Simone Segre (Alessandro Gassman, hijo de Vittorio) es un prestigioso cirujano de origen judío. Su padre, sobreviviente de un campo de concentración y recientemente fallecido, fue siempre un gran conflicto en la vida de Simone. Ahora él debe hacerse cargo de la casa vacía de su padre, tratando de entender su pasado y cerrando esa vieja herida. Un día, mientras está haciendo remo en el río, escucha un violento choque en la ruta aledaña y rápidamente él va al rescate. Pero cuando empieza a asistir a la víctima descubre que tiene un gran tatuaje con un símbolo nazi en su pecho. Decide no asistirlo pero luego no puede tolerar la culpa de su inacción. Para combatir la culpa creciente, decide buscar a la familia del neonazi, que vive en un barrio pobre. Sin aclarar su identidad, entabla un vínculo con ellos. La película tiene un enorme conflicto, muy claro y movilizador. Es una clásica historia de caída y redención, pero no con los mismos elementos que habitualmente aparecen en estos relatos. Es como una película de los hermanos Dardenne pero con un estilo completamente clásico y bajo reglas más tradicionales para contar la historia. No tiene misterio ni sorpresas, pero la contundencia de la historia le alcanza para que la película funcione.
La señora Harris va a París (Mrs. Harris Goes to Paris, 2022) es una de esas películas británicas amablemente tribuneras, hechas para agradar y hacer sentir bien a los espectadores. No se me ocurre tarea más noble salvo, claro, hacer grandes películas. En este caso el saldo es positivo, aun cuando en cada escena respira esa amabilidad demagógica algo prefabricada. En Londres en 1957, la Sra. Ada Harris (Lesley Manville), una señora de la limpieza viuda de guerra, se obsesiona con el vestido Dior de alta costura de un cliente. Un par de vueltas del destino y algo de suerte le permiten tener todo el dinero para pagar el fastuoso vestido, por lo que decide viajar a París a comprarlo. Su inocencia y generosidad no le permiten darse cuenta del mundo en el cual está por entrar. Al llegar a la casa de moda se topa con una exhibición de la colección del décimo aniversario de Dior y se hace amiga de André, el contador de Dior, y Natasha, una de las modelos. Sin embargo, a la directora de Dior, Claudine (Isabelle Huppert, nada menos), le molesta la intrusión de Ada en el exclusivo mundo de la alta costura. También se hará amiga del Marqués de Chassagne (Lambert Wilson), su aliado para poder entrar en ese universo que inicialmente la rechaza. Toda la película transita por lugares conocidos, con mucho sentido del humor, situaciones previsibles y una ligera lucha de clases previsible y conciliadora a la vez. Mientras las viejas formas van encontrando su final, una nueva generación parece iniciar un cambio social que traerá un cambio total de usos y costumbres. En el medio, claro, está la señora Harris, cándida, honesta, generosa y finalmente inteligente, capaz de observar todo esto y ser motor también, de esos cambios mencionados. De hecho, su condición de trabajadora que llega a Dior es el resumen de lo mencionado. Algunos detalles de drama distraen e inquietan, pero sabemos que nada grave nos puede pasar. Y ver a Isabelle Huppert haciendo de villana francesa en una comedia británica es una rareza que vale la pena destacar.
Alberto Luis Galateo, fue un jugador de fútbol en los años 30 que jugó un mundial con la selección argentina y fue estrella de equipos de Santa Fe y Buenos Aires. La película cuenta en parte eso, pero descubre algo que no está en las estadísticas deportivas, y es que el Galateo era un violento que golpeaba a su esposa y sus hijos. La tragedia finalmente se desplegó completamente sobre la familia y este documental ficcionalizado narra esa trama familiar y esa historia infame que permaneció en silencio mucho tiempo. El director es el nieto del jugador y fue justamente él quién al descubrir la historia familiar se quedó con preguntas que decidió contestar en esta película. Los primeros minutos son los mejores, narrada como un film de terror europeo de la década del setenta, el director expresa la violencia doméstica como una genuina historia de terror. Luego cuando los actores interpretan los testimonios la cosa se deshace y las explicaciones teóricas terminan por quitarle la locura arriesgada del comienzo. Aún con apuestas fallidas, Terror familiar tiene el deseo de explorar formas cinematográficas menos tradicionales para el documental, que no termine de encontrar la forma perfecta no le quita sus méritos e intenciones.
