Fallida propuesta que pierde su norte al tratar de narrar la historia de un hombre que vuelve a su lugar de origen para investigar el “suicidio” masivo de perros, pero que, en realidad, tiene mucho más que ver con saldar cuentas con el pasado. Buenas intenciones, pero la disparidad de las interpretaciones y lagunas en la progresión, generan un resultado poco feliz.
Bárbaro cuenta cómo una casa de alquiler temporario se convierte, pronto, en una prisión para aquellos que ingresan, inocentemente, a ella. Una noche de lluvia, dos personas en el mismo espacio, una maldición que atraviesa a cada uno que llega al lugar en un relato con giros, gritos, sustos y un final inesperado.
Un hecho histórico poco investigado y trabajado, permite construir una profunda reflexión sobre la vida y la muerte y cómo, aquello que más adelante se denominó “la banalidad del mal”, sentenció a miles de personas.
¿Cuántas películas más podemos ver con Julia Roberts tratando de desarmar bodas? TODAS LAS QUE HAGA y más si es secundada por George Clooney en plan PADRES DIABÓLICOS que se unen para impedir que su hija se case. Pasaje al paraíso, de Ol Parker (Mamma mía!) se nutre de las clásicas comedias hollywoodenses de antaño en donde la pareja protagónica y antagónica deberá conciliar sus diferencias para salir adelante con un plan que los tiene trabajando por el bien de ambos. En el arranque Georgia (Roberts) y David (Clooney) se sumergen en el “él dijo, ella dijo” para contar cómo el matrimonio que tuvieron fue un completo desastre para uno y para otro, cada uno con su mirada particular sobre la relación. Corte a, graduación de Lily (efectiva Kaitlyn Dever), hija de ambos, en donde compartirán fila de asientos sacándose chispas y demostrando, cada uno, un amor casi excesivo por la joven. Cuando Lily decide ir a descansar un tiempo a Bali junto a su mejor amiga, nada haría suponer que la pesadilla que vivieron por unas horas en el acto de colación, se repetiría por mil cuando deberán enfrentar un viaje al paradisíaco escenario porque tras 37 días allí su hija se enamoró de un lugareño (Maxime Bouttier) y contraerá matrimonio. Opuestos que deberán trabajar en conjunto, urdir siniestros planes, muy a pesar suyo, poniéndose por encima de los deseos de a joven y desplegando una artillería de mentiras y artimañanas para salirse con la suya. Georgía y David, además de bellos y heteronormativos, no tienen prejuicios, y el divertido guion mantiene casi hasta el final esta característica, por lo que cada una de sus mentiras tendrá su toque de malicia, hasta, claro está, Hollywood de por medio, eso no se pueda sostener más. Pasaje al paraíso cumple con cada una de las premisas que los espectadores presuponen que tendría que cumplir, entretener, emocionar, permitir la reflexión, jugar, y mostrar, siempre, a los protagonistas como las grandes estrellas que son. Hace mucho que el cine proveniente del norte no presenta una película con una dupla potente y perteneciente al star system, por eso es que se potencia este relato al recuperar ese old fashion style que tanto bien le hace al cine. Pasaje al paraíso funciona porque además de mostrarnos a sus protagonistas como queremos verlos, hasta en los bloopers de los títulos finales, más allá de cualquier equivocación, se muestra la posición desde la cual se para, presentando a una mujer que ha decidido ir a por lo suyo, esquivar el amor y no postergarse por nadie, y un hombre que, reflexivo, esperando a que el pasado vuelva de la manera que más quiere. Propuesta ideal para sumergirse en la sonrisa de Georgia y David y avanzar con ellos en esta aventura de transformación que, por amor, amor de padres a hijos y de pareja, transita con gags y humor, y mucha emoción, una historia que vimos muchas veces pero que en su relectura no hace otra cosa que reinventar y resemantizar una época de oro que recupera y valora.
Con una cuidada producción y la convicción que la animación puede narrar historias más allá de las imaginadas para el público infantil, Fernando Sirianni y Federico Breser presentan El Paraíso, producción animada con grandes voces de actrices y actores nacionales. Estructurada como una épica historia, apoyada en el flashback para desarrollar su trama, la llegada de dos hermanas de Polonia en 1929 al país, y que son trasladadas a Rosario, considerada la Chicago local, disparan una trágica aventura en donde la trata y prostitución de mujeres es sólo el punto de partida del relato.
Odio leer críticas y notas, e informes, no crónicas, claro, escritas en primera persona o que incluyen a quien redacta. Las detesto. Pero me es inevitable comenzar estas anotaciones sobre esta película diciendo que fui al cine con muchos prejuicios. Prejuicios por su director, por el arte que han utilizado para promocionarla, y porque siempre, siempre, hay algo del entorno propio del periodismo dedicado al cine que termina afectando la mirada previa o posterior. La crítica es un arte subjetivo. Amo leer buenos textos, que fluyen, que comparten mi mirada, pero también los que no. Y cuando de juzgar una película se trata, no hay nada mejor que entregarse a la magia de la sala a oscuras y acompañar la magia que se genera durante la proyección. Vi “Más respeto que soy tu madre”, la adaptación de la novela de Hernán Casciari, que ya llegó al teatro de la mano de Antonio Gasalla y que ahora Marcos Carnevale con un elenco encabezado por Florencia Peña y Diego Peretti llega al cine. Con “Esperando la carroza” como norte, pero un rumbo completamente diferente, la propuesta se sumerge en la historia de Mirta (Peña), una mujer que ha postergado sus sueños, expectativas, y vida, por su familia. Cuando el abuelo del clan (Peretti) es internado de urgencia, la familia decidirá cumplir con uno de sus últimos deseos, pasar el fin de año de cambio de siglo en la pizzería que el nono regentea y que supo del éxito pero que ahora se ha convertido en una ruina. El afán de acompañarlo, trazará una poderosa historia de transformación, donde el grotesco y el trazo grueso, pero, también, el amor y realzar la familia como el punto más importante para la vida de una persona. Florencia Peña brilla como Mirta, una mujer que se transforma y empodera, secundada por un increíble grupo de actores entre los que se destaca Guillermo Arengo como “el gordo”, un hombre que dio un paso al costado. Marcos Carnevale lleva a buen puerto el relato, logrando una entrañable historia, con mucho humor, sobre la identidad y también sobre la infancia, esa patria a la que siempre volvemos, y que al probar un trozo de pizza nos une una vez más a nuestro pasado y emociones.
Película perezosa, que se resiste a presentarse como el entretenimiento trillado que es, excepto por dos o tres escenas, en el relato de dos amigas que intentan superar una tragedia con una aventura de riesgo, el guion parece haber sido escrito por un niño de cuatro años, que, además, ya vio más de mil películas iguales a la que presenta.
Con menos pericia que en sus relatos precedentes, en donde cierta naturalidad acompañaba con la cámara a sus personajes, el logro más potente de esta propuesta es transmitir con verdad el sufrimiento de la protagonista.
Relato que se construye a partir de suposiciones del protagonista, en donde el como sí estructura un relato que se vale del carisma del protagonista para no sólo interpelar al espectador y romper la cuarta pared, sino que, se suma a una larga y potente serie de relatos en donde el patetismo y la crítica a la vida actual, son parte del engranaje del guion.
Melodrama en el estado más puro, en el relato de cómo una joven superó tragedias familiares y terminó convirtiéndose en una paria para la sociedad, se termina por construir una entretenida y efectiva propuesta, que, claramente, se apoya en la lograda actuación de Daisy Edgar-Jones.