa es que en los años 60 y 70, casi todos los cineastas italianos hacían comedia (excepto los dedicados a los giallios, como Argento o Bava, o los más artísticos como Visconti, Pasolini o Bertolucci, y claro los westerns de Leone). Pero todos los grandes, pasaron por la comedia: desde De Sica hasta Fellini, pasando por Moniccelli, Risi, Sordi y Scola. Mientras tanto, en Estados Unidos, los grandes maestros del humor se dividían entre un grupo de guionistas que empezó a trabajar en forma conjunta, y luego se convirtieron en autores y referentes natos, como Carl Reiner, Mel Brooks, Neil Simon (que nunca llegó a dirigir) y Woody Allen. Alguno dirá, bueno, Reiner, Brooks y Allen continuaron. Sí, pero las comedias de los dos primeros en los últimos 20 años carecían del ingenio de El Joven Frankenstein, Cliente Muerto no Paga, El Hombre con Dos Cerebros o Locuras en el Oeste. Pasaron tantos imitadores de ese estilo en el medio, que Reiner y Brooks quedaron atrasados. En cambio, Allen persiguió el drama. Las últimas comedias de Allen no eran tan ingeniosas. Incluso, Medianoche en París no se puede encasillar tanto como comedia, sino una obra romántica. Pero A Roma con Amor es humor anárquico en estado puro, risas constantes, con notables influencias de la comedia de enredos paródica de Neil Simon (California Suite y Perdidos en Nueva York principalmente), referencias al timing humorístico y temática de los films Moniccelli, Risi o Sordi, con una impronta netamente alleniana (el de Bananas y el de Crímenes y Pecados), y con el resultado final de haber visto una cínica mirada sobre la gente de Roma, como la podrían hacer Fellini (Roma) o Scola (Gente de Roma). La película se divide en cuatro historias que nunca se cruzan, pero suceden simultáneamente (como California Suite). La mitad con estadounidenses, la otra mitad con italianos. Por un lado tenemos a John (Alec Baldwin, cada vez más sólido como comediante), un arquitecto que vuelve a Roma y regresa al barrio donde pasó su adolescencia. Allí se cruza, con Jack, un estudiante de arquitectura fanático que lo invita a formar parte de su vida, y ser testigo de cómo su novia (Greta Gerwig) le pide que sirva de guía de su amiga Mónica, una actriz estadounidense con carrera caída que acaba de romper con su novio. Jack quedará completamente enamorado de la neurótica Mónica, mientras que John se infiltra aconsejando que se aleje de ella. La segunda historia está integrada por una joven turista, Hayley, que se enamora de una abogado italiano comunista cuyo padre es funebrero (Fabio Armillato). Cuando los padres de ella Jerry y Phyllis, un “vanguardista” director de ópera jubilado y una psiquiatra, (Allen y Davis), llegan a Italia y conocen a sus suegros, Jerry aprovechará el talento de su suegro para salir de su retiro. Las dos historias italiana están compuestas por una pareja de campo que se muda a Roma, cuando a él le ofrecen un puesto en una compañía importante. Por una serie de enredos, ambos se separan del otro y el joven termina recorriendo Roma junto con una prostituta, y su novia con un destacado, pero mujeriego actor. Por último, está Leopoldo, un empleado de clase media que opina sobre todo y todos con completa libertad hasta que se convierte en objeto de noticieros y programas cholulos, que solo están interesados en conocer sus rutinas y opiniones, convirtiéndolo en la estrella del momento. Esta vez, Allen quiso dejar de lado el romance para apuntar directamente hacia otro tema que le encanta: la fama. Con su típico humor irónico, dispara contra la persona común que busca tener sus 15 minutos en el cielo, ya sea saliendo con una actriz famosa o actor famoso, paseando por los sitios más aristocráticos, o teniendo la oportunidad de su vida para estar en el ojo de todo el mundo, para luego caer, y estrellarse estrepitosamente cuando se da cuenta que todo fue falso. En este mundo de infidelidades a uno mismo y su cónyuge, es que se mueve Allen en esta película que tiene uno de los guiones