Adorable huraño ¿Cómo no enamorarse a primera vista de Vincent (Bill Murray), a pesar de su ostracismo, agresividad, enojo y eterno desprecio hacia todo el mundo que lo rodea? St. Vincent (2014) del debutante Theodore Melfi, cuenta la historia de Vincent, un solitario, alcohólico y recluido sexagenario, que ve como su vida y rutinas cambian de un día para el otro cuando una mujer divorciada (Melissa McCarthy) y su hijo (Jaeden Lieberher), se mudan a la casa contigua a la suya. Desde el primer momento el vínculo entre ellos será de profundo rechazo hasta que un día la necesidad de Maggie (McCarthy) hace que Vincent cuide a su hijo. Sin idea de cómo hacerlo el anciano comenzara a pasar las tardes educándolo en la vida y en algunas cuestiones que, como nuevo en el barrio y en la escuela, Oliver (Lieberher) aún no tiene del todo claras. Además de su relación con éste y su madre, Vincent mantiene un vínculo con Daka (Naomi Watts), una bailarina exótica y embarazada con la que, dinero de por medio, tiene relaciones sexuales una vez por semana. Entre los cuatro se consolidara una dinámica que en la carencia (de afecto, de dinero. de sensibilidad etc.) les permitirá sobrevivir, más aun cuando Vincent sufra un accidente (producto de la visita de unos matones a los que debe mucho dinero) que lo dejara postrado en la cama durante un tiempo y necesitará de todos ellos para superarse. Hay otro personaje clave en esta historia de desconocidos que por necesidad se conectan, y es la mujer de Vincent, que en un hogar de retiro atraviesa el periodo más duro de su Alzheimer y a partir de esta relación es que podemos comprender verdaderamente la complejidad del personaje y su accionar. Paralelamente Oliver deberá realizar una tarea para su nueva escuela (católica y el es judío) que lo tendrá al vecino como protagonista ante el desconocimiento de la temática. Theodore Melfi logra generar una historia entrañable, que supera a la anécdota inicial, con un Bill Murray en plan Jack Nicholson de Las confesiones del Sr. Schmidt (About Schmidt, 2002) o Mejor imposible (As Good as It Gets, 1997) recargado y que además apoya este personaje con un elenco secundario de lujo, y que si bien hay algunas situaciones que hacia el final se precipitan y no terminan de resolverse, eso no opaca el resto de la propuesta. St. Vincent es un film sólido, entretenido y muy divertido, sin ninguna pretensión y que además puede sostener su antipático personaje central porque agrega en los secundarios una carga dramática que equilibra el rechazo que podría generar todas las características de Vincent. La película es una exploración sobre las relaciones, la familia, la religión y el sexo, per principalmente sobre vínculos entre desconocidos que, en la necesidad que se funda la soledad de sus personajes, encuentra su afirmación y sentido. Bill Murray nos ofrece una actuación única, sabiendo que su detestable Vincent permanecerá por largo tiempo entre nosotros.
Pantalla fría La franquicia iniciada con la película Madagascar (Ídem, 2005) sigue rindiendo frutos para sus creadores. A la recientemente estrenada serie de Netflix, Viva el rey Julien (2014), se suma ahora otro Spin off protagonizados por los agentes Skipper, Rico, Kowalski y Cabo llamada simplemente Los Pingüinos de Madagascar (The Penguins of Madagascar, 2014). La obvia independencia de los personajes ya se había hecho evidente en la serie que protagonizan para la cadena Nickelodeon (del mismo nombre) y que en esta oportunidad con nuevos personajes y nuevas amenazas "globales" alertaran a los agentes pingüinos para que tomen rápidamente cartas en el asunto. Un malvado pulpo llamado Dave decide arremeter contra los pingüinos de todos los zoológicos del planeta para cumplir una oscura venganza y de esta manera transformar la agradable imagen que los seres humanos poseen de estos animales. Un grupo de agentes llamado "Ráfaga Polar" trabajara con los pingüinos para impedir que el siniestro Dave termine con una de las especies más queridas. Claro está que no todo será simple para ellos, y menos cuando Dave asigne tareas a sus pulpos secuaces para terminar con su terrible plan. Con una estructura calcada de las películas de espionaje e investigadores, sus idas y venidas, confusiones y engaños, el film se presenta como un producto para los más pequeños pero que en el fondo intenta captar la atención de los adultos acompañantes. No por casualidad uno de los personajes posee en su versión original la voz de Benedict Cumberbatch (Jay Mammon en la versión latina), referente del género por su interpretación de Sherlock Holmes. Pese a esto, Los Pingüinos de Madagascar posee una animación impecable, colorida y que al ritmo de la música produce un dinamismo que refuerza el desarrollo 3D de los personajes. Pero Simon J. Smith y Eric Darnell, sus directores, no encuentran la oportunidad para explorar el lado mas divertido e incorrecto de los pingüinos, excepto en contadas oportunidades. Los Pingüinos de Madagascar es un espectáculo visual deslumbrante, pero que no logra sostener su propuesta durante los 92 que dura y termina decepcionando, pidiendo que por el momento no proliferen más películas de la saga.
