Desde “El silencio de los inocentes” que el cine no veía una propuesta tan rica en todos los aspectos que conforman un género como el thriller, con reglas precisas y necesarias para impregnarle un tono a toda la narración. Un investigador perdido, una misteriosa mujer que intenta acompañarlo pero que en el camino nadie ayuda a nadie. Perturbadora, sugerente. “El muñeco de nieve” tiene todo lo necesario para arrasar en las taquillas de todo el mundo.
Entrañable, sólida y bella historia sobre la amistad y la maternidad, que, gracias a la frescura de las interpretaciones de Dolores Fonzi y Pilar Gamboa, potencia su propuesta honesta y verosimilitud. El debut de la guionista Constanza Novick es una hermosa historia, que además decide enmarcar en el pasado los primeros minutos de narración para luego ir avanzando, lentamente, en una reflexión sobre los vínculos y los amigos.
Curiosamente Marcela Said genera un discurso sólido sobre la revisión de la complicidad de la sociedad en la última dictadura en el vecino país de Chile. Una mujer que calla y que posibilita la construcción de una película necesaria para seguir pensando temas pendientes en nuestras sociedades.
Innecesaria remake de una película que ya era mala en 1990. La reversión de Línea Mortal deambula entre géneros sin definirse por uno de ellos, y justamente en esa indefinición es en donde más se resiente la historia de estos estudiantes a la deriva, culposos, compungidos que juegan con la vida y la muerte.
Secuela sin sorpresas, sólo con la incorporación de villanos es que intentan una vez más conquistar la taquilla, pero ni eso, el espectador más avezado esquivará esta historia de espionaje con calidad visual pero no argumentativa.
Plagada de estereotipos y lugares comunes,“50 primaveras” pertenece a esa serie de películas con un público asegurado (mayor) que esquiva los blockbusters y prefiere historias alejadas de localismos. Agnes Jaoui se destaca en una propuesta sentida y lúcida.
La iluminada El cine de género continúa avanzando en la producción nacional, y así como recientemente Ezio Massa convocó a una figura popular como Cristina Alberó para 5 A.M. Cinco ante los miedos (2016), en esta oportunidad es María Leal la fichada para protagonizar una película de terror. La señora Haidi (2017), de Rafael Menéndez y Daniel Alvaredo, es una propuesta en la que no hay espacio para la sugerencia, más bien, todo lo contrario, terminando por construir una historia plagada de estereotipos que resienten su narración y espíritu. Cuando una pareja (Guillermo Pfening y María Abadi) tiene un accidente deciden solicitar ayuda en una vieja casona aislada en la ruta. En ella habita Haidi (María Leal), una mujer que en parte recuerda al personaje de la madre de Carrie, en la novela del mismo nombre de Stephen King, llevada al cine por Brian De Palma y otros, enfocada en el fanatismo religioso a ultranza que termina por ser la condena de los demás. La señora Haidi recupera cierto cine claustrofóbico, aquel que en el encierro intenta luego desandar el paso de sus protagonistas, convirtiendo a la posibilidad de escapatoria en el único objetivo para sobrevivir. Claros exponentes son Los extraños (2008) o Funny Games (2008), pero allí no había una figura tan fuerte como Haidi, que dirigiera todas las acciones. Tras recibir primeros auxilios de la señora Haidi, la pareja detectará rápidamente que la mujer tiene algunos manejos poco felices con ellos, confirmados cuando intenten salir de la casa y ella se los prohíba. Desde allí la película comienza un camino obvio, de trazos gruesos, de resoluciones poco felices, más allá de los intentos de los actores por sostener el relato. “No siempre el thriller es terror” aseguraba hace unos meses Daniel Alvaredo, uno de los directores, “Haidi es un thriller de suspenso” sostenía ante la consulta por su inscripción dentro del boom del cine de terror que hay en el país. Pero La señora Haidi, lamentablemente, no asusta, al contrario, ante algunas desprolijidades técnicas como la reiteración del recurso de la cámara subjetiva y cierto tono que no termina de cerrar, hacen que su propuesta se resienta y hasta genere risas nerviosas en momentos claves. La película descansa mucho en las actuaciones, dejando librado a su desenvolvimiento lagunas en el guion y en la puesta cuasi televisiva. María Leal trabaja su personaje con algunos aciertos, sabiendo que justamente la gente querrá verla como una asesina luego de la entrañable María de Grande Pá!. Pero nunca termina por darle el control total a la historia siendo un film rápidamente olvidable.
