"The mimic" o "Jang-san-beom", es un film coreano que fuera suceso en cine de género durante 2017. Superó el millón de espectadores en esa tierra y ha tenido una increíble venta a más de 120 países, por lo que se esperaba con interés su llegada a nuestro país. Segundo opus desde la internacionalmente conocida "Hide and seek", Jung Huh, su director, vuelve a mostrar que condiciones no le faltan para encarnar la avanzada de su país por reforzar la presencia coreana en el contexto de la realización de productos de género. Este no es un film tradicional enmarcado en la línea del J-Horror japonés (aclararlo es importante). Como leí bien por ahí, y sin profundizar demasiado en un concepto que no domino (reconozco), "Mimic" se encuadra dentro de los nuevos cánones del "K-Horror": una propuesta dramática, intrincada, laberíntica pero visualmente muy potente. No hay tantos fantasmas ni ruidos como en otros ejemplos asiáticos que tuvieron éxito en el pasado. Aquí la historia cuenta. En particular "Mimic: no sigas las voces", es un relato que sentí sutil, muy bien interpretado y delicado para degustar, si te gustan los menúes no tradicionales. Estamos muy acostumbrados al cine americano del género y los tiempos y la forma de narrar de los orientales, pasa por otro lado. Aquí, el clima es otro, la parsimonia y la oscuridad se recrean de otras maneras y hay que estar predispuesto a adentrarse en ese universo. Esta es la historia de un matrimonio, con una hija y una abuela, que van a vivir en un casa en las afueras de la ciudad. La madre (Yum Jung-ah) y el padre (Park Hyuk-kwon) quieren vivir la naturaleza y cuidar a la adulta mayor, en un lugar tranquilo. La familia ha sufrido la desaparición de un niño, (algo que no ha sido resuelto y es escalofriante en sí) y no logra superar esa pérdida. En las cercanías de la casa, en el bosque, cierto día dan con una nena de ocho años abandonada. La madre decide que se quede en casa (el papá piensa que deberían llevarla con la ley), y con el correr de los días, la pequeña evidencia ciertas conductas extrañas, sobre todo mimetizandose con la hija del matrimonio. Con el relato avanzado, descubriremos qué sucedió en esa casa (y en el cobertizo), y quien es la criatura que habita el espacio que ellos transitan. En "Mimic: No sigas las voces" hay muerte, secretos, dolor y una atmósfera amenazante, la mayor parte del relato. Incluso cuando utiliza flashback para explicar ciertos eventos, lo hace manteniendo el ajustado escenario sobrenatural creado para instalar el conflicto principal. La trama, hay que decirla, no parece tan cristalina (hay muchos elementos emergentes que operan en varios niveles) y puede que no todas sus aristas hayan sido contempladas a la hora de la resolución de la historia. Se siente cierta necesidad del guión de instalar muchos frentes de batalla pero a la hora de llevarlos adelante, sólo algunos se hacen evidentes. Sentí que el film demandaba cierto compromiso y eso no me sucede en otros títulos de geografía occidentales. También reconozco que la historia puede leerse de manera más profunda (leí análisis interesantes en la red, incluso que está inspirada en una leyenda urbana) aunque eso habría que analizarlo en un segundo visionado. En resumen, es una saludable adición a nuestra cartelera, aunque ofrece una perspectiva que puede no ser de fácil digestión para el público mas "americanizado" amante del género.
