Esta primera película de Oskar Santos tiene los típicos problemas de las óperas primas: el querer contar demasiadas cosas, a riesgo de que no se entienda nada, y el no acogerse a ningún género determinado optando por un entrecruce sobradamente pretencioso para un director que se inicia en los largometrajes. "El mal ajeno" narra la historia de Diego (Eduardo Noriega), un médico que por trabajar en la unidad de casos terminales se ha inmunizado al dolor de los demás. Su vida personal es igualmente gris, con un matrimonio que no termina de estar separado ni unido, y una hija con la que tiene muy poca comunicación. Un día, el novio de una de sus pacientes, desesperado ante su indiferencia le dispara, y a partir de ese momento Diego recibirá un extraño don. Hasta aquí la película promete, porque además de contar con un grupo importante de actores y actrices (donde destacan Belén Rueda y Angie Cepeda), cuenta con el aval de Alejandro Amenábar como productor. Pero basta con ver media hora de la historia para que nuestras expectativas empiecen a caer en picada una a una, y "El mal ajeno" se convierta en un claro ejemplo de lo que es el no sentido, y la falta de conciencia para distinguir entre final abierto y final inconcluso. Noriega absolutamente desaprovechado, se ve obligado a dar vida a un personaje envuelto en una historia oscura (y hasta algo siniestra), que en ningún momento sabemos a cuenta de qué se produce (es decir, no queda claro que hizo o no en su pasado para merecer ese curioso don/castigo). Los personajes entran y salen en escena, con sus historias cargadas de dramatismo, y a medida que se desarrollan sus conflictos uno va perdiendo no solamente el interés, sino la capacidad de entender cual es la relación de todas esas tramas secundarias con la principal (que en principio era la de Diego). Sin lugar a dudas, la temática central de este film es la muerte. Pero no se dejen engañar, aunque atrás del mismo esté Amenábar, la forma de abordar el tema por parte de Santos es muy diferente. Más ligado a un culebrón televiso, que pretende mostrarse profundo, que a una verdadera película tendiente a abrirnos a nuevas reflexiones y preguntas. Como escribía al comienzo, muy probablemente el resultado de esta historia hubiese sido diferente- sospecho que mejor- de elegir el director el camino del drama, del thriller o la ciencia ficción, y no de todo ello junto como decidió hacer. Por estos motivos, y por otros tantos que surgirán a los ojos de quienes vean esta producción, es que "El mal ajeno" es uno más de los estrenos españoles del año preferibles de olvidar.
Dominic Sena (el mismo director de Kalifornia y 60 segundos), nos trae en esta ocasión Cacería de Brujas, una película de clan de los pastiches, que sin embargo logra salir bastante indemne pese al entrecruce temático y genérico que nos propone. Entre templarios, códices, curas, pestes, brujas y demonios, se desarrolla esta historia protagonizada por Nicolas Cage - no el de Adiós a las Vegas, Con Air o Cara a Cara, de ese no se ha vuelto a saber nada desde hace mucho tiempo, sino más bien el de El Hombre del Tiempo o El Aprendiz de Brujo, aunque menos aparatosamente fingido- y un acertado Ron Perlman, que aporta la cuota de humor que muchas veces a este tipo de películas fantásticas les suele faltar. Dos caballeros, de la orden de los templarios, deben llevar a una joven acusada de bruja maligna (responsable de la peste que azota la región) a una abadía donde un grupo de monjes juzgarán si es culpable o no. El problema surge a lo largo del viaje, cuando se presentan situaciones inexplicables, que ponen constantemente en tela de juicio los valores religiosos de los protagonistas. A favor. CDB tiene un muy buen ritmo narrativo, no hay por parte de su director un afán desaforado por alargar la historia; además tiene un buen manejo del suspenso. Quizá el ejemplo más claro de esto se vea en la secuencia del puente desvencijado que en un momento los personajes deben cruzar, y principalmente frente a la duda constante sobre si la joven es en verdad una bruja o una pobre víctima más señalada como malvada hechicera cuando no lo es. Otra cosa que me importa señalar, es que no hay tampoco abuso de efectos especiales, Sena los va dosificando y recién en las secuencias finales aparecen con todas las ganas (igualmente adelanto que no son de lo mejor que uno podría esperar). Como comentaba antes, resultó una buena dupla la de Cage-Perlman. Es que CDB cuenta con un reparto que ayuda bastante a que los personajes resulten atractivos, a la vez que consigue que nos retrotraigamos a otras películas que versan también sobre Inquisición, pestes y templarios. Es el caso de Ulrich Thomsen que trabajara en El Reino de los Cielos de Ridley Scott o el mismo Ron Perlman en El Nombre de la Rosa de Jean- Jacques Annaud personificando al ya inolvidable