El suplente cuenta la historia de Lucio (Juan Minujín) un profesor de literatura que acepta una suplencia en su barrio, al que debe regresar para realizar su trabajo. Se reencontrará con su padre, apodado El chileno (Alfredo Castro), una verdadera leyenda por su compromiso con el barrio humilde y hoy cada vez más carenciado. Los narcos han ganado terreno y la pobreza convive con la inseguridad. Los alumnos están en permanente conflicto, por lo cual las clases son el menor de sus problemas o intereses. El grupo del que Lucio deberá hacerse cargo está desganados o simplemente agotado. El docente verá la manera de ayudar a los jóvenes, tanto en lo educativo como en los conflictos sociales que enfrentan. El director de El suplente es Diego Lerman, quien como varios cineastas argentinos actuales, ha comprendido que el cine de narración clásica y fórmula ya probada es una gran opción para tratar los temas más complejos y profundos. Se nota que Lerman admira la manera en la cual Hollywood le enseñó al mundo hace décadas cómo encarar estos temas. No sólo Estados Unidos, claro, pero principalmente allí se ha trabajado el género del maestro con alumnos problemáticos. Para llegar a una audiencia más masiva sin subestimarla, Lerman se mueve por un terreno seguro. El suplente es una película que tiene elementos en común como muchas historias que ya hemos visto en el cine, desde Semilla de maldad (Blackboard Jungle, 1955) a La sociedad de los poetas muertos (Dead Poets Society, 1989) e incluyendo títulos como Un hombre nuevo (Renaissance Man, 1994), Mentes peligrosas (Dangerous Minds, 1995), Escritores de libertad (Freedom Writers, 2007) o Entre los muros (Entre les murs, 2008). Sin embargo el encanto de El suplente es que está ambientada en la realidad argentina, con sus problemas, su identidad cultural, y todos los demás detalles vinculados con la idiosincrasia del país. Esto es lo que la vuelve más personal y diferente a las demás películas mencionadas, aun cuando se trate de una narración amable que no pretende abrumar al espectador o deprimirlo. Incluso en esos detalles parece una sólida historia al uso del cine norteamericano, incluso con el mencionado contexto local. Un doble acierto que favorece a la película. También hay detalles de clara complejidad, como el hecho de que Lucio les propone analizar el relato policial literario al mismo tiempo que la propia película irá tomando elementos de este género. Las marcas de inteligencia de una película que no sorprende haya tenido éxito. Algunas objeciones menores que se le pueden hacer es no tener una mirada profunda sobre los problemas de la educación en Argentina en general, algo que requeriría meterse en política, lo que la película un poco evita. Y también es notable que el momento dramáticamente más intenso sea algo que le pasa al protagonista y no a los alumnos. Aún con sus buenas intenciones y su efectiva narración, El suplente no puede ni quiere esconder que se trata más de una película sobre un profesor que sobre sus alumnos.