Cuando una película posee una premisa concreta, no se toma en serio y además cuenta con un nivel de actuación superior a la media es cuando maravillas como "Mortdecai" (USA, 2015) llegan para sorprender. Inspirada en la trilogía creada por Kyril Bonfiglioli, el director David Koepp conjuga con habilidad el timming clásico de las películas de espionaje con la comedia más absurda y un tempo preciso en el que hasta el más mínimo detalle es motivo de punchline y gag. La historia de "Mortdecai" es simple. Todo inicia cuando un personaje de la nobleza inglesa llamado Charlie Mortdecai (Johnny Deep) ve como su riqueza se evapora por una deuda multimillonaria con el fisco. Casado con la bella Johanna (Gwyneth Paltrow) también vera como la pasión por ella se resquebrajara en el momento que decide agregar a su "look" un pequeño moustache (bigote) para aparentar aún más su excentricidad. Johanna (Paltrow) no soporta ver ese acumulación de bello arriba de los labios de su marido y en medio de esa discusión marital reciben la inesperada visita de Alistar Martland (Ewan McGregor), un investigador, miembro del servicio secreto británico, quien conociendo la habilidad de Mortdecai para apropiarse de lo ajeno (de dónde sino provendría esa millonada que poseía) decide incluirlo en una investigación que intenta descubrir al asesino de una mujer y recuperar un valioso cuadro de Goya que, además, contiene la clave para llegar a un tesoro Nazi. Dato que no es menor para la dinámica del filme, Alistar, Johana y Charlie Mortdecai eran compañeros de la universidad y fueron amigos hasta que Alistar, perdidamente enamorado en secreto de Johanna, descubriera a estos en pleno acto sexual justo cuando se le iba a declarar. Mortdecai acepta trabajar en el caso y solicita algunas excentricidades (fiel a su estilo) para hacerlo, pero a medida que avance la investigación y que la trama detrás se ponga más oscura solo se demostrará lo inservible que Charlie es para la tarea. Solo algunas intervenciones de su asistente Jock (Paul Bettany), involuntarias muchas de ellas, le permitirán sobrevivir a Mortdecai en un contexto en el que tiene todas las de perder y en el que el acecho de aquellos que también quieren quedarse con el cuadro será el motor de la historia. "Mortdecai" es un filme fresco, divertido, consecuente con el género que parodia, ironiza y exagera, pero también, en el fondo, respeta. Las increíbles actuaciones del trio protagónico y Bettany, son un placer extra en el que la composición de los personajes y el tono hallado para presentarlas han sido esencial para el producto. El camaleónico Deep vuelve a sorprender con una interpretación desbordante de alegría y trazo grueso, necesarias para poder seguir el juego planteado por la propuesta y por Bonfiglioli en los libros. Algo similar a lo que hace algunos años ocurría con la saga "Austin Powers" de Mike Myers, en la que la exageración de lo británico posibilitaba el distanciamiento necesario para poder disfrutar de una película paródica de género. "Mortdecai" es subversiva y tradicionalista en cuanto a las formas, pero en el fondo es una cinta que prefiere explorar de manera exagerada ciertos estereotipos para homenajear al slapstick y la comedia del ridículo para generar un entretenimiento único y encantador.
