Ni siquiera la grandísima Isabelle Huppert logra reflotar esta almibarada historia de amor entre una ex cantante, que se desempeña como empleada en una fábrica de paté, y un joven boxeador. El guion transita por caminos conocidos y obvios, con trazos gruesos que remarcan los contrastes y no terminan de definir de manera potente la relación que llevan adelante los protagonistas a pesar del grito en el cielo que ponen los familiares del hombre.
El conflicto ruso/checheno es sólo el disparador para que Martín Solá vuelva a incurrir en el documental analítico sobre los hombres y aquello que los enfrenta. La música y la religión son dos disparadores para profundizar, una vez más, en las diferencias, los choques y la esencia humana.
Película que analiza desde un lugar diferente la última dictadura cívico militar Argentina, a partir de la pesquisa familiar por conocer la verdad sobre un hombre. Darío Grandinetti compone con oficio un personaje de dudosa honorabilidad, pero que así y todo, con sus contradicciones, puede generar empatía en los espectadores.
Atrapante trhiller político que comienza de una manera para construir, luego, una historia sobre las redes en las que el protagonista se mueve y que sin saberlo lo llevará a una situación límite. Richard Gere deslumbra con una interpretación verosímil, sostenida en pequeños gestos y en detalles que pintan a este hombre que no tiene nada, pero consigue todo, hasta destruirse a sí mismo.
Atrapante trhiller político que comienza de una manera para construir, luego, una historia sobre las redes en las que el protagonista se mueve y que sin saberlo lo llevará a una situación límite. Richard Gere deslumbra con una interpretación verosímil, sostenida en pequeños gestos y en detalles que pintan a este hombre que no tiene nada, pero consigue todo, hasta destruirse a sí mismo.
De una actualidad inusitada, este documental de 2014 nos trae el trabajo de Julio Aro por descubrir la identidad de los soldados sólo conocidos por Dios caídos en la guerra de Malvinas. La película avanza sobre el trabajo del hombre, uno de los pocos que transformó su dolor en acción para el bien común.
Anunciada de un día para el otro, y con un reciente paso por el BAFICI, esta producción de Fernando Cricenti, que cuenta con un elenco de grandes figuras, y un equipo técnico interesante, demuestra el estado que está atravesando la distribución y exhibición de cine nacional. Las películas se aglutinan el día del estreno, peleando cada una por un espacio y una sala en la cual presentar su propuesta, pero al no contar con una difusión importante, y mucho menos, permitir que el boca a boca ayude, se caen de esos mismos cines que con esfuerzo consiguieron para salir. En este caso, además, es curioso que la película no pueda aprovechar intérpretes y situaciones para potenciar aún más su propuesta, por eso, “Veredas” (Argentina, 2017), de Fernando Cricenti, probablemente pase sin pena ni gloria por las salas, y termine por engrosar estadísticas de estrenos en algún anuario o nota de cierre de año. “Veredas”, posee varios méritos, intentar jugar con la comedia romántica y de enredos, utilizar la ciudad como un tercer protagonista, pero también varias falencias, principalmente conceptuales, que resienten su dinámica. El director, quien también escribe el guion junto con el protagonista, Ezequiel Tronconi, y Robertita Superstar, se centra en el derrotero amoroso y pedestre (esta es una película de caminantes y de ocultamientos) de dos personajes en el constante deambular en la ciudad para olvidar a sus parejas anteriores. Él (Tronconi) y ella (Paula Reca) se conocen por casualidad en medio de sus desventuras amorosas. Mientras a él lo dejó su novia, ella está tratando a toda costa de dejar para siempre a su pareja, aunque cada vez que lo intenta pierde su idea original. Ambos comenzarán un camino en conjunto, del cual sabemos el final, o intuimos su resolución amorosa final, para lograr sus objetivos, y en el camino se toparán con una serie de personajes secundarios, que aparecerán, o bien para entorpecer aún más sus metas, o bien para brindar algo de luz a sus pensamientos. En el arranque la historia se plantea con más fuerza de la que luego termina por desarrollar todo el relato, con un bien definido “hombre invisible” (Tronconi) deambulando en fiestas y lugares sin ser percibido por absolutamente nadie. Hay una escena gloriosa del personaje en una fiesta, con un vaso de alguna bebida alcohólica a la espera de que alguien haga contacto con él, pero no. Un grupo de mujeres se acerca y se toman frente a él una selfie. Obviamente él queda en el registro de la cámara, a lo que las mujeres se dan vuelta y lo miran enojadas por el infortunio. Ese gag funciona, pero una vez más, está ubicado en el arranque, en donde “Veredas” atrapa la atención para luego dejar a la buena suerte la empatía o no con los personajes, los que, en el caso de Reca, con su frescura y naturalidad, logra transmitir la ebullición de esta mujer decidida a dejar a su pareja y todos los obstáculos que encuentra para hacerlo. En el caso de Tronconi su interpretación es más limitada, muchas veces se suele pensar que componer es agregar elementos de utilería al actor, pero claramente esto no es así. Cricenti camina con los protagonistas, los envuelve con la cámara mientras la atmósfera romántica y el comic relief comienzan a superar la trama narrativa, generando una línea argumental disruptiva, en la que sin transiciones se introduce y se aleja de situaciones particulares evitando cerrarlas. Algo pasa también con los secundarios, desaprovechados, presentados y luego olvidados a la espera que los protagonistas puedan superar aquellos planteos o al menos, para el espectador, se los vuelva a mostrar. Película con buenas intenciones pero con una resolución fallida.