Luego del éxito de su primer largo ("Chocó", que se estrenó en la Berlinale de 2012), llega el segundo proyecto de Jhonny Hendrix Hinestoza, colombiano cuya mayor habilidad, es la de proponer historias de su tierra y de centroamérica, con lenguaje simple y personajes queribles. Eso sucede en "Candelaria", donde la acción se presenta en Cuba (este film es una coproducción entre varios países), territorio donde las dificultades económicas definen la agenda, y obligan a la población local, a hacer enormes esfuerzos para sobrevivir en el marco del conflicto que hasta hace poco tenía ese país con el resto del mundo. Candelaria (Veronica Lynn) y Victor Hugo (Alden Knight) son una pareja de adultos mayores, que se ama con ganas. Pero la tienen complicada, como todos en la isla. Corre el año 1994 y esta pareja sabe que la mano viene cambiada pero eligen no cesar en sus intenciones de vivir mejor y disfrutar del amor que se prodigan. Cuba se muestra como un universo donde la carencia obliga a potenciar la imaginación todo el tiempo. La historia nos presenta el día a día de la pareja, en su tarea por sobrevivir. No tienen hijos y como son artistas, intentan sobrevivir como pueden. Hinestroza pone mucho el lente en esta rutina y en describir cómo se vinculan con la privación y donde encuentran el combustible para seguir adelante. Hasta que cierto día aparece una cámara en un hotel (en una circunstancia violenta) que va a caer en manos de Candelaria y este acto, definirá un cambio de rumbo de la historia. Hasta aquí, tenemos un desarrollo vincular, sin demasiado voltaje, y este elemento discordante que se suma al relato, va a generar alguna respuesta en su medio inmediato... "Candelaria" entonces cobra su mejor forma cuando muestra a la pareja en escena (el cast ha sido impecable, es difícil imaginar mejores intérpretes), pero evidencia debilidades cuando el conflicto avanza, apelando a lo moral en relación a lo que se conoce y espera de cada uno, en un contexto tan difícil. Como film que caracteriza una Cuba que esperemos cambie, "Candelaria" también cumple. Su ritmo cansino, de a ratos, es siempre detonado por el color del lugar donde se rodó. Digamos que es interesante lo que propone aunque no logre totalemente. Destaca actuación de Lynn, una intérprete maravillosa.
La nueva producción de David Blaustein (de obra prolífica y enmarcada en el rescate y la reflexión sobre una época díficil para nuestro país), sigue buceando en recuperar recorridos de vida destacados, en el marco de la lucha revolucionaria que se daba en nuestro país en los difíciles y controversiales 70'. En esta oportunidad, el eje de "Fragmentos rebelados" es recordar la trayectoria del desarparcido director y militante Enrique Juárez. Blaustein, director de "Cazadores de Utopías" (1996), "Botín de Guerra" (2000) y "Hacer Patria" (2006), entre otros títulos, vuelve a instalarnos en un ambiente que reconocemos familiar, con fragmentos de entrevistas importantes (Pino Solanas, José Martínez Suárez, Horacio Verbitsky, Mario Pasik y Octavio Getino, sin ir más lejos), material de archivo y mucha discusión sobre cómo se encaraba el "cine militante", en esa época. Juárez había rodado cortos y mediometrajes que daban cuenta del momento político que se vivía y tenía un enorme compromiso con sus ideas. En este documental, veremos como parte de su familia, accede a un lugar donde logran dar con una gran cantidad de latas de fílmico, que eran el producto de la actividad del cineasta. En ellas aparece el cortometraje de ficción "La desconocida", y mucho material de trabajo que Juárez utilizaba. Recordemos que fue responsable de un mediometraje muy importante para el cine de esos años, "Ya es tiempo de violencia", obra que describe un momento crítico en nuestra historia política. "Fragmentos rebelados" pone voz a relatos conmovedores de cómo se combatía al gobierno militar en esos momentos. Y cómo quienes querían hacer cine, y defender a la vez sus convicciones, debían transitar caminos alternativos, riesgosos y nada sencillos. Y vuelve sobre la figura de Juárez, mostrando el valor de un realizador, comprometido con sus principios, hasta el final (los rodajes clandestinos son elementos de alto valor narrativo, en ese sentido). Quizás la única cuestión que uno puede aportar para el debate post-proyección, es pedir más recursos técnicos al servicio de estas historias. Creo que para que el cine documental pueda tener más presencia y llegada al espectador corriente, debe ofrecer mayor variedad de recursos a la hora de organizar cómo se presenta su material. Excepto esa cuestión (presente en la mayoría de los documentales locales), "Fragmentos rebelados" es una aporte valioso, a la construcción de la memoria colectiva que no debe olvidar, ni por un minuto, el horror de todo lo vivido durante la dictadura militar.
