Ricas fantasías cortazianas en fina traslación al lenguaje audiovisual “Historias de cronopios y de famas” es uno de los libros más asombrosos de Julio Cortázar. Publicado en 1962, narra, en cada uno de los relatos cortos que lo componen, las posibilidades insospechadas de lo fantástico y lo extraordinario en las cosas más simples de la vida cotidiana. El entrecruce entre poesía, fantasía, filosofía y cierta reflexión social da como resultado una obra surrealista llena de ironía y humor. A partir de la selección de diez cuentos, Julio Ludueña hace su propia recreación en una película de animación con las ilustraciones de los más importantes artistas plásticos argentinos: Antonio Seguí, Patricio Bonta, Felipe Noé, Magdalena Pagano, Cristóbal Reinoso, Crist, Ricardo Espócito, Ana Tarsia, Daniel Santoro, Luciana Sáez y Carlos Alonso. El director realizó los guiones de los cuentos elegidos, a partir de los cuales cada artista armaba un story-board sobre el que se trabajaba en forma conjunta antes de llegar a la instancia de animación. El film, cuenta con diferentes técnicas y estéticas que fueron aplicadas por un equipo de animación encabezado por Juan Pablo Bouza, mediante el uso de software libre en 2D y 3D (como el Blender). “Historias de cronopios y de famas”, que necesitó seis años de realización, combina el uso del blanco/negro y del color, de lo abstracto y de lo figurativo, de lo popular y de lo selecto, como así también de lo formal y lo experimental. El antagonismo de los cronopios y de los famas queda reflejada en los diversos trazos que dan vida a las historias animadas. Estas conforman un collage que da cuenta de un mundo de opuestos que no por fantástico y onírico deja ser representativo de las divisiones del mundo real. “Las líneas de la mano”, “La cucharada estrecha” y “Comercio”son algunos de los relatos de Cortázar que se pueden ver en esta versión animada. Versión que, gracias a la maestría de los artistas convocados, sabe transmitir con el mismo humor, ironía y emoción del texto original, las implicancias ideológicas que el escritor le asignaba a los cronopios y a los famas. Estos, afirma Ludueña, son en definitiva los protagonistas de la historia argentina y latinoamericana. Este atípico producto audiovisual tenía desde un comienzo una difícil batalla por ganar: la de no quedarse atrapado en el mundo corteziano, y así no alejarse mucho, ya sea por respeto o admiración, de la obra original. Sin embargo, la animación de Ludueña se arriesga, asume el reto y consigue de principio a fin mostrarse como una verdadera recreación. Y en esto, la edición de Bouza y la música de Ezequiel Ludueña han sido claves para dotar a la obra de genuina autonomía artística. En el marco del Año de Julio Cortázar, la película se estrena en nuestro país simultáneamente con Nueva Delhi, Nueva York, Curitiba y Chicago a través del Instituto Cervantes. En lo que queda del año, se exhibirá también en otras ciudades del mundo como Zagreb, Roma, Lima, Frankfurt y Guadalajara.
Después de varios años, Giuseppe Tornatore vuelve a la ficción con “La mejor oferta”, un thriller complejo y ambicioso protagonizado por Geoffrey Rush. Alejado de los retratos de su tierra italiana, esta vez nos adentra en una historia de tintes negros atravesada por el mundo del arte, el amor y el misterio. Virgil (Geoffrey Rush) es un agente de subastas, especialista en arte y experto en resolver falsificaciones, cuya vida transcurre lánguida y monótona. Tiene dificultades para relacionarse con las mujeres debido a su carácter excéntrico y solitario. Pero un día recibe el llamado de Claire (Sylvia Hoeks), una misteriosa joven que quiere contratarlo para tasar y vender sus obras. A partir de allí, el mundo obsesivo y ordenado de Virgil se irá desvirtuando hasta convertirlo en un hombre completamente diferente. “La mejor oferta” tiene en principio una narración compleja y bien articulada que parece prometer mucho, pero que no llegará a buen puerto. Sus buenas actuaciones (no sólo la de Geoffrey Rush, sino también la de Donald Sutherland, Jim Sturgess y Sylvia Hoeks) no serán suficientes para sobrellevar el peso de la narración, los personajes se van volviendo tediosos, pesados y poco creíbles. En varias escenas vemos los hilos que nos conducen a un final algo más que predecible. Podríamos dividir la película en dos: una primera parte hasta que Virgil conoce personalmente a Claire, y una segunda parte, cuando entabla con ella una relación amorosa. Y es a partir de esta segunda parte cuando la historia entra en conflicto, y no me refiero al conflicto dramático, sino al conflicto en sentido estructural. El verosímil comienza a ser forzado, el suspenso desaparece y emergen en su lugar las sorpresas como recurso salvador del relato. En definitiva, lo que se pierde es la mediación de la historia de amor (dentro del thriller) para que esta pase a ser protagonista. Se descuidan así los detalles, las sutilezas y la configuración de mundos atractivos. Sin embargo, “La mejor oferta” tiene sus méritos. La música de Ennio Morricone, la dirección de arte y la elección de los planos y travellings se encuentran entre ellos. Tornatore es un hábil creador de atmósferas y con esta película logra mostrarnos como el mundo del arte puede quedar reducido a un mero y oscuro objeto del deseo.
