Tadeo. El explorador 3: La leyenda de la momia (Tadeo el explorador 3: La maldición de la momia, España, 2022) es la tercera entrega de la saga del gran personaje animado del cine español. Una vez más, el director es Enrique Gato y una vez más logra mantener el espíritu del film original. Con todos los elementos que lo convirtieron en un éxito de público en España y otros países y de crítica en todo el mundo. Ojalá tuvieran más difusión estas películas que son de lo mejor que ha dado la aventura animada en el siglo XXI. Tadeo no recibe el reconocimiento de sus pares y siempre tiene tiempo para meter la pata. Cuando destroza un sarcófago y desata un conjuro, pone en peligro la vida de sus amigos. Con todos en contra y solo ayudado por Sara, Tadeo emprenderá una aventura que lo llevará de México a Chicago y de París a Egipto, para encontrar la manera de acabar con la maldición de la momia. Dicha momia se llama Ra Amon Ah y a la que Tadeo y sus amigos insisten en llamar Ramona. El humor de la película es impecable y la aventura, siempre con un cariñoso y divertido homenaje a Indiana Jones, continúa siendo espectacular. Tres películas de animación buenas son casi un milagro, pocos lo han logrado y Tadeo el explorador es uno de esos casos.
El chef (Boiling Point, Gran Bretaña, 2021) cuenta la noche más intensa en uno de los restaurantes de moda en Londres. El chef, Andy (Stephen Graham) tiene una crisis personal, consume alcohol en cantidad, está distanciado de su hijo y tiene una relación tensa con su ex socio, un chef estrella, que va esa noche a cenar. No es el único comensal complicado, ya que parece que cada una de las mesas ofrece un desafío extra. Para peor, la noche comenzó mal con un inspector de sanidad que les bajó la calificación al comienzo de la jornada. El chef es una de esas historias de tensión creciente, un relato claustrofóbico donde nada parece salir bien y donde cada escena es una pesadilla de incomodidad y molestia. Es difícil de disfrutar este permanente fuego pesado alivianado sólo por algunas pequeños momentos de felicidad muy efímeros. No es que todo sea siempre así, pero la noche elegida por el director es la de las complicaciones, el drama y la intensidad. El espectador sufrirá esa angustia que sin duda es el objetivo de la película. La película está narrada desde el punto de vista de la gente que trabaja en el restaurante, mostrando algunos de los peores clientes posibles y mostrando las mil cosas que pueden salir mal en una misma noche. El director decidió filmar en un solo plano toda la película para enfatizar este clima de encierro y presión. Lo hace bien, buscando más el resultado puro que el lucimiento personal. No se siente la cámara casi nunca, algo que deber reconocerse como un mérito. Solo sentimos el resultado estético, no el truco en sí mismo. La idea del rodaje era hacer ocho veces el gran plano, pero por el comienzo de la pandemia tuvieron que conformarse con planificarlo para filmarlo cuatro veces y de esos intentos quedó el tercero. Parece más fácil de lo que finalmente es, teniendo en cuenta las muchas cosas complicadas que deben sincronizarse, más aún por la clase de locación que se usa. La película elige ser excesiva en lo emocional y algo cruel, producto de comprimir todo el drama en una sola noche. Es difícil que un ser humano tenga ganas de volver a pisar un restaurante luego de ver El chef, porque muestra que comer afuera en un lugar así es algo terrible para los clientes como para los que trabajan allí. Un verdadero infierno.