Realmente es difícil encontrar las razones por las que Richard Linklater (uno de mis directores favoritos de todos los tiempos) decidió filmar una secuela (aunque no reconozca que así es) de "The last detail" (cinta del 73' con un juvenil Jack Nicholson). Pero sí. Lo cierto es que sobre su propia novela, el autor Darryl Ponicsan junto a Linklater desarrollaron un guión, a mitad de camino entre el drama post-combate y una comedia de aire triste y perdido. Si, ya sabemos que Linklater es un artesano brillante de la industria, capaz de transformar los proyectos menos interesantes en piezas atractivas y potentes. Lo ha hecho a lo largo de su carrera y "Last flag flying " es un eslabón más en su cadena de producción. No puedo considerarlo (quizás por el tema que trae), un gran trabajo, pero sí una cinta aceptable, prolija y amistosa, que presenta trae a tres grandes actores en una propuesta directa y melancólica, elemento de reflexión necesaria sobre lo que le sucede a los Marines que mueren fuera del territorio americano. En algún momento de la película, el cuestionamiento cobra forma, si es un soldado americano, ¿por qué muere a miles de kilómetros en territorio iraquí /afgano o similar? ¿Desde que lugar se plantea la defensa del territorio cuando todo se resuelve a través de una intervención en geografías lejanas, bajo el pretexto de que esos pueblos, representan serias amenazas para el modelo de vida estadounidense? ¿Son argumentos creíbles a la hora de enviar tropas a esos destinos? Digo esto, porque me gustó como "El reencuentro" plantea estas cuestiones, y creo que es importante que sepan que la película es justa en cuanto a ofrecer el debate todas las aristas del caso en cuestión. Steve Carell es Larry Shepard, quien un día cae en el bar de Sal (Bryan Cranston), ex compañero de un grupo de tareas en Vietnam, para invitarlo a ver a otro ex de ese pelotón. El hombre en cuestión ahora es un ministro religioso, Richard (Laurence Fishbourne) quien se extraña por la visita y no es precisamente amistoso, con sus ex colegas de armas. En ese instante, Larry les cuenta que su hijo era marine, y que murió en acción hace horas. Le llegó la notificación y traen el cuerpo a una base militar, un poco lejos de donde están. Al verlo así, Sal y Richard deciden acompañarlo a recibir el cadáver de su hijo y allí, se producirán una serie de incidentes con las fuerzas militares, que generarán discordias entre todos los involucrados. Sin anticipar demasiado, hay que transportar el cuerpo de vuelta a su tierra y Larry quiere hacerlo a su manera, lo cual chocará con la férrea posición de los Marines, que consideran a su hijo un héroe que debe descasar en el cementerio de Arlington. La película se estructura como una road movie triste, que por momento ofrece algún giro hacia la comedia simple, siempre comandada por el contrapunto entre Cranston y Fishbourne. Carell luce apagado (su rol pide algo de eso) pero acompaña con lo que mejor puede dar, un rostro acongojado y perdido y un tono gravitoso que nos conecta con su dolor, rápidamente. Linklater sabe rodar y sacarles lo mejor a sus intérpretes. Incluso cuando el guión no es ninguna pieza destacada, hay diálogos muy bien armados, que suenan creíbles y muy reflexivos, sobre el estado de la situación que desarrolla el film. Por lo demás,¿quién no querría ver un film con estos tres actores? "Last flag flying" en definitiva, quizás no sea el viaje que ustedes esperan, pero es honesta y directa en sus intensiones y se hace fuerte en las chispas que generan sus grandes intérpretes. Ellos le dan vida a un guión que, en otras manos, seguramente ni siquiera se hubiese estrenado en muchos mercados cinematográficos a nivel global.