Folclore y fantasía Mi mamá Lora (2016) juega con el género fantástico pero además construye, desde el costumbrismo, un film apto para todo público en el sentido amplio del término, al incluir a los niños y adultos en una clásica historia de búsqueda y aventuras. Juana cumple años y su familia tiene un secreto que quiere contarle. Pero al revelarlo también exponen una realidad que perjudica a algunos de ellos y deciden mantenerlo aún en silencio. Un día, cuando Juana regresa del colegio, encuentra una lora sin sospechar que se trata de su madre. El universo secreto de animales y magia explota en la casa. Entre ese mundo infantil, con juegos, reclamos, bromas pesadas y lugares comunes con los que se traza la vida escolar, hay una mirada profunda sobre el misticismo que rodea la transformación en animal de la madre y un libro que contiene las historias de todos aquellos familiares que también han cambiados de un día para otro su fisonomía. El film, dividido en dos etapas diferenciadas entre sí, busca primero construir el marco narrativo para que la idea de fábula repercuta positivamente en el relato, y luego avanzar con la imperiosa necesidad de buscar una solución al cambio de la madre en lora y los villanos que aparecen para impedir esto. La estructura narrativa clásica, y la minuciosa descripción que se realiza sobre los personajes, dota al film de una familiaridad que repercute positivamente en el verosímil que desea construir y afirmar. Además, la banda sonora, emotiva y simple, de Yair Hilal, crea la atmósfera necesaria para que lo fantástico del relato, desde la mirada antropológica y folclórica del tema, sea naturalizado y encarnado en el personaje de la abuela, quien lidera la ancestral transformación de la familia en animales. El director Martín Musarra deposita la mirada en las relaciones en las que siempre, alguna de las partes, afecta a la otra escondiendo verdades y ocultándose del resto de los integrantes. Mi mamá Lora es un film que bucea en el mundo familiar e infantil para volcar ideas sobre el trabajo en equipo, la lealtad, y la amistad, pero también para jugar con el límite del género en el cual se inscribe. Mención especial a la cuidada incorporación de animación en los títulos y la secuencia de cierre, que agregan el colorido necesario para que esta historia de una niña y su madre lora pueda reforzar su propuesta con una mirada particular y única en el reciente cine argentino.
Vuelo alto Tras varios intentos sin éxito, Condorito (2017) finalmente llega a la pantalla grande con un equipo de animación multinacional. Dirigida por Alex Orrelle y Eduardo Schuldt y con guion de Martín Piroyansky, Rodrigo Moraes e Ishai Ravid, el film supera las expectativas en cuanto a realización y calidad. La historia se centra en cómo el pajarraco intenta a toda costa recuperar el amor de su adorada Yayita, tras haber enviado a su suegra Tremebunda al espacio exterior. Después de una mala jugada, el cóndor sin saberlo determina que la mujer fue abducida por una nave espacial y capturada por el malvado Molusco, un extraterrestre que se enamora a primera vista de ella. La película dispara su conflicto y Condorito se compromete con el alienígena a recuperar una misteriosa piedra que le daría el absoluto control sobre los terrícolas, algo que intenta hace años pero también desea para controlar a sus pares. Porque Molusco, un alien símil pulpo, es víctima de bullying, constantemente, y eso más allá de su investidura de rey, no es respetado en el espacio. Condorito es el triunfal ingreso del entrañable personaje a la pantalla grande, en una película que además bucea en problemáticas actuales que no estaban presentes en las tiras de Pepo (el creador), como el bullying, el uso de la tecnología como parte de la vida cotidiana y otros. Tal vez en la ambición de lograr el mejor producto, esta adaptación sólo se queda con los personajes por encima del humor absurdo y picaresco tan característico de la historieta, presente sólo en algunas secuencias en el bar o tras los partidos de fútbol que se muestran. Condorito siempre fue famoso por sus viñetas plagadas de misoginia, sexo insinuado, y voluptuosas mujeres, escondiendo por detrás algunos tópicos que se aggiornaban con temas de actualidad en la reiteración en las mismas. Acá el producto es mucho más solemne, y pierde esa frescura y espontaneidad del gag, del sincopado mecanismo de risa que tras años el comic chileno impulso a niños y fanáticos. Así y todo, aun conteniendo un humor controlado y políticamente correcto, alejado del absurdo, el film desanda su propuesta llevando a la pantalla grande a Pelotillehue y todos sus vecinos. La apuesta apunta a un público familiar, dejando tal vez de lado de lado a los fanáticos, en una buena transposición, luminosa, divertida, amena, que la convierte en un espectáculo destacado dentro del panorama de animación regional, reposicionando al cóndor como franquicia para nuevas entregas y aventuras.
El realizador Jayson McNamara desanda los pasos de Robert Cox. Y en una tarea silenciosa recupera archivos y testimonios de figuras clave de la política y la sociedad de ese momento. La reiteración de la historia y la vuelta del trabajo mediático para ocultar y adoctrinar, hablan de lo poco que entendimos sobre la situación, ayer, hoy y siempre.