La música como medio de ascenso y crecimiento personal. El ritmo y el esfuerzo para demostrar a los demás que nada está perdido cuando el empeño se somete a la exigencia. "Whiplash: Música y Obsesión" (USA, 2014) llega para recuperar un tipo de cine que durante mucho tiempo gozo de popularidad: el cine musical basado en historias que con el esfuerzo como bandera permiten narrar otras situaciones que se relacionan a sentimientos profundos que se solapan detrás de los sueños por lograr trascender en el mundo de la música. En "Whiplash: Música y Obsesión " hay tres protagonistas excluyentes, Andrew Neyman (Miles Teller), Terence Fletcher (J.K. Simmons) y claro, una batería. Todo comienza cuando en uno de los conservatorios musicales más prestigiosos, Andrew, se desvive por demostrarle a Terence su habilidad por tocar la batería. En un primer acercamiento veremos como el joven se somete al maestro con un solo gesto o una palabra y entendemos no solo que la relación entre ambos será complicada, sino que la supuesta pasividad con la que Andrew inicia su relación con Terence ira modificándose. Andrew vive tratando de demostrarle al mundo sus logros y también su trascendencia en lo que hace. Su padre lo ubica siempre a la sombra de sus conocidos, y más allá de compartir con él algunos "rituales" (ver películas clásicas) hay algo que no se dicen que le molesta. Casualmente con Terence será una relación completamente diferente, porque él le dirá todo en la cara, y en ese decir directo hay una aprobación del otro que Andrew necesita, y quien en su familia nunca ha encontrado. Cuando entra a la orquesta de cámara de Terence y en los ensayos se someterá a las exigencias de este, mientras su vida personal comienza a acomodarse al iniciar una relación con Nicole (Melissa Benoist), la vendedora de golosinas del cine al que siempre va. La competencia nacional de orquestas comienza y con ella la presión, el desgaste entre Andrew y el medirse con los demás para demostrarle al mundo que es el mejor baterista que acaso alguien haya soñado escuchar. Pero la relación con Terence se tensa y la expulsión de Andrew de la orquesta hará que el filme vire hacia un lugar extremo y complicado del que luego puede salir con soltura gracias a la música. Damien Chazelle, en su cuarto filme, crea un filme entretenido y que en una dinámica inspirada en la teoría del amo y el esclavo, genera una tensión y suspenso que mantiene en vilo al espectador hasta el último momento. La música como vector de la narración y el despliegue audiovisual que utiliza recursos técnicos básicos (panes, detalles, tomas aéreas, planos contrapicados, etc.) para transmitir la pasión de los protagonistas es uno de los hallazgos. El otro, claro está, son las interpretaciones de Teller y Simmons, como así también la recuperación para la pantalla grande de Paul Raiser, algo que le otorga más acercamiento, empatía y familiaridad al filme. "Whiplash: Música y Obsesión " es una película que transmite la pasión de los que sueñan en voz alta por trascender en lo suyo, y principalmente por triunfar a fuerza de ensayo y error (más errores que logros) para obtener un resultado positivo dentro de un área.