Me gustan los documentales experimentales. Creo que la falta a veces de originalidad en los que describen hechos y protagonistas se instalan en una serie de lugares comunes (las entrevistas, en cantidad, sin ir más lejos), que hacen que a no ver que estés muy interesado en la temática, es difícil que atraiga tu interés. Ergo, siempre me interesa ver qué otra cosa se puede hacer en el género para que disfrute mi estancia en la butaca. Y "Dead end", documental de Fernando Laub juega con esta perspectiva. Ofrece un recorrido dividido en capítulos (es una especie de road movie) y los potencia con música en vivo, en cada proyección. Lo primero que hay que decir es que esta propuesta se puede ver los jueves por la noche en el Centro Cultural de la Cooperación con el agregado de que su banda sonora es interpretada en vivo por el ensamble Delforus a cargo del mismo director, Fernando Laub y Lucas Suarez. ¿De qué va "Dead end"? Digamos que a quienes les gustan las rutas y los parajes desolados, se sentirán a sus anchas. Laub se instala en la mítica ruta 66 y va registrando diferentes segmentos de vehículos recorriendo la carretera, ida y vuelta. También se hace lugar en la noche de Las Vegas y nos muestra las increíbles luces de neón de ese lugar. Hay un tour por una base aérea y más ruta. Trayectos a oscuras y mucha quietud. En términos cinematográficos, "Dead end" muestra una cuidada edición. La idea de potenciarla con intérpretes en vivo me parece un avance pero su mayor fortaleza es la conjunción entre la imagen y el sonido puro dentro de un contexto de road movie, singular. Eso si, si quieren formar parte de la experiencia cinematográfica de este recorrido deben tener en cuenta que no están en presencia de algo tradicional y que sólo funciona si se dejan llevar por los sentidos. En definitiva, es una exploración más bien libre, de un cineasta inquieto, en busca de compartir una manera de interpretar un ruta, un camino, muchos escenarios de una forma transgresora y quizás, más orgánica de lo que a simple vista aparenta.
"Cocote" es una película histórica para la filmografía centroamericana. Fue la primera cinta dominicana presentada en la historia del prestigioso festival de Locarno y también tuvo participación en Toronto, Hamburgo, San Sebastián, Lisboa y Mar del Plata. Se presenta en exclusiva, desde esta semana en dos salas, el Gaumont (a las 17:30 diariamente) y en la Sala Lugones (21:30). Una auténtica sorpresa para el cinéfilo degustador de ofertas fuera de lo común. Mucho se ha escrito sobre "Cocote" y yo debo confesar que cuando llegué a sala, tenía muchas referencias previas sobre lo que iba a presenciar. Quizás más de las adecuadas. Auspiciosas, en su mayoría. Y lo que sentí, a medida que se iba desarrollando la historia, era que la forma en que Nelson Carlos de los Santos (el director) construye el relato, ofrece un guión no tan pulido, pero de base popular, antropológica y potente. Podremos discutir mucho sobre si las secuencias de rezos y ritos paganos que plagan el film son o no necesarias. Y también si la perspectiva de la fotografía es la adecuada para lo que se intenta transmitir. Eso, sin incluir que quizás ésta sea una película donde el nivel actoral tampoco sea descollante. Sin embargo, cuando tenés la predisposición de sumergirte en ese universo rural y misterioso, en esa relación estrecha entre vida y muerte, mediada por lo religioso, todo se ve desde otro lugar. Esta es la historia de Alberto (Vicente Santos), un jardinero tranquilo, evangélico, que trabaja en una mansión de gente acomodada. Tiene una vida rutinaria y confortable en el lugar donde está. Cierto día le avisan que su padre ha muerto y que debe regresar a presentar sus respetos a su pueblo natal. La cuestión es que su papá, no murió de muerte natural. Fue asesinado por un personaje singular del lugar, al que se le debía dinero. Cuando Alberto regresa a sus pagos, la familia tomará cartas en el asunto e impulsará un operativo "clamor" para que él se vengue del asesino de su padre. Pero Alberto, es otro hombre ahora. Además de sus principios religiosos, realmente su vida es otra y no tiene mucho que ver con el mundo donde giran sus vínculos familiares. Y encima para complicar más las cosas, él no tenía una relación de cercanía emocional con su padre. Pero el debate moral es fuerte y se instala. Y además, se suma lo religioso. La familia organizará un evento para recordarlo y es entonces que la cinta transitará por ese homenaje a su papá durante varias jornadas, en las cuales, las oraciones serán centrales en esa función. "Cocote" integra varias líneas de acción para el espectador. Propone debatir la cultura de la zona, sus valores y creencias religiosas. Ofrece un material genuino y crudo para mirar un universo particular. Impulsa un mix extraño donde por momentos el público parece estar en presencia de un registro cuasi documental, con mucho tiempo de contemplación y una estructura que coquetea con lo real todo el tiempo. Eso puede jugarle en contra al público más "mainstream" en el visionado. En resumen, "Cocote" es una propuesta directa, intensa y original. Su formato quizás ostenta poco equilibrio. Sin demasiadas luces en las líneas que cada personaje trae (aunque con mucho humor, extraño y a la vez muy eficiente), pero con el poder narrativo suficiente para generar revuelo. Santos Arias plantea una realización destacada para su geografía y celebramos el hecho de que pueda conocerse en Buenos Aires, (Argentina la coprodujo) donde el egresado de la FUC comparte su segundo trabajo (el primer largo fue un documental) con colegas y espectadores en el ámbito donde cursó sus estudios.