Apocalipsis emocional Dos amigas adolescentes, de esas inseparables y de relación simbiótica. Ginger con una familia en apariencia bien constituida y Rosa abandonada por su padre a los pocos años de edad. Todo marcha bien entre ellas hasta que los inevitables cimbronazos de la adolescencia -y porque no del destino- terminan haciendo mella en su entrañable amistad. Contexto. La historia se desarrolla en Londres en los años ´60. La amenaza de una posible guerra nuclear se torna cada vez más patente y las protagonistas (sobre todo Ginger) se ven comprometidas con la causa pacifista. El temor de que todo pueda terminar en unos segundos atraviesa el film. Y el paralelismo entre conflictos bélicos y conflictos personales, que al principio apenas se sugiere, va tomando hacia el final dimensiones insospechadas. El amor de un hombre es lo que terminará separando a las chicas. Y no el de cualquier hombre, sino el de Roland, el padre de Ginger. Casi sin solución de continuidad Roland pasará de ser un intelectual bohemio y lleno de ideales, a un hombre inmaduro, irresponsable y de notable mezquindad. Apariencia. No todo es lo que parece. “Ginger & Rosa” no es una película más sobre dos amigas adolescentes. De hecho, es más bien la historia de Ginger y de su paso de niña a mujer a través de pérdidas y dolorosas decepciones. Pero estas circunstancias no convierten a Ginger en una víctima, muy por el contrario, la transforman en la promesa de una joven luchadora e independiente. Es ella y no Rosa la que se alejará del modelo de vida doméstica y conformista representado por sus madres. Sally Potter La directora inglesa Sally Potter, quien saltara a la fama con la película “Orlando” (1992) es una de las realizadoras más virtuosas en lo que a manejo del lenguaje cinematográfico se refiere. Es dueña de una sutileza única para dotar a sus películas de un alto y personalísimo componente estético, sin perder por ello, la frescura y la capacidad de emocionar. En “Ginger & Rosa” echa mano a esa virtud y logra transmitir la vorágine emocional a la que es sometida la protagonista (si te había gustado en “Somewhere” (2010) de Sofía Cóppola, puedo asegurarte que aquí Elle Fanning la descose), subrayando el impacto que el contexto social y los avances tecnológicos -misiles soviéticos en Cuba, bomba de hidrógeno, etc.- tienen en su vida y en las del resto de los personajes. Drama. La historia de “Ginger & Rosa” fluye sin sobresaltos narrativos. A medida que nos adentramos más en el conflicto, aunque entendamos la densidad de los hechos, nada nos mueve a pensar que habrá una irrupción desmedida de los sentimientos. Por ello, en el desenlace, cuando en una misma habitación confluyen todos los personajes principales y salen a la luz los secretos guardados entre Ginger, Rosa y Roland, algo parece quebrarse. Y no me refiero a la relación de las partes en conflicto, sino a ese acuerdo tácito que nosotros habíamos creado con la directora. Es decir, esa secuencia pone en jaque el fluir natural y nada contaminado de golpes bajos, excesos o lugares comunes que el film expresó desde un comienzo. Pero por extraño que sea, ese desenlace también es el que posibilita la mejor actuación de Elle Fanning - al menos hasta la fecha- esa, cuando le falta el aire y las palabras no dichas duelen más que las que finalmente pronuncia. Hacia el final, la poesía aparece para Ginger no sólo como refugio –como en el resto de la película- sino como lugar de redención y de perdón. Ello, sumado al final abierto, no hace más que confirmarnos ya no la promesa de una joven resuelta e independiente, sino el nacimiento de una nueva Ginger.