TANK BOYS Todos los años asistimos a una nueva visita a los sucesos que acontecieron durante la Primera y Segunda Guerra Mundial. La idea de revisitar esos sucesos pueden, de alguna manera, acercarnos a hechos que quizás hasta el momento no se han plasmado en celuloide. Este es el caso de "Corazones de Hierro"(USA; 2014) que narra cómo un grupo de soldados, dirigidos por el sargento Wardaddy (Brad Pitt) avanzarán en Alemania arriba del tanque que da nonbre a la pelícual ("Fury") para terminar con los vestigios del régimen nazista. Wardaddy deberá ser una suerte de conciencia de cada uno de los miembros del grupo a los que se sumará en la misión el recién llegado e inexperto soldado Norman (Logan Lerman) a quien guiará no sólo en el campo de batalla. La dinámica entre los soldados y el fuerte tono pedagógico que se le imprime al filme es mucho más interesante que aquel esfuerzo del director David Ayer por respetar a rajatabla la historia de los aguerridos soldados y el tanque. En ese educar al nuevo y evitar que aquellos soldados con algunos vicios de guerra (Jon Bernthal, Shia Labeouf) sigan ensuciando la labor bélica y humanísitca del grupo. Brad Pitt y Logan Lerman son el punto más interesante de un filme que además se apoya en un sinfín de efectos especiales para recrear las batallas (los disparos de los rifles y tanques con destellos a lo Star Wars son sorprendentes) y en un guión con algunos minutos demás pero que permiten conocer aún más en profundidad los sueños de este grupo que arriba del "Fury" hicieron propia la guerra. PUNTAJE: 7/10
Sergei Bodrov adapta al pie de la letra la saga adolescente de libros “El último Aprendiz”, de Joseph Delaney, y que con “El séptimo hijo” (USA, 2014), intenta emular aquellas aventuras épicas y fantásticas empapadas de misticismo relacionadas a la brujería y la hechicería y que durante muchos años llamaron la atención de los productores de Hollywood. Y en este caso el problema no es tanto cómo Bodrov llega a imaginar al producto, lleno de efectos especiales y con una reproducción de estereotipos claros y básicos, sino en cómo plasma ese imaginario en los actores y el hilo narrativo o planteo de las situaciones. Hay un denodado esfuerzo por parte del protagonista (Ben Barnes), con muy poco carisma, de poder trascender las esquemáticas y básicas acciones y diálogos que le tocan, pero en el camino no puede superar siquiera el trasfondo y la ubicación de su actuación en el marco y el contexto toda la trama. “El séptimo hijo” cuenta, para resumir, como un “espectro”, alguien que dedica su vida a eliminar de la Tierra los malos espíritus y hechiceros, llamado Gregory (Jeff Bridges), necesita legar su conocimiento a un aprendiz. Con mala suerte (todos los aprendices anteriores han fallecido en el intento de seguirlo) finalmente encuentra en Tom (Barnes) el séptimo hijo del séptimo hijo, a un asistente a quien deberá poner al día en el maravilloso mundo de las artes oscuras y cómo combatirlas, todo esto para evitar que una ancestral bruja llamada Malik (Julianne Moore) asuma como reina de las tinieblas y subyugue bajo su poderío a toda la población. Pero para complicar aún más las cosas, Tom conocerá en su camino de aprendizaje a una joven llamada Alice (Alicia Vikander) quien no sólo lo enamorará sino que además lo acercará inesperadamente al “lado oscuro”, sin que él lo sepa, por su peligrosa cercanía con Malik. Además entre Gregory y Tom, mas allá de luchar con las fuerzas oscuras todo el tiempo, se generará una dinámica basada en la enseñanza/aprendizaje y la transmisión de información que recaerá en una resistencia por parte del joven por cometer las acciones que su maestro le dice y que sólo hacia el final, y por un instinto de supervivencia, desembocará en el asumir un rol para el que Tom no estaba preparado (pese a sus “alucinaciones premonitorias”), pero que es inevitable que lo haga. “El séptimo hijo” posee un trabajo de imagen que estiliza las acciones y las transiciones, como también las obvias situaciones que presenta a los actores, y que básicamente en tomas aéreas y travellings, le permiten a Bodrov subsanar algunos saltos de continuidad y ubicar la acción en las escenas. Pero además, y explorando el 3D, algo que eleva un poco el nivel de la propuesta, hay una fuerte puesta en imágenes de todo el universo mágico que Delaney creo para la saga de “El último aprendiz” y que ha atrapado a una infinidad de lectores desde finales de los años ochenta del siglo pasado. No es “El Séptimo Hijo” la mejor película que se pueda ver para entender el enfrentamiento entre el bien y el mal, con una imaginería relacionada a la brujería, hechicería y seres fantásticos que luchan para conseguir su lugar en la Tierra, pero las actuaciones de Moore y Bridges, bien valen el esfuerzo para intentar meterse en una historia que no termina de cerrar por ningún lado y que hará escapar de la sala como por arte de magia a más de uno.