Salvatore. En contra. Una de las cosas más molestas de la película, es la música. De estilo gregoriano, es usada hasta el hartazgo y de forma grandilocuente, en primer plano sonoro intentando darle a las imágenes un cariz de profundidad y solemnidad que la historia en sí, en ningún momento requiere. CDB cae también es esa tonta tendencia de las últimas películas de terror, ciencia ficción y fantasía, de usar en el final, el recurso de una voz off reflexiva y aleccionadora, que insita al espectador a la toma de conciencia y cavilación de verdades ocultas o absolutas (u ocultas y absolutas) que uno no termina de saber a cuento de qué es que vienen. Los efectos especiales no están mal, pero no le brindan ninguna entidad visual particular al film. Y por otro lado, algunas elecciones (como la de la personificación del diablo) parecerían estar más acorde para otro tipo de producto audiovisual, que para una historia de templarios y brujas. Aunque la trama no sobresale por su creatividad, propone algunos puntitos de giro que le suman atractivo. Pero a lo que a diálogos y devenir de los personajes se refiere, hace bastante agua. Una vez presentados cada uno de los protagonistas, sabemos de una que actitudes asumirán y cual será su posible final. Casi que no hay lugar para arriesgar segundas opciones. Las criticas a la Iglesia y al propio Dios, son frases de cajón, escuchadas y leídas por los siglos de los siglos…
Del mismo director de “El príncipe de Egipto” (1998), Simon Wells, llega esta última producción de Robert Zemekis, Disney Digital 3D e Imax 3D. “Marte necesita mamás” está basado en el libro infantil de Berkeley Breathed, que narra la historia de Milo, un niño cuya mamá es secuestrada por marcianos. Milo se embarca entonces en su rescate, y eso lo llevará a vivir un sin número de aventuras en el planeta rojo, en donde conocerá a seres inolvidables como Gribble (un gordo treintañero con alma de niño, que con sus dispositivos tecnológicos ayudará a Milo a escapar) y Ki (una simpática marciana, atraída por el arte y la cultura hippie). Técnica. Realizada por el mismo equipo que participara en “Los fantasmas de Scrooge” y de “El expreso polar” (2004), la película utiliza la técnica capture performance. En esta técnica, la animación cobra vida a través de la labor de personas reales que se mueven, hablan y saltan. Mediante trajes con sensores que usan los actores (en este caso, Seth Green, Joan Cusak, Dan Fogler, Mindy Sterling y Elisabeth Harnois), sus movimientos son capturados y aplicados en un modelo tridimensional generado por ordenador. Este efecto realiza un interesante juego visual, en el cual los dibujos se convierten en reales y las personas reales en dibujos, y esto crea un universo artificial por partida doble. Personajes. Ninguno se caracteriza por una verdadera innovación. Están construidos y atravesados por personajes vistos en otras películas o series. Creo en todo caso, que su virtud está en su apariencia; es allí donde radica cierta originalidad, en las personificaciones de los marcianos principalmente. Con un lenguaje inteligible, pero que sonoramente recuerda a las lenguas orientales, y una celadora cuyo peinado y vestidos, remite también a la cultura china. Las jóvenes marcianas, poseen una silueta que se asemeja a las de las hormigas (mucho más estilizadas eso sí) y sus trajes tienen similitudes con los vistos hace no tanto en “Tron, el legado” (2010). Mientras, los marcianos son un entrecruce entre hippies y rastafaris, con sus colores, collares, sus barbas y su pelo con rastas. La estética retro subyace a lo largo de todo el film, y esto puede apreciarse hasta en su afiche, cuya tipografía roja evoca a la filmografía de los años `70. Historia. Es bastante ñoña y predecible, pero rescato su mensaje, que lejos de ser conservador, lo recibo más bien como contestatario frente a la desigual y avasallante emancipación femenina en el ámbito de la procreación y la crianza de los niños. Es claro el paralelismo que traza entre esta realidad terrestre, y la sociedad marciana, regida por mujeres que hacen del trabajo su vida, sin tiempo siquiera para poder educar a sus hijos. Por otro lado, “Marte necesita mamás” aunque no puede evitar hacer un chiste sobre la carrera espacial que llevara con Rusia en épocas pasadas, nos hace sospechar si su ahora enemigo espacial es China (¿de allí la preponderancia de elementos orientales?) como bien lo indicara el documental “Pax Americana” (2009). Es que esta película pese a su simpleza, propone además de la historia principal, un conjunto de pequeñas lecturas posibles tendientes a entretener a los más adultos. Aunque las críticas en general (y los números de la taquilla) no han sido de lo más alentadoras en EEUU, creo que se trata de una buena opción, cargada más bien de ternura y nostalgia, que de originalidad o singularidad.