El ataque de las cuatro décadas Un día de enero llego al trabajo con todo el calor a cuestas de un típico día de verano en la ciudad, intensificado por un viaje de media hora en un subte lleno de la línea D. Aun así, llego con bastante buen humor y recomendándole a una amiga (con quien compartimos varias inquietudes, pero sobre todo una obsesión desmesurada por la serie “Girls” (2012), una película que ahora no recuerdo bien cuál era. Ella me pregunta si he visto la comedia “This is 40” (“Bienvenido a los 40”). Le digo que no y acto seguido me tira tres datos que hicieron que en curso de esa semana buscara y viera la película: es de Judd Apatow, aparece Lena Dunham y cuenta la historia de Pete y Debbie, personajes secundarios de “Ligeramente embarazada” (2007). - Guión. En “Bienvenido a los 40” nos encontramos con un matrimonio un poco agobiado por los problemas económicos, pequeñas y grandes frustraciones personales, fricciones familiares y el pavor a la monotonía conyugal. Además, todo se ve agravado por la crisis que conlleva haber llegado a los cuarenta. Aunque Pete y Debbie se nieguen a aceptar el paso del tiempo, deberán hacerse cargo de lo implica madurar sin morir- o matarse entre sí- en el intento. El guión, también escrito por Judd Apatow es más que original, a la vez que muy honesto con las contrariedades típicas de una generación. Aquí la crisis de los cuarenta es retratada en toda su virulencia emocional, sin perder por ello el humor y la capacidad de reflexión. - Apatow. Abrir la puerta del mundo de Apatow es encontrarse con el absurdo, lo escatológico, lo incorrecto y con personajes que por muy diversos motivos están pasados de rosca. Aunque él considere que no ha aportado nada realmente novedoso a la comedia actual, es innegable que desde hace mucho tiempo es uno de los grandes nombres de la nueva comedia americana. Títulos como “Virgen a los 40”, “Ligeramente embarazada” y “Hazme reír” (2009) así lo demuestran. Como productor, ha sido responsable de series de culto como “Freaks and Geeks” (1999-2000), “Undeclared” (2001-2002) y “Girls” (2012, premiada en los últimos Globo de Oro como mejor comedia). - Actuaciones. La película retrata muchos elementos personales de su director, tal es así que nos encontramos con una familia que es SU FAMILIA. La actriz Leslie Mann que interpreta a Debbie es su esposa, las hijas de la pareja protagónica son sus hijas Iris y Maude y haciendo de álter ego suyo (es decir de Pete) aparece su íntimo amigo, el actor Paul Rudd. En el resto del elenco hay lugar también para otros amigos, como Lena Dunham, Melissa McCarthy y Chris O’Dowd. Como así también para actores que aparecen por primera vez trabajando con él como Albert Brooks, John Lithgow y Megan Fox. Todos brillan y configuran ese tipo de grupo compacto que a cada escena pueden hacer alarde de mucha química y soltura. Y no sólo para lo delirante y divertido, sino también para los momentos de incómodo desconsuelo. - Comedia y drama. Cada vez va viéndose más claro que el cine de Judd Apatow va convirtiéndose en un cine gozoso. Porque requiere de partes iguales de placer y de dolor. Es que no todo en “Bienvenido a los 40” son risas y carcajadas. Tras la desmesura del caos existencial de una pareja de cuarenta años- que en la sociedad de hoy día pareciera no encajar del todo ni en la juventud ni en la adultez- se esconden dramas familiares de grandes dimensiones, con ausencias profundas como es el caso del padre de Debbie, o de presencias exageradas devenidas en extorsiones económico-afectivas, como la del padre de Pete. Transitar la incomodidad de las situaciones, la mixtura de géneros y la imprecisión de la estructura dramática de esta película es un camino que está bueno recorrerse.