Una particular mirada sobre la paternidad es la que propone “De tal padre, tal hijo” (Japón, 2013) de Hirokazu Kore-eda, quien a partir de una anécdota, determinará el ritmo y el tono de una película que bien podría haber sido otra cosa muy distinta. Enmarcando la historia en la etiqueta genérica de “comedia dramática”, Kore-eda, construye un relato con imágenes bellas, travellings y planos generales, de un Tokio avasallante que avanza a la par de algunos, pero que se queda en los suburbios sin el acompañamiento de otros. Entre esos dos mundos es justamente entre los que “De tal padre, tal hijo” encontrará el material para poder armar la vinculación entre dos familias que un día reciben una trágica noticia, sus hijos, de seis años de edad, fueron cambiados al nacer. Ryota (Masahuru Fukuyama) es un arquitecto meticuloso, ordenado y obsesionado por su trabajo que termina transmitiendo a su pequeño hijo la rigurosidad por alcanzar las metas, sin empatizar con éste, que a sus edad, parece una persona muy mayor. Si bien su esposa (Machiko Ono) es más permisiva y permeable a las propuestas del niño, también se ve sometida al estricto régimen que Ryota impone en el seno familiar, sin la oportunidad de poder cambiar las reglas. Un día se comunican del hospital para que se dirijan de manera urgente y allí comienza otra historia, pasando de ver un sinfín de rutinas esquematizadas e inquebrantables a un espiral dramático en el que deberán los protagonistas no sólo asumir una realidad que los cambiará para siempre, sino que además deberán enfrentarse con ellos mismos, y esto es lo más complicado. Porque cuando conocen al otro matrimonio que también sufrió el cambio (Riri Furanki, Yoko Maki) deberán lidiar con sus miedos y sus temores más profundos, y también el asumir sus diferencias como matrimonio y como personas dentro de la sociedad. En el contraste entre los matrimonios y los niños y el confrontamiento entre mundos, es en donde Kore-eda obtiene el material principal para este filme. La idea de la paternidad como herencia de sangre versus la hipótesis que sostiene que padre es aquel que crió a un niño, va conformando un interesante hilo narrativo que permanece hasta avanzada la acción y mantiene el suspenso sobre qué pasará con los niños. Porque hay un plazo para poder decidir qué hacer con ellos, un plazo en el que deben no sólo pensar en ellos sino también en sí mismos como padres, en desprenderse o no de todo aquello que se conformó hasta el momento como grupo familiar, y, principalmente, en ver si aceptarán delegar en los otros aquello que hasta el momento era tan personal y particular para ellos. “De tal padre, tal hijo” tiene momentos emotivos de profundo análisis sobre la paternidad y las relaciones filiales, y si bien termina de una manera sorpresiva, tiene dos momentos que podrían haber cerrado mucho mejor la historia. Porque el filme no sólo profundiza sobre los hijos y el legado de los padres sobre ellos, habla también de las diferencias sociales y culturales, las maneras de criar, y el desapego como motor de la vida. Kore-eda logra una visión particular sobre la familia moderna, el trabajo como estímulo de progreso, la economía como determinante de las acciones y decisiones, y sobre las enseñanzas que aún a pesar de la adultez, los niños pueden transmitir a sus padres a pesar de su corta edad.