Dicen que cuando no tenemos nada bueno que decir de alguien o de algo, mejor es no decir nada. Me encantaría reservarme el derecho de opinión de esta última producción de Woody Allen, pero si hiciera ello no tendría sentido esta intro, y mucho menos el breve análisis que sigue a continuación. Mi reino por una idea. Son muchos los directores que filman siempre la misma película. Y en esa lista no sería extraño encontrarnos con Woody Allen. Con “Conocerás al hombre de tus sueños”, su última película, volvemos a descubrir personajes obsesionados por la juventud y por el anhelo de conseguir la felicidad, o traumados por la falta de inspiración y el miedo de hundirse en una existencia vacía. Nos gusta adentrarnos en esas historias, aunque en determinados puntos se parezcan mucho a otras ya vistas; y precisamente nos gustan, porque se asemejan mucho a nuestras propias experiencias. Sin embargo, el problema de esta producción no es su historia en sí, sino el modo desganado, mecánico, y desprovisto de sorpresas con el que el director neoyorquino nos ofrece mostrarnos los conflictos de las parejas protagonistas. Esta vez, vuelve a filmar en Londres y opta nuevamente por contarnos una historia coral. Lamentablemente no he tenido oportunidad de ver su penúltima película- que si no me equivoco no se ha estrenado comercialmente en nuestro país- “Whatever Works”, filmada en Nueva York y con un guión escrito por Allen en los años ´70. Pero de su último período, me quedo sin lugar a dudas con “El sueño de Cassandra”, un film de guión preciso, lleno de la energía que a su último trabajo le falta, donde tanto los momentos de risa como los de drama son genuinos y uno se deja arrebatar por ellos de modo natural, sin esfuerzo alguno. Y donde incluso, hay licencias poéticas que Woody Allen se permite. Todo o nada. Cuando la idea no es del todo original, el guión sufre falencias elementales, y el desgano parece adueñarse del director en cuestión, la responsabilidad de sacar adelante un film recae irremediablemente en los actores, a veces ayudados por el trabajo de fotografía, el montaje, la música o alguna cuestión referente a la producción artística. En “Conocerás al hombre…” Anthony Hopkins y Gemma Jones son los encargados de dotar al film de cierto carisma y solvencia. En cambio la pareja de Naomi Watts y Josh Broslin no consigue trasmitir siquiera una pizca del desapego, enfado, rutina y desamor que su relación sufre- entre otras cosas- por la falta de estabilidad laboral y un poco también por la falta de hijos. Ambos aparecen desaprovechados, ella por escasez de matices, de fuerza dramática y humor; él aunque con algún que otro buen momento, porque no logra despegarse de una performance comedida y tibia, temerosa de cargar demasiado las tintas sobre alguna de las varias aristas que propone el personaje. Seamos sinceros, tampoco ayuda mucho Freida Pinto como musa de Broslin para desbaratar su ya conflictivo mundo de escritor/marido frustrado. Digamos que la química entre ellos brilla por su ausencia, por lo que esa relación más amistosa que pasional o amorosa, aparece ante los ojos del espectador como poco creíble. Antonio Banderas no queda fuera del grupo de los