Will Spann (Gerard Butler) está llevando a su futura ex esposa, Lisa (Jaimie Alexander), a la casa de sus padres. No se han recuperado de la última crisis y este es el final. Pero cuando paran en una estación de servicio a cargar nafta, ella desaparece misteriosamente. Desesperado por localizarla, Will recurre a la policía, que no lo ayuda e incluso sospecha de él. Comenzará a investigar por su lado, metiéndose con el área criminal de la ciudad, esperando encontrar allí la respuesta al misterio. Una estructura clásica que se ha visto en muchas películas y que suele funcionar bastante bien. Todo el problema es saber si la promesa inicial de suspenso y misterio será resuelta de manera satisfactoria. El comienzo está bien, las primeras complicaciones tienen la tensión adecuada y finalmente hay que tenerle mucha paciencia para dejar pasar las cosas muy mal resueltas de la última parte. Esta clase de roles pueden ir en dos direcciones diferentes, sirven para actores que pertenecen al puro cine de acción, cómo podría haber sido en este caso, o para actores dramáticos menos creíbles en su papel de vengador descontrolado. Gerald Butler se ha probado en ambos papeles, pero aquí podría haber funcionado mejor alguien más al estilo clásico de más acción y menos en drama, en particular teniendo en cuenta hacia donde va el guión. No estuvo lejos de lograr una película redonda, aunque se quedó sin idea hacia al final.
Un clásico del cine de terror, la familia que se muda a la nueva casa. En este caso no pasa ni una escena antes de que sepamos que las cosas no están bien. La hija de Keira Woods desaparece misteriosamente en el sótano de su nueva casa. Pronto descubre que hay una entidad antigua y poderosa que controla su hogar a la que tendrá que enfrentarse o arriesgarse a perder el alma de su familia para siempre. Con su marido incrédulo y su hijo inocente, intentarán rescatar a la joven desaparecida. Escalera al infierno (The Cellar, Estados Unidos, 2022) tiene un comienzo elegante y bien narrado, lo que predispone bien para seguir la historia aunque se vea bastante repetida. Pero cuando llega la resolución final le propone al espectador un cambio de lógica que lo obliga a entrar en otros códigos estéticos. Esto, necesariamente, agota el crédito ganado al comienzo y termina jugándole en contra. Es muy decepcionante el final como para dejar una buena impresión en el total. Otro film de terror para el arcón de los films olvidables.
Amsterdam tiene una enorme ambición que muestra a las claras que su director, David O. Rusell, decidió volver con todos luego de siete años sin estrenar un largometraje. Desde hace más de veinte años Russell ha sido valorado por la crítica y tenido en cuenta a la hora de los premios anuales. A pesar de estar siempre entre los más prestigiosos su cine no parece particularmente memorable y de hecho todavía resulta algo confuso su universo, si acaso tiene alguno. Amsterdam cuenta la historia de dos militares y una enfermera que se conocen en un hospital durante la Primera Guerra Mundial en Europa. Unidos por el destino, deciden convivir en Amsterdam, aunque el destino los separa por un tiempo, para encontrarlos más adelante en la ciudad de Nueva York. Los hombres son Burt Berendsen (Christian Bale), un oficial obligado a ir al frente por mandato de su familia política y que años más tarde su falta de prejuicios y su solidaridad con los ex combatientes lo ha convertido en un médico respetado entre sus pares y despreciado por sus suegros y su mujer. El otro es una abogado negro, Harold Woodman (John David Washington) que sufrió y sufre la discriminación de una sociedad racista contra la que lucha tratando de hacer lo correcto y la enfermera es una joven de clase alta llamada Valeria Voze (Margot Robbie) apasionada del arte, oveja negra de su clase, acusada de estar loca, siempre buscando en las expresiones artísticas el sentido de la vida. Así que la historia transcurre en dos épocas, narrando con euforia y desprolijidad, aquellos años de entreguerras, cuando la ilusión de una paz duradera comenzaba a verse ensombrecida por el ascenso de los fascismos al poder en Europa..La película mezcla aventura con policial, drama bélico con romance, no le faltan números musicales ni escenas truculentas. Todo esta mezcla le da energía de forma esporádica y