Personajes y situaciones divertidas tratadas con premeditada ligereza Comedia. Comedia francesa. “Verano del 79” es una comedia francesa. Pero decir comedia a veces puede significar mucho y otras veces, como es el caso, muy poco. El gentilicio (francesa) tampoco suma demasiado, y a decir verdad puede dotar al film de connotaciones engañosas. ¿Entonces “Verano del ´79”qué es? Es la quinta película dirigida por la actriz Julie Delpy, y es una de las más sólidas en su carrera como directora. La misma retrata el fin de semana que Albertina, una niña de once años, pasa junto a sus padres, tíos, tías, primos y abuelas en la región de Bretaña con el fin de festejar el cumpleaños de su abuela paterna. Uno podría tentarse de hablar de recuerdos, añoranzas y nostalgias del pasado. Pero nada más alejado de ello. El relato que nos propone Delpy apunta a fundirnos en una atemporalidad que se hace necesaria para sentir que lo que le sucede a los personajes, aunque pasado, está ocurriendo “aquí y ahora”. Situada en un lugar bien distanciado de psicologismos y miradas compasivas, la realizadora francesa procura retratos simples y ligeros de una familia numerosa. Como ella misma afirmara en una entrevista, se trata de hablar de personajes y situaciones de forma divertida, con premeditada ligereza. Aún sí es interesante ver como la producción retrata la niñez. No sólo las travesuras, la inocencia, los deseos y los miedos propios de una niñez serena, sino por sobre todo, la relación de los niños con los mayores y con sus padres en particular. Lo mejor de “Verano del ´79” es reconocerse y reconocer a seres queridos que tenemos o hemos tenido en nuestra familia. En la película hay protagonistas (de hecho Albertina es la más clara protagonista de la historia) y hay personajes secundarios. Sin embargo, la diferencia entre unos y otros termina siendo algo insignificante, porque cada personaje es tanto lo que aporta con cada gesto, palabra o acción a la historia, que la ausencia de cualquiera de ellos atentaría en la configuración de ese exquisito universo familiar. Ahora bien, nada de esto sería posible sin la calidad de actores aquí convocados, Eric Elmosnino, Julie Delpy, Bernadette Lafont, Emmanuelle Riva, etc. Gracias ellos, “Veranos del ´79” alcanza con creces el status de verdadera vivencia cinematográfica. Lo reprochable de la película son las secuencias del tren- la del inicio y la del final- aquellas que muestran a Albertina adulta. Narrativamente no aportan nada importante. Algo parecido ocurre con los exagerados parlamentos a favor de la izquierda, la liberación femenina y todos aquellos ideales gestados a la sombra del Mayo francés. Aunque apenas si entorpecen- como las secuencias del tren- la naturalidad con la que se cuenta el devenir de esos días de verano en Bretaña.
Aquí se aborda la problemática de la inmigración en los países europeos, con una mirada crítica a las leyes que se están llevando a cabo- sobre todo en Francia- comentada directamente por sus protagonistas (y afectados). Es una virtud de George, el saber pasar desapercibido entre tanto testimonio y registro. Pero el montaje y la elección de los planos, ponen de manifiesto el tratamiento y el tono que el director quiere imprimir a su película...