Vampiro dibujado Inspirada en la clásica saga de libros creada por Angela Sommer-Bondenburg, y llevada al cine y la televisión en varias oportunidades (muchas), El pequeño vampiro (Der Heine Vampir, 2017) es la nueva puesta al día, ahora en versión animada, y en 3D, de la entrañable amistad entre dos niños, uno de ellos, vampiro. Tomando como referencia elementos de género relacionados a propuestas precedentes, pero sin quedar anclado en él, este relato dirigido por Richard Claus y Chris Brouwer, no se destaca por la animación, que en realidad es más bien simple, sino por su interés en producir un entretenimiento familiar. El pequeño vampiro subraya algunos valores, esenciales para posicionarse con temas como la amistad, el compañerismo y el esfuerzo grupal, e intenta acercarse a las nuevas generaciones con un lenguaje próximo, escenarios atractivos y una banda sonora que refuerza los momentos claves de la historia. Todo se inicia cuando Rudolph, el vampiro en cuestión, conoce a Tony, un niño recién llegado a su casa para pasar unos días de descanso, fanático de los vampiros y aficionado a la lectura de cualquier libro que caiga en sus manos sobre el tema. En ese saber que tiene uno sobre el otro, y sin siquiera haberse puesto de común acuerdo, luchan para impedir que los dañen. Nada haría suponer que los polos opuestos se atraigan, y así, entre ambos, surgen las intenciones de los dos para evitar la extinción de la raza “vampiro” por parte del malvado Rookery. Rookery es un “cazador de vampiros”, que huele a miles de metros a cualquier vampiro que se le acerque. Este personaje, además, busca la cercanía con el espectador, quien en ese momento ya puede inducir todo lo que a continuación se relata. Así, y entre gags, con una sólida estructura de guion, El pequeño vampiro construye su épica historia de supervivencia frente a los intentos denodados por diezmar la posibilidad de perpetuar la estirpe vampira del grupo familiar del “pequeño Drácula” en la sociedad. El guion, errático y por momentos con trazos muy muy gruesos, no se aleja de cualquier otra propuesta animada que se haya estrenado previamente. Pero va más allá de esto porque necesita de una mirada mucho más honesta en cuanto a aquellos sucesos que se solapan con la escapatoria de Rudolph para proteger a los suyos. En el contraste de costumbres, y en el refuerzo de simples elementos, efectivos, como los sarcófagos, los cementerios, el castillo al que llega Tony, o la imposibilidad de reflejar imagen en el espejo, la propuesta avanza en una película plagada de anécdotas que terminan en punchlines (aunque no proliferan mucho), y no en fastidio. Hay también un interés por escapar de lugares comunes, priorizando la amabilidad y la descripción de situaciones que no sólo sean interesantes para los niños, sino también para los adultos. El pequeño vampiro desconoce, cuando comienza a funcionar, de todo el bagaje previo de películas sobre la temática, y mucho menos, libros, que con solemnidad intentaron convertirse en la “verdad” sobre el asunto, y esta, tal vez, sea su principal virtud.
Fernando Krichmar, Omar Neri y Alejandra Guzzo repasan los últimos 100 años al menos de Ingeniero White, Bahía Blanca, lugar elegido por discursos progresistas para imponer un modelo económico que se quedó a medio camino de todo. En las voces de historiadores, trabajadores, lugareños, el trío reconfirma aquellas ideas preconcebidas que se podían vislumbrar en la propia imposición del proyecto. Documental necesario para un momento que claramente intenta repetir modelos bastardeados en donde sólo ganan empresarios y pierden los trabajadores.