El gerente es una comedia basada en una historia real. Cuenta la historia de una promoción lanzada por la marca Noblex durante las eliminatorias del mundial de fútbol de Rusia 2018. Álvaro Torres, el gerente del título, interpretado por Leonardo Sbaraglia, decide lanzar una promoción espectacular. Si Argentina no clasifica al mundial, se le devuelve el importe de los televisores a todos aquellos que lo hayan comprado durante dicha promoción. Las ventas se dispararon automáticamente, pero a la selección se le empezó a complicar la clasificación y la promoción exitosa podría terminar en un desastre para la empresa. La película se inspira en una promoción real y a partir de allí construye una ficción que anteriormente también tuvo un formato de libro. El guión de Patricio Vega se toma todas las libertades necesarias, aprovechando el centro del conflicto pero dándole una forma cinematográfica divertida, con suspenso a pesar de que todos conocemos el final y también con un costado emotivo que es capaz de captar la emoción del fútbol y como forma parte de la vida de los argentinos. Lo primero que funciona es el humor. La película tiene gags muy logrados, incluso de humor absurdo, como toda la escena en Uruguay, yendo mucho más allá de las posibilidades del costumbrismo y usando los mejores resortes de la verdadera comedia. La mayoría de los actores captan el tono y el experimentado director Ariel Winograd logra sacar, en particular del protagonista, lo mejor de cada uno de ellos. Álvaro Torres es un personaje que arranca con un tono de patetismo y derrota y va reinventándose escena tras escena hasta volverse luminoso. Es como esos equipos tapados que salen del fondo de la tabla y comienzan a ganar partidos contra todo pronóstico. La mejor de las estructuras del cine deportivo aplicada a una historia alrededor del fútbol. A la película le cuesta encontrar el tono correcto para la villana, la que no cree en el proyecto e intenta boicotearlo. Aunque todos sepamos el final, el guión logra generar una enorme tensión al construir varios conflictos menores alrededor del principal. Aún así, la antagonista está un paso atrás del resto. Se hace también un cierto abuso del personaje del Tano Pasman, un famoso hincha de fútbol que fue grabado insultando a su equipo y que acá ocupa un rol divertido pero algo repetitivo. Ariel Winograd ha logrado mejores y peores películas, siempre con un nivel aceptable, pero con algunas realmente buenas. El gerente está entre lo mejor que ha hecho el director de Mi primera boda y El robo del siglo. Es una genuina comedia llena de emoción, muy divertida y con una gran historia. Qué esté basada en eventos reales no hace más que mejorar y multiplicar su simpatía.
La Guerra de Malvinas ya ha tenido muchas películas sobre los eventos ocurridos en el año 1982 en el Atlántico Sur. Incluso se podría decir es muy alto el porcentaje de largometrajes hechos acerca de esta guerra. Las hubo de todo tipo, con más documentales que ficciones. Las visiones sobre la misma guerra eran muy variadas, pero en general todas tenían una mirada pesimista, deprimente e incluso vergonzosa. Casi todas expresaban un punto de vista contrario no solo a la dictadura militar, sino al mundo militar en general. Por eso algo faltaba siempre, o casi siempre. Por eso 1982 La gesta viene a cubrir ese gran vacío que el cine argentino nunca intentó cubrir. Veintidós veteranos de la Guerra de Malvinas reviven sus experiencias cuarenta años después. Lo hacen contando su punto de vista, dejando de lado la política y poniendo el énfasis en su experiencia personal, sus valores, sus recuerdos. La mirada de los que estuvieron allí, no de los que teorizaron sobre la guerra. La película es emocionante, muy respetuosa, y entrega otra pieza más para completar el rompecabezas sobre una experiencia dolorosa para la Argentina. No es una película para dar lástima ni bajar línea, es un merecido espacio para los veteranos.