Mal viaje Cinco palabras: inquietante, deprimente, intensa, perturbante y honesta. No es mi intención elevar a partir de estos vocablos definición alguna, sino dar una aproximación de las sensaciones que pude experimentar ante una película deliberadamente psicodélica. Dos jóvenes hermanos norteamericanos, Oscar y Linda, viven en la ciudad de Tokio. Él trabaja vendiendo drogas (a la vez que consumiéndolas) y ella se desnuda en un club nocturno. Pero una noche, Oscar es víctima de una emboscada y muere al intentar escapar de la policía. Antes de abandonar este mundo, su espíritu decide deambular por distintos lugares de la ciudad (procurando cumplir la promesa que de niño le hiciera a su hermana de nunca abandonarla), y las visiones de esos recorridos se trasmutan en las más intensas alucinaciones. Siguiendo la impronta de “Irreversible”(2002), su más conocida y cuestionada película (e inolvidable, sin importar los motivos), Gaspar Noé nos invita con “Enter the Void” a una suerte de mal viaje en sentido literal. El director pareciera plasmar con toda intensidad su imaginario sobre la muerte. Pero hablar de muerte es también hablar de vida, y es esa dicotomía la que sirve a Noé para recrear un mundo que aunque asfixiante y perturbador, logra incitarnos a su vez a un irremediable afán por vivir. “Enter the Void” es sin duda una obra meditada y muy pensada, no por nada el guión de la misma tardó 15 años en escribirse. Filmada en parte en Japón y en EEUU- y postproducida en Francia- tardó otros 5 años en completar su realización. Mucho color, fuera de focos, panorámicas aéreas, banda sonora intensa (histérica), planos secuencias, subjetivas, flashbacks, locaciones luminosas (Tokio como ciudad y protagonista), primerísimos primeros planos (y planos detalles), reconstrucciones microscópicas de procesos físicos, y un montaje (sonoro y visual) abrumador, son algunos de los elementos que ayudan a trasmitir la atmósfera lisérgica de la historia. Pero no todo se trata de malos viajes y prácticas narcóticas. Hay también lugar en esta obra para las reflexiones existenciales, los vacíos afectivos, el sexo explícito, la violencia, los recuerdos, distintas instancias oníricas y poéticas, y el amor. Formas de amores inusuales tal vez, pero amor al fin. Una advertencia: quien decida ver esta película deberá contar con bastante espacio en su agenda, ya que tiene una duración de 161 minutos. Pero tranquilos, aún con esos 15 ó 20 minutos de más que se advierten hacia el final, tiene un buen ritmo narrativo que hace que uno permanezca atrapado a su asiento sin percatarse del tiempo.
Merecidísima ganadora de la Sección Oficial Internacional. A menudo me ocurre de no coincidir con la decisión de los jurados o directamente desconozco que películas se están premiando, pero este no fue el caso. Alamar de Pedro González- Rubio es una historia que como muy bien explica el director, no necesita establecer que cosas son ficción y que otras documental; se trata de una película y ya, donde las franjas que demarcan los géneros se tornan algo insignificantes. Narrada desde la mirada de Natan, un niño que a sus cinco añitos emprende un viaje iniciático junto a su padre y su abuelo en Banco Chinchorro, un paradisíaco arrecife de coral en México. Entre la enseñanza de la pesca, el contacto con los animales, las clases de buceo y la complicidad de los mínimos sucesos cotidianos, se genera entre Natan y su padre Jorge, una comunión indestructible que imaginamos ya para siempre. Y eso nos emociona y nos reconforta, concientes como somos que la separación entre ambos es inminente (al menos geográficamente hablando). Además, la cámara de González- Rubio se empeña en cautivarnos con las escenas más bellas que podamos desear del océano y sus alrededores. Una película única y por momentos exquisitamente indescriptible.
Dicen que lo mejor de los festivales es dejarse llevar por el azar, dejando de lado las largas listas de películas destacadas e imperdibles que todos los años nos configuramos y que no siempre logramos cumplir. Esta tarde ello me ocurrió a mí, y fue así como terminé viendo Somos Nosotros. ¿De qué trataba? Un grupo de skater en Mar del Plata. No sonaba mal, quizá habría algo de Gus Van Sant como me señaló un amigo de la revista. ¡Pero de Gus Van Sant no había nada! Sinceramente no me gustó, se me antojaba demasiado a un trabajo universitario. Sin embargo, puedo destacar dos cosas que sí me interesaron: la primera tiene que ver con el modo de mostrar Mar del Plata, alejada de las sombrillas y la sobrepoblación veraniega; segundo el tratamiento de los diálogos, escasos, naturales… para nada impuestos. No me disgustó tanto como para arrepentirme de haberla visto, pero a partir de mañana retomo mi lista de pelis imperdibles y me prometo a mí misma seguirla a pies juntillas.