actores malogrados, aunque lo salve el rol secundario que le toca encarar. Aún así, la conjunción de actores es por demás interesante. Ver en una misma escena a Hopkins, Watts y Broslin suma. Es cuando uno desmenuza la labor de alguno de ellos por separado, cuando la cosa no convence y nos quedamos pidiendo o esperando algo más. La apuesta fuerte de Allen a un todo o nada signado por la interpretación, queda tambaleante, con fuertes chances de caer de lleno en más de una secuencia. Como Madame Bovary. Para quienes hayan leído éste clásico de la literatura escrito por Gustave Flaubert, recordarán el afán de Emma por leer novelas románticas, afán que inevitable y más tarde trágicamente, la llevarían a olvidar su propio mundo. No hay nada trágico en “Conocerás al hombre de tus sueños”, y aunque la película no es buena, tampoco podríamos decir que sea una tragedia verla. Pero sí es muy probable- y hasta me animaría a decir que muy fácil- sentir que nos ocurre algo similar a Bovary. Como mencionábamos antes, el guión no es redondo, y no faltan sobre todo hacia el final, un montón de cabos que no se terminan de entrelazar. No se entiende porque hay secuencias dedicadas a mostrarnos situaciones que tienen que ver con personajes secundarios, mientras se opta por elipsis en situaciones inherentes a los personajes más importantes. En todo caso, y a causa de esa intención o necesidad de filmar la misma película, Allen nos empuja, nos arrastra, y hasta nos obliga a recordar otras imágenes, otros personajes, otros actores y locaciones, en definitiva otras versiones mucho más acabadas y brillantes de su filmografía. Si Madame Bovary perdía el hilo conductor de su vida a causa de las lecturas románticas, nosotros perdemos el hilo conductor de la película, bien porque no lo tiene (podría ser una opción) o bien porque surge en nosotros una suerte de memoria fílmica/emotiva que nos lleva a los mejores momentos de Woody Allen, tal vez con la intención de preservarlo o preservarnos..
Se trata de una película inquietante porque cuenta una historia donde no sucede nada, donde todo lo interesante y trascendente ha ocurrido ya en otro tiempo… lejano e irrecuperable. Un extraño y solitario hombre, del cual solo conoceremos su nombre, Daniel, llega a una región costera donde vive gente negra. Se refieren a él como “paisa” (hombre blanco). Daniel sabe que está allí nada más que de paso, a lo largo de toda la película intenta buscar una lancha a motor que lo lleve a otro lugar. Existe una lucha callada y ensimismada entre los pobladores originarios y otro “paisa” que procura construir un hotel sobre la playa. Una repetitivo reggaeton rompe con la monotonía y la abulia del lugar… Sobre esta base, Ruíz Navía construye una narración atrapante, donde el protagonista opta deliberadamente desde el principio por no tomar partido por ninguno de los dos bandos. Al inicio creemos que se convertirá en el héroe positivo que pondrá las cosas en su lugar, pero nada más errado que esto. Daniel, es tan solo el mudo testigo de una rivalidad que pareciera ancestral, entre el hombre blanco y el hombre negro, y en donde la naturaleza y sus riquezas son en parte la esencia misma del conflicto.