Producido por Avila Films, esta semana se estrena en Buenos Aires, la ópera prima autobiográfica de Álvaro de la Barra , "Venían a buscarme". Si bien es un subgénero en sí mismo, (creo yo), el de construcción de la memoria a través del análisis y la documentación de los excesos producidos por las dictaduras militares en América Latina entre los 70' y los 80', éste en particular, es claramente distinto. Será porque está narrado por aquel que alguna vez fuera un niño muy pequeño, que se quedó sin padres un día al salir del jardín donde concurría habitualmente. Hijo de Alejandro de la Barra y Ana María Puga, militantes del MIR asesinados en la puerta misma de la escuela donde concurría, Álvaro fue rescatado por su familia, quien logró sacarlo del país con rumbo a Francia. Luego de un tiempo allí, logró llegar a Venezuela, donde su tío junto a su pareja, lograron registrarlo como hijo propio. La cinta arranca con un momento muy emotivo, donde el cineasta recibe el certificado emitido por el estado chileno que lo reconoce como hijo legítimo de sus padres. El recorrido que se plantea en la cinta, es el habitual en este tipo de montajes: entrevistas, recuerdos, fotos, videos de noticieros. También hay material familiar y alguna reconstrucción precaria ficcional, que es excusa para vehiculizar algunos trazos que conforman un lienzo potente, de gran valor histórico. Desde el punto de vista estrictamente narrativo, sin embargo, es cierto que si no estás en sintonía con el espíritu emotivo de la cinta, el documental puede percibirse como una estructura conocida y de lugares en los que habitualmente se transitan cuando se reconstruyen hechos históricos. Lo cierto es que "Venían a buscarme" también ofrece un tono didáctico fuerte, el de director poniendo el cuerpo a su proyecto, narrando su historia y poniendola en juego, con todo lo potente y doloroso que eso puede ser. No me canso de decir que la memoria de los pueblos jóvenes, frágil, se debe construir día a día con el relato de aquellas jornadas oscuras que no deben volver a vivirse más. "Venían a buscarme" en ese contexto, viene a funcionar como un espacio de recuerdo, celebración y nostalgia, por la vida de los que ya no están, pero viven en la memoria de sus hijos y nietos.
Primero debo decir que siento que muchos cronistas analizaron "Stronger", desde el punto de vista ideológico, colocando en perspectiva, su patriotismo americano en primer lugar para luego pasar a confirmar sus valores narrativos (que los tiene). Sostenían, que esa defensa encendida realizada por USA para justificar sus intervenciones políticas y militares en todo el globo, no les permite ver que las consecuencias de esas acciones, son, sufrir en su tierra, atentados por fuerzas terroristas de los países con los que combate en el exterior. Y esta cinta, reforzaba el sentido puro nacionalista detrás de una clásica biopic de superación. "Stronger", es cierto, va en esa dirección. David Gordon Green, el hombre detrás de las cámaras, es un cineasta hábil, que ha alternado grandes trabajos ("Undertow", la comedia "Pineapple Express" o incluso la discutida y simpática "Our brand is crisis") con otros que no funcionaron. El es, en definitiva, un todoterreno y quizás eso le jugó en contra a la hora de aceptar el guión de John Pollono (sobre el libro original de Jeff Bauman) así como venía. El film es un relato crudo, sobre el descenso al infierno de un hombre simple que sufrió en carne propia, las consecuencias de un acto de violencia que ningún civil debería vivir en ninguna circunstancia. El relato comienza con un evento al que pueden acceder, también, desde "Patriots Day", aquel film de Peter Berg de hace 2 años, en el cual se veía la trama del ataque en Boston de un grupo terrorista con explosivos, en el marco de una maratón en ese día feriado (el hecho sucedió en abril de 2013). Jeff (Jake Gylenhall) está separado de su novia Erin (la dúctil y sobresaliente Tatiana Maslany de "Orphan Black") y la espera en la línea de meta, para contarle de su amor, ya que ella participa del evento ese día. La explosión lo alcanza, él pierde sus dos piernas, y en poco tiempo, ya tenemos el conflicto instalado. "Stronger" es la historia autobiográfica de un hombre que tuvo que aprender a pelear por lo que amaba, y superar sus limitaciones