Lo que uno no nombra se transforma en una sombra. Y sinceramente, “Nunca me abandones” es lo más parecido que es visto a la sombra, de lo que quizá, pudo haber sido una buena película. Pese a las figuras importantes (autor, director, actores) la tibieza se adueña de esta producción, porque habla a medias, porque opta por sugerir y juega a estar más allá de la cuestión, cuando ni siquiera ha planteado el conflicto de lleno. “Nunca Me Abandones” se centra en tres jóvenes que crecieron juntos en una escuela aislada, sin contacto o conocimiento del mundo exterior, hasta que descubren que son clones generados para obtener sus órganos y alargar así la vida de los originales. 1º Advertencia: no hay equipo. “Retratos de una obsesión” (2002) era una buena realización que al final terminaba rizando el rizo de aquello que nos quería contar. Aun así, Romanek (el mismo director que ahora nos trae NMA) hablaba claro, alto y sin titubeos. Entre aquella obra y esta hay un abismo; es pasar de la incontinencia verbal (y de acción), al puro humo, a una chatez ininteligible- pero agotadora- en definitiva, a la fobia de narrar con coherencia y sentido. De los protagonistas, no convence ninguno: ni Carey Mulligan, ni Andrew Garfield, ni Keira Knightley. Teniendo en cuenta muy buenos trabajos anteriores suyos, aquí son meras copias fallidas de lo que en verdad pueden ofrecer. Tampoco a nivel estético se ven favorecidos, a diferencia de lo que han dicho algunos redactores amigos, nunca he visto tan poco agraciados a estos tres actores. Kazuo Ishiguro, autor de la novela “The remains of the day” en la que se basa el film (y productor ejecutivo del mismo) tampoco sale del todo exento de críticas, aunque estas no puedan hacerse directamente sobre su libro, sino que surgen por efecto transitivo a las críticas que sí pueden, y deben, hacerse al muy mal guión de Alex Garland. Olvídense de ver algo del Ishiguro de “Lo que quedó del día” (James Ivory, 1993). No. Esta vez, la convivencia del mundo japonés (donde el autor nació) con el mundo occidentalizado de Londres (donde se crió) no tiene una correspondencia narrativa en las imágenes de Romanek (sólo en algunas escenas lo logra a nivel puramente visual). En “Nunca me abandones” está presente la nostalgia, el peso del pasado, la angustia, la idea sobre la muerte. Incluso hay como en otras obras de Kazuo más de una trama, y una de ellas trata sobre el amor. Al modo oriental, hay en la película pocos personajes, aunque un hilo conductor que más que débil, es voluble. Y esto acompañado con la desidia de los protagonistas, puede empujar al espectador a la impaciencia, al sueño o la irritación. 2º Advertencia: no hay historia. “Nunca me abandones” es una obra que aunque intente hacerse la profunda, termina hablándome de resignación -de hecho es una película resignada-¡Y no hay nada más molesto que ser testigo de una resignación, y encima de tipo colectiva! Todo comienza en la escuela Hailsham, al mejor estilo escuela de Harry Potter para terminar en un ascetismo triste, con tufo a film de reflexión existencialista (pero en realidad vacía de contenido). ¿Personajes idiotas o la idiotez de no ser (originales), son parte de la misma cosa? ¿Ser inocente alcanza para justificar la inacción? Estas son las únicas reflexiones a la que la historia me lleva. Tal vez podamos añadir una más: ¿Cuándo Romanek pasó a convertirse también en un director no original? No original entendido como no real, como sombra de lo que fue una presencia mucho más convincente cinematográficamente hablando. Es que esta película no invita ni al llanto, ni a un amago de emoción o empatía con lo que veo. Sólo la escena de Keira Knightley en la camilla de un quirófano, siendo abierta de par en par para quitarle sus órganos, me conmovió. Pero me conmovió no como momento dramático, sino como imagen (pura y dura) de algo que en todo caso, en cualquier contexto me es impresionable. De lo que se trata aquí en esta segunda advertencia, es de señalar que “Nunca me abandones” es una obra sin sangre en las venas (ni en las del director, ni en las del guionista, ni en las de los personajes, ni tampoco en la de los actores protagónicos). Y todos sabemos que eso en una narración es inadmisible.