La coproducción mexicano-argentino de Iván Löwenberg, propone una mirada reflexiva sobre mitos, creencias y cómo estos influyen en las personas. Inspirada en hechos reales, que le ocurrieron al director y a su familia en México durante la década del ’90, Bego Sainz, madre de Löwenberg, encarna, brillantemente, a esta mujer perdida entre aquello que le dijeron que acontecerá y el fin del mundo.
Si hay algo que sabe hacer James Cameron es narrar y construir apasionantes escenas de acción, en esta oportunidad con nuevos personajes y escenarios para una épica donde el amor, la familia y también el poder, marcan el ritmo intenso del relato. Visualmente única, un viaje de ida hacia una saga que continuará ad infinitum.
Continuando con su relación con el cine cual voyeur, la cámara de Manuel Abramovich se pone ante el cuerpo de Lalo Santos, un actor porno que deambula por México entre sus obligaciones laborales, sus vínculos (madre) y el deseo, para hablar de cómo la industria del porno ha avanzado sobre la determinación del impulso sexual y la mente de quienes la habitan. Sin la mirada inquieta de Ninja Thyberg, y con mucho pudor, la película naufraga hacia el final sin terminar de cerrar una reflexión que posibilitaría otra lectura.
Pasado, presente y futuro se reúnen en este apasionante relato de Fabián Forte, que logra, una vez más, una visita efectiva al género brindándole toques autóctonos y sumando una reflexión sobre los vínculos y los legados, que se potencia gracias a las logradas actuaciones de Germán de Silva y Lorena Vega. Mención especial para los rubros técnicos, que realzan cada escena y situación.
Si bien hace dos años abrió sus recuerdos en un libro, en esta oportunidad, con al apoyo audiovisual, Andy Cherniavsky expone sus recuerdos, deseos y dolores, mientras repasa una década signada por excesos y un gran futuro por delante, a la vez que demuestra su difícil posición dentro de un universo machista en donde ser mujer la convertía en carne de presa.
Podríamos pensar esta película como una puesta al día de Cyrano de Bergerac pero, claro, sin la idea de conquista de quien solicita la escritura, y con una ficción que une a una Jerusalén dividida y que posibilitaría a un general su reivindicación antes su mujer, y, por otro lado, un guionista que descubrirá sus capacidades para cautivar al sexo opuesto.
Inspirada en la obra de Clarice Lispector, Marcela Lordy construye un potente relato sobre una mujer en reconstrucción que desea, ama y vive al límite, a la vez que se enamora profundamente de un hombre a quien admira. Imágenes oníricas y cuerpos presentes para un relato que tiene a la mujer en el centro.
Aburrida nueva puesta al día de relatos en donde personas quedan a merced de una amenaza en medio del mar. Trillada, obvia, aburrida, no logra captar la atención no el deseo de avanzar tras la primera escena.
Con aires almodovarianos y el vodevil como guía, esta propuesta rodada íntegramente en estudios, hace de la confusión un vehículo para hablar de vínculos y de cómo siempre, siempre, hay segundas oportunidades a pesar de todo. Fresca, divertida, y con una lograda interpretación de Santiago Zapata, su protagonista.
¿Qué legado se le puede dejar a los seres queridos cuando uno ha cosechado a lo largo de la vida más de lo que se esperaba? ¿Cómo saber que a horas de irse aquellos con los que hemos compartido el camino verdaderamente son los que valían? En esta oportunidad, delante y tras las cámaras, en su segunda película como director, Russell Crowe impulsa un apasionante relato sobre la despedida de un hombre en medio de una última partida de póker.