La nueva y potente propuesta de Lukas Dhont (Girl), indaga en la construcción de las masculinidades en la sociedad a partir de una entrañable amistad entre dos niños que se ve afectada por la mirada del afuera. Leo y Remi son dos grandes amigos. Pasan sus días entre batallas imaginarias, cenas y almuerzos con familiares, noches de pijamada. Dibujos, música. Es la previa al inicio del primera año del secundario. Tienen todo el tiempo del mundo para seguir cultivando esa amistad que los impulsa a ser felices. Pero el idilio durará lo que justamente ese período de paréntesis escolar les impuso, y aquello que estimulaba sus días comienza, al menos para uno de ellos, a ser un incordio. ¿Cómo determina la sociedad el tipo de amistad que debemos tener? ¿Qué tiene de malo que dos jóvenes se hablen mirándose a los ojos, se sonrían y la distancia entre ellos sea casi nula? Close, de Dhont, nos dispara, de manera certera, cuestionamientos y reflexiones en cada escena, sobre la identidad sexual, el bullying, la sociedad patriarcal presionando, con pocos diálogos, una puesta cuasi documental por momentos y una mirada de un preciosismo único para construir sus personajes, Close, nos ofrece uno de los relatos más desgarradores de los últimos tiempos, pero al mismo tiempo los más lúcidos. Eden Dambrine y Gustav De Waele, Leo y Remi, respectivamente, brillan como estos dos amigos que frente a la tormenta exterior desde su intimidad desnudan sus almas en cada interacción. Galardonada en el último Festival de Cannes, obteniendo el Gran Premio del Jurado, a mí entender, Dambrine y De Waele deberían haberse llevado también una mención por su extraordinario trabajo.
Acaso una de las grandes olvidadas de la temporada de premios, esta historia de amor y desamor en tiempos convulsionados, con el escenario principal de un cine, permite, además, indagar sobre la salud mental y los tratamientos. Hermosa. Olivia Colman brillante.
Una premisa interesante, que tiene una antigua leyenda de sacrificios como guía, sirve para construir un relato que termina por perderse en los propios laberintos narrativos que enuncia.
En un mundo donde las desigualdades y carencias están a la hora del día, el encuentro entre un hombre y una familia que lo alberga, dispara un intenso relato sobre vínculos, plagado de tensión y dramatismo.
Una potente historia sobre el acto creativo, inspiración y la vida. Debora Falabella y Darío Grandinetti se sacan chispas en esta profunda reflexión sobre falsos gurúes, residencias artísticas y las consecuencias de ser parte de ellas.
Dos momias completamente opuestas entre sí, son obligadas a contraer matrimonio mientras deben evitar que el mundo conozca sus secretos. Simple pero efectiva, la animación española continua generando proyectos interesantes for export.
Alfonso Tort, siempre efectivo, está al frente de una propuesta que desanda los pasos de un hombre al que el pasado reciente lo persigue determinando los pasos de una investigación policial sin solución.
Absurdamente estúpida, una guerra de clases vacía, y encima, con final abierto, es lo que plantea la nueva película de Ruben Ostlund, que, convertido en un “especialista” en la lucha de clases y el snobismo, inexplicablemente ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes con esta horrible y vergonzosa propuesta. Dividida en tres actos, en el primero, intenta revelar las diferencias existentes en el mundo del modelaje. Los hombres ganan poco, las mujeres mucho, y, según Ostlund, son avaras, evitando, por ejemplo, pagarle cenas a sus parejas o recriminando su crecimiento. En el segundo acto la cosa la lleva al lugar de que esas mismas mujeres, pero con mucho, mucho, mucho dinero, manipulan a gusto y piacere a cada hombre y mujer que sientan que está por debajo de su nivel. Y finalmente, en el tercero, inventa en una isla una supuesta sociedad “matriarcal”, donde los hombres son reducidos a fuerza laboral y sexual y ellas dominan y controlan absolutamente todo. El poder analizado de una manera tan lineal y simple, que por más que se hable de capitalismo versus socialismo, en algún pasaje, cualquier reflexión que desea dejar, queda supeditada a la ampulosidad de una puesta en escena bella, pero ridícula. Los ricos cagándose encima y vomitando todos los “manjares” que los obreros les prepararon, son solo algunas de las obvias, MUY OBVIAS, ideas que tienen el relato. Dos horas y media interminables, para los espectadores y los intérpretes, quienes hacen lo que pueden con esta tonta puesta al día de miles de historias que con inteligencia, llegaron a mejor puerto.
Campusano deposita su Mirada en un personaje femenino potente, que atraviesa su presente marcada por el pasado, tomando decisiones controvertidas para algunos y certeras para otros.
Tierna propuesta que tiene como eje la relación de una madre y su hijo lúcidamente, abriendo, además una reflexión sobre el despegar, el crecer y el seguir adelante a pesar de todo.