físicas. Claramente. Si logramos despegar eso de la ideología subyacente, con seguridad se podrá disfrutar de la película, que se sostiene en trabajos muy interesantes de Gyllenhall (uno de los mejores actores dramáticos de la actualidad, sin dudas) y de Maslany, quien con su increíble talento, se roba la atención de la audiencia desde el instante cero. La pareja mostrará cómo se evoluciona en esa difícil lucha, mostrando que el conflicto principal es con uno mismo. Ese costado de la cinta, si bien por momentos difuso, es el que más debería descollar en el relato. Sin embargo, las discusiones políticas y otros temas que están presentes (la cuestión con el alcohol de su madre, por ejemplo), conspiran para que no haya posibilidad de construir demasiada empatía con Jeff. Y eso es un problema porque él es el corazón de "Stronger". Gyllenhall es una máquina de emociones que impulsan su universo físico, y esa fibra, a veces exagerada, impide que logremos llegar al corazón de su composición. En lo referente al ritmo del guión, no encontraremos nada nuevo aquí, y todo se encuadra dentro de las clásicas películas previas a los Oscar, donde el protagonista sufre un problema físico (o una discapacidad ) que lo hace replantearse su rol en la sociedad y el motivo de su existencia. De difícil clasificación, por esto que decíamos al principio, "Stronger" tiene valor, en las actuaciones de la dupla central. Si logamos despegar eso de la concepción "heroica" que algunos pueden leer entre líneas, podría decirse que es una autobiografía aceptable, en términos cinematográficos.
Opera prima del colombiana Vladimir Durán, "Adios entusiasmo" fue presentada en la prestigiosa sección Forum de la Berlinale hace poco tiemo. Ese reconocimento profesional denota la calidad del trabajo, ya a los pocos minutos de proyección. Además, fue ganador de la competencia "Vanguardia y Género" en el pasado BAFICI. Durán va a hablarnos de una familia. Y del encierro. Sin dejar de descuidar los mundos internos de los protagonistas, por supuesto. "Adios entusiasmo" es una película sobre qué sucede cuando tenemos que crecer, desde un espacio tabicado. Con límites. Hasta que punto uno puede desarrollar estrategias para sobrevivir, imaginando cómo es el mundo real, con el que uno no tiene contacto. Durán preserva la razón de este confinamiento y descansa su materialización, en las órdenes que imparte Margarita (la voz de Rosario Bléfari), quien aquejada por un tema aparentemente de salud, decide un confinamiento completo para sus hijos. Así es que viven todos juntos, aislados de lo que sucede fuera, y vinculandose sin casi intimidad, explorando sus emociones y tratando de ser felices, con lo que hay. Todo esto hasta que se arma el festejo de un cumpleaños y en él, comienzan a surgir los reproches por el modo de vida que desarrollan. Allí aparecerá una tía jugada por Verónica Llinás, que se las trae). De hecho, incluso cómo arman el lugar para prepararlo es una muestra del estado de delirio en el que viven. No hay una amenaza química en el afuera, pero ellos siguen todos, guardados. Los hermanos (brillantes Laila Maltz, Mariel Fernandez, Martina Juncadella con un párarfo especial para el Alex que compone Camilo Castiglione), no renuncian a su vida. Generan movimiento. Olas. No renuncian a expresarse. Tampoco al amor. La cuestión es disfrutar de esa visión y entender ese puente invisible entre el mundo adulto, que establece regulaciones y prohibiciones, y la energía de los jóvenes y niños, que busca canales para expresarse. "Adios entusiasmo" es una realización inteligente, medida, que explota el carisma de Castiglione y que sorprende por la madurez de su perspectiva. No deja de formar parte del cine "indie" que no es el que naturalmente arraiga en nuestro público local pero aún así es una película atrayente, de alguna particular manera. Sus rubros técnicos son ajustados (el sonido me encantó) y la naturalidad con la que se desplazan los protagonistas es destacable. El guión de Durán y Sacha Amaral ofrece todos los matices para que sus personajes nutran la trama vincular de manera orgánica. Y sucede. Un enorme debut y un film acorde a la celebración que es volver a tener cine, en nuestra amada sala Leopoldo Lugones. Todos los días (excepto los miércoles), a las 21:30 y hasta el 31 de marzo.