más ingeniosos y creativos que Allen haya escrito en años. En muchos sentidos, superior al de Medianoche en París. No solamente se trata de la efectividad de los chistes (es verdad algunos son viejos y predecibles, pero siguen funcionando) sino de una intuición del corte, del momento cómico. Mezcla del humor tonto con que se originó con una mirada universal, pero aplicando el tono costumbrista de la comedia alla italiana. Y también la fama y los paparazzis son típicos de la cultura italiana. Recordemos por ejemplo La Dolce Vita de Fellini. Sin duda, la influencia es conciente en Allen (tema central de Celebrity). Nuevamente, y como era predecible, Allen nos muestra la Roma más turística, histórica y bella. No sale de esa zona. ¿Para qué mostrar otros sitios, sino le sirve para las historias? Si justamente su propósito es criticar la superficialidad de los estadounidenses intelectualoides, los conocimientos de arte, el capitalismo, frente al italiano de clase media que se conforma con la vida rutinaria (aunque sueña con ser reconocido alguna vez). A diferencia de Medianoche… Roma es importante, aunque no tanto como París. No podría pasar en otra ciudad, pero por otro lado, no toma mayor protagonismo literal que los personajes Acá hay otro tipo de magia, menos obvia, más anárquica y como es típico de su autor, azarosa. El “místico” John de Alec Baldwin es inclasificable e ingenioso. A Allen no le importa el verosímil: hay personajes que aparecen de la nada en los lugares menos esperados, óperas que contienen los más disímiles artefactos… y a pesar de toda la ridiculez e incoherencia a la que apela, todo cobra sentido durante el metraje. Nada parece forzado, Allen va sorprendiendo al espectador minuto a minuto con situaciones y diálogos inteligentes, aún cuando sean solo monólogos, la narración fluye y cierra perfectamente. Grandes figuras del cine italiano desfilan en pequeñas apariciones, la banda sonora nos remite a las comedias dirigidas e interpretadas por Sordi (el episodio que interpreta Allen se parece más a una película del gran Alberto que una de Woody), las arias operísticas, los cafés, las escaleras… De repente estamos frente a una película, de la edad de oro de Cinecittá. Cinéfilo empedernido, viste a Penélope Cruz como una Sofía Loren o Gina Lollobrígida sacando lo mejor de la artista española, explotando su sensualidad y gracia que había perdido en Estados Unidos y recuperó con Almodóvar. A pesar de que las historias y los personajes no tienen el mismo nivel de sordidez y profundidad (las partes con personajes estadounidenses son mejores generalmente porque se nota una mayor ironía, mientras que los episodios italianos, son un poco más naif), el film desborda en calidez y humor atemporal. Conflictos existenciales, la relación del artista y el crítico, los sueños de gloria, la fantasía de ser infiel con la mujer o el hombre perfecto, el miedo a la muerte, la sátira al psicoanálisis; obsesiones típicas de Allen, que se convierten en parodia sin compasión. Anarquía pura hacia los personajes, crimen y castigo' no hay sentimentalismo en este film. Ese es el contraste que tiene con otro tipo de comedia que está más de moda, que busca a un público adolescente haciendo referencia a objetos que en diez años perderán su significado. Allen como los grandes cineastas italianos o Neil Simon, apunta a conflictos que no se modifican, que son comunes a todos, con los cuáles nos identificamos, pero aportando esa magia cinematográfica que es capaz de transformar el tiempo y el espacio sin que nos demos cuenta. Con un elenco fantástico, donde Roberto Beningni está moderado (otro alter ego de Allen), Elle Page histriónica, se convierte en una joven Diane Keaton, Judy Davis regresa con su maravillosa parquedad y Alec Baldwin consigue uno de los mejores personajes de su carrera, A Roma con Amor, muestra a un Allen lleno de ideas, (algunas nuevas, otras remanidas), pero que lo confirman nuevamente como EL referente de la comedia mundial.