El mundo de Sofía Esta última producción de Sofía Coppola, tiene todos elementos para no pasar inadvertida en la cartelera nacional: buen guión, excelentes actuaciones, locaciones atractivas y los climas intimistas que la directora sabe imprimir siempre en sus trabajos. -Guión. Somewhere cuenta la historia de Johnny Marco, un actor hollywoodense que pasa sus días abúlicamente, entre fiestas, mujeres, alcohol y excesos de todo tipo. Cuando debe cuidar una breve temporada a su hija de 11 años, poco a poco comienza a agudizarse en el protagonista, la toma de conciencia de su vacío existencial. El guión escrito por Coppola, remite sin duda a ciertas vivencias personales. La relación entre padre e hija- complicada por momentos, debido al contexto y el ambiente donde se mueve Johnny- además de sugerir claras connotaciones con su padre (Francis Ford), pone el acento en una decisiva y punzante crítica a los medios de comunicación y al mundillo de Hollywood en general. -Actuaciones. El trabajo de Stephen Dorff y Elle Fanning en este film es sorprendente. Obviamente que cada uno de ellos está muy bien en sus papeles, pero la química que tienen juntos es fundamental para retratar una relación padre/hija poco usual, donde de a ratos los roles se invierten. La amistad que subyace de ese vínculo filial, sirve de elemento catalizador para dejar pasar por alto reproches y posibles recriminaciones. Los silencios y las miradas, tienen a lo largo de toda la película un valor vital, y los protagonistas saben adueñarse de ese valor (tan típico en la filmografía de Sofía) para retratar personajes creíbles, reales y hasta cercanos. -Locaciones. Aparecen varios lugares atractivos, pero entre ellos cabe destacar el Chateau Marmont, hotel mítico si los hay, en donde vive el protagonista (y donde vivió temporalmente Sofía Coppola de niña, con su padre por los años `70). El Marmont es uno de los hoteles más emblemáticos de Los Ángeles, atravesado por miles de historias y leyendas, que jamás se sabrá cuanto de verdad y de mentira tienen. La directora no aborda ninguna de esas historias, se limita a mostrar sus rincones más conocidos, como la piscina, los bungalows, y sus salones. Sí es verdad, que en la breve participación de Benicio del Toro- cuando se encuentra en el ascensor con Stephen Dorff- hay mucho más que un simple cameo, ya que sobre Benicio se rumorea que tuvo relaciones sexuales en unos de los elevadores del Chateau Marmont con una actriz de Hollywood. También los protagonistas se trasladan a Italia. Pero aquí, las locaciones son mayoritariamente interiores. Lo mismo fuese que estuvieran allí, en Londres o París. Aeropuertos, hoteles, habitaciones de hotel, casi los mismos lugares que ellos transitan en Los Ángeles. Sin embargo, cuando Johnny asiste a una trillada ceremonia de premios, la impronta italiana se hace presente, y la figura de Fellini (cine que se nota Sofía tiene muy visto) cruza la escena, con un baile y una canción que toman desprevenido al personaje de Dorff. -Climas. Luego de María Antonieta, Coppola decidió volver con ahínco a sus historias minimalistas y despojadas, donde los excesos narrativos, dramáticos y en definitiva, de ningún tipo, tienen lugar. Una vez más, nos encontramos con personajes que vienen de otro lugar: en Las Vírgenes suicidas la familia protagonista llegaba a un nuevo pueblo; en Perdidos en Tokio el protagonista también en un hotel, se encontraba en un país diferente; en la antes mencionada María Antonieta la joven reina debía adaptarse a una nueva corte; y en Somewhere, Johnny vive en el Chateau Marmont, lugar que pese a sus lujos y comodidades ya no le brinda placer alguno. El tema de la no pertenencia es tan recurrente en el cine de Sofía Coppola, como lo son sus escenas poéticas, el cuidado en la elección de sus planos, y el buen gusto y la delicadeza hasta para representar un baile erótico. La escena en la piscina (con imágenes subacuáticas incluidas) es una de las más bellas y dulces de toda la película; es donde la posibilidad de un nuevo y mejor tipo de relación entre Johnny y su hija se hace tangible. La directora en más de una ocasión, ha declarado que el cine de la Nouvelle Vague ha sido para ella una fuerte influencia. Somewhere es un claro ejemplo de ello, el principio y el final de la película lo son. No importa que pasó antes o que pasará después con los protagonistas, lo que importa es que pasa ahora con ellos. La esencia de la película está en seguir su devenir, y el mismo muchas veces puede ser inexplicable.
