El duelo de las ladronas Tras cinco años de ausencia, el realizador Steve McQueen (12 años de esclavitud, Shame, Sin Reservas) regresa a los cines con la remake de la serie británica Widows (1983) llamada Viudas (Widows, 2018), una mirada inteligente a la corrupción política y económica, pero también al dolor tras la pérdida de un ser amado y la posibilidad de recomponer la vida de una manera non santa. Fragmentada a partir de la utilización de explosivos flashbacks, en Viudas iremos conociendo a los personajes protagónicos pero también a los que no están. Desde la progresión narrativa vemos cómo un grupo de mujeres arma un plan para salir adelante tras la dolorosa muerte de los maridos y parejas de cada una de ellas. Relacionados con la política y con los negocios sucios, la cabeza del equipo, Verónica (Viola Davis), abre los ojos y conoce los turbios vínculos que su marido (Liam Neeson) mantenía con el poder político pero también el resto (Elizabeth Debicki y Michelle Rodriguez) y asume roles inesperados que definen su continuidad en el plan. Asumiendo que esos hombres que estuvieron a su lado eran en realidad desconocidos para ellas, Viudas trabaja de manera hábil los climas y atmósferas en los que los personajes comienzan a urdir redes de contención y trabajo para salir ilesos de los daños colaterales que dejaron sus maridos. Por primera vez el cine reposa la mirada en el otro lado de los golpes. Siempre hemos asistido a cómo se ingenian y resuelven situaciones para armar planes de ingeniosos robos a bancos, pero no hemos estado del otro lado, cuando esos planes no funcionan y aquellos que quedan sin respuestas comienzan una nueva vida asombrándose con la verdad que nunca supieron. Contracara de Ocean's 8: Las estafadoras (Ocean's Eight, 2018), aquella stylish película de género que priorizó la visual al contenido, aquí la forma se presenta como un lúcido juego de guion en el que ninguno de los personajes dice quién realmente es, y las mujeres van empoderándose no por las joyas y vestidos que utilizan (como en la mencionada película) sino por el fortalecimiento del vínculo de una con la otra. Steve McQueen seduce con su cámara a los personajes, los envuelve con estilismo y música, algo característico de su obra, que en esta oportunidad permite hilvanar los sucesos que desencadenaron la obligada situación de las mujeres: o robar para seguir viviendo, o mentir para salir ilesas. La mirada cínica y oscura sobre la política y sus negociados, y el poder de la sororidad en mujeres protagonistas que escapan a estereotipos, son algunos de los puntos a valorar de una propuesta que por momentos, y para sorprender, comienza con un espiral de giros de trama que terminan jugándole en contra. Aun así, con sus vueltas y excesiva duración, Viudas ofrece un entretenimiento inteligente, que descansa en algunos puntos del género “robo”, pero que prefiere mostrar las miserias alrededor de la muerte y las vulnerables situaciones en las que las mujeres debieron asumir la delincuencia para seguir vivas y escapar a la corrupción económica y política que las acechaba.
Odiar las tradiciones Roald Dahl y Theodor Seuss Geisel han sido dos escritores de lengua inglesa que supieron interpretar un espíritu de época emergente, contestatario, rebelde, transgresor, en el que la literatura infantil servía para trabajar libremente con ideas particulares sobre las tradiciones más arraigadas de la sociedad americana y británica, y subvertirlas. El Grinch (The Grinch, 2018), es parte de esta genealogía crítica, y ha sido llevado anteriormente al cine por Jim Carrey y Ron Howard en, junto con Scrooge de Charles Dickens el cuento más recordado. Seres que odian la Navidad y hacen lo imposible para primero, olvidarse de ella, y segundo, que nadie pueda pasarla bien. Con esa simple anécdota, que una infinidad de veces se trata de emular, en live action o versión animada, con relatos aleccionadores acerca de la importancia de estar junto a los seres queridos y ser mínimamente educados, no ya buenos –que sería lo ideal- , frente al advenimiento inevitable de los festejos por la navidad. En esta versión realizada por los mismos responsables de la saga Minions, se prioriza el humor y la incorrección política, siendo el Grinch el portavoz de afirmaciones sobre la sociedad de consumo, la alegría impostada de la época y la impulsiva necesidad de estar junto a otros para regalar y recibir obsequios y así, no quedar afuera de la expansiva ola de saludos de fin de año. El color sirve también para contar cómo este verde, peludo, y malhumorado personaje que vive en solitario en la cima de una montaña, decidió “robarle” la Navidad a todos. La paleta con primarios estridentes y secundarios -como el del personaje- cálidos, proporcionan una puesta sobria y un hipnótico trato en escenas y dibujos que vitalizan la propuesta. Yendo al relato, en el Grinch, excepto su perro Max, quien oficia de asistente, y una niña llamada Cindy, que lo confundirá con Papá Noel en algún momento, no hay otras fuerzas contrincantes para este antihéroe, sólo la Navidad y su denodado empeño para cumplir la misión ad hoc de que no existan tales festejos. En El Grinch todo está fuera de lugar o corrido de eje, y al empezar a polarizar la narración en un viaje a la singularidad del personaje, poniéndose por delante de todo los demás temas como la familia, el amor, la inseguridad, la convivencia, entre otros, posibilita la hábil puesta que asemeja el relato a una sitcom, se potencia cada gag y chiste presentado. El humor y la comedia física presente invisibilizan lo frívolo y hasta trillado del objetivo central del Grinch: cómo alguien que quiso estar fuera de todo, finalmente se termina por topar con una festividad de la que no podrá escapar ni en su mente.