dispersa, sin encontrar de manera firme un rumbo. Porque Amsterdam es, sobre cualquier otra cosa, una sátira política sobre tres héroes imposibles que se unen para detener una conspiración para derrocar al presidente de Estados Unidos. Basada, increíblemente, en hechos reales. Algo falla en la película cuando una vez que hay personajes secundarios que pedían más protagonismo pero nunca lo alcanzan, situaciones que no se terminan de resolver y que muestran una posible duración mayor del relato, cortado tal vez para darle una duración larga pero no tanto. Algo de limitación se observa también en la forma algo inocente con que se describe la vida bohemia del trío en Amsterdam. La película promete ser atrevida pero finalmente nunca lo es. En cuanto a la conspiración, ahí sí logra el interés y la fuerza necesarias para atraer. Es una buena historia, aunque el mostrarla con humor tiene cierto riesgo. El director y guionista David O. Russell tuvo varios títulos interesantes hasta que se volvió un mimado de los críticos y los premios con Tres reyes (1999), con El lado luminoso de la vida (2012) logró popularidad y aún más prestigio y con Escándalo americano (2013) mostró los primeros indicios de autoconciencia que perjudicaron algo del encanto de su cine. Esto último se multiplica en Amsterdam. Lo que también se potencia es el elenco.. A los tres protagonistas mencionados -y donde hay que decir que Christian Bale sobreactúa de forma notable- hay que sumarle a Chris Rock, Taylor Swift, Anya Taylor-Joy, Mike Myers, Rami Malek, Timothy Olyphant, Zoe Saldaña, Michael Shannon y Robert De Niro, aunque los nombres famosos no terminan ahí. Es divertido ver como siguen apareciendo estrellas en cada escena. Esto es más divertido que la trama en sí misma. Lo que resulta algo más complicado de seguir es el afán del director por poner recursos modernos en una trama de época. No está prohibido, pero al hacerlo, aquí el resultado es emocionalmente negativo y narrativamente contradictorio. Entramos y salimos de la historia por los chistes, los carteles, los ángulos de cámara y los juegos que el director elige utilizar. Parece que le aterrara la épica de sus protagonistas, personas comunes en un entramado complejo. O al revés, un entramado común y corriente que amenaza con volver complejo a todo un país. Hay alguna alegoría política del presente y por eso la modernidad narrativa? No es posible asegurarlo, pero sí queda claro que es un discurso contra los totalitarismos europeos del siglo XX. Como regalo, la película al menos tiene una gran actuación de Robert De Niro, más sólido y firme que el resto del elenco.
La Mujer Rey (The Woman King, Estados Unidos, 2022) es una película basada muy libremente en la historia real de las guerreras del Reino de Dahomey en África, en el siglo XIX. Las protagonistas de la historia son las Agojie, un poderoso y bien entrenado grupo de mujeres guerreras que responden a su líder, la general Nanisca (Viola Davis). Cuando el reino se ve amenazado cada vez más por la llegada de los europeos así como de otras tribus africanas, Nanisca y su ejército deberá redoblar el esfuerzo para mantener en pie todo aquello por lo que luchan. La película está dirigida por Gina Prince-Bythewood, una mujer afroamericana que cumple con los requisitos ideológicos para estar a cargo de la dirección pero que tiene poca destreza para el entretenimiento, como ya demostró en su film anterior, La vieja guardia (2020). Las posibilidades de la historia eran muchas y todo el material de aventura, acción y batallas queda aplastado por la falta de sentido de sentido del espectáculo. El guión es de la conocida actriz Maria Bello y de Dana Stevens. El elenco lo encabezan, además de Viola Davis, Thuso Mbedu, Lashana Lynch, Sheila Atim y John Boyega. La mujer rey tiene demasiado en primer plano su concepto de mujeres africanas empoderadas y sororas, lo que no está mal en sí mismo, pero se le va toda la energía a la película en resaltar eso. En lugar de poner el ojo en la historia pura, con ese ejército y esa líder, aprovechando la aventura y resaltando el tipo de batalla que se desplegaba en aquel momento, todo el tiempo se detiene a subrayar y rompe con la dinámica narrativa. Un desperdicio importante que no será criticado porque hoy es mejor cumplir con la ideología que con el cine.