Amor de mis amores A menudo el cine de Giuseppe Tornatore me recuerda al cine de Leonardo Favio. Sus cosmovisiones, sus poéticas no me atrevería a decir que son diametralmente opuestas, pero si muy diferentes. Sin embargo, ambos son directores de la desmesura. Desmesura tanto para lo bueno como para lo malo. La sutileza no parece entrar en sus mundos barrocos. Baaría, es casi sin dudas, la apuesta más arriesgada de Tornatore: contar a través del devenir de una típica familia del sur de Italia, la historia política, cultural y social de un pueblo entero (y por ende del propio país) a lo largo de 50 años. Son muchos los que ven en esta obra una autobiografía, y si bien creo que hay elementos autobiográficos, lo que abundan en los casi 150 minutos de duración, son citas cinematográficas y autoreferenciales. Ver Baaría es atravesar (y volver a disfrutar) los momentos más importantes de su filmografía. Y no sería extraño que en más de un momento, recordáramos La Meglio Gioventù de Marco Tullio Giordana o Competencia Desleal de Ettore Scola. La película recorre los amores, sueños, decepciones y altibajos de una pequeña comunidad de Palermo, desde 1930 a 1980, enmarcado en el período fascista. Además de la propia ciudad, los protagonistas del film son Cicco, su hijo Peppino y su nieto Pietro. El primero, es un humilde pastor, que no pierde ocasión para leer poemas épicos y novelas. El segundo, descubre desde temprana edad su afición por la política, y el más pequeño, prontamente se enamora del cine. Tres personajes entrañables traspasados por sus respectivas pasiones. La pareja protagónica son dos ignotos actores sicilianos: Francesco Scianna y Margaret Madé. Respetar la identidad cultural y lograr así, una mayor sensación de autenticidad era fundamental para Tornatore. De allí, la decisión de contratar para muchos de los personajes, a los mismos habitantes de Baaría, y mezclarlos con actores sicilianos. Sin embargo, las figuras de renombre no faltan para interpretar personajes secundarios o realizar pequeñas participaciones: Ángela Molina, Michele Placido, Luigi Lo Cascio, Lina Sastri y Monica Belucci, entre otros. Al comienzo decíamos que se trataba de una propuesta narrativamente hablando arriesgada, pero Baaría es además una producción ambiciosa. Con un costo de 25 millones de euros, tuvo una preproducción de 9 meses y 25 semanas de filmación. Además, contó con 210 personajes (63 actores profesionales y 147 no actores), 35.000 extras y 1.500 animales. Como si todo esto fuera poco para graficar el alcance de esta mega producción, vale aclarar que la ciudad entera fue reconstruida en Túnez, y llevó un año de preparación. Creo que en Baaría nos encontramos con dos grandes logros de Giuseppe Tornatore: por un lado, su capacidad y talento para realizar los castings; especialmente a lo que refiere a la elección de los niños de sus películas. Construye personajes simpáticos, queribles y luminosos que necesitan de un rostro y de unos gestos que en pocos planos sepan trasmitir las más variadas emociones. Entonces ahí entra en juego el arte de Peppuccio, que con sus primeros planos a esos niños sabiamente elegidos, nos trasporta a una auténtica experiencia cinematográfica, donde las coordenadas espacio- temporales no tienen ya sentido. Por otro lado, el segundo logro del director italiano en este film, radica en el humor y la alegría que le imprime a la historia y a sus protagonistas. Tornatore suele tener una mirada nostálgica y emocionada hacia el pasado, casi todas sus películas se sustentan en esa mirada. Aquí las risas, las travesuras y el buen humor- hasta en los momentos más dramáticos- traspasan toda la historia y hacen que nosotros podamos disfrutar del sentimentalismo tornatoreano sin culpas, ni agobios de ningún tipo. Baaría no es solamente el homenaje que el cineasta siciliano, hace a su pueblo y a la memoria de los suyos, sino un homenaje al cine mismo, para resaltar la contribución que este arte puede tener para con los hechos históricos. Se me vienen a la mente muchísimas escenas para ejemplificar porque se trata de una película imperdible, pero prefiero dejar a quienes la vean el deleite de constatarlo o no. Aunque puedo asegurar, que ya sólo por el final- cuando hay un cruce entre los personajes y más que nada un cruce temporal y espacial, que resignifica y revitaliza la historia- vale la pena tenerla muy en cuenta.