A mi me gusta el cine indie, y soy partidario de que hay que permitir a los emergentes locales, mostrar sus trabajos sin detenernos demasiado en las condiciones en que han producido técnicamente su material. Creo que un cineasta es alguien que se construye a través de la experiencia y apuesto siempre a valorar su propuesta, entendiendo sus posibilidades más que sus carencias. No siempre se tiene todos los recursos económicos y profesionales para hacer cine. Es así. Y desde mi perspectiva, todo aquel que intenta con armas nobles, debe verse. Y en sala. Yo me considero predispuesto siempre a que un director me sorprenda, conmueva, aleccione o debata conmigo desde su obra. Dicho esto, vamos a la peli. He visto muchas películas de Ernesto Aguilar y siempre espero que el potencial que creo que tiene su espíritu combativo, mute en una obra memorable que pueda concitar la atención de un púbico masivo. No ha sucedido aún en su extensa carrera y "Lucy en el infierno" (su último opus) tiene quizás un agravante: es una película con dos actores de oficio (Romina Richi y Emiliano Díaz), visibles en el medio y una gran oportunidad para atraer audiencia. Pero no logra traccionar y repite algunos elementos que caracterizan aspectos que no son fortalezas en el cine de Aguilar. En mi opinión, los guiones con los que se trabaja. Y luego, también como habilidades a desarrollar, la fotografía y el montaje. En "Lucy en el infierno", hay un conflicto de género. Tenemos a Horacio (Díaz), empresario al que le va bien y que tiene gustos particulares. Disfruta de mujeres pagas, pero con el agregado de que además, las prefiere embarazadas. Es un misógino al que rápidamente empezás a odiar ya a los primeros minutos del metraje. Cierto día, decide buscar nuevas experiencias y es citado por una mujer, dentro de sus preferencias, en un lugar alejado de la ciudad. La encinta es Olga (Richi), quien hace un simple juego de seducción con él, para luego secuestrarlo y someterlo a un curioso experimento, que busca cambiar la condición de Horacio, haciendo a la vez justicia por los maltratos a los que él sometía a las mujeres a su alrededor... Desde allí hasta el final, habrá un proyecto extraño, una relación cambiante en ámbos protagonistas, y muchas líneas que intentan explicar y fundamentar eventos y acciones, de manera aleccionadora e innecesaria. Las actuaciones de la pareja protagónica no transmiten fuerza, por la naturaleza del guión, donde ser repiten frases que reactualizan algo que todos vemos que sucede (la sumisión y el cambio hormonal de Horacio, en pago por la vida que llevó). Desde lo estructural, Aguilar repite los conceptos que sostienen su visión de cine, esta concepción de conflicto de ruptura permanente, marginal y alternativo, que no cobra vuelo en ningún momento. Tal vez por la poco feliz decisión de encarar un tema tan complejo (el cambio de sexo) bajo estas condiciones de realización. Aguilar es una bandera, un emergente, una acción. No transita por los carriles del cine al que estamos acostumbrados a ver. Eso produce que no nos sea fácil aceptar su perspectiva. Está lejos de lo que nos da placer ver. Y su manera de narrar, los aspectos de producción y la ingenuidad en la construcción de los diálogos de sus personajes, terminan por generar un producto poco recomendable, lejos de los estándares de la nueva industria local, que incluso viene ganando terreno en estos años. "Lucy en el infierno" es otro episodio brutal de una larga cadena de películas que no se disfrutan y que no recomendaríamos ver, si es que no estás buscando particularmente experiencias fuera del mainstream. Veremos si en algún momento , Aguilar redirecciona su horizonte cinéfilo y concretiza lo que hasta ahora no podido: generar un universo atrayente donde instalar una historia de manera potente y efectiva, con un desarrollo atrapante y mínima solidez técnica. Este, no ha sido el caso.