Hay algo desafiante en el ser humano, que aun sabiendo que su existencia es breve, disfruta de perder el tiempo con cosas irrelevantes. Black Adam lleva ese concepto demasiado lejos al hacernos perder dos horas y cinco minutos en una película de superhéroes tan vieja y poco interesante que no hay manera de rescatarla o entender sus intenciones. No se acepta como argumento -ni aquí ni en ningún otro lado- la frase “Sí leíste el comic…” porque la mitad de las cosas que vemos se inspiran en un material previo y cuando son brillantes no importa nada si conocemos ese texto previo. Black Adam es una película que está sola, frente al mundo, en una pantalla, y es insufrible. El principal gancho está en convertir a un villano en héroe o al menos describir ese intento. Para que eso tenga valor es necesario que el protagonista sea una figura capaz de representar eso. Obviamente no lo es, porque hace rato que Dwayne Johnson es una de las estrellas más adorables de la pantalla y su carisma se basa en que es bueno. Nadie le cree que es malo, incluso cuando su enorme figura puede ser atemorizante para sus contrincantes. ¿En qué momento de Black Adam vamos a creer que es capaz de matar a un superhéroe? Respuesta: en ninguno, ni por un instante. Listo, entonces la película está arruinada en ese aspecto. No es el único, claro, el grupo de héroes que se enfrenta al héroe/villano Black Adam está guionado a la vista. Se les ven las costuras, los chistes, las frases emocionantes, las respuestas ingeniosas, incluso los sacrificios. Sí, hemos visto esto mil veces y muchas de esas veces también lo hemos visto funcionar. Acá no funciona. Incluso Pierce Brosnan en el rol de Dr. Fate está lejos de lo que podría haber sido. Todo el resto del elenco está peor, eso sí. Visualmente es ambiciosa pero fea, pasada de imágenes feas, explosiones varias y tonterías a granel. Y tiene una escena post créditos que es un insulto al mundo DC. Pero no podemos anticiparla. No conforme con todo lo dicho, la película despliega un universo anticolonialista que parece sacado de un manual de izquierda de la década del sesenta, construido desde ese mismo espacio que la película dice que es el mal. Es probable que hacer una interpretación política de una película tan fallida sea darle demasiada importancia, más aún cuando su demagogia termine siendo algo incoherente y llena de contradicciones. Un paso en falso agotador, doblemente doloroso viniendo de un gran director como Jaume Collet-Serra.
Largometraje basado en la experiencia del famoso fotógrafo Eugene Smith (Johnny Depp) y su trabajo en Minamata, Japón. Este fotógrafo norteamericano, problemático y talentoso, dio un giro notable a su vida cuando aceptó la invitación de un amigo para que viaje a la ciudad industrial de Minamata, donde la población estaba enfermando y muriendo de forma sospechosa. Smith y su esposa Aileen, con la que se había casado doce días antes, viajaron para que él registrara con su cámara lo que estaba ocurriendo allí. La confirmación del envenenamiento con mercurio por parte de una empresa generó, gracias al trabajo de Smith, un revuelo internacional y cambió la vida de él para siempre. Fue un antes y un después también en la historia de los foto reporteros. Pero la película, lista para estrenarse en el año 2020, sufrió un doble desafío. Por un lado, la pandemia afectó la difusión, y por el otro la vida privada de Johnny Depp llevó a que fuera cancelado de varios proyectos. Los fans, lejos de quedarse quietos, hicieron todo lo posible para llamar la atención sobre la película. En la última entrega de los premios Oscar se puso una categoría llamada Oscars Fan Favorite y donde a través un hashtag en Twitter los usuarios podían elegir la que consideraban la mejor película del año. Junto con cuatro grandes éxitos populares aparecía Minamata (2020) que apenas había recaudado dos millones de dólares en todo el mundo. Claramente fue el apoyo de los fans. El tiempo los demostró más leales que los estudios de cine. Eugene Smith es un rol ideal para Johnny Depp, uno de esos que el actor ama interpretar. Algo bohemio, amante absoluto del jazz, alcohólico y problemático, uno de esos personajes que Depp disfruta de construir. Casi es un cliché visual del bohemio intelectual con polera negra y boina. El director lo sabe y aprovecha al máximo el parecido físico y emocional del actor con el fotógrafo. No hay otra cosa más que la ilustración sobria de la historia y un homenaje al trabajo del fotógrafo en una época en la cual un rollo de película bien usado en una cámara manejada por un artista podía cambiar el mundo.