That´s 80s show El año pasado me sorprendía (a mí misma) disfrutando sobre manera de Star Trek. Como escribiera en aquella ocasión, reconozco que no suelo adherir a los títulos de ciencia ficción, y mucho menos a las remakes y secuelas de los mismos. Sin embargo, soy absolutamente permeable cuando me cruzo con películas que saben inteligentemente mantener la esencia y los cimientos de los originales, a la vez que inscriben nuevas directrices argumentales y estéticas para renovar el género. Tron, el Legado es sin lugar a dudas, una de esas películas. Dirigida por Joseph Kosinski, fue producida por Disney con la última tecnología en 3D, y cuenta con las actuaciones de Jeff Bridges, Garret Hedlund y Olivia Wilde. En 1982, también Disney estrenaba Tron, pero dirigida por Steven Lisberger. Aquella no fue al parecer una gran película, sin embargo quedó en la memoria de tantísima gente debido a sus avanzados efectos especiales, a la vez que remitía al mundo de la tecnología, al describir el furor de los videojuegos y el auge de lo cibernético que se vivía en aquel entonces. Es así, que Tron, el Legado cuenta la historia de Sam Flynn, un joven que sigue obsesionado por la desaparición de su padre, Kevin Flynn, quien fuera el más importante desarrollador de videojuegos del mundo. Tras recibir una extraña señal de la Flynn Arcade- señal que sólo pudo haber sido enviada por Kevin- Sam se adentra en un mundo cibernético plagado de aventuras y peligros. Para quienes creíamos que los mejores efectos visuales del año, se encontraban en El Origen (de Christopher Nolan), esta nueva secuela pone en tela de juicio nuestras creencias. Además, la técnica 3D no solamente sirve para enriquecer dichos efectos, sino que está utilizada con el rigor de sustentar narrativamente al film. Acaso, si habría que reprocharle algo a Tron, el Legado serían cuestiones relativas al guión, ya que pasadas sus tres cuartas partes de duración, el ritmo decae. Y lo hace tanto o más, que su veracidad, o mejor dicho su originalidad. Hacia el final, la historia se asemeja más y más a una trágica fábula, donde la unión filial se ve amenazada por fuerzas oscuras, que paradójicamente fueron creadas por el mismo Kevin Flynn. Los paralelismos con historias bíblicas son innegables, y el “fantasma” de Star Wars merodea constantemente (aunque este “fantasma” logre en más de un momento muy buenos resultados). Tron, el Legado aunque se sumerja en la época de los ´80 más que nada gracias al trabajo del dúo Daft Punk, con música de aquellos años, logra acercarnos a la estética y espíritu ochentosos con varios tipos de guiños, entre ellos cinematográficos. Y demuestra así que, a diferencia de lo que decía el slogan de la serie televisiva That´s `80 show, no se trata de los años que todos quisiéramos olvidar. Buena opción para los amantes del género de ciencia ficción, buena opción para los seguidores de la primera Tron, y buena opción para quienes estén abiertos a nuevas propuestas, que sepan administrar en cuotas parejas efectos y narración. No por nada se adueño de la taquilla en los EEUU, con una recaudación de 43,6 millones de dólares en su primer fin de semana de estreno.
Cultura Bélica Inquietante documental de Denis Delestrac, que se encarga de probar que una guerra espacial ya no es cosa de ciencia ficción. Desde hace décadas varios países, y entre ellos principalmente EEUU viene realizando prácticas armamentistas en el espacio. Los satélites de guerra, capaces de poder desintegrar otros satélites y máquinas son una clara muestra de ello. La respuesta a la pregunta: “¿Pueden tratados internacionales mantener el espacio libre de armas?” no parece entonces demasiado halagüeña. Pax Americana, toma su nombre de lo que se llamó Pax romana (o augusta), un período de paz impuesto por el Imperio romano entre los pueblos a los que había sometido. Sin embargo, pensar que EEUU pueda ser un policía galáctico capaz de controlar la jurisdicción mundial, si no amenazador es al menos preocupante, teniendo en cuenta las decisiones y consecuencias de su política exterior en los conflictos de Medio Oriente. Delestrac arma su película a base de material de archivo, y de información obtenida mediante el inusitado acceso a la Unidad Espacial del ejército americano. Con una alta carga de sensacionalismo, reiteración, y bajada de línea constante, este documental cuenta con la participación de múltiples personalidades, (generales, analistas políticos, activistas de la paz, diplomáticos) que dan sus puntos de vista y se posicionan ante el tema. Quizá una de las intervenciones más reconocidas sea la del actor Martin Sheen. Y una de las más acertadas y viscerales, la de Bruce Gagnon- presidente del Global Network Against Weapons & Nuclear- que juzga a los EEUU por ejecutar presidencia tras presidencia, un elevado presupuesto económico, para que el Departamento de Defensa lleve a cabo tareas que no hacen más que crear y difundir una cultura bélica. Esta última obra de Delestrac tiene además de su mencionado carácter de denuncia, un indudable valor didáctico. Sabe exponer e ilustrar (sobre todo en el comienzo) la importancia y la incidencia que tiene el espacio en nuestra vida cotidiana. Con una importante experiencia en la realización de documentales, Denis Delestrac realizó entre otras producciones, Human Rights (2003) que versaba sobre los conflictos armados y los efectos que estos acarreaban a las poblaciones, y participó también en el guión de El Misterio del Nilo (2005) película producida por IMAX. Pax Americana tiene sobrados motivos para ser considerado el documental del mes.