Bienvenida esta producción original paraguaya en la que se deconstruyen y construyen sobre cimientos de género un relato acerca de los carteles y la utilización política, corrupta, de la droga y sus carteles en “Leal”. Pietro Scapinni y Rodrigo Salomón desandan una historia de pasión y venganza en medio de la frontera, un lugar en donde los terratenientes y capos narcos son dueños de absolutamente todo. Se puede criticar el intento de replicar fórmulas y estereotipos, pero aun con su interés por reforzar ese discurso, “Leal” encuentra su propio vuelo, tal vez por la habilidad de depositar en personajes femeninos un dejo de libertad y esperanza ante la negativa y violenta situación machista del relato. La trama de “Leal” es simple, hay un recientemente designado Ministro que deberá armarse de un equipo de especialistas para desbaratar una organización criminal, ligada al narcotráfico, como primera gran prueba de su mandato. El leal del título alude a eso, todo el tiempo los personajes se piden y exigen lealtad, en un mundo en donde la corrupción es casi moneda frecuente, todos son objetos de sospecha y vulnerabilidad. Hay una mujer (que interpreta Andrea Frigerio) que además organizará una subtrama relacionada a la venganza, al ver cómo su familia es desmembrada por el poder, aceptando utilizar su cuerpo y el de su hija como vehículo hacia una revancha, que, inevitablemente, llegará hacia el final. El despliegue de “Leal” se ve en las escenas en lugares naturales, abiertos, inmensos, en donde la guerra de los narcos termina cobrándose una infinidad de víctimas a pesar de ser pocos los que se mueven allí. Replica de series televisivas que encontraron el nicho “narco” para producir infinidad de telenovelas y productos, tal vez el registro simil TV de algunas puestas terminan por jugarle en contra al producto final. Pero ante la invasión de discursos provenientes de cinematografías centrales, es hora de comenzar a respetar la producción regional para fortalecer vínculos y coproducciones, aún en productos de género trillados. Así y todo, con sus pro y contras, algunas actuaciones comprometidas, y detalles como trazos gráficos que la acercan a la televisión, “Leal”, como ejercicio de género, debe ser considerado por sus virtudes técnicas, realizadas por el mismo equipo que trabajó en “Gracias Gauchito”, de reciente estreno, y que apuesta a la calidad de la imagen para reivindicar el producto.
Una propuesta que comienza detallando pormenores amorosos para bucear luego en el complicado entorno político y social de un país que sigue menospreciando a la mujer y su rol, aunque en el film se la revalorice. Judios y palestinos unidos en una propuesta interesante.
Una vez más la casa con misterios, el susto por sorpresa sonora y no mucho más. El género ofrece a veces propuestas elaboradas e interesantes, no es este el caso.
Qué mejor plan para un niño que poder hacer lo que quiere cuando los adultos no están para controlar? Entre lo fantástico y lo cotidiano, Ivan Fund crea una fábula atrapante sobre la infancia, una historia como nunca, hasta ahora, el cine nacional lo había hecho. Sensible, honesta y con un gran trabajo actoral de los niños del elenco, en plan aventura y sorpresa.
Agil propuesta que retoma la saga Millenium, en este caso virando la mirada hacia el entorno más que la protagonista. El realizador Fede Alvarez vuelve a jugar con la cámara como en sus propuestas anteriores, pero no termina de cuajar el relato, quedándose más con la forma que con la historia. Clare Foley deja las vestimentas oficiales de reina para calzarse en el rol de la cyberpunk Lisbeth con potencia y dedicación.
Particularisimo viaje al pasado con una niña protagonista que debe sortear las decisiones de sus padres para sentirse libre en medio de la naturaleza. Una primera etapa potente de presentación de personajes y belleza estética, deja el espacio a un desenlace un tanto rebuscado que traiciona ese arranque.
El mayor hallazgo de esta película es correrse del color político de los personajes que representa para construir un relato sobre la amistad y el trabajo en equipo de personas que tuvieron que dejar de lado sus egos para conseguir su ansiada libertad. Gran trabajo de producción e interpretación.
En tiempos de vértigo, de aceleramiento y relatos sincopados, Monica Lairana debuta en el largometraje con una historia dolorosa de desamor y separación, planteada desde una idea de puesta en escena casi voyeurista y logrados trabajos actorales, que nos desaceleran e invitan a ser parte del duelo por aquello que no se tiene más.