Como dato curioso, antes de hablar del filme, por casualidad, en este momento coinciden dos películas que abordan el tema de la hipoacusia en cartel. Por un lado está “La Familia Bélier” (Francia, 2014), con su explosión de música y humor, y ahora llega “Sordo” (Argentina, 2013), de Marcos Martínez, que también toca la problemática desde un lugar deconstracturante y diferente. ¿Cómo se puede hacer esto? ¿Y además de manera documental? Pues acercándose a un grupo de trabajo, como hizo Martinez, llamado “Extranjero”. Ellos son los protagonistas de “Sordo”. El grupo está compuesto por varios miembros que a pesar de su “discapacidad”, y tareas diarias, se reúnen para pensar un acercamiento a su situación desde un lugar que no los victimice. Son personas que no temen al ridículo, y que justamente desde su lugar de personas con una problemática que muchas veces desde fuera se ve diferente (por eso el grupo se llama Extranjero, por la mirada que los “otros” posan sobre ellos), deciden apelar a su creatividad para poder así generar un discurso que nada tiene que ver con lo que tradicionalmente se ve. Martinez acompaña al grupo no sólo durante los ensayos, porque esto sería lo fácil, hablar de un grupo de teatro compuesto por sordos en el escenario y nada más, sino que muestra a cada uno de los protagonistas relacionándose con su familia y amigos en la vida, demostrando la valentía y esfuerzo que ponen en el teatro y que también está presente en lo cotidiano, y sin victimizarse nunca, todo lo contrario. Pero a pesar de la pasión por las tablas, además cada uno tiene proyectos personales, que muchas veces choca con la tarea y actividades que “Extranjero” les lleva. Pero eso no es impedimento para que puedan terminar sus objetivos. En “Sordo” veremos el esfuerzo por lograr una buena puesta en escena y una obra que hable de su discapacidad sin eufemismos o golpes bajos, pero también conoceremos más de cada uno de los protagonistas y de sus personalidades. La cámara reposa y desfilan por delante situaciones que muchas veces llevan al conflicto, y que en muchas otras se superponen con las actividades del grupo. Pero nada detiene a “Extranjero”, ni el embarazo de una de las jóvenes, la fractura de brazo de uno de ellos, o los constantes reclamos que se le hacen a otro para que llegue en tiempo y forma a los ensayos. “Sordo” es una muestra clara sobre una actividad y cómo se pueden conseguir, trabajo y esfuerzo en equipo mediante, las metas y objetivos a pesar de todo. Martinez funciona como voyeur y deja al grupo delante de la cámara para que justamente ellos mismos puedan hablar, desde su lugar, sin intervención, sobre la problemática diaria que les toca y cómo, sin victimizarse, se pueden lograr cosas.
John Wick (Keanu Reeves) es un ex asesino a sueldo que cuando un grupo de gángsters se mete con él, claramente sin saber a quién estaban molestando, decide volver a la acción para vengarse de sus acechantes. Esta es la clave de “Sin Control” (USA, 2014), un filme de David Leitch y Chad Stahelski que sobre guión de Derek Kolstad posee muchos puntos en común con recientes películas del género como “Oldboy”, “The November Man” y hasta la fallida “Lucy” de Luc Besson. La principal virtud de la propuesta radica en la actuación de Reeves, a quien siempre se lo ha criticado por su casi nula capacidad de gesticulación ante los avatares que las narraciones de las películas en las que ha participado le han propuesto. En “Sin Control” justamente esa “incapacidad” es un punto a favor, dado que la inacción será el motor que moverá a este ex asesino, una máquina de matar, a dirigir sus energías hacia todos aquellos que le impidan volver a su tranquilidad luego del fallecimiento de su mujer. Reeves se mueve en la película como un autómata, que pese a que pueden llegar a caer lágrimas en sus mejillas por el dolor que le han generado sigue adelante sin ningún tipo de prejuicio. En los pequeños gestos, en los detalles que Kolstad trabajó la personalidad de Wick (Reeves), hay una ingeniería puesta a la hora de la acción que luego se desatará en una terrible espiral de violencia cuando, después de ser atacado por un grupo de gangsters para robarle su vehículo, el personaje decida asumir nuevamente su rol de matón para encontrarse con cada uno de aquellos que, en el pasado, supieron de su habilidad para terminar con aquellos que le indicaban. Una venganza sangrienta, con escenas de acción completamente diferentes a lo que Reeves está acostumbrado (nada que ver con las coreografías de Matrix), en la que la corporalidad y los puños marcan el ritmo de la narración. El cuerpo de Reeves es un cuerpo cansado de golpear, un cuerpo que quiere dejar de lado su pasado pero que debe asumir nuevamente la responsabilidad de su rol luego que le arrebataran el último vestigio de amor en su vida. En el detalle de ese dato, no menor, se esconde un gesto que su mujer, antes de morir, le legó, y que a pesar del recelo con el que lo había recibido, al perderlo, siente la necesidad de aferrarse una vez más a un pasado que no volverá y que lo convierte en alguien que ya no quería ser. Leitch y Stahelski trabajan la acción de la película con un conocimiento de productos anteriores y recursos propios del género como el flashback (esencial para conocer el pasado de Wick), el flashfoward y el aceleramiento de las peleas. También hay una estudiada atribución al personaje de Reeves para evitar caer en lugares comunes de vengadores que sólo generan rechazo. La empatía con él, por sus desgracias, por su última pérdida, sólo es comparable con el placer de género que los directores logran en cada disparo y golpe que John Wick, la máquina de matar, da. Mención aparte el matón interpretado por Willem Dafoe, impecable, como siempre.