Espejito, espejito: I see dead people Otra vez sopa: Burr Steers, que el año pasado realizara 17 Otra Vez con Zac Efron, vuelve a aventurarse con el joven actor como protagonista, en una película tan boba e insípida como la nada misma. Si la producción anterior estaba pensada para un público adolescente, y se inscribía casi en su totalidad en el género de comedia, Más Allá del Cielo opta por un público más amplio, y equivocadamente decide intrometerse en un drama lacrimoso, que lejos de conmovernos termina dándonos risa. Charlie (Zac Efron) pierde a su hermanito Sam (Charlie Tahan) en un terrible accidente de autos. A partir de ese momento su vida queda suspendida. Trabaja en un cementerio para poder estar más cerca de su hermano muerto, con el cual se encuentra cada tarde en el bosque para charlar y jugar béisbol. Todos en el pueblo, comentan el personaje extraño en que se ha convertido Charlie con el devenir de los años (ellos no lo saben pero él puede ver y charlar con los muertos). Un día conoce a Tess (Amanda Crew) y el amor que nacerá entre ellos lo llevará a retomar las riendas de su vida. La historia como ven es bastante trillada: joven con problemas emocionales, a raíz de un suceso trágico de su pasado, vuelve a la normalidad cuando se enamora de alguien. Este igual no sería el problema de la película, sino esa extraña “capacidad” de Charlie de comunicarse con los muertos, que no agrega ni suspenso, ni dramatismo, ni intriga. A diferencia de lo que ocurría en Sexto Sentido con Haley Joel Osment, que cuando decía: “I see dead people” nos helaba la sangre, aquí lo que Charlie pueda ver se nos antoja una absoluta fantochada. Su “sexto sentido” está jugado como pretexto, como elemento catalizador para que a lo largo de la película, la trama cierre con sus acertados y milimetradamente efectistas puntos de giro. Burr Steers pareciera creer que drama es sinónimo de llanto. Entonces, no tiene mejor idea que hacer llorar como un condenado al pobre Zac Efron, y a su personaje hostigarlo con muertes y más muertes de las personas a las que ama. Eso sí, aunque todos sabemos que Efron es un tipo guapo, el director necesita refregárnoslo en la retina- sólo hace falta ver el afiche de la película- y nuevamente opta por dedicarle los más tremendos y estéticos primeros planos, como lo hiciera en 17 Otra Vez. Sólo que allí, esa decisión estaba justificada –ya sea por target, género, tono y tratamiento del film- aquí por el contrario, queda desubicada, aparece como elección caprichosa e insuficiente en función al desarrollo de la historia. Steers responde sin que nadie se lo pida (y sin asomo de vergüenza) a la pregunta: “¿Espejito, espejito quién es el más bonito?” Como si lo escrito hasta ahora, no fueran datos suficientes para catalogar a Más Allá del Cielo como una producción regular, la colaboración súper breve (inexplicablemente breve) de Kim Basinger y la desaprovechada participación de Ray Liotta, la convierten en uno de los estrenos más anodinos del año.