Sonríe (Smile, Estados Unidos, 2022) tiene la personalidad y el estilo que necesita toda película de terror para diferenciarse del resto. Aunque nos gusta, hay que decir que el género se caracteriza por el exceso de producción. Miles de películas de todo el mundo intentando ser aquella que inicie algo nuevo. No hay fanático del terror que no vaya al cine con esa esperanza. Casi nunca nace un clásico, como tampoco ocurre con el resto del cine, pero en la última década hubo suficientes títulos interesantes como para seguir apostando a este cine. Sonríe es una de esas películas que nos sacude en la butaca y entrega genuinos momentos de terror. La protagonista es la doctora Rose Cotter (Sosie Bacon) quien trabaja a diario con pacientes psiquiátricos. Su fuerte vocación tiene que ver, posiblemente, con un trauma de su infancia. Un día, justo antes de irse del trabajo, le llega a la una paciente en estado de desesperación, con una que le cuenta una historia imposible de creer. La joven sostiene que desde que presenció, unos días atrás, un suicidio, es perseguida por una presencia maligna. Dicha criatura se manifiesta de forma siniestra a través de diferentes con una sonrisa inquietante. La doctora, como era de esperar, no le cree, hasta que la paciente toma una decisión drástica que termina colocando a la joven médica en un lugar que jamás hubiera imaginado. Ese será el comienzo de un infierno para Rose. Todo se desatará de forma veloz, incontraloble. Nadie, ni su prometido, ni su hermana, ni sus colegas, le creen en nada de lo que dice, sólo ella y los espectadores sabemos lo que realmente está viviendo. La película construye su clima de manera muy particular, porque si bien las cosas ocurren a toda velocidad, cada escena tiene gran suspenso y se toma su tiempo. La película mezcla los saltos efectistas más obvios con aquellos que son verdaderamente impactantes. Los espectadores quedan indefensos frente a la posibilidad de un truco sin consecuencias o un momento shockeante. Esta ópera prima del director Parken Finn tenía en su origen destino de streaming, pero funciona tan bien que los productores, luego de las primeras pruebas, decidieron lanzarla en cine. La sala oscura sin duda le queda muy bien por la forma en la que está construida, con una banda de sonido fuerte y perturbadora y con una forma de narración que se beneficia con la concentración del espectador. Sonríe es otro título que va la lista de las películas de terror con ambición. Un grupo de películas que va desde lo más revolucionario a lo más pretencioso, pero que se diferencia de la mencionada mayoría fácil de recordar. Títulos como El legado del diablo, La bruja, Huye!, Un lugar en silencio, Midsommer, Te sigue, Mandy, No respires y algunos más, buscan de alguna manera aportar algo nuevo y seguir aterrando. Algunos son más populares que otros, pero en cada uno de ellos hay una intención respaldada por ideas. A pesar de que Sonríe se construye sobre la ya conocida estructura del paso de una maldición de una persona a otra, algunas ideas la hacen diferente y la dotan de inquietantes novedades. Desde el inicio muestra una estética marcada, con escenas que no dejan indiferente al espectador, justamente por la forma. Hay escenas que parecen haber llegado para quedarse en el imaginario del cine de terror. Sin llegar a ser The Babadook, la cita obligada de cualquier elogio del cine de terror actual y la película que más veces es mencionada a la hora de hablar del género, Sonríe tiene una protagonista inolvidable y una personalidad innegable en su director. No es perfecta, el resto de los actores es muy de segunda, y mucho se podrá discutir sobre la ambigüedad de ciertos recursos. Pero llegó para quedarse y se nota desde la escena inicial.