El primer dato interesante de “Foxcatcher” (USA, 2014) es que está inspirado en los hechos reales que conmovieron a la opinión pública yanqui cuando acontecieron, y que empañaron el esfuerzo puesto por los hermanos Schultz por conseguir para el país una medalla olímpica. Bennett Miller dirige con maestría al trío protagónico, que se mete de lleno en el equipo de lucha de John Du Pont (Steve Carrel), uno de los personajes más ricos de EE.UU, y que quería llegar a las Olimpiadas de Seul en 1988 con dos de los mejores exponentes de la actividad para su propio beneficio. Chaning Tatum interepreta a Mark Schultz, quien, intentando separarse de la sombra de su hermano Dave (Mark Ruffalo) acepta sin ninguna condición los planes que Du Pont tiene para él. Estos planes no sólo incluyen un exagerado acompañamiento y el mudarse a vivir a la propiedad Du Pont, sino que también, en una arriesgada jugada, tendrá como principal vector algunos vicios para mantenerse “siempre listo” antes cualquier requerimiento de John en cualquier momento A medida que pasan los días y el tiempo, Mark ve como su proyecto de triunfar por sí mismo puede quedar relegados cuando en un giro inesperado John convoca a Dave como parte del plan para llegar bien a las olimpíadas ( o en realidad para castigar a Mark). Los celos entre los hermanos no se harán esperar, y con John como un hábil estratega y admirador del dicho “divide y reinarás”, se aprovechará del enfrentamiento fraternal para consolidar la oportunidad de volverse el líder del grupo. Pero el resto de luchadores comienza a acercarse más a Mark, y John no permitirá que nada ni nadie lo saque del eje del liderazgo que cree tener, ni siquiera su madre (Vanessa Redgrave), quien sigue viendo con malos ojos y juzgando cada decisión que él tome profundizando su extremo conservadurismo. “Foxcatcher” es la puesta al día, en una película dramática, de “Ricky Ricón”, el niño rico que a fuerza de dinero intentaba comprar el afecto de los demás para superar su profunda soledad, pero avanza sobre un período oscuro de la actividad deportiva en la que el abuso de sustancias ilegales y el exceso relacionado a una situación sexual indefinida termina complicando cada paso que se quiera dar. El trio protagónico se entrega de lleno a la historia, que además es manejada con maestría por Miller, y que con un clima digresivo, planos amplios y una reconstrucción de época única, van hilando la historia, que avanza lenta y naturalmente hacia la resolución final. También es interesante cómo se trabaja sobre aquello que no se muestra, pero que se sugiere, lo oculto, lo que no se dice sobre la homosexualidad latente entre los protagonistas y el abuso que Du Pont ejercía sobre Mark. En este punto es interesante el minimalismo de las actuaciones, la proxémica con la que se plantean las situaciones, y la gestualidad mínima que se maneja, porque no hacía faltan amaneramientos en las interpretaciones de Carrel y Tatum para afirmar que entre ellos en algún momento algo iba a implosionar tocando a todos los afectados pero sin lastimar directamente a ambos. Película dura y árida, “Foxcatcher” es un logrado reflejo del egoísmo puesto encima de logros deportivos y cómo esto opaca el esfuerzo denodado por superarse en la vida. Carrel, Tatum y Ruffalo, impagables.