Fuerza bruta (The Roundup / Beomjoidosi 2, Corea del Sur, 2022) es una película de acción que aun siendo una secuela no tiene dependencia alguna con el film anterior. Ma Dong-seok -también conocido como Don Lee- interpreta al detective Ma Seok-do de la policía de Seúl. Esta vez debe acompañar al capitán Jeon Il-man (Gwi-hwa Choi) hasta Ciudad Ho Chi Minh, Vietnam, para extraditar a un criminal coreano instalado en dicha ciudad. Este delincuente se dedica a estafar y secuestrar coreanos en dicho lugar, pero cuando el detective llegue descubrirá que los crímenes son todavía más atroces de lo que parecía. Las cosas se van a complicar y la acción transcurrirá entre ambos países. Hace décadas que el cine coreano de acción está a la vanguardia del género. Fuerza bruta tal vez no sea un clásico del género, pero no hay un solo admirador de este tipo de películas que pueda sentirse defraudado. La combinación de acción, violencia y humor es perfecta. El héroe tiene el estilo simpático y duro de las comedias de acción de otras épocas. No es un personaje torturado, sino un duro de la pantalla que no descansa hasta cumplir su misión. Funcionan las peleas, funcionan los momentos sangrientos, funcionan el suspenso y también las persecuciones. Todo perfectamente equilibrado. Parece fácil cuando uno lo ve, pero por algo no hay muchas películas como esta.
Trece películas de Halloween son más que suficientes. Digamos que sobran doce. Nos hemos adaptado poco a poco a la proliferación de secuelas, precuelas y remakes, por lo que aceptamos la mediocridad de la mayoría y festejamos las aceptables como si se tratara de algo tan importante como el original. Noche de brujas (Halloween, 1978) de John Carpenter es un excelente film de terror y un antes y un después dentro del género. Ninguna secuela, por lograda que haya sido, se le acerca ni un poco al film original. David Gordon Green se hizo cargo de la saga en el año 2018, dirigiendo una trilogía que termina ahora con Halloween: La noche final (Halloween Ends, 2022). El esfuerzo por dotar de identidad a los personajes y la historia es enorme y hay aciertos parciales pero nunca totales. En este enfrentamiento final que anuncia el título está el mayor interés de una película despareja, que pasa de momentos aburridos y sin gracia a una pequeña ola de crímenes en continuado con bastante efectividad. Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) ya no sabe qué actitud tomar con Michael Myers y se dedica a convertir toda su memoria en un libro que cuenta la historia. Pero el pueblo donde ella vive con su nieta ha ido enloqueciendo y la consideran responsable de la maldad que atraviesa las calles y que parece incluso ha llevado a otros a realizar actos monstruosos. La trilogía final tiene las características de las secuelas actuales. Parece remake, reboot, homenaje y análisis del film original. La autoconciencia que posee este tercer film es notable. Recordemos que estos films derivan directamente del primero e ignoran todos los demás. La película parece ser un desarrollo teórico acerca de la naturaleza del mal y de cómo este puede envenenar a una comunidad como la de Haddonfield, Illinois. Cada momento parece estar pensando en ese aspecto, aunque encuentra contradicciones e incoherencias por todos lados. Juega con la idea de que el victimario ha sido primero víctima, pero lo hace sólo para terminar poniendo las cosas en orden, aún cuándo haya planteado ese tema de forma muy clara. “La forma”, como se lo menciona en los títulos al personaje de Michael Myers parece ser más metafórica que literal y su presencia es aquí más el símbolo de la locura que el asesino temible que todos conocimos. Nuevamente, se trata de un ensayo final sobre Halloween y como tal es incompleto y no tiene sentido alguno para los que no conocen los cuatro films de los que deriva. Las escenas finales son una ridiculez total que insiste en el homenaje a la serie. Es fuerte verlas y se entiende cuál es su significado, incluso parece una gran ceremonia para los amamos el género. Pero en términos estrictamente cinematográficos y a pesar de sus logros parciales, el mejor homenaje que se le podría haber hecho al film de John Carpenter es no haber filmado ni una sola secuela. La música original sigue produciendo más miedo que todas ellas juntas y, desde ya, agradecemos que estos films le permitan a Carpenter tener un pasar económico estable dentro del mundo del cine actual que hace años les ha dado la espalda a sus nuevos proyectos.