En un país normal un largometraje como Argentina: 1985 se podría disfrutar como lo que es, una gran película de juicio. La historia de un héroe y sus compañeros de aventuras, capaces de enfrentarse a los monstruos y salir triunfantes. Algo así como un Elliot Ness en Los intocables (1987) de Brian De Palma. Al igual que la película con Kevin Costner muchos le habrán objetado que no es del todo exacta con los eventos narrados, acá -donde el tema es tan terrible- cada segundo de película es pasado por un escáner que intenta detectar errores, omisiones, guiños políticos y decisiones poco éticas. No está mal hacerlo, pero cuando tal ejercicio en vencido por la evidencia de una película contundente, entonces no hay mucho más para hacer. Argentina: 1985 será debatida en ese aspecto más en su país de origen que en cualquier otro lugar del mundo. Seria candidata a ganar todos los premios del público a cuanto festival vaya, la película tiene un tema grande, un evento histórico sin precedentes y finalmente es divertida y clásica. La película dirigida por Santiago Mitre y escrita por él junto a Mariano Llinás se acerca mucho más a un film de juicio como Filadelfia (1993) que a La historia oficial (1985). Eso habla de una madurez del cine argentino, capaz de apostar al cine de género antes que a cualquier otra cosa. El primer cartel que aparece lo dice muy claro: “Inspirada en hechos reales”. Lo que venga después tendrá licencias poéticas varias, algunos se enojarán, la mayoría ni se dará cuenta, solo verá que la historia funciona. La película está centrada en la figura de un héroe, el fiscal Julio Strassera (Ricardo Darín) quien es presentado en la historia antes de que le asignen el juicio. Strassera es un héroe al que le llega una misión y asume su rol con el profesionalismo que corresponde. Es un héroe hawksiano, valiente frente al riesgo, escudado en un equipo que lo ayuda. También la película lo piensa a Strassera como un héroe fordiano, a contramano de sus pares, luchando por lo correcto, ocupando el lugar que le ha tocado en la historia. Luego se sumará el fiscal adjunto, Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani) más propenso a hablar frente a las cámaras, menos clásico. Los personajes están siendo protagonistas de un hecho heroico, no solo histórico. Lo que hagan después no es el tema de la película ni nos importa, por eso se llama 1985. La misión de valientes está cumplida. No faltará también que vea algo de los héroes de Frank Capra, pero el estar basada en un hecho real le pone un límite al cuento de hadas. Sin embargo, no le queda mal a Strassera el título de Caballero sin espada. Hablábamos de Filadelfia y es importante destacar, en ese aspecto, al personaje de la madre de Moreno Ocampo, algo así como la mirada a la que hay que convencer. La que no importa lo que pensara en general sobre un tema, que la evidencia fuera lo suficientemente contundente como para que ella pudiera verla. Contar la historia para que se entienda. Y no hablamos solo de la película, sino del trabajo en el juicio. Hay otro gran film con un juicio, Amistad (1997) de Steven Spielberg, donde un personaje dice: “Gana el que cuenta la mejor historia”. Para complementar esto la película juega su carta más inteligente, el humor. Ya no subestima al espectador como hacía el cine político de otras épocas y le permite ver algo entretenido e inteligente. Lejos del cine político argentino o europeo, más cerca de Hollywood. El alivio cómico que representa el hijo de Strassera es una prueba de ello. Se lo presenta en la escena inicial y sigue así hasta el final. No solo aporta el humor, también es el comentador de los eventos, el que aporta un poco de sentido común frente lo abrumador que rodea al protagonista. El Juicio a las juntas, realizado durante el gobierno democrático de Raúl Alfonsín en 1985, ha sido y será siempre un hecho histórico sin precedentes en la República Argentina. Aún con las licencias que la película se tome queda claro que asume una responsabilidad. Condensar tanto en dos horas y veinte minutos no es fácil. Los diálogos son un campo minado de interpretaciones políticas 2022. Pero el Juicio a las juntas les pertenece a todos los argentinos, incluso a los que no formaron parte, como el peronismo. Un momento en la historia muy diferente al presente. La película se hizo ahora, por lo que también delata, en parte a propósito y en parte sin querer, posiciones y comentarios contemporáneos. Aún así, con algunas agachadas y guiños polémicos, lo más emocionante es su protagonista, el héroe de la historia. Y el momento más emocionante es la aparición en off de Ricardo Alfonsín, el presidente que sin tener el apoyo de todos, movió la rueda para que se inicie el juicio histórico. Esa escena es la que nos vuelve a llevar a aquel momento y explica mejor el significado de algo que con los años ha sido malintencionadamente borroneado o cooptado con fines políticos espurios. Alfonsín le recordará algo hoy olvidado, la importancia de la división de poderes. El presidente no se mete con la justicia. La película también tiene algunas escenas donde se ven los hilos, algunos detalles donde la estructura clásica delata su condición de tal y uno un poco se distrae. Pero el humor y la inteligencia se imponen de forma contundente, sin más, a medida que avanza la trama. La emoción es genuina, es real. Incluso después de que Strassera dice “Nunca más” la película consigue avanzar un poco más hacia su cierre, ya que es difícil alcanzar un punto más alto que ese a nivel dramático. La banda de sonido es impecable aunque el uso de las canciones no tanto, algunas son demasiado obvias. El sonido, algo no tan habitual para destacar, logra ponernos en época desde la escena inicial, cuando Strassera está en su auto bajo la lluvia. Detalles que ayudan a complementar una película más que sólida. Como todo film basado en un hecho histórico recibirá reclamos, pero no existe la película que pueda conformar a todos. Incluso aquellos que no se sientan identificados con ciertos detalles podrán disfrutar del conjunto. Con respecto al protagonista, Ricardo Darín, solo resta decir que es la máxima estrella del cine argentino en actividad. Ya pasaron más de veinte años desde que en Nueve reinas (2000) encontró una madurez actoral invencible. Él es Strassera y también es Darín, hace lo que hacen las estrellas, trabajar de otro aún cuando se los reconoce. Peter Lanzani también está impecable, siguiendo el mismo estilo actoral sobrio y elegante, sin ponerse por encima de la película, como corresponde. Santiago Mitre y Mariano Llinás no suelen hacer películas tan clásicas pero han demostrado acá que pueden también jugar esa nota con éxito. Como toda película exitosa, Argentina: 1985 será tironeada desde todos los ámbitos y se la interpretará con la mirada actual. No está mal, las películas están para ser disfrutadas, odiadas e interpretadas por los espectadores, cada uno con su propia mirada. Sí me parece importante no caer en el lugar común de decir que es una película necesaria. No existe tal cosa como una película necesaria. La historia ya está escrita, este un largometraje de género que vale la pena ver, acusarla de necesaria es rebajarla a la corrección política y el cliché. Lo más relevante es que es sólida y funciona. Y que se basa en una historia que merecía tener una película. Esa película existe y se llama Argentina: 1985.
Iván (Fabián Vena) regresa a la Argentina para cumplir la última voluntad de su padres y entregar sus restos al mar. Llega con su joven novia, algo cansado y bastante angustiado. Cuando ocurre un problema en el hotel que se alojan, Iván descubre que la dueña es su gran amor de su pasado, Sofía (María Ucedo). Este reencuentro dispara recuerdos, emociones y desarma por completo a Iván. La película, dirigida por el experimentado Diego Muziak, pelea con las reglas más básicas del drama y la comedia y no siempre sale airosa. Pocas locaciones, pocos personajes, todo es simple pero no logra hacer de eso un estilo. Los personajes hablan y hablan, van reflexionando con diálogos muy trillados y gastados hace décadas. Habrá algo más hacia el final, pero no sé motivo de alegría tampoco. Los actores hacen lo que pueden y la película no encuentra ni el tono ni el sentido en ningún momento.
Como cada mañana Paolo se sube a su moto para ir al trabajo. Conoce un truco por el cual en una bocacalle complicada, él pasa con el tiempo justo donde ningún otro vehículo tiene paso. Es una pequeña, casi imperceptible falta de tránsito sin consecuencias. Pero un día la cuenta sale mal y un camión choca con Paolo, que fallece. Cuando va al cine, encuentra que por una burocracia celestial, Paolo tiene la oportunidad de vivir noventa minutos más después de su muerte. A partir de eso, el protagonista deberá aferrarse a lo que más ama, valorando como nunca todo aquello es que es importante en la vida. Una fantasía como las que Hollywood ha sabido hacer a la perfección en títulos como Qué bello es vivir! o El cielo puede esperar. Aunque es edulcorada y simplona, esta película italiana dirigida por Daniele Luchetti, tiene un problema insalvable en su protagonista. Un personaje tan poco querible que sus conflictos de ninguna manera generar algún tipo de interés por su destino. Aunque la película busca ser tibia y agradable, su protagonista nos obliga a tomar partido en su contra.