Una amistad que se quiebra es solo el puntapié inicial de una película que habla de un país dividido, lo viejo y lo nuevo conviviendo en un lugar que expulsa el pasado y quiere abrazar el futuro, aún, a expensas de aquellos que terminan sus vínculos por decisión propia.
Recuperando una leyenda del norte argentino, transmitida oralmente y por testimonios, la propuesta cuenta cómo un grupo de investigadores va tras los pasos de una leyenda icónica. La narración, de manera inteligente, avanza a fuerza de flashbacks de personas que tuvieron encuentros con eso que se busca, llegando a remontarse al origen de la leyenda en épocas ancestrales. Una cuidada fotografía, escenas rodadas en paisajes naturales y una tensión in crescendo hacen de la película una nueva muestra del buen cine de género local.
El realizador Jean-Francois Richet tiene una prolífica carrera en el cine de acción y ha llegado a dirigir la remake de Asalto en el precinto 13, el clásico de John Carpenter. Como buen conocedor del género, sabe cuáles son las convenciones y los estereotipos con los que se debe trabajar para lograr, claro, el impacto en el público. Algo que logra efectivamente en Alerta Extrema, Plane, en el original, una propuesta que tiene en rol protagónico a Gerard Butler. Lo interesante de la película, independientemente que podemos luego hablar de cómo se apropia de cuestiones políticas y las dibuja con trazo grueso, muy grueso, es ver cómo se detiene el guión, de Charles Cumming y J.P. Davis, para presentar a su héroe y a todos los personajes que se subirán al avión que piloteará Butler. En una primera instancia, y dialogando con el espíritu de época, Richet nos sumerge en el universo de Brodie Torrance (Butler) capitán de vuelo que llega algo tarde a subirse a lo que significaría su último viaje antes de tomarse unas vacaciones con su hija Daniela (Haleigh Hekking) con quien no comparte tiempo hace mucho rato. Es fin de año y se supone que en un vuelo de esa época nadie viajaría, o sí, tal vez aquellos que aprovechan lo barato de los vuelos por, justamente, las festividades que terminan y comienzan un nuevo año. Pocos pasajeros suben, pero, como esto es una película de género, un presidiario (Mike Colter) custodiado es parte de los viajeros a pesar de la reticencia de Torrance de que se suba a su idílico viaje. Como toda película de género, a los pocos minutos de iniciado el vuelo todo se desmadra y el avión, que debía llegar a Japón termina llegando a una isla de las filipinas llamada Jolo, en donde la milicia disidente tiene el control. A partir de allí la travesía de Torrance y los suyos por lograr llegar a destino mientras lucha a capa y espada con los lugareños. Lo interesante de la propuesta, independientemente de todos los lugares comunes y escenas trilladas que utiliza, es su capacidad para generar tensión y suspenso desde lo ya conocido, y es en gran parte al carisma de Butler y compañía, pero principalmente del escocés, a quien ya vimos salvar de terroristas al Capitolio, la Casa Blanca y ahora, una tripulación completa de una avión. Alerta Extrema tiene todo lo que uno espera de una película de Butler, sumando buenas actuaciones secundarias y sorpresas en el cast como Tony Goldwyn, un rostro recurrente de Hollywood de los noventa a quien odiamos desde su papel en Ghost, como aquel que entregó a Patrick Swayze al más allá. Para pasar una jornada intensa en el cine y ver a Butler convertirse, una vez más, en nuestro héroe preferido de acción.
Con tintes autobiográficos y una increíble actuación de Michelle Williams, Steven Spielberg repasa su vida con un amor al cine en cada una de las escenas. Emotiva y nostálgica, el director más amado de todos los tiempos, vuelve a demostrar por qué es el número uno.
Propuesta polémica por donde se la mire, invita a la reflexión a partir de la búsqueda de una periodista que desea dar con el paradero de un asesino de mujeres. Es una lamentable pena que al realizador no le guste el fuera de campo, que, en algunas escenas, principalmente las de asesinatos, podría haber apelado a elementos cinematográficos para amedrentar la violencia extrema que expone en un país en donde la mujer es tratada como, al menos, un animal.
La interacción de dos personajes ante la llegada de una pandemia en un recinto especialmente acondicionado para su protección y aislamiento, es sólo el punto de partida de una propuesta de género que reflexiona sobre los vínculos y el poder. Luciano Cáceres, una vez más, brilla en una película en la que la dupla con la coprotagonista (Blu Yoshimi) es clave para mantenerse expectante ante la pantalla.
La directora sigue una línea cinematográfica que centra su narración en el errabundeo, la imprecisión y cierto aire de naturalidad. Malena Solarz presenta un universo habitado por jóvenes en el que el artificio y la pose, resienten la posibilidad de plasmar con convicción y solvencia una idea lograda sobre una generación en tránsito hacia la adultez. Álbum para la juventud (2021) tiene a dos jóvenes, Pedro (Santiago Canepari) y Sol (Ariel Rausch), deambulando por las calles en sus rutinas, en sus “white people problems”, que en realidad no son muchos pero para ellos sí son importantes, consolidando una idea de espacios reconocidos por el grupo que acompaña a Malena Solarz en esta nueva aventura por el universo ficcional, en solitario. En ese espacio habitado por estereotipos y lugares comunes que responden al estudiante de la Universidad del Cine, también hay un diálogo directo con recientes producciones estrenadas, sea en festivales o comercialmente, por sus egresados que manifiestan una “cosmovisión” de un mundo del que sólo disfrutan aquellos que lo habitan. No hay lamentablemente aquí, eso de “pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Las ideas que se presentan en Álbum para la juventud, entonces, tienen que ver más con ese mundo FUC que con un fresco real sobre el mundo joven, con retazos de situaciones que más tienen que ver con la postura elegida para narrar su devenir de situaciones, que con la realidad que atraviesa a sus personajes. Recurrencias de los personajes, como el olvido de objetos, pérdida de tarjeta de transporte, el constante revoleo de llaves desde los balcones hacia la calle, revisten de cierto “naturalismo” a situaciones que ya de por sí no logran, por la inexperiencia de los protagonistas, consolidar la fluidez narrativa. Mirándose más el ombligo que impulsando un fresco generacional, la película le permite a Solarz plantear un universo ideal en donde, justamente esa idealización, imposibilita la proyección de empatía con estos anodinos personajes. A ellos les pasan muchas cosas -pero tampoco les pasa mucho- originando una profunda contradicción sobre la razón de ser de este relato y su posibilidad de extenderse hacia un público mucho más amplio que el que circunda festivales de cine. O, claro está, a un circuito impulsado por la misma escuela de donde provienen sus hacedores.
Original, reflexiva, divertida, Amparo Aguilar, buceando en sus orígenes y en una película «maldita» termina por construir un relato que, de cara al presente, invita a impulsar acciones precisas y necesarias para proteger el patrimonio audiovisual.
A partir de cuatro personajes, Damien Chazelle traza una soberbia mirada y reflexión sobre Hollywood y la industria del cine, homenajeando al séptimo arte con pasión y amor. Brillante y potente, ideal para todos los que quieran adentrarse en cómo se construían mitos desde la pantalla grande.
Si bien por momentos se toma en serio su propia historia, cuando el relato de esta muñeca que viene a acompañar el doloroso y dificil proceso de duelo de una niña, y a convertir a su tía en en una diseñadora de juguetes prestigiosa, cuando lo lúdico, la sangre y lo bizarro se apodera del relato, es absolutamente hipnótica. Advertencia para los puristas del cine: alejense